María Isidra Quintina, Maestra y Doctora en Filosofía y Letras humanas en 1785 (original) (raw)

Noticia de los grados de Maestra y Doctora en Filosofía y Letras humanas conferidos en los días 5 y 6 de este presente mes en la Real Universidad de Alcalá a la Excma. Sra. Doña María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, hija de los Excmos. Sres. Marqueses de Montealegre, Condes de Oñate y Paredes &c. Socia de la Real Academia Española.

Doctora María Isidra Quintina

Las glorias de la nación Española al paso que han ido creciendo, y llegando a la cumbre de su elevación, han sido contrastadas de la envidia, procurando sus émulos obscurecer sus brillantes luces, acaso para lucir ellos mismos, sobre la ruina de sus esplendores. La literatura es hoy el blanco de los tiros de todos los extranjeros, y aun de algunos Españoles, los cuales, o por preocupación, o por capricho han procurado desacreditarla, ignorando unos, y olvidando otros, que nuestra nación fue en todos tiempos fecunda, no solamente en ingenios elevados, en varones doctos, y escritores en todas ciencias y artes; mayormente en aquella edad en que las demás naciones estaban sepultadas en el profundo abismo de la ignorancia, y que para salir de él, necesitaron la mano de los Españoles; sino también que fue modelo de un sin número de mujeres ilustres en la literatura.

Dejando, pues, otras celebradas por la antigüedad, y tomando el hilo de uno de los mejores reinados de nuestra España desde Fernando V el Católico, sirva de época a las mujeres ilustres su esclarecida esposa la Reina Doña Isabel, a cuya instrucción, prudencia y consejo en la política, y en los negocios más arduos de la Monarquía, se recordarán siempre con grata memoria. En la lengua Latina fue muy inteligente, siendo su maestra en ella la célebre Doña Beatriz Galindo, su Camarera, natural de Salamanca, llamada la Latina; cuyo nombre resuena aun en nuestros días por el hospital que fundó contiguo a las Monjas de la Concepción Francisca en la plazuela de la Cebada, llamado Hospital de la Latina.

Siguió las huellas de tan ilustre madre la Infanta de Aragón, y después Reyna de Inglaterra Doña Catalina, quien para consuelo de tantos trabajos como padeció en aquel Reino, escribió en latín un tratado de las lágrimas del Pecador, y otro de meditación sobre los Psalmos. Celebres fueron en la lengua Latina las que tuvieron correspondencia epistolar con Lucio Marineo Sículo, cuales son Doña Ana Cerbatón, Dama de honor de la Reyna Germana de Fox, segunda esposa del Rey Don Fernando el Católico; Doña Juana Contreras y Dona Lucía de Medrano; pero particularmente Doña Luisa Sigea instruida en las lenguas Latina, Griega, Hebrea, Árabe y Siriaca, en cuyos cinco idiomas escribió una carta al Pontífice Paulo III, de quien mereció distinguidos elogios.

No tuvieron menos gloria de célebres discípulas los famosos maestros de Letras humanas de aquél tiempo. Francisca de Nebrija, hija del grande Antonio sustituyó varias veces la Cátedra de humanidades de la Universidad de Alcalá por ocupación o enfermedad de su padre. Palmireno fue maestro de Doña Gerónima Ribot, Señora de Alcudia en el Reino de Valencia. Doña Cristóbala de Alarcón, fue discípula de Juan de Aguilera, y celebrada por Lope de Vega, el cual también elogia la literatura de Doña Ana de Castro Egas y Doña Bernarda Ferreira de la Cerda.

Parece que desde entonces se competían generosamente en varios ramos de literatura, así las mujeres de más encumbrada nobleza, como las de mediana esfera. Doña Catalina, hija de Eduardo, Infante de Portugal, no solamente era sabia en Letras humanas, sino también en Matemática, y particularmente en la Astronomía. Doña Luisa de Padilla, Condesa de Aranda, escribió Lágrimas de la nobleza, y Nobleza virtuosa, y otras obras. Doña Mencia de Mendoza, hija del Marqués de Zenete, no solo fue docta en las Letras humanas, sino también en Filosofía. Seríamos muy largos, si nos detuviéramos en referir los estudios, e instrucción de Dona Ángela Mercader Zapata, Doña Antonia de Rozas, Doña Beatriz de Silva y Sousa, Doña Cecilia de Arellano, Doña Constancia Méndez, Doña Elena de Paz, Doña Feliciana Enríquez de Guzmán, Doña Leonor Meneses, Doña Lorenza Zurita, Doña Lucía Ana del Castillo, Doña Magdalena de Bobadilla, Doña Paula Vincencio, Doña Teresa Guerra; de las Anas Caro, Osorio, Villegas; de las Catalinas Estrella, Trillo, y Rivera, descendiente esta última de los Duques de Alcalá; de las Franciscas Guzmán, y Ríos; de las Isabeles Correa, Joya, y Ribadeneyra, la cual fue Dama de la Condesa de Gualves, celebrada por Doña María de Zayas, ingeniosa escritora de Novelas; de las Juanas Bautista; y Meneses; de las Marías Camporedondo; Carabajal, Nieto de Aragón, &c. la mayor parte de ellas escritoras (véase Nicolás Antonio, Biblioteca Española, y Damián Flórez Perim, Teatro de mujeres ilustres.)

Pero no podemos callar los méritos sobresalientes en la Filosofía y Medicina de Doña Oliva Sabuco de Nantes, gloria inmortal, no solo de Alcaraz su patria, sino de la España, y aun de toda Europa. En su obra intitulada: La verdadera Medicina, estableció nuevo sistema fisiológico atribuyendo al jugo de los nervios la nutrición (que por eso se llama nutricio) y al desarreglo de éste todas las enfermedades del cuerpo humano; y constituyó antes que Cartesio el asiento del alma racional en el cerebro, al cual contemplaba raíz inversa de todo el cuerpo, considerado como árbol.

Tampoco pasaremos en silencio la singular idea de Ortensia de Castro, natural de Villaviciosa, que deseosa de saber pasó a Coimbra disfrazada de estudiante en compañía de dos hermanos, y ocultando siempre su sexo, estudió además de la Latinidad y Retórica, la Filosofía y Teología, de cuyas facultades defendió actos muchas veces. Asimismo Isabel de Rosales, fue tan instruida en la Doctrina de Escoto, que en Roma sostuvo certámenes públicos delante de muchos Prelados, Maestros y Literatos.

Pero hasta aquí no hemos referido sino las mujeres sabias que ilustraron el siglo: resta aun gran número de las que habiendo antes en él brillado con sus abundantes luces, trasladaron sus esplendores al claustro. Sea la primera entre todas Santa Teresa de Jesús, que mereció de la Universidad de Salamanca el título de Doctora, cuyos consejos y escritos, son hoy el modelo de sus Religiosas: sea la segunda la Excma. Señora Doña Luisa Manrique de Lara, Condesa de Paredes, sabia en las lenguas Francesa, Italiana y Latina, la cual, siguiendo el espíritu de esta Santa Doctora, después de haber instruido a su familia en las letras y en la Religión, despreciado el siglo, entró en el Convento de Carmelitas Descalzas de Malagón, fundación de la misma Santa Teresa, donde fue Priora y Autora de la célebre obra del Año Cristiano, o Meditaciones para todos los días sobre los Misterios de nuestro Redentor, &c. impreso en Madrid en 6 volúmenes, año de 1658; y otros escritos de edificación que se hallan en poder de sus nietos los Excmos. Señores Marqueses de Montealegre: sea la tercera Doña Cecilia Sobrino, natural de Valladolid, hija de D. Antonio Sobrino, y Doña Cecilia Morillas Madre, llena de erudición en las Lenguas, Filosofía y Teología. Su hija no menos instruida recibió el hábito en el Convento de Carmelitas Descalzas de Madrid, al cual ilustró con su ejemplo, doctrina y escritos: sea la cuarta Doña Juliana Morell, natural de Barcelona, la cual de muy tierna edad sabía las lenguas Castellana, Francesa, Italiana, Latina, Griega y Hebrea, y habiendo pasado en compañía de su padre a León de Francia, se instruyó en la Filosofía y Jurisprudencia. Fue tanto su aprovechamiento que pretendió su padre la graduaran allí de Doctora en Leyes; lo cual no logró sino en Aviñón en el palacio del Gobernador, en donde la examinaron, y graduaron los Doctores; pero bien pronto renunció al mundo, y se entró allí mismo Religiosa Dominicana en donde escribió muchas obras. ¿Y qué diremos de la Venerable Madre Sor María de Jesús de Agreda? ¿De la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz? ¿De María Bazán, María Mezquita Pimentel, María Téllez, Elena de Silva, Valentina Pinelo, y de las Portuguesas Margarita Noroña, María Bautista, María Magdalena, todas Religiosas ilustres en virtud y letras? Si los dos siglos que hemos corrido han dado tantas mujeres ilustres ¿qué habrá que decir de la Literatura Española, que no sea en honor y gloria de la nación? Pues, si como se suele decir ex clava Hércules, ¿qué serán nuestros iteratos sino unos Hércules en las ciencias y artes?

Llegamos a nuestro siglo; ¿y será por ventura escaso de mujeres ilustres? Si nuestras expresiones fueran capaces de colocar en el lugar que corresponde los méritos de las que viven, pondríamos un singular ejemplo de virtudes y literatura en una sola, en la Serenísima Señora Infanta Doña Carlota Joaquina, dignísima nieta de nuestro Católico Monarca, e hija de los Serenísimos Señores Príncipes de Asturias, quien a la muy corta edad de 9 años hizo en el palacio de Aranjuez en los días 8, 9 y 14 de junio del año pasado de 1784 una lucidísima prueba de la sólida instrucción en los principios de la Religión, Historia sagrada y de España, de la Esfera y Geografía de las lenguas Castellana, Latina, Francesa &c.; pero sólo puede formar su elogio la misma fama y gloria que la circunda y acompaña al lado de su ínclito esposo el Serenísimo Señor D. Juan, Infante de Portugal.

También hablaríamos de Doña Catalina de Castro, que tradujo la obra de Mr. Rollin del método de Estudios; de Doña Mariana Alderete, Marquesa de la Rosa del Monte, ingeniosa Poetisa; de Doña María del Rosario Cepeda, que en el año de 1768 tuvo un certamen literario en Cádiz, en que dio a conocer su instrucción en varias lenguas, Historia y Geometría; de las pensadoras Doña Teresa González y Doña Escolástica Hurtado; instruidas en la Matemática, principalmente en la Astronomía; de Doña María Antonia Fernanda de Tordesillas, traductora de la obra Francesa intitulada: Instrucción de una Señora Cristiana; de Doña Josefa Amat y Borbón, traductora de las Disertaciones en defensa de la Literatura Española por el Abate Xavier Lampillas; diríamos de muchas ilustres Señoras que conocemos, y logran un mérito distinguido en las letras.

Pero el singular talento de la Excma. Señora Doña María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, hija de los Excmos. Señores Marqueses de Montealegre; los rápidos progresos que ha hecho en las letras en muy corto tiempo, y en la temprana edad de 17 años, la perspicacia y penetración de ingenio, la extensión y solidez de sus conocimientos, el riguroso examen que sufrió en la Universidad de Alcalá en los días 5 y 6 de este presente mes, en las materias que propuso y defendió; los sabios argumentantes y examinadores que tuvo, la serenidad, modestia, compostura y entereza que admiraron todos, la universal aclamación de su inteligencia y sabiduría, el numeroso concurso que asistió, y general regocijo con que la oyeron; hacen este suceso tan particular, que no habiendo habido un ejemplar semejante, constituyen a esta Excma. Señora en la clase de heroína de las letras, no solo de este tiempo, sino de todos los siglos, de todas las Universidades y de todas las naciones.

Viendo los Excmos. padres de esta Señorita cuan erradamente pensaban otros en negar al bello sexo la instrucción, y experimentando con ejemplos propios de su ascendencia en Doña Luisa Manrique de Lara, Condesa viuda de Paredes, cuarta abuela de esta Señorita; que podían añadir por timbre de sus blasones la virtud y amor a las letras, aplicaron a su amada hija con bien fundadas esperanzas a la ilustración de sus talentos, bajo la dirección de un digno y sabio maestro cual es D. Antonio de Almarza. No se engañaron sus deseos, pues experimentaron la rapidez de sus adelantamientos, no sólo en las lenguas, y demás ramos de las Letras humanas, sino también en la Filosofía y Matemática; y gozosos de la dicha de tan bien logrados frutos, suplicaron a S. M. se dignase conceder la gracia de que hiciese prueba de su instrucción en la insigne Universidad de Alcalá, a fin de que se la confiriese el grado de Doctora. Nuestro augusto Soberano, como tan amante de las letras, y de la gloria de su amada España, se dignó expedir una Real órden a dicha Universidad, que es la siguiente.

“El Rey en atención a las distinguidas circunstancias de Doña María Isidra de Guzmán y la Cerda, hija del Marqués de Montealegre, y enterado S. M. de las sobresalientes cualidades personales de que está dotada, permite y dispensa en caso necesario, que se confieran a esta Señora por esa Universidad los grados de Filosofía y Letras humanas, precediendo los ejercicios correspondientes: lo que participo a V. S. de su Real orden, para que haciéndolo presente al Claustro se tenga entendido en él para su cumplimiento. Dios guarde a V. S. muchos años, Aranjuez 20 de Abril de 1785. = El Conde de Floridablanca. = Señor D. Pedro Díaz de Rojas.”

Como por razón del sexo, y decoro correspondiente a esta Señora, se hacía necesario el variar algunas ceremonias que eran de costumbre o estatuto para los graduandos, se dignó S. M. expedir a este fin otra orden que dice así.

“Para que la función del grado que se ha de dar por esa Universidad a Doña María Quintina Guzmán y la Cerda, hija del Marqués de Montealegre, se haga con el decoro, y honor correspondiente a sus distinguidas circunstancias, quiere el Rey que el Claustro particular, compuesto de V. S., el Rector y Consiliarios de la Universidad, de acuerdo, y junto con solos los Catedráticos de Prima de la misma, disponga el arreglo o ceremonial que deberá observarse para la recepción de los grados de Filosofía y Letras humanas, que se han de conferir a dicha Señora, así en punto a los ejercicios públicos que ha de hacer, y nombramiento de argumentos y examinadores; como en lo demás que se estime conveniente, ya en la colación de dichos grados, o ya en cualesquiera otra cosa, que juzgare oportuna. Lo que prevengo a V. S. de orden de S. M. para su inteligencia, y a fin de que disponga lo correspondiente a su cumplimiento. Dios guarde a V. S. muchos años, Aranjuez 7 de Mayo de 1785. = El Conde de Floridablanca. = Señor D. Pedro Díaz de Rojas.”

El día 3 llegaron a Alcalá a las 6 de la tarde los dichos Excmos. Señores, llevando también a su hijo D. Diego Isidro de Guzmán &c. a quienes salió a recibir un numeroso concurso de la Ciudad, llevados del afect ,y regocijo de unos huéspedes tan ilustres. Fueron a residir al palacio Arzobispal, y en la misma noche, la Universidad representada por su Rector, Consiliarios, Deanes de todas las Facultades, Secretario y Bedeles pasó al referido palacio, y el Consiliario D. Juan del Valle López de Salazar, comisionado para cumplimentar a sus Excelencias, hizo la Arenga siguiente.

“Excmos. Señores. = Señores:

La Real Universidad representada por sus Consiliarios, y los Deanes de Teología, Cánones, Medicina y Artes, en nombre de su Ilmo. Rector y Claustro, ofrece a vuestras Excelencias su atención con el plausible motivo de que S. M. (que Dios guarde) ha tenido a bien prevenirla ser de su Real agrado, que la Excma. Señora Doña María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, se corone al estilo académico, como maestra en Filosofía y Buenas letras, y como para honor, gozo y aplauso de esta Escuela, ha llegado el día que será eterno en su gratitud, de que vuestras Excelencias la admitan al cumplimiento que desea dar a las soberanas intenciones, y tiene la felicidad de hacer esta primera manifestación del respeto y decoro que es debido a la alta grandeza de vuestras Excelencias con la voz de todos, me insta a tomar la palabra, lleno de confianza de que sea bien admitido su obsequio, por la bondad de vuestras Excelencias, y por la singular erudición de la Excma. literata: uno y otro son motivos, que justamente arrebatan nuestra admiración, y la aclamación de toda la Universidad. Por tanto, afirmo confiadamente, que solo anima a todos los Complutenses un espíritu para emplearse, en cuanto sea de la complacencia de vuestras Excelencias, una esperanza de que sus ancianos y sus jóvenes añadirán una pública y constante aclamación; el agradecimiento que tienen en su corazón a la piedad de nuestro Soberano, y a la alta distinción que ha de merecer en la república literaria una sabia Excma. primera maestra complutense, y en toda España.”

A este cortesano ofrecimiento respondió en nombre de sus padres a la Real Universidad la Excma. Señora Doña María Isidra del modo siguiente.

“Admitimos, con todo el lleno de nuestra estimación y gratitud las atenciones que V. S. se sirve manifestarnos a nombre de su Real Universidad, cuyas expresiones reconocemos por hijas de su elevado carácter: así pedimos a V. S. se lo asegure a su Ilma. de nuestra parte, y también que venimos enteramente confiados de que disimulando su sabia discreción cualquiera defecto, nos ha de ser propicia su bondad para la consecución del complemento de nuestras satisfacciones; como lo será siempre nuestra obligación para emplearla en su obsequio.”

El siguiente día 4 a las 10 de su mañana volvió la Real Universidad, representada por el Cancelario, Rector, Catedráticos de Prima, Doctores destinados para el examen, y el Secretario a dar los puntos en el Filósofo Aristóteles para la lección académica, y salieron los piques siguientes.

1º Lib. 1. Phisicorum cap. 21. 22. 23. 24.
2º Lib. 2 de Anima cap. 1. 2. 3.
3º Lib 3. de Historia Animalium cap. 8. 9. 10. 11. 12.

De los que S. E. eligió el 2º lib. 2 de Anima cap. 3, deduciendo legítimamente la conclusión: Anima hominis est spiritualis.

El mismo día por la tarde salió la Excelentísima Señora graduanda acompañada de sus padres a elegir el teatro para los ejercicios, de los dos que había dispuestos magníficamente adornados, uno en el Aula principal, y otro en la Iglesia; y considerando que no obstante ser aquel muy capaz, no era suficiente para que pudiesen oírla muchísimas gentes que habían concurrido de fuera para tener el gusto de presenciar este acto, dispusieron que fuese esta función en la Iglesia de la Universidad.

El día 5 por la mañana, pasadas las 24 horas desde que había tomado puntos, fue esta Señorita a la referida Iglesia acompañada de sus Padres, Cancelario, Rector y Bedeles en carrozas. Apenas entraron empezó una harmoniosa orquestra, compuesta de muchos instrumentos, que duró hasta que subió a la cátedra, en donde hizo su lección a estilo académico a presencia de todos los Doctores y Maestros del Claustro pleno, sus ilustres padres, y un concurso numeroso y lucido de más de 6.000 personas, sobre el punto elegido, exponiendo en latín el texto de Aristóteles; probando su conclusión en castellano para que lo entendiesen todos los que no estuviesen instruidos en aquella lengua; y satisfaciendo plenamente a tres argumentos que le pusieron también en castellano tres Catedráticos de Prima de la misma Universidad; cuyo ejercicio consagró en honor de la Inmaculada Concepción de María Santísima, y obsequio de nuestro Católico Monarca Carlos III, manifestando una exquisita elegancia en el estilo y solidez en las razones.

Los Catedráticos de Prima, de Teología que la arguyeron fueron los siguientes.

1.º El Doctor Don Joseph Martínez Alonso.

2.º El Rmo. P. Doct. Fray Tomás de San Vicente, del Orden de Santo Domingo.

3.º El Rmo. P. Doct. Fray Francisco Rodríguez del Cerro, Religioso Observante de San Francisco.

Después siguió el examen de preguntas sobre los puntos de Filosofía y Letras humanas propuestos en el impreso, dedicado a nuestro Rey Católico Carlos III (que Dios guarde) donde además de lo que dejamos referido, perteneciente a la Lección de Puntos, propuso dar razón:

De la Gramática Griega, y traducir de los Autores escogidos Griegos, en lengua Latina, Francesa, Italiana o Castellana, en cuyos idiomas ofreció responder, a arbitrio de los Examinadores, a todo lo que la preguntasen en este certamen.

De la lengua latina ofreció explicar su Gramática, y traducir de repente de sus mejores autores en castellano.

De la lengua Francesa e Italiana propuso hablar y pronunciar con propiedad sobre el asunto que le preguntasen.

De la lengua Española prometió referir su origen, progresos, decadencia, restauración y perfección, hasta el presente; y responder sobre la Gramática Castellana compuesta por la Real Academia Española.

De la Retórica, explicar su oficio, fin, materia, géneros de causas, partes de la elocuencia, lugares oratorios, partes de la oración, y varias especies de ésta, según los géneros demostrativo, deliberativo y judicial.

De la Mitología, propuso dar razón de todas las especies de Dioses, Semidioses y Héroes de la Gentilidad.

De la Geometría, hablar sobre la necesidad de ella para la Física, y demostrar las más escogidas proposiciones de Euclides.

De la Geografía, dar razón de todos los Reinos e Imperios de Europa; descripción, y límites de sus territorios, gobierno y costumbres de sus habitantes, y particularmente de la España con la sucesión de los Reyes, ingenio de los habitantes, y de los más célebres Héroes en las letras.

De la Filosofía, ofreció responder de esta ciencia en general, su utilidad, fin, y origen; de las cuatro partes de la Lógica, esto es de las ideas, juicio, discurso y método; de la Ontesofía o tratado del Ente; de la Teología natural, Psicosofía o tratado del alma.

De la Física general y particular, y de la historia de los animales y plantas.

Del sistema mundano, y de la Esfera Armilar.

Y últimamente de la Filosofía Moral, noción de la ley, norma de las acciones humanas, felicidad del hombre, y sus obligaciones.

En estas materias la hicieron muchas preguntas a que respondió con singular agudeza y erudición, acompañada siempre de serenidad, modestia y agrado.

Los Examinadores fueron los siguientes:

1.º El R. P. Doct. Fr. Antonio Gaspar Bermejo, Provincial de Padres Trinitarios Calzados.

2.º El R. P. Doct. Fr. Joseph López, Provincial del Orden de Carmelitas Calzados.

3.º El Doct. D. Ángel Gregorio Pastor, Presbítero, Catedrático de Hebreo.

4.º El R. P. Doct. Fr. Juan Francisco de Velasco, del Orden de la Merced Calzada; y Catedrático de Filosofía moral.

5.º El Doct. D. Blas Pérez Valverde y Galeote, Catedrático en propiedad de la de Historia Eclesiástica.

6.º El Doct. D. Vicente Peñuelas de Zamora, Catedrático de Decreto.

7.º El Doct. D. Eusebio Joseph Cañavate, Vice-Cancelario de la Universidad.

Duró este ejercicio hora y media, en el cual se mantuvo con la misma serenidad, entereza y apacibilidad que en el anterior, y sin dar lugar a la votación acostumbrada, fue aclamada por toda la Universidad con mil vítores y vivas, dejándose ver claramente en el Claustro la alegría y satisfacción que produjo un ejercicio tan completo, ocupando los corazones de todos una singular admiración; y cerrando este solemne acto la misma orquestra con todo el lleno de instrumentos se restituyó a su casa en compañía de sus padres y hermano en las mismas carrozas en que habían ido.

Para el día 6 a las 10 de la mañana estaban convocados todos los del Claustro a que concurriesen al Palacio Arzobispal, vestidos con sus insignias de Maestros y Doctores, desde donde salieron a la misma hora con el orden, aparato y magnificencia que refiere la Gaceta del día 28 de este mes, causando admiración a todo el lucido acompañamiento y numeroso concurso que le seguía, de suerte que después de llena toda la Iglesia, se quedó fuera la mayor parte de la concurrencia.

Se principió la función del Grado con el elogio paranínfico acostumbrado en semejantes actos, llamado comúnmente el Gallo. Fue su Paraninfo o Panegirista el Doct. D. Juan Francisco del Valle López de Salazar, Consiliario y Orador mayor de la Universidad: el extracto de la oración es el siguiente:

“Hoy es el día, Ilustre Congreso, que merece, entre todos los felicísimos que ha tenido esta Universidad; ser señalado con piedra blanca en los fastos de su historia, pues que eleva hasta los Cielos el honor y gloria de ella. Muchos Reyes, Emperadores, Príncipes, Grandes y Prelados han honrado con su presencia, y aun con premios esta Universidad, dotando y aumentando las Cátedras, y condecorándolas con muchos privilegios; pero ninguno se cuenta entre ellos, que hayan sido laureados en ella sino el Eminentísimo Señor Doctor Don Buenaventura de Córdoba, Espínola de la Cerda y San Carlos, Patriarca de las Indias, dignísimo tío de la Excma. Sra. Doña María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, hija de los Excmos. Sres. Marqueses de Montealegre, Condes de Oñate y Paredes, Duques de Nájera &c. cuya excelsa nobleza derivada de un S. Fernando III por medio del Rey D. Alonso el Sabio, y el Infante de la Cerda su hijo es bien notoria, contando asimismo por la parte de Guzmán el Bueno, que también es de la Regia estirpe, a un Santo Domingo, Fundador del Orden de Predicadores; y perpetuada por unos ascendientes cuyas hazañas y distinguidos empleos y honores obtenidos en paz y guerra al lado de los Reyes de España, son tan públicos que no hay quien los ignore.

Así, pues, era ya consiguiente, como herencia propia de tan ínclitos progenitores, que los Padres de esta Excma. Sra. procurasen no solo conservar la gloria adquirida en virtud y letras, sino aumentarla si fuese posible; y habiendo hallado en su amada hija una disposición capacísima para las letras humanas, y aquellas ciencias que dirigen al cultivo de los talentos y virtud, la aplicaron a su instrucción bajo la dirección de un sabio Maestro D. Antonio de Almarza, con tan feliz suceso que desde los principios pareció haber llegado a la perfección.

Con rápidos progresos se impuso en las lenguas Castellana, Latina y Griega, Italiana y Francesa, sin que la mezcla de estos idiomas turbase la propiedad de la materna, la cual habla con tan elegante estilo, que parece que en sus labios mora de asiento la gracia castellana; instrucción de que tenía modelo en su propia ascendencia, en su cuarta abuela Doña Luisa Manrique de Lara (de cuyo estudio, sabiduría y virtud ya hemos hecho mención arriba), que floreció en tiempo de Felipe IV, y fue Dama de la Infanta Doña María Teresa, esposa del gran Luis XIV, Rey de Francia.

Sobre estos, fundamentos levantó con la misma rapidez el edificio de su ilustración, y estudiando los Autores Mitológicos e Históricos, los Poetas y Oradores, así Latinos, como Griegos, le coronó con los bellos adornos de la Crítica, Filosofía, y Matemática.

Cuan extensos sean sus conocimientos, cuanto sea su ingenio, su capacidad, su modestia, su aplicación, su mérito, no hay que ponderarlo; bien lo habéis visto, y sois unos testigos oculares mayores de toda excepción. Si recordamos la memoria de las mujeres ilustres en la Literatura, veremos el singular ejemplo en esta Señora, que en la corta edad de 17 años, ya aventajó a las que no alcanzaron tanta sabiduría, sino después de muchos años de estudio, y acaso de toda la vida; y si esto es así, ¿qué no podrá esperarse del esmero y aplicación que aún le resta, si el Omnipotente la concede vida larga?

Congratúlate pues sapientísimo Gremio de anumerar a una sabia como ésta entre los Doctores de tu Claustro: y vos, Excelentísima Señora, que tanto sobrepujáis la gloria de vuestros antepasados, cuanto es superior el espíritu al cuerpo; que habéis conseguido una inmortal alabanza por las bien aprovechadas tareas en la Filosofía y Letras humanas, subid a la Cátedra y al Laurel que con ansia os está esperando; para que por vos en adelante reciba más gloria, y sirváis a los jóvenes de uno y otro sexo de un estímulo que los aliente a seguir vuestra guía; y perdonad que mi tosco pincel no haya podido expresar más al vivo el cuadro de vuestros merecidos elogios.”

Después de esto el Cancelario de la Universidad D. Pedro Díaz de Rojas, Abad mayor de San Justo, del Consejo de S. M. en el de la Suprema Inquisición y Caballero de la Real y distinguida Orden Española de Carlos III, dijo en latín el siguiente Discurso:

“Ninguna cosa me ha sido más agradable; o esclarecido Congreso, que el ver tanto regocijo como ha ocupado los corazones no solamente de toda la Universidad, y nuestros Ciudadanos, sino también del gran concurso de la Corte, y de los pueblos circunvecinos, que a porfía y con anhelo ha venido a este Acto. ¡Ejemplo nunca visto ni oído! Ya desde hoy en adelante quedarán confundidas las obstinadas preocupaciones de algunos que piensan que la porción más encumbrada de la República no apreciaba las letras, o de sentir con Aristóteles y otros Filósofos antiguos que el bello sexo era débil para el estudio.

Ya veis a esta Excma. Sra. que ni en grandeza ni en sólida instrucción en las letras y ciencias, no solamente no cede a las de su sexo, sino aun a muchos profesores. ¡Qué Provincia tan vasta la de las letras humanas! Ella sola encierra en su recinto casi todas las ciencias, aún las más serias. ¿Con qué gusto pues, con qué satisfacción y contento no podré acercarme a ceñirla el laurel merecido?”

Inmediatamente hizo esta Excma. Sra. los juramentos acostumbrados de defender el Misterio de la Inmaculada Concepción, de no ir contra lo que se estableció en la sesión 15 del Concilio Constanciense acerca de los Soberanos; de no ir ni enseñar cosa opuesta a las Regalías de S. M.; de mirar por el bien de la Universidad; de obedecer al Sumo Pontífice y al Rector de la Universidad; igualmente prometió la veneración y respeto al Arzobispo de Toledo y al Cancelario de la Universidad, y últimamente hizo la profesión de Fe, conforme a lo mandado por el Papa Pío IV.

Apenas se concluyó esta ceremonia, el Cancelario la puso el bonete con borla de Doctora, que en una bandeja le habían presentado el padre de esta Excma. Señora y su hermano vestido ya de Colegial del de los Manriques de Lara de que había tomado posesión el día anterior, y luego que el Cancelario dijo: Yo con autoridad Pontificia y Real os confiero Excma. Señora, los grados de Maestra y Doctora en la ilustre Facultad de Artes y Letras humanas en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, se oyó un general aplauso y aclamación de vivas por todo el concurso.

Sucesivamente el Cancelario propuso en latín a la graduada una cuestión muy del caso, y de las circunstancias de la persona, deducida del Concilio IV Cartaginense, y fue: Si la mujer aunque virtuosa y docta podía enseñar en las Universidades las ciencias profanas y sagradas; y subiendo a la Cátedra respondió afirmativamente, defendiendo que muchas veces podía una mujer ejercer el ministerio de enseñar públicamente, y lo probó con varios argumentos.

Concluido este acto, hizo una acción de gracias a la Universidad, hablando en latín en el siguiente sentido.

“Con esta tan dulce ocasión, os doy las más afectuosas gracias Ilmo. Cancelario, dignísimo Rector, sapientísimos Doctores en Teología, de ambos derechos y de Medicina, doctísimos Maestros en Artes; que habéis acordado con plenos votos anumerarme en el más célebre Gremio y Claustro de vuestra Universidad. Repito una y otra vez las más cordiales gracias, y me confieso obligada y deudora de la más reconocida gratitud.”

Acabada ésta el Rector la hizo presente que la Universidad la había nombrado Catedrática honoraria de Filosofía moderna, y Consiliaria perpetua de ella, cuyo último nombramiento es honor tan distinguido, como que solamente es concedido ser Consiliarios a los Doctores Teólogos, Canonistas, Legistas y Médicos; pues los Maestros de Artes únicamente tienen sus Deanes que con los de dichas Facultades ejercen varios Ministerios honoríficos; por lo tocante a los privilegios de que gozan los graduados en Filosofía, adquieren un derecho incontestable a las Raciones de San Justo, a las cuales entran por antigüedad de grado, se hacen del cuerpo de la Universidad en todas sus funciones y perciben sus propinas; en ciertas ocasiones y negocios forman su claustro, y deciden en él sus respectivos asuntos; y antiguamente en los principios de la Universidad gozaban de cualidad prelativa para la obtención de las Cátedras de Filosofía. (Esta era la ocasión de hablar de las dignidades académicas, de las insignias con que se adornan, y de la alusión de su figura, colores, &c. y motivos que hubo en las Universidades de premiar y alentar a los estudiosos con estos adornos y honores; pero lo omitimos por no ser largos y molestos.)

Doctora María Isidra Quintina

Ínterin que la Excma. Señora Doctora y sus padres recibían las enhorabuenas, y se repartían las propinas de estilo, las que nadie tomó; contentándose el Claustro con el gusto y honor de tener en su Gremio tan esclarecida Señora, prosiguió la orquestra que había abierto esta función, y la Universidad presentó a sus Excelencias varias medallas de plata que había mandado fundir para perpetua memoria, y muestra de regocijo de tan feliz suceso, cuya estampa es la que se halla al frente del retrato de esta Excma. Señora. No contenta la Universidad con este obsequio, hizo colocar al mismo tiempo en la fachada del edificio un retrato de la nueva individua (de mano de D. Joachin de Inza) y a su lado varios tarjetones con diversos jeroglíficos, y versos alusivos a las circunstancias del día.

A la mano derecha había en una tarjeta la inscripción latina siguiente:

FELICITAS ACADEMIAE.

Debajo se veía pintada una nave flotando sobre pacíficas olas, y después el siguiente Dístico:

unda. compluti. navis. pulcherrima. lustrat.
quam. multi. haec. optant. qmnia. fausta. sibi.!

Al lado izquierdo sobre otra tarjeta estaba la siguiente inscripción griega:

ΣΟΦΙΑ. ΔΕ. ΠΛΟƔΤΟƔ. ΚΤΗΜΑ. ΤΙΜΙΩΤΕΡΟΝ.

Sapientia vero posessio divitiis honorificentior.

Menand.

Después estaba pintado un cetro enlazado con una vara en forma de cruz, atados con dos cintas; al extremo del cetro una Corona Imperial, y al de la vara la lechuza de Minerva, debajo el siguiente Dístico:

stirps. sceptro. innuitur. sed. virga. palladis. artes.
quae. pridem. numquam. nunc. religata. vides.

En lo inferior se leía en elogio de nuestro Católico Monarca la siguiente Cuarteta:

Del Gran Carlos la piedad
Con énfasis misterioso
Este ejemplar prodigioso
Muestra a la Universidad.

Y debajo, con caracteres Hebreos, estaba escrito:

ALLELUYA.

Concluido tan solemne acto se restituyeron esta Excma. Señora, sus padres y hermano, acompañados del Claustro, al Palacio Arzobispal; en cuyo gabinete tuvieron el gusto de ver el fino afecto de la Universidad en el presente de otro retrato de la Doctora que se había colocado allí ínterin la función del grado, para que sus Excelencias se hallasen impensadamente con tan oportuno don.

En este día y en el antecedente tuvieron a la mesa estos Excmos. Sres. al Cancelario, Rector, Argumentantes, Examinadores, y otras personas de calidad, así de la Universidad como de la Ciudad y de la Corte, a quienes obsequiaron con un espléndido banquete; por la tarde concurrió todo el Claustro, Ayuntamiento, Colegios &c. a un magnífico refresco que se sirvió en la sala de Concilios del referido palacio, el cual duró desde las seis hasta las nueve y media de la noche, presidiéndolo personalmente los Excmos. padre e hija: entretanto lució una brillante iluminación que había dispuesto la Universidad en el hermoso frontispicio de ella, alternando la orquestra y repique general de campanas; de manera que toda la Ciudad estaba llena de regocijo y alegría.

El Claustro de Maestros de Filosofía nombró por sí a la Excma. Señora Doctora, por Examinadora de Cursantes Filósofos, cuyo cargo ejerció examinando a varios, y entre ellos a D. Baltasar y D. Vicente de Castillo y Toledo sobrinos del Vizconde de Huerta.

A tantos obsequios como habían recibido estos Excmos. Señores, y a las visitas que les hizo toda clase de personas distinguidas, correspondieron con todas aquellas demostraciones más atentas y políticas que se deja entender, volviéndoles sus visitas, y dando las más cordiales gracias; y el último día dieron un abundante refresco a los Estudiantes, en agradecimiento al esmero con que habían obsequiado con músicas y aplausos a la Excma. Doctora.

Últimamente se despidieron estos Excelentísimos Señores de la Universidad, y demás personas distinguidas, y de república, llenos de la mayor satisfacción, y con todo el complemento de sus deseos, quedando todos con el más plausible regocijo. El Cancelario de la Universidad remitió en nombre de ella al Rey nuestro Señor por medio del Excmo. Señor Conde de Floridablanca la relación de todo lo acaecido, y en su consecuencia S. M. expidió por el mismo medio la siguiente Carta orden:

“El Rey se ha enterado de la Carta de V. S. de 9 de este mes; y ha oído S. M. con el mayor gusto la relación que la acompaña de los muy lucidos y sobresalientes ejercicios que ha hecho en esa Universidad Doña María Quintina Guzmán y la Cerda, hija de los Marqueses de Montealegre para la recepción de los grados de Maestra y Doctora en Filosofía y Letras humanas; y de las demostraciones de obsequio que ha hecho la Universidad en esta ocasión: todo lo cual ha sido del agrado y aprobación de S. M., de cuya Real orden lo participo a V. S. para su inteligencia y de la Universidad. Dios guarde a V. S. muchos años. Aranjuez, 25 de Junio de 1785. = El Conde de Floridablanca. = Sr. D. Pedro Díaz de Rojas.”