Javier Pérez Jara, Contra el Big bang (y secreciones metafísicas similares), El Catoblepas 34:17, 2004 (original) (raw)
El Catoblepas • número 34 • diciembre 2004 • página 17
Javier Pérez Jara
Respuesta a Carlos M. Madrid Casado
Carlos Madrid ha publicado un artículo donde me lanza, según nos dice él mismo ya en el título, «siete preguntas capitales sobre Cosmología, Cuántica, y Teoría de la ciencia» en clave de reto. Y en clave de reto porque, obviamente, este autor no está de acuerdo con mis posiciones a lo largo de esta polémica (salvo, al parecer, en la denuncia del formalismo terciogenérico de Letichevsky), y lanza sus preguntas (o al menos así lo interpreto yo) como intento de «lanzarme contra las cuerdas», de ponerme «contra la espada y la pared»; ya que las preguntas no irían sino encaminadas a denunciar mis posiciones gratuitas o, cuanto menos, erróneas. Nada de extraño habría aquí hasta ahora; en filosofía, como sabemos, la dialéctica y la polémica están servidas. Pero lo sorprendente en este caso es que, tanto yo, como Carlos Madrid, nos presentamos, a nosotros mismos, como ejercitadores del sistema filosófico conocido como materialismo filosófico. Pero, si esto es así, el problema es obvio: ¿cómo dos individuos que, se supone, «hablan y escriben» desde el mismo sistema filosófico pueden llegar a concepciones no ya distintas, sino antitéticas? Esto parece, a simple vista, contradictorio. ¿Será que es posible, desde el mismo sistema filosófico, por un lado mantener, por ejemplo, la inviabilidad de la teoría del Big bang, y por otro, su viabilidad, y aun su cientificidad, de análogo modo a como ocurría con otros temas, por todos conocidos, en la dialéctica trascendental kantiana, cuando la razón se volvía loca al no operar con contenido empírico? Pero supuesto que el materialismo filosófico no es un sistema contradictorio (no puede llevar a antinomias) ni tampoco puede llevar al escepticismo en las cuestiones centrales debatidas en esta polémica, ¿cómo interpretar que Carlos Madrid y yo nos encontremos en posiciones antitéticas, si supuestamente hablamos desde el mismo sistema filosófico? Las respuestas básicas a esta pregunta parecen claras, a saber: 1º) Porque la interpretación mía del materialismo filosófico es errónea; 2º) porque la errada es la de Carlos Madrid; 3º) porque nos equivocamos los dos. Lo que parece claro, es que mi «interpretación» del materialismo filosófico, y la de Carlos Madrid no pueden ser verdaderas a la vez, no pueden «co-existir» la una junto a la otra (salvo polémicamente). Uno de nosotros, como mínimo, al parecer, «no ha entendido bien» posiciones fundamentales del materialismo filosófico en lo referente a los temas debatidos durante esta polémica, esto es, la teoría del Big bang, el estatuto gnoseológico de la cosmología moderna, la cuestión del indeterminismo en la física cuántica, &c. Como tanto Carlos Madrid como yo, nos arrogamos el derecho, basado en diversos motivos, de ser, cada uno, el que posee la «correcta interpretación» del materialismo filosófico en estos temas; y como, por otra parte, ninguno de los dos creemos en el «diálogo», en su sentido habermasiano (ingenuo), la única posibilidad es enfrentar nuestras dos «interpretaciones» de frente, para ver cuál es más potente, y cual la más débil y contradictoria, que caerá, o más bien se derrumbará, esperemos, cuando la «opción más potente» la embista con la fuerza que le es propia.
Por tanto, en primer lugar, no le veo demasiado sentido a que Carlos Madrid rehúse «embarcarse en esta polémica», según nos dice al principio de su artículo (como si no lo hubiese hecho ya con su artículo y sus preguntas partidistas) por no «creer en el diálogo», como si el diálogo tuviese algo que ver en esta polémica (o como si yo mismo creyese en él); porque en esta polémica, las posiciones antitéticas no «dialogan», en su sentido habermasiano, tratando de buscar el consenso, sino que se enfrentan a muerte, la una a la otra, para derribar cada una a la otra, aunque, eso sí, dispuestos (al menos por mi parte) a corregir las posiciones de partida cuando las del contrario demuestren ser más potentes que las mías, cuyo criterio objetivo sería demostrar que en mi argumentación había contradicciones objetivas que obligan a su corrección, si no quisiera encontrarme en el suelo de la falsa conciencia.
Pero comenzaré diciendo mi opinión: por mi parte, la posición que mantendré a lo largo de este artículo es que los conocimientos de Carlos Madrid sobre la Ontología del materialismo filosófico, dejan (por decirlo suavemente) bastante que desear, así como que sus «nociones» sobre la teoría del cierre categorial son confusas, y algunas veces explícitamente falsas. Este autor, una y otra vez, acude a los cinco volúmenes de la teoría del cierre categorial publicados hasta ahora, sin saber (o sin querer saber), que la perspectiva gnoseológica acaba resolviéndose en la perspectiva ontológica. Y aún más: que la alusión del cierre categorial es pertinente, fundamentalmente en esta polémica, en lo concerniente al estatuto gnoseológico de la teoría del Big bang o de la cosmología moderna. Pero las cuestiones de fondo que he planteado en esta polémica, a saber, las contradicciones de la teoría del Big bang, del vacío absoluto (del que misteriosamente CM no se pronuncia), del indeterminismo cuántico, &c., son problemas estrictamente ontológicos; problemas que, para su correcto tratamiento desde las coordenadas del materialismo filosófico, exigen «haber asimilado» correctamente la Doctrina de los tres géneros de materialidad y su inconmensurabilidad mutua; la constitución del Mundo y del Ego trascendental, el estatuto ontológico de la materia ontológico-general y sus relaciones dialécticas con la materia ontológico-especial, la teoría de la anamórfosis absoluta, &c.
Ésta, y no otra, es la artillería filosófica que he usado a lo largo de esta polémica; y ésta es la artillería que sostuve (y sostengo) es capaz de triturar tesis metafísicas como las de la singularidad primordial, el intento de explicar el surgimiento del Mundo a través de marcos mundanos, el indeterminismo cuántico, &c. Y ésta es la artillería que Carlos Madrid parece no haber entendido, y que, por tanto, lo sitúan en un materialismo filosófico «ambiguo», o mejor aun, (y por parafrasear aquello que decía Juan Valera del Dios de los filósofos) en «un materialismo filosófico que no lo reconocería ni Gustavo Bueno con ser su padre». Si esto puede parecerle excesivo a algún lector, sugiero que quizá pueda dejar de parecer así después de la lectura del presente artículo.
Parece dogmático y gratuito (por no decir delirante), también, que Carlos Madrid diga que todo lo que tenía que discutir conmigo, acerca de la teoría del Big bang, fue ya discutido en persona en los encuentros de Gijón de este verano, cuando allí apenas hablamos unos pocos minutos, y no del Big bang (de esta teoría, si no recuerdo mal, CM sólo dijo que yo olvidaba, al parecer, las «anchas identidades sintéticas» que la vertebraban, y yo le respondí que eso era completamente gratuito), sino del indeterminismo cuántico (amigos como Joaquín Robles, que allí se encontraban presentes, pueden constatarlo), en medio de un gran alboroto y confusión (me hablaban, «por así decirlo», más de una persona a la vez). Aunque puede que quizá yo, en Gijón, le dijese detalladamente mis replicas contra el Big bang a Carlos Madrid, y éste me las refutase una a una, triturándolas, cierto, pero esto sólo se entiende si después yo hubiese sido sometido a una complicada y laboriosa operación de neurocirugía sobre mi hipocampo para borrarme esos recuerdos. ¿La tesis de CM de que ya discutió conmigo en persona «todo lo que tenía que discutir» sobre el Big bang no será, más bien, fruto de una estrategia gratuita para hacerles creer a los lectores que allí no se encontraban presentes que este autor refutó mis objeciones contra el Big bang, que llevan no pocas páginas en esta revista? ¿Pero no es esto ridículo? ¿O es que este autor vive en la ilusión de que ha refutado las objeciones que, desde el materialismo filosófico, hice contra el Big bang, refutación de la que yo al menos no tengo noticia? Si verdaderamente este autor refutó mis trituraciones desde el materialismo filosófico al Big bang ¿por qué no las expone en su artículo para enseñárselas a los lectores? ¿Acaso a los lectores de Carlos Madrid no les interesaría conocer sus definitivas refutaciones a mis críticas ontológicas al Big bang, guardándoselas este autor, sin embargo, para entornos «más privados», quizá únicamente familiares?
Lo cierto es que mis argumentaciones contra el Big bang están escritas a lo largo de los artículos de esta polémica, y están resumidas, y sistematizadas en mi último artículo; argumentaciones que no dio tiempo de hablar en Gijón (ni siquiera a mencionarlas –al menos no a CM–), pero que la mayoría ya habían sido escritas contra las posiciones de Letichevsky o JALD, y que, no obstante, CM sistemáticamente ignora y salta, así como se inventa numerosas veces las posiciones en que yo supuestamente me encuentro, y elabora argumentos que no se sabe de dónde salen (o al menos no lo sé yo). A mi juicio, parece que todos los que se vanaglorian de poseer sólidos conocimientos científicos en esta polémica (conocimientos que, según algunos, los colocarían en la posición apta para defender las tesis más profundas en ontología, aun cuando creyesen que siguen haciendo ciencia, debido a la confusa Idea de ciencia que manejan), también, con justicia, deberían vanagloriarse de ser grandes prestidigitadores en materia de argumentaciones filosóficas. Pero como resulta que las «estrategias noetológicas» de la filosofía académica (al menos la del materialismo filosófico), en nada se parecen al arte de sacar conejos de una chistera, o de hacer desaparecer «mágicamente» objetos que se encontraban presentes, el fin de este artículo podría resumirse en diagnosticar (para su posterior trituración) la «ingente masa de tesis gratuitas y argucias deshonestas» (intelectualmente) que pueblan el artículo de Carlos Madrid (y esto aun a riesgo de que este autor nos responda con un artículo de la misma índole). Comencemos:
CM inicia su artículo con una supuesta aclaración{1}, desde mi punto de vista (que espera no ser gratuito), completamente sorprendente; según él, en esta polémica he defendido mis posturas, etic, desde la ciencia categorial, y no desde la filosofía. Pero esto es sencillamente absurdo y patentemente falso: todas mis críticas al Big bang (críticas expuestas y sistematizadas en mi último artículo de esta polémica y que CM, prudentemente, ni siquiera nombra, como si nunca hubiesen sido escritas), al vacío, al indeterminismo de la mecánica cuántica, &c., están escritas rigurosamente desde la filosofía, en este caso desde la Ontología del materialismo filosófico. También mis críticas al estatuto científico de la teoría del Big bang fueron estrictamente gnoseológicas, es decir, filosóficas. ¿En qué se basa Carlos Madrid para atribuirme gratuitamente que yo he defendido mis posturas, etic, desde la ciencia? ¿Acaso no sabe que esbozar una argumentación vertebrándola en Ideas como la materia ontológico-general, el Ego trascendental, los tres géneros de materialidad, la symploké, la Scala naturae, los mecanismos de kenosis que posibilitan la percepción apotética y que dan la ilusión del vacío, la Emergencia metafísica, la anamórfosis absoluta, el devenir, la materia cósmica, los postulados holóticos, &c., es todo menos científica, sin perjuicio de que sea racional y estricta? ¿Acaso desconoce que esto es pura y genuina filosofía? ¿Quizá este autor crea que por nombrar, en el tratamiento de estas Ideas, a conceptos científicos el discurso ya pasa de ser filosófico a científico, como si las Ideas no fueran precisamente, entre otras cosas, sistematizaciones totalizadas de diversos conceptos provenientes de categorías científicas? En ese caso, ¿qué Idea de filosofía tiene Carlos Madrid? Sería como decir que el libro de Gustavo Bueno Televisión, apariencia y verdad, es un libro etic científico, porque su autor nombra, multitud de veces, a conceptos científicos tales como «lóbulo occipital», «corteza cerebral» o «nervios ópticos».
Como dije al principio de este artículo, la artillería empleada por mí en esta polémica ha sido estrictamente filosófica (la gnoseología materialista, pero principalmente la Ontología materialista), por lo que el «análisis taxonómico» elaborado por Carlos Madrid, al menos en lo referente a mi posición, es completa y genuinamente gratuito.
Tampoco cabe decir que JALD se mantuviese en la perspectiva científica, tanto etic como emic, pues ello sólo podría sostenerse pidiendo el principio de que las teorías del Big bang, o del vacío cósmico son científicas. ¿Pero no es esto precisamente lo que se discute? ¿Partir de una posición que se discute en una polémica sin dar ningún tipo de argumentos objetivos a su favor no es sencillamente intolerable?
Posteriormente, CM me acusa de ejercitar mal las Ideas del materialismo filosófico; ejercicio que se vería, según él, por ejemplo, en comprometer al materialismo filosófico con la acusación de no cientificidad de la cosmología. Pero aquí este autor vuelve a saltarse a la torera mis argumentaciones a este respecto, pues ¿qué mejor manera hay de tratar de refutar a alguien ante terceros que saltarse, como si nunca hubiesen sido escritas, sus argumentaciones, para que así queden sus posiciones como gratuitas o dogmáticas? Más aun, según CM el estatuto científico estricto de la cosmología estaría entredicho, según yo, «por motivos que tienen que ver con el Big bang o el vacío cuántico». ¿Pero fue esta mi argumentación? Porque lo cierto es que en mi anterior artículo defendí que la cosmología, desde la teoría del cierre categorial, no podía ser considerada una ciencia estricta atendiendo a diversos motivos gnoseológicos, como por ejemplo que para que la cosmología pudiese considerarse una ciencia, en su sentido fuerte, necesitaría cerrarse categorialmente, lo que es imposible, pues el Universo no es un todo, ni puede ser un contexto determinante. Esto no significa, obviamente, que la cosmología no tenga nada que ver con la física, sino que es la parte menos científica de ésta (es una disciplina circuncientífica en palabras de Gustavo Bueno), porque está obligada, por propia estructura, «a nadar» siempre entre la física categorial y la metafísica, al considerar el Universo como una totalidad (y por ello tantos cosmólogos actúan como presocráticos), o simplemente por ir más allá de los límites de la categoría física, como hacen los cosmólogos en nuestros días, una y otra vez, cuando investigan, por ejemplo, el llamado principio antrópico o el «Origen del Cosmos».
Pero como «mi polemista», como digo, se ha saltado completamente a la torera esta argumentación, que es la nuclear (para así tratar de presentar mi argumentación como gratuita), no estará de más volver a repetirla (copiar y pegar no cuesta nada). Vayamos a mi artículo anterior:
Desde la teoría del cierre categorial, la cosmología, en general, difícilmente puede ser una ciencia estricta. Y esto por muchos y complicados motivos, de los que me es imposible hablar aquí; tan sólo apuntaré que, desde el materialismo gnoseológico de Gustavo Bueno, las ciencias se circunscriben a categorías, que son totalidades atributivas compuestas de términos primogenéricos interconectados con los que el científico (el sujeto gnoseológico) opera. Así, la biología se constituiría en torno a la categoría formada por mitocondrias, células, cloroplastos, proteínas, &c.; la neurología haría lo propio en torno a la categoría constituida por troncos encefálicos, neurotransmisores, sistemas límbicos, cortezas cerebrales, neuronas, cuerpos callosos, &c., y así sucesivamente. Ahora bien, en la ontología materialista, por medio de los postulados de multiplicidad holótica y de corporeidad holótica, de los que aquí, sin embargo, tampoco podemos profundizar ahora (pero que se encuentran explicados en el segundo volumen de la Teoría del cierre categorial o en el diccionario de Pelayo García Sierra), sabemos (dialécticamente) que las totalidades son finitas, múltiples y corpóreas. Y las categorías, obviamente, son totalidades. De esto se infiere (y perdóneme el lector por el simplismo con el que estoy exponiendo unas tesis tan complejas y extensas), en primer lugar, que el Universo no puede ser una categoría (las totalidades como digo son múltiples (tampoco puede ser el Universo por tanto un contexto determinante); la idea de una única totalidad es contradictoria: y aquí el infantilismo presocrático en que se mueven los defensores de las TOE, situados en un monismo holista del tipo más ramplón), y en segundo lugar, que la cosmología no puede ser una ciencia positiva, en tanto, por lo que inferimos en primer lugar, el universo (supuesto campo de estudio de la cosmología) no es una categoría, y por tanto no se puede construir una ciencia positiva en torno al universo como «todo». El estatuto científico sólo puede ser obtenido dentro de la cosmología que no trate de trascender el universo localmente observado (contexto finito determinable por el sujeto operatorio). Creo que podríamos sostener, sin error, que la mayoría de tesis cosmológicas son fruto de extrapolaciones de relaciones observadas localmente al Universo como Omnitudo rerum. (texto extraído de mi anterior artículo ¿leído por Carlos Madrid?)
¿Es esta argumentación la que le parece, a CM, una «ejercitación con poco rigor del materialismo filosófico»? Y si esto es así, ¿en qué supuestos se basa? Y, en todo caso, ¿por qué no la nombra en su artículo aunque sea para enfrentarse dialécticamente contra ella? ¿Condenar mis posiciones sin referirse a las argumentaciones que las sustentan no es una estrategia de las que pertenecen al elenco clásico de las sofísticas, del tipo de las que nos habla, por ejemplo, Schopenhauer en su Dialéctica erística?
Si este autor quiere defender la cientificidad estricta de la cosmología, tendrá que sostener la tesis metafísica que el Universo es una totalidad que puede ser cerrada categorialmente; esto es, tendrá que situarse en las antípodas de la Ontología y Gnoseología del materialismo filosófico (con lo cual no sé siquiera qué sentido tendría seguir utilizando términos tales como «cierre categorial»). Por otra parte, en este texto se ve claramente que es completamente falsa la acusación sugerida por CM de que yo rechace la cosmología en bloque, por ser, toda ella, metafísica, sin margen alguno de cientificidad.
Lo cierto y verdad es que la «franja de verdad» atribuible a la cosmología moderna es estrecha, o, en todo caso, mucho más estrecha que la que le atribuyen los cosmólogos actuales, que creen conocer más del «Universo» de lo que en realidad conocemos, o aun más, podamos llegar nunca a conocer, cuando en realidad lo único que proponen estos cosmólogos son modelos metafísicos o meramente especulativo-gratuitos.
Parece paradójico, por tanto, que CM, se presente como alguien que ejercita con «más rigor» la teoría del cierre categorial que yo a lo largo de esta polémica, cuando en su artículo se vislumbra claramente una deficiente comprensión de conceptos fundamentales de dicha teoría, tales como el propio concepto de «cierre categorial», o las consecuencias gnoseológicas que se derivan de los postulados holóticos, o de la falta de referenciales fisicalistas, (todo ello hablado numerosas veces a lo largo de esta polémica) a la hora de defender la cosmología como ciencia en su sentido fuerte. Y si no la defiende como ciencia estricta ¿entonces cuál es su objeción a mi posición?
Es absurda también, claro está, la tesis de CM de que mi negación de la cosmología como ciencia estricta sea, ella misma, científica. Este autor escribe por ejemplo: «[JPJ], como iré desgranando, compromete a MF con la condena, científicamente hablando (≠ filosóficamente hablando), de la Cosmología» (aunque según CM, esta «condena», desde la ciencia, se extendería también a la mecánica cuántica, &c.). ¿Pero desde qué «supuestos», por llamarlos de alguna manera, puede este autor decir que una crítica construida íntegramente desde la teoría del cierre categorial como la que he defendido a lo largo de esta polémica, es científica, y no filosófica? ¿Acaso mi argumentación no era evidentemente gnoseológica? ¿Decir que mi argumentación contra la tesis de la cientificidad estricta de la cosmología era ella misma científica no es tanto como, sencillamente, no saber lo que se dice?
Pasemos a otro tema. En lo concerniente al asunto, o más bien, a la controversia ondularismo/corpuscularismo, suscitada por un artículo anterior mío, también tiene algo que decir, indignado, CM. Veámoslo:
También, por ejemplo, JPJ afirmará que MF sólo se casa con una imagen ondulatoria, no corpuscular, de los objetos cuánticos (¡!). Pero, ¿es que no se da cuenta de que MF trabaja con Ideas y no con conceptos? ¡Es como si quisiera meter con calzador toda la riqueza filosófica de MF dentro de un círculo categorial científico de radio finito! Mi posición al respecto es que MF y, en concreto, su Teoría de la Ciencia (Teoría del cierre categorial), es y debe de ser crítica, pero jamás fundamentalista.
Sin embargo, el error de este texto es obvio: Carlos Madrid pide el principio de que la imagen corpuscular de los objetos cuánticos está construida por identidades sintéticas, perteneciendo así a la capa básica de la física, en vez de que no es más bien una extrapolación metafísica de las relaciones del Mundo fenoménico a un supuesto «Mundo microscópico» (posición que nos situaría en posturas lindantes con en el atomismo presocrático como ya he sostenido anteriormente); esta visión corpuscularista más bien actuaría como nebulosa ideológica que en la capa metodológica de la física, inspirará los experimentos de multitud de físicos. Pero que esta visión pertenezca al cuerpo de la física, no la «inmuniza» contra las críticas del materialismo filosófico, en tanto pertenece, cierto, al cuerpo de una ciencia, pero en su capa conjuntiva (donde se pueden encontrar todo tipo de entidades absurdas, criticadas de hecho por el materialismo, como el «móvil perpetuo» en termodinámica, que luego volveremos a mencionar relacionándolo con el Big bang).
Pero lo cierto es que esta discusión (que no pertenece a la capa básica como hemos dicho), en todo caso, se mueve en el terreno de la Filosofía (también esto está explicitado en el artículo de Gustavo Bueno, «Propuesta de clasificación de las disciplinas filosóficas», como antes señalamos).
Por nuestra parte tenemos que decir que los «objetos cuánticos» no pueden ser corpúsculos sencillamente porque los cuerpos están en función de la percepción apotética del sujeto operatorio, y ésta de los mecanismos de kenosis, que posibilitan la visión a distancia, y por tanto la apariencia de vacío; pero allí donde no hay percepción apotética no puede haber vacío ni cuerpos. No hay «vacíos microscópicos» (y por tanto tampoco corpúsculos, en el sentido infantil que yo criticaba). Este es el núcleo de la teoría epistemológica del Hiperrealismo del materialismo filosófico. El llamado «mundo microscópico» (olvidando, además, la unicidad de la Idea de Mundo quienes en tales términos se expresan) sigue estando a escala del sujeto operatorio (la escala antrópica de nuestro Mundo); es fruto de un regressus a través de operaciones fenoménicas (más que «macroscópicas», originarias), pero no es algo hipostático, subsistente por sí mismo (sin perjuicio de su objetividad); eliminados ontológicamente los sujetos operatorios (no neutralizados), desaparecerían los átomos, electrones, quarks, &c.
Por otra parte, hay que dejar claro (y esto es fundamental) que las relaciones entre corpúsculos-ondas son relaciones metaméricas, y no diaméricas (dicho de otro modo: la «dualidad corpúsculo-onda» no es diamérica, como sostienen muchos). Este planteamiento ayuda a resolver muchas de las aporías que pudieran derivarse de sostener una postura ondularista (los supuestos «corpúsculos» como los picos de las ondulaciones de determinadas ondas energéticas, y no como «átomos de Demócrito» desplazándose cuánticamente en un imaginario vacío).
De la oposición entre los esquemas corpuscularistas frente a los ondularistas, Gustavo Bueno escribe, por ejemplo:
las «gluinas», supersimétricas de los gluones, como las «gravitinas», de los gravitones, son obviamente, hoy por hoy, «tejido conjuntivo hipotético» de la mecánica cuántica; los mismos «gravitones», como cuantos del campo gravitatorio, y, en general, las llamadas «partículas mensajeras» de interacción –fotones, gluones, bosones W+, W-, Z, de la fuerza débil– son, hoy por hoy, hilos del tejido conjuntivo de una construcción física que se orienta por esquemas corpúsculares, como hipótesis de trabajo, antes que por esquemas de trabajo ondulatorios. (TCC, pág. 897)
En este texto, se ve claramente como los esquemas corpusculares u ondulatorios se mueven en el terreno de la capa metodológica de la física; pero esto es tanto como reconocer que: 1º) (algo obvio en primer lugar) estos esquemas no pertenecen a la capa básica –no están construidos por identidades sintéticas–, y acaso nunca puedan pertenecer, por su carácter ontológico; 2º) al ser un contenido de la capa metodológica, la filosofía (en este caso la del materialismo filosófico) puede triturar o decantarse por alguna de las opciones, con lo que la oposición de CM, que se cifraría en que esta tarea está fuera de lugar de la competencia de la filosofía es radicalmente falsa. Y ya he expuesto, aunque resumidamente, por qué el materialismo filosófico se decanta por el esquema ondularista antes que por el corpuscularista. En resumidas cuentas: la oposición de CM aquí, como en otros muchos lugares, emana de una confusión o «mal interpretación» grave de la teoría del cierre categorial.
Pasemos a otro tema. Más tarde Carlos Madrid escribe:
no se entiende que JPJ me acuse de: «A este respecto no entiendo bien a Carlos Madrid cuando reivindica el status científico de la teoría del Big bang (en su interesante artículo sobre el experimento mental de Einstein-Podolsky-Rosen) infiriendo de ello que, por tanto, la filosofía no puede criticar dicha teoría.» (La cosmología moderna..., -énfasis mío-.) [CM me cita aquí]
Cuando lo que yo dije no es lo que él dice que dije yo sino que lo que yo dije es, y cito textualmente: [esta ingeniosa expresión (¿sacada de Groucho Marx?), como lo que sigue lo dice CM]
«Denostar globalmente tal par de teorías (científicas) [cuántica y del _Big bang_] con motivo de que contengan pinceladas de metafísica (provenientes, respectivamente, de la espontaneidad futurista de algunos físicos atómicos y de la narrativa mítico-creacionista de algunos cosmólogos) es juzgar el todo por la parte y olvidarse de las anchas identidades sintéticas que ambas teorías han sido capaces de anudar. Además, ¿qué clase de autoridad presenta el materialismo gnoseológico para estar en situación de no tolerar tales teorías científicas? No condena quien quiere sino quien puede, y el materialismo gnoseológico no puede porque, entre otras razones, si pudiese, dejaría de ser una filosofía crítica para convertirse en metafísico tribunal inapelable.» (De EPR y otros cuantos.)
Esta argumentación de Carlos Madrid es muy curiosa, sin duda alguna; y es curiosa porque de mi artículo, este autor copia hasta donde le interesa, omitiendo cuidadosamente el núcleo de la argumentación; y parece que no sea una «omisión» por descuido. Veámoslo.
En efecto, en mi artículo anterior escribí:
En los asuntos de la cosmología general, casi siempre la postura más filosóficamente crítica es la del escepticismo. A este respecto no entiendo bien a Carlos Madrid cuando reivindica el status científico de la teoría del Big bang (en su interesante artículo sobre el experimento mental de Einstein-Podolsky-Rosen) infiriendo de ello que, por tanto, la filosofía no puede criticar dicha teoría. En primer lugar porque Carlos Madrid, al proceder así, pide el principio, a saber: que la teoría del Big bang es científica, cuando eso es precisamente lo que se discute; si Carlos Madrid parte, en efecto, de tal principio, nada más hay que discutir. [subrayado la parte omitida (¿debido a descuido?) por CM]
El núcleo de mi argumentación era patentizar que Carlos Madrid pedía el principio estableciendo (gratuitamente) que la teoría del Big bang era científica (=perteneciente a la capa básica de la física), cuando esto era precisamente lo que se discutía. Omitiendo intencionadamente esto, mi argumentación queda completamente distorsionada (distorsión que, por lo que veo, buscaba ad hoc CM). En efecto, partiendo de que la teoría del Big bang era científica, el materialismo filosófico no podría criticarla, porque estaría fuera de su competencia, pero si la teoría del Big bang no es científica, sino metafísica, entonces el materialismo sí podría triturarla. Pero CM en ningún momento trata de defenderse de mi acusación de pedir el principio, sencillamente porque la omite ad hoc.
Ni que decir cabe que CM también ignora impunemente las argumentaciones que en mi artículo anterior, desde la teoría del cierre categorial, hice contra la supuesta cientificidad de la teoría del Big bang. Qué menos que recordárselas (quien haya leído mi artículo anterior puede omitir esta parte, y saltar al punto siguiente):
La gnoseología del cierre categorial comienza por establecer que las ciencias positivas son construcciones elaboradas por el sujeto operatorio, y que las operaciones son de carácter originariamente corpóreo (los autologismos son derivados y presuponen las operaciones corpóreas), dado que las operaciones (en las que la razón, o Logos, ejerce su actividad, frente a las teorías de corte mentalista) consisten en separar (análisis) o juntar (síntesis) partes de totalidades corpóreas (jorismáticas, en tanto están ligadas a esquemas materiales procesuales de identidad). A través del eje sintáctico del espacio gnoseológico, podemos decir, resumidamente, que el sujeto operatorio realiza unas operaciones (segundogenéricas) con términos corpóreos (las totalidades primogenéricas de las que hablamos) llegando a unas determinadas relaciones (terciogenéricas). Cuando es posible segregar o neutralizar las operaciones del sujeto operatorio en una construcción científica, las relaciones a las que llegamos se presentan como necesarias, como verdades en su sentido fuerte (identidades sintéticas, en tanto derivan de operaciones con términos diversos y múltiples). Sin embargo, dado que tanto los agujeros negros como la singularidad se presentan como «singularidades» con las que no se puede operar, no se puede construir identidades sintéticas con ellas. Tanto la singularidad como los agujeros negros son postulados; el científico que trabaja con ellos procede, a grandes rasgos así: observa unos fenómenos, y postula unas entidades que formarían un sistema coherente desde el que esos fenómenos observados tendrían una explicación, cuanto menos, plausible. Pero esto no es proceder científicamente, porque las verdades científicas no se obtienen mediante «hipótesis coherentes» (como defendería el teoreticismo), sino mediante la segregación de las operaciones del sujeto gnoseológico en la construcción de las identidades sintéticas, que entonces pasarían a ser verdades necesarias (dentro de la contingencia de los fenómenos observados de las que brotan).
Ahora bien, el cosmólogo, mediante la observación de los fenómenos en su laboratorio, telescopio, &c., puede, cuando se meta en su cuarto, en la soledad de la noche, o cuando se reúna en el bar con sus otros amigos científicos, o al calor de la estufa, inventarse una singularidad primordial, un vacío cuántico, una continua creación de materia ad hoc, infinitos universos paralelos, agujeros de gusano, &c., que den cuenta, «coherentemente», de los fenómenos observados. Puede, y es libre de hacerlo (y más en las modernas democracias actuales con su beatería barata por la ciencia), pero ha de saber que no está haciendo ciencia positiva, sino más bien, ciencia-ficción (que por otra parte no menosprecio, siempre que se le otorgue su justo lugar). El cosmólogo que defiende el vacío cuántico o la singularidad primordial, puede creer dogmáticamente que aceptar estas hipótesis (que con el tiempo se convertirán, al menos en el plano emic, en «firmes verdades demostradas científicamente», y esto aunque el que así hable no sepa ni pueda dar una definición de ciencia, verdad o demostración que no produzca sonrojo o escape del infantilismo más tremendo) es la única manera coherente, racional (¿científica?) de dar cuenta de los fenómenos observados. Pero esto es un error de primera clase; en primer lugar, la ciencias positivas no proceden según el modelo hipotético-deductivo (de corte teoreticista como hemos dicho), y en segundo lugar, los fenómenos observados, lo mismo que se les puede encuadrar en una hipótesis «aparentemente coherente», se les puede encuadrar en otras hipótesis «igualmente coherentes», pero de significado completamente distinto. Naturalmente, los defensores de una teoría o de otra (pongamos por caso los defensores del Big bang frente a los de la fluctuación cuántica en el vacío cuántico que desgarraría el universo de Minkowski dando lugar al universo de los cuerpos) apelarán, para tratar de tener razón, a continuas peticiones de principio, o a la introducción de postulados ad hoc que legitimen sus respectivas teorías. (JPJ, La cosmología moderna como fuente de teorías metafísicas, monistas y míticas. Respuesta a José Antonio López Díaz)
La teoría del Big bang trasciende, como digo, las categorías en que se mueve la ciencia positiva, y es, en todo caso, una teoría filosófica (si la teoría del Big bang no se moviese en el terreno de la filosofía, ¿cómo podríamos criticarla desde la Ontología?). Esto ha sido escrito varias veces en la obra de Gustavo Bueno, por lo que no es ninguna sorpresa. Ya en los Ensayos materialistas escribe: «Lemaître mismo sugiere que el 'Átomo primitivo' no pertenece a la Física, puesto que cuando él existe, todavía no existe el Espacio y el Tiempo (R = 0), sin los cuales la Física no es posible (L'Hypothèse de l'atome primitif, Neucâtel, Griffon, págs. 13 y sgts.» (Ensayos materialistas, Taurus, Madrid 1972, pág. 179). Y en donde también se puede leer:
La Idea de Materia general es ella misma la Idea de la contradicción, de la destrucción de unas partes por otras, del hacerse y deshacerse: este criterio, aplicado en el límite, supone la Idea de la desaparición del Mundo corpóreo íntegro, aunque no la Idea de Nada. Queda la Idea de Materia ontológico general, como aquello cuyas determinaciones aparecen y desaparecen sin que quede ninguna determinación fija, como algo privilegiado. En resolución, la Materia corpórea aparece así como un episodio de la Materia ontológico general. Esta tesis podría confundirse con una tesis metafísica ('Érase una vez la materia incorpórea...'). Pero sólo podemos partir de la propia materia corpórea, como primer analogado, y la materia incorpórea se nos presenta como posibilidad de entender la propia realidad del Mundo corpóreo, en tanto que internamente móvil. Sólo así podemos pensar (como actualmente se piensa, contra Aristóteles) que el Mundo no ha sido siempre el mismo, sino que el Mundus asdpectabilis actual es el resultado de una serie de transformaciones (a su vez, es este pensamiento la realización de la Idea de Materia ontológico general). Estas transformaciones, recorridas hacia atrás, operan el efecto de ir 'borrando', por decirlo así, las formaciones mundanas ('el gas electrónico', el 'plasma', la Nebulosa primordial). Debe notarse que ese límite regresivo fue alcanzado con anterioridad a la constitución de la ciencia moderna (el ápeiron de Anaximandro). Que la ciencia moderna resuelva otra vez en este límite, por caminos seguros y precisos, no trabaja contra su originalidad, sino sólo a favor de la racionalidad de ciertas Ideas ontológicas arcaicas, que ya no serán categoriales [y aquí Gustavo Bueno pone una nota a pie de página que pusimos más arriba, hablando del átomo primitivo de Lemaître como Idea ontológica, no como concepto científico]. Será, pues, acrítica toda conclusión categorial de estos dominios. [...] Del 'estado gaseoso' no pueden brotar las formaciones complejas dadas en los géneros de materialidad (la ilusión de que se consigue reconstruirlos se debe a que en realidad se partía ya de ellos). El procesionismo, que ha seguido 'a la ciencia' en su reducción, concluye de ahí la necesidad de apelar a principios exteriores (el padre Teilhard de Chardin ha sintetizado por yuxtaposición ambos caminos). Pero la única alternativa abierta es la institución de la crítica ontológica (por medio de la Idea de Materia) a esa materia nebulosa primordial, concluyendo que ella no es reducible a su nivel de corporeidad. Ella misma debe ser una determinación de una realidad más rica, pero que, precisamente por determinarse como corporeidad, debe ser material. Si no se quiere negar la misma actividad racional, si no se quiere recaer en el más absurdo nihilismo ('El Mundo procede ex nihilo') es necesario pensar como real una materia real, en la misma realidad del mundo, que cuando se determina en el Tiempo, recurre infinitamente (eternidad de la Materia, expresada en el axioma de Parménides: 'El ser, es', que deja de ser tautológico para convertirse en una regla de recurrencia regresiva [dicho en nuestros términos: que no se puede llegar, regresivamente, a un punto de singularidad donde el devenir «se pare», donde el Tiempo desaparezca, como postula la teoría del Big bang_], a partir de la constatación de la existencia actual del mundo)._ (Ensayos materialistas, págs. 178-180) [subrayado mío]
Más recientemente se ve claramente, por ejemplo, en su artículo: «Propuesta de clasificación de las disciplinas filosóficas» (El Catoblepas, nº 28, pág. 2) en donde, Bueno, clasificando a las disciplinas filosóficas en grandes rúbricas, y poniendo ejemplos de los campos de estudio de cada disciplina (filosófica), escribe, por ejemplo:
Propuesta de clasificación de las disciplinas filosóficas
Título primero:
Disciplinas filosóficas (sistemáticas) especiales («centradas»)
A'. Rúbrica primera: disciplinas filosóficas centradas en torno al espacio cosmológico
Grupo 0. «Filosofía de la Naturaleza»
Indicación de contenidos: El mito de la Naturaleza, Scala Naturae
Línea 1: Filosofía de lo inorgánico
Grupo I. Disciplinas cosmológicas abstractas («lisológicas»)
Indicación de contenidos: Espacio, Tiempo, Duración, Causalidad, Determinismo, Indeterminismo, Finitud o Infinitud del Mundo, Principio antrópico, Teoría del Big-Bang, &c. [subrayado mío]
Podríamos decir, sin riesgo alguno a equivocarnos, que si CM sostiene que la filosofía no puede criticar, tanto gnoseológica como ontológicamente, la teoría del Big bang, será desde otra plataforma distinta al sistema conocido como «materialismo filosófico» (no obstante, no descartamos que este autor nos responda, en un próximo artículo con una pregunta similar a «¿Bajo qué interpretación se satisface la fórmula 'CMMC es materialista filosófico W CMMC sostiene que la filosofía no puede triturar a la teoría del Big bang'?», ignorando todo lo dicho aquí).
Posteriormente, este autor me lanza otra «pregunta desafiante», aunque de contestación sencilla: «¿Bajo qué interpretación se satisface la fórmula 'CMMC es materialista filosófico W CMMC cree en el Big bang'?». Respuesta: desde todo lo expuesto en mi artículo anterior sobre por qué la teoría del Big bang es una teoría contradictoria y metafísica desde la Ontología del materialismo filosófico.
Cuando CM, frente a mi «acusación» de que no puede defender el Big bang desde el materialismo filosófico, dice que es esta una acusación mía emic, dando a entender por tanto que no se trata más que de un subjetivismo mío, se equivoca de nuevo, pues no repara en que mi tesis se vertebra por la propia estructura objetiva de las Ideas, en este caso entre la incompatibilidad objetiva («por encima de las voluntades») de los presupuestos ontológicos que conlleva la teoría del Big bang y los presupuestos del materialismo filosófico.
Pero como CM quiere seguir siendo «materialista filosófico», y, a la vez, defensor del Big bang, realiza una solemne declaración:
En mi opinión, propongo como criterio etic que materialista filosófico es aquel que, habiendo asimilado el núcleo doctrinal de MF, es capaz de ensanchar las fronteras de realidad triturada por MF, pues es en la praxis del sistema, en su ejercicio más bien que en su representación, en donde se atestigua si uno ha digerido sus categorías filosóficas.
¿Pero cómo alguien que cree en el Big bang puede jactarse de haber asimilado el «núcleo doctrinal del materialismo filosófico»? ¿No resulta esto excesivo? Sería algo parecido a alguien (¿Muñoz Ballesta podría encajar aquí?) que, en tono crítico, o aun épico, reconociese, ante un auditorio atiborrado de rostros expectantes, defender la existencia del Dios de la ontoteología «ejercitando» el materialismo filosófico («ensanchando», además, sus fronteras, por lo visto –ensanchamiento que, dicho sea de paso, obligaría a cambiar el propio nombre al sistema–). ¿Pero qué clase de «ejercitación» del «núcleo doctrinal» del materialismo filosófico puede llevar a defender la teoría del Big bang desde un punto de vista ontológico? A mi juicio, una ejercitación de prestidigitador o de mago. Porque lo cierto es que, desde el «núcleo doctrinal» del materialismo filosófico, en concreto, desde su Ontología especial y general, el Big bang es algo completamente contradictorio, inasimilable desde una ontología materialista.
Naturalmente, ésta no es una tesis a la que yo haya llegado mediante una «intuición pura», que me haya sido «revelada en sueños», o que haya encontrado en las galletas de la suerte chinas (o que, en suma, defienda gratuitamente sin base alguna). En mi anterior artículo expuse, más o menos sistemáticamente, las, a mi juicio, principales contradicciones de la teoría del Big bang desde la Ontología del materialismo filosófico, pero CM no nombra, en ningún momento, toda mi argumentación, nuevamente como si no hubiese sido escrita (como si CM no la hubiese visto al leer supuestamente mi artículo, porque, como expresa el dicho, «no hay peor ciego que el no quiere ver»). Pero como puede ser que esta omisión se deba a un descuido, o a un olvido sin ninguna mala intención por parte de mi polemista, nunca estará de más recordar los puntos centrales de lo que argumenté en mi anterior artículo, remitiendo a él para la explicación detallada de cada punto.
En efecto, mis argumentaciones contra el Big bang, desde la Ontología del materialismo filosófico podían resumirse en cinco grandes puntos (aunque, sin duda, podrían buscarse más). Recordémoslos:
- El regressus, desde el mundo fenoménico temporal, a un punto o estado sin tiempo es irracional, pues no puede ser seguido de un progressus de ese estado inmóvil y atemporal a un estado en devenir; la materia en devenir siempre está en devenir, y no puede dejar de estarlo: la materia cósmica recurre infinitamente en el tiempo.
- La singularidad, concebida como un punto, es contradictoria, pues se ha hecho desaparecer el espacio-tiempo de Minkowski, por lo que carece de sentido hablar de referencias geométricas, como «punto», ¿en qué espacio se proyecta?
- La singularidad está dada a escala del Ego; las materialidades dadas en el Mundo no existen con independencia del Ego (ni el Ego existe con independencia de las materialidades dadas en el Mundo); la singularidad ha sido hipostasiada de nuevo. Es fruto de llevar al límite (contradictorio) materialidades dadas a escala humana (y sin la cual no existirían), y proyectarlas «más allá del horizonte de las focas». Las materialidades que pueden existir con independencia del Ego trascendental nos sitúan en el reino de la materia ontológico general.
- La teoría del Big bang conlleva aceptar el principio antrópico fuerte o final, tesis teleologista claramente absurda desde una filosofía materialista.
- El Big bang conlleva las tesis metafísicas e insostenibles de la Scala naturae y el monismo de la armonía.
En resumidas cuentas, es imposible (eso sostengo en esta polémica) defender, en Ontología, la inconmensurabilidad de los tres géneros de materialidad así como sus sinexiones mutuas, el principio de symploké, la existencia (trascendental en sentido absoluto) de la materia ontológico-general, la negación de la Scala naturae, la escala antrópica a la que nos es dada el Mundo (el Ego trascendental), &c., y, a la vez, defender la teoría del Big bang. Y por tanto «mi sospecha» de que los conocimientos de Ontología del materialismo filosófico por parte CM no estén, por así decirlo, demasiado «afianzados».
Prácticamente, todas las objeciones que a mi juicio se pueden hacer desde el materialismo filosófico, se centran en el camino metafísico de todas las teorías cosmológicas que practican la operación «extracción de materia», para dar cuenta, según ellas, del origen del Mundo. En ellas, tras esta extracción de materia (mental, o en todo caso acrítica) se llegaría a un vacío cuántico, a una singularidad primordial, a un plasma electrónico originario del que todo emergería, o cualquier otra cosa por el estilo. Pero las contradicciones derivan en tratar de sacar la «aparición» del Mundo atendiendo únicamente a marcos ontológico-especiales (el vacío cuántico o la singularidad primordial son puramente mundanos, aunque se presenten como tras-mundanos; siguen estando a escala antrópica, y carecen por completo de sentido sin el Ego trascendental). Pero es imposible explicar la «aparición» del Mundo a través de elementos ontológico-especiales. Porque ¿cómo se puede pretender que de la singularidad primordial, o del vacío cuántico, por ejemplo, surjan los tres géneros de materialidad, cuando, precisamente, tanto la singularidad primordial como el vacío cuántico presuponen a los tres géneros de materialidad y por tanto al Ego trascendental? Esto es tanto como apelar a la Causa sui. Tratar de explicar el surgimiento del Mundo a través de marcos ontológico-especiales, a parte de ser algo obviamente absurdo, por el circularismo vicioso que ello conlleva, únicamente se puede llevar a cabo a través de la metafísica tesis de la Scala naturae, pues al tener que «deducir» («deducción» que ignora el dialelo corpóreo-viviente) toda la pluralidad de nuestro Mundo de entidades mucho más «simples» como la singularidad primordial o el vacío cuántico, se ha de apelar necesariamente a la emergencia metafísica de niveles ontológicos que vayan apareciendo (ex nihilo) y superponiéndose hasta alcanzar la «pluralidad y riqueza de nuestro estado actual del Mundo». Formulaciones que tendrán que defender, ya en el ejercicio, ya en la representación, que de la singularidad primordial o del vacío cuántico, emerge M1, y de éste, a través de los organismos con sistema nervioso, M2, y de éste, a través de los mamíferos superiores con corteza cerebral capaces de generar operaciones abstractas, M3 (y esto, además, con la contradicción de que la singularidad primordial sea una entidad terciogenérica, en tanto no es física y sus atributos son ideales –todo esto está expuesto más detalladamente en artículos anteriores, como sabrá cualquiera que sepa un mínimo de esta polémica–).
Pero esta posición, de ir haciendo «brotar», por emergencia creadora, un género de materialidad de otro, se encuentra, nuevamente, en las antípodas del materialismo filosófico. Porque los tres géneros de materialidad no son mundos megáricos, que se irían yuxtaponiendo jorismáticamente, sino que son dimensiones inconmensurables, pero sinectivamente conectadas, de un único Mundo empírico común, dado a escala del sujeto operatorio, y sin él cual no existiría en cuanto a sus morfologías. Los tres géneros de materialidad están conectados de tal manera (a través de sinexiones) que no se puede suprimir un género de materialidad sin destruir el resto. ¿Acaso piensa CM que M1 –pongamos por caso la materia en inflación después de la «Gran explosión»– puede existir sin M2 ni M3? ¿Acaso piensa que de la «singularidad primordial» –perteneciente a M3 como hemos dicho– puede emerger, mágicamente (creadoramente) M1? Y si esto es así, ¿cuáles son sus «fuentes» de conocimientos de materialismo filosófico? Pero si no es así, y CM «conoce perfectamente» las sinexiones entre los tres géneros de materialidad y su identidad con el Ego trascendental o la existencia de la materia ontológico-general que desborda el Mundo ¿cómo resuelve las contradicciones absolutas a las que lleva la teoría del Big bang, desde un punto de vista ontológico y que estamos volviendo a exponer aquí resumidamente? Porque a mi juicio sólo apelando al doblepensar orwelliano (o al fideísmo) cabe «defender» la Ontología del materialismo filosófico y el Big bang a la vez.
La operación «extracción de materia» no nos puede llevar nunca, si no estamos situados en la vía de la metafísica (como están sin duda los cosmólogos que la practican, y por tanto la necesidad de la crítica filosófica), a entidades mundanas, dadas a escala del Ego (volvemos a remitir, debido a su decisiva importancia, a la interpretación que hace el materialismo filosófico del principio antrópico débil), sino a la materia ontológico-general; porque la realidad es infinita, y el Mundo, como contenido finito suyo, es sólo una parcela «infinitesimal», por así decirlo, de la realidad, dada a escala del Ego trascendental (en donde actuarían las ciencias positivas). Según esto, tanto las posiciones de JALD como las de CM, a mi juicio, están inspiradas por un profundo «mundanismo», fruto de no comprender (al parecer en modo alguno a juzgar por sus argumentos) la distinción fundamental entre Ontología especial y Ontología general; de desconocer las complejas relaciones dialécticas entre la materia cósmica y la materia ontológico-general; relaciones que nos llevan, en la mayoría de casos, a la doctrina de las anamórfosis absolutas, que son la cara opuesta de la Scala naturae o de la emergencia metafísica de que son solidarias la teoría del Big bang o del vacío cuántico, en cuanto al «surgimiento» del Mundo y su posterior «evolución» hasta la actualidad se refiere.
Un conocedor de la Ontología del materialismo filosófico, consciente de que es absolutamente imposible, una vez practicado el regressus del Mundo actual a la singularidad primordial, el correspondiente progressus de esta singularidad al Mundo (porque aquí, tanto la emergencia como la reducción son imposibles) pudiera, quizá, proponer introducir el concepto de anamórfosis absoluta para tratar de salvaguardar esta contradicción, pues, de la misma manera que en el regressus desde, pongamos por caso, un tejido orgánico a los quarks, como partes materiales últimas (en el Ordo cognoscendi) de éste, es imposible el progressus de los quarks al tejido del que se partió, y por tanto hay que apelar a una materia (ontológico-general) que no conocemos, pero que es real, y que vuelve a hacer posible el correspondiente progressus, se pudiera quizá defender que, apelando a la materia ontológico-general, la singularidad primordial quedaría como una pequeña determinación de una realidad mucho más compleja que nos conocemos, pero que, en todo caso, haría posible el progressus. Pero ¿la teoría del Big bang, que hace salir creadoramente de la singularidad primordial la materia cósmica, vía emergencia metafísica, no está construida tan en base a esquemas mundanistas que la introducción de M haría saltar en pedazos a dichos esquemas metafísicos, aun más, a la propia teoría o a la singularidad primordial como «punto cero» de la historia de nuestro mundo? Porque, desde la perspectiva del Ego trascendental (E), que es en donde nos movemos, como ya dijimos, el regressus desde la materia cósmica no puede llegar a un punto donde el devenir se detenga, o a donde el espacio desaparezca; porque la materia cósmica está dada a nuestra escala; y mientras nos mantengamos a esta escala (antrópica) no podemos hacer desaparecer la materia cósmica. De este modo, y como ya dijimos antes, el regressus desde la materia cósmica recurrirá infinitamente en el tiempo.
Que el «rastreo» del «Origen del Mundo» nos conduce a la materia ontológico-general, y no a una entidad mundana (como la singularidad primordial) fruto de llevar al límite (contradictorio) ciertas determinaciones ontológico-especiales, está escrito en varios lugares de la obra de Gustavo Bueno, y no sólo en los Ensayos materialistas. En el tomo segundo de la Teoría del cierre categorial (pág. 568 de la obra general), este autor escribe por ejemplo:
El principio de symploké, al prohibirnos ver a la materia ontológico general como unidad de conjunto, nos obliga a verla como un conjunto de corrientes diversas e irreductibles algunas de las cuales han debido confluir para dar lugar a la conformación del mundo.
O, en el Glosario de España frente a Europa (pág. 466):
El materialismo filosófico es un pluralismo de signo racionalista, que postula sin embargo la unicidad del mundo en cuanto desarrollo de una materia ontológico general que no se reduce al mundo empírico.
Esto tampoco significa que podamos conocer positivamente el «Origen del Mundo», dado que, al introducir nuestros análisis en el «Reino de las sombras» que es la materia ontológico-general (M), tenemos que renunciar por principio a esa tarea, dado que nuestro conocimiento de M es muy escaso, porque el conocimiento positivo sólo podemos obtenerlo de los contenidos dados a nuestra escala; esto es, de los contenidos que conforman el Mundo como realidad ontológica. Sin embargo, la «apelación» a M en las cuestiones sobre el origen del Mundo tiene un claro significado dialéctico, a saber: negar concepciones alternativas. Dicho mundanamente: no podemos saber positivamente de dónde procede el Ego, pero sí podemos saber rigurosamente de donde no procede. Y entre estas opciones negadas desde la perspectiva de M se encuentran, sin lugar a duda, el Big bang.
Naturalmente, Carlos Madrid podrá estar en contra de esto, pero entonces, en vez de saltarse a la torera mis argumentaciones y seguir manteniéndose dogmáticamente en sus posiciones (como sin duda ha hecho en su artículo), tendrá que enfrentarse dialécticamente contra mis argumentaciones. Lo que es sin duda ridículo es preguntarme «¿Bajo qué interpretación se satisface la fórmula 'CMMC es materialista filosófico W CMMC cree en el Big bang'?» ignorando, de modo absoluto, lo escrito en mi artículo anterior, que es, precisamente, la respuesta más «clara y distinta» a su pregunta. Porque, sin duda, omitiendo mi argumentación, Carlos Madrid pretende dar acaso a entender que mi tesis de que no es posible sostener la Ontología del materialismo filosófico, y, a la vez, la teoría del Big bang, es completamente gratuita, que no se sabe de dónde sale; que es, en suma, una afirmación sectaria, fruto de ejercitar mal las ideas del materialismo filosófico. Pero desde la luz de la argumentación de mi artículo anterior (que CM, como hemos dicho, ha omitido cuidadosamente), y que he vuelto a resumir ahora, la situación es muy distinta, porque ahora resulta que lo gratuito es la pregunta de CM.
Por otra parte, cuando en mi artículo anterior dije que CM no podía defender el Big bang desde el materialismo filosófico, no era un argumento ad hominem, en el sentido demagógico que quizá este autor sugiera; pues la argumentación no va dirigida contra su persona psicológica, sino contra la incompatibilidad objetiva, por una parte, entre la plataforma filosófica desde la que habla (el materialismo filosófico «emic») y la defensa del Big bang, por otra parte. Mi argumento iba dirigido, así, a patentizar una contradicción profunda en el orden de la argumentación de CM; y si es ad hominem, es tan ad hominem como la crítica de Hegel a la «cosa-en-sí» kantiana, sosteniendo que este autor defendía a la vez dos cosas contradictorias (por una parte la cosa en sí se presentaba como exenta absolutamente de las categorías del entendimiento, y por otra estaba vertebraza y analizada con dichas categorías, aunque fuese en el ejercicio y no en la representación). En resumen: mi objeción iba contra la argumentación contradictoria de CM, y es todo menos demagógica (otra cosa es que las consecuencias de mi argumentación, con razón, no le gusten a CM).
Por último, para «resumir», con pocas palabras, el pensamiento de Gustavo Bueno en torno a la veracidad y cientificidad del Big bang, quizá podríamos echar mano de este fragmento, donde hablando de los grandes mitos de nuestro tiempo, dice: «La teoría del Big bang, por ejemplo, es ahora cuando está en alza, ¿y qué más relato total que la teoría del Big bang? Es una cosmogonía que parece la de Lactancio, absolutamente _metafísica_» (Gustavo Bueno en Debate sobre el libro de Pablo Guadarrama González, América latina: marxismo y postmodernidad (UNINCCA, Bogotá, Colombia & UCLV, Santa Clara, Cuba, Agosto 1994, 230 págs.) celebrado en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oviedo, el martes 21 de marzo de 1995 (entre las 11 y las 14 horas y que se puede encontrar –aunque presumiblemente CM tampoco lo habrá leído– en http://www.filosofia.org/mon/cub/dt005.htm
Increíble es, posteriormente, la declaración de Carlos Madrid en donde, sin ningún tapujo, nos dice:
Antes de nada, resulta curioso constatar cómo, en poco tiempo (un verano), JPJ ha pasado, de calificar como metafísica a la Teoría Cuántica, a reconocer que existen verdades como identidades sintéticas en tal cuerpo científico:
«A la polémica ontológica sobre las matemáticas y el universo mantenida en las páginas de esta revista, ahora se suman las importantes e interesantes aportaciones de José Antonio López Díaz, que asume, en esta polémica filosófica, el papel de defensor junto con Letichevsky, de la teoría del Big bang, la realidad del vacío físico, el «indeterminismo microscópico» de que nos habla la mecánica cuántica, &c. Teorías que considero, desde el materialismo, no ya meta-científicas, sino metafísicas (y por tanto falsas).» (Disputas ontológicas sobre temas cosmológicos –énfasis mío–, junio de 2004.)
«En cuanto al género literario conocido como «teoría cuántica», desde la teoría del cierre categorial, obvio es decirlo, cabe reconocer multitud de verdades científicas en su seno; pero no debemos olvidar que bajo el mismo rótulo («teoría cuántica») se reúnen también todo tipo de delirios metafísicos, como los mundos paralelos de Everett, el vacío cuántico, la hipostatización del mundo microscópico, la teoría del caos indeterminista de Bohr, las supercuerdas, las teorías del TOE, y un largo etcétera.» (La cosmología moderna..., –énfasis mío–, octubre de 2004.)
¿Pero de qué chistera mágica ha sacado Carlos Madrid su tesis de que yo, antes del verano, sostenía como metafísica a toda la teoría cuántica? ¿No es esto tanto como «transformar proyectivamente» mis posiciones hasta deformarlas por completo, hasta hacerlas irreconocibles? Porque esta «acusación» (por llamarla de algún modo) es tan claramente falsa que me resulta incluso carente de sentido tener que defenderme de algo en lo que no me reconozco en modo alguno. En artículos anteriores sostuve (y sostengo) que bajo el rótulo, o «género literario» (sin olvidar que la filosofía también es un género literario y por tanto que esta connotación no tiene ningún sentido peyorativo, como quizá a algunos pudiera parecerles) conocido como «Teoría cuántica» se mezclan tanto elementos científicos como elementos puramente metafísicos, cuando no mágicos. Pero en ningún caso sostuve, como dice Carlos Madrid, que toda la teoría cuántica fuese metafísica. Sostuve que dentro de la Teoría cuántica, como rótulo general, hay tesis metafísicas como el indeterminismo de las partículas subatómicas, la hipostatización del «mundo microscópico», el vacío cuántico (al que el propio Gustavo Bueno ha declarado como delirio absoluto numerosas veces, algunas en mi propia presencia, por lo que no entiendo la sorpresa de Carlos Madrid, que «se jacta» de ser un gran conocedor del materialismo filosófico), &c.
Por lo que parece, la «argumentación» de Carlos Madrid va dirigida aquí a distorsionar mis posiciones a su conveniencia, hacerlas incluso ridículas, para así poder atacarlas mejor (o esto o no ha entendido ni una sola letra de mi argumentación desde que empezó esta polémica, lo que me resulta dudoso de creer).
Tampoco estoy de acuerdo en que «la praxis sea la verdad de la física» como también sugiere CM más tarde; porque esta afirmación es enteramente confusa y oscura, sobre todo desde el momento en que consideramos, desde la teoría del cierre categorial, que las verdades, en física, se obtienen precisamente cuando es posible segregar la praxis operatoria del sujeto gnoseológico en las relaciones esenciales construidas con los términos primogenéricos del campo de la física como ciencia categorial. Mientras no segreguemos la praxis no podremos alcanzar el nivel esencial de las identidades sintéticas sistemáticas, y por tanto no nos moveremos en el terreno de la ciencia en su sentido fuerte (sino en el de la tecnología, por ejemplo). ¿Qué Idea de Verdad tiene CM a la luz de su afirmación? La tecnología que deriva de la física no es lo que le concede el valor de verdad a esta ciencia; antes bien: son las verdades objetivas del campo de la física las que hacen que la tecnología que deriva de ellas tenga éxito.
Luego, CM sigue continuando con cosas igualmente sorprendentes. En lo referente a la cuestión determinismo/indeterminismo en la teoría cuántica exclama (en su sentido literal además) consignas como: «¡la Mecánica Cuántica en nada contradice la codeterminación y la conformación filosóficas que sostiene MF, pues éstas se nos manifiestan materialmente en el registro científico (pongamos por caso, trayectoria de gotitas condensadas de vapor en una cámara de niebla) que recoge los resultados de las manipulaciones de los sujetos operatorios».
Aquí la pregunta es obvia: ¿cómo la defensa del indeterminismo a nivel de partículas subatómicas no va a contradecir los atributos trascendentales de toda materialidad de multiplicidad y codeterminación, que precisamente sostienen, de manera necesaria, el determinismo para todo individuo? Dicho de otro modo: la multiplicidad y la codeterminación están ligadas sinectivamente a la visión determinista de todo individuo. ¿Pero entonces qué ocurre con la mecánica cuántica y su «indeterminismo» a nivel microscópico (ver por ejemplo: M. Jammer: The Philosophy of Quantum Mechanics, Wiley, Nueva York 1974)? Y por otra parte, ¿por qué CM pone el ejemplo de las «gotitas de agua», muy hermoso sin duda, pero un ejemplo «macroscópico», cuando la visión indeterminista de la que aquí hablamos va referida al ámbito «microscópico»? ¿Este ejemplo no es tanto como un intento de oscurecer y confundirlo todo? Y nuevamente preguntamos: ¿cómo CM puede jactarse de haber asimilado, nada más ni nada menos, que el «núcleo doctrinal» del materialismo filosófico si desconoce la tesis ontológica de este sistema de la visión determinista de todo individuo? ¿Acaso no forma esto parte del abc de la Ontología del materialismo filosófico?
Pero como, sea por lo que fuere, CM desconoce esta tesis ontológica (básica) del materialismo filosófico y sus repercusiones en la polémica sobre el indeterminismo cuántico, la resumiré brevemente.
La argumentación de Gustavo Bueno a este respecto es la siguiente (argumentación que comparto sin duda):
El determinismo se mueve a escala de individuos, y el azar a escala de clases (por tanto el azar presupone el determinismo); todos los individuos (necesariamente múltiples) están co-determinados (determinándose recíprocamente, mediante relaciones de sinalogía por ejemplo) en un aquí y un ahora; si la mecánica cuántica trata como indeterminados a sus individuos (microscópicos, subatómicos) es porque no los trata como individuos en un aquí y un ahora, ¿por qué? Porque no puede determinar gnoseológicamente el aquí y el ahora de sus individuos, por razones en las que no podemos entrar ahora. Pero una cosa es que no se pueda saber el aquí y el ahora de un determinado individuo (tampoco tendría por qué saberse), y otra que no los tenga. La mecánica cuántica, a este respecto, trata con individuos contradictorios, individuos-no individuos, porque confunde las indeterminaciones gnoseológicas con las ontológicas. El indeterminismo ontológico que defiende tantas veces la mecánica cuántica es, por tanto, contradictorio, y solidario, a mi juicio, nuevamente de la emergencia metafísica. Significa esto, entre otras cosas, que el «indeterminismo cuántico» no es rechazado porque yo tenga, apuntado en mi diario o tatuado en el hombro, las variables ocultas que, en su seno, tiene guardadas la Naturaleza esperando que el científico las descubra. Significa que el indeterminismo cuántico es fruto de una confusión inaceptable entre los planos gnoseológicos y ontológicos, y que es rechazado por motivos apagógicos, en tanto toda materialidad, por propia estructura, en sus atributos de multiplicidad y codeterminación arroga necesariamente la visión determinista de todo individuo.{2}
(Nuevamente) si CM quiere defender el indeterminismo cuántico, tendrá que enfrentarse directamente con concepciones ontológicas centrales del materialismo filosófico (proyecto muy loable, por otra parte), con lo que, en todo caso, se contradiría al presentarse este autor (Carlos Madrid) como alguien que «ejercita» el materialismo filosófico. Y entonces sí cabe la disyuntiva exclusiva (W) «o materialismo filosófico, o indeterminismo cuántico». Lo mismo que cabe la disyuntiva fuerte también «o materialismo filosófico, o monismo teológico». Y, evidentemente, no como disyuntiva psicológica, o pragmática, acaso «coyuntural» de un momento histórico dado, sino como disyuntiva lógica, vertebrada en la propia estructura objetiva (por encima de las voluntades psicológicas) de las Ideas y las conexiones lógico-materiales que aquí toman parte.
CM, después del anterior texto copiado, finalizaba (¿irónicamente?) con: «Y me dejaba en el tintero preguntar a JPJ dónde encuentra la hipostatización del mundo microscópico en las actuales teorías cuánticas de la decoherencia.». Pero la hipostatización del mundo microscópico hecha por la mecánica cuántica ya fue comentada en otros artículos de esta polémica; de hecho en uno de ellos extraje un texto del Cierre categorial donde se mencionaba el asunto (prescindiré, a efectos de no repetirnos, de patentizar que CM también lo omite volviendo a practicar su estrategia noetológica de «salto a la torera») Pero como tampoco perdemos nada en volver a copiarlo, a ver si ésta vez es leído, vayamos al tema:
La mecánica cuántica totaliza el universo a través de la escuela de Bohr, en tanto se concibe como «teoría completa [total] de los fenómenos atómicos» sin «variables ocultas». En el famoso artículo de 1935 de Einstein-Podolsky-Rosen, la completud, interpretada como totalidad fenoménica bohreana es sometida al siguiente dilema: (1) o la mecánica cuántica es incompleta [= no total] y habrá que completarla, (2) o es completa [= total] y entonces contradice la mecánica racional (por cuanto se producen acciones a distancia). Por tanto, lo que se discute (en términos de teoría de la ciencia) es si la mecánica cuántica construye totalidades meramente fenoménicas –«estructuras fenoménicas» formadas por objetos atómicos (cuánticos) y aparatos de investigación (clásicos)– que no pretenden reflejar la realidad atómica sino solo controlar nuestros experimentos en un mundo totalizado (y así habría interpretado Heisenberg su principio de incertidumbre: «no podemos lograr un conocimiento totalizado de lo fáctico») o bien se construyen totalidades esenciales «reales». [...] las estructuras sistemáticas que la Naturaleza «guarda ocultas» no revelan «a la mente o a la conciencia» que las descubre sino a los dispositivos gráficos, a los aparatos de registro (incluido aquí el papel o la pantalla) manipulados, es cierto, por la conciencia de un sujeto operatorio. Aquí es donde (según la interpretación de Copenhague) la función de onda que describe el sistema microscópico experimenta un cambio discontinuo («colapso de la función de onda») desde su estado inicial al estado final en el que la magnitud medida toma un valor concreto. Bohr supuso en efecto que el mundo puede ser dividido en dos partes: la que corresponde a los sistemas microscópicos (regidos por la mecánica cuántica) y la que corresponde a los sistemas macroscópicos (regidos por la mecánica clásica); la medición (en mecánica cuántica) sería una interacción entre el observador (macroscópico) y los sistemas microscópicos que conducen a un registro permanente del suceso. Desde nuestras coordenadas, la situación es otra: las operaciones tienen siempre lugar en la escala macroscópica de nuestro cuerpo, de nuestros diagramas y aparatos; y la escala microscópica no «interactúa» con ellos (lo que equivaldría a hipostasiarla) sino que resulta de un regressus dialéctico a estructuras sistemáticas que, como el punto geométrico, dejan de ser corpóreas en sentido macroscópico. Son, por tanto, las estructuras macroscópicas, eminentemente las geométricas o matemáticas, ligadas al espacio operatorio del sujeto corpóreo, en tanto son trascendentales (en el sentido positivo de este término, por recurrencia) por su capacidad sistematizadota, a las diversas regiones de la experiencia, la fuente de la posibilidad de nuestras construcciones científicas. (Teoría del cierre categorial, págs. 504-505, 548-549)
Me parece que este texto (hay otros), aunque breve, es bastante claro como para presentar confusiones o posibles «lecturas hermenéuticas alternativas». En resumen: el llamado «Mundo microscópico» es una construcción constituida por el sujeto gnoseológico operatoriamente a través de un regressus (desde el Mundo fenoménico) a estructuras que dejan de ser corpóreas, pero que siguen estando a escala antrópica, y por tanto que son contenidos de la «Conciencia trascendental» (E); esto es, que en ningún modo, aunque sean objetivas, son susceptibles de ser hipostasiadas como hacen tantos «científicos cuánticos». En suma, no existe algo así como un mundo microscópico originario, que estaría a la base del Mundo fenoménico, que por tanto asumiría el papel de derivado, pero que constituiría la plataforma desde la que podríamos «interactuar» con el «mundo microscópico», &c.
En cuanto a la decoherencia sólo apuntaré, en todo caso, que, al no ser objeto de esta polémica, sospecho que CM la menciona sólo para hacer gala de sus grandes conocimientos sobre física.
En lo referente a la posterior pregunta que Carlos Madrid me lanza, este autor escribe:
5ª pregunta: ¿Reniega MF del concepto científico (≠ Idea filosófica) de singularidad cósmica o de vacío cuántico? Cierto es que GB, con buen criterio, sospecha de la carencia de referencial para la entidad teórica singularidad cósmica originaria (cf. TCC, 540 n.p. y 1195), pero esto mismo es compartido por la mayoría de físicos –como trató de explicar JALD– debido a que el paso al límite, cuando hacemos t → 0 (t ≡ tiempo), en los modelos cosmológicos es detenido por anástasis para evitar contradicciones con los modelos cuánticos –el que los divulgadores de la ciencia (a veces, propios científicos) no cuenten esto es problema del público, que despabile e investigue qué es lo que, en realidad, hacen los físicos–. Idéntico problema se presenta con los agujeros negros (cf. TCC, 1195) pero también muchos físicos-filósofos del new experimentalism concuerdan con GB (verbigracia, Hacking –posiblemente un circularista indeterminado–). Ergo MF no renuncia al concepto científico singularidad cósmica porque éste ni siquiera está consolidado entre los propios cosmólogos, no es más que un contenido nematológico perteneciente a la ideología espontánea de los divulgadores y de algunos científicos. En lo que respecta al concepto de vacío cuántico, GB lo analiza para hacer ver que no puede confundirse con la Idea metafísica de Nada (cf. TCC, 534), pues el vacío cuántico es sede de una intensa proliferación de partículas virtuales –de acuerdo a las relaciones de Heisenberg– y cita, en este preciso sentido, a Prigogine; de nuevo, si JPJ se obstina en condenarlo, deberá aportar una explicación alternativa de los bien comprobados efectos Casimir y Lamb. Y es que, como ironiza Gustavo Bueno refiriéndose a la Teoría de Conjuntos y al Infinito, podríamos decir que si uno no conoce bien la Mecánica Cuántica, funciona con una Idea de vacío próxima a la de un limpiabotas.
Aquí CM vuelve a «amparar» la postura (a mi juicio absurda) de JALD: defender por una parte la estrategia dialéctica de la anástasis para no llegar a la singularidad primordial, en tanto al llegar a este límite nos encontramos con todo tipo de contradicciones, pero por otra parte, defender que la singularidad primordial es posible, y aun más, que fue real. ¿Pero no es esto un caso de «esquizofrenia noetológica»? ¿No es ridículo, por no decir delirante, sostener, para un mismo problema, la metábasis y la anástasis a la vez, cuando son precisamente estrategias dialécticas antitéticas, de suerte que una constituye la negación de la otra? En mi anterior artículo expuse por qué esta postura es absurda, pero obviamente (a estas alturas del artículo ya no debe resultar ninguna sorpresa para el lector) Carlos Madrid vuelve a saltárselas a la torera. Pero como, en este artículo, el «olvido» de CM es «directamente proporcional» a mi papel de «recordador», volveré a repetirla: los físicos (o meta-físicos) que sostienen la realidad de la singularidad primordial, lejos de realizar una anástasis (lo que les llevaría a declarar a la singularidad primordial como un imposible ontológico) realizan una metábasis o paso al límite de la materia cósmica a una singularidad primordial donde desaparece el espacio-tiempo de Minkowski. Pero utilizar la estrategia dialéctica de la anástasis conlleva, necesariamente, a declarar como absurdo el límite (la singularidad primordial) y por tanto a aceptar, apagógicamente, la tesis de que la materia cósmica siempre está en devenir (o sea, que no hubo Big bang). CM se contradice nuevamente, y parece no entender demasiado bien en qué consisten las estrategias dialécticas de la metábasis, catábasis, &c., por lo que le sugiero «que se las estudie» antes de hablar de ellas, si no quiere ser partícipe de la más oscura y contradictoria confusión de conceptos.
También es por completo gratuito, y aun sorprendente, lo que nos dice CM con «MF no renuncia al concepto científico singularidad cósmica porque éste ni siquiera está consolidado entre los propios cosmólogos, no es más que un contenido nematológico perteneciente a la ideología espontánea de los divulgadores y de algunos científicos». Y esto por dos motivos fundamentales, a saber: 1º) Porque el concepto de singularidad es un concepto clave en las obras de los cosmólogos actuales, con lo que, para bien o para mal, no puede considerarse, bajo ningún caso, como un concepto contingente o colateral a la disciplina cosmológica, tal como es interpretada hoy día. Antes bien habría que considerarlo como uno de los tema «centrales» que vertebran la obra de los cosmólogos posteinstenianos –¿Cómo «queda» la teoría del Big bang si se suprime el concepto de singularidad?–, y esto sin perjuicio de que el materialismo gnoseológico considere a la singularidad primordial como un contenido de la capa conjuntiva, al igual que la propia teoría del Big bang (son contenidos conjuntivos, cierto, pero tan extendidos y arraigados en las comunidades científicas de nuestros días que en ningún cabe lo que dice CM); 2º) Porque aunque fuese un contenido «nematológico», seguiría siendo (y precisamente con más motivo) un contenido metafísico a triturar desde una filosofía materialista (¿acaso este sistema no ha triturado, a lo largo de su trayectoria, ingentes masas de contenidos nematológicos pertenecientes a diversas esferas?). Y en todo caso, y esto también es fundamental, CM se contradice completamente, por una parte, al decir que la singularidad cósmica es un concepto científico, y por tanto no una Idea –como expresa explícitamente en el propio enunciado de su pregunta–, y por otra, un contenido nematológico correspondiente a la filosofía espontánea de «algunos» científicos –cuando, además, como sabemos, la proporción de científicos que defienden el Big bang es inmensa, por lo que la «rebaja» que hace CM es gratuita–. ¿Cómo, en efecto, según nos dice CM, puede ser la singularidad primordial, a la vez, un concepto científico, por un lado, y por otro un contenido de las nebulosas ideológicas de «algunos» científicos? ¿Las nebulosas ideológicas, según CM, están formadas por conceptos científicos, y no más bien por Ideas, generalmente oscuras y confusas, y en todo caso triturables desde el materialismo filosófico?
Parece como si Carlos Madrid tratase por todos los medios de inmunizar la teoría del Big bang de las críticas de la filosofía, apelando cada vez a un motivo más gratito (en una escalada, cierto, cuyo «final» –esperemos que definitivo– es el «diálogo galieano» con que este autor acaba su artículo), de modo análogo a como muchos creyentes tratan de «inmunizar» la idea de Dios de los ataques de la filosofía («no es competencia de la filosofía criticar dicha realidad», «la filosofía ha de conocer sus propios límites [establecidos la mayoría de veces ad hoc por el colectivo de gente que quiere inmunizarse de la criba filosófica]», «es un acto de soberbia pretender con la razón analizar tal cosa», &c.). Tengo que decir que los intentos de inmunización, en lo referente al Big bang, por Carlos Madrid, no me parecen mucho más finos.
En cuanto al vacío cuántico, es ya casi un síntoma de humor (que por otra parte siempre es bien recibido, en el calor de una discusión filosófica) el pretender que Gustavo Bueno (y por tanto el materialismo filosófico, en tanto la obra de este filósofo es el eje central de dicho sistema) lo vea como algo posible, no contradictorio (como ya dije, el propio Gustavo Bueno dice explícitamente que es un delirio).
El vacío cuántico es una construcción antítesis del materialismo, y por muchos motivos ontológicos, por ejemplo: 1º) porque el vacío siempre está en función de los filtros de kenosis del sujeto operatorio, y el vacío cuántico se presenta en otro contexto distinto, por lo que es gratito o metafísico hablar de «vacío»; 2º) porque el vacío está ligado al espacio y éste a la materia (a su vez dada a escala zootrópica), por lo que el vacío ontológico es una construcción metafísica inexistente; 3º) las «partículas virtuales» del vacío cuántico (que aparecerían y desaparecerían según acausales fluctuaciones cuánticas capaces, según nos dicen muy seguros algunos físicos, de provocar la inestabilidad del Universo de Minkowski) sólo pueden abrirse paso a través de la irracional tesis de la emergencia metafísica, que el materialismo filosófico contrapone a la emergencia positiva, la reducción o la anamórfosis. En resumen: el vacío cuántico es una especulación (gratuita y contradictoria) sacada de la chistera de científicos ociosos. En cuanto al supuesto estatuto científico del vacío cuántico, sobra decir que sólo cabe defenderlo desde una concepción teoreticista de la ciencia, cada vez más alejada de los fenómenos empíricos, y cada vez más vertebrada por teorías gratuitas, alucinatorias o mágicas. ¿Dónde están los términos (primogenéricos) en el vacío cuántico? ¿Cómo elaborar identidades sintéticas entre ellos (que son inexistentes)? ¿Cómo incorporar el «vacío cuántico» al campo de la física, en tanto ciencia en cuyo cuerpo se incluyen las cosas mismas por ella estudiada? El vacío cuántico es simplemente postulado gratuitamente. No obstante, hay que reconocer que la teoría del vacío cuántico tiene indudables virtualidades en el campo de la ciencia ficción y la literatura (fantástica), por lo que tampoco cabe desacreditarlo por completo, sino más bien ponerlo en justo lugar, que, en todo caso, se encuentra fuera de la capa básica de la física como ciencia categorial. Y si pertenece al cuerpo de la física (en su capa conjuntiva) es por la ideología «especulativo-gratuita» de muchos científicos (y a nivel social, su aceptación con buenos ojos no puede sino fundarse en la beatería barata por la ciencia de nuestros días).
Siguiendo con este mismo tema, también es curioso el fragmento donde CM nos dice «como ironiza Gustavo Bueno refiriéndose a la Teoría de Conjuntos y al Infinito, podríamos decir que si uno no conoce bien la Mecánica Cuántica, funciona con una Idea de vacío próxima a la de un limpiabotas». Donde aquí, al parecer, este autor defiende que yo sostengo un concepto tosco y grosero de vacío (propio de albañiles o limpiabotas), y él, en cambio, como buen conocedor de la mecánica cuántica, estaría en posesión del concepto crítico, académico de vacío. ¿Pero es esto realmente así? ¿No será más bien al revés? Porque lo cierto es que la idea de vacío cuántico es tan metafísica (= fruto de múltiples hipostatizaciones) que quien la defiende difícilmente puede tener una Idea «coherente» de vacío, por así decirlo; Idea ésta que desde el materialismo filosófico está ligada, como ya he dicho numerosas veces a lo largo de esta polémica (aunque como si no lo hubiese dicho, porque todos mis polemistas han actuado como si nada hubiese sido escrito al respecto), a los filtros de kenosis ligados al sujeto operatorio para posibilitar la percepción apotética. Fuera de este contexto el término «vacío» deja de tener sentido, a menos que se defina convencionalmente como las regiones del espacio donde no hay materia corpórea (pero sí campo), «vacío barométrico» (pero «surcado» por ondas gravitatorias, por ejemplo), &c. Pero, en todo caso, el concepto de vacío tendría un nombre inapropiado, inspirado en cierta metafísica, de análogo modo al concepto de antimateria.
De otro modo: sin percepción apotética no hay criterios positivos para hablar de vacío, en tanto el hiperrealismo niega que haya espacios vacíos, en sentido ontológico, solidarizándose con la ontología eleáta («lo ente toca con lo ente» nos dice Parménides).
Desde el materialismo filosófico, el vacío es, por tanto, una apariencia; pero una apariencia constitutiva del Mundo, porque, nuevamente, sin kenosis no habría ni M1, ni M2 ni M3. Pero, en todo caso, una apariencia fenomenológica, y no una realidad ontológica susceptible de ser tratada desde las categorías físicas.
En cuanto a la sorpresa de Carlos Madrid por haberme leído nombrar a un presunto «Caos indeterminista», que según él, al parecer, es un concepto inexistente, quizá fruto de mi imaginación, tampoco encuentro demasiado fundamento. Es un rótulo usado ampliamente, sobre todo en lo referente al llamado «caos indeterminista» de Lorentz (La filosofía de Gustavo Bueno, Editorial Complutense, págs. 210-211). En cuanto al caso de Bohr, me refería, en líneas generales, a que los individuos cuánticos van indeterminados, y que es el científico, con sus operaciones macroscópicas, el que introduce algún tipo de orden en los sistemas, que, por otra parte, son impredecibles. Son por tanto sistemas caóticos pero no deterministas. El caos determinista, en cambio, sostiene que los individuos siempre están determinados, pero que en determinados tipos de sistemas (por ejemplo una explanada de un millón de canicas, donde se conociesen sus posiciones iniciales, y se les sometiese a un temblor sísmico, la posición de cada canica después del temblor estaría determinada –igual que antes y en el temblor–, pero no habría ecuaciones posibles para especificar la posición final, porque tendríamos que conocer todos los parámetros –como el Demonio de Laplace o Dios Padre– y eso es imposible) es imposible determinarlos gnoseológicamente, después de someterlos a ciertos procesos operatorios (pero están determinados ontológicamente, por la propia estructura de toda materialidad). En cambio en la perspectiva de Bohr están también indeterminados ontológicamente.
Pasemos al siguiente asunto. A la pregunta de Carlos Madrid «¿Se puede demarcar, de modo gnoseológico especial, la Teoría de la Relatividad (Especial y General) de los actuales modelos Big bang de Universo de Friedmann-Lemaître?», este autor, nuevamente, ignora completamente todo lo dicho en mi artículo anterior, donde intenté demostrar que la teoría del Big bang no es una consecuencia necesaria de la relatividad general, sin perjuicio de que las cosmologías posteinstenianas se basen en la relatividad general (pero no sólo las del Big bang; también Bondi y Hoyle se basaban en la relatividad general). No contento, expone un cuadro escolar que exponemos de nuevo aquí:
Algunos hitos de la Cosmología del siglo XX | |
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1916 | Einstein: Teoría General de la Relatividad (corroborada por el avance del perihelio de Mercurio, desviación de la luz por el Sol, pruebas de Shapiro y del pulsar PSR1913+16, &c.). |
1917 | Einstein: Modelo estático de Universo fundado en su constante cosmológica y en el principio cosmológico. |
1912-1922 | Slipher: Medición, vía efecto Doppler, de la velocidad de fuga de 42 galaxias (apoyo a la hipótesis de la expansión). |
1922-1924 | Friedmann: Modelos dinámicos de Universo en expansión uniforme (eliminación de la constante cosmológica). |
1927 | Lemaître: Hipótesis big bang (el Universo deviene de la explosión de un conglomerado de V<< y d>>). |
1929 | Hubble: Ley de Hubble (velocidad de fuga es directamente proporcional a la distancia intergaláctica). |
1931 | Einstein: Rectificación de la constante cosmológica Λ. |
1935 | Robertson & Walker: Métrica de Robertson-Walker. |
1948 | Gamow: Hipótesis del Universo caliente y, consiguiente, predicción de cierta radiación de fondo (CMB). |
1948 | Bondi & Hoyle: Predicción, también, de CMB, desde su especial modelo estacionario de Universo. |
1964 | Penzias & Wilson: Descubrimiento de CMB. |
1968 | Hawking & Penrose: Modelo estándar de Universo inflacionario surgido a partir de V<<, d>> y T>>. |
1977 | Telescopio Hubble: Corroboración de la expansión acelerada por el corrimiento al rojo de la supernova 1977ff. |
1989 | Satélite COBE: Corroboración de las características isotrópicas predichas para CMB. |
2000 | Telescopio BOOMERANG: Obtención de imágenes del Universo primitivo que apoyan al big bang y, además, apuntan a que no se autocolapsará (big crunch). |
(Cuadro de Enciclopedia familiar de Carlos Madrid,
expuesto en su artículo anterior)
Pero semejante cuadro únicamente puede ser defendido desde el modelo teoreticista de ciencia, en el que, al observar unos fenómenos, se encuadran (gratuitamente) en una teoría (en este caso la del Big bang), pero que bien podrían encuadrarse en otra teoría (como de hecho se hace, y cada vez más en la actualidad: no olvidemos, por ejemplo, que los defensores de que el Mundo, nada más ni nada menos, surgió de una fluctuación cuántica en el vacío cuántico –Gunzig, Nordon, &c.– defienden que no es necesario pasar por la singularidad primordial correspondiente al Big bang). En ningún caso el cuadro que presenta Carlos Madrid, globalmente considerado, puede ser defendido desde la Idea de ciencia presentada en la teoría del cierre categorial. A mi juicio, Carlos Madrid está encerrado en las «nebulosas ideológicas» que sobrevuelan e inspiran a la filosofía espontánea de tantos científicos de la actualidad; nebulosa que provoca necesarias situaciones de falsa conciencia, de «impermeabilidad», como las denunciadas por Halton Arp.
Lo cierto es que es enteramente gratuito sostener que quien está en contra del Big bang, necesariamente ha de estar en contra de la relatividad general. O de otro modo: que la aceptación de la relatividad general lleve necesariamente a la aceptación de la «gran explosión». Por eso tenemos que preguntar: ¿por qué CM, en su cuadro, después de las teorías de la relatividad de Einstein pone, como consecuencia lógica, los «teoremas» constitutivos (según él) de la teoría del Big bang, como si el Big bang se siguiese de la relatividad general necesariamente? ¿Acaso no hay otros modelos cosmológicos que, sin duda basándose en la relatividad general, caminan por otros senderos? Y si esto es así, ¿entonces el cuadro de CM no es enteramente ideológico (más aun: inquisidor, en el sentido que denuncia Halton Arp, en tanto trata de monopolizar dogmáticamente todas las concepciones cosmológicas válidas), por no decir enteramente tramposo y gratuito?
En todo caso, en mi artículo anterior no negué, en ningún caso, que la relatividad general pudiera dar una explicación plausible de la «expansión del Universo», sino que: 1º) la expansión observada por Hubble y posteriormente por otros conocidos científicos podría ser meramente local, y no del Universo en general como «Todo» (además de que, en todo caso, una ciencia, desde la teoría del cierre categorial, no se constituye con «explicaciones plausibles» o «hipótesis exitosas» –que sería la concepción de verdad del teoreticismo como _coherencia_–, sino con verdades necesarias); 2º) aunque la expansión se tomase a nivel general (y por tanto pudiese variar el radio del Universo finito pero ilimitado que nos presenta la relatividad general) esto no conlleva, en ningún caso, a tomar la teoría del Big bang como necesaria, o como el único modelo que pudiera dar cuenta de este fenómeno (tesis que llevaría a negar, apagógicamente, la «expansión del Universo», una vez que se aceptase que el Big bang es contradictorio, «un camino cerrado» como la vía del no-ser de Parménides). Y aunque se aceptase la expansión del Universo a nivel general, habría que tener claro que tanto la singularidad primordial como la fuga gravitatoria constituyen límites contradictorios a los que nunca se puede llegar, aun cuando se piense con Einstein, una vez suprimida la constante cosmológica, que el Universo puede «expandirse» o «contraerse».
En mi artículo anterior, lo que yo sostuve es que, a día de hoy, no podemos conocer tanto del Universo, y menos categorialmente, en tanto, como ya dije más arriba, el Universo no puede ser un contexto determinante, y por tanto la mayoría de tesis acerca del Universo, tomado en general, no son más que meras especulaciones (la mayoría de veces metafísicas, en tanto se abren vía a través del holismo, el creacionismo o la emergencia metafísica) que, para arrogarse estatuto científico, deberán acogerse a la visión teoreticista de ciencia, que el cierre categorial, como sabemos, impugna de lleno, en tanto las cosas mismas que estudia (operatoriamente, no especulativamente) una ciencia han de estar integrando el propio cuerpo de dicha ciencia. No obstante, es posible, según creo, sostener ciertas tesis cosmológicas apagógicamente, pero que, en todo caso, al ser filosóficas (mas específicamente, pertenecientes a lo que se conoce como «Filosofía de la naturaleza»), dejarían de estar en el terreno de la ciencia positiva.
A mi juicio, el núcleo de cientificidad de la cosmología moderna se hallaría en torno a la teoría de la gravedad defendida en la Relatividad general de Einstein. ¿Pero hasta qué punto, la teoría de la singularidad primordial, de los agujeros negros o de la creación de materia de Bondi y Hoyle, aun apoyándose en la teoría de la gravedad de la relatividad general no son sino saltos mortales? Y por otra parte, ya en el propio terreno de la Relatividad general, si el problema, por ejemplo, sobre la finitud o infinitud del Mundo es una cuestión puramente ontológica ¿hasta qué punto puede ser considerada la tesis de Einstein de que el Mundo es finito pero ilimitado una identidad sintética sistemática, y no una tesis ontológica, sin perjuicio de sus fuertes conexiones con las categorías físicas? De otro modo ¿hasta qué punto «está exenta» de filosofía la teoría de la relatividad general? ¿Pueden ser construidas mediante identidades sintéticas todas y cada una de sus tesis? Es una cuestión abierta a la gnoseología especial, pero de una importancia decisiva.
Lo que, en todo caso, es cierto es que la teoría de la gravedad de la relatividad general, sin perjuicio de su veracidad y objetividad, ha servido, históricamente, de inspiración a multitud de cosmólogos para hacer todo tipo de hipótesis gratuitas, fantásticas.
Por otra parte, tampoco es cierto que yo «me atreva a defender» la tesis de Bondi y Hoyle, como dice CM; en mi artículo anterior dije que, a mi modo de ver, desde la relatividad general, la tesis de Bondi y Hoyle era menos contradictoria que la teoría del Big bang. Esto es, mi argumento era puramente dialéctico: su sentido era separar la necesidad de que, según algunos, se habría de aceptar necesariamente el Big bang si se aceptan los postulados de la relatividad general. Volvamos a recordar lo que escribí:
[JALD] da a entender que de la relatividad general se deduce necesariamente la teoría del Big bang, lo que es completamente gratuito, pues en primer lugar, la relatividad general, aun cuando trata de moverse en los terrenos de la especulación cosmológica, sigue siendo igualmente válida si introducimos en las ecuaciones la constante cosmológica einsteniana para tener un universo estático, dado que la expansión observada por Hubble pudiera ser puramente local, y la «expansión del universo en general» el resultado de una extrapolación ilegítima de lo observado localmente; o, aunque aceptásemos la supuesta realidad de un universo no estático, éste podría contraerse o expandirse sin llegar nunca a una singularidad primordial, por un lado, ni a una fuga gravitatoria por el otro. ¿Dónde está la férrea necesidad de aceptar la teoría del Big bang según la teoría de la relatividad general? A mi juicio, sólo en la mente de Lemaître, Gamow o el propio JALD.
Cosmólogos como Gunzig o Nordon, aceptando los principios básicos de la relatividad general, por ejemplo, llegan a una conclusión opuesta: el universo procede de una fluctuación cuántica en el vacío cuántico capaz de desgarrar el espacio-tiempo de Minkowski y generar el mundo de los cuerpos. Aun más, ¿acaso Hoyle o Bondi no aceptan la relatividad general en su teoría de la continua creación de materia? Si en gran parte fue abandonada dicha teoría no fue por la relatividad general (que tanto Hoyle como Bondi aceptaban, como digo), sino por el descubrimiento de la radiación de fondo y su interpretación (gratuita y ad hoc) en términos de la ley de Hubble, y la coordinación de todo esto con las teorías de Lemaître y Gamow principalmente. Ahora bien, si el descubrimiento de la radiación de fondo no es ninguna prueba para demostrar la teoría del Big bang, como defendí en mi artículo anterior, dado que dicho descubrimiento podría enmarcarse en cualquier otro tipo de teoría igualmente coherente (como de hecho hacen hoy día muchos cosmólogos y JALD no se ha molestado en tratar de refutar), ¿por qué no volvemos a aceptar la teoría de la continua creación de materia de Bondi y Hoyle? Incluso podríamos salvarla de la contradicción que supone una creatio ex nihilo de materia apelando a que la materia «nueva» (en cantidad ad hoc, como se sabe) en el universo para guardar una densidad constante, podría provenir de fuera del universo, dado que, desde el materialismo, el universo «no agota» la realidad. En principio, la hipótesis de Bondi y Hoyle sería más defendible que la del Big bang, dado que esta última es un amasijo bastante denso y barroco de contradicciones y delirios metafísicos (por muchos modelos matemáticos que se busquen ad hoc para tratar de hacerla más «científica» y rigurosa). Esto no significa que yo defienda la teoría de la continua creación de materia, significa que la tesis de JALD que dicta que la relatividad general nos lleva inexorablemente aceptar la teoría del Big bang es algo tan completamente gratuito que carece de justificación alguna, y que es puesta en ridícula por la gran masas de teorías cosmológicas que no aceptan el Big bang, pero sí los postulados de la relatividad general.
Pero mi posición, ya lo dije, era la del escepticismo en temas cosmológicos (a la hora de defender un modelo positivo sobre la «estructura global» y «origen» del Universo –origen en todo caso prescindible desde las teorías que defienden el _principio cosmológico perfecto_–), pero de «dogmatismo» (según la terminología escéptica) a la hora de negar teorías metafísicas como las del Big bang, o del vacío cuántico. La pregunta que le lancé a JALD («¿por qué no volvemos a aceptar la teoría de la continua creación de materia de Bondi y Hoyle?») era claramente irónica, y su sentido era patentizar que, si las pruebas que llevaban a aceptar la teoría del Big bang eran gratuitas, y la teoría de Bondi y Hoyle era menos contradictoria, y seguía apoyándose en los postulados de la relatividad general ¿por qué no se volvía a aceptar? Para de esta pregunta buscar la respuesta, a saber: por la hegemonía inquisitorial de la teoría del Big bang, no precisamente fundada en motivos gnoseológicos (al menos en motivos que podamos aceptar desde la teoría del cierre categorial), sino en motivos puramente ideológicos, dogmáticos.
Pero, en todo caso, yo no defiendo la teoría de Hoyle y Bondi (aunque, cierto, me parezca menos contradictoria que la del Big bang), por varios motivos, por citar algunos: 1º) Dicha teoría es solidaria de la «expansión global» del Universo, tesis que no me parece que haya que aceptar por necesidad, como ya he dicho, por el «descubrimiento de Hubble»; 2º) Es solidaria del principio cosmológico perfecto, que establece que el Universo, considerado en toda la línea temporal y especial, es parecido, o análogo a como lo observamos localmente; tesis que también me parece una extrapolación ilegítima de lo observado localmente a «más allá del horizonte de las focas», o en todo caso que no entiendo que haya que aceptar necesariamente, y esto sin perjuicio de que acepte, como he dicho anteriormente, la recurrencia infinita de la materia cósmica en el tiempo; 3º) La creación de materia, aunque se huyese del mundanismo, apelando a la materia pura que trasciende el Mundo, sigue siendo oscura y lindante con la metafísica; y en todo caso sospechosa. ¿Por qué la materia nueva aparecería en cantidad ad hoc para que no cambiase la densidad media del Universo? Y si no se acude a contextos «exteriores» al Mundo (no en su sentido espacial, obviamente) ¿cómo salvar esta «creación de materia» de la emergencia metafísica?
En todo caso, la teoría de Bondi y Hoyle tampoco es científica en su sentido categorial, y si perdió su hegemonía fue porque el Big bang (y no olvidemos que Lemaître era un jesuita) es solidario del Mito de la creación, arraigado, ideológicamente, en las sociedades occidentales de una manera demasiado fuerte como para prescindir de él.
Por otra parte, no tiene sentido que CM objete a la teoría de la creación de materia de Bondi y Hoyle el ir contra el principio platónico de symploké, y, a la vez, defender el Big bang; y esto porque la teoría del Big bang es solidaria del monismo de la armonía (negación categórica de la symploké), vinculado a las defensas del principio antrópico fuerte o de la Scala naturae de que son solidarias dicha teoría. Obviamente, esta argumentación ya la expuse en mi artículo anterior, pero... (omito decir la «estrategia noetológica» que CM ha empleado con ella).
Además, como ya hice referencia más arriba, parece que CM sostiene la tesis de que yo niego, como metafísica, la cosmología en bloque, pero esto en modo alguno es cierto; la cosmología se mueve, como dije antes, a dos aguas, la de la física y la de la metafísica (cuando, por ejemplo, se refiere al Universo como Todo, o cuando trata de elaborar teorías «sobre el origen del Mundo», atendiendo únicamente a marcos ontológico-especiales); esto significa que la gnoseología (especial) materialista ha de analizar en cada caso sus tesis y teorías, y ver qué hay de científicas, y qué de metafísicas («criticar es separar el grano de la paja»), para luego triturar sus tesis metafísicas desde la Ontología (especial y general). En otras palabras: la cosmología posteinsteiana trasciende una y otra vez los límites de la ciencia categorial, y como los «científicos duros» no suelen, por lo general, saber demasiado de filosofía (porque, de alguna manera, siguen embarcados en el «cientificismo», sin perjuicio de que en sus ratos libres lean libros de poesía), sus «derivas» más allá de la ciencia categorial suelen plasmarse en todo tipo de concepciones metafísicas y gratuitas, que, emic, considerarán científicas, al no tener siquiera una Idea de ciencia consistente (las definiciones de Ciencia que suelen dar los más prestigiosos científicos no pasan de dos tres frases metafísicas e infantiles que no sirven para mucho; y esto cuando no se acogen al popperismo para tratar de legitimar sus especulaciones sin fundamento gnoseológico).
Hagamos un pequeño balance y resumen de lo que llevamos. Hay un momento en que CM escribe: «Que la franja de verdad de la Cosmología es más estrecha que la de la Mecánica Clásica, la Mecánica Relativista o la Mecánica Cuántica –por cierto, el género literario (sic JPJ) más exitoso predictiva, confirmativa, explicativa y tecnológicamente de que haya dispuesto nunca la especie humana–, estamos plenamente de acuerdo». ¿Pero entiende verdaderamente este autor por qué la franja de verdad de la cosmología es tan estrecha? De otro modo, si tanto CM como yo estamos de acuerdo en que la franja de verdad de la cosmología es mucho más estrecha que, pongamos por caso, la de la mecánica clásica, ¿cuál es la discrepancia de fondo? Como CM me atribuye gratuitamente que yo considero a la cosmología, toda ella, como metafísica (con lo que habría entonces que preguntar a este autor como si supuestamente me mantengo en esa posición puedo hablar de cierta franja de verdad en la cosmología), la discrepancia es ésta: CM me echa en cara que la cosmología es científica (pidiendo el principio e ignorando mis argumentos), y que por tanto, sus teorías del vacío cuántico o del Big bang, también lo son; y como la filosofía trabaja con Ideas, y no con conceptos, la filosofía no puede criticar (salvo gnoseológicamente), sin salirse de su competencia («zapatero a tus zapatos») tales teorías («No condena quien quiere sino quien puede [nos dice CM], y el materialismo gnoseológico no puede porque, entre otras razones, si pudiese, dejaría de ser una filosofía crítica para convertirse en metafísico tribunal inapelable»). No obstante, por mi parte la situación sería bien distinta: la cosmología no puede ser una ciencia, en su sentido fuerte, debido a motivos decisivos, entre los que destacan 1º) porque tal disciplina no puede cerrarse categorialmente (ya que ello implicaría tratar al Universo como una totalidad); 2º) por su falta de referenciales fisicalistas (aunque sin duda pueden aducirse más motivos). Hay cierta franja de verdad en la cosmología, no obstante, pero que sería la reducible, desde mi posición, a otras partes de la física o, en todo caso, al universo localmente observado (sin «extrapolaciones» fuera de fundamento). Pero otras partes de la cosmología, centrales de ésta además tal como esta disciplina es tratada en nuestros días, están formadas por teorías que han sobrepasado el ámbito de las categorías científicas, y que por tanto dejan de ser científicas, y pasan a ser metafísicas. Tales teorías son, por ejemplo, la postulación del surgimiento del Mundo a través de una fluctuación cuántica en el vacío cuántico, el Big bang, los agujeros de gusano, la teoría de los múltiples universos, y un largo etcétera. Como estas teorías son metafísicas, pueden (y deben) ser trituradas desde la Ontología del materialismo filosófico.
Esto no significa que no quepa un análisis racional de los problemas cosmológicos (si reconocemos, desde la teoría del cierre, que la «franja de verdad» de la cosmología se puede, en su mayor parte, reducir a otras disciplinas de la física, fundamentalmente las que trabajan con la teoría de la gravedad de la relatividad general sin trascender sus límites categoriales), sino que, si bien la cosmología, en general, no puede ser considerada una ciencia en su sentido estricto, sí puede ser considerada una parte de la filosofía, como el propio materialismo filosófico reconoce (ver el artículo de Gustavo Bueno, «Propuesta de clasificación de las disciplinas filosóficas», anteriormente comentado, donde, por cierto, este autor no sólo dice que la teoría del Big bang se mueva en el terreno de la filosofía, sino también el principio antrópico, uno de los temas centrales de la «literatura cosmológica» de nuestros días).
Por tanto, mi objeción principal a CM sería ésta: este autor no ha entendido nada de esto, sigue pensando que la cosmología es una ciencia, en el sentido del cierre categorial (aunque reconociendo que su franja de verdad es más estrecha que en otras ciencias, sin reparar en el motivo de esto, y por tanto manteniéndose en una ambigüedad completamente oscura y confusa), y por tanto sigue manteniendo dogmáticamente una inmunización (gratuita) ante las críticas o refutaciones que la filosofía pudiera hacer a teorías cosmológicas tales como el Big bang (nuevamente acogiéndose al lema: «zapatero a tus zapatos»). El motivo central de esta posición, a mi juicio, sería lo siguiente: las incomprensiones de fondo, por parte de CM, de la teoría del cierre categorial. En cuanto al hecho de que CM no repare en lo metafísico y contradictorio de teorías tales como el Big bang, el vacío cuántico o el indeterminismo, el motivo sería otro, pero relacionado íntimamente con el primero: sus «pobres» (por decirlo con tacto) conocimientos de la Ontología del materialismo filosófico.
Parece paradójico, también, que CM, que (como espero haber demostrado) no comprende conceptos básicos de la teoría del cierre, y que arrojarían «serias dudas» de la supuesta cientificidad de la cosmología, y no digamos de teorías como las del Big bang, diga, en su artículo (en su última «pregunta»), que mis errores en materia de análisis gnoseológico de la cosmología provienen de no haber tomado la distinción entre capa metodológica y capa básica de los cuerpos científicos.
En efecto, este autor sostiene que mis críticas a la metafísica que teje «ingentes contenidos» de la cosmología moderna, no errarían tanto si fuesen dirigidas, explícitamente, hacia la capa metodológica, y no a la básica, donde la cientificidad estaría asegurada, y por tanto no podría ser criticada desde la filosofía, en tanto la Gnoseología es «descriptiva», no «fundamentalista» o «autoritaria» (recordemos nuevamente la máxima que me arroja CM: «no condena quien quiere sino quien puede»).
Hasta aquí completamente de acuerdo con CM. ¿Pero la singularidad primordial, el espacio-tiempo global de Minkowski de curvatura cero, el indeterminismo cuántico, &c., en suma, todos los contenidos que llevo criticando, desde el materialismo filosófico, en esta polémica, son para CM contenidos pertenecientes a la capa básica de la física o a la metodológica? Si este autor afirma que pertenecen a la capa metodológica ¿no estaría contradiciéndose, categóricamente, con su afirmación de que la filosofía no puede criticar ontológicamente estos contenidos, por ser ellos científicos? Pero, en cambio, si afirma que pertenecen a la capa básica de la física, como así parece, acorde con su tesis de que son teorías científicas ¿cuál es el alcance que tiene la apelación, por parte de este autor, a la distinción entre capa básica y capa metodológica? Porque en esta polémica no he atacado aspectos «colaterales» o «contingentes» de teorías «científicas» como el indeterminismo cuántico, o el Big bang, sino que las he criticado enteramente, en su mismo núcleo. Si según CM estas teorías pertenecen a la capa básica de la física, no tiene sentido que este autor sostenga que mis «diatribas antimetafísicas», tal como llevo exponiéndolas a lo largo de esta polémica, deberían centrarse en la capa metodológica. Porque si estas teorías que comentamos pertenecen a la capa básica del cuerpo científico, mis «diatribas antimetafísicas» simplemente serían inaceptables enteramente (porque como he dicho no tienen por objeto ir contra contenidos colaterales, sino centrales), fruto, por mi parte, de confundir como «metafísica» lo que no es sino sólida ciencia, entretejida de identidades sintéticas en la capa básica de la física. Y sostener que una identidad sintética científica es una tesis metafísica es, claro está, inaceptable.
Seguramente CM se referirá a que, si quiero atacar «aspectos metafísicos» de la moderna cosmología, tendría que centrarme en aquellos que pudiera encontrar en las capas metodológicas como la coordinación de la Gran explosión con el Fiat lux del génesis, &c., porque, lo que es del todo punto inaceptable, es que mis críticas quisieran centrarse en contenidos de las capas básicas, en tanto al ser científicos, la filosofía no podría criticarlos más allá de un mero análisis gnoseológico. Pero como resulta que mis críticas van dirigidas contra lo que este autor, al parecer, considera contenidos de la capa básica de la física, mis críticas serían completamente inútiles.
¿Pero qué alcance tiene esto? Tomemos por ejemplo la teoría del Big bang, que pertenece a la capa básica según CM. La pregunta aquí es obvia, y ya la hemos realizado anteriormente, a saber: ¿sostener que la teoría del Big bang pertenece a la capa básica (ya que si no la filosofía sí podría triturarla, cosa que niega categóricamente CM) no es tanto como sostener que es una teoría científica estricta, que es precisamente lo que se discute? De otro modo: ¿esta apelación, por parte de CM, a la distinción entre capa básica y metodológica del cuerpo científico no es sino otro intento de enmascarar, u otra nueva formulación de su flagrante petición de principio, por parte de este autor, de que las teorías que yo he criticado a lo largo de esta polémica son científicas, y no teorías metafísicas? Porque lo que yo sostengo no es que la cosmología no sea una ciencia estricta por motivos colaterales, que pudiéramos poner del lado de la «capa metodológica» de dicha ciencia (una crítica que dejase su núcleo «científico» intacto por tanto), sino que los motivos por los que la cosmología no puede ser considerada una ciencia fuerte son constitutivos a dicha disciplina. Y que si la cosmología lleva tanto tiempo considerándose científica, en su sentido estricto, es por el teoreticismo que sobrevuela por las nebulosas ideológicas de la mayoría de físicos.
Estos motivos constitutivos de la cosmología que impiden considerarla –ya lo hemos repetido numerosas veces– desde la teoría del cierre categorial, una ciencia en su sentido fuerte, y de los que no obstante ya hablamos anteriormente, tienen que ver con la imposibilidad de obtener un cierre categorial en la cosmología, de la falta de referenciales fisicalistas necesarios para construir identidades sintéticas, o de la imposibilidad de considerar el Universo como un contexto determinante, &c. Y por ello Gustavo Bueno dice que la cosmología es una disciplina circuncientífica, porque, aun partiendo de conceptos científicos, está condenada a «divagar» continuamente más allá de la propia categoría física. ¿Y cómo podría resolverse esto? De ninguna manera; la cosmología, en su sentido explícito, cuando quiere esbozar tesis acerca de la finitud o infinitud del Mundo, del principio antrópico, del «origen» del Mundo, se constituirá como una disciplina filosófica (o metafísica cuando la filosofía empleada sea sustancialista, acrítica). El hecho de querer que la cosmología moderna sea una disciplina científica en su sentido estricto, como pueda serlo la teoría de la relatividad especial, no puede estar sino inspirado, a mi juicio, por una ideología cientificista, positivista.
Lo que quiero decir con todo esto no es más ni menos que lo siguiente: estoy perfectamente de acuerdo con CM en que mis diatribas antimetafísicas deberían centrarse en la capa conjuntiva de la física, solamente señalaría esto (que no es poco): mis «diatribas antimetafísicas», como él las llama, no es que «deban» dirigirse contra la capa conjuntiva de la física, es que se dirigen de hecho contra contenidos de esa capa, porque ni el Big bang, ni el vacío absoluto, ni el indeterminismo cuántico, &c., son contenidos de la capa básica de la física, como he sostenido desde el comienzo de esta polémica, al decir que no eran contenidos científicos (en el sentido de ser teorías construidas mediante identidades sintéticas), sino metafísicos.
Y son teorías metafísicas, sin perjuicio de su continuo contacto con conceptos físicos. Y como son teorías metafísicas, contradictorias desde la Ontología del materialismo filosófico, este sistema puede y debe triturarlas. De análogo modo a como, por ejemplo, la tesis del móvil perpetuo, aun perteneciente a la capa metodológica de la termodinámica, es criticada por el materialismo filosófico apelando a la contradicción de la Idea de Causa sui.
Muchos de estos contenidos que, aun siendo metafísicos, pertenecen a la capa metodológica de una disciplina científica, están construidos mediante «operaciones hipotéticas». Gustavo Bueno, en la teoría del cierre categorial, pone varios ejemplos de esto: la máquina de Turing, el móvil perpetuo, los conductores de los trenes einstenianos que viajan a velocidades fotónicas, el propio Big bang, &c. ¿Pero acaso una teoría no es genuinamente metafísica, al estar elaborada por «operaciones hipotéticas» imposibles, tales como las que conducen a los conductores de Einstein que viajan a la velocidad de la luz (sin perjuicio de su sentido pedagógico) o al móvil perpetuo? ¿Y no son también imposibles, contradictorias las operaciones hipotéticas que conducen al Big bang tales como hacer desaparecer el espacio-tiempo, y, a la vez, hablar de un «punto» de singularidad (ver por ejemplo TCC, pág. 901-902)? Que los científicos que las ejercitan no reparen en ello, debido a sus escasos conocimientos en Ontología, es otro problema muy distinto. Einstein sabía que sus ejemplos eran imposibles en la realidad; también es imposible la máquina de Turing, con memoria infinita; ¿pero acaso la teoría del Big bang no se presenta como una verdad, como una teoría genuinamente científica, no como una teoría pedagógica (valor que sólo podría atribuirle un creacionista)? Porque esto significa que si muchos contenidos (aun siendo imposibles) pertenecientes a la capa metodológica de la física, tienen un valor pedagógico (en filosofía, por ejemplo, la situación del asno de Buridán es imposible, sin perjuicio de ser un modelo dialéctico pedagógico). ¿Pero qué valor tiene la teoría del Big bang? A mi juicio sólo como modelo polémico para, una vez negado, llegar, apagógicamente, a la tesis de la recurrencia infinita de la materia cósmica en el tiempo. Pero esto es tanto como conceder importancia a la Idea de Dios de la ontoteología para, una vez triturada, llegar al pluralismo ateo.
CM, parece estar de acuerdo en que la teoría del Big bang es un «modelo hipotético», fruto de múltiples operaciones hipotéticas (¿qué ha quedado aquí de las sólidas identidades sintéticas que, según CM, vertebraban esta teoría? Habría que preguntar), pero, apoyándose, a su modo, en un texto de Gustavo Bueno del cierre categorial, nos dice «esto no llevará necesariamente a una ciencia a transformarse en ciencia ficción». De hecho, Gustavo Bueno escribe exactamente, refiriéndose a modelos hipotéticos construidos por operaciones hipotéticas (como los que más arriba nombramos): «Esto no llevará necesariamente a una ciencia transformarse en ciencia ficción: muchas de las construcciones cosmológicas de los últimos años (incluyendo a la 'teoría del Big bang') no son mucho más que 'hipótesis complejas especulativas' y, sin embargo, no son consideradas como ciencia ficción» (TCC, pág. 939). Pero de este texto, que suscribe CM se deducen claramente dos cosas, y no precisamente a favor de la «coherencia» de la argumentación de este autor. Veámoslas:
1º) Si CM reconoce que la teoría del Big bang no más que una «hipótesis especulativa» de trabajo de los cosmólogos ¿cómo este autor puede defender que la teoría del Big bang pertenece a la capa básica de la física, si reconocer su carácter hipotético-especulativo es tanto como reconocer que dicha teoría pertenece a la capa metodológica? Pero si pertenece a la capa metodológica ¿entonces en qué se basa la premisa de CM de que el materialismo filosófico no puede triturar a dicha teoría por metafísica, como tritura por ejemplo el concepto de móvil perpetuo?
2º) Que Gustavo Bueno escriba que los contenidos (pertenecientes a la capa metodológica, como decimos) elaborados por operaciones hipotéticas no tengan por qué ser considerados necesariamente como ciencia ficción, no implica que el Big bang sí pueda considerarse como tal. Y esto porque Gustavo Bueno se refiere, cuando menciona al Big bang, a la opinión de los cosmólogos, no a la suya. ¿Y cuál es la suya, en lo referente a las conexiones entre la teoría del Big bang y la ciencia ficción? Acudamos, por ejemplo, a un texto conocido de este autor:
[El reconocimiento del significado de la racionalidad científica como canon necesario para enfrentarse con la realidad, contra todo género de escepticismo] implica también la discriminación entre las líneas centrales de las franjas de verdad científica y sus líneas marginales, colindantes, muchas veces, con la ciencia ficción, como pueda ser el caso, por ejemplo, de algunas teorías cosmogónicas del Big bang. (Gustavo Bueno, ¿Qué es la ciencia?, Pentalfa, Oviedo 1995, pág. 110.)
¿Y no es precisamente esa discriminación, con más o menos éxito, la que he estado haciendo a lo largo de esta polémica? ¿No es esta discriminación la que lleva a la constatación de la teoría del Big bang como especulación metafísica contradictoria que, aun perteneciendo al cuerpo de la física, pertenece en todo caso a su capa metodológica, no a la básica, y que es plenamente triturable por una Ontología materialista?
En otro orden de cosas, puede que CM quiera preguntar al motivo de por qué en mi artículo anterior no nombré la distinción entre capa básica y metodológica de un cuerpo científico. Pero la respuesta es sencilla: porque estaba siendo ejercitada, sin necesidad de explicitarse, dado que, al criticar el status gnoseológico de la teoría del Big bang, del indeterminismo cuántico, &c., como teorías no científicas en su sentido estricto, sino como teorías metafísicas, era obvio que mis ataques se encaminaban por tanto a contenidos pertenecientes a la capa metodológica de la física. Contenidos metafísicos, contradictorios, sin perjuicio de sus continuos contactos con conceptos y teorías físicas verdaderas, del mismo modo que, por seguir con el ejemplo anterior, el móvil perpetuo está en continuo contacto con conceptos termodinámicos, sin dejar de ser por ello, como hemos dicho, un modelo metafísico contradictorio.
Mutatis mutandis diremos lo mismo con la mecánica cuántica, cuando yo sostenía que la crítica filosófica debía analizar los contenidos que se incluyen bajo el rótulo «Mecánica cuántica», para separar de este modo el grano de la paja, y «triturar» lo que se nos revelase como metafísico.
Por último, Carlos Madrid, después de haberse llevado a lo largo de las páginas de su artículo, ejercitando un «barroquismo» bastante denso en contradicciones, tesis gratuitas y deformaciones ad hoc de mis posiciones, no se le ocurre mejor manera de acabar su artículo que un relato literario, que, según nos dice este autor, sirve de «resumen» de esta polémica. Este breve relato literario, no es sino la «guinda» de CM a su artículo. En este relatillo, CM, sorprendentemente, me hace a aparecer a mí, poniendo en mi boca lo que le conviene, atribuyéndome el papel de inquisidor nada más ni nada menos que contra Kepler. ¿Acaso pretende Carlos Madrid, con esto, que algo de la verdad de la teoría de las órbitas elípticas de Kepler «irradie» a la teoría del Big bang? Porque es obvio que con esta analogía, CM está poniendo a estas dos teorías, aunque sea implícitamente, en el mismo plano de verdad, y a sus críticos, en el mismo plano dogmático, inquisitorial. Éste es, me parece, el «núcleo» de su estratagema. ¿Pero comparar, como «análogos», las teorías de Kepler y la cosmogonía del Big bang no es una estratagema genuinamente gratuita, sin fundamento filosófico alguno, cuyo único objetivo parece ser el de que Carlos Madrid quiera presentarse (o presentar a JALD, por ejemplo) como un mártir de la ciencia que tiene que «aguantar» el fanatismo inquisitorial de (se conoce) materialistas «intransigentes» como yo (en cuyo caso podría mejor haberse inventado su diálogo con Galileo)? ¿No es ésta una estratagema que bien podría usar cualquiera que quisiera inmunizar una teoría, por absurda o ridícula que fuera, queriendo sugerir, sofísticamente, con la analogía del caso de Kepler que nos presenta CM en su relato, u otro análogo, que su teoría es desprestigiada por motivos dogmáticos (y por tanto no por motivos dialécticos objetivos); esto es, que su teoría en el fondo es verdadera y que las críticas que se le hacen no son sino obra de fanáticos? Y si esto es así ¿no es tanto como reconocer que esta «analogía» no vale nada, que tiene como objeto confundir y oscurecerlo todo hasta distorsionarlo por completo? De otro modo: si la teoría del Big bang es objetivamente contradictoria y falsa (o, en el mejor de los casos, –que no es el mío– una teoría completamente hipotético-especulativa), ¿compararla con el «caso Kepler», que nos presenta CM, no es nuevamente intolerable y completamente fuera de lugar?
En el impresentable delirio de CM aparezco como aquellas niñas de la Vía láctea de Buñuel que, ante un auditorio campestre, después de recitar una herejía, concluían «¡Será anatema!».
Pero recordemos como empieza este sorprendente «diálogo» de CM, que da cuenta de sus grandes dotes literarias y de su consolidado sentido del humor (o esto, o de su miseria intelectual):
A modo de resumen: Un diálogo galileano. Supongamos que JPJ hubiera sido un gran inquisidor en la época de Kepler y hubiera tenido que velar por el progreso científico siguiendo su propia interpretación de MF. Supongamos que Kepler hubiera sido sometido a proceso e imaginemos el siguiente diálogo
Pero este «supuesto», como lo llama Carlos Madrid, ¿acaso no es, nuevamente, una estratagema sofística tosca y burda para distorsionar mis posiciones hasta hacerlas irreconocibles y desprestigiarme «ante el auditorio» de la manera ad hominem más estúpida que se pueda imaginar (aunque es cierto que frente a estrategias estúpidas la imaginación siempre se queda corta)? ¿Por qué, en efecto, tendríamos que suponer semejante cosa («Supongamos que JPJ hubiera sido un gran inquisidor»)? ¿Es que a CM no se le ocurrió nada más inteligente, a falta de argumentos, que llamarme inquisidor?
¿Y qué sentido tiene, por parte de este autor, decir que yo velo por el progreso científico desde «mi propia interpretación del materialismo filosófico»? ¿Acaso no es CM el que «interpreta a su modo» el materialismo filosófico, distorsionándolo para que encaje con las nebulosas ideológicas en las que está inserto este autor, como las del Big bang, las del indeterminismo cuántico, &c., contenidos impugnados explícitamente por el materialismo filosófico, sistema filosófico, por cierto, del que sorprendentemente CM se jacta de haber «asimilado su núcleo doctrinal»? ¿Y acaso este autor no ha confundido –por motivos en los que preferimos no indagar– la tarea necesaria desde una filosofía crítica de demarcar gnoseológicamente los contenidos de la física en sus capas básicas y conjuntivas a fin de triturar desde la Ontología los contenidos de la capa conjuntiva que se nos revelen como metafísicos, con una presunta tarea inquisitorial de «velar por el progreso de la ciencia»? ¿CM también me llamaría inquisidor por negar, como metafísico, el móvil perpetuo, o sólo me «calificaría» con este adjetivo cuando negase contenidos que, aun siendo metafísicos y contradictorios (Big bang, indeterminismo cuántico, &c.) como he demostrado desde el materialismo filosófico, pertenecen al «ámbito de creencias» de CM, muy respetables sin duda, pero absurdas desde un punto de vista materialista?
Recordemos, para su mejor «análisis», el diálogo en que CM me hace participar a mí, y en el que, como antes dije, no ya «transforma proyectivamente» mis posiciones, sino que las desintegra para así poner en mi boca lo que le conviene (pondré unos comentarios a esta creación literaria de CM entre corchetes).
JPJ: ¿Puedes tú mostrarnos una verdad, en sentido circularista, que supere a la de las teorías de tus predecesores? [Aquí habría que preguntar a Carlos Madrid: si una identidad sintética sistemática es una relación necesaria ¿cómo puede una verdad, superar a otra, en el sentido de desbancarla? ¿No es esto tanto como sostener que una relación necesaria es contingente? Y si las teorías anteriores eran verdaderas en el sentido materialista ¿no habría que hablar en propiedad de ampliación de la franja de verdad de la teoría de la que se trate más que de superación? Y si la teoría anterior se reveló como falsa ¿por qué tratarla como si fuera verdadera? Vemos, por tanto, que «esto» que CM pone en mi boca, sin ningún tipo de tapujos, es absurdo, y en modo alguno representa algo que pudiera situarse en las coordenadas en las que me encuentro]
Kepler: Puedo mostrar algo de ello, pero Ptolomeo y Aristóteles me superan en mucho en este aspecto. [¿Aristóteles y Ptolomeo, según CM, construyeron más identidades sintéticas en el estudio de las órbitas planetarias que Kepler? Aunque tenemos que tener en cuenta que Kepler no había estudiado la teoría del cierre categorial, ni podría estar situado nunca en la perspectiva del cierre, por lo que el texto de Carlos Madrid es tan anacrónico como ridículo]
JPJ: ¿Puedes tú construir alguna identidad sintética nueva? [¿Por qué si Kepler no sabe lo que es una identidad sintética habría que preguntarle eso? ¿No sería más racional analizar gnoseológicamente sus teorías sin necesidad de preguntarle, dado que la cuestión de la verdad científica es objeto de análisis filosófico, no científico? Hacer esta pregunta a alguien que no conoce la teoría del cierre categorial ¿no sería tanto como preguntar a un creyente si su religión la considera verdadera?]
Kepler: Sí, si tú compartes mis razones para ciertos presupuestos y, además, reconoces los presupuestos que tienen que hacerse para su conformación.
JPJ: ¿Qué presupuestos has hecho? [¿Cómo iba a preguntar yo semejante estupidez? ¿Acaso las identidades sintéticas dependen de determinados presupuestos? ¿Qué puede significar esto? ¿No recuerda esto a las objeciones del escepticismo, pongamos por caso de Sexto Empírico, a la verdad, cuando defendían que para considerar algo verdadero es necesario partir de determinados presupuestos que no pueden a su vez ser justificados y que, si no se aceptan, convierten lo verdadero en falso? ¿Cómo puede interpretarse esto a la luz de la concepción circularcita de verdad del cierre categorial, que la identifica, en el plano de la ciencia, con las relaciones esenciales necesarias y objetivas a las que llega el sujeto operatorio segregando sus operaciones con términos primogenéricos mediante la confluencia de varios cursos operatorios en una identidad, pasando del nivel fenomenológico al esencial? Por otra parte: ¿apelar a presupuestos externos a la construcción científica –que llevan a las conocidas aporías del regressus ad infinitum– no es tanto como situarse en las antípodas del circularismo materialista? Y si esto es así ¿entonces cómo CM puede tener la poca vergüenza intelectual de poner en mi boca posiciones antitéticas de las que estoy situado?
Kepler: Muy dudosos, al menos por lo que respecta a los exclusivamente astronómicos. [¿Qué tiene que ver todo esto de presupuestos dudosos, &c., con la construcción de identidades sintéticas? ¿Está seguro CM de comprender verdaderamente que es una identidad sintética sistemática, o más bien habla de ellas, cierto, como si las conociese de toda la vida, pero sin haberlas saludado?]
JPJ: ¡Anatema! [¿A CM no se le ha ocurrido una mejor manera de tratar de ridiculizarme ad hominem que ésta?]
Kepler: Permíteme, por favor, una última palabra. He hecho dos presupuestos que considero decisivos y en los que creo de todo corazón: el primero es que Copérnico tiene que tener razón porque su descripción del mundo es esencialmente mucho más sencilla que todas las demás y, por consecuencia, es más adecuada al espíritu humano y a la justicia divina. La segunda es que es contradictorio considerar a la Tierra como el centro del universo y, al mismo tiempo, como el lugar del pecado. Por esta razón yo creo que el Sol es la estrella alrededor de la cual se mueven todas las demás. Y al suponer esto, todo lo demás, por más dudoso que pueda ser, adquiere un sentido racional y científico. [Omitamos esta homilía anacrónica]
JPJ: Todo esto no es más que metafísica, monismo y mito. Por lo tanto, una vez más: anatema. [Aquí, con esto, Carlos Madrid realiza el salto mortal de comparar las teorías de Kepler con el Big bang (salto –del que ya hablamos– con el que CM pretende contagiar «de verdad» a dicha teoría). Pero analizando (si es que esto es posible) la respuesta que CM pone en mi boca, se me ocurre la siguiente pregunta: ¿significa esto que CM está de acuerdo con la metafísica monista y mítica de la teoría del Big bang y que cualquier intento de triturarla por parte del materialismo, por sólidas y extensas que sean sus argumentaciones, será calificado por este autor de inquisitorial, para así inmunizarse dogmáticamente de dichas críticas, críticas, ya lo hemos visto, que se salta a la torera durante todo su artículo? ¿No es esto fruto sino de una total falta de sindéresis en cuanto argumentación filosófica se refiere?]
Así pues, el pobre Kepler hubiera tenido que rechazar su propia teoría si hubiese seguido la regla de JPJ.» (Paráfrasis de un texto de Crítica de la razón científica del circularista, según Alberto Hidalgo, Kurt Hübner, y que intenta reducir al absurdo la posición de Javier Pérez Jara por cuanto no distingue, con Gustavo Bueno, entre capa básica y capa metodológica.) [¿Cuál es mi regla? ¿En esta majadería infantil donde este autor se inventa («por la cara») mis posiciones «resume» Carlos Madrid mi demarcación gnoseológica de teorías metafísicas y científicas y la trituración de teorías míticas como el Big bang, por ejemplo, por parte de la Ontología materialista? ¿Es que CM es un consumado humorista o es que es completamente incapaz de entender una sola palabra de mi argumentación y no le queda más recurso que una demagogia estéril como ésta?]
Como vemos, CM no tiene ningún tipo de tapujos en resumir mi posición en esta polémica a la de un inquisidor fanático que, sin ningún tipo de argumentos, condena ridículamente («¡Anatema!») a quienes se le oponen, siguiendo no se sabe muy bien qué regla que CM también me atribuye, seguramente debido a su innegable y creativo talento literario (afición a la literatura que sin duda compensa sus lagunas en materia filosófica).
¿Pero la calificación de inquisidor que me hace CM no será más bien un genuino caso de «proyección de la personalidad» por parte de este autor? Porque si es por manejo de tesis gratuitas y dogmatismo ¿no encajaría mejor el papel de inquisidor con CM? De otra manera, y dicho más explícito: ¿no es precisamente el dogmatismo de CM, en lo referente al Big bang, por ejemplo, precisamente el que denuncia Halton Arp como inquisitorial? ¿No encajarían las palabras de un inquisidor mejor que en mi boca, en la de CM? Pongamos por caso, después de todas las páginas escritas en mi artículo anterior y en éste sobre por qué el Big bang, gnoseológicamente es un contenido metafísico contradictorio de la capa conjuntiva de la física ¿no es más fácil imaginarse a CM respondiéndome simplemente, después de ignorar todos mis argumentos, como ha hecho en su artículo: «¡Anatema! El Big bang es una teoría científica y la filosofía no puede tratar de triturarla»? ¿Y acaso no este autor «el que vela» por las «intromisiones» de la filosofía en sus trituraciones de los contenidos metafísicos del cuerpo de la física de su capa conjuntiva, que él considera inmunes a toda trituración filosófica pidiendo el principio de que son contenidos pertenecientes a la capa básica, sin ningún tipo de argumento al respecto, del mismo modo a como los sacerdotes religiosos se inmunizan contra la crítica de los ateos pidiendo el principio de que las revelaciones bíblicas son verdaderas cuando esto es precisamente lo que se discute? ¿Pues dónde están los sólidos argumentos por parte de CM donde al menos trate de demostrar que la teoría del Big bang, o el indeterminismo cuántico, pongamos por caso, son contenidos de la capa básica de la física, constituidos por sólidas identidades sintéticas y no meros contenidos metafísicos pertenecientes a la ideología o filosofía espontánea de muchos científicos actuales? Nuevamente se encuentran en el mismo lugar donde yace, por los siglos de los siglos, la segunda parte del Tractatus de Wittgenstein.
Por otra parte, mis argumentos, sean discutibles o no, ¿acaso no poseen la rigurosidad mínima como para no ser tildados de inquisitoriales, o de dogmáticos, o de gratuitos so pena de distorsión sofística por parte de quien así los calificase? ¿No es esta calificación («¡Inquisidor!») un último intento desesperado por parte de quien, careciendo de argumentos pero, a su vez, incapaz por su falsa conciencia, de reconocer sus errores, quiere seguir saliendo airoso aunque para ello tenga que desprestigiar a su adversario ad hominem, deformando sus opiniones o simplemente inventándoselas, aunque éste lo triture objetivamente? De otro modo: ¿no es CM el que «condena» gratuitamente, sin haber entendido siquiera mis críticas, sin siquiera exponerlas, sin siquiera tratar de enfrentarse a ellas?
Concluyo: no hay nada de interés en el artículo de Carlos Madrid, y es, a ciencia cierta, el más gratuito de todos los que forman parte de esta polémica desde sus inicios.
Nota
{1} Presento de nuevo el sorprendente «cuadrito» de CM expuesto en su artículo anterior:
ETIC | |||
---|---|---|---|
Rol Científico | Rol Filosófico | ||
EMIC | Rol Científico | José Antonio López Díaz | Sigfrido Samet Letichevsky |
Rol Filosófico | Javier Pérez Jara | Gustavo Bueno |
{2} El materialismo filosófico, al establecer las relaciones de causalidad en función de los cuerpos, establece que el determinismo causal se mueve a escala corpórea, siendo los cuerpos los individuos determinados (=codeterminados unos junto a otros sinalógicamente) en un aquí y un ahora. Pero como ya hemos dicho, el materialismo filosófico reniega de la visión corpuscularista de los electrones, fotones, &c., y se acoge a una visión ondularista. Esto significa que a escala microscópica, la mecánica cuántica se contradice, por una parte, al tratar a sus individuos como corpúsculos, y, por otra, al tratarlos como indeterminados. Al pensar los electrones como corpúsculos, por ejemplo, necesariamente habría que verlos como determinados causalmente. En todo caso, el materialismo filosófico denuncia, como metafísica, la concepción indeterminista-corpuscularista (a «nivel subatómico») de la mecánica cuántica, pero no se acoge a una visión determinista-causal de los «individuos cuánticos», al defender que éstos no son corpúsculos (y por tanto que están en otro contexto de en el que se dan las relaciones causales), sino ondas energéticas, en las que, en todo caso, no interviene la emergencia metafísica que habría que postular para explicar «los movimientos cuánticos» (no continuos) de las llamadas «partículas elementales» pensadas a la vez como corpúsculos, y a la vez como indeterminadas. Esto significa que si no podemos hablar, en sentido estricto, de relaciones de causalidad en el «ámbito microscópico», dado que este ámbito no está constituido por cuerpos (sin perjuicio de que lo sigamos considerando como primogenérico), sí podemos hablar de razones (ver, por ejemplo, Gustavo Bueno, «Predicables de la Identidad», El Basilisco, nº 25, pág. 20).