Luis Vidart, Una digresión necesaria, 1866 (original) (raw)
< Breves indicaciones sobre el estado actual de la filosofía en España >
Hemos reseñado ligeramente los tres principales sistemas en cuyas direcciones se mueve [185] hoy el pensamiento filosófico español, a saber: primero, el eclecticismo; segundo, el que nosotros hemos llamado espiritualismo creyente, que es lo que apellidan los racionalistas escuela teológica y otros escritores filosofía católica; y tercero, el armonismo krausista; habiendo indicado también los escritos, más políticos que filosóficos, que han dado a conocer entre nosotros la teoría del progreso de las escuelas hegelianas. Aún tenemos que ocuparnos de algunos pensadores no comprendidos en ninguno de los citados sistemas y de los historiadores de la filosofía, entre los cuales merecen especialísima mención los que se han consagrado en estos últimos años a desenterrar de entre el polvo de las bibliotecas los nombres venerandos de nuestros teólogos, filósofos y publicistas; nombres injustamente olvidados de propios y de extraños, no sin gran menoscabo de nuestra gloria nacional.
Pero antes de seguir nuestra reseña, tenemos que hacer una explicación con el fin de evitar torcidas interpretaciones acerca de la división que hemos trazado de las escuelas filosóficas de nuestros días. No se crea que nosotros declaramos que el eclecticismo y el armonismo krausista son esencial y necesariamente anti-católicos [186] al colocar a los escritores pertenecientes a estas escuelas separados de los que se han consagrado con insistencia a la defensa de la verdad religiosa: nada más lejos de nuestro ánimo: la división que hemos establecido se funda puramente en el origen histórico de cada escuela, de ningún modo en su interioridad científica, pues bajo este punto de vista nuestra clasificación sería absurda.
Atendiendo, pues, al origen histórico de nuestras escuelas filosóficas contemporáneas, nos parece fuera de toda duda, que el eclecticismo español, se acuerde o no con el catolicismo, reconoce por origen el eclecticismo racionalista sistematizado por Mr. Cousin; que el espiritualismo creyente es el esfuerzo para renovar bajo nueva y más concertada forma, las tradiciones científicas de los cinco primeros siglos de la Iglesia continuadas durante la edad media por los grandes doctores católicos, San Isidoro y San Anselmo, San Buenaventura y Santo Tomás y algo oscurecidas desde el renacimiento por la incredulidad religiosa que introdujo en Europa la reforma protestante; y por último, es ocioso repetir lo que se lee en todas las portadas de los libros filosóficos del Sr. Sanz del Río, y lo que no ocultan ninguno de sus discípulos, [187] esto es, que sus teorías se hallan fundadas en los principios establecidos en el racionalismo armónico de Krause.
Nosotros sabemos que la verdad es un organismo perfecto, y que, dado un principio filosófico o político, sólo hay un principio religioso que sea su lógica consecuencia; pero esto, que es absolutamente exacto en la región abstracta de la ciencia, está sujeto en la práctica al límite de la razón finita del hombre considerado como individuo. Además, en el estado de nuestra razón histórica, ningún sistema filosófico que admita la existencia en la personalidad de Dios puede considerarse como esencialmente anti-católico: nosotros diríamos más, todo sistema que admite la personalidad de Dios, es ilógico si niega lo sobrenatural, base y asiento de toda religión positiva; y admitida una religión positiva hasta los racionalistas como Mr. Renan, suelen confesar que el catolicismo es la más religiosa de las religiones, y los católicos sabemos que es la única religión religiosa. Con ser el sistema de Hegel, según nuestra opinión, radicalmente inconciliable con el catolicismo, nosotros sabemos de un pensador hegeliano que durante algún tiempo fue católico, y nadie ignora que los afiliados en la derecha de esta escuela pretenden [188] salvar la personalidad divina de la destructora teoría del venir a ser universal.
Así, pues, entendiéndose también estas explicaciones respecto a los escritores que nos quedan por tratar, volvemos a repetirlo; nosotros hemos trazado una división puramente histórica de las escuelas filosóficas que hoy se comparten el imperio de la ciencia española; cierto es que consideramos que la teoría racional de alguna está más conforme que la de otras con la verdad revelada; sin embargo, combatiendo los sistemas en lo que nos parece desacertado, siempre respetaremos el secreto de la conciencia del pensador, cuyo juicio sólo pertenece a Dios, cuyos inescrutables arcanos no es dado descubrir a la razón humana, ya enturbiada por prejuicios históricos, ya torcida por mezquinas pasiones.
{Transcripción de La filosofía española, Madrid 1866, páginas 184-188.}