El nacimiento de un nuevo activismo ciudadano - La Prensa (original) (raw)

Félix Maradiaga

Alguien dijo una vez que el buen ciudadano o ciudadana no nace, sino que se hace. Siempre he creído que la forma más adecuada de construir ciudadanía es a través de la participación activa, tanto individual como colectiva. Cuando un ciudadano se informa, participa y se compromete en la transformación positiva de su comunidad, es cuando al fin se hacen tangibles conceptos como la libertad o la justicia, que de lo contrario carecen de sentido objetivo.

Tengo 36 años de edad y más de la mitad de mi vida he sido activista de causas que he considerado justas; desde que a mis quince años de edad me sumé a los gobiernos estudiantiles, al Consejo de la Juventud de Nicaragua, a las pastorales juveniles y a un doloroso pero aleccionador paso por un partido político. A lo largo de estos años he vivido, gozado y sufrido por batallas ganadas o perdidas. Sin embargo, pocas veces me he sentido tan lleno de esperanza como estos días que seguí de cerca la acción cívica de un amplio y diverso grupo de mujeres y hombres jóvenes, tanto independientes como de organizaciones políticas.

Durante la última semana, he presenciado lleno de orgullo cómo estos chavalos y chavalas, inspirados por la valentía y dignidad de muchos adultos mayores, le enseñaron al país lo que sucede cuando se pasa de la indignación a la acción. Sin ánimos de parecer triunfalista antes de tiempo, creo que estamos ante una nueva fase de la acción ciudadana hacia el cambio social caracterizada, en primer lugar, por el surgimiento de una nueva generación de jóvenes activistas nicaragüenses que empiezan a hacer suya una lucha que pocos años atrás estaba en manos de otros movimientos tradicionales que, a pesar de la autenticidad de sus causas, han venido perdiendo capacidad de movilización. En segundo lugar, esta nueva generación parece menos contaminada por las obsoletas etiquetas ideológicas de la generación que les antecedió, lo que les permite abrazar con más facilidad su derecho a reclamar tanto una sociedad más libre y abierta como una de mayor justicia social sin que encuentren contradicciones irreconciliables entre ambas.

Una tercera característica de este emergente movimiento pluralista es su independencia de la oposición política formal, lo que parece ser más el resultado del achicamiento de esa oposición, que un asunto de diseño. De hecho, la espontaneidad y hasta la improvisación, parecen ser la regla de estos movimientos versus la lógica conspirativa de los movimientos de antaño. Entiendo que la mayoría de los analistas más fogueados en causas insurreccionales del ayer, vean con desencanto la afición de estos jóvenes a lanzar acciones esporádicas sin mayor estructura. Esas preocupaciones son más que lógicas, pues es sabido que ningún movimiento de cambio social puede prosperar sin una visión estratégica y sin liderazgo. Por mi parte, yo no dudo que esa estructura mínima requerida surgirá eventualmente, tarde o temprano y quizás desde los sectores menos esperados.

La razón principal de mi optimismo no tiene nada que ver con el creciente ciberactivismo en las redes sociales, todavía accesibles solo a una minoría de nicaragüenses. Tampoco tiene mucho que ver con asomos de unidad en la acción entre diversos movimientos que antes estaban más fraccionados por sus banderas. Tampoco tiene que ver con el resultado de las demandas ante el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), cuyo desenlace ya podemos sospechar. Los obstáculos para el surgimiento de un movimiento efectivo de cambio social y político, son muchos y quienes lean estas reflexiones puedan hacer una lista amplia de las razones para un posible fracaso. Pero en todos los motivos para desencantarnos de estos muchachos, también están los motivos para entusiasmarnos y para demandar de ellos el nacimiento de un nuevo activismo ciudadano.

Hoy más que nunca siento relevantes las palabras de George Orwell que decía que no es posible que una persona pensante viva en nuestra sociedad sin querer cambiarla. Parafraseando a Orwell creo que no es posible que un ciudadano sueñe una sociedad más justa y libre sin querer hacerla realidad. Precisamente por ello es de vital importancia que los nicaragüenses de hoy y de mañana recuperemos nuestra capacidad de soñar en grande la nación posible. Nuestra libertad, felicidad y dignidad dependen de nuestra valentía para romper los conformismos y los complejos que históricamente nos han hecho ciudadanos a medias. Urge cultivar una sana autoestima cívica para hacer de Nicaragua una nación plena, donde ya no sea necesario debatirnos entre las alternativas de un pueblo que extiende su mano con la palma abierta para pedir la benevolencia del Estado o una ciudadanía con el puño en alto para demandar lo que por derecho le pertenece.

El autor es politólogo

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