Vicios (original) (raw)

No tengo vergüenza, I know. Meses para hacer 30 viñetas. Es lo que hay, dude, mi musa come galletitas para inspirarse y no me quedaban hasta hoy, que compré más.

Ahí va otra tanda:

Título: Pesadilla Tema: #5.Pesadilla Rating: PG-13 Tabla: Básica
Pesadilla
Disclaimer: Si fuese Stephenie Meyer, no estaría poniendo un disclaimer, y tampoco estaría escribiendo con la vulgar excusa de que estoy estudiando tecnología industrial…
Su pelaje es marrón rojizo, y se alza imponente y seguro de sí mismo frente a los siete seres sin rostro que lo rodean. Gruñe, ruge, enseña los dientes mientras clava las garras en la tierra y levanta el hocico mirando al cielo, donde la luna llena brilla, para luego soltar un aullido de reclamo hacia sus hermanos.

Está solo pero su altura y su clara posición de ataque es tan imponente que casi no parece necesario preocuparse, ya que las personas que lo rodean son simples mortales.

No para ella.

El viento se hace notar mientras ellos se agazapan y las posiciones de ataque se evidencian cada vez más, y la agonía y la desesperación baten su garganta mientras se revuelve entre sus sábanas y colcha azul claro.

Entonces uno de los sin rostro se gira buscándola con la mirada y lo ve, allí, esperándola con la mano tendida para que la tome y una sonrisa tierna que sólo le dedica a ella.

Es su ángel.

Toma su mano, rodean al lobo solitario y todos vuelven a sus puestos, preparándose para el ataque. Son ocho y él está solo, su manada no lo ha oído y no llegarán a tiempo aunque corran como alma que lleva al diablo.

Primero es un retumbo hueco en sus tímpanos que comienza lentamente, y luego coge ritmo y hace que el suelo vibre, produciendo un rítmico “pum, pum” que acaba en el descargue del puño de Emmett contra el piso y el posterior salto de él y Jasper sobre el licántropo, el cual derrapa, se encoge y se lanza contra ellos dos usando como ventaja su descomunal tamaño.

Y es entonces cuando cinco criaturas de pelajes plateados, marrones, negros y pardos se abalanzan sobre los demás vampiros y comienza la lucha que tanto habían temido, que tanto habían querido evitar.

Ella ha caído al suelo y ha quedado apartada de la carnicería que sucede a su alrededor, y sigue de rodillas respirando entrecortadamente con los hombros temblándole y los ojos a punto de estallar en lágrimas.

Ya no podrá llorar nunca más.

Levanta la vista y los ve.

Están en el centro de todo el caos, como dos gladiadores romanos, rugiéndose mientras se lanzan el uno sobre el otro, atacándose a muerte. Jacob cae al suelo deslizándose por todo el espacio de aquella pesadilla y Edward se abalanza sobre él sin perder el tiempo, llevando su puño a su estómago animal haciendo caso omiso de la trifulca que los rodea.

Y ella se parte en dos, se marea, se asquea de sí misma y sólo desea que toda aquella pesadilla acabe rápido, que sea un sueño, desea morirse, desea, simplemente, no existir para tener que ver eso.

Siente tanto asco que le entran arcadas y tiene un grifo encima de su cabeza o dentro de ella que gotea incansablemente un “a Jake no, Jake no, a Jake no” mientras las manos comienzan a temblarle incontroladamente.

Lobo y vampiro luchan. El lobo cae.

Pero en ese justo momento, el lobo finta al vampiro y se yergue sobre el cuerpo tumbado de Edward, de su ángel, enseñando unos dientes excepcionalmente blancos bajo sus fauces grandes, que parece que se tuercen en una sonrisa o mueca burlona.

La mira sin ningún atisbo de remordimiento, de reconocerla, sin ningún atisbo de cariño o amor hacia ella y levanta una de sus garras en dirección a Edward.

Es como si un resorte se activase dentro de ella.

Se levanta del suelo, sin reconocer los cuerpos que se contorsionan y sangran a su alrededor, y en una pausa infinitesimal llega ante el licántropo, para luego soltar el peor rugido escuchado en la historia, y lo empuja violentamente contra los árboles que rodeaban el territorio intermedio entre los terrenos de los Quileutes y el de los Cullen.

Un halo de luz la ciega y tiene que parpadear para tener conciencia de dónde está.

Isabella Swan se mira las manos, empapadas en sangre.

Sangre de licántropo.

Un grito de horror hizo que Charlie Swan subiera de la cocina corriendo hasta la habitación de su única hija, y al abrir la puerta se la encontró empapada en sudor temblando de arriba abajo y llorando levemente mientras se abrazaba las rodillas y el llanto incrementaba.

Título: Celos Tema: #7. Celos Rating: PG- 13 Tabla: Básica

Celos

-Esto no está bien.
-¡Chitón! -mandó a callar Emmett mientras Alice se cruzaba de brazos y arqueaba una ceja.

El más amedrentador de sus hermanos flexionó los brazos y apretó los nudillos, mientras Carlisle lo miraba desde la otra punta del salón, sentado junto con Esme en uno de los sofás blancos. Rosalie sacudió su melena rubia y se cruzó de brazos obstinadamente, negándose a subir al dormitorio de Edward. Alice puso una mano en el hombro de su hermana y la rubia se deshizo de ella.

-Subo porque yo quiero, no porque vosotros me obligáis -masculló subiendo detrás de Jasper y Emmett que se deslizaban con toda la gracia que sus movimientos hoscos les permitían, para no alertar a Edward de que le iban a tender una emboscada.

-…No vas a ganar nada poniéndote así -informó su hermana- incluso puedes llegar a perderle.

-¡Soy su hermana!

- Tú… tienes a Emmett, ¿verdad? -inquirió Alice- yo tengo a Jasper. Somos hermanos, sí. Pero no es lo mismo, Rose. Él…oh, vamos, ¿no te has dado cuenta de cómo ha cambiado desde que se ha permitido el lhablar con ella? La ama, Rose. La ama, y por fin ha encontrado la razón por la que abrir los ojos. Lleva más de noventa años solo. No seas tú, su primera hermana, la que lo juzgue y le prive de lo que tú y yo llevamos disfrutando desde hace más de cincuenta años.

La rubia apretó los labios mientras Emmett les guiñaba un ojo y subían al segundo piso, seguidos de un Carlisle que opinaba que aquello estaba mal, y una Esme que se desvivía por saber qué era lo que le estaba pasando a su pequeño Edward (N/a: ¿Pequeño Edward? XD) En las escaleras del rellano del tercer piso, Jasper se giró hacia los demás y Emmett le hizo un gesto con la mano para que calmase el ambiente. Rosalie frunció el entrecejo al notar cómo su hermano hacía que se pensara mejor sus palabras antes de estallar delante de Edward, el cual no se mordería la lengua precisamente, Emmett se relajó completamente, como si aquello fuera algo que hicieran todos los días. Les sonrió a todos ampliamente y abrió la puerta del cuarto de Edward.

Una leve pieza de jazz de los años cincuenta sonaba a un volumen medio alto, mientras la voz de Billie Holiday inundaba la estancia con su timbre suave y portentoso. Emmett entró en la habitación con confianza, caminando normal y haciendo eco con sus fuertes pisadas, y se tiró en el sofá en el que cierto vampiro de pelo castaño cobrizo y ojos dorados-en ese momento, cerrados-estaba sentado siguiendo la música con un pie mientras tenía entre sus manos un grueso libro de tapas rojas.

-Hola Emmett.

-¡Ey, Edward! -saludó el moreno- se hecha de menos tu música.

-Hola Jasper, Alice, Rose, Carlisle y mamá -saludó el muchacho abriendo los ojos por fin- ¿me equivoco al pensar que esto no es una visita turística?

-Bueno, Edward. No creo que el polvo haya criado estalactitas y estalagmitas en tu habitación -bromeó Alice, sentándose en el suelo con los movimientos gráciles que la caracterizaban- muy buena música.

-Perdí un par de cd's, un imprevisto -comentó el casi castaño mientras recorría con la mirada a su familia. Todos se estaban reprimiendo en sus pensamientos y sólo pensaban en cosas que no tenían nada que ver con aquella visita-son imprevistos de la música de los cincuenta.

-Hablemos entonces de otro tipo de imprevistos -cortó Rose, cruzándose de brazos y mirando a su hermano con arrogancia- el tipo de improvistos que hacen que casi nos delates delante de todos los niños del instituto.

-Rose… -comenzó Carlisle.

-¡No! -exclamó la rubia-. ¿En qué demonios estabas pensando, Edward?

-En demonios, precisamente -contestó Edward, tensando los labios y mirando a su hermana inexpresivamente.

“¡Será estúpido! ¡¡Casi hace que todo el pueblo se nos encima!! Y todo por la maldita humana nueva. Maldita sea la hora en la que decidió cuidar de su papi en Forks”

“Mierda, Rose. Siempre te tienes que enfadar por todo. Cuando gruñes te pones fea, nena”

“Edward. Piensa antes de hablar” -el pensamiento de Alice lo hizo sonreír secamente.

_“Tranquilo. Son tus hermanos y se preocupan por ti. No vamos a dejar que nada le pase a Bella, Edward”_- y Carlisle, siempre pendiente de él. Su padre.

“Mi pobre niño, entre la espada y la pared. ¡Oh, que demonios! Aunque fuera tuerta y de dedos palmeados me gustaría para él. Sólo quiero verlo feliz”

El pensamiento de Esme lo perturbó. ¿Era él feliz? La imagen de Bella totalmente ruborizada y mirando al suelo mientras le contaba los motivos que la habían llevado a Forks le hizo sentirse cómodo, sentirse bien. Cuando la furgoneta de aquel Crowney casi la atropella…...

-Cállate ya, Rose -mandó Edward, levantándose de golpe y dejando el libro encima del sofá de cuero, junto a un Emmett que miraba a su hermano temiéndose un arranque de lenguas hirientes y mordaces- ¿podrías…? ¿Podrías dejar de pensar en ti por una sola vez?

-Ella piensa en nuestro bien, Edward -apeló Jasper, mirando a su hermano desde un discreto segundo plano.

-¡Nuestro bien! -exclamó Edward-. ¡¿Nuestro bien?! ¿Y qué se supone que habríamos hecho cuando la sangre de Bella se hubiera derramado por el asfalto? nos habríamos contenido, ¿no? Claro, somos tan fuertes,…tan resistentes…. Sobre todo tú, Jasper, que no hace ni tres semanas desde que te empeñaste en poner a prueba tu resistencia a la sed y casi matas a Withney. O Emmett, que sigue haciendo el loco jugando a derribar los árboles que están en los límites de los terrenos de los quileutes…

-¡Eh, tranquilo! -cortó Emmett, levantándose también mientras Carlisle miraba alarmado a su hijo adoptivo-. ¿Ves lo que has conseguido ya? ¡Ahora me voy a llevar una bronca por tu culpa! -Señaló a su hermano y este gruñó por lo bajo- nadie te está diciendo que está mal lo que has hecho hoy, Ed. Lo que está mal es que esa humana te afecte tanto.

-Se llama Bella -matizó Edward, enseñando los dientes.

-Edward, ya. -La voz aterciopelada de Esme danzó unas notas musicales imaginarias mientras la vampiro tomaba el puño que eran las manos de su hijo y los deshacía-. Pórtate bien y no le gruñas a tus hermanos. Tranquilo, sólo estamos hablando…

-¡Acaba con esto ya, Edward! -Pidió Rose-. Por favor….

-Es humana, Edward -aportó Jasper, bajando la guardia. Ella no puede ser para ti.

-…Creo que tienen razón, hermano -susurró Emmett, intentando no sonar lúgubre.

-¡¿Pero de qué estáis hablando?! -saltó Alice, levantándose del suelo también. -¿Oigo bien? ¡Cómo podéis pensar en que Edward la mate cuando yo he visto que ella sería uno de nosotros!

-Sé seria, por favor -gruñó Edward, mirando a sus otros tres hermanos, enfadado.

-Estoy hablando en serio. Bella va a ser una de nosotros, lo he visto. Así que se acabaron los planes de que Edward se la desayune. Cuestión de principios: no podemos comernos a uno de nosotros.

-Ella no es nada nuestro -gruñó Rosalie, totalmente furiosa.

-Pero lo

será, Rose -contradijo Alice.

-¡Nunca! -estalló Edward, apretando con fuerza los puños- ¡No pienses eso, te exijo que no digas eso, te ordeno que NO veas eso, Alice! Ella no va a ser un monstruo. Ella no va a conocernos. ¡Ella va a seguir viva y será una excelente humana con una vida humana normal!

-Chicos, os habéis precipitado. Bella no va a morir -la voz suave de Carlisle sonó como una promesa.

-¡Claro que no! -Negó Edward con vehemencia-. ¡Os exijo, os ordeno que la borréis de vuestras mentes, YA! -Le pegó un puñetazo a la pared de detrás del sofá y dejó un boquete del tamaño de tres veces su puño.

-Edward, hijo. -Esme se mordió el labio mientras todos se giraban hacia ella- Cálmate, por favor. Yo te quiero, y quiero lo mejor para ti porque eres mi hijo. Pero no quiero que te vayas de nuevo a Alaska o a algún otro lado. Haz lo necesario para quedarte y para que ella siga viva.

Rosalie hizo rechinar los dientes, furiosa, rabiosa, obstinada e incrédula, y salió de la habitación a una velocidad vertiginosa. Jasper no tardó en seguirla para calmarla. Carlisle inspiró hondo, simplemente por pura inercia y tomó a Esme de la mano.

-Edward. Yo confío en ti y sé que harás lo mejor para todos. Pero quizás no debas privarte de descubrir nuevas etapas.

Esme apoyó la cabeza en el hombro de su pareja y ambos salieron de la habitación, en silencio. Emmett sonrió ampliamente.

-Así que… seremos ocho en la familia -comentó, totalmente despreocupado-. Mira tú que bien, ya me hacía falta una nueva hermanita. Se nota que la cosa va por parejas.

-Sí, cierto. Nos hacía falta alguien más para jugar a la pelota en equipos de cuatro -opinó Alice, agarrándose del brazo de su hermano. -Chicas contra chicos.

-No. ¡No! NO -gritó Edward, y se lanzó por la ventana totalmente descontrolado.

Minutos después comenzaron a oír como algunos árboles que rodeaban su casa cedían ante los golpes furiosos de cierto hermano suyo que se negaba a ser feliz.

-…De todas formas. Yo seré capitana de uno.

-Jajaja. Me parece que gracias a Edward jugar a la pelota será mucho más divertido.

Título: Miedo Tema: #27. Miedo Rating: PG- 13 Tabla: Básica
Disclaimer: No soy Meyer. Creo que ya sabéis lo que eso quiere decir.

Miedo

Alice es ternura bordada con el hilo de la inocencia que aún conserva una mujer de diecinueve años mortales. Su mirada desprende un amor que nunca ha visto en nadie, que nunca sintió hasta el día en el que se dio cuenta de que le amaba, y esa mirada cargada de ternura e inocencia le perfora el alma de lado a lado, haciéndole sentir tan bien que no concibe palabras en el universo para explicar lo que podría llegar a hacer por ella.

Por eso cuando entra en la mansión con un revoltijo de sangre, hojas y tierra a su alrededor, lo que más le duele, lo que más le importa, no es lo que dirán Edward o los demás si lo ven, sino la expresión triste y abatida de Alice, que a pesar de haberlo visto todo y de advertirle, no le hizo caso y salió de caza con Emmett y Rosalie.

Y es como si no hubiera nadie más en el universo, en la mansión, porque en un abrir y cerrar de ojos, en lo que dura la caída de él de rodillas en el suelo, Alice avanza con sus andares desgarbados ahora torpes por la emoción, temblequeando al verlo destrozado y se arrodilla a su lado poniéndole una mano con suavidad sobre la espalda, que no deja de convulsionar por la rabia y por la decepción hacia sí mismo, por haber caído una vez más.

Se odia.

Sí, se odia a sí mismo, porque no cumple sus promesas, porque la hace infeliz. Porque ella no ríe si él no está contento, porque depende tanto de él como él de ella, porque siente que le hace daño y se mataría a sí mismo si algún día viera a Alice llorar por su culpa.

Sus brazos son delgados y lo abrazan contra su pecho de una forma tan tierna y tan protectora, que se le antoja irreal, porque siempre es él el que quiere protegerla a de todo lo que le vaya a hacer daño.

Porque empezaron recorriendo un camino incierto los dos juntos y ahora que han llegado casi al final, él vuelve a decepcionarla.

Alice sabe que es duro. Que es dolorosamente duro para él porque lucha contra un instinto asesino que fue entrenado durante siglos por un aquelarre que lo usó para beneficio propio convirtiéndolo en una máquina de matar. Que teme, que teme el rechazo de la familia si se dan cuenta de que hace un esfuerzo sobrehumano en continuar con la dieta, porque hay veces que decae, que no llega a las dos semanas. Teme ver la decepción y la repulsión tatuadas en las pupilas doradas de Alice, un dorado límpido como el caramelo, muy distinto al de él, ya los ojos de Jasper son de un dorado más oscuro con matices ocres y una aún línea roja alrededor del iris.

Una línea roja que quizás nunca se borre, porque sigue ansiando la sangre humana de una forma dolorosamente agonizante y humillante.

Siempre intenta ser fuerte. Siempre espera a que Edward, el que más aguanta luego de Carlisle y Alice, proponga salir de caza. Jasper Withlock, ahora Hale, fue comandante en la guerra, y debería estar acostumbrad a las carnicerías, a la sangre.

Esta noche hubo sangre, demasiada sangre humana, y no pudo resistir. Y ahora no es más que un niño desolado, cansado de luchar contra lo que es, porque no ve luz al final de su tortura y quisiera llorar pero las lágrimas no salen, no existen para él, y eso sólo le recuerda que no es humano, que es un monstruo, un monstruo que intenta ser de los buenos pero que tarde o temprano acabará cayendo, como hoy.

Se aferra a Alice como clavo ardiente y gime en su hombro, mientras su pecho sube y baja y se agarra en su camisa, manchada de sangre por su culpa. Los brazos delgados de ella lo abrazan y lo acunan, sin importarle la sangre, la tierra, las hojas caídas de los árboles. Deja que se deshaga en amargos sollozos sobre su pecho de niña mujer y le susurra que todo está bien, que nadie se enterará, que lo intentarán una y otra vez porque el paraíso también existe para ellos dos.

Porque ella es fuerte por los dos.

Y cada vez que uno de los dos caiga, el otro se tirará para evitarlo.

Y siempre, siempre serán la enana morena de pelo de punta, negro como la tinta, que buscó incansablemente al atroz vampiro que asesinaba porque era eso lo que le habían enseñado.

La bailarina que bailó al filo de un amor que nunca entendió de desprecios y de palabras malsonantes ante sus caricias y sus tímidas preguntas. Y no importaba si estaba bien o estaba mal, porque era como su tabla en el mar. El soldado que quería que la bailarina se acercase para decirle que a lo mejor, si no se daba cuenta de su amor, este no le esperaría siempre. El vampiro de ojos borgoña que gruñía cuando la bailarina no acusaba el golpe detrás de sus palabras irónicas e hirientes, y que moderó los gruñidos por ella.

El hombre que había detrás de la inmortalidad maldita, que le pedía a la mujer que le acompañara y que no dijera que no pensaba en ella, porque él no hacía otra cosa más que pensar en que necesitaba que se acercase un poco más, más de lo que ya lo hacía.

Y que cuando saliera el sol ganaría él al tenerla de nuevo a su lado.

Y si esta noche él ha fallado, ella lo ayudará a levantarse. Y no importa que falle mil noches más, porque Alice siempre estará allí. Y si él pierde a Alice, hará que todo el mundo se hinque de rodillas ante el dolor de la pérdida, y la luna llorará sangre cuando el monstruo salga a cazar, porque la única luz de su túnel, la única luz que lo hace ver, es ella. Porque su miedo más profundo, no es recaer una o mil veces. Lo que más miedo le da es perderla, su luz, su estrella.

Para siempre, por siempre.

Y ezto ez todo, amigoz.