Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Maiora in Dies, que eleva al rango de Pontificia la Academia Mariana internacional (8 de diciembre de 1959) (original) (raw)

CARTA APOSTÓLICA
DADA EN FORMA DE
MOTU PROPRIO

MAIORA IN DIES

*

DEL SUMO PONTÍFICE

JUAN XXIII QUE ELEVA AL RANGO DE PONTIFICIA LA ACADEMIA MARIANA INTERNACIONAL

Es fácil comprobar que en nuestro tiempo el culto a María toma cada día mayor incremento, pues se diría que no sólo las artes, sino especialmente las ciencias sagradas rivalizan para que las naciones cristianas fortalezcan y aumenten su fe y piedad hacia la Virgen María, que inspirada por el Espíritu Santo predijo de sí misma en su admirable cántico: «Todas las generaciones me proclamarán Bienaventurada» (Lc 1,48).

Muy oportunamente nuestro inmediato Predecesor Pío XII, de inmortal memoria, escribió en la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus: «Es un gran consuelo para Nos ver que al mismo tiempo que la fe católica se manifiesta pública y activamente, florece y se fomenta más cada día la piedad a la Virgen Madre de Dios y hace presagiar en todo el mundo una vida mejor y más santa. Por este motivo, mientras la Santísima Virgen cumple amorosamente su misión maternal en favor de los redimidos con la sangre de Cristo, las inteligencias y los corazones de sus hijos se sienten movidos a estudiar con más ardor y empeño sus prerrogativas» (Pío XII, Cont. Apost. Munificentissimus Deus; AAS, XLII, 1950, pág. 753).

Pues bien; la Academia Mariana Internacional nació de este auge no sólo en la doctrina, sino en la piedad hacia María. Pues se fundó precisamente para «promover eficazmente y fomentar los estudios, especialmente científicos, tanto especulativos como histórico­críticos sobre la Santísima Virgen María» (Statuta Acad. Mar. Inter., art. 1) ; y, por consiguiente, para lograr el fin propuesto, procuró publicar algunas colecciones de obras, y el propósito de que se promoviesen oportunamente congresos marianos internacionales, semanas y conferencias (ibid., art. 2) tuvo también mucho éxito, para lograr dicho fin, sobre todo con los congresos internacionales celebrados en 1950, 1954 y 1958, cuyas actas figuran en las revistas que llevan por título Alma Socia Christi, Virgo Immaculata, Maria et Ecclesia (cfr Nuntia Periodica, n. 6, Roma, 1959, 78-84).

De todas ellas se deduce muy claramente el mérito que ha tenido la Academia Mariana en este auge de la Mariología y de la piedad mariana.

Considerando, pues, atentamente los magníficos resultados que ha conseguido dicha Academia, hemos juzgado oportuno otorgarle el título, los derechos y privilegios de Academia Pontificia.

Nos deseamos que esta Academia nuestra trabaje en el futuro, como hasta ahora, en unión con otras academias y asociaciones marianas en todo el mundo, uniendo las fuerzas e iniciativas para alabar y honrar a la Virgen María, ajustándose a las normas establecidas por nuestro Predecesor Pío XII, de inmortal memoria, con ocasión del segundo Congreso internacional (Pío XII, Radiomensaje a los participantes en el Congreso Mariológico-Mariano Internacional celebrado en Roma; AAS., XLVI, 1954, págs. 677-680) en las cuales oportunamente se advierte que la Mariología, basada en sanos y sólidos fundamentos, no debe ir más allá de la verdad por consecuencia de una falsa e inmoderada audacia, ni debe ser reducida a límites demasiado estrechos al considerar aquella peculiar dignidad propia de la Madre de Dios y de la Asociada Santísima a la redención de Cristo.

Además, con el fin de que se celebren más segura y regularmente los congresos internacionales decretamos se establezca una Comisión especial y permanente con misión de organizarlos y que será un órgano de la propia Academia.

Todo lo cual Nos es grato proclamar en honor de Nuestro Señor Jesucristo, único Mediador entre Dios y los hombres, y en alabanza de la Bienaventurada Virgen María, Madre nuestra, a quien nuestro Predecesor León XIII llamó «la gran defensora de la unidad cristiana» (León XIII, Enc. Adiutricem populi, en Actas de León XIII, XV, pág. 308) y a quien ya en un principio la Iglesia veneró como a Madre de la unidad católica, es decir, como a Madre que une la Cabeza con el Cuerpo, a Cristo con la Iglesia, al Esposo con la Esposa, por la cual —como dice San Juan Damasceno— «somos contados entre los ciudadanos de la Iglesia católica y apostólica» (S. Juan Damasceno, In Annuntiationem sanctissimae Dominae Nostrae Dei Genitricis sermo; PG, 96, 656).

Todo lo cual mandamos y decretamos por el presente Motu proprio, no obstante cualquier otro en contrario.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día ocho de diciembre, en la fiesta de la Inmaculada Virgen María, el año mil novecientos cincuenta y nueve, segundo de nuestro Pontificado.

IOANNES PP. XXIII.


* AAS 52 (1960) 24-26.