DOMINACI�N MUSULMANA EN LA RIOJA (711-1031) MORALES de SETI�N (original) (raw)
La Rioja, cruce de caminos
Desde tiempos remotos ha sido La Rioja tierra de paso, cruce de caminos, campo de luchas y encuentro de gentes, culturas y civilizaciones: iberos, celtas, griegos, cartagineses y romanos, germanos, berberiscos y �rabes dejaron sus huellas en nuestra regi�n.
Pero estos pueblos y razas diversas, aunque pudieron influir en la organizaci�n, comunicaciones y lenguaje, no penetraron en su temperamento ni en su car�cter. Los berones y pelendones, variedad de la raza celta, enraizaron profundamente en La Rioja.
Algunos caudillos de origen visigodo, al invadir los �rabes la Pen�nsula, se convirtieron al islamismo a fin de conservar sus bienes y preeminencias, adem�s de dirigir los destinos de algunas regiones. Entre ellos destacan los miembros de una familia noble de estirpe goda, sucesores del conde Cassius, conocidos con el sobrenombre de Beni Casi o Banu Qasi, que durante m�s de doscientos a�os gobernaron gran parte de La Rioja.
La invasi�n fue cruenta, con todos los males que conlleva la guerra, agravada por ser gentes de distinta raza y religi�n, que llegaron fanatizados para imponer sus creencias, declarando la Guerra Santa a los enemigos del Islam.
La irrupci�n de los ej�rcitos bereberes y �rabes, as� como la conquista de las tierras hispanas, fue un paseo militar, gracias a la ayuda de jud�os y godos que pertenecieron o fueron fieles a la corte de Witiza. Los guerreros no vinieron con sus mujeres, aunque m�s adelante llegaron para llenar los harenes de C�rdoba, Granada y Sevilla. Despu�s estuvieron acompa�adas por cautivas espa�olas y princesas cristianas que, por razones pol�ticas, se desposaron con musulmanes.
Se han calculado en 200.000 los invasores que se expandieron entre los ocho millones de pobladores ind�genas. Esta desproporci�n explica el escaso grado de arabizaci�n de los descendientes nacidos de enlaces entre personas de ambas razas, que se consideraban y se ufanaban de su condici�n de hispanos. A los agricultores de origen �rabe de la comarca cerverana que llevaban varios siglos trabajando y habitando esas tierras fue dif�cil convencerles de la necesidad de desterrarlos por no estar seguros de su fidelidad a las instituciones hispanas. Ellos, por haber cultivado como buenos profesionales los campos del Alhama, al que dieron su nombre, construyendo acequias y regad�os, con dedicaci�n exclusiva para hacer f�rtil esa huerta, la consideraban y amaban como suya.
A�n hoy d�a, los descendientes de esas razas �rabes, as� como los jud�os, de parecida procedencia, tienen a gala en el exilio blasonar de su herencia espa�ola y algunos conservan el romance castellano como lengua vern�cula.
Situaci�n de la Espa�a g�tica y del norte de Africa a principios del siglo VIII
La pen�nsula ib�rica, dominada entonces por los godos, disfrutaba de una paz octaviana con la sola excepci�n del territorio prepirenaico occidental, ocupado por los vascones que llegaban hasta la ciudad de Pamplona. Con frecuencia ten�an que acudir las fuerzas godas para sofocar las revueltas que all� se produc�an.
En aquella Hispania de comienzos del siglo VIII se hab�a logrado, tras grandes esfuerzos, la unificaci�n pol�tica, cultural y religiosa de todas las regiones de la pen�nsula, gracias, a los esfuerzos de varios monarcas godos, Leovigildo, Recaredo; Suintila y Recesvinto, y a la influencia del arzobispo de Sevilla, San Isidoro. Con la invasi�n �rabe, esa unidad, tan dif�cilmente lograda, se quebr�. Empezaron a nacer nuevos reinos a medida que se lograba la reconquista por los cristianos de los territorios que les hab�an pertenecido. Desde su fundaci�n, cada reino se consideraba como un Estado independiente, bien por ansias de poder o por el af�n de posesionarse de sus tierras perdidas.
A la muerte del rey Witiza en Toledo, el Senado, indignado por los vicios y la corrupci�n de los cortesanos que hab�an rodeado al fallecido monarca, eligi� como sucesor al duque don Rodrigo, gobernador de la provincia B�tica. Sali� �ste de C�rdoba al frente de su guardia y sin encontrar oposici�n entr� en Toledo, donde lo proclamaron rey.
El norte de Africa estaba habitado entonces por tribus diversas, en las que predominaban los bereberes o berberiscos, que se dedicaban a la agricultura y a la ganader�a; aqu�llos, de condici�n sedentaria, en tanto que �stos viv�an como n�madas. A esta regi�n, en tiempo de los romanos, la llamaban Mauritania Tingitana y a sus pobladores, mauros o moros.
En el a�o 571 naci� Mahoma en La Meca y cuando lleg� a la edad de 39 a�os empez� a propagar su doctrina monote�sta con el lema: �S�lo Al� es Dios y Mahoma su profeta.� Doce a�os despu�s, en el a�o 622, tuvo que huir de su ciudad natal y se refugi� en Medina. En ese a�o 622 comenz� la era musulmana para el c�mputo del tiempo de sus fieles. A esta era se le llam� H�jira, que significa huida. Comenz� entonces a predicar la Guerra Santa contra los infieles, estimulando las inclinaciones belicosas y aventureras de su pueblo. Diez a�os m�s tarde, a�o 10 de la H�jira y 632 de la era cristiana, muri� Mahoma.
En el a�o 689 llegaron a Mauritania varias expediciones de guerreros �rabes, que se apoderaron de la regi�n en nombre del califa de Damasco. Entre los nativos berberiscos y los �rabes reci�n llegados, que eran m�s cultos y altivos, existieron desde el principio fuertes rivalidades que originaron luchas crueles entre ellos.
Varias leyendas de distinto origen y de dudoso cr�dito narran los amores bastardos del rey Rodrigo con Florinda �La Cava�, hija del conde don Juli�n, gobernador de Ceuta, quien, para vengar el ultraje recibido, instig� a los jeques de Mauritania a unirse con los partidarios de la familia Witiza para arrebatar el trono al nuevo rey. Esta leyenda parece destinada a justificar la invasi�n de Espa�a por los musulmanes y la tibieza de los hispanos en defenderla.
Duraci�n del dominio �rabe en las distintas comarcas de La Rioja
Los musulmanes desembarcaron en las costas andaluzas el a�o 711, ocuparon la Pen�nsula y permanecieron en ella hasta el 1492. En La Rioja, el dominio �rabe fue mucho m�s breve y en algunas de sus comarcas monta�osas no llegaron a poner el pie, domin�ndolas desde puntos estrat�gicos.
Las fuerzas invasoras penetraron en La Rioja por Alfaro el a�o 714 y como hasta 1119 no fue recuperada la comarca cerverana, �ltimo baluarte musulm�n en nuestra regi�n, se calcula que los �rabes dominaron en ella, en todo o en parte,. m�s de 400 a�os.
la liberaci�n o reconquista de La Rioja se realiz� pr�cticamente en cuatro fases o etapas:
1.� El a�o 899, asturianos y leoneses, ayudados por las mesnadas de los condes castellanos, ya se hab�an adue�ado del desfiladero burgal�s de Pancorbo y las poblaciones y castillos riojanos de Cellorigo, Sajazarra, Gra��n, Leiva, Castro-Bilibio y el desfiladero de la Morcuera. Algunas de estas fortalezas se recuperaron con anterioridad a aquella fecha.
2.� El a�o 923 cayeron en poder de las tropas cristianas N�jera, Viguera y Arnedo.
3.� En el a�o 1045, Garc�a el de N�jera reconquist� la ciudad de Calahorra, que hab�a sido durante 120 a�os la fortaleza �rabe m�s avanzada que amenazaba la frontera oriental de La Rioja.
4.� En 1119, Alfonso I el Batallador, despu�s de conquistar Zaragoza (1118), recuper� para la cristiandad las comarcas de Alfaro y Cervera del r�o Alhama.
Los musulmanes en La Rioja Alta no se establecieron permanentemente m�s que en puntos estrat�gicos, transformados en fortalezas, desde donde manten�an sumiso al pa�s. Partiendo de ellas realizaban campa�as y expediciones por la comarca, unas veces con sus propias fuerzas y otras uni�ndolas con las del emir de C�rdoba. Por lo menos 36 expediciones o razzias sufri� La Rioja, seg�n registran la cr�nicas que conocemos, lo que hace suponer que pudieron se bastantes m�s.
Los peregrinos a Compostela que acud�an a visitar el sepulcro del ap�stol Santiago desde la segunda d�cada del siglo IX, afluyeron cada vez en mayor n�mero recorriendo los dif�ciles camino que estaban libres de la ocupaci�n agarena.
Ello no obsta para que los �rabe tuvieran comunidades protegida por fortalezas desde las que vigilaban a los cristianos. A medida que las milicias de Le�n y Pamplona iban aumentando sus territorio con los arrebatados a La Rioja esos focos �rabes eran sometido o ten�an que emigrar.
Seg�n P�rez de Urbel, en el a�o 882 los. cristianos ya estaban establecidos definitivamente en Cellorigo y Pancorbo.
El estrat�gico castillo de Gra��n cambi� de due�o con frecuencia Los ataques musulmanes de lo a�os 864, 865 y 867 s�lo consiguieron retrasar por poco tiempo la reconquista de este territorio de La Rioja Alta.
Dice la Cr�nica Najerense que los cristianos eran due�os en el 899 del castillo de Gra��n, que fue utilizado como base para la conquista de N�jera, que estaba en poder de los musulmanes en aquella fecha.
Entre las excepciones que se�al�bamos respecto a la discontinuidad de la presencia de �rabes en esta zona citaremos las de N�jera y Haro. En la ciudad de Haro se conserva un documento de 1521 que trata de un pleito promovido por los moros contra Juan Ezquerro de Haro, porque hab�a ocupado unas tierras que siempre habian sido de ellos.
Tambi�n N�jera debi� continuar en manos de los musulmanes desde la primera invasi�n, pues al decir de Justiniano Garc�a Prado: Doscientos a�os poseyeron N�jera los marroqu�es y bereberes, mandando en ellos jeques y visires nombrados por los emires de C�rdoba. Entre los a�os 714 y 718 se apoderaron de La Rioja y convirtieron N�jera en una fortaleza o castillo desde el que las huestes moras ejerc�an su poder sobre La Rioja Alta. Vino a ser como la avanzadilla musulmana frente al baluarte oriental del reino leon�s con los castillos de Bilibio, Pancorbo, Burad�n, Fr�as y Tolo�o.
Al llegar la riada sarracena, los valles de La Rioja Alta y Media se despoblaron en gran parte, huyendo sus habitantes a las monta�as cameranas, burgalesas, alavesas o navarras, quedando los pueblos con pocos vecinos. Muchas de las comarcas quedaron �como tierra de nadie�, a merced de los bandoleros que robaban el ganado y los frutos del campo.
La Cr�nica de Alfonso III fija en el a�o 923 la conquista de N�jera: �Entretanto llegaron emisarios del rey Garc�a (Sancho Garc�a), invitando a que fuera all� nuestro rey (Ordo�o II de Le�n) para conquistar las ciudades de aquellos infieles que son N�jera y Viguera. March�, en efecto, nuestro rey con un gran ej�rcito y tom� N�jera.�
La Rioja Media qued� poco poblada tras la invasi�n �rabe. Varea, Logro�o, Albelda y Clavijo s�lo estuvieron en poder de los agarenos unas cuantas d�cadas. Sin embargo, Viguera, por la situaci�n estrat�gica de su castillo, fue presa codiciada por los muslimes, quienes la ocuparon m�s prolongadamente. Muza II, cuyos dominios por occidente comenzaban en Arnedo hasta el 856, en ese a�o avanz� m�s al oeste, ocupando Viguera y en ella se mantuvieron los Beni Casi -en el a�o 882 era se�or de Viguera Mohamed, nieto de Muza-, salvo peque�os intervalos, hasta el a�o 923, en que tuvo lugar su conquista definitiva.
De la reconquista de Viguera por Sancho Garc�s tenemos la fecha por una cr�nica cristiana recogida por Fl�rez en La Espa�a Sagrada:
Sancho Garc�s I decidi�, �para conmemorar el triunfo obtenido hace poco en el castillo de Viguera, hemos determinado construir un monasterio en el lugar que aquellos infieles llaman en su lengua caldea Albelda y nosotros en lat�n Alba (blanca), que est� situada junto al r�o Eyroca (Iregua) y en los arrabales de la ciudad de Viguera. Dado en ... , a cinco de enero del a�o 924�. La reconquista de Viguera tuvo lugar, por tanto, en el a�o 923.
Aunque la existencia de Logro�o no est� documentalmente probada hasta el a�o 926, se tiene la certeza de que en el paso del Ebro y en su margen derecha hab�a con anterioridad a esa fecha un n�cleo de viviendas en la zona de la Ruavieja. All� llegaban los peregrinos que ven�an por el camino de Santiago o camino franc�s desde mediados del siglo IX, pocos lustros despu�s del hallazgo del sepulcro jacobeo. Santo Domingo de la Calzada contribuy� m�s tarde a mejorar la ruta riojana con la construcci�n de calzadas, puentes, hospitales y hospeder�as. En Logro�o, los albergues y posadas de peregrinos, situadas en las calles Ruavieja, Barriocepo y Mayor, estaban se�aladas por un peque�o escudo en sus fachadas con la figura de una concha o el anagrama J.H.S., de los que quedan ya muy pocos.
Clavijo y Albelda, aun cuando fueron liberadas en el a�o 859, volvieron a poder de los �rabes, hasta que fueron reconquistadas definitivamente N�jera y Viguera en el 923. De aquellas poblaciones nos ocuparemos m�s adelante al tratar de las batallas que en ellas o en sus campos se libraron.
Larga duraci�n del dominio �rabe en La Rioja Baja
La Rioja Baja, como zona m�s pr�xima a la plaza de Zaragoza, desde donde part�an las expediciones �rabes contra las regiones del norte, estuvo ocupada por los musulmanes durante mucho tiempo. Adem�s, siendo patrimonio de la familia Beni Casi, lo defend�an contra toda clase de enemigos.
La primera poblaci�n de esta zona que pudo sacudirse el yugo musulm�n fue Arnedo, que se reconquist� en el a�o 918 � en 923.
Algunos opinan que pudo quedar liberada en el 914, fund�ndose en una Cr�nica de Ben Idhari que afirma que Abderram�n III, al comienzo de su reinado (912-961), ten�a sus fuerzas ocupadas en sofocar las insurrecciones de Andaluc�a y aprovechando esta circunstancia y la debilidad de los Beni Casi, Sancho Garc�s I pas� el Ebro y ocup� La Rioja Alta; alentado por este �xito, Sancho decide conquistar La Rioja Baja y se apodera de la ciudad de Calahorra. Estamos en el momento en que La Rioja, en expresi�n vulgar, pero muy gr�fica, �empieza a cambiar de amo�.
Exist�a entonces cierta rivalidad entre los reyes de Le�n y Pamplona. Al conocer Garc�a I de Le�n las conquistas realizadas por el pamplon�s, quiere adelantarse, pone en marcha sus huestes, avanza hasta el r�o Cidacos y en una dura batalla (19-3-914) derrota a los musulmanes. Seg�n Ben Idhari, el rey Garc�a qued� extenuado, subi� al castillo de Arnedo, que estaba en poder de los cristianos, y despu�s de firmar una escritura ante el conde Gonzalo T�llez, falleci�. Por el contrario, el obispo de Astorga, Sampiro, natural de Zamora, dice en su cr�nica que el rey Garc�a puso sitio al castillo de Arnedo, que estaba en poder de los �rabes, y durante el asedio cay� enfermo, levant� el cerco y march� a Zamora, donde falleci�. Esta opini�n parece m�s digna de cr�dito por la proximidad en el tiempo y en el espacio a los hechos del obispo cronista, ya que siendo natural de Zamora y prelado de una di�cesis cercana, a la vez fue' coet�neo del suceso que histori�. En cambio, Ben Idhari escribi� su cr�nica en 1306 y seguramente alejado del lugar de los hechos. Como creemos en la exactitud de los datos dados por Sampiro, damos por sentado que el castillo de Arnedo segu�a en poder de los �rabes.
Los que opinan que la reconquista de Arnedo sucedi� en el a�o 918 se fundan en que Ordo�o II, sucesor de Garc�a I, pact� con el rey de Pamplona la distribuci�n de los territorios, por lo que trat� de ocupar la ciudad de Arnedo. En el a�o 920 estaba ocupada por los cristianos, puesto que all� se refugi� Sancho. Pero al ser derrotados en Muez, Abderram�n se lanz� contra los castillos cercanos, en los que pudo dejar guardias para su custodia.
En el a�o 923, N�jera y Viguera fueron reconquistadas por las tropas cristianas y suponemos que Arnedo tambi�n, porque en esa �poca Viguera y Arnedo sol�an pertenecer al mismo due�o.
Que Arnedo sigui�, despu�s del a�o 923, en manos cristianas se sabe por un documento que se encuentra en el archivo de Simancas. Es un testamento otorgado por el cl�rigo Lope en el a�o 928, �durante el reinado de Nuestro Se�or Jesucristo y el pr�ncipe Garc�a de Pamplona y bajo la dominaci�n de Velasco L�curt en Arnedo� (Fern�ndez de Bobadilla). En el a�o 928 ocupaba el trono de Pamplona Garc�a S�nchez I (925-970).
Arnedo continu� en poder de los cristianos seg�n una cr�nica del moro Rasis en el a�o 956: �Cuando Espania de moros era, era Arrait su escudo contra los cristianos.�
Si tenemos en cuenta que entre los a�os de la invasi�n (714) y de su reconquista (923) existe una diferencia de 209, restando el tiempo que estuvo en poder de los cristianos, se puede calcular que los moros estuvieron en Arnedo bastante m�s de siglo y medio.
Calahorra fue reconquistada en el 1045 por el rey Garc�a de N�jera, fecha que no admite duda por estar ampliamente documentada y conocerse los detalles de los preparativos y del combate para su conquista.
Para calcular la duraci�n del dominio musulm�n sobre Calahorra entre el 714 y el 1045 se debe restar el tiempo que entre esas fechas estuvo en poder de los cristianos y que pudieron ser los siguientes, en circunstancias que por exigencias de la brevedad no es posible detallar: 740, 750, 758, 780, 791, 792, 793,815,844,845,911,912,914, 918,922,961,962 Y 977.
Con estos datos y sabiendo que entre la fecha de la invasi�n y su reconquista transcurrieron 331 a�os, podemos deducir que Calahorra estuvo en poder de la morisma unos trescientos a�os.
Respecto a Alfaro son muy pocas las noticias que tenemos de su dominaci�n por los muslines. Debi� estar destruida esta ciudad durante bastante tiempo, puesto que no se la cita en varios documentos de esas fechas, nombrando en cambio las ciudades cercanas. Se sabe que en el a�o 916 Alfaro fue destruido por Yusuf ben Mohamed, pero se ignora la fecha de su reconquista. Seg�n Antonio Ubieta, Alfaro continuaba en manos agarenas en el a�o 1104. Como se sabe que las ciudades de Tarazona y Tudela fueron reconquistadas en el a�o 1119 por Alfonso el Batallador, la recuperaci�n definitiva por los cristianos hay que situarla entre ambas fechas.
Seg�n la Cr�nica de Carde�a, la ciudad de Alfaro ya estaba reedificada en el a�o 1073, puesto que el Cid Campeador, despu�s de destruir Logro�o, en venganza por las supuestas ofensas recibidas de conde de N�jera, cae sobre Alfaro de la cual se apoder�.
Por los distintos emplazamientos de los restos arqueol�gicos encontrados puede asegurarse que la ciudad de Alfaro fue construida y abatida varias veces.
Alfonso VII, en 1126, reedific� Alfaro y la repobl�.
Cervera del R�o Alhama estuvo en poder de la morisma durante cuatro siglos y a�n siguieron en ella y en la vega del Alhama durante 300 � 400 a�os m�s, despu�s de su reconquista; fueron muchos los moros que se sometieron para que les permitieran continuar vivienda en la comarca. Incluso ocuparon cargos p�blicos, como alguaciles, pregoneros y hasta formaron parte del concejo municipal, lo que estaba prohibido por pragm�ticas disposiciones reales.
La influencia musulmana en esta zona fue muy grande, facilitada por el aislamiento en que se encontraban por la escasez de comunicaciones.
Hubo mucha convivencia entre las dos razas y as� siguieron pac�ficamente hasta que los Reyes Cat�licos, tras la conquista de Granada, en 1492, empezaron a dictar disposiciones contra jud�os y moros con el fin de lograr la unificaci�n religiosa de la Pen�nsula.
Estando en el concilio de Trento 11545-1560) el obispo de Calahorra, Don Bernal D�az de Luco, escribi� al cabildo de Cervera, dice Felipe Abad: �felicit�ndole por haberse fundado la Congregaci�n de la doctrina Cristiana en una villa donde tantos cristianos nuevos (de procedencia mahometana) y de tanta influencia exist�an�.
Jos� M. San Baldomero afirma que la poblaci�n mora en Cervera fue, a lo largo de cuatro siglos despu�s de su reconquista, superior a la jud�a y a la cristiana juntas. cita una ordenanza sobre aguas del a�o 1400, en la que figuran tres moros por cada jud�o o cristiano.
La expulsi�n de jud�os no comenz� hasta 1492, en tanto que el destierro de musulmanes se dict� el a�o 1610. Los descendientes de los que tuvieron que emigrar despu�s de tantos siglos de convivencia suelen expresar su nostalgia por estas tierras.
Fuentes hist�ricas. Estudio cr�tico de las cr�nicas �rabes y cristianas
Los siglos VIII y IX son los m�s oscuros de nuestra historia por la escasez de documentos y las contradicciones que existen entre las cr�nicas �rabes y cristianas y la discordancia de los datos de fechas y cifras de combatientes y de bajas.
Las cr�nicas cristianas que tratan de nuestra regi�n son: la Cr�nica de Albelda, que, aunque terminada en el 883, fue continuada por el monje Vigila hasta 976; la Cr�nica Prof�tica, que trata de la destrucci�n de Albelda por Ordo�o I; la Cr�nica de Alfonso /// el Magno; la Cr�nica de Sampiro; la Najerense, escrita hacia 1160, con abundantes detalles de La Rioja y Castilla, en especial de sus condes, y la Cr�nica General de Alfonso X el Sabio.
Las historias de Lucas de Tuy y Rodrigo Xim�nez de Rada, del siglo XIII, se refieren a sucesos ocurridos cuatro siglos antes y no ofrecen suficientes garant�as de fiabilidad.
En cuanto a escritores riojanos, posteriores a los citados, tienen frecuentes errores y defectos de interpretaci�n de los hechos. Esteban Oca y Merino califica de inadmisibles muchos de los datos que aportan Gregorio de Argaiz, fray Mateo de Anguiano y Jos� Gonz�lez Tejada.
Son dignos de cr�dito Casimiro Govantes, L�vi Proven�al, Dozy, el padre Villada, fray Justo P�rez de Urbel, J.M. Lacarra y S�nchez Albornoz.
Las fuentes �rabes, algunas de ellas encontradas recientemente, son indispensables para conocer la historia de los musulmanes en Espa�a: Mohamed al Razzi (el moro Rasis), Ben al Qutiya, Ben Hazam con sus genealog�as, Ben Hayyan y su Muqtabis de datos fidedignos, el ge�grafo Edrisi, Ben al Athir, con su Historia General del Mundo Isl�mico, Ben Idhari, Al Nuwayri, autor de 30 vol�menes de historia, Al Udriy, por no citar m�s, nombraremos al gran erudito del siglo XVII Al Maqqari. Sus escritos son magn�ficas fuentes gracias a las cuales se puede recomponer la historia hispana durante la dominaci�n musulmana.
Muchas cr�nicas fueron redactadas por cronistas oficiales, que sol�an ser parciales en favor de los de su raza.
La conmoci�n que produjeron los vaticinios sobre el a�o mil como final del mundo, se reflejaron en la escasez de documentos sobre este per�odo.
Aunque los historiadores en que nos fundamos no son infalibles, si juzgamos sus escritos con esp�ritu cr�tico, despoj�ndolos de las exageraciones por la adulaci�n y el temor, tendremos una visi�n m�s clara de los hechos, aproxim�ndonos a la verdad hist�rica.
Reyes, emires y califas que intervinieron en La Rioja durante la dominaci�n musulmana
Antes de comenzar a relatar los acontecimientos que a partir del siglo VIII tuvieron lugar en nuestra regi�n, y para facilitar su comprensi�n, daremos la relaci�n de jefes o caudillos de las fuerzas que aqu� intervinieron.
Los reyes de Pamplona
Algunos citan nombres de duques que, desde principios del siglo VII, ten�an autoridad en zonas del territorio vasco-navarro, incluida la Aquitania francesa: Genial, Oxoiz, Eud�n, etc. Pero estos nombres proceden m�s bien de leyendas de origen dudoso que de documentos de alguna garant�a.
Vamos a tratar solamente de la primera dinast�a pamplonesa y usaremos nueva nomenclatura con arreglo a cr�nicas recientemente encontradas.
- l�igo I Arista, fundador de la dinast�a Arista. Seg�n S�nchez Albornoz, dirig�a el clan familiar en el 803 quiz�s no lleg� a reinar en Pamplona. Se ignora la fecha de su nacimiento y en las genealog�as de Mey� figura con el nombre de Enneco Scemenonis. Vino a Pamplona desde la Bigorria francesa, de la que debi� ser gobernante. En el a�o 790 � en el 802 (hay discrepancia en las fechas) cas� en segundas nupcias con Onneca, una de las mujeres de Muza ben Fort�n (Muza I), del que hab�a quedado viuda por el asesinato de su marido en Zaragoza. Entre los a�os 799 y 803, l�igo Arista, con el apoyo de los Beni Casi, logr� hacerse con el poder en Pamplona. Muri� despu�s del 820, sin que se conozca ning�n documento que as� lo afirme. Una hija del primer matrimonio de l�igo Arista, llamada Assona l�iguez, cas� con Muza II, hijo de Onneca y de Muza I.
- l�igo II (l�igo l�iguez Arista). Se duda de la fecha de su nacimiento, pero consta que muri� en el a�o 851. Desde el a�o 849 padeci� alferec�a (epilepsia). Era hermano uterino de Muza II ya la muerte de aqu�l se aflojaron los lazos que un�an las familias Arista y Beni Casi. Rein� desde el a�o 824 al 851.
- Garc�a l�iguez. Los cronistas �rabes lo titulan emir de Pamplona (emir de los Al Baskuns Garsea Enneconis). En el a�o 858 fue hecho prisionero por los wikingos (los normandos) y liberado al poco tiempo mediante el pago de 70.000 � 90.000 dinares de oro. Muri� en el a�o 882, en lucha con un nieto de Muza I, Mohamed ben Lope.
- Fort�n Garc�s, apodado �El Tuerto� (Anqar en �rabe) y �El Monje� para los cristianos. Fue el �ltimo rey pamplon�s que dependi� del reino de Asturias. Naci� en el a�o 830 y estuvo prisionero en C�rdoba durante veinte a�os. A su regreso del exilio se ci�� la corona real. Fue destronado en el 905, a�o en que comenz� una nueva dinast�a con Sancho Garc�s I, quien declar� el reino pamplon�s como naci�n independiente. Muri� en un convento el a�o 916, a los 86 a�os.
Descendiente de Fort�n Garc�s fue el emir Abderram�n III, como veremos en el lugar correspondiente.
Los reyes de Asturias y La Rioja
La resistencia a la invasi�n musulmana y despu�s a su dominaci�n fue mucho m�s fuerte en la regi�n norte que en el sur de la Pen�nsula. Fue tambi�n aqu�lla la primera que se sublev� y en la que se inici� la Reconquista del territorio espa�ol.
El primer foco de resistencia se situ� en la cueva de Covadonga, hacia el 718. En el a�o 722 los guerreros musulmanes se concentran en Asturias y sitian Covadonga, donde Pelayo, noble godo, con un pu�ado de guerrilleros, se lanza contra las huestes moras, diezm�ndolas y obteniendo una victoria que tuvo gran resonancia. Fue un gran triunfo, que anim� a los deca�dos cristianos, quienes sintieron de pronto el anhelo de su liberaci�n de su independencia. Pelayo fue elegido como su primer caudillo.
Puede asegurarse que Pelayo no es un personaje de leyenda. Naci� y vivi� en el castillo de Cantabria dentro de la regi�n riojana actual, fue hijo de Favila, duque de Cantabria. Todav�a quedan restos de lo cimientos del castillo en la cumbre del cerro de Cantabria (can=junto ebrio=Ebro), frente a Varea y cercano a la margen izquierda de Ebro, del que dista solamente uno metros.
La ciudad y el castillo de Cantabria fueron destruidos en el a�o 574 por el rey godo Leovigildo siendo reconstruido al poco tiempo. Se conoce su destrucci�n por Ia Historia de San Mill�n escrita por San Braulio, obispo de Zaragoza; Que fue reconstruida lo demuestra una carta original de Alfonso I �El Batallador�, que termina diciendo �Fecha -esta carta- en la era 1170 en aquella poblaci�n de Cantabria.�
Que Pelayo era hijo de Favila duque de Cantabria, lo afirman:
La cr�nica Fath al Andalus, de autor desconocido, pero inspirada en Ahmed el Razzi, el mejor de lo historiadores cordobeses tempranos.
Ben Jald�n siguiendo a Be, Hayyan, el mayor de los historiadores andaluces.
Al Maqqari, el gran erudito del siglo XVII.
y la cr�nica deAlbelda, que coincide con los cronistas �rabes cuando afirma que Pelayo era hijo de Favila, duque de Cantabria.
S�nchez Albornoz confirma es filiaci�n, fund�ndose en los cronistas que hemos citado, en su inspirada obra �Investigaciones sobre historiograf�a hispana medieval�
Puede a�adirse otra raz�n: hijo de Pelayo se llam� Favila (Segundo rey de Asturias) y es conocida la costumbre de los godos poner al primog�nito el nombre del abuelo.
El arzobispo de Toledo don R_o_drigo, en su obra �De Rebus Hispaniae�, dice lo siguiente, que demuestra la naturaleza riojana de don Pelayo: �E como quier que este rey Witiza comenzase a ser bueno a los suyos, en el empero despu�s no fue tan bueno, ech� a don Pelayo (fijo de Favila, duque de Cantabria que agora dicen Logro�o) de la Cibdad de Toledo.� Y en otra parte dice el mencionado arzobispo: �Estando Espa�a en grande cuita, acord�se nuestro Se�or de ella por su merced, e levant� un esfuerzo como una centella de fuego a el rey don Pelayo que Dios quisiera e quiso guardar para su servicio e para esfuerzo de su cristiandad. Este rey don Pelayo fue fijo de Favila, duque de Cantabria que es Logro�o, que matara el rey Witiza (a Favila) cerca de Tuy; e Witiza persiguiera a este Pelayo e quisiera sacarle los ojos como ya dijimos, e Pelayo fugera a Cantabria.� Estos detalles nos prueban que Pelayo no pertenec�a al partido de Witiza y por eso se uni� al duque don Rodrigo cuando, siendo rey, fue con sus tropas desde Navarra hasta el Guadalete, en cuya regi�n ser�an derrotados por los �rabes.
Confirmando lo que dice anteriormente, el arzobispo Xim�nez de Rada a�ade: �Persigui� otros� Witiza a don Pelayo ... e quisi�rale matar, mas don Pelayo fux� a su tierra, que es Logro�o, e as� escap� de las manos del rey.�
El citado arzobispo supone a don Alonso �El Cat�lico� (el tercer rey de Asturias), residiendo en Logro�o tras la batalla de Covadonga, porque habiendo conocido las victorias de Pelayo, �don Alonso El Cat�lico, hijo de Pedro, duque de Cantabria, que es Logro�o, fux� de Logro�o e fuese para Asturias, e ayudaba muy bien al rey don Pelayo a lidiar las lides de Dios�.
La cr�nica de Alfonso III manifiesta que a Pelayo, que rein� desde el a�o 718 al 737, le sucedi� su hijo Favila, que ci�� la corona real solamente durante dos a�os. Seg�n la leyenda, el rey Favila muri� destrozado por un oso. Entre los reyes de Asturias que se relacionaron con La Rioja, adem�s de los citados, nombraremos a Fruela I (757-768), Alfonso II �El Casto� (791-843), Ramiro I (843-850), Ordo�o I (850-866) y Alfonso 111 �El Magno� (866-910).
Los datos suministrados por las cr�nicas demuestran que los primeros reyes de Asturias eran de origen riojano, descendientes de los duques de Cantabria Favila y Pedro.
Los caudillos �rabes
El primer per�odo de la dominaci�n �rabe en la Pen�nsula es el menos conocido, lo que no es de extra�ar por la desorganizaci�n que se produce en los primeros momentos de una invasi�n y la primac�a que tiene todo lo que se refiera a la guerra sobre lo que corresponde a su historia interna.
Los primeros cuarenta y cinco a�os de dominio �rabe, es decir, hasta el 756, ejercieron el mando gobernadores o wal�es, que eran sustituidos cada cinco a�os, generalmente. Los nombraba el gobierno de Damasco (Siria), al frente del cual estaba el califa, jefe m�ximo religioso, pol�tico y militar del mundo musulm�n.
Sin embargo, la gran distancia que hay entre C�rdoba, capital �rabe de la pen�nsula ib�rica, y Damasco, residencia del califa, dificultaba la transmisi�n de �rdenes, informes y consultas. Por otra parte, los malos caminos y la falta de comunicaciones propiciaron que cada vez se aflojaran m�s los lazos que las un�an y cuando interesaba en C�rdoba se olvidaban de que depend�an de Damasco.
Dado que estas p�ginas est�n dedicadas a la divulgaci�n de nuestra historia, hemos prescindido de la graf�a �rabe �castellanizando� los nombres y escribi�ndolos tal como los pronunciamos habitualmente.
Abderram�n I, desde su elevaci�n al trono de C�rdoba, en el a�o 756, se proclam� emir independiente ..
Abderram�n III, que comenz� a reinar con el t�tulo de emir en el a�o 912, despu�s de obtener brilIantes triunfos, se autoproclam� califa en el a�o 929, cesando las escasas relaciones que pod�a haber entre C�rdoba y Damasco.
A partir de entonces la corte de C�rdoba brill� con todo su esplendor y comenz� la gran influencia hispano-�rabe sobre Europa y el mundo musulm�n.
Los emires y califas de los que dependieron nuestros antepasados hasta su emancipaci�n por la Reconquista, fueron:
Emires: Abderram�n I (756-788), Hixam I (788-796), Alhakan I (796822), Abderram�n II (822-852), Mohamed I (852-886), Almundir (886-888), Abdal�h (888-912), Abderram�n III, nieto de Abdal�h (912-929).
Califas: _Abderram�n III (_929_-_961), Alhakan II (961-976), Hixam II (976-1008), Abderram�n IV �Sanchuelo� (1008-1009).
En esta �ltima fecha comenzaron las luchas internas entre bandas rivales de C�rdoba, que acabaron con el califato cordob�s en el a�o 1031, desmoron�ndose y dando Iugar a la formaci�n de peque�o Estados que se llamaron taifas. El general Almanzor actu� con mayor autoridad que el califa Hixam desde el 982 a 1002. Desde el a�o 1008 al 1031 reinaron siete califas de modo precario, en medio de una verdadera guerra civil.
Los caudillos de la familia Beni Casi. Los Muza
La dependencia de la regio riojana, y especialmente de L Rioja Baja, durante el dominio musulm�n fue mucho m�s directa de los jefes de una familia goda, lo Beni Casi, que de los caudillos �rabes y de los reyes cristianos.
Seg�n el cronista �rabe Ben Hizam, el conde Cassius, de origen visigodo, fue invitado por el general Muza ben Nusayr, conquistador del valle del Ebro, a renunciar a su fe cristiana y abrazar la de Mahoma para que pudiera conservar su hacienda y sus bienes. La mayor parte del territorio espa�ol fue ganado por capitulaci�n ante las tropas �rabes, puesto que si no ofrec�an resistencia armada se les permit�a conservar sus heredades. Tras la aceptaci�n por el conde de la propuesta del general �rabe, �ste le recomend� se trasladara a Siria para expresar su sumisi�n y fidelidad al califa de Damasco. Se duda si lleg� a conocer al califa Al Walid, que muri� el d�a 25 de febrero del 715, � bien tuvo que relacionarse con su sucesor reci�n ascendido al trono. Ante el califa reinante abjur� su religi�n cristiana y se convirti� islamismo, tomando el nombre de Muza en honor de su protector, el general del mismo nombre. Como la muerte de Al Walid sucedi� en la fecha arriba indicada, la conversi�n oficial tuvo que ser en el a�o 715.
Son varios los cronistas e historiadores que indican la vinculaci�n del conde Cassius y sus descendientes con la poblaci�n y el castillo de Arnedo. El castillo, de gran importancia estrat�gica en aquel tiempo, y el municipio de Arnedo debieron formar parte de su primer patrimonio.
El Padre Tarazona, en sus �Apuntes biogr�ficos de la ciudad de Arnedo�, 1906 (in�dito), comenta que los Fort�n o Fort��ez (el padre de Muza I se llamaba Fort�n) eran se�ores de Arnedo y tambi�n de los pueblos de su valle (Val de Arnedo) y que se retiraban a Arnedo como a castillo propio.
El P. Moret a�ade: que como parientes muy pr�ximos a la casa real de Pamplona di�seles a los Fort�n el se�or�o de esta tierra y que eran descendientes de Fort�n Garc�s, rey de Pamplona.
Ballesteros, en su �Historia de Espa�a�, los cree tambi�n se�ores de Igea, cerca de Cervera del R�o Alhama, �porque a los Beni Casi los hacen originarios de La Rioja�. Esta Igea ha sido confundida por algunos con Ejea de la provincia de Zaragoza, debido a que aqu�lla, por ser una villa peque�a, es menos conocida.
Y seguimos dando argumentos a favor de la vinculaci�n de esa familia Beni Casi con La Rioja y principalmente con Arnedo, porque otras regiones pretenden que en ella estuvo el solar primitivo de esta familia.
Govantes, en su �Diccionario de la provincia de Logro�o�, dice: �Los seniores o gobernadores de Arnedo parece que segu�an la corte de los reyes de Pamplona, as� se les ve siendo testigos continuamente de las escrituras y donaciones reales.� �El senior Eximino Fortunionis d�minus Arneto confirma la donaci�n que hizo el rey Garc�a al monasterio de Albelda.�
El a�o 1049, en otra donaci�n de don Garc�a de N�jera a San Mill�n, firma Gimeno (Eximeno) Fortunez, se�or de Arnedo.
En el a�o 1056, en una escritura de restituci�n a Alberite de do�a Estefan�a, viuda de don Garc�a, firma Lope Fortunionis in Arneto. Y este mismo Lope confirma una donaci�n en 1075 del infante don Ramiro.
Los Fort��ez eran descendientes de Fort�n Garc�s, rey de Pamplona, nacido en el 830. Tambi�n conocemos que, adem�s de los citados por Govantes, fueron se�ores de Arnedo otros que llevaban el nombre de Fort�n, como Fort�n S�nchez (963) y Fort�n Oxoiz (1040), y sabemos por S�nchez Albornoz lo caro que era ese nombre, Fort�n, a la familia Beni Casi y a los reyes de Pamplona, puesto que llevaron ese nombre: Fort�n, hijo del conde Cassius, nacido antes del 714; Fort�n ben Muza, hijo de Muza I; Fort�n Garc�s, nieto de l�igo Arista; Fort�n ben Muza, hijo de Muza II, y otros que figuran en los �rboles geneal�gicos de las familias Arista y Beni Casi.
Que los Beni Casi se retiraban a Arnedo y a su castillo como a casa propia, cual patrimonio de sus antepasados, y que fueron ininterrumpidamente se�ores de Arnedo lo demuestran las cr�nicas y autores que vamos a citar:
En el a�o 788 cae herido o muerto en Zaragoza Muza I, gobernador de Arnedo, Tarazana y Zaragoza (Ben al Atir, Ben Idhari, Al Nuwayri y B. Jaldun).
En diciembre de ese mismo a�o se produce una sublevaci�n en Zaragoza contra su gobernador, se�or de Arnedo y Tarazana (Al Udr�).
En el 840, Muza II, que viv�a en el castillo de Arnedo, tras enojarse por el nombramiento de Al Kulaby como gobernador de Tudela, se declara en abierta rebeld�a contra el emir de C�rdoba (Al Udr�).
En el 841, Muza II no colabora: �Muza se hace el remol�n en el castillo de Arnedo.� (A. Ca�ada)
En ese mismo a�o, y antes de la batalla de Tsalma, Muza II se refugia en el castillo de Arnedo, �verdadero basti�n de los Beni Casi� Tras la batalla, el general Harit cae herido y es aprisionado durante nueve meses en el castillo de Yarmid (�Arnit?), que era la fortaleza m�s segura que ten�an los Casi (Al Nuwayri y Ca�ada Juste).
En el 843 se somete Muza a Abderram�n II, con la condici�n de seguir ostentando el t�tulo de wal� Arnedo (Al Udr� y Ca�ada Juste).
En el 844, Muza se subleva nuevamente y es perdonado, continua como wal� de Arnedo (Ben al Atir)
A�o 850. A Muza le renovaron �en el gobierno de Tudela, aparte de su inseparable Arnedo, es de suponer� (A. Ca�ada Juste).
En el a�o 866, Lope, hijo de Muza II, estaba recluido en Arnedo �feudo m�s fiel y caracter�stico de los Beni Casi� (Ca�ada Juste).
El ni�o Ordo�o, m�s tarde rey Le�n, fue educado en el a�o 866 uno de los castillos que los Casi ten�an en La Rioja, que a juicio del profesor Ca�ada, pudieron ser Viguera o Arnedo.
En el a�o 872, Lope, hijo de Muza II, se alz� en Arnedo contra el califa cordob�s y saliendo del castillo con sus tropas se apoder� de las plazas de Tudela, Zaragoza, Huesca y Monz�n (Nususan de Al Udr�).
En el mismo a�o 872 se reunieron en el castillo de Arnedo las mujeres de los Beni Casi, en sesi�n de duelo por la muerte de sus familiares, habidos en recientes combates (Al Udr�).
En el 874, el emir Mohamed I nombra a Lope, hijo de Muza II, gobernador de Arnedo, Tarazana, Tudela y Viguera (Al Udr�).
El emir Al Mundir (886-888) renov� estos nombramientos a favor de Lope ben Mohamed, nieto de Muza II (Al Udr�).
El emir Abdhala (889-912) confirm� los nombramientos.
En el a�o 907 muere Lope ben Mohamed y su hermano y sucesor, Abdalah ben Mohamed, hereda su patrimonio de N�jera, Viguera, Arnedo, Calahorra, Tarazona, Caparroso, Tudela y Olite.
En el 909, Sabrit, wal� de Huesca, realiz� una expedici�n contra Arnedo, patrimonio de los Beni Casi, y la destruy�.
En el 914, seg�n Sampiro, el castillo de Arnedo estaba en poder de los �rabes y, por tanto, de los Beni Casi, puesto que no lo perdieron hasta el a�o 918 � el 923. Pero sus descendientes continuaron con el se�or�o de esa poblaci�n, porque siendo territorio de Pamplona desde el 923, la gobernaron los Fort��ez, parientes de la familia real y de los Beni Casi.
�Hay alguna poblaci�n que pueda presentar una historia tan detallada y extensa que exprese una vinculaci�n durante tanto tiempo como la que existe entre Arnedo y su castillo con la familia Beni Casi?
Ben Hazam, en su obra Yamhara, confirma la relaci�n de esta familia con Arnedo en esta frase: �Otros pr�ncipes mulad�es de esta comarca fueron los Banu Casi en Tudela, Wunat y Arnedo�. Wunat puede ser Olite o Tarazana.
Teniendo en cuenta que el patrimonio de los Beni Casi iba aumentando con las tierras conquistadas al este, el primitivo se�or�o antes del 714 fue el de Arnedo. El de Tarazona no se les concedi� hasta mediados del siglo VIII, m�s tarde el de Zaragoza y luego el de Tudela, despu�s de la construcci�n de las murallas de la ciudad y de la fortaleza en el 803.
Todos los datos expuestos demuestran que Arnedo y su castillo fueron durante m�s de doscientos a�os lugar de residencia y refugio de los miembros de la familia Beni Casi.
Es costumbre inveterada en todos los pa�ses que las honras f�nebres se celebren en el domicilio solariego de la familia y tenemos constancia, por la cr�nica de Al Udr�, que en el a�o 872 tuvo lugar en el castillo de Arnedo una sesi�n de duelo por los Beni Casi fallecidos en cercanas luchas familiares. Este inter�s de los Muzas por Arnedo debi� ser la causa de que fuera esta poblaci�n la capital de la extensa provincia a que dio su nombre, seg�n el ge�grafo Edrisi y sus traductores Saavedra, Beltr�n y Conde.
El nombre de Beni Casi, dado a esta familia, lo dedujeron as�: del nombre Casius tomaron el genitivo (Casius, Casi) y derivaron a la forma �rabe anteponi�ndose otra palabra �rabe de origen hebreo, Ben o Beni, que significa hijo o descendiente de, Ben equivale a Banu, Ibn o Aben, de ah� que tambi�n les llamen Banu Qasi.
El conde de Casius, padre de Fort�n y abuelo de Muza I, tuvo una numerosa descendencia. El �rboI geneal�gico de los Beni Casi lo presentan las cr�nicas de Alfonso I, Ben Hayyan, Ben Hazam y Al Udr�, lo que demuestra el relieve destacado que tuvo esa familia en aquella �poca. El profesor Ca�ada opina que los historiadores no han dado hasta ahora la importancia que merece este linaje. Tuvieron el mando de las plazas y fortalezas de Albelda, Clavijo, Viguera, Arnedo, Calahorra, Cervera, Alfaro,Tarazona, Tudela, Borja, Zaragoza otras del valle del Ebro, que los �rabes llamaban Frontera Superior por estar en el l�mite norte de sus dominios. Formaban una tupida red de gran importancia para la vigilancia y defensa de los territor�os �rabes. Dominaron, adem�s, aunque no tan dilatadamente, Huesca, L�rida y Toledo.
El profesor Alberto Ca�ada Juste, de la Universidad de Navarra, ha escrito extensamente sobre los Banu Casi en una de las �ltimas revistas �Pr�ncipe de Viana�. Anteriormente public� �La campa�a musulmana de Pamplona� y en ambos trabajos cita a Arnedo como feudo inseparable de los Beni Casi. De ellos hemos tomado algunas referencias. Pero pretende insinuar que el solar origen de los Beni Casi pudo estar situado en la Ribera navarra, margen izquierda del Ebro. Toma de la cr�nica Muqtabis que tras la batalla de Tsalma, Al Harets qued� prisionero durante nueve meses en Yarmid y que al quedar en libertad se reuni� con sus compa�eros de prisi�n en el campamento de Farandil, detr�s del castillo de Caparroso. Este nombre de Farandil es de lectura dudosa ... Para m�, dice Ca�ada, es lo mismo que Yarmid y habr�a que identificar a ambos con Turbil, lo que se deduce de su graf�a �rabe. Y se pregunta: ��Ser�a Qasi el conde de la Marca, en 713, el jefe de la guarnici�n visigoda implantada en Oligito (Ulit=Olite) un siglo antes por Suintila para contener a los vascones? Dif�cil es contestar a esta pregunta, pero su respuesta en caso afirmativo llenar�a una de las muchas lagunas de nuestra historia.�
En espera de conocer un informe m�s t�cnico sobre esta cuesti�n puede orientarse que Yormid sea Y`Arnit. Los datos hist�ricos van en su favor.
Sobre la familia Beni Casi han escrito muchos historiadores. S�nchez Albornoz, muy interesado en su biograf�a, cita entre otros a Dozy, Fern�n Guerra, Jaurgain, Simonet, Barrau-Dihigo y L�vi Proven�al. Pueden a�adirse Ribera, G�mez Moreno, Ca�ada Juste y alguno m�s.
La invasi�n de la pen�nsula ib�rica por los musulmanes
Hemos dicho que Tarif, en el a�o 710, pas� el estrecho de Gibraltar con 400 bereberes armados, y despu�s de recorrer Andaluc�a y recoger un rico bot�n se volvi� a Mauritania.
El 28 de abril del 711 unos siete mil berberiscos africanos, mandados por jefes �rabes de Oriente, pasaron el estrecho y, dirigidos por Tarik, se atrincheraron en la monta�a que hay junto al mar y que desde entonces se llama Gibraltar:
Gebel al Tarik = Monta�a de Tarik.
El rey Rodrigo, seg�n afirman los cronistas Ben Habbul, Ben al Atir y Al Nuwayri, estaba en esa fecha mandando una expedici�n guerrera. Ben Al Qutiya a�ade que esa campa�a ten�a por objeto someter a los vascones de Pamplona, que se hab�an sublevado, como lo hac�an con frecuencia.
Cuando se present� el ej�rcito de don Rodrigo cerca del r�o Guadalete, donde le esperaban las fuerzas musulmanas, los familiares de Witiza se retiraron con los nobles de la antigua corte y algunos se pasaron a las filas del ej�rcito �rabe. El
ej�rcito cristiano fue f�cilmente derrotado. Pocos pudieron salvar su vida, huyendo hacia el norte, entre ellos el noble Pelayo. Del rey Rodrigo se desconoci� su paradero y s�lo han quedado leyendas.
Del 712 al 714 los generales Muza ben Nusayr, como jefe del ej�rcito, y su liberto Tarik, continuaron avanzando hasta llegar a los Pirineos, una vez due�os del valle del Ebro. Solamente Pelayo, con un peque�o grupo, se refugi� primero en el monte Cantabria, frente a Varea, y no pudiendo resistir la presi�n del ej�rcito �rabe, emprendi� el camino hacia los montes asturianos, estableciendo su puesto de mando en una cueva, que desde entonces ocupa el primer puesto en la historia de Espa�a: Covadonga, situada en el monte Auseba, cerca de Cangas de On�s.
La Rioja comenz� a ser invadida por los musulmanes en el a�o 714. Entrando por Alfaro y siguiendo por la calzada romana que pasaba junto al r�o Ebro, ocuparon los valles hasta llegar a Briviesca, en la actual provincia de Burgos. Luego prosiguieron su avance por Astorga hasta llegar a Galicia. El general Muza ben Nusayr, que sigui� esta ruta con un ej�rcito de �rabes, sirios y bereberes, al ocupar Galicia quemaron iglesias y rompieron campanas (Cr�nica Naft al Tib). Es de suponer que ese mismo ej�rcito, al pasar por La Rioja, obrar�a del mismo modo.
No pudo La Rioja formar un foco de resistencia al invasor �rabe porque las cabezas que hab�an de dirigirla marcharon a unirse con los que se hab�an dado cita en las monta�as asturianas, como el riojano (entonces se llamaban c�ntabros) Pelayo (Angel Suils).
La mayor parte de la poblaci�n riojana se refugi� en las monta�as cercanas. Los que habitaban La Rioja Alta y la Media se ocultaron en los montes Distercios, Obarenes y tierra de Oca. Seg�n Navarrete y Manfredi, se pueden calcular en cien mil los que se refugiaron en los bosques de la llanura donde m�s tarde se hab�a de fundar la ciudad de Vitoria. Los que viv�an en La Rioja Baja huyeron a la sierra de Cameros y a las monta�as de Navarra y Arag�n.
Las tierras alavesas del norte no fueron dominadas por los agarenos.
Esta dispersi�n de los pobladores de La Rioja en distintos campos ocasionaron la formaci�n de tres diferentes zonas geogr�ficas que, en adelante, recibir�an influencias culturales de distinto origen.
Fueron pocos los riojanos que se quedaron en sus tierras sometidos a las condiciones impuestas por los vencedores. La mayor�a no eran aptos para ofrecer resistencia ni para iniciar la Reconquista. En general, La Rioja qued� deshabitada y algunas de sus comarcas eran �tierra de nadie�.
Es de advertir que en la parte monta�osa de La Rioja y en los Cameros apenas puso el pie la morisma, que s�lo lleg� hasta las fortificaciones que prepararon en puntos estrat�gicos de los valles como las de Castro Bilibio, Gra��n, las del r�o Tir�n, N�jera, Viguera, Arnedo, Cervera y alg�n otro.
A los que habitaban en partes monta�osas se les permiti� el uso de su religi�n y de sus bienes mediante el pago de un tributo.
Los desvelos y los triunfos del general Muza ben Nusayr s�lo le sirvieron para crear envidias, con la consiguiente llamada al orden desde Damasco. Lleg� a su destino en el mes de marzo del 715, cuando ya hab�a fallecido el califa Al Walid. El nuevo califa Sulym�n le acus� de haber retenido la parte del bot�n que correspond�a al califa y lo conden� a muerte, pero un amigo de ambos, el gobernador de Egipto, logr� el perd�n mediante rescate de cuatro millones de dinares de oro. (De la cr�nica Imamat del pseudo Ben al Qutiya.)
La conquista de La Rioja y de Pamplona debi� terminar en el 716, seg�n algunos autores, aunque otros lo prolongan hasta el 718.
la Reconquista se inici� en Asturias
En Covadonga se inici� la formaci�n de un reino que, unido a otros, constituidos bajo su amparo, consigui� salvar a Espa�a y a Europa de las hordas del Islam, en una epopeya de larga duraci�n.
Arabes y cristianos reconocen que el vencedor de esta lid fue Pelayo, pero mientras aqu�llos tratan de aminorar el triunfo, los espa�oles lo agigantan.
Tras la muerte de Pelayo, en 737, cesan por unos a�os las embestidas de las huestes agarena debido a las luchas internas entre berberiscos y �rabes de Asia.
Los berberiscos, que eran m�s numerosos, se quedaron en el norte, prefiriendo regiones, como Ia nuestra, en que pod�an gozar de mayor libertad, lejos de las miradas de los jefes de C�rdoba. Lo notables �rabes se quedaron con las zonas de regad�o de Arag�n las grandes fincas de Andaluc�a.
Con don Alonso o Alfonso I, que rein� durante el 739 al 757, comenz� con mayor firmeza la Reconquista.
La Cr�nica de Albelda nos dice, que Alfonso I, hacia el a�o 740: ayudado por Fruela, duque de Cantabria, expuls� a los musulmanes de Miranda de Ebro, Alesanco Briones, Abalos, Cenicero y de otros territorios m�s al sur, pero s�lo los ocup� durante algo m�s de un a�o.
Durante cinco a�os (748-753), con mayor intensidad en el 753, Ia sequ�a asol� nuestra regi�n y amplias zonas de Castilla; el hambre hizo su aparici�n y volvieron a sus citarse motines y revueltas entre los invasores, lo que origin� su marcha de La Rioja hacia sus tierras de origen.
Aprovechando la rebeli�n de lo berberiscos y su �xodo hacia Africa, el rey Alfonso I vuelve a bajar de la monta�a asturiana con su huestes, en el a�o 755, y ocupa Galicia, buena parte de Le�n, CastilIa la Vieja, Alava, y por la Bureba entra en La Rioja. Sin embargo, Ia estancia de las tropas astures en Ia regi�n riojana volvi� a ser breve y la aprovecharon para liberar a numerosos cautivos.
Seg�n la cr�nica Abjar Maehmua, una de las �ltimas campa�a emprendidas por Alfonso I fue Ia conquista de La Rioja.
Como exist�an zonas poco pobladas en nuestra regi�n y las tropa �rabes estaban en algunos lugares bastante distantes de las cristianas gran parte de la Rioja estuvo durante el siglo VIII a merced de cualquier banda armada que la recorriera. Estas se apoderaban de ganados, reba�os y productos del campo. Los labriegos y pastores, cuando divisaban jinetes armados, avisaban para que ta�eran las campa�as y corrieran personas y animales hacia los refugios m�s pr�ximos, desde donde hac�an frente a las bandas de pillaje con los rudimentarios medios de defensa de que en aquellos tiempos se dispon�a.
Los �rabes eran due�os en tiempo de Alfonso I de parte de La Rioja, Pamplona, Guadalajara, Toledo y todas las regiones situadas al sur del r�o Tajo, mientras que los cristianos ocupaban todo el valle del r�o Duero. Hab�a, por tanto, muchas zonas entre Duero y Tajo que eran �tierra de nadie�, en las que ten�an lugar las correr�as y bandidajes, as� como los choques entre las fuerzas rivales. La Rioja, situada en el extremo este de la regi�n castellana y cercana a la ribera navarra del Ebro dominada por los moros, sufri� en aquella �poca los da�os, rapi�as y vejaciones de turno.
Para evitar estos desmanes construyeron los cristianos numerosas fortalezas y castillos, con el fin de vigilar las incursiones sarracenas, en colinas y desfiladeros y fortificaron las alturas m�s inaccesibles para refugio de personas, ganados, alimentos y enseres. Poco tiempo despu�s la regi�n al este de Asturias, por su abundancia de castillos, comenz� a llamarse Castilla.
Dinast�a de los Omeyas. Los primeros emires independientes:
Abderram�n I, Hixam I, Alhakan I
Como consecuencia de las guerras civiles en Siria, entre los �rabes de Oriente, los pr�ncipes de la dinast�a Omeya, que fueron vencidos, tuvieron que emigrar. Muchos miembros de esa familia murieron pasados a cuchillo.
Pudo escapar de la matanza uno de los pr�ncipes, astuto y valeroso, llamado Abderram�n, que lleg� al norte de Africa, donde hab�a muchos partidarios de su causa. Como tambi�n los ten�a en Espa�a, los fieles a la familia Omeya pidieron al pr�ncipe Abderram�n que pasara a la Pen�nsula. Al poco tiempo de desembarcar en las costas andaluzas (a�o 756) fue atacado por los partidarios del califa de Damasco, pero habiendo salido victorioso en todos los combates fue proclamado emir de C�rdoba, independiente de Damasco, con el nombre de Abderram�n I. Desde entonces ces� la alianza con Siria, puesto que el poder lo ostentaban all� los enemigos de los Omeyas.
Una de sus primeras expediciones (a�o 759) tuvo como finalidad recuperar La Rioja. Varios cronistas �rabes dicen que despu�s de tomar el castillo de Viguera, atravesando La Rioja Media y la Alta, lleg� al desfiladero de Pancorbo y penetr� en Alava.
En los a�os siguientes (760-768), seg�n el moro Rasis, las tropas omeyas llegaron a La Rioja, por donde se pasearon sin encontrar resistencia, y exigieron rehenes y tributos en las poblaciones por donde pasaban.
En un per�odo de dos lustros (768-778) no se conoce ning�n hecho de armas en nuestra regi�n.
En el a�o 778 dos ej�rcitos del monarca franc�s Carlomagno pasan a nuestra Pen�nsula por los do extremos de los Pirineos para coger como con una tenaza la regi�n aragonesa y principalmente su capital, Zaragoza, que le fue ofrecida por su gobernador, quien no logr� apoderarse de las puertas de entra da y Carlomagno, fracasando en s empe�o, tiene que levantar el sitio y volver a Francia. Este desaire con ser desconcertante para el famoso monarca franc�s, no fue eI peor. Sigamos al monje de Silos e su cr�nica: de vuelta a Pamplona, habiendo (Carlomagno) destruido sus murallas, pag� con creces su atrevimiento, pues debiendo pasar su ej�rcito por los Pirineos -para volver a Francia- por un desfiladero muy estrecho (Roncesvalles), los vascones, acometi�ndolos de de arriba, los mataron a todos.
Abderram�n I supuso que si Carlomagno proyect� invadir la Pen�nsula fue porque contaba con ayudas en la regi�n del norte y quiso escarmentar a los traidores. En a�o 780 prepar� una operaci�n castigo; someti� primero a los rebeldes de Zaragoza y, siguiendo curso del Ebro, tom� Calahorra, destruy� las fortalezas de La Rioja y pas� a tierras de Pamplona, devastando su capital.
En el a�o 788 fallece Abderram�n I y le sucede en el trono de C�rdoba su hijo Hixam I, segundo emir independiente. Durante la paz que sigui� a la consolidaci�n de Hixam en su trono, la conversi�n de los cristianos al islamismo en el valle del Ebro estaba en visible progreso. Los que se convert�an a la religi�n de Mahoma no pod�an renegar de ella bajo pena de muerte. Casi todos los espa�oles que poblaban las tierras dominadas por los moros eran mulad�es, es decir, cristianos renegados.
En la �poca del est�o, las mesnadas �rabes part�an de Zaragoza y subiendo por el valle del Ebro penetraban en La Rioja por los feraces campos alfare�os y efectuaban las acostumbradas razzias, aniquilando todo lo que encontraban a su paso. Con los alimentos y reba�os que saqueaban abastec�an sus cuarteles de invierno. En el a�o 792, seg�n Ballesteros y Bereta, los moros cortaron nueve mil cabezas de cristianos.
En el 794, el general Abd el Krim ocup� la plaza de Calahorra y su caballer�a hostig� las zonas pr�ximas.
Estos destrozos los sufrieron todos los campos riojanos, pero a partir del siglo IX La Rioja Baja fue respetada por estar bajo la protecci�n de los Beni Casi. Desde entonces, los saqueos comenzaban en los campos de Ausejo.
En el a�o 796 inici� su reinado el emir Alhak�n I y al poco tiempo (798) nombr� gobernador de Pamplona a Mutarrif, hijo de Muza I. Los Velasco, que eran enemigos de los Beni Casi y aspiraban al mando de la plaza, soliviantaron a los pamploneses propagando que los Beni Casi, por su religi�n, eran enemigos de los cristianos. Al a�o siguiente, en un golpe de fuerza, cay� asesinado el gobernador de Pamplona Mutarrif (J. M. Lacarra).
Fuerte influencia de los Beni Casi en el siglo IX
Aunque la familia Beni Casi estaba asentada en La Rioja desde antes del a�o 700, cuando llega a su mayor esplendor es en el siglo IX, principalmente con Muza II �Tercer Rey de Espa�a�.
Este linaje, de raza visigoda, tuvo su primera casa solariega en La Rioja Baja y desde tiempos de la dominaci�n goda en Espa�a ostentaban el t�tulo de comes (condes).
Su importancia queda reflejada en el extenso patrimonio que llegaron a poseer y, sobre todo, en la amplia extensi�n que pudieron dominar: Arag�n, Navarra, La Rioja, y durante algunos a�os las hoy provincias de Toledo, Guadalajara y la regi�n catalana.
La Rioja Baja, feudo de los Beni Casi, cuando �stos comienzan a adquirir influencia en el siglo IX deja de sufrir en sus lares, que son respetados, los zarpazos de la morisma, que sigui� asolando al resto de la regi�n riojana.
Por el Yamharat de Ben Hazam, el Muqtabis de Ben Hayyan, las Genealog�as de Mey� y la cr�nica de Alfonso III conocemos los enlaces de esta familia.
Muza I, nieto del conde Cassius, tuvo con la vascona Onneca (l�iga o Ignacia) siete hijos, algunos de los cuales ocuparon cargos importantes, como Mutarrif e l�igo, gobernadores de Pamplona, Lupo o Lope, se�or de Borja, y el m�s conocido, Muza II. A ellos sucedieron hijos y nietos, que lograron dominar tan extensos territorios, como en tiempos de los Muza: Lope ben Muza, Mohamed ben Lope y Lope ben Mohamed.
Claudio S�nchez Albornoz hace un estudio minucioso de los miembros de esta familia en muchas de sus obras: �La aut�ntica batalla de Clavijo�, �La Espa�a musulmana�, �Estudios pol�micos�, �Or�genes del Reino de Pamplona�, sin olvidar sus abundantes alusiones en las inspiradas obras �Espa�a, un enigma hist�rico�, e �Investigaciones sobre Historiograf�a Hispana Medieval�. Con raz�n don Claudio puede presumir de haber sido �l quien ha dado a conocer esta estirpe de gran importancia en nuestra historia. Tambi�n nuestro paisano Antonio Larrea Redondo hizo un detallado estudio de tal familia en �La autonom�a de Arag�n y la familia Beni Casi�. Y �ltimamente el profesor de la Universidad de Navarra Alberto Ca�ada Juste ha publicado un extenso trabajo sobre �Los Banu Qasi (714-924)�,
El primer converso de la familia al islamismo fue el conde Cassius y no su hijo Fort�n, como han supuesto algunos autores. Que el conde fue el primero de la familia que abraz� la religi�n de Mahoma lo avala no s�lo el que tomara el nombre de Muza al convertirse y por gratitud a su protector, el general del mismo nombre, sino tambi�n por la denominaci�n de la familia y sus descendientes, a quienes los cronistas llaman Beni Casi y no Beni Fort�n, como los hubieran llamado si Fort�n ostentara la primac�a en el cambio de religi�n. Pero hay otra raz�n: la conquista del valle del Ebro tuvo lugar en el 714; el nombre Fort�n es cristiano, lo que indica que naci� antes del 715, a�o en que su padre se convirti� al mahometismo. Fort�n debi� ser el primog�nito, puesto que los dem�s hermanos llevaron ya nombres �rabes: Abu Tawar, Abu Salam (wal� de Huesca), Yunus y Yahya.
Muza naci� antes del 740 y muri� asesinado en Zaragoza, en lo que coinciden todos los autores, pero no en la fecha en que esa muerte se produjo. Y es interesante conocerla para deducir el a�o del nacimiento del gran Muza, puesto que se sabe que naci� un a�o antes de la muerte de su padre.
Ben al Atir, Ben Hidhari, Al Nuwairy y Ben Jald�n suponen que Muza I muri� en el a�o 788, como consecuencia de las reyertas que se produjeron poco despu�s de tomar posesi�n del emirato Hixam 1. No perdonaron a Muza su apoyo a Hixam, por considerarlo uno de los principales causantes del fracaso de su oponente Sulaym�n. De aqu� se puede dedicir que Muza II naci� en el 787.
Pero Al Udr� afirma que Muza I fue asesinado en diciembre del a�o 802, al sublevarse en Zaragoza contra el emir Al Hakan. El traductor dice que en el texto se lee Fort�n ben Muza, pero que lo cree equivocado. Si Muza I fue asesinado en diciembre del 802, Muza II pudo nacer en el 801 � a principios del 802. Esta fecha est� m�s de acuerdo con otros razonamientos. Muza II muri� en el a�o 862, cuando era capaz de enfrentarse con su yerno, el wal� de Guadalajara. Si se acepta la primera fecha (787) como la de su nacimiento, al luchar contra su yerno tendr�a 75 a�os y no parece razonable que a esa edad estuviera en condiciones de dirigir una expedici�n contra Guadalajara ni combatir cuerpo a cuerpo con su wal�. Si se acepta la segunda fecha, 801 � 802, en el d�a de su �ltimo combate pod�a tener 60 a�os, edad m�s apropiada para mantener un duelo con una persona joven.
Respecto a Muza I, debemos a�adir que cuando el primer emir independiente, Abderram�n I, someti� Zaragoza, en el a�o 772, Muza debi� prestarle alguna ayuda, puesto que el soberano �rabe no tard� en mostrarle su amistad nombr�ndole wal� de algunas plazas del valle del Ebro.
Muza, despu�s de cosechar abundantes triunfos, declar� su independencia del emirato de C�rdoba y fund� una dinast�a que comenz� �l mismo, ostentando el nombre de Muza I.
Muza II, tras el asesinato de su padre, fue llevado por su madre (Onneca) a tierras hoy navarras para alejarlo de los peligros que le acechaban en la ciudad de Zaragoza.
Muza II lleg� a ser el caudillo m�s importante de la familia, a pesar de ser el menor de los hermanos. Los mayores hab�an muerto asesinados y los dem�s carec�an de dotes para el mando, por lo que Muza II se erigi� en jefe de los Beni Casi.
Alcanz� mucha fama con sus victorias y se hizo due�o de extensos territorios. Sintiendo la unidad de las tierras de la Pen�nsula se autotitul� �Tercer rey de Espa�a�. Para �l, conforme a la extensi�n de los reinos, los soberanos �rabe y cristiano ocupaban los primeros lugares de las monarqu�as de la pen�nsula ib�rica.
Onneca, viuda de Muza I, despu�s de su llegada a Pamplona, contrajo nuevas nupcias con l�igo Arista, que tambi�n era viudo. l�igo ten�a una hija de su primera mujer, Assona; y Onneca tambi�n ten�a un hijo de su primer matrirponio, llamado Muza. Muza y Assona, que no ten�an entre s� lazos de consanguinidad, convivieron juntos y al llegar a la edad adulta se desposaron.
La Cr�nica de Alfonso III narra con abundantes detalles la biograf�a del �Tercer rey de Espa�a�, lo que demuestra que en Asturias conoc�an bien las gestas de los Muza.
A S�nchez Albornoz le causa extra�eza que los Arista, que eran vascones, enlazaran con los mulad�es de la familia Beni Casi, y cree que esos matrimonios no se hubieran celebrado fuera de la Pen�nsula. Y da una respuesta: Se pueden explicar estos enlaces entre ambas familias por la amistad que las uni� tras la ayuda prestada a los Arista para que consiguieran el mando de Pamplona, en contra de sus enemigos los Velasco. Podemos a�adir otra raz�n: Los descendientes del conde Cassius no eran de raza �rabe, sino visigoda, y hab�an enlazado con vasconas de familias pamplonesas, por lo que por sus venas no corr�a sangre �rabe. En cuanto a su religi�n mahometana, s�lo la empleaban para obtener ventajas materiales, pero esa fe se puede afirmar que no la viv�an.
Como consecuencia, la vida de los Arista transcurre junto a la de los Beni Casi. Los vascones de Pamplona siguen aislados de los vascones del norte aragon�s y de los vascos de Euskadi.
Desde que ascendi� al trono Sancho Garc�s I, ya no fueron tan cordiales las relaciones entre ambas familias, porque los navarros ya no necesitaban la ayuda de los Beni Casi, ni �stos ten�an tanto poder como en los anteriores lustros. A partir del 905, los navarros luchan unidos a los leoneses contra musulmanes y mulad�es.
Veamos ahora c�mo influyeron los Beni Casi en las luchas del valle del Ebro a principios del siglo IX.
Las ambiciones de los Beni Casi no quedan satisfechas con peque�os triunfos. En el a�o 801 estaban al mando de varias plazas de la frontera superior y aprovechando la inexperiencia del emir Al Hakan I se sublevaron contra �l. Este envi� un ej�rcito que se apoder� de Zaragoza y de todas las plazas de Arag�n que estaban bajo el mando de los Beni Casi.
Para asegurar el dominio musulm�n en el valle del Ebro (no eran de fiar los Beni Casi por ser de raza visigoda y cristianos renegados) mand� el emir, en el a�o 802, noble Amr�s para que construye la plaza fuerte de Tudela y situ� e ella parte de su ej�rcito. Desde all� se dominaba una extensa zona de la ribera del Ebro y de La Rioja Baja.
Pero los inquietos Beni Casi no pod�an permitir la presencia de una autoridad que mermase la suya en los territorios que consideran como propios y ven en Amr�s un fuerte competidor capaz de aniquilarlos. Apenas acabadas las obras de fortificaci�n de Tudela, los Beni Casi, ayudados por los pamploneses, la atacan y conquistan. Poco tiempo les dur� su triunfo, pues gobernador de Zaragoza, fiel emir, recuper� la plaza y los Beni Casi tuvieron que huir, refugi�ndose en Francia.
Para el 803, seg�n Lacarra, estaba la familia de los l�igo Jimeno instalada en Pamplona gobern�ndola nuevamente con ayuda de sus parientes los Beni Casi, vengando as� el asesinato Mutarrif.
Una vez acabadas las luchas entre los partidarios que se disputaban el poder en Zaragoza, en la que vencieron los partidarios del emir, �ste visit� la ciudad en el ano 804 siendo recibido entre grandes aclamaciones. Los Beni Casi fueron e seguida a saludarle y proclamar fidelidad y adhesi�n al soberano. La proverbial generosidad deI emires no se hizo esperar: pronto les fueron devueltas a los Beni sus antiguas propiedades patrimoniales del valle del Ebro.
En el a�o 805, durante el emirato de Al Hakan I, se produce la m�s grave sublevaci�n de sus propios s�bditos. El ej�rcito tiene que dedicarse durante varios d�as a sofocar la insurrecci�n de los cordobeses causando una brutal carnicer�a. Como medida de precauci�n y para asegurar la paz en el futuro, el emir orden� la expulsi�n de Espa�a cien mil moros andaluces.
Obsesionado por estos conflictos, descuida el emir la vigilancia de los territorios m�s alejados, entre ellos La Rioja, y aprovechan esta ocasi�n, los cristianos recuperan la ciudad de Calahorra en el 812.
En el a�o 816, el general �rabe Abd el Krim invadi� la regi�n pamplonesa y parte de la riojana; de la comarca de Calahorra hay constancia.
Muza II no s�lo reconquist� los dominios familiares, sino que tom� el mando de las plazas de Zaragoza, Tudela, Valtierra y otras.
La alianza de las dos familias, Arista y Beni Casi, facilit� en gran parte la fundaci�n del reino de Pamplona entre los a�os 798 y 802.
El emirato de Abderram�n II
Al emir Ahakan I, que falleci� en el a�o 822, sucedi� en el trono su hijo Abderram�n II, que lo ocupar�a 'durante treinta a�os.
Este soberano fue un hombre de gran cultura, amigo de los libros, de la filosof�a y de la medicina, agrad�ndole estar rodeado de hombres de ciencia. En C�rdoba y a sus expensas se fabricaba cristal, lo que signific� un adelanto que proporcion� grandes comodidades en aquella �poca.
Abderram�n II era uno de los monarcas m�s ricos de su tiempo. Hered� de su padre un emirato sin problemas y sus arcas estaban repletas de oro debido a los fuertes tributos que pesaban sobre sus s�bditos.
Los reyes astures y leoneses no dispon�an de esos ingresos, por lo que les resultaba m�s dif�cil reclutar mercenarios. Sus ej�rcitos s�lo estaban formados por cristianos, en tanto que los �rabes formaban los suyos con guerreros pagados de cualquier raza y religi�n.
Desde el a�o 826 al 838, Abderram�n descuida esta regi�n, que goza de paz durante doce a�os. Pero, cansado de tanta quietud, siente apetencia de lucha y en el a�o 838, desde C�rdoba, env�a tres ej�rcitos para atemorizar a los cristianos, uno de los cuales, penetrando por Alfaro, remont� el curso del Ebro y al llegar al pueblo de Ausejo incendi� y saque� todo lo que encontraba a su paso.
Los mismo objetivos que la aceifa del a�o 838 tuvo la que se llev� a cabo en el 839, pero esta vez iba mandada por el propio Muza II.
En estos a�os, los Beni Casi gozaban de gran popularidad en el norte de la Pen�nsula y sobre todo en La Rioja Baja, donde viv�an sus familiares.
Durante el emirato de Abderram�n II se desarrollaron en nuestra regi�n varios combates a partir del a�o 841, que se conocen como batallas de Psalma, Clavijo y Albelda.
Batalla de Tsalma
Desde Tudela sali� Muza, en el verano del 841, con sus tropas para unirse a las enviadas por Abderram�n, que estaban acaudilladas por el general Ubaid Allah. El objeto de la expedici�n era dirigir una aceifa hasta los confines de Alava. Las tropas �rabes no atacaron las ciudades y plazas pamplonesas por la amistad que les un�a a su caudillo l�igo Arista, ni La Rioja por estar bajo el dominio de los Beni Casi. Muza II iba en vanguardia al frente de sus tropas y ocup� los puestos de mayor peligro, pero la envidia de un oficial con el que no manten�a buenas relaciones empa�� su prestigio militar, restando m�ritos a la victoria de Muza. El emir dio cr�dito a los informes del oficial y destituy� a Muza como wal� de Zaragoza y Tudela. Los nuevos wal�es saquearon las propiedades de Muza, quien, irritado, se rebel� contra el emir.
Abderram�n II, para someter a Muza, envi� un fuerte ej�rcito que derrot� r�pidamente al rebelde. La batalla de Tsalma, que se libr� a continuaci�n, tiene inter�s porque algunos escritores la consideran como preludio y causa de las batallas de Clavijo y Albelda.
Tomamos de la Cr�nica de Al Nuwairy: El a�o 842 (?) Muza se rebel� contra el emir, quien envi� para someter al rebelde un ej�rcito a las �rdenes de Al Harets, gobernador de Zaragoza. Este hall� a Muza acampado en las cercan�as de Borja, en donde le atac� y venci�, mat�ndole mucha gente. Se volvi� Al Harets a Zaragoza y al poco tiempo Muza envi� a un hijo para que ocupase Borja y la conquist�. Al enterarse Al Harets, sali� hacia Borja, a la que siti� y se apoder�, matando al hijo de Muza. De all� fue a Tudela y la asedi�, y como el rebelde Muza se viese rodeado por todas partes, sin esperanza de socorro, hizo proposiciones de paz y ofreci� entregar la ciudad con la condici�n de que no se le molestara en su retirada. Sali� Muza de Tudela y se refugi� en Arnedo. Al Harets permaneci� unos d�as en Tudela, al cabo de los cuales, sin respetar las capitulaciones convenidas, pas� a sitiar el castillo de Arnedo, visto lo cual Muza implor� el auxilio de Garc�a, hijo de l�igo Arista. Acudi� �ste a defender al rebelde con todas sus fuerzas y habi�ndose emboscado ambos en un sitio por donde Al Harets ten�a que pasar, le aguardaron en un lugar llamado Tsalma o Tselma, sobre un r�o de aquella tierra. Al llegar Al Harets para pasar el r�o, salieron los emboscados y lo rodearon por todas partes, mat�ndole mucha gente. Al Harets qued� herido de una lanzada y perdi� un ojo, cayendo prisionero.
Cuando lleg� a C�rdoba la noticia de la derrota, Abderram�n mont� en c�lera y seguidamente envi� un fuerte ej�rcito, al mando de su hijo Mohamed, para castigar al rebelde (junio 843). Mohamed lleg� a Tudela y la siti� hasta conseguir que Muza se rindiera. A continuaci�n march� contra Pamplona y cerca de ella encontr� una fuerte divisi�n del ej�rcito aliado de Muza, derrot�ndolo y mat�ndole mucha gente.
Se ha discutido sobre el lugar donde tuvo lugar esta batalla.
J.M.� Lacarra dice: �Muza solicit� la ayuda de su cu�ado Garc�a l�iguez, hijo de l�igo Arista, y ambos le fueron preparando emboscadas de caballer�a, logrando capturarle (a Al Harets) al pasar el Ebro, entre Calahorra y San Adri�n�. En otro lugar dice que San Adri�n se llam� en la antiguedad San Adri�n de Palma.
S�nchez Albornoz en �La aut�ntica batalla de Clavijo� opina que la batalla tuvo lugar junto al r�o Cidacos, pero unos a�os m�s tarde, tras conocer la Cr�nica de Ben Hayyan encontrada en Fez, al escribir �La Espa�a musulmana�, rectifica la ubicaci�n de tal combate y la fija junto al Ebro.
L�vi Proven�al, quien hall� el tercer tomo del Muqtabis, dice, fund�ndose en esa cr�nica, �El general Omeya, despu�s de tomar Arnedo, cruz� el Ebro y tuvo con las fuerzas reunidas de Muza y Garc�a, cerca de Salma�, etc. Seg�n esta versi�n, el encuentro tuvo lugar despu�s de atravesar el ej�rcito de Al Harets el r�o Ebro de sur a norte, por lo que cabe pensar que Tsalma era un lugar a la izquierda del Ebro. Lacarra cree que ese lugar debe situarse en la poblaci�n de San Adri�n; Govantes dice que puede ser Sesma.
Como consecuencia de esta derrota que humill� al emir y a su ej�rcito, Abderram�n II lanz� varias expediciones de castigo que Ben Hayyan describe minuciosamente.
Muza, tras estos escarmientos, se mantuvo fiel al emir, quien, vi�ndose en apuros por el desembarco en Sevilla de piratas normandos, le pidi� ayuda. Muza los hizo huir, ocasion�ndoles una gran derrota, con lo que aument� su amistad con Abderram�n. Una cr�nica de Ben al Qutiya narra c�mo Muza prepar� una emboscada a los wikingos, los dej� pasar y los acuchill� por la espalda. El n�mero de muertos los cifra en 16.000.
Por los datos que dan los cronistas de la batalla de Tsalma y las expediciones de castigo, es notorio que la guerra contra los �rabes de C�rdoba la hicieron durante mucho tiempo los riojanos, junto a los pamploneses y a los mulad�es del Ebro, quienes, siendo de origen godo y casados con cristianas, portaban en sus venas escaso porcentaje de sangre �rabe.
Lacarra comenta que �en a�os sucesivos (a la cuarta expedici�n en el a�o 845) se repetir� la misma historia: alzamiento de Muza y r�pida sumisi�n, tras una campa�a de intimidaci�n de parte del emir y ... nueva excursi�n para saquear las tierras de Pamplona�. Parece que la enemistad de Muza se dirig�a m�s contra los delegados del emir que contra el propio emir. Este, a su vez, trataba de separar a Muza de sus parientes y aliados los cristianos de Pamplona.
Seg�n el Muqtabis de Sen Hayyan, en el a�o 847 se sali� Muza de la obediencia, enojado por los ataques de Sen Kulaby, amil de la Marca, quien se apoder� de algunos de sus bienes; lleno de rencor, Muza atac� Tudela. El amil pidi� ayuda a Abderram�n II, que mand� a su hijo Mohamed con la aceifa. Cuando �ste lleg� cerca de la plaza, Muza se someti� e implor� perd�n. Mohamed le tranquiliz� y, tras confirmarlo en su puesto, avanz� hacia Pamplona y entrando en ella caus� grandes da�os.
Despu�s de haber luchado Muza durante m�s de dos a�os a favor del emir se dio cuenta de que Abderram�n ten�a abandonados sus dominios del norte, debido a que se encontraba cansado y envejecido. Adem�s, las pocas energ�as que le quedaban tuvo que dedicarlas a sofocar varios levantamientos. Muza se aprovech� de estas circunstancias y form� su principado, que abarc� parte de Arag�n, de Pamplona y de La Rioja.
A mediados del siglo IX, cambia el panorama pol�tico por la muerte de tres caudillos: Ramiro I de Asturias (a�o 850). l�igo Arista de Pamplona (851) y Abderram�n II (852). Con estas muertes, la figura de Muza va creciendo; su popularidad y sus amistades van en aumento, as� como sus victorias. Domina buena parte de Catalu�a, Arag�n, la ribera del Ebro y La Rioja hasta Albelda, fundada por el propio Muza. Contemplando la extensi�n de sus tierras, se proclama soberano independiente, con el nombre de Muza II de Arag�n y es ahora cuando se autotitula �Tercer rey de Espa�a�.
Las batallas de Clavijo y Albelda
Debido a la inseguridad de las fechas en que estos combates se desarrollaron, no debemos enmarcarlos dentro del cap�tulo dedicado a Abderram�n II.
Debemos decir que no nos agrada tratar de este tema, porque algunos han puesto tanta pasi�n en defender sus opiniones sobre tan discutidas batallas que preferir�amos no hablar de ellas. Pero quedar�a una laguna bien visible si no trat�ramos de los combates m�s resonantes de la historia riojana. Tambi�n el hecho de la intervenci�n de Muza II, uno de los protagonistas de esta historia, nos impulsa a no omitirlas.
Aportaremos datos y opiniones de varios autores para que el lector pueda juzgar por s� mismo.
Cuando se habla de la batalla de Clavijo es dif�cil sustraerse a la carga emocional que por s� arrastra. Por esta raz�n nos ha parecido adecuado partir de la narraci�n y opiniones de un escritor del siglo pasado, Angel Casimiro Govantes, de la Real Academia de la Historia, que puede ser m�s imparcial que los que estamos cercanos al lugar del suceso. Es autor del �Diccionario geogr�fico hist�rico de Espa�a�, editado en el 1846. La secci�n II comprende La Rioja.
Esta es la versi�n de Govantes: �Clavijo es famoso por la batalla que lleva su nombre y que ha dado tanto que discurrir a nuestros cr�ticos historiadores, defendi�ndola unos como cierta y descart�ndola de la historia otros como falsa. Se dice que, neg�ndose don Ramiro I a pagar las contribuciones que algunos de sus antecesores hab�an satisfecho a los reyes moros de Espa�a y especialmente el tributo de las doncellas, mandando tomar las armas a todos sus s�bditos, march� al momento contra sus enemigos, llegando hasta N�jera y Albelda.
En este punto estaban los cristianos cuando se vieron amenazados de repente por un ej�rcito numeros�simo de �rabes, no solamente de toda Espa�a, sino venidos tambi�n de Marruecos y de otras provincias de Africa. El primer choque fue desgraciado, retir�ndose muy tristes los cristianos al cerro de Clavijo. En aquella melanc�lica noche, el rey qued� unos momentos dormido y en el sue�o se le apareci� el ap�stol Santiago, que, record�ndole su apostolado en Espa�a, apret�ndole la mano, le mand� volviese a la batalla, asegur�ndole su asistencia visible en ella, a caballo, y la m�s completa victoria. Cumpli� el rey la orden del ap�stol, acometi� al grande ej�rcito africano en el d�a inmediato y, con el auxilio del santo, que se vio en un caballo blanco arrollando las huestes agarenas, quedando tendidos en el campo m�s de setenta mil enemigos, alcanz� la m�s completa victoria. Adem�s, perseguidos vivamente hasta Calahorra, entraron los cristianos mezclados con sus enemigos en ella, degoll�ndolos en las mismas calles, consum�ndose all� la m�s completa derrota, por lo que en esta ciudad se supone que fue otorgado el famoso voto llamado de Santiago.
A favor de la batalla est� el testimonio del arzobispo don Rodrigo ...
Contra la batalla, el silencio de los historiadores coet�neos, incluso el monje de Albelda, que escribiendo a la vista del mismo lugar de la acci�n, poco m�s de cien a�os despu�s, no podr�a omitir en su historia un acontecimiento tan grande, que deb�a entonces conservarse vivo a�n en la memoria de sus habitantes.
Por otra parte, el diploma est� tan lleno de anacronismos y errores, que se debe contar mejor en el n�mero de comprobantes contra la batalla que en los de su favor. A esto se ha respondido que el verdadero diploma se perdi� y se quiso suplir la falta con el que hoy existe, en el que el redactor confundi� los a�os, la reina, los hijos del rey, etc. Acaso ser� as�, pero es m�s cre�ble que la batalla de Clavijo sea una confusi�n de la verdadera batalla de Albelda, dada por don Ordo�o I, hijo de don Ramiro I. La casi identidad del lugar, el esclarecido valor de Ordo�o I y de sus gentes y los efectos de la gran batalla de Albelda, dieron lugar sin duda a la dudosa de Clavijo.�
Las discusiones entre historiadores, tanto espa�oles como extranjeros, se centran principalmente en torno al voto o diploma que se dice fue firmado en Calahorra por Ramiro I. De �l dieron noticia cuatro siglos despu�s de la batalla, Lucas de Tuy em 1236 (?) y siete a�os m�s tarde el arzobispo de Toledo, don Rodrigo Xim�nez de Rada. Por este voto se compromet�an los firmantes, en nombre de los cristianos, a ofrecer todos los a�os las primicias de las cosechas y de la vendimia al ap�stol Santiago en su ciudad compostelana.
El riojano don Juli�n Cantera Orive, arcediano que fue de la catedral de Vitoria, ha sido uno de los autores que m�s ha escrito sobre este tema. En su obra �La batalla de Clavijo y aparici�n en ella de nuestro ap�stol Santiago� pretende demostrar:
a) Que el rey de Asturias Ramiro I venci� en Clavijo al ej�rcito Abderram�n II, en mayo del 844.
b) Que desde el reinado de Mauregato estaban los cristianos obligados a entregar cien doncella emir moro cada a�o y al conseguir la victoria en Clavijo este tributo qued� cancelado.
c) Que el ap�stol Santiago apareci� en el fragor de la batalla luchando en favor de los cristianos.
d) Que el rey Ramiro I, el d�a 25 de mayo del 844 y en la ciuda de Calahorra, dict� el voto a Santiago en agradecimiento y memoria del favor recibido.
El benedictino fray Justo P�rez de Urbel opina que las cr�nica Lucas de Tuy y don Rodrigo Ximenez de Rada �recogen los sucesos de la poes�a �pica, incorporando muchos de sus pormenores a la seriedad de la historia y junta los relatos hist�rico-Iegendarios relativos a los condes de Castilla, con f�bulas como las de la batalla de Clavijo, las de Bernardo del Carpio y la de la fabricaci�n de la Cruz de la Victoria por unos �ngeles�.
S�nchez Albornoz, escritor prol�fico, toca muchas veces los temas de La Rioja, Clavijo y Muza. Para los riojanos es interesante conocer su opini�n sobre esta materia.
Muy rotundos y propios de �l son los conceptos vertidos en su estudio sobre �La aut�ntica batalla de Clavijo�. Comienza as�: � Ning�n historiador digno de tal nombre tiene hoy por aut�ntica la tradici�n de la batalla de Clavijo. Sobre ella y sobre el privilegio de votos a Santiago se han escrito millares de p�ginas�. �Han sido vanos los intentos vindicatorios de la vieja leyenda�, y luego a�ade �Incluso los dos postreros sabios sacerdotes espa�oles (se refiere al jesuita P. Garc�a Villada y al benedictino fray Justo P�rez de Urbel), que desde campos diversos tenido necesidad de dedicarle atenci�n, han rechazado su historicidad�.
�Y, sin embargo, sigue diciendo ning�n estudioso que se asome a la historia de Espa�a del siglo IX podr� negar con fundamento� que se combati� en Clavijo, entre musulmanes y cristianos, no el ej�rcito de Ramiro I contra el de Adrram�n II, sino el de Ordo�o I contra el del moro Muza �Tercer Rey Espa�a�.
Sorprende que la Cr�nica Albeldense, que abarca hasta el a�o 976, o mencione la batalla de Clavijo, tanto m�s cuanto que fue escrita a la vista de las cr�nicas coet�neas le la batalla y por un monje Ilamalo Vigila, que vivi� tan cerca de los lugares donde pudo librarse. Y existe otra raz�n para extra�arse su omisi�n por un monje cristiano: que la victoria la obtuvieron sus correligionarios. En cambio la cr�nica habla de la batalla de Albelda de este modo: �Ordo�o (I
Asturias) conquist� en lucha la fort�sima ciudad de Albelda y a su muy poderoso rey, llamado Muza, cogido con todo su ej�rcito por asechanzas en monte Laturce, habi�ndose salvado el mismo Muza, herido de flecha, por un amigo, en otro tiempo de los nuestros y lIevado a caballo a lugar seguro.� Respecto a la fecha en que tuvo lugar la batalla, se citan siete u ocho distintas. Es indudable que desde el a�o 844 al 860, entre cuyas fechas cabe fijar esta batalla,
tuvieron lugar varios combates en Clavijo y Albelda, pero se ha pretendido acumularlas todas en una sola para magnificarla.
Repasemos las batallas que en esos a�os tuvieron lugar en Clavijo y campos cercanos, adem�s de la citada en el a�o 884.
La Cr�nica de Ben al Atir, traducida por Fagnan, afirma que los musulmanes vencieron en el a�o 851 en Albelda en un gran combate, pero esta batalla no debe ser la c�lebre de Clavijo, salvo que la victoria se adjudique a los cristianos. Seg�n la Cr�nica de Albelda, Ramiro I de Asturias falleci� el 1 de Febrero del a�o 850, por lo que tuvo que ser Ordo�o I quien dirigi� la batalla. Tambi�n Al Nuwayri trata de este combate.
Jos� M.� Lacarra nos da m�s detalles: �Cuando el nuevo rey de Asturias Ordo�o I (850-866) iniciaba su reinado tuvo que acudir a sofocar un levantamiento en tierras de Vasconia, recibiendo la noticia de que un ej�rcito musulm�n avanzaba contra �l. Eran las tropas de Muza ben Muza (Muza II), que desde la posici�n fortificada de AIbeIda amenazaba por un flanco al ej�rcito cristiano. Ordo�o se volvi� contra �l, siti� Albelda, que tom�, y asalt� el campamento de Muza instalado en monte Laturce. La versi�n musulmana dice, por el contrario, que a pesar de haber recibido Muza 35 lanzazos, los cristianos sufrieron la peor derrota y la tierra qued� cubierta de cad�veres.�
Puede referirse esta batalla, que de tan diferente forma cuentan cristianos y musulmanes, a la primera batalla de Albelda, que por muchos es fijada en el 851 y por otros en el 852.
Tailhan, Barrau-Dihigo y G�mez Moreno creen que la batalla de mayor importancia tuvo lugar en el a�o 859. De la misma opini�n es el acad�mico Sr. Govantes.
El Sr. Cantera Orive menciona tres batallas en esta zona, una en tiempos de Ramiro I y dos en los de Ordo�o I; si nos guiamos por las varias cr�nicas que tratan de ellas seguramente que en la d�cada 850-860 hubo bastantes m�s.
De las noticias que aportan las cr�nicas �rabes puede deducirse que en el a�o 851 � en el 852 pudieron lograr los �rabes una victoria en Albelda sobre el ej�rcito de Ordo�o, pero eso no descarta que posteriormente tuvieran lugar otras batallas, en ese mismo escenario, en que la victoria se inclinara a favor de los cristianos y que esa victoria no fuera historiada por los escritores �rabes, siempre propensos a ocultar las derrotas de los suyos.
�C�mo se desarroll� la batalla de Albelda en el a�o 859? Con los datos que nos proporcionan la Cr�nica de Alfonso III y las cr�nicas �rabes podemos perge�arla.
La falta de auxilio por parte de Muza a su aliado y pariente el rey Garc�a l�iguez de Pamplona, cuando fue atacado por normandos y cordobeses, inducen al monarca navarro a iniciar una pol�tica de amistad con Ordo�o I, rey de Oviedo. Irritado Muza por la alianza entre su pariente y su enemigo prepar� una expedici�n contra Pamplona. Conocidos estos preparativos por Ordo�o, aprovech� la ocasi�n para infringir una severa derrota a Muza.
El ej�rcito de Ordo�o atraves� los montes Obarenes, frontera occidental entonces de La Rioja, y se present� en las cercan�as de las murallas de Albelda, en cuyo recinto Muza hab�a construido una fortaleza. Las huestes de Muza, que ya estaban cerca de Pamplona, volvieron a marchas forzadas hasta AIbelda para tratar de que los astures levantaran el asedio, lo que no consiguieron. En vista de la inutilidad de su ataque, Muza coloc� su campamento en el monte Laturce, junto a Clavijo, que est� a una legua de Albelda y la domina por su mayor altitud.
Ordo�o, que ten�a ya bastante experiencia en dirigir los combates, dividi� su ej�rcito en dos partes, una para atacar al ej�rcito de Muza y otra, menor, para mantener el cerco de Albelda.
El primer combate tuvo como escenario las colinas cercanas a Clavijo, frente al r�o Iregua. Los cristianos, animados por el ejemplo y el coraje del rey Ordo�o, se lanzaron con �mpetu sobre las tropas de Muza, las que, sorprendidas por el r�pido ataque de los asturianos, no tuvieron tiempo de reaccionar y huyen a la desbandada. El triunfo de los cristianos se mide en la Cr�nica Alfonsina por el n�mero de cabezas cortadas a los moros: doce mil.
Mientras tanto, el asedio de AIbelda continu� y sus defensores resistieron durante seis d�as los ataques enemigos. Al d�a siguiente las tropas de Ordo�o lograron penetrar en la plaza de Albelda y mataron a todos sus defensores, arrasando murallas, fortaleza y construcciones hasta sus cimientos.
Fund�ndonos en las cr�nicas m�s cercanas a la fecha en que se desarroll� este combate y que, por tanto, ofrecen mayor garant�a hist�rica, podemos concluir que la m�s importante de las batallas de Clavijo y Albelda tuvo lugar en el a�o 859, en dos fases, la primera en monte Laturce y la segunda en Albelda, entre las tropas cristianas de Ordo�o I y el ej�rcito de Muza II �Tercer Rey de Espa�a�. La victoria fue muy sonada y su noticia se extendi� por toda la Pen�nsula, siendo conocida como LA BATALLA DE CLAVIJO.
Muerte de Muza II. Sus sucesores
La derrota de Muza en Albelda, el a�o 859, en que fue gravemente herido, marca el comienzo de su declive f�sico. Sus energ�as decaen visiblemente, pero a�n tiene arrestos para organizar e intervenir en peque�as escaramuzas, pero no en grandes batallas.
La Cr�nica Iftitah al Andalus de Ben al Qutiya, traducida por Ribero, describe su �ltimo combate y la damos casi �ntegra porque contiene curiosos detalles: �Sucedi�, pues, que Muza reuni� tropas y se fue a buscar a Izraq ... , se�or de Guadalajara ... , el cual estaba sometido al emir, por tradicional sumisi�n que pasa de padres a hijos ... Era este Izraq uno de los hombres m�s guapos que ha habido. Cuando ya Muza, hijo de Muza, hab�a puesto el cerco a Guadalajara e Izraq se pon�a en movimiento para combatirle, aqu�l mand� un mensaje dici�ndole: "iOh Izraq!, no vengo a hacerte la guerra; s�lo he venido con el fin de contraer lazos de parentesco contigo. Tengo una hija muy guapa, no hay otra en Espa�a m�s hermosa; es ya bien moza y no quiero casarla sino con el mozo m�s guapo de esta tierra. Ese eres t�."
Izraq contest� afirmativamente a esta propuesta; se hicieron las capitulaciones matrimoniales, Muza, hijo de Muza, dio la vuelta hacia las comarcas de la Frontera de que era se�or y desde all� le mand� a su hija. En cuanto supo Mohamed (el emir cordob�s) lo ocurrido le entr� grand�simo cuidado, pues recel� que las comarcas fronterizas m�s pr�ximas se le escapar�an, como ya se le hab�an separado de su obediencia las lejanas. Para salir de la incertidumbre mand� un mensajero de su confianza para poner a prueba la obediencia de Izraq ... Pasados unos d�as ... , sali� (Izraq) de Guadalajara y andando por atajos se present� a la puerta del palacio real de C�rdoba ... Los pajes o eunucos apretaron a correr (sic) a quien m�s pod�a, a darle la buena nueva al emir Mohamed ... En la entrevista, (el emir) le reproch� duramente porque hab�a contra�do parentesco con un enemigo suyo; pero Izraq, despu�s de contarle el caso como hab�a sucedido, le dijo: �Qu� da�o puede causarte el que tu amigo se case con la hija de tu enemigo? Si me es posible atraerlo por este enlace a la obediencia, lo har� ... El emir lo aloj� y trat� espl�ndidamente ... Luego le dio regalos y vestidos y lo dej� marchar.
Muza, al saber lo ocurrido, reuni� sus tropas para ir all� y puso sitio a Guadalajara. Un d�a en que Izraq estaba reclinado en la alcazaba con la cabeza descansando en el seno de su mujer y que los de Guadalajara se hab�an esparcido por sus huertas y jardines, Muza, hijo de Muza, les dio tal carga y atac� con tal impetuosidad con la gente que llevaba que los lanz� al r�o. La muchacha, al ver aquella acci�n de su padre, llena de alegr�a, despert� a Izraq y le dijo:
Mira, mira aquel le�n que es lo que hace. Este contest�: �Hola, parece que tu crees que tu padre es m�s que yo o que es m�s bravo! �Ca! �De ninguna manera! Al momento, tom� una cota de malla, se la puso, sali� al encuentro de Muza y, como Izraq era uno de los hombres m�s diestros en manejar la lanza, al primer golpe que asest� hizo blanco. El otro, al sentirse herido, levant� el campo; pero antes de llegar a Tudela hab�a muerto.�
De este modo, el gran caudillo Muza, vencedor de tantas batallas cay� vencido, esta vez definitivamente, por el esposo de una hija predilecta.
La muerte de Muza II tuvo lugar durante el emirato de Mohamed quien estim� en alto grado las cuaIidades de Muza y, como hombre previsor y con visi�n de futuro a�adi� a sus waliatos de Arnedo Tarazona y Borja, los de Zaragoza Tudela, quedando oficialmente como delegado del emir en la Frontera Superior. Mohamed I le encomend� el mando de una expedici�n contra Catalu�a en el a�o 851 en la que tom� al asalto el castillo de T�rrega, asol� Barcelona, tom� muchos prisioneros y volvi� con un espl�ndido bot�n.
Los sucesores de Muza
Lope, hijo de Muza, debi� nacer durante el reinado de Alhakan I. Buena parte de su vida transcurri� al servicio de su padre.
Cuando Toledo se sublev� contra el emir en el 842, Abderram�n envi� a Lope a sofocar la rebeli�n logr�ndolo con gran pericia, y en agradecimiento el emir lo nombr� gobernador de Toledo.
Veinte a�os m�s tarde se sublevaron los aragoneses contra el soberano cordob�s y Mohamed I requiri� para someter a los rebeldes, acabando con la rebeli�n en poco tiempo, y en premio fue nombrado gobernador de Zaragoza.
Seg�n la cr�nica Nususan al Andalus de Al Udri, en el a�o 870, Lope se alz� en Arnedo, unido Garc�a, hijo de l�igo, apoder�ndose de Zaragoza y otras plazas y, el 872, de Tudela. Puso Lope a su hermano Fort�n al mando de plaza de Tudela y a Mutarrif en la de Huesca, donde fue cogido prisionero y trasladado a C�rdoba, donde fue crucificado con tres sus hijos. Lope tambi�n estuvo cautivo en C�rdoba, pero al invadir Sevilla los normandos por segunda vez, el emir lo envi� al frente sus tropas para liberar la ciudad, logr�ndolo con rapidez. El emir agradecido, le regal� una esclava llamada Ayab y le orden� volver a la Frontera Superior. Al poco tiempo de su llegada reconstruy� castillo de Viguera y sus hermanos, temerosos por esos preparativos, reunieron sus tropas y atacaron a Lope. Pero Fort�n, que hab�a sido nombrado wal� de Tudela por Lope, acudi� en su socorro y unido a Lope derrot� a sus otros hermanos en los fosos de Viguera, cogiendo muchos prisioneros.
Las mujeres de los Beni Casi (seguimos la Cr�nica de Al Udi) se reunieron en Arnedo, en una sesi�n de duelo por los muertos habidos en los recientes combates entre los hermanos. �Lope se dirigi� tambi�n all� a escondidas, se puso un velo al llegar al arrabal y velado entr� en el castillo�. Por haberlo reconocido el guardi�n, lo mat� y despu�s se apoder� del castillo. Dentro estaba su mujer Ayab. Sus hermanos prepararon un plan para capturarlo y haci�ndole salir a su encuentro en Calahorra lo cogieron prisionero y lo llevaron a Arnedo, donde hab�a quedado su mujer. Contra la entrega del castillo, Lope logr� su libertad y se dirigi� a Viguera.
Lope, al poco tiempo, organiz� una expedici�n contra Zaragoza, donde cogi� muchos prisioneros musulmanes a los que oblig� a trasladarse a Viguera y all� los mat� a todos en un prado el a�o 873. Lope sobrevivi� poco tiempo a esta matanza, pues en el mes de abril del a�o siguiente �sali� a cazar ciervos, salt� uno delante de �l en un espeso bosque y aguij� a su caballo, que se meti� entre un arbolado muy denso. A Lope se le enganch� un brazo entre las ramas que se descuaj� por el hombro y cay� muerto�. Fue enterrado en Viguera.
Mohamed ben Lope naci� hacia el a�o 837. Era nieto de Muza II y aun cuando el emir Mohamed I le nombr� wal� de Arnedo, Tarazona y Tudela, no se someti� al jefe cordob�s. En vista de su insumisi�n, el emir envi� contra �l, en el 883, un peque�o ej�rcito, pero el hijo de Lope logr� rechazarlo. Lleg� a ser wal� de las plazas que hab�an tenido los Beni Casi desde La Rioja hasta L�rida, por lo que se consider� en condiciones de enfrentarse con los soberanos de C�rdoba y Asturias, pero los Tuchib�es, fieles al emir Abdal�h, lo asesinaron en Zaragoza el a�o 898.
Lope ben Mohamed naci� en el a�o 869 y muri� a los 38 a�os. En una expedici�n que organiz� contra Catalu�a luch� con Wifredo el Velloso, a quien mat�. Ofreci� su alianza al emir y �ste le concedi� el mando sobre las plazas de Arnedo, Tarazona y Tudela.
A Lope le sucedi� su hermano Abdal�h ben Mohamed (915) y a �ste su hijo Mohamed, que perdi� Viguera en el a�o 923 y muri� en prisi�n el a�o siguiente.
Con Mohamed ben Abdal�h termin� el dominio de la familia Beni Casi sobre el valle del Ebro, que con su bravura, por nadie discutida, llenaron dos siglos de historia hispana (714-923). Los hijos de Mohamed pasaron al servicio del emir en C�rdoba, donde no ocuparon puestos de relieve.
Al desaparecer del escenario de esta historia la familia Beni Casi es el momento de echar una mirada retrospectiva sobre su influencia en nuestra regi�n.
Podr�a preguntarse si fue ventajosa la protecci�n que los Beni Casi ejercieron sobre La Rioja.
Indudablemente, su patronazgo fue muy eficaz para preservar a La Rioja Baja y a los Cameros durante m�s de cien a�os de las razzias y aceifas morunas. Esta protecci�n alcanz� a La Rioja Media cuando poseyeron los castillos de Viguera, Clavijo y Albelda. Muchas de estas expediciones que se dirig�an contra Alava y Castilla no perdonaron a La Rioja Alta. La mayor�a de las veces los saqueos e incendios empezaban en Ausejo.
Su protectorado perjudic� en cambio a La Rioja Baja en cuanto dificult� su liberaci�n por las tropas cristianas. La Rioja Alta, que no fue protegida por los Muza, se liber� antes que La Rioja Baja. De no haber presionado las huestes de los Beni Casi sobre pamploneses y castellanos, �stos hubieran podido Iiberarla muchos lustros antes.
Desde la desaparici�n de la familia Beni Casi de La Rioja en el 923, las ciudades de esta regi�n todav�a no reconquistadas por los cristianos siguieron bajo el dominio de los soberanos de C�rdoba hasta el a�o 1031 y de los reyes de taifas vecinos despu�s de esa fecha: Calahorra hasta el 1045, y Alfaro y Cervera unos setenta a�os despu�s, en que quedaron definitivamente incorporadas a los reinos cristianos.
Mohamed I conquista La Rioja. Los emires Almundir y Abdal�h
Mohamed I fue proclamado emir de C�rdoba el a�o 852, a la muerte de Abderram�n II, y ocup� el trono hasta su fallecimiento, en el 886.
Durante su reinado tuvieron lugar en nuestra regi�n las batallas de Clavijo y Albelda, en fechas dudosas, y la muerte del gran Muza II, que han merecido cap�tulos aparte.
Al desaparecer Muza II, que ejerc�a el papel de moderador entre vascones de Pamplona y musulmanes y dominaba un extenso territorio que separaba a castellanos, pamploneses y �rabes, el emir Mohamed I decidi� lanzar sus tropas contra los guerreros asturianos, que, poco a poco, se iban adue�ando del noroeste de la Pen�nsula, desde Galicia hasta La Rioja.
En el a�o 860, Mohamed realiz� una aceifa contra Pamplona que dur� 32 d�as y en la que tom� prisionero a Fort�n Garc�s, hijo del rey Garc�a l�iguez, reteni�ndolo cautivo durante veinte a�os en C�rdoba.
Seg�n L�vi Proven�al, en el 863, las huestes sarracenas, en las que formaban 20.000 jinetes mandados por un hijo de Mohamed, despu�s de atravesar La Rioja, camino tantas veces recorrido por los �rabes, penetraron en la regi�n alavesa, talaron �rboles e incendiaron cosechas y poblados. El rey asturiano Ordo�o I (850-866) no pudo resistir en el desfiladero de Pancorbo y su ej�rcito sufri� un duro castigo. Ben Idhari, exagerando, dice que 19 condes quedaron sobre el campo de batalla; no pod�an caber tantos condados en un territorio tan peque�o.
La campa�a de febrero del a�o 865 contra Alava, la llamada expedici�n de la Morcuera, la explica Ben Idhari como una serie de razzias que asol� campos, lugares y castillos. Ven�a el ej�rcito mandado por el pr�ncipe heredero Almundir y ocup� primero el valle oriental del Duero, lo que indica que no siguieron la ruta habitual (subiendo por el valle del Ebro), sino caminando por los campos sorianos. Por los montes de Oca sali� a la orilla del Ebro, cerca de Briviesca, y arras� todas las granjas que encontr� a su paso. El primer conde de Castilla, don Rodrigo (852-874), opuso resistencia con sus tropas, pero fueron aniquiladas. Al pretender pasar por el desfiladero de la Morcuera, entre Bujedo y Foncea, en los montes Obarenes, vio AImundir que las tropas de Rodrigo le esperaban cerca de un foso muy profundo que hab�an excavado. No cay� el caudillo �rabe en la trampa y, desviando su trayectoria, lleg� a la orilla derecha del Ebro, prefiriendo luchar en campo llano.
No tard� en comenzar la batalla, que fue desastrosa para las fuerzas de Ordo�o I. Los condes de CastilIa, Oca, Bureba y otros m�s sufrieron una gran derrota, pues los cristianos huyeron despavoridos y fueron atacados por la espalda, matando a muchos y cogiendo abundantes prisioneros. Los que lograron huir quisieron vadear el Ebro por AI-Hahrum (Haro) y murieron ahogados en mayor proporci�n. La matanza dur� casi todo el d�a 9 de agosto y seg�n Ben Idhari los agarenos cortaron 20.472 cabezas.
Seg�n la Cr�nica albeldense, Mohamed I, en el a�o 878, envi� a su hijo Almundir con 80.000 hombres a "razziar" La Rioja y Alava, atacando Cellorigo y Pancorbo. �Estos Obarenes riojanos fueron parte integrante de la frontera oriental del reinado asturiano y del viejo solar donde naci�, vivi� y luch� la primitiva Castilla. Sobre sus rocas dominaron dos castillo el de Bilibio y el de Cellorigo, cuya misi�n hist�rica consisti� en defender los tres pasos de los Obarenes. Cuando los moros, en sus repetidos ataques desde el a�o 767 invad�an temporalmente la regi�n de Alava y Castilla, cruzaban siempre estos portillos, usando con preferencia el de la Morcuera, por ser el m�s accesible y menos peligroso. En �l, precisamente, se registr ron tres dur�simos combates. El d 865 (ya descrito) y los de 882 y 88 que tuvieron por escenario los cercanos picos de Cellorigo, donde Ia ofensiva �rabe qued� aplastada por el conde Vela Jim�nez. Con esta victoria se cerr� para siempre el portillo al enemigo y se inici� en serio la reconquista de La Rioja en este peque�o territorio� (L�pez de Silanes).
Durante el breve reinado de Al-mundir (886-888) son varios los jefes �rabes que proclaman la independencia de sus Estados. Los veranos, siguiendo la costumbre de sus antecesores, dirigi� aceifa contra Alava y Castilla, en el 887, en el verano del 888 contra Zaragoza, Tudela y Pamplona.
A su muerte, tom� posesi�n del emirato su hermano Abdal�h (88 912). Comenz� por enviar aceifa contra Zaragoza, Borja, Tarazona Tudela, saqueando los campos, pero no logr� conquistar las ciudad que estaban en poder de Ismail, hijo de Muza.
Abdal�h tiene que obrar con prudencia para no provocar la uni�n de los peque�os Estados, que, juntos, pudieran ocasionar la derrota del emir.
Abderram�n III, primer califa de Espa�a
Abderram�n III, que rein� des el a�o 912 al 961, hered� de abuelo Abdal�h el emirato de C�rdoba, pero, envanecido por sus victorias y por el aumento de sus riquezas y de su poder�o, el a�o 929 se proclam� califa, es decir,pr�ncipe de los creyentes.
Los pocos lazos religiosos que pod�an unir a los �rabes espa�oles con el califa de Damasco, hasta entonces �nico califa en el mundo quedaron rotos f�cilmente dada la lejan�a entre ambos califatos y las las comunicaciones en aquellos tiempos.
Abderram�n III descend�a del primer rey vasc�n, l�igo I Arista, seg�n la genealog�a que dan los cronistas �rabes Ben Hayyan y Ben Hazan. La hija de Fort�n Garc�s, llamada Onneca, cas� con el emir Abdal�h, abuelo de Abderram�n III.
AI llegar al poder se encontr� Abdderram�n III con un reino insumiso. Eran muchos los jefes o caudillos que obraban en completa dependencia de la corte de C�rdoba. Cerca de cuatro lustros le cost� dominarlos a todos.
Las primeras batallas libradas por este emir, apenas son relatadas por los cronistas cristianos Sampiro y el Silense. Tenemos que acudir a las cr�nicas de Ben Idhari, Arib ben Sayd y Ben Hayyan para conocerlas. Y �stos las narran con gran precisi�n.
En una de sus primeras batallas, el 917, sus tropas son derrotas en la ciudad soriana de San Esteban de Gormaz. Y por si esto fuera suficiente para encender c�lera, el rey pamplon�s Sancho Garc�s I invadi� La Rioja.
En el a�o 918 y tambi�n en el 919, Abderram�n efectu� varias operaciones de castigo contra los cristianos, pero con ello no se aplac� su ira por las derrotas que hab�a sufrido y en la primavera del 920 predic� la guerra santa contra los cristianos.
Sale Abderram�n al frente de sus tropas cordobesas el 4 de junio, se van uniendo combatientes en Toledo y Medinaceli y llega el 8 de juIio a la ciudad soriana de Osma, que saquea e incendia. Al d�a siguiente ocupa la plaza fuerte de San Esteban de Gormaz, de la que hab�an huido sus defensores. Siguiendo su ruta hacia el norte, sus tropas atacan y conquistan la antigua plaza de Clunia, junto al r�o Duero.
Con estas victorias pudo sentirse compensado el soberano �rabe de la derrota del 917. Pero el monarca cordob�s quer�a vengar tambi�n destrozos que el rey de Pamplo hab�a causado en sus plazas de La Rioja y pronto se present� ocasi�n de ejecutar su venganza. Fue llamado con urgencia para que socorriese a los moros de Tudela, que estaban cercados por Sancho Garc�s. Abderram�n emple� cinco jornadas para trasladarse desde Clunia a Tudela, plaza que liber� seguidamente. El gobernador de Tudela, Mohamed ben Lope, de la familia Beni Casi, se dirigi� a conquistar la fortaleza de C�rcar. Mientras, Abderram�n se volvi� hacia Calahorra, conquist�ndola y devastando sus alrededores.
Sali� Sancho del castillo de Arnedo, donde se hab�a refugiado, con sus tropas cristianas, para atacar la vanguardia mora y, aunque fue ayudado por Ordo�o II de Le�n, las tropas del emir lograron una espl�ndida victoria. M�s de un millar de cristianos se refugiaron en el castillo de Muez, cerca de Valdejunquera, siendo degollados todos en presencia de Abderram�n, el 29 de julio. Dos d�as m�s tarde se traslad� al castillo de Viguera, encontr�ndolo abandonado, y mand� destruirlo.
Un mes despu�s regres� victorioso a C�rdoba con un gran bot�n.
En el a�o 924, Abderram�n volvi� a salir de C�rdoba (27 de abril) con sus tropas para pasar por Tudela y siguiendo el curso del r�o Arga lleg� al valle del Irati, donde luch� contra las huestes pamplonesas, ocasion�ndoles una gran derrota. El emir, despu�s de saquear Pamplona, se dirigi� a Calahorra, que la encontr� abandonada, y el 26 de agosto regres� C�rdoba.
Las tropas del ahora califa sufrieron en el 939 una gran derrota en Simancas a manos de Ramiro II de Le�n. Fue tal la indignaci�n de Abderram�n que al llegar a C�rdoba mand� crucificar a 300 oficiales de su ej�rcito por no haber combatido con valent�a.
Despu�s de 50 a�os de reinado muri� el primer califa de C�rdoba su muerte origin� una decadencia moment�nea del dominio �rabe hasta que se hizo cargo del poder el general Almanzor.
La corte de Abderram�n fue Ia m�s esplendorosa de los Omeya. Engrandeci� la ciudad de C�rdoba con numerosos monumentos y palacios. En su tiempo hab�a 481 mezquitas en la capital, y lleg� tener 500.000 habitantes y sigui� aumentando hasta el a�o 1009, en que comenzaron las revueltas que acabar�an en el 1031 con la ca�da del imperio Omeya.
Mientras, Europa hab�a descendido al m�s bajo nivel cultural. Bizancio y, a la par, C�rdoba, en tiempos de Abderram�n III, fueron los focos del saber que iluminaba el mundo conocido. En C�rdoba abundaban matem�ticos (Geber que dio nombre al �lgebra), ge�grafos, m�dicos, fil�sofos, astr�nomos, historiadores, qu�micos, poetas, etc. La cultura hispano-�rabe fue durante algunos siglos superior a la europea.
Los cordobeses del tiempo de los califas eran amantes de los libros. Se publicaban anualmente e C�rdoba unos 600.000 manuscritos y el califa Alhak�n lleg� a tener e su biblioteca 400.000 vol�menes. Al Maqqari lleg� a decir que C�rdoba era la ciudad del mundo que ten�a m�s libros. Hab�a 170 mujeres dedicadas a copiar en pergamino las obras que se les encargasen. Los libros, por estar de moda, aumentaron sus precios.
Los califas Alhak�n II e Hixam II. El general Almanzor
Al suceder Alhak�n II (961-976) a gran califa cordob�s, exige de Sancho el Craso de Le�n la entrega de diez plazas fuertes, a lo que se niega el rey leon�s.
Tambi�n pidi� a Garc�a S�nchez de Pamplona le entregase al conde Fern�n Gonz�lez que ten�a prisionero en un castillo de La Rioja Alta. La respuesta del pamplon�s fue m�s contundente: dej� en libertad al conde y �ste, una vez libre, contrajo matrimonio con la princesa Urraca de Pamplona. A la vez, el hijo y sucesor de Garc�a S�nchez, Sancho Garc�s Abarca, se despos� con una hija de Fern�n Gonz�lez.
Estos enlaces no son bien vistos por el califa, quien env�a al gobernador Tuchib� de Zaragoza a atacar a navarros y leoneses, obteniendo los �rabes una gran victoria. Despu�s env�a el califa a los generales Galib y Said a ocupar Calahorra, que es conquistada, dej�ndola bien guarnecida.
Alhak�n tom� por mujer a una bell�sima vasca, llamada Sobbeya (Aurora), que lleg� a ser una verdadera sultana, no s�lo en el reinado de su esposo, sino tambi�n en el de su hijo, Hixam II.
A la muerte de Alhak�n II, ocup� el trono su hijo Hixam cuando ten�a solamente once a�os. Era de complexi�n y car�cter d�bil, por lo que su personalidad qued� anulada por el temperamento fuerte de su madre la sultana. Rein�, s�lo de nombre, 32 a�os.
Cuando Hixam II llevaba seis a�os ostentando el califato, tuvo que dejar el mando a un general elegido por su madre, que result� ser un genio de la guerra, el cruel Almanzor, quien poco a poco se hizo due�o de la organizaci�n pol�tica, militar y econ�mica del Andalus.
Indudablemente fue uno de los grandes caudillos �rabes, quiz� el que m�s victorias obtuvo contra los cristianos. Desde que tom� el mando, que nadie se atrevi� a discutirle por temor a represalias, hasta su muerte, en el a�o 1002, dirigi� numerosas razzias y combates contra los cristianos; los cronistas, que s�lo narran unos pocos, los calculan en m�s de 50 y no se conoce ninguno en que no saliera victorioso, pues la derrota de Calata�azor no pudo dirigirla por su estado de suma gravedad.
Almanzor se cas� en el a�o 983 con una hija del rey de N�jera-Pamplona, Sancho II Abarca. De este matrimonio nacer�a Abderram�n, a quien el d�bil Hixam II concedi� el t�tulo de califa, con el nombre de Abderram�n IV, pero en recuerdo de su abuelo Abarca se le llamaba �Sanchuelo�.
La �ltima campa�a de Almanzor fue dirigida contra La Rioja el a�o 1002. Pocas noticias han quedado de esa expedici�n.
El historiador Dozy, fund�ndose en un documento de 1027 que habla de la destrucci�n de un monasterio, asegura que se trata del de San Mill�n, el primitivo de Suso, puesto que el de Yuso se construy� m�s tarde, hacia el a�o 1067.
Dedujo que era �ste el monasterio destruido porque se encontraba en la ruta que conduc�a a Canales, desde donde, estando ya enfermo, se dirigi� a Calata�azor. Sus tropas ignoraban la gravedad de su estado y los m�s fieles guerreros que lo rodeaban ocultaron su enfermedad por saber que de haberse difundido la noticia entre los combatientes se hubiera producido una deserci�n masiva, como era costumbre en los ej�rcitos formados en su mayor parte por mercenarios.
Los cristianos llegaron a conocer el mal estado de salud del caudillo musulm�n y le atacaron en el lugar de Calata�azor, hoy provincia de Soria, logrando una gran victoria sobre los musulmanes. El pueblo, aficionado a las frases rimadas, compuso �sta que se difundi� por toda la Pen�nsula: �En Calata�azor, Almanzor perdi� el tambon�. Sus leales lo trasladaron a Medinaceli, donde muri� en la noche del 10 de agosto del a�o 1002.
Almanzor o Almansur fue uno de los grandes caudillos �rabes espa�oles, quiz� el mayor, con indudable relevancia en la historia hispana. Joven e inteligente, ingres� en la corte califal llamado por Alhak�n II como administrador de su hijo reci�n nacido. Con rapidez inusitada logr� alcanzar altos puestos de mando y su dominio sobre la sultana eran tan fuerte que al fallecer Alhak�n, Almanzor, como verdadero amo, tomaba cuantiosas sumas de los tesoros reales, que dedicaba en gran parte a satisfacer los caprichos de la madre del nuevo califa. Entre tanto, Hixam II se dedicaba a sus oraciones y a la vida retirada, dejando las riendas del poder en manos del general Almanzor.
No ten�a �ste ning�n escr�pulo en cometer delitos de sangre. Mat� a un pr�ncipe que pod�a haber desplazado a su protegido, se uni� a su futuro suegro, el general Galib, y cuando ya no le hizo falta lo aniquil�. A la madre del califa, Sobbeya, a quien deb�a su elevaci�n a los m�s altos cargos, la redujo a sumisi�n, humill�ndola, y al califa Hixam II lo tuvo aislado y como en prisi�n en su propio palacio. Mand� ejecutar a visires y gobernadores cuando le estorbaban, as� como a uno de sus hijos que pretendi� suplantarle.
Por otra parte, fue un organizador formidable y un estratega extraordinario, que tuvo tantas victorias como combates. Muri� en el 1002.
Al fallecer Hixam II en1008, le sucede Abderram�n IV, �Sanchuelo�, quien hab�a tenido la osad�a de pedir a Hixam le nombrara sucesor suyo en el califato, siendo atendida su petici�n. As� consigui� �Sanchuelo� ostentar tan alta jerarqu�a, a la que no pudo llegar su padre, el poderoso Almanzor.
Los magnates cordobeses, descontentos con el nombramiento del inepto y pusil�nime nuevo califa, empezaron a provocar des�rdenes, oblig�ndole a dimitir. Seis califas m�s reinaron en medio de gran anarqu�a y verdaderas luchas entre bandas rivales, que acabaron en1031 con la ca�da del �ltimo califa, Hixam III,desmoron�ndose el gran imperio de los Omeyas.
Al finalizar su descomposici�n surgieron en las distintas comarcas los reinos de taifas.
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