El tributo a la Triple Alianza (original) (raw)

Frances Berdan

Los tributos enviados a las capitales de la Triple Alianza contribuyeron sustancialmente a la expansión del imperio, al crecimiento y la estabilidad económica de esas capitales, y a la suntuosidad de palacios reales, eventos políticos y ceremonias religiosas. Conforme el imperio prosperó, las exigencias del tributo se hicieron más gravosas y se puso más énfasis en los bienes suntuarios.

El fraile dominico Diego Durán relató que bajo el reinado de Ahuítzotl enormes cantidades de tributos llegaron a Tenochtitlan desde cada rincón del imperio. Cada 80 días, apunta, un millón de indios transportaba a la ciudad una parte de sus tasas anuales de tributo, y tales entregas eran abrumadoras por su esplendor y variedad: desde elegantes ornamentos de oro y plumas hasta las más diminutas y extrañas criaturas. Durán insiste en que no estaba exagerando. En otra parte describe la profusión de mercancías que se pagaban: vastos montones de ropa, grandes cantidades de maíz y otros comestibles, animales salvajes enjaulados, frutos, conchas, tintes, leña y todo lo que proveían las tierras del imperio. La vista de incontables cargadores (aunque quizá no un millón) arribando a Tenochtitlan, agobiados por suntuosos artículos de lujo y otras mercancías extraídas de las tierras conquistadas, debe haber sido estimulante para quienes recibían el tributo y humillante para los que lo pagaban.

La imposición del tributo

La imposición del tributo por un Estado dominante fue anterior a la hegemonía mexica. Los mismos mexicas pagaron tributos en forma de mercancías, trabajo y servicio militar a los tepanecas de Azcapotzalco durante un buen trecho del siglo xiv. Así, cuando las ciudades-Estado que encabezaba la Triple Alianza (1430-1521) impusieron tributos a sus vencidos súbditos, continuaban una costumbre bien establecida. No inventaron ellos el tributo, pero sí lo expandieron en un grado hasta entonces desconocido entre las civilizaciones del México antiguo.

La Triple Alianza fue una coalición de tres poderosas ciudades-Estado de la Cuenca de México: Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. Cada una gobernó sus propias tierras y súbditos antes y después de la formación de la alianza en 1430. La creación de la Triple Alianza consolidó de forma extraordinaria la fuerza política y el poder militar, lo que facilitó la conquista de otras importantes ciudades-Estado en regiones distantes y permitió el control de sus recursos.

Berdan, Frances, “El tributo a la Triple Alianza”, Arqueología Mexicana núm. 124, pp. 49-55.

Frances Berdan. Doctora en antropología por la Universidad de Texas, Austin. Profesora emérita en antropología por la Universidad Estatal de California, San Bernardino. Se especializa en cultura, economía e historia mexicas.

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