Santiago Montero Díaz 1911-1985 (original) (raw)
Profesor e ideólogo español, nacido en El Ferrol el 21 de enero de 1911. Desde muy niño se trasladó con su familia a Cuba, donde cursó la primera enseñanza en el colegio de los Hermanos Maristas de Cienfuegos, en la entonces provincia de Santa Clara. Regresó a España en 1922, para estudiar en La Coruña, en el Instituto y en el colegio de los Hermanos Maristas, y en El Ferrol, con los Padres Mercedarios, la segunda enseñanza, alcanzando el título de bachiller en octubre de 1926 por la Universidad de Santiago. Cursa la licenciatura en Filosofía y Letras (sección de Historia) entre 1926 y 1929, obteniendo en la universidad de Santiago el título de Licenciado con nota de sobresaliente y premio extraordinario en octubre de 1929. Ese mismo año es nombrado profesor ayudante de clases prácticas de la Facultad de Santiago. Más tarde cursa en Madrid el Doctorado y las asignaturas complementarias del Cuerpo de Archiveros, ingresando mediante oposición en agosto de 1931 en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, siendo destinado a la Biblioteca Nacional, de la que pasó, a petición propia, a la misma dependencia de la Universidad de Santiago. Fue Vicepresidente de la Sección de Ciencias Historias del Ateneo de Madrid en los años de 1931 y 1932. Comienza a publicar algunos artículos sobre autores españoles, como Feijoo y Huarte de San Juan.
Al proclamarse la República militaba Santiago Montero en las filas comunistas.
«Turón. Ateneo Obrero. Hoy viernes, día 28, explicará una conferencia el joven doctor en Filosofía y Letras don Santiago Montero Díaz, sobre el tema: “Cinco teorías sobre la muerte y una verdad en la sombra”.» (Región, Oviedo, viernes 28 de agosto de 1931, pág. 13.)
En ese mismo año de 1931 publicó en Valencia un opúsculo dedicado a Los Separatismos («Por esa razón, más que por otra alguna, el movimiento federal de España debía ir vinculado a un movimiento democrático. De lo contrario, por grandes que sean nuestros sentimientos nacionalistas, estamos dispuestos a retrasar nuestros deseos, antes que contemplar las clases proletarias entregadas al arbitrio de las minorías explotadoras en una España escindida y disuelta»). Y también en 1931 polemiza con Ramiro Ledesma Ramos en La Conquista del Estado, mediante una larga carta polémica. En 1932, también desde una óptica afín a la III Internacional, publica en Valencia otra entrega de “Cuadernos de Cultura”: Fascismo. En este opúsculo ofrece la siguiente opinión sobre Ramiro Ledesma y el grupo de La conquista del Estado:
«Con este nombre se constituyó en Madrid, en los últimos tiempos de la monarquía, una entidad política que pretendía como su título y el de su semanario dejaba traslucir, la toma del Poder. Era, realmente, un producto elaborado por una peña de intelectuales, inclinados hacia las soluciones políticosociales del fascismo. Todos los postulados de éste en Italia: nacionalismo, supremacía del Estado, corporativismo, culto a la patria, eran proclamados en el periódico. La diferencia era táctica, pues el fascismo desarrollaba la táctica de la violencia y de la lucha contra el comunismo, como medio de conquistar el Poder burgués, mientras que La conquista del Estado, órgano de los fascistas platónicos, no hacía sino prometer actuar con iguales procedimientos, sin realizar la menor acción. De todas maneras, es digno de citarse aquel ensayo fascista, realizado por unos jóvenes de talento, para que se vea el formidable poder mimético de este régimen, que tales entusiasmos despierta entre los medios financieros e intelectuales neta y específicamente burgueses.»
Pero Santiago Montero pronto iba a transformarse de un comunista en un nacional sindicalista. En 1933, una oportuna beca facilita su estancia en Alemania, cerca del Profesor Erich Caspar, en el «Historische Seminar» de la Universidad de Berlín, donde también tuvo ocasión de seguir un cursillo con el Profesor Gamillscheg, en el «Romanische Seminar» de la misma Universidad. De suerte que, en diciembre de 1933, ya encontramos su firma en la revista JONS, bajo un artículo que lleva por título: «Esquema de doctrina unitaria». Por esos meses Montero Díaz representa el jonsismo en Galicia. Escribía Ramiro Ledesma en 1935:
«Montero Díaz comenzó a publicar en Galicia un periódico, Unidad, al objeto de obstruir el Estatuto autonómico que preparaba la confabulación gallega separatista-caciquil. Esa campaña, proseguida en discursos y conferencias, puso a Montero en plena movilización política, convirtiéndose pronto en el adalid de la juventud gallega patriota y nacional-sindicalista. Entonces ingresó en las JONS, y el Triunvirato Ejecutivo Central puso en sus manos la organización entera de Galicia. Montero Díaz había sido comunista, si bien de un comunismo lleno de resonancias y apetencias nada bolcheviques. Cuando se publicaba La Conquista del Estado, Montero era comunista, creo que incluso afiliado en el partido y directivo de sus juventudes. Escribió una larga carta polémica a Ledesma, que éste publicó en el periódico, pues advirtió enseguida en ella la verdadera y profunda filiación de Montero Díaz, en quien la posición comunista obedecía a una sugestión falsa. La carta, bien escrita y combativa, denunciaba ya lo que en realidad era Montero y lo que le llevó más tarde a las JONS: un patriota revolucionario, un subversivo contra el desorden nacional y la poquedad española, es decir, un nacional-sindicalista. Se hizo cargo de la labor jonsista en Galicia, y muy pronto los grupos, que hasta entonces vivían desconectados y con poco aliento, se convirtieron en los más activos, disciplinados y entusiastas de España. Montero rigió las JONS gallegas, hasta el momento mismo de la fusión con F.E. Ya hablaremos más adelante de su actitud con relación a esa fusión.»
En efecto, el radicalismo jonsista de Santiago Montero no pudo soportar la fusión de febrero de 1934 con Falange Española: dimitió de sus cargos y se dio de baja en la organización. El 12 de marzo de 1934 escribe Montero Díaz a Ramiro Ledesma:
«Querido camarada Ledesma: Las J.O.N.S. no se desvían, decían los números 5 y 6 de nuestra revista, refiriéndose a F.E.
Y cuando ingresé en las J.O.N.S., llevando un compacto grupo de militantes conmigo, hice de esta plataforma una consigna. Manteníamos el sentido patriota y revolucionario de las J.O.N.S. como nuestra bandera de combate más diáfana.
Llegó el Consejo Nacional, al que no pude asistir. Ya conoces la opinión que os remití.
Centuplicar nuestras actividades, aclarar nuestra actitud; no fundirnos con un movimiento cuyas limitaciones derechistas eran bien patentes.
Y las J.O.N.S. se desviaron.
Yo, por la campaña que hice en toda Galicia contra la F.E., basándose en aquellas circulares vuestras; porque sé que, a pesar de todas las declaraciones verbalistas en contrario, las gentes, el contenido y las maneras políticas de la Falange están en abierta oposición a la revolución nacional, y siguen estándolo, me encuentro totalmente desplazado dentro de un movimiento que quiere unir dos tendencias en realidad tan distintas como las primitivas J.O.N.S. y la Falange.
Y los revolucionarios de envergadura española os sentiréis también desplazados muy pronto.
Aquella campaña mía me inutiliza en Galicia para militar bajo la doble advocación de F.E. de las J.O.N.S., cuya irreductibilidad mantuve a capa y espada.
Mi íntima convicción de que, malgré lui, los contingentes falangistas están muy lejos de entender y sentir los objetivos reales de nuestra revolución, me impide prestar la disciplina inquebrantable y fanática que necesito dar al Partido.
Por esto, camarada, y en congruencia con mi tajante opinión, remitida al Consejo Nacional, prefiero situarme voluntariamente fuera de la nueva disciplina.
Entiende bien –te lo digo a ti porque ni un solo momento reconozco otro jefe político– que mi fe nacional-sindicalista no ha sufrido ni sufrirá el más mínimo quebranto. Pero mi colaboración bajo otros jefes, que sé que representan otro concepto de la revolución, es imposible.
Se llamará izquierdista a esta actitud. Y no lo es. Es, en cambio, derechista la esencia misma de la Falange. Esa esencia se conserva a pesar de la unión. Y se impondrá, por desgracia, camarada Ledesma. Algún día te darás cuenta de ello.
Y si ese día decides recobrar la independencia del movimiento o crear uno nuevo bajo las mismas orientaciones que las primitivas J.O.N.S., «planteando la lucha con el marxismo en el plano de la rivalidad revolucionaria, me volverás a tener incondicionalmente bajo tu jefatura.
Si ese día no llega, o mientras no llegue, puedes tener la seguridad de que mi retirada de toda actividad política será radical y definitiva. Pondré en mi silencio la misma energía que me has visto poner en la acción jonsista en Galicia.
Salud, camarada, y hasta que tú quieras. Santiago Montero Díaz. 12-marzo-1934.»
Ese mismo año alcanza el grado de Doctor, y al parecer, cuando la revolución de octubre de 1934 en Asturias, ejerció de agitador, calentando a los mineros refiriéndose despectivamente a la dureza de su trabajo, vestido de señorito. En enero de 1935 los dirigentes de JONS abandonan la disciplina de Falange Española: Ramiro Ledesma escribió entonces a Santiago Montero: «Querido camarada: fuiste profeta y tenías toda la razón cuando se planteó la cuestión JONS-FE (...)»
El 22 de febrero de 1936 gana la cátedra de «Historia de la Edad Media Universal» de la Universidad de Murcia. Durante la guerra civil apoyó al bando nacional, participando en actos de propaganda y publicando La política social en la zona marxista (Bilbao 1938, 77 págs.) y La revolución nacional-sindicalista y los trabajadores (Zaragoza 1939, 48 págs.). También intervino en las reediciones de 1938 y 1939 del Discurso a las juventudes de España de Ledesma. Terminada la guerra pronunció en la Universidad de Murcia el discurso de apertura del curso 1939-1940, La Universidad y los orígenes del Nacional-Sindicalismo. El 11 de enero de 1940 fue «reintegrado a su función activa, sin imposición de sanción», tras el correspondiente expediente de depuración: BOE de 27 de enero de 1940.
Santiago Montero asumiría en 1941, diez años después de su carta crítica a La Conquista del Estado, y cinco años después de la muerte de Ramiro, la tarea de recopilar los Escritos Filosóficos del fundador de las JONS, publicados junto con su interesante estudio: «La evolución intelectual de Ramiro Ledesma».
Había ya obtenido el trasladó a la Universidad de Madrid, donde había de encargarse durante muchos años de la cátedra de «Historia de la Filosofía antigua» en la Facultad de Filosofía y Letras.
En febrero de 1965 fue uno de los catedráticos que encabezó en Madrid la famosa manifestación estudiantil que supuso la expulsión de la Universidad de aquellos profesores: Enrique Tierno Galván, Agustín García Calvo, José Luis López-Aranguren, Santiago Montero Díaz y Aguilar Navarro.
Montero o la teoría del Imperio
Este célebre gallego pendenciero, que responde por Santiago Montero Díaz, ha dado más vueltas que una veleta hasta llegar a los rumbos «liberales y democráticos» que ahora marca a sus contertulios y alumnos. No en vano dicen que fue nada menos que Secretario general de la Juventud Comunista de España, y que fue expulsado de ella hacia 1932 para incorporarse al movimiento fascista fundado por Ramiro Ledesma Ramos, de quien fue entusiasta secundón. En tal concepto, hizo campañas durísimas contra el Estatuto gallego y publicó un periódico bajo el título de «Unidad», redactando textos tan contundentes contra las libertades regionales como los que más adelante pueden ser leídos, tomados de un libro sobre las JONS que se publicó por los servicios de la Editora Nacional franquista bastantes años más tarde, con prólogo del censor Juan Aparicio. El Estado unitario, tutelar y potente, la abominación absoluta del separatismo y de la democracia liberal, la hegemonía abrumadora del idioma castellano sobre los regionales, he aquí algunos puntos sabrosamente dogmatizados por Montero Díaz, [66] catedrático desde 1936, hombre de palabra tan prolija como escasa resulta su producción científica escrita; profundo ensayista de café a quien (entre otros) parecen embriagar los vapores de la popularidad, sea ésta totalitaria o liberal.
Durante la guerra civil, Santiago Montero luchó en las filas franquistas enrolado en unidades tan significadas como la Legión y las Banderas de Falange. Pronto, de todos modos, fue designado algo así como Delegado regional de la propaganda falangista para la región valenciana. Después había de ser miembro del Instituto de Estudios Políticos, naturalmente.
Sin embargo, el momento cumbre de su actuación política es el de su acción contra el Gobierno en 1944 y en 1945. En resonantes conferencias atacó al franquismo… por no ser suficientemente nazi o suficientemente fascista. Fue entonces cuando pronosticó brillantemente el futuro italiano: «De su crisis –dijo– Italia saldrá victoriosa por el genio del Duce, por el fervor de sus juventudes fascistas y por la lealtad alemana. Con intuición de europeo… presiento el triunfo de la nueva Europa.» Un periódico de la Francia ocupada por Hitler lamentó el destierro a que, durante unos cuantos meses, fue sometido el conferenciante, diciendo que había sido «condamné a la relégation perpétuelle pour clairvoyance patriotique»…
La patria, en efecto, ha sido su gran tema. Pero no una patria cualquiera, sino la que encuentra su futuro en el Imperio, pasando por la represión y por la guerra. Conviene leer, en la hora liberal que vivimos, las ardorosas palabras con las que el profesor Montero Díaz iluminó a sus oyentes en 1943, bajo los auspicios de la Escuela de Capacitación y Formación de la Vieja Guardia de Madrid, nada menos. Con ellas comenzamos nuestra incompleta antología del pensamiento de este luchador de la libertad. Al leerlos, algunos recordarán la reciente conferencia con la que el antiguo comunista, antiguo jonsista, antiguo fascista y nuevo liberal elogió como espejo de todo bien y de toda libertad la dictadura que, a su vez, ha implantado en Cuba otro gallego aún más célebre y aún más pendenciero que Santiago Montero.
Los textos
Al Imperio, por la represión y la guerra
«La política interior ha de estar hoy determinada por nuestra necesidad de expansión y de conquista, por nuestra ineludible urgencia de tomar un puesto en el conflicto. O dicho de otro modo, una auténtica política nacional no puede ser en estos momentos otra cosa que una preparación para el Imperio.
Esta política nacional, entendida como tarea previa para el cumplimiento de designios imperiales, tiene tres fundamentales aspectos. El primero, es un problema de justicia. Resolver con extrema generosidad las consecuencias de la guerra de Liberación. Al mismo tiempo, reprimir con absoluto rigor la discrepancia roja que trabaja en la clandestinidad y alberga la esperanza ilusoria de una revancha al amparo de los acontecimientos internacionales. Quizá nunca como hoy, desde 1939, haya sido tan apremiante la liquidación penal de nuestra guerra. Tampoco nunca ha sido tan apremiante extremar la represión contra el enemigo interior, que ha olvidado su derrota y se prepara nuevamente para la acción.
El segundo aspecto de nuestra política nacional, preparatorio de la empresa imperial, atañe al trabajo. Entre nuestras promesas y la situación real de los trabajadores hay –grande o pequeña– una distancia. Esa distancia debe ser anulada; y anularla consiste en verificar el lado económico de nuestra Revolución. Es peligroso para un partido que asume gestos providenciales que entre la letra de sus propagandas y la realidad de los trabajadores exista diferencia. Pero si además de diferencia existe también un acentuado contraste, no queda otra salida que abordar –sin demagogia y sin cobardía– la Revolución prometida. El nacionalsindicalismo, decían nuestros viejos textos de 1933, plantea la lucha con el marxismo en un plano de rivalidad revolucionaria. Con posibilidades revolucionarias muy inferiores a las españolas, el nacionalsocialismo ha obtenido realizaciones que nosotros podríamos superar.
Finalmente, la preparación para nuestro Imperio exige la total movilización de los españoles. No existen Imperios de la paz. Sólo en la guerra se obtienen las justas reivindicaciones y se legitima la expansión que transforma el Estado convirtiéndolo en Imperio.
Negamos, pues, toda distinción esencial entre Política Nacional y Política de Imperio. En el concreto momento que vive España hemos de escoger entre [68] un destino de grandeza o el aniquilamiento. No existe el “mezzotermine” de una política doméstica, retirada y feliz, ausente de un mundo que requiere nuestra voz y nuestra presencia en la final decisión de nuestros destinos.» (Fragmentos de la conferencia Idea del Imperio, de Santiago Montero Díaz, publicada por la Escuela de Formación y Capacitación de Vieja Guardia de Madrid, julio de 1943.)
Un Estado unitario, tutelar y potente
«Es, pues, vieja cosa la unidad española. Es una secular condición de nuestra vida. España con unidad, es España en los viejos tiempos del Imperio, es la España pujante de Leovigildo, la de los Reyes Católicos. Sin unidad, es la España en lucha heroica con los árabes, desgarrada y revuelta. Sin unidad, no hay posible vida española. Que los españoles vivamos bajo las mismas condiciones de vida; es decir, bajo el mismo estado unitario, tutelar y potente, es, sencillamente, postulado indispensable para que los españoles vivamos, a secas. Sin ello, ni viviremos. Agonizaremos en lenta y puerca agonía.» (Texto tomado del libro de Santiago Montero Díaz Las JONS. Esquema de doctrina unitaria, publicado por la Editora Nacional de Madrid, en Talleres Penitenciarios de Alcalá de Henares, página 313.)
Los idiomas regionales
«La fórmula lógica y exacta de una articulación comarcal de España es la proclamación de la exclusiva oficialidad del español para todas las regiones, [69] porque es el único idioma peninsular que llega por igual al alma catalana que a la castellana, a la gallega que a la andaluza. Y reconocer el derecho al cultivo y uso de las lenguas regionales. Pero el criterio cooficialista no es sino un disfraz del separatismo. Lleva a la exclusión final del español por las minorías disidentes, apoderadas arteramente del poder regional. Y a la creación de fronteras sentimentales entre los españoles, rompiendo nuestra hermandad sagrada.
El falso amor a la lengua es la primera chispa del separatismo. Aparentemente, juegos florales, lirismo de pueblo y romanticismo anacrónico. Realmente, rencor y ponzoña. El amor a los idiomas regionales no ha impedido a los separatistas gallegos, elaborando dos jergas ininteligibles y grotescas, que nada tienen que ver con las clásicas obras del gallego y el catalán, ni con la viva realidad campesina, bilingüe siempre. Han entendido ese “amor” procurando borrar todo parecido con el español. Afrancesar el catalán y aportuguesar el gallego han sido sus dos objetivos.» (Texto tomado del libro de Santiago Montero Díaz Esquema de doctrina unitaria, JONS, publicado por la Editora Nacional de Madrid en Talleres Penitenciarios de Alcalá de Henares, página 318.)
Alerta contra el separatismo liberal y democrático
«El separatismo español, en sus distintos brotes y épocas, no fue nunca lo menos que pudiera ser: una intentona antivital de crear una pequeña nacionalidad independiente. Fue siempre obra de traición, nunca obra de apóstoles ilusos. El separatismo gallego no fue para Galicia, sino contra España, como fue contra España y no para Cataluña, el catalán. O dicho de otro modo más claro y más vergonzoso: nuestros separatismos no fueron jamás política interior de regiones, sino política exterior de otras potencias ejercida en España. … [70]
Alerta, pues, contra la fraseología cobarde del separatismo. Alerta, cuando dice esa resentida infamia de los «hechos diferenciales». Alerta cuando dice en avieso sentido «mitos regionales». Alerta cuando habla de la patria chica, con falsa ternura, pues no hay sino patria grande, una y libre. Alerta cuando habla el farisaico lenguaje de la autodeterminación, comunidad de pueblos libres ibéricos, amplia federación de nacionalidades, unidad federal contra la unidad centralista. Alerta, españoles, en todo momento, porque todo eso es infamia o inconsciencia. Tras todo eso no hay sino el «divide y vencerás» de Francia, el ojo vigilante de Inglaterra… y la ambición abyecta de los Judas separatista. Contra todo eso: por la unidad patria: alerta tres veces. …
Luchar contra el separatismo significa luchar contra esos tres intentos miserables.
La única táctica que para ello puede seguirse con una eficacia infalible es agruparse bajo la doctrina nacional-sindicalista, o lo que es lo mismo, la táctica y la bandera de las JONS. Pretender desde el seno de los partidos democrático-liberales resolver el problema de la unidad patria es ilusión de una buena fe ingenua y virginal. Primeramente, porque en la mayoría de esos partidos se ha infiltrado la doctrina separatista bajo formas encubiertas, que pretende el primer eslabón de una autonomía templada, para conseguir ulteriores finalidades escisionistas. Y en segundo término, porque la doctrina del Estado liberal es la doctrina del capitalismo, y la hegemonía de la plutocracia. El Estado liberal es, sencillamente, un Estado construido dentro del principio de lucha de clases, con el triunfo previo del capitalismo. Un gobierno democrático-liberal es un gestor de los intereses de la plutocracia; como un gobierno soviético lo es de los intereses de la burocracia gobernante. De ahí la invalidez de la doctrina liberal para detener el cáncer separatista. El separatismo es también «liberal y democrático», al estilo de Casas Viejas. Es, por tanto, preciso plantear la lucha desde una doctrina y un partido que tenga la significación política de las JONS.» (Texto tomado del libro de Santiago Montero Díaz Esquema de doctrina unitaria. JONS, publicado por la Editora Nacional de Madrid en Talleres Penitenciarios de Alcalá de Henares, páginas 314, 317 y 323.)
El futuro italiano
«Un compromiso generoso y la decisión de evitar la guerra civil impidió a Mussolini realizar la totalidad de la revolución fascista. Impuso, eso sí, a la reacción italiana la mayor parte de aquella revolución soñada. Liberado ya de aquel ineludible compromiso, el futuro italiano pertenece por entero al pensamiento de Benito Mussolini.
Nosotros no podemos hablar –sería imperdonable ligereza– del «error» de Mussolini. Desconocemos en su absoluta intimidad política las causas que desde 1922 condicionaron el triunfo fascista y el ingente volumen de las dificultades que surgieron ante el Duce. No hablamos, pues, del error de Mussolini, sino de sus limitaciones. De las limitaciones que la historia le impuso y de las cuales hoy se ha liberado…
Tal es la experiencia italiana. No hablo ahora de esta o aquella nación. Pienso en estos momentos en la historia, en su extensión universal, no en una determinada concreción nacional. Pero la elección de Italia tiene, cabalmente, ese valor universal.
De su crisis, Italia saldrá victoriosa por el genio del Duce, por el fervor de sus juventudes fascistas y por la lealtad alemana. Con intuición de europeo, al margen de la profecía o de la ciencia, presiento el triunfo de la nueva Europa. Me limito a consignar presentimientos, porque acato –disciplinadamente– la consigna nacional de neutralidad.
Nuestro estado es neutral y yo obedezco. Me permito recordar, sin embargo, que la neutralidad en sí carece de contenido. Neutralidad es un mero formalismo, una abstracción. Yo soy formal y abstractamente neutral. Ahora bien, la vida no es abstracción y formalismo. La vida es, por el contrario, concreción y realidad fluyente. Sólo los principios pueden ser neutrales. El espíritu y la sangre no saben de abstracciones y formalismos.
Al repasar ciertos nombres de la política europea –Churchill, Stalin, Hitler, Mussolini– la sangre y el espíritu recuerdan… Recuerdan a despecho de la neutralidad. Recuerdan la guerra española, cuando las balas marxistas abrían brechas irreparables en la juventud que sufría en las checas o que luchaba en los frentes. La sangre y el espíritu recuerdan de qué lado de las barricadas cada uno de esos nombres tenía su simpatía y su partido. Lo recuerda también la juventud de España…
Por eso, yo, abstracta, formal y rigurosamente devoto de la neutralidad, pero [72] dotado de espíritu y de sangre, pongo ahora mi pensamiento en esa joven generación que llega.» (Fragmentos de la conferencia Mussolini, 1914-1944, pronunciada en el Paraninfo de la Universidad de Madrid por Santiago Montero Díaz al inaugurar el curso de orientación política, el 23 de marzo de 1944, páginas 42 y 45.)
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Disciplina en la Universidad
«Nunca como ahora la Universidad ha precisado de una disciplina. Todo lo que en épocas anteriores fue firmeza teológica, desbordamiento de vitalidad, como el del renacimiento, o segura placidez, nuestro tiempo ha de sustituirlo con una difícil tensión creadora, cuyas raíces están en lo más íntimo del hombre. La Universidad precisa de una disciplina ética e intelectual, pero específica y estrictamente universitaria, y que no puede traducir las de otras órbitas de la vida. De esa disciplina poseemos los españoles espléndido precedente en nuestra Universidad tradicional del siglo de los Austrias. Jamás como entonces la política de todos los días tuvo menos entrada en una institución universitaria, y jamás esta institución ha brindado al Estado más firmes inspiraciones para una política secular y eterna.»
(Referencia textual de parte de la conferencia pronunciada por «el catedrático de Historia Medieval, ex combatiente de Falange, camarada Santiago Montero Díaz», ante los micrófonos de Radio Nacional de España, en un curso de orientación universitaria organizado por la Delegación Provincial de Educación Nacional. Estos párrafos textuales los publicó el diario Arriba de Madrid el día 24 de diciembre de 1939.)
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Proscribamos de las aulas al profesor escéptico
«En este momento de extremas tensiones ideológicas, dramatizadas por la guerra mundial, las más jóvenes promociones de españoles necesitan el viviente ejemplo de la pasión política, del férreo sistematismo, de la ardiente intransigencia. El profesor escéptico, el docente cauto y sinuoso que prepara hojas de servicio para imaginarias situaciones futuras, el catedrático sin dogma y sin fe nacionales, la jerarquía académica en cuya enseñanza no haya un estremecido acento de clara y valiente definición política, deben ser inexorablemente proscritos de la vida universitaria, por la irreductible hostilidad de las juventudes.
De ahí que la presencia de la Vieja Guardia en nuestras aulas posea una doble significación. No sólo añora un pasado combativo y cercano. Hace más. Lo continúa, actualizándolo hacia un posible porvenir de nuevas colaboraciones. Contribuye a la formación de un ambiente universitario de pasión y violencia. Bueno es que esa atmósfera exista entre nosotros. Los azares del conflicto mundial son imprevisibles para las posibilidades humanas. Y pudiera ser que el porvenir nos reserve épicas utilizaciones del clima heroico.»
(Fragmento de la conferencia Mussolini 1914-1944, pronunciada en el Paraninfo de la Universidad de Madrid por Santiago Montero Díaz al inaugurar un curso de orientación política, el 23 de marzo de 1944, página 6.)
[Los nuevos liberales. Florilegio de un ideario político, Madrid ≈ 1966, páginas 65-73.]
Esta expulsión temporal de la Universidad le brindó la ocasión de recuperar pasados radicalismos, al tomar contacto con el MIR chileno, según recuerda Francisco Alvarez González en su artículo «Mi amistad con Constantino Láscaris» (Revista Acta Académica, Universidad Autónoma de Centro América, nº 24, mayo 1999, págs. 168-175):
«Por mi parte, yo nunca fui su alumno porque Montero Díaz sólo fue a la universidad de Madrid con posterioridad a la guerra civil y yo, como advertí, había terminado mi licenciatura antes. ¡De nuevo otra vez el obligado antes y después con motivo de aquella dichosa guerra! Mi relación con él se entabló de la siguiente manera: allá, por el año 1966, estando yo en Chile y siendo Director del Instituto de Filosofía de la Universidad de Concepción, nos enteramos de una especie de hecho escandaloso que había acontecido en la universidad de Madrid: se trataba de que habían suspendido del ejercicio de sus cátedras, no sé si temporal o definitivamente, a algunos catedráticos y, entre ellos, a dos que nos afectaban muy directamente por ser filósofos, José Luis Aranguren y Santiago Montero Díaz, precisamente. La verdad es que el último no era filósofo sino historiador, pero lo cierto es que, como apuntaba más arriba, tenía a su cargo la cátedra de historia de la filosofía antigua y, bajo este desempeño, es como le había conocido Láscaris. El Instituto, ante aquel atentado a la libertad de cátedra del franquismo, a pesar de que éste, por entonces, andaba ya, como resultado de los tiempos, muy moderado y ya no era la atroz y dura dictadura que había sido durante las décadas de los cuarenta y de los cincuenta, decidió invitar a ambos ilustres pensadores a que vinieran a la universidad de Concepción para impartir en ella sus clases. Recuerdo que José Luis Aranguren agradeció, pero declinó la invitación porque había aceptado ya un ofrecimiento similar que le había hecho una, creo, universidad norteamericana. Pero Santiago Montero Díaz aceptó y vino al Instituto como profesor titular. Estuvo allá por algún tiempo, dos o tres años, hasta que cambiando el ambiente en la península, se regresó a España. Por cierto que mis relaciones con él no fueron demasiado cordiales. Sí, al principio, pero, a poco, se hicieron más bien tirantes. La razón, muy sencilla: Montero Díaz, que había sido adicto al régimen –al de Franco, se entiende–, falangista o, más bien, de las JONS, a la sazón había cambiado, se había ido al otro extremo y eso explica el porqué de su cesantía como catedrático de la universidad. A poco de llegar a Chile comenzó a ligarse estrechamente con el sector más extremista y radicalizado de la universidad, los dirigentes del movimiento de izquierda revolucionaria, conocido con las siglas de MIR. Aparte esto, en relación con la política interna de España, era nacionalista gallego. Recuerdo que, en alguna ocasión, invitados ambos, el y yo, a cenar por el funcionario que dirigía los programas de extensión de la universidad, un gran señor, en el transcurso de la conversación, no sé cómo, derivó ésta hacia Castilla y Galicia y, con pasión y hasta, creo, con ánimo de fastidiarme, pues sabía bien que era castellano, salió de pronto con que Galicia era un país conquistado y esclavizado por Castilla y, no sé por cuáles desvíos del discurso, dedicóse a lanzar algunas invectivas en contra del Cid y de los castellanos, sus descendientes. A mí, entonces, se me ocurrió decir algo así como esto: "yo no sé si Ruy Díaz del Vivar fue todo eso que Ud. dice, pero, en todo caso, advierto que no desciendo de él, pues me apellido Alvarez y no Díaz". Lógicamente, Montero Díaz cogió la pulla y, a poco, dimos por terminada la cena. Cuando le conté a Láscaris estas experiencias mías en Chile y algunas de las salidas y posturas de Montero Díaz, rió mucho y me explicó que siempre había sido así, mordaz, satírico y que todo eso, aparte su saber, eran las razones de que conquistase la buena voluntad y admiración de muchos de sus alumnos.»
Santiago Montero Díaz falleció en 1985.
Tesis doctorales dirigidas por Santiago Montero Díaz
- Rafael Calvo Serer, Menéndez Pelayo y la decadencia española, Universidad de Madrid, 14 agosto 1940 (sección de Historia). Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Pedro Sáinz Rodríguez, Francisco Cantera Burgos, Joaquín Entrambasaguas, Luis Morales Oliver.
- Juan Torres Fontes, Estudio sobre la «Crónica de Enrique IV» del doctor Galíndez de Carvajal, Universidad de Madrid, 23 diciembre 1941 (sección de Historia). Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Antonio Ballesteros Beretta, Cayetano Alcázar Molina, Joaquín Entrambasaguas, Aurelio Viñas Navarro.
- Federico Suárez Verdeguer, La visita de Don Juan de Ribera a la Universidad de Valencia, Universidad de Madrid, 1º junio 1942 (sección de Historia). Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Pío Zabala Lera, Galindo, Cayetano Alcázar Molina, Aurelio Viñas Navarro.
- José María Sánchez de Muniaín Gil, Teoría de la belleza del paisaje, Universidad de Madrid, 21 diciembre 1942. Director: Santiago Montero Díaz.
- Isidoro Escagües Javierre, Las cinco villas de Aragón, Universidad de Madrid, 8 noviembre 1943 (sección de Historia). Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Eloy Bullón Fernández, Antonio Ballesteros Beretta, Ciriaco Pérez Bustamente, Gavira.
- José María Martínez Val, Los métodos de la Geopolítica, Universidad de Madrid, 26 enero 1944 (sección de Historia). Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Eloy Bullón Fernández, Ciriaco Pérez Bustamente, Cayetano Alcázar Molina, Antonio García Bellido.
- Casimiro Torres Rodríguez, Magno Clemente Máximo, Universidad de Madrid, 10 junio 1944 (sección de Historia). Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Antonio Ballesteros Beretta, Ciriaco Pérez Bustamente, Aurelio Viñas Navarro, López Serrano.
- Carlos Eduardo Corona Baratech, Don José Nicolás de Azara, agente general y ministro de España en Roma (1765-1798), Universidad de Madrid, 6 diciembre 1945 (sección de Historia). Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Antonio de la Torre y del Cerro, Ciriaco Pérez Bustamente, Jesús Pabón y Suárez de Urbina, Huarte.
- Francisco Solano Aguirre, Sobre los fundamentos históricos de la noción de materia, Universidad de Madrid 1946. Director: Santiago Montero Díaz.
- Constantino Láscaris-Comneno Micolaw, El pensamiento filosófico de Quevedo, Universidad de Madrid 1946. Director: Santiago Montero Díaz.
- Gustavo Bueno Martínez, Fundamento formal y material de la moderna filosofía de la religión, Universidad de Madrid 1947. Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Juan Zaragüeta Bengoechea, Juan Francisco Yela Utrilla, José María Sánchez de Muniaín Gil, Anselmo Romero Marín.
- Carlos Castro Cubells, Aportaciones al estudio filosófico del Romanticismo, Universidad de Madrid 1947. Director: Santiago Montero Díaz.
- Margherita Morreale de Castro, Pedro Simón Abril, Universidad de Madrid 1947, T332. Director: Santiago Montero Díaz.
- Elías Martínez Ruiz, El motivo de «Los problemas fundamentales de la Filosofía y del Dogma» de Amor Ruibal. Replanteamiento de la abstracción son su valor ontológico, Universidad de Madrid 1948. Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Eloy Bullón Fernández, Lucio Gil Fagoaga, Juan Francisco Yela Utrilla, José María Sánchez de Muniaín Gil.
- Saturnino Casas Blanco, Demostración de la existencia de Dios en la filosofía de Don Angel Amor Ruibal, Universidad de Madrid 1948. Director: Santiago Montero Díaz.
- José María Rivas Rivas, Las ideas filosóficas del Padre Feijoo, Universidad de Madrid 1949. Director: Santiago Montero Díaz.
- José Antonio Míguez Rodríguez, Voluntad y vida en el pensamiento romántico alemán, Universidad de Madrid 1949, T7290. Director: Santiago Montero Díaz.
- Salvador Mañero Mañero, Dios en concepción aristotélica del universo, Universidad de Madrid 1950. Director: Santiago Montero Díaz (en sustitución de Juan Francisco Yela Utrilla, fallecido). Tribunal: Víctor García Hoz, Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez, José María Sánchez de Muniaín Gil, Carlos París.
- Emilio Lledó Iñigo, El concepto «Poíesis» en la filosofía griega, Universidad de Madrid 1956. Director: Santiago Montero Díaz.
- Roberto de la Guardia, Mitología rural panameña, Universidad de Madrid 1961, T24226. Director: Santiago Montero Díaz.
- Elsie Alvarado de Ricord, La obra poética de Dámaso Alonso, Universidad de Madrid 1963, T7462. Director: Santiago Montero Díaz.
- Santiago Melón Fernández, Política y religión en la sociología de Durkheim, Universidad de Madrid 1963, T7467. Director: Santiago Montero Díaz.
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- Gustavo García de Paredes, El pensamiento de don Lorenzo Hervás y Panduro: su significación en las ciencias del espíritu, Universidad de Madrid 1963, T7479. Director: Santiago Montero Díaz.
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- Nelly López Guillén de Hernández, Historia y política en el pensamiento del emperador Claudio Flavio Juliano, Universidad de Madrid 1966, T24052. Director: Santiago Montero Díaz.
- Luis Miguel Pérez del Valle, Necesidad divina e historia humana, elementos para una filosofía de la historia en Tertuliano, Universidad de Madrid 1967, T9801. Director: Santiago Montero Díaz.
- María del Carmen Die Goyanes, Ausiano Marcelino, historiador de las religiones, Universidad de Madrid 1968, T12356. Director: Santiago Montero Díaz.
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- Salvador Parga y Pondal, Comarca natural de Bergantinos, Universidad de Madrid 19??, T7280. Director: Santiago Montero Díaz.
- Domingo Plácido Suárez, La polis en el pensamiento de Protágoras, Universidad Complutense de Madrid 1972, T9449. Director: Santiago Montero Díaz.
- Andrés Tudela Hernández, La música en la Biblia y sus influencias en las sinagogas sefardíes y asquenazies, Universidad Complutense de Madrid 1974, T9234. Director: Santiago Montero Díaz.
- Víctor Sienkievich, Los orígenes del Gran Ducado de Lituania, Universidad Complutense de Madrid 1976, T10093. Director: Santiago Montero Díaz.
- Jorge Martínez-Pinna Nieto, Los orígenes del ejército romano: estudios de las formas pre-militares en su relación con las estructuras sociales de la Roma más primitiva, Universidad Complutense de Madrid 1980, T11117. Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: María Ruiz Trapero, Martín Almagro Basch, José María Blázquez Martínez, Lisardo Rubio.
- Josefina Ruiz Trapero, La religión mexicana precolombina, Universidad Complutense de Madrid 1982, T11975. Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: Tomás Marín Martínez, Jaime Delgado Martín, Juan Pérez de Tudela y Bueso, Leoncio Cabrero Fernández.
- José Luis Riestra Rodríguez, La concepción geográfica de Cayo Cornelio Tácito, Universidad Complutense de Madrid 1983, T12416. Director: Santiago Montero Díaz. Tribunal: José Manuel Casas Torres, José María Blázquez Martínez, María Ruiz Trapero, Federico Lara Peinado.
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Las miniaturas del tumbo A de la Catedral de Santiago, Santiago 1933.
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«Notas sobre "La hija del aire"», en Las Ciencias, año III, nº 1, Madrid 1936.
Introducción al estudio de la Edad Media Universal, Seminario de Estudios Medioevales de la Universidad de Murcia, 1936, 156 págs.
La política social en la zona marxista, Editorial Libertad, Bilbao 1938 (II Año Triunfal), 77 págs.
«Epílogo» a Ramiro Ledesma Ramos, Discurso a las juventudes de España, 2ª edición, Ediciones FE, mayo 1938, págs. 207-212 (firmado en el “Frente de Lérida, 17 de mayo de 1938, II año triunfal”).
«Prólogo» a Ramiro Ledesma Ramos, Discurso a las juventudes de España, 3ª edición, Ediciones FE, Barcelona 1939.
La revolución nacional-sindicalista y los trabajadores, Editorial Libertad, Zaragoza 1939 (III año triunfal), 48 págs.
Por la Patria, el Pan y la Justicia, Madrid 1939.
La Universidad y los orígenes del Nacional-Sindicalismo, Discurso de apertura del año académico de 1939 a 1940 en la Universidad de Murcia, 1939, 79 págs.
Misión de la Universidad, Madrid 1940, 15 págs.
La doctrina de la Historia en los tratadistas españoles del Siglo de Oro, [Conferencia en el año académico 1939-1940], 37 págs.
Programa para el cursillo sobre el pensamiento de Francisco Suárez y la influencia del Suarismo en la Filosofía moderna, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Murcia 1940, 16 págs.
«La evolución intelectual de Ramiro Ledesma», en la edición preparada por el propio Santiago Montero de los Escritos Filosóficos de Ramiro Ledesma Ramos, Imprenta y Encuadernación de los Sobrinos de la Sucesora de M. Minuesa de los Ríos, Madrid 1941.
Semblanza italiana de Pedro III de Aragón, conferencia leída en el Instituto Italiano de Cultura de Madrid el 7 de mayo de 1940, Madrid 1941, 31 págs.
Idea del Imperio, Escuela de Formación y Capacitación de la Vieja Guardia, Madrid 1943, 32 págs.
Los españoles hablan (pasajes de la conferencia sobre política nacional e internacional pronunciada por el catedrático de la Universidad Central, D. Santiago Montero Díaz en la Delegación Provincial de Educación Nacional), Madrid 1943, 3 págs.
«Estoicismo e Historiografía», Revista de la Universidad de Madrid, Tomo III. Letras, págs. 67-89, Madrid 1943.
«La poesía de Leopoldo Marechal», en Revista de Indias, nº 14, Madrid 1943.
Historia Universal antigua y media: Conceptos fundamentales, Ediciones Pegaso, Madrid 1943, 118 págs.
Alejandro Magno, Atlas, Madrid 1944, 157 págs.
Mussolini, 1919-1944 (conferencia pronunciada en el Paraninfo de la Universidad Central), Escuela de Formación y Capacitación de Vieja Guardia, Madrid 1944, 45 págs.
«Cervantes en Turguenief y Dostoyevsky», en Revista de Estudios Políticos, nº 27-28, págs. 111-142, Madrid 1946.
«El individualismo político en el pensamiento griego», en Revista Cisneros, nº 11, Madrid 1946, 22 págs.
De Caliclés a Trajano : Estudios sobre historia política del mundo antiguo, Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1948, 204 págs.
Introducción al estudio de la Edad Media, Publicaciones del Seminario de Historia de la Universidad de Murcia, 1948, 311 págs.
Las Ideas político-sociales de Guillermo de Ockam (1300-1349), Escuela Social de Madrid, Madrid 1949, 30 págs.
«El mito de Quetzalcoatl», en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 15, Madrid 1950.
Semblanza de San Isidoro, leída el 23 de abril de 1953 por el catedrático Dr. D. Santiago Montero Díaz, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid 1953, 18 págs.
Cervantes, compañero eterno, Aramo (Colección Tema Ibérico), Madrid 1957, 200 págs.
Ramiro Ledesma Ramos, Madrid 1962, 75 págs.
Biografía completa de Juliano el Apóstata, Ibérico Europea de Ediciones (Los Protagonistas de la Historia, v. 19), Madrid 1969, 32 págs.
Sobre Santiago Montero Díaz en el Proyecto Filosofía en español
1952 El catedrático Montero Díaz diserta acerca del pensamiento filosófico de Clarín
1952 El catedrático Montero Díaz diserta sobre Asturias y el P. Feijoo
Santiago Montero Díaz como abajofirmante peticionario o protestante
1959 Los intelectuales españoles piden la amnistía para los presos y exilados políticos
Textos de Santiago Montero Díaz en el Proyecto Filosofía en español
1931 Los Separatismos
1932 Fascismo
1939 La Universidad y los orígenes del Nacional-Sindicalismo
1941 La evolución intelectual de Ramiro Ledesma