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ENTREVISTA/ Isabel Guerra
�Yo era una ni�a rebelde que rechazaba a los maestros. Quer�a hacerme mi propia escuela. Y no estoy arrepentida�

Isabel Guerra es la monja pintora que, desde su clausura en el monasterio cisterciense de Santa Luc�a, Zaragoza, llega cada dos o tres a�os a Madrid para exponer sus cuadros: llenazo asegurado, venta total. Sus vocaciones han corrido paralelas desde la adolescencia: fue una ni�a rebelde que quiso pintar y amar a Dios, autodidacta. No crean que la vida mon�stica le ha apartado de las preocupaciones terrenas: convencida de que este mundo no puede gustarle a nadie, su obra contiene un mensaje de esperanza: la belleza es posible, no todo est� perdido.

Por Elena Pita. Fotograf�a de Chema Conesa

V�speras de El Pilar. En el monasterio de Santa Luc�a (Zaragoza), todo est� preparado para festejar la patrona. Huele a coliflor cocida. Tocamos un timbre, pero el port�n est� entornado y entramos sin esperar. ��Vienen a ver a Isabel Guerra?�. La voz suena en el hall sin presencia alguna. Nos miramos: �eh? �S�, ustedes, �vienen a ver a Isabel Guerra?�. Nos habla una persiana de madera clara, sin rostro ni luz. Y nosotros, s�, s�. �Pues crucen el refectorio, llegar�n a un vest�bulo con tres puertas, abran la de la izquierda, entrar�n en otro vestibulillo; sigan y, al fondo, encontrar�n el comedor: all� les espero�. La voz. Isabel Guerra es una monja de aspecto convencional, de siempre, menuda e ingr�vida sobre sus botas tobilleras, edad indescifrable (Madrid, 1947) y tez transl�cida apenas moteada de alguna rojez sin disimulo. Hubo un tiempo que para pintar viajaba, haciendo uso de una bula papal, pero ya no: prefiere el silencio del convento, donde pinta a sus muchachas, c�ndidas y bellas, im�genes hiperrealistas, como fotos, sobre fondos abstractos o figurados, como papeles pintados.

**P.**La Historia del Arte cuenta con no pocos religiosos artistas, pero hoy, �ya s�lo queda usted?

**R.**Bueno, no s�, no me atrever�a a decir tanto: �nica mujer consagrada dedicada a las artes... Quiz� s� sea la �nica con una vida tan intensa en cuanto a exposiciones.

P. O sea, �xito. �Le sorprende que nos sorprendamos tanto de su condici�n?

R. Hay a�n quien se sorprende, s�, pero es anecd�tico: llevo tantos a�os en las galer�as madrile�as... Al verdadero aficionado al arte le da lo mismo mi condici�n personal.

P. Sin embargo, en Sokoa, su actual galer�a, me han comentado que cuando empez� con ellos hace i8 a�os trataron de ocultar su condici�n religiosa. �Por qu�?

R. S�, as� fue, pero de repente un d�a la gente te conoce personalmente, porque al p�blico le gusta hablar con el pintor, y el pintor aprende de la reacci�n del p�blico. Es algo que yo no trato de ocultar.

P. Sinti� la vocaci�n pict�rica a los i2 a�os, �por qu� no enfoc� por ah� sus estudios?

R. Desde entonces no hice nada m�s que pintar, lo dej� todo: me dediqu� a estudiar y vivir la pintura en toda su plenitud.

P. Pero sin t�tulos, �no ten�a medios?

R. No, no, en absoluto. Mi familia era acomodada, disfrut� de un ambiente muy agradable para desarrollar cualquier estudio. Ten�a el privilegio de vivir en la esquina del Viaducto, entre el Palacio Real y San Francisco el Grande [Madrid], con los balcones mirando a la sierra. Todo empez� por cumplea�os, me regalaron una caja de �leos y sent� una emoci�n inexplicable: abr� el balc�n, vi aquel paisaje, el mismo de los retratos de Vel�zquez, y sobre la tapa de una caja de puros copi� del natural. Pero yo era una ni�a rebelde que rechazaba a los maestros: quer�a hacerme mi propia escuela y estudio. No s� si para bien o para mal, pero as� fue y el resultado ah� est�, que otros lo juzguen. No estoy arrepentida, no me ha ido mal.

P. �C�mo estudiaba?, �lo confi� todo a su intuici�n?

R. Sola. Pens� que lo importante era aprender a ver, y que eso lo ten�a en los grandes maestros y en los museos. Me pasaba largu�simas horas en el Prado, en cuanta exposici�n se convocaba, estudiando los libros de arte, que siempre han sido mi obsesi�n, que me comen el terreno y la vida. Pero lo m�s importante para crear tu propio mundo es trabajar incesantemente.

P. Y ahora que es usted acad�mica de la Real de San Luis, �sigue pensando que a pintar no se ense�a?

R. No me atrever�a a decir que el m�o sea el camino id�neo. El aprendizaje junto a un gran maestro puede ser muy v�lido para desarrollar despu�s el propio estilo. Pero yo lo vi as�, y no tuvo vuelta atr�s.

P. Expuso por primera vez con i5 a�os. �Qui�n le organizaba las exposiciones?

R. Ciertas amistades de mis padres relacionadas con el mundo del arte.

P. �Le trataron como ni�a prodigio?

R. Tal vez s�, aunque hoy con i5 a�os ya no eres una ni�a, entonces s� lo eras. A m� me molestaba mucho lo de ni�a prodigio, no me hac�a ninguna gracia; yo quer�a ser una pintora normal.

P. �De ah� quiz� su rebeld�a?

R. Pues pudiera ser.

P. �Y a qu� edad sinti� la llamada de Dios?, �se dice as�?

R. S�, se dice as� [sonriente]. Pues a la misma, a los i2 a�os. Pero a esa edad no puedes encontrar el lugar donde desarrollar tu vocaci�n. Tuve que esperar hasta los 23 para realizar esa llamada, hasta encontrar este monasterio.

P. �Cu�l fue la primera reacci�n de su familia: pensaron que el convento truncar�a su futuro como artista?

R. Terrible, sobre todo por parte de mi madre. L�gico, yo era hija �nica, y ellos viv�an absolutamente centrados en m�. Hab�an estado i0 a�os de matrimonio deseando tener un hijo, sin conseguirlo: fui una ni�a muy deseada. La separaci�n se les hac�a terrible, pero fueron evolucionando en su manera de verlo y, al final de su vida, estaban absolutamente encantados: �Estamos felices, est� donde mejor pod�a estar�, dec�an. Luego tuve la gran suerte de poder asistirles en sus enfermedades hasta la muerte.

P. �Y usted nunca temi� que una vocaci�n solapara a la otra?

R. S�, al entrar en el monasterio, pens� que probablemente la pintura sufriera, incluso que tuviera que desaparecer de mi vida. Pero el mismo d�a que ingres�, mis superioras me dijeron que aqu� podr�a seguir pintando exactamente igual: era una pr�ctica que se adaptaba perfectamente al monasterio. San Benito, autor de la regla benedictina, que tambi�n profesamos los cistercienses, dedica un cap�tulo de su obra a los artistas del monasterio.

P. He le�do que cuando ingres� en clausura su estilo era impresionista, que luego evolucion� hacia el expresionismo y que ahora se acerca m�s al realismo.

R. S�, ahora mi pintura va siendo m�s empastada e incorporo elementos de abstracci�n en los fondos, que hacen una especie de mestizaje con el realismo de la figura.

P. Y, desde una vida tan apartada, �qu� influye en su pintura para hacerla evolucionar?

R. El monasterio es un lugar riqu�smo para la inspiraci�n. Nuestro modo de vida se orienta a la b�squeda de la belleza; para nosotras la est�tica no es solamente escenogr�fica, sino vital: buscamos la paz y la serenidad, un clima de silencio y admiraci�n hacia el creador.

P. Pero, �cu�l es su ventana al mundo real?

R. Pues los medios de comunicaci�n y las personas que se acercan al monasterio, que como cisterciense tiene una actividad de acogida a quienes quieren participar en nuestra vida de oraci�n, contemplaci�n, silencio y liturgia, y nos hacen part�cipes de sus problemas: vienen en busca de una palabra y de que les escuchen. Se produce un intercambio, conocemos sus esperanzas y desesperanzas, sufrimientos y goces.

P. �Una acogida caritativa?

R. No, no, fraternal, de amistad. Pasan con nosotros unos d�as, rezan con nosotras, participan del silencio y respiran un clima totalmente distinto.

P. Isabel, �qu� le transmite esa realidad que ve cuando sale al exterior?, �le gusta?

R. �Este mundo convulso y violento que vivimos? Yo creo que no puede gustarle a nadie. Intento luchar dando pistas de todo lo contrario: luz y esperanza. Hay otros que luchan con el testimonio, utilizando el arte como un espejo de la violencia. Yo intento transmitir una f�rmula que evite que la violencia se apodere de nosotros.

P. �El arte no ha de servir para transmitir los sentimientos que lo real provoca en el artista?

R. Yo me baso en lo real, no invento mis im�genes, pero llamo la atenci�n sobre la paz y la luz, que s� est� entre nosotros. Por ejemplo, ahora mismo estamos aqu� bien, a gusto, sin violencia: luego es un mundo posible, y eso es lo que intento demostrar: que no est� todo perdido, que la situaci�n no es irreversible, que no estamos en el camino a la distorsi�n absoluta de la Humanidad. No, es posible encontrar caminos de belleza. Esto es lo que intento decir, y hay quien lo recoge.

P. �Ser�a capaz de denunciar art�sticamente la violencia, o no le interesa?

R. Es que lo que hago tambi�n puede ser una denuncia. Introducir una imagen de belleza y de paz es un choque tremendo. Me he enterado que grupos pacifistas en Estados Unidos emplean para sus manifestaciones im�genes de mis cuadros, como forma de protesta. �Sorprendente?

P. Pues s�. �Qu� es lo que m�s le horroriza de nuestra est�tica fe�sta?

R. No lo s�, tengo una especie de sano escepticismo. Quiz� lo que m�s pena me da es ese intento de hacer cultura de lo feo, cultivar lo distorsionado.

P. �Qu� artista contempor�neo le gusta especialmente?

R. Todos, todos los buenos, depende de los momentos. Lo dif�cil es percibir la l�nea que separa lo superficial de lo verdadero.

P. �Miquel Barcel�?

R. Lo que hace me parece muy bonito, pero no me gusta m�s que otro.

P. Madre, �el convento vive de sus cuadros?

R. No quiero hablar del asunto econ�mico. Ora et labora, el monje es el que vive del trabajo de sus manos. Tan importante es la liturgia como el trabajo. En el monasterio se hacen encuadernaciones y restauraci�n de libros y documentos.

P. El Gobierno revisar� las ayudas a la Iglesia en pos de una diversificaci�n hacia confesiones minoritarias, �le preocupa?

R. Espero que Zapatero sea tan inteligente y buen gobernante como para no hacer nada disparatado. Imagino que sus reformas llevar�n a un buen puerto.

P. Ha pintado retratos de pol�ticos como Luisa Fernanda Rudi, �a qui�n no retratar�a por nada del mundo?

R. No s�, no estoy en contra de nadie. Es un g�nero complicado: es dif�cil que un pintor no se autorretrate continuamente, y esto me parece grave. Adem�s, para m� es ingrato, porque no te permite expresar demasiadas cosas. S�lo lo practico cuando tengo un compromiso muy ineludible. Como todos los pintores realistas, al principio tuve que dedicarme a ello para sobrevivir, pero a estas alturas, no lo necesito.

Sokoa, galer�a de arte. Tel.: 91 575 72 39. Web: www.galeriasokoa.com