La "selección" de ETA. CR270 (original) (raw)

Domingo, 17 de diciembre de 2000 - Número 270

EXTORSIÓN | LA «SELECCIÓN» DE ETA

La "selección" de ETA

ILDEFONSO OLMEDO

Kortabarría (Real Sociedad) e Iríbar (Bilbao) saltan al campo de Atocha en 1975 con la bandera vasca, aún ilegal.

El héroe, el euskaldun que ya lucía una ikurriña como brazalete de capitán cuando jugaba para el Girondins de Burdeos, el orgullo de la causa vasca que en 1995 movilizó a sus abogados para que reescribieran en sus documentos con euskara el Vicente con el que recibió las aguas bautismales, empezaba a mutar a villano. Para los más radicales, dejar por dinero el señero Athletic para irse al alemán Bayern de Múnich era una traición que trascendía lo deportivo. Por eso, como si de un Judas se tratara, a Bixente -o tal vez Vicente otra vez- le lanzaron monedas. Y de aquellos polvos ETA acaba de hacer, con una lista de agravios descabellados que adornan la primera extorsión conocida a un ciudadano francés, nuevos lodos en su escalada del terror y el chantaje.

Por vez primera en su historia, ETA quiere mandar también en el fútbol. Ya sin subterfugios. No le basta con infiltrarse en las peñas más radicales de los clubes históricos y reclutar entre los más fanáticos a sus cachorros de la kale borroka, o sacar a pasear fotos de todos sus presos durante los encuentros de la selección vasca, como ocurrió en 1998 en Anoeta (San Sebastián) en el partido contra Uruguay, con Otegi y la plana mayor del PNV presidiendo el encuentro. De confirmarse la autenticidad del manuscrito remitido a los padres de Lizarazu, con el inequívoco sello del hacha y la serpiente, la banda terrorista ha empezado a hacer su propia selección, su lista de jugadores. Y Lizarazu -«No podéis esperar mientras otros realizan la lucha»- ha sido convocado bajo amenaza: o paga, y sigue jugando, o él y sus bienes pueden quedar para siempre fuera de juego.

En definitiva, la macabra frase hecha del atracador: la bolsa o la vida. «Tienes influencia en muchos jóvenes y, por tanto, cuando juegas con ese equipo [alusión a la selección francesa, con la que ha sido campeón del mundo y de Europa, y que al modo de ver de los autoproclamados custodios de las esencias nacionales vascas representa a un Estado enemigo de Euskal Herria] suscitas sentimientos encontrados a muchos ciudadanos vascos: por un lado, orgullo y alegría al ver a un deportista de máximo nivel. Y por otro, indignación y pena al ver que defiendes unos colores e ideas que no son euskaldunes», aparece escrito en la carta.

Colores, ideas y... cuenta corriente. «ETA», ha subrayado el filósofo y portavoz de Basta ya Fernando Savater, «tiene mucha pasión por el fútbol pero más por el dinero». Sólo la Iglesia, ha dicho también Savater, queda de momento fuera de las nuevas oleadas de cartas (las últimas, también dirigidas a decenas de profesionales liberales, se registraron en marzo, septiembre y noviembre). Desde 1993, al menos, los responsables del aparato de extorsión de la banda tenían «instrucciones que se siguen al pie de la letra», según el juez Garzón, para chantajear a la elite del deporte. En uno de los documentos incautados al etarra Dorronsoro tras su detención, titulado Eneko-ri, se alecciona a los cobradores para que empiecen a recabar información sobre los deportistas de mayor fama y dinero, también vascofranceses.

No todo quedó en papel mojado. Según ha desvelado el ex ministro socialista de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, aquellos propósitos mafiosos llegaron a materializarse. «El de Lizarazu», dice el superministro entre 1993 y 1996, «no es el único caso, aunque sí el primero que se ha hecho público. Antes había futbolistas que pagaban». No quiso dar nombres.

La relación de ETA y su mundo con el fútbol es de amor y odio. En un reciente comunicado interno se calificaba el deporte como «enemigo de Euskadi», «factor integrador con España». O incluso peor, reencarna el imperialismo, como los restaurantes de comida rápida. «Comer una hamburguesa en un McDonald's, en principio no es bueno ni malo, pero cuando te das cuenta (...) que la carne la exportan desde USA, que mucho es grasa, o que crea una adicción por el tipo de cocinado, ketchus, etc., es una manera de imperialismo por la cocina. Da que pensar». Y con el fútbol, lo mismo: «Ver fútbol en principio no es bueno ni malo, pero...». Ambos párrafos aparecen en la ponencia Piztu Euskal Herria (Encender Euskadi), una de las cinco presentadas al proceso abierto para refundar Herri Batasuna.

Difícil resulta en estos momentos, a diferencia de lo ocurrido con la primera mesa nacional de HB, que en la futura cúpula directiva de la izquierda abertzale esté un jugador del mismo club que despidió con rostro destemplado al vascofrancés Lizarazu. Entonces, en 1979, entre los fundadores del órgano rector del brazo político de ETA se contaba Iríbar, el legendario portero 49 veces internacional con la camiseta española.

DEL BILBAO A HB Dos décadas después, otro ex jugador del Athletic, Endika Guarrotxenea, fue miembro de la Mesa Nacional que relevó a la que Garzón encarceló por apología del terrorismo. Iríbar ha perdido protagonismo político. Desde 1988 es el responsable junto con Javier Expósito de la escuadra heredera de aquella primigenia selección vasca en el exilio que en la segunda mitad de los años 30 recorrió medio mundo para la República contra la que se había sublevado Franco. Fueron años de guerra en los que otro futbolista, la antigua figura vizcaína José Antonio Aguirre, mandaba en el PNV.

Que el fútbol -que tanto instrumentalizó el dictador- podía ser muy político lo entendieron enseguida los más independentistas. Muerto Franco, Iríbar y un jugador de la Real Sociedad (Kortabarría, el único vasco que ha renunciado a jugar en la selección española) saltaron a Atocha portando una ikurriña, entonces prohibida. Era el 5 de diciembre de 1975, día de derbi entre los dos grandes clubes vascos.

No sólo entonces el independentismo hizo peña con el balompié. Ahora, el estandarte tras el que marchan al unísono violentos y no violentos es la reivindicada selección vasca. Cada uno de sus partidos navideños (el próximo será el día 29, frente a Marruecos) se convierte en un inmenso altavoz donde, ocasionalmente, se hace procesión con las fotos de los presos etarras. Ocurrió hace dos años en el estadio de un club, el de la Real Sociedad, que lució un enorme lazo azul mientras estuvo secuestrado Julio Iglesias Zamora pero que no hizo pública nota oficial alguna tras el asesinato por ETA, este 21 de noviembre, de otro socio, el catalán Ernest Lluch, miembro del colectivo Elkarri.

Que la banda armada no respeta ni al fútbol ha quedado claro con la carta a Lizarazu. Pero, ¿respeta el fútbol el abertzalismo?, ¿condena inequívocamente los atentados? Controvertida es la postura del ex club del propio Lizarazu. En San Mamés nunca se guardan minutos de silencio cuando ETA asesina.

PAZ EN SAN MAMÉS «El Athletic es un catalizador», dice su presidente, Arrate, «que aúna todas las ideologías; es un espacio de paz y concordia». Su noble propósito quedó en entredicho el pasado año. Para no ofender a quienes consideran legítimo secuestrar y matar -la misma minoría que estalló en gritos irrespetuosos en el campo del Alavés esa jornada de liga-, el club bilbaíno se negó a guardar un minuto de silencio tras el asesinato en Sevilla del concejal del PP Alberto Jiménez Becerril y de su esposa Ascensión. Al poco, con motivo de un partido con la Real coincidiendo con el Alderdi Eguna (día de la patria vasca), los dos equipos saltaron a San Mamés con una enorme ikurriña. Un vicepresidente, Domingo Guzmán, dijo que había vivido uno «de los días más tristes como directivo». Habló también de «politización» e «irresponsabilidad». Años antes los jugadores bilbaínos expresaron su rechazo a los últimos fusilamientos del franquismo con inequívocos gestos públicos.

«Es triste que jugadores que firman manifiestos por los presos y por la selección vasca callen ahora», ha levantado su voz el concejal de San Sebastián por el PP Ramón Gómez. Los que sí han gritado fueron dos del Osasuna de Pamplona. Alfredo Sánchez y Alex Fernández -madrileño y catalán, paradógicamente- la armaron tras el partido que su equipo jugó en Mallorca el pasado domingo. Terminaron encarando a unos policías, según éstos, con amenazas: «Tenemos muchos amigos en HB. Ya os enteraréis. Ganamos 50 millones cada año. Nosotros dormiremos tranquilos; vosotros no».

LAS PEÑAS ¿Se referían los futbolistas, acaso, a los alrededor de 400 miembros de la peña abertzale osasunista Indar Gorri (Fuerza Roja)? ¿Era todo una pura fanfarronada alcohólica? Sea una cosa u otra, la vinculación de algunos miembros de las hinchadas más radicales del fútbol vasco y navarro con ETA es más que conocida. Este año ha sido encausado, por colaborar con la banda terrorista, el presidente de la Agrupación de Peñas Vascas del Athletic, Francisco Javier Cano. Y a Herri Norte, los ultras de San Mamés, perteneció Iñaki Herraz, Txapas, etarra detenido en París. No le va a la zaga la donostiarra Peña Mujika. Los seguidores de la Real no olvidarán el domingo, 21 de marzo de 1999, que murió (luego se aclaró que fue un suicidio) el miembro del Comando Donosti José Luis Geresta. Los pro-etarras cubrieron el marcador electrónico del estadio con una gigantesca ikurriña con crespón negro.

Las nuevas cartas para el impuesto revolucionario, que según algunas fuentes de la lucha antiterrorista podrían estar llegando a gente de otros deportes, pretenden que el conflicto trascienda más allá del césped. «En la definición de Haika [fusión de Jarrai y Gazteriak, los jóvenes radicales navarros] ya dijeron que eran un movimiento internacionalista», recuerda el sociólogo Javier Elzo. «Ahora ETA», añade, «al elegir a Lizarazu y no a otros deportistas vascos que participan por ejemplo en la selección española, pretende la táctica de internacionalizar el conflicto. No nos damos cuenta de la propaganda que les hacemos. Hasta el primer ministro francés, Lionel Jospin, ha terminado hablando de Lizarazu y ETA».

En Alemania, donde el jugador es una de las estrellas del potente Bayern de Múnich, la tragedia de Lizarazu -«Paga o muere, vasco», titulaba el jueves Die Welt la noticia sobre la extorsión- ocupa mucho más espacio informativo que el peor atentado etarra. El Bild, por ejemplo, dedicaba el viernes ocho líneas al asesinato del concejal del PP Francisco Cano, mientras que daba media página sobre la aparición de Lizarazu, rodeado de cuatro guardaespaldas, en el entrenamiento del club del jueves.

Por mucho que pueda exagerar en ocasiones el periódico sensacionalista, esta vez narra hechos reales (no es como la controvertida novela del vizcaíno José María Isasi Urdangarin que convierte a Julen Guerrero en un insumiso concienciado con los problemas políticos de Euskadi y novio de la hija de unos etarras). La prensa alemana habla de un personaje de carne y hueso que ha llegado a reconocer que teme por su vida. Sí -parecen haber descubierto-, un deportista francés que se siente vasco y vive en Alemania puede ser víctima de una banda terrorista que reivindica una patria a sangre y fuego. Hay un precedente: el IRA, de Irlanda del Norte, amenazó en una ocasión al extremo del Manchester George Best.

Bixente Lizarazu, nacido en San Juan de Luz (Francia) el 9 de diciembre de 1962, siempre ha profesado su vasquismo. Su único hijo, fruto de una anterior relación (ahora está vinculado con la cantante francesa Elsa Lunghini), tiene nombre euskaldun: Tximista (rayo). «El País Vasco», dice en su página web, «representa mis raíces... Un lugar extraordinario donde da gusto vivir». La tierra a la que termina volviendo «para cargar batería». Su origen le permitió en el verano del 96 ser el primer jugador perteneciente al Athletic del otro lado de la frontera. También ser convocado para la sección vasca, junto con Deschamps (de Bayona y ahora en el Valencia).

CANTÓ EN EUSKARA En Bilbao, ciudad que nunca hizo suya y donde ni siquiera tuvo la oportunidad de practicar surf (una de sus pasiones), recibió un tratamiento particularmente cariñoso por parte de la afición. Se fundaron dos peñas en su honor y participó en diversas iniciativas que vinculaban el deporte con la cultura vasca. Llegó hasta a cantar en euskara en un especial navideño que organizó Euskal Televista. Aún nadie le lanzaba monedas.

Sus mayores éxitos deportivos -con la selección francesa- los ha logrado desde que vive en Alemania. En 1998 ganó la Copa del Mundo y este año, la Eurocopa. Como prima, cada miembro del equipo recibió 180 millones de pesetas, dinero que, según ETA, son «honorarios recibidos del enemigo», de un Estado que «oprime a Euskal Herria».

Los bávaros del Bayern pagaron unos 1.200 millones de pesetas al Bilbao por Lizarazu, que percibe al año desde entonces unos 298 millones. El presidente del club germano, el Kaiser Beckenbauer, ha recibido con consternación y sorpresa las amenazas a su pupilo: «Es lamentable la enorme cantidad de locos que andan sueltos». Mientras, para el jugador, que se recupera de una lesión, se le han terminado sus días de paz. Acababa de celebrar su 31 cumpleaños, en París junto a su novia Elsa, cuando supo de la carta. Juntos salían de ver la última película de Schwarzenegger, El sexto día, y comprendió que para él nunca llegaría ya esa séptima jornada de descanso de la que habla la Biblia cuando refiere la Creación. Aunque su libro de cabecera es otro, Pour que la terre soit plus humaine (Para que la tierra sea más humana). Sin hachas ni serpientes acechantes.


DE IRÍBAR A LIZARAZU

Primero fue una leyenda viva del fútbol español, con cuya selección llegó a disputar 49 partidos, superando el récord de participaciones que tenía el mítico Ricardo Zamora. A partir de la muerte de Franco, al que sobrevivió como futbolista en activo cinco años, se convirtió en un referente político del independentismo vasco. José Angel Iríbar, al que todos conocían bajo los palos como Chopo, compatibilizó en sus últimos años de portero en activo el deporte y la política. Así, el 19 de octubre de 1978 compareció ante los medios de comunicación como miembro fundador de la primera Mesa Nacional de Herri Batasuna. Pero a diferencia de su correligionario Inaxo Kortabarría, amigo personal de Txomín (el dirigente etarra Domingo Iturbe Abasolo) y único jugador vasco en toda la historia del fútbol que se negó a ir a la selección española, Iríbar nunca renunció a vestir la camiseta con los colores rojo y gualda. No obstante, sus gestos dejaron bien a las claras su posición en el conflicto vasco desde casi la misma muerte de Franco. La foto de arriba, de 1975, así lo atestigua.

El Athletic de Bilbao fue su club desde que, en 1962, los directivos de la entidad lo ficharan del Basconia. Junto a Rafael Moreno (Pichichi), Telmo Zarra y Piru Gainza, es la figura más emblemática de la entidad. Para ella Iríbar jugó durante 18 temporadas, tiempo en el que llegó a ganar en dos ocasiones la Copa del Generalísimo (1969 y 1973). Un año antes de su retirada, en 1980, el portero nacido en Zarauz (1/3/1943) jugó su último partido internacional. Pero esta vez fue ya con la selección de Euskadi, que reaparecía tras el largo paréntesis franquista y a la que, desde 1993, dirige junto con Javier Expósito. Entre sus convocados -además de navarros y otros vascofranceses- ha llegado a estar el joven Bixente Lizarazu, al que ETA ahora pretende extorsionar.

Aunque su nombre ha llegado a figurar, años atrás, en alguna lista electoral de la coalición HB, la labor que Chopo ha venido desarrollando en política se ha centrado básicamente en el ámbito cultural. Incluso destinó la recaudación de su partido homenaje a la edición de un diccionario en euskara sobre temática deportiva. ¿Se alineará ahora con Bixente Lizarazu?