Antonio Vallejo Najera, Ilicitud científica de la esterilización eugénica (original) (raw)
Ilicitud científica de la esterilización eugénica
I
La mejora de las razas humanas, finalidad de la eugénica o eugenesia, suma los sufragios de muy diversas ideologías. La aplicación de utópicos principios eugénicos, con merma de los más sagrados derechos morales y físicos, repugna a los espíritus no endurecidos por un bárbaro racionalismo. La Ciencia jamás puede contradecir al Derecho Natural, y, en realidad, no existe pugna cuando se meditan detenidamente los resultados de la experimentación científica. Sacrificar unos hombres en beneficio de otros hombres, constituye un principio farisaico inadmisible en los pueblos civilizados.
La esterilización de los idiotas, imbéciles y débiles mentales, autorízala en Norteamérica una ley constitucional –del Estado de Michigan– por tratarse de una medida de policía conveniente y razonable, justificada por los progresos de la ciencia, y beneficiosa a la vez para el interesado y la sociedad. Una medida eugénica de esta naturaleza, fundamentada en principios muy discutibles, puede seducir a pseudointelectuales afanosos de notoriedad, que encuentran propincua ocasión para ilustrarnos con ajadas novedades que deslumbren a las gentes. La privación de la paternidad no puede autorizarse, aunque se trate de locos y criminales, sin que existan sólidas razones morales y científicas que la justifiquen, en beneficio del interesado y de la colectividad.
Interesados amplios sectores norteamericanos en la divulgación de la ley de esterilización, se ha hecho enorme propaganda [143] en todo el mundo por sesudos y brillantes escritores. Pretéxtase que la esterilización eugénica evitaría el desarrollo progresivo de las enfermedades degenerativas hereditarias, la decadencia psíquica de las razas. Así se disculpa un atentado de lesa humanidad.
Nos hallamos actualmente los hispanos en el acmé de una fiebre legislativa, momento que consideramos oportuno para estudiar la esterilización legal en todos sus aspectos, especialmente en el científico, y formar opinión sobre su licitud y beneficios que puede reportar a nuestra raza.
En 1927 aparece una obra del sacerdote católico doctor Mayer, que levanta extraordinario revuelo, por defender que la Iglesia católica nada opone a la esterilización de determinados psicópatas. La ocasión aprovéchala el Dr. Lafora para extenderse en tres artículos –publicados en un diario político– sobre los beneficios sociales de la esterilización de los dementes. Las ideas de nuestro ilustre amigo están tomadas, según indica, de un libro de Gosney, autor partidario de la esterilización eugénica y encargado de su propaganda, por lo cual enfoca la cuestión a través de una de sus facetas, y sin hacerse cargo de las graves objeciones que merece el método.
Es nuestro propósito volver sobre la cuestión planteada, pero examinaremos el problema imparcialmente, sin deformarlo, ni sentar otras conclusiones que las que se deduzcan de los hechos. Pero hemos de extremar los argumentos contra una medida repulsiva a nuestros sentimientos y pensamientos.
El publicista católico antes citado, parte del supuesto de que la Iglesia romana ha permitido tácitamente la práctica de la castración, y por ello no se opondría tampoco a la esterilización eugénica si se demostrase su bondad como acción y estuviera dirigida a un buen fin. La prensa católica romana, suiza y norteamericana, refutó inmediatamente (antes de la publicación de los artículos de Lafora), la doctrina del doctor Mayer, en trabajos suscritos por verdaderas autoridades, entre otras, el Profesor John A. Ryan, de la Universidad Católica de Washington.
Por otra parte, la Iglesia católica ha definido oficialmente su actitud en la reciente Encíclica sobre el matrimonio cristiano, documento continente de sana doctrina moral sobre la licitud de la esterilización eugénica. Consígnase expresamente que los magistrados públicos carecen de potestad directa sobre los miembros de [144] sus súbditos. No puede lesionarse la integridad corporal, porque el juicio humano nunca debe castigar a nadie sin culpa, con pena de latigazos de modo que muera; o mutilarle o golpearle, según enseña Santo Tomás de Aquino. Muy oportuna esta cita de la Encíclica, por basarse Mayer también en la autoridad del santo para defender la esterilización desde el punto de vista católico. El Papa actual califica de atentados contra la vida las medidas eugénicas basadas en meras conjeturas sobre la transmisión hereditaria de enfermedades o tendencias morbosas.
La castración eugénica tiene sus antecedentes en la historia. La reina Semiramis dispuso que se castrase en Babilonia a todos los hombres débiles y lacerados, para evitar una descendencia ruin. La castración penal se practicaba en Atenas y Roma a los adúlteros, pena usada también por los hunos y los antiguos españoles. La emasculación era un castigo aplicado en Bizancio a los traidores políticos. La esterilización terapéutica se propuso por el médico alemán Kochs (1878), en ciertas enfermedades que un embarazo podía hacer mortales, medida que en su tiempo levantó vivas protestas.
La ley de esterilización norteamericana nace más de un prejuicio racial que de razones eugénicas. El prejuicio contra la raza negra ya se manifiesta en una ley votada en 1855 por el Estado de Kansas, ley que castiga con la castración a los negros y mulatos que abusan o fuerzan a mujer blanca. Deformada la finalidad de la ley de esterilización, constituye, en realidad, un arma contra la raza negra, y una medida de defensa contra las uniones entre blancos y negros, vistas con tanta hostilidad en la sociedad estadounidense.
Al desarrollarse la aplicación de la ley de esterilización, se promulga con varias finalidades, que, en esencia, son las siguientes: Como medida terapéutica para prevenir o curar determinadas enfermedades, como pena contra los delitos sexuales; como medida económica para disminuir los gastos que los idiotas y dementes ocasionan a la Beneficencia pública; y, por último, como medida eugénica tendente a impedir la degeneración de las razas.
La esterilización terapéutica practícase actualmente contra las neurosis y perversiones sexuales, para impedir la explosión de locuras puerperales en las mujeres predispuestas; y en la [145] tuberculosis y otras graves enfermedades orgánicas que ponen en peligro a la mujer durante los embarazos.
Hemos de objetar que los efectos de la esterilización terapéutica son muy precarios, incluso en los casos de hipersexualidad psicopática. Así lo dicen los autores que han estudiado los efectos de la esterilización sobre el instinto sexual propiamente dicho, y han podido observar que la influencia de la operación esterilizante no se señala apenas, y que no existe diferencia entre la sexualidad de operados y no operados. Un autor ha observado, durante un lapso de tiempo de uno a diez años, los efectos de la esterilización sobre la sexualidad de 108 psicópatas sexuales. Únicamente ocho individuos beneficiaron de la esterilización terapéutica, mientras que veintidós se agravaron, y setenta y ocho no experimentaron cambio alguno en su comportamiento genésico. Todavía podríamos aportar más estadísticas demostrativas de la escasa influencia que en hombres y mujeres tiene la esterilización sobre el apetito sexual.
El fracaso de la esterilización terapéutica contra la hipersexualidad podíamos preverlo al conocer el poco éxito de las reglandulaciones practicadas en homosexuales, para corregir la desviación del apetito genésico. Ello demuestra que las perversiones del instinto sexual, no tienen su origen en las hormonas genitales, y si agregamos la inespecificidad de estas hormonas, recientemente demostrada, tendremos un fuerte argumento contra la constitución intersexual y la homosexualidad constitucional. Justificar una aberración sexual porque un individuo presente caracteres somáticos sexuales secundarios del sexo opuesto no puede hacerse más que cuando se estudia superficialmente el asunto. Algunos de los investigadores que se han ocupado de esta cuestión, han sido sugestionados, por conclusiones apriorísticas de orden biológico, sin tener en cuenta las raíces psicológicas de la sexualidad. Todos conocemos personas con caracteres somáticos intersexuales, que cumplen perfectamente la función de su sexo primario. La moral individual es el mejor profiláctico contra las aberraciones del instinto.
Es absolutamente falso que la castración terapéutica pueda evitar definitivamente la explosión de episodios psicóticos agudos, y habría de investigarse si la esterilización no los favorece, en lugar de suprimirlos. Lo decimos fundados en nuestra experiencia [146] personal, que registra casos de demencia precoz consecutivos a la castración terapéutica por enfermedades genitales que la indican perfectamente. Y otro argumento contrario a la castración preventiva de episodios psicóticos, le tenemos en los intentos de trasplantación ovárica o testicular, practicados en dementes precoces por suponer que la enfermedad tiene como causa la insuficiencia genital.
La presentación reiterada de episodios agudos de enfermedad mental en los embarazos y puerperios, parece justificar la esterilización; pero la justificación es sólo aparente y fundamentada en una visión imperfecta de los hechos. Trátase, generalmente, de esquizofrénicas y circulares expuestas a recidivas por muy variadas causas. Nada quiere decir a favor de la esterilización que el episodio mental patológico se reproduzca regularmente, con o después de cada embarazo. Casi todas estas mujeres ya habían padecido anteriormente síntomas más o menos larvados de enfermedad mental, y es un hecho muy conocido que la simple hemorragia catamenial basta, en no pocos casos, para acentuar los síntomas mentales patológicos. Más frecuentes son las psicosis de la menopausia, y ello sustrae estas enfermas a la esterilización, pues el peligro no dimana esencialmente del embarazo. Y aunque el último fuera una causa predisponente, las alienaciones puerperales simples suelen tener buen pronóstico. Respecto al peligro de transmisión hereditaria de la enfermedad mental de la madre, es asunto del que hemos de ocuparnos extensamente.
La agravación de la tuberculosis, de las cardiopatías, de la diabetes y de otras enfermedades generales durante el embarazo, es un hecho innegable. Existe un aforismo clásico en medicina: la cardiaca o tuberculosa no debe casarse si es soltera; no debe concebir si es casada; y si se hace embarazada, el embarazo no debe llegar a término. Salvar y defender la vida de la madre a todo trance, es misión del médico; pero tan sagrada es la vida de la madre corno la del hijo, y el médico no puede atentar contra la última. Este principio se sienta en la Encíclica antes citada, y sirva de norma a los médicos, católicos, que «se manifestarían muy indignos del nombre y alabanza de médicos todos los que, movidos por falta de misericordia o por alarde de curar, atentaran, a la vida de cada uno de ellos (de la madre o del hijo)». Sale, sin embargo, de nuestro propósito discutir la necesidad y las [147] indicaciones del aborto provocado. Será suficiente con sentar el principio de que habremos de abstenernos en absoluto mientras dispongamos de algún recurso para salvar la vida de la madre, y este recurso no falta en la inmensa mayoría de los casos. En los excepcionales, cada cual obrará en conformidad con su conciencia; la Iglesia católica ha definido su doctrina. La profilaxis del embarazo en los casos de grave enfermedad, no ha de buscarse en el campo de la ciencia, sino en las medidas de protección social. El certificado prenupcial puede evitar y evita muchas catástrofes; familiares. La verdadera eugénica reside en apartar del matrimonio a los que no pueden cumplir sus fines.
La esterilización económica tiene sus partidarios. El enfermo es un parásito de la sociedad, dice Nietzsche, el superhombre paralítico general. Hay que exterminar al enfermo crónico, porque gasta y no produce, sano principio de economía racionalista, que repugna a los más nobles sentimientos de la naturaleza humana.
Adúcese en pro de la esterilización económica los grandes dispendios que una sola familia de degenerados y criminales puede ocasionar a la colectividad. Pero también hay que esterilizar a los procreadores incapaces de subvenir con sus propios medios a las necesidades de la prole. La miseria constituye una indicación de la esterilización. Y esto se escribe en países cuya cultura suele encomiarse. Prívase al hombre de la alegría de verse reproducido a pretexto de que el dinero despilfarrado en mantener inválidos y miserables podría emplearse con mayor provecho de los sanos.
Se dice que es necesaria la esterilización de los deficientes mentales, porque el déficit psíquico coloca a los padres en condiciones de inferioridad para subvenir a las necesidades materiales de los hijos, les inhabilita para proporcionarles la necesaria educación. Dícese también que la debilidad mental suele ser compañera inseparable del alcoholismo, de la sífilis y que acarrea numerosa descendencia, y con ello aumentan las dificultades para criar a progenie y proporcionarla medios de vida.
El aspecto del interesante problema social que acabamos de enunciar, cambia, según el punto de vista desde que se le considere. Para unos puede ser signo de alta espiritualidad la racionalización de la vida sexual y la limitación voluntaria de los hijos. [148] Los moralistas y estadistas pronúncianse en sentido opuesto. El fomento de la natalidad ha constituido siempre la preocupación de los gobernantes de los países cultos.
Por eso es de lamentar que nada menos que el presidente de la Academia Nacional de Medicina, y profesor de Obstetricia de la Universidad Central, autoridad científica reconocida, haya incurrido, no ha mucho tiempo, en el error de predicar en la «Casa del Pueblo» madrileña la limitación de la natalidad. Según los extractos de la prensa diaria, sostuvo el ilustre tocólogo la tesis de que no deben tenerse más hijos que aquellos que puedan mantenerse. Inculcando en las masas incultas ideas de tal cariz, se realiza una obra negativa y destructora, con perjuicio de los altos intereses del Estado y de la sociedad.
Mucho dudamos de que tan alta autoridad oficial haya defendido tan impertinente postulado, y creemos que la Prensa no ha recogido fielmente sus ideas. Claro está que el profesor tiene razón, consideradas las cosas desde el punto de vista de los bajos intereses materiales individuales; pero cuando se tiene un concepto más elevado de los intereses sociales y no se atienden móviles egoístas, la doctrina de la limitación de la natalidad se derrumba estrepitosamente, al faltarle los cimientos ideológicos de una sana moral. Son muchas las personas inteligentes, de elevada espiritualidad, que ponen toda su ilusión en una familia numerosa, y que constreñidos a escasos recursos económicos, hacen toda suerte de sacrificios y fuerzan su trabajo para que nada material falte a sus hijos. En las postrimerías de la vida encuentran la recompensa en una serie de satisfacciones íntimas, incomprensibles para quien no las haya sentido. Además, sería muy discutible la ventaja económica de la familia reducida.
También es susceptible de severas críticas la esterilización penal como medida represiva y profiláctica de la criminalidad y de los delitos sexuales. Representa un retroceso al más brutal salvajismo, a los tiempos en que se cortaba la mano derecha del ladrón.
Hemos rechazado por inconvenientes e ilegítimas las esterilizaciones terapéuticas, económica y penal, realmente no aceptadas universalmente las dos últimas, y muy discutida la primera. Tócanos ahora exponer los antecedentes de la esterilización eugénica de los psicópatas, candente cuestión que preocupa en los [149] Estados europeos, a favor de la cual surgen esporádicamente paladines, que tampoco han faltado en nuestro país, con muy escaso éxito por cierto. Sobre el problema hay que formar un juicio serio y bien fundamentado, y para ello nada mejor que una revisión de las vicisitudes porque ha pasado la ley de esterilización, desde su proposición hasta la fecha.
El Estado de Michigan vota el año 1897 una ley de esterilización eugénica y represiva, tendente a la privación de la paternidad a los imbéciles y criminales reincidentes. La ley de esterilización conviértela el Estado de California en terapéutica y represiva, y en el texto de 1909 prescribe la esterilización de los criminales que han cometido delitos de violación, y la de los condenados a cadena perpetua que manifiesten depravación moral o sexual. El mismo año aprueba el Parlamento de Washington una ley represiva tan cruel, que es suficiente con la simple decisión del tribunal que dicta la sentencia para que se pueda esterilizar a los criminales habituales y a los autores de atentados al pudor. Se previene en dicha ley que serán esterilizados de una manera segura y humana, los idiotas, psicópatas, epilépticos, criminales reincidentes, degenerados morales y perversos sexuales hospitalizados o recluidos en los establecimientos estatales, cuya curación sea improbable o indeseable.
La ley de esterilización acéptase sucesivamente, hasta por veintitrés Estados norteamericanos, no sin ser revocada algunas veces, ni sin sufrir reiterados aplazamientos su aplicación. Unas veces impide la promulgación de la ley el veto de los gobernadores; en otros casos, la declara anticonstitucional el Tribunal Supremo de la Confederación, «por no comprender más que a una categoría de ciudadanos». Con tanta resistencia se ha aceptado la ley de esterilización en los Estados Unidos, que ha sido condenada siete veces, refundida tres veces, apelada en diez Estados, refundida tres veces, y en otros tantos Estados ha caído en desuso, además de haberse revocado una vez.
Sin embargo, las lucubraciones eugénicas han sido llevadas a la práctica, y según la comunicación oficial al Congreso Internacional Eugénico, celebrado en Munich el año 1928, muy cerca de nueve mil seres humanos se han visto privados, por decisión oficial, de la facultad de procrear hijos. El número mayor de esterilizaciones se ha practicado en el Estado de California: 3.232 [150] hombres y 2.588 mujeres. En los Estados de Idaho y South Dakota, la ley no ha tenido trascendencia práctica, por no haberse efectuado una sola esterilización. En el Estado de Virginia, solamente se han esterilizado cinco mujeres. Exceptuado el Estado de California, la aplicación de la ley de esterilización se ha practicado parcamente. Pero los peligros dimanados de la ley de esterilización no residen en el número de esterilizaciones oficiales, sino en que autoriza y fomenta las esterilizaciones voluntarias, bajo la responsabilidad personal de los médicos, esterilizaciones cuyo número, es incalculable. Trátase de esterilizaciones hechas principalmente por indicación terapéutica, pues los americanos prefieren aconsejar y practicar una esterilización antes que provocar un aborto.
La psicología peculiar de los norteamericanos, o mejor dicho, el materialismo triunfante en una sociedad de formación moral imperfecta, nos explica el rápido desenvolvimiento de la ley de esterilización eugénica, que si unas veces busca el mejoramiento de la raza, otras se aplica como castigo, sin faltar Estados en que se introduce como medida de economía. Que la ley se aplique moderadamente en los centros oficiales no le resta importancia social, pues al legalizar la esterilización voluntaria, incrementa el neomaltusianismo, con perjuicio de la natalidad. Si la noción de represión ha sido eliminada ulteriormente en cuatro Estados, hemos de ver en ello una maniobra farisaica, pues se ha sustituido por la de «protección a la sociedad», al carecerse de una base sólida en que apoyar la heredabilidad de la criminalidad, especialmente de la criminalidad sexual.
Contraria la ley de esterilización a los principios biológicos, dudosos los legisladores de su licitud dentro del Derecho natural, necesariamente varían las motivaciones de la ley en los distintos Estados, y once la fundamentan en consideraciones eugénicas y terapéuticas, seis aceptan exclusivamente la esterilización eugénica, y dos admiten, además, la esterilización penal. En siete Estados es obligatoria la esterilización: cinco Estados no admiten otra esterilización que la voluntaria (a cambio de la salida del presidio o del manicomio), y en siete Estados la esterilización es obligatoria o voluntaria, según los casos.
Argumentan los norteamericanos a favor de la esterilización de los psicópatas con la heredabilidad de las enfermedades mentales [151] y la posibilidad de devolver a la vida social, los desgraciados recluidos en cárceles y manicomios, cuando las únicas manifestaciones psicopáticas consisten en una hipersexualidad conducente a excesos sexuales, que en los hombres son motivo de delito y en la mujer de entregas inconscientes. De las últimas estarían principalmente expuestas al riesgo de un embarazo deshonroso las inferiores mentales y alienadas en fase de manía o de excitación erótica. Algo hemos dicho de las ventajas negativas que puede reportar la esterilización en el último caso, y a nadie se le ocultan los graves inconvenientes del desenfreno sexual, a que pueden entregarse hombres y mujeres esterilizados, sin peligro de engendrar hijos, pero con daño de la salud pública, porque ha de pensarse en la propagación de las enfermedades venéreas.
En Europa hemos caminado muy lentamente y con cautela en la implantación de la ley de esterilización. La privación de paternidad a las personas carentes de discernimiento está autorizada oficialmente hace muy poco tiempo en el cantón de Vaud, pequeña comarca suiza de cerca de 400.000 habitantes, y creemos que también en Finlandia. La implantación de la ley de esterilización suiza suscitó apasionados comentarios en la prensa nacional y extranjera, criticándose severamente tal medida.
La iniciativa de la esterilización parte en Europa de los psiquíatras suizos, que en su reunión anual de 1905 acuerdan, por unanimidad, aconsejar la esterilización de los psicópatas graves, y sin llegarse a la promulgación de una ley, practícanse en el cantón de o Zurich algunas esterilizaciones con consentimiento de las autoridades, si bien sólo en algunos internados en manicomios que se prestaron voluntariamente a la operación. Los psiquiatras europeos pusieron inmediatamente el reparo de que no puede esterilizarse en contra de la voluntad del sujeto, ni forzándole la voluntad con el aliciente de un alta del manicomio. Así se humaniza la ley norteamericana.
En los Estados alemanes no existe ley de esterilización, pero ha desaparecido de los códigos penales el castigo impuesto a la castración, y no se pena la esterilización practicada con conocimiento del operado, a condición de que no represente un atentado a la moral. En Italia y en Francia se han practicado en mujeres numerosas esterilizaciones y castraciones, pero siempre al margen de la ley y con fines neomalthusianos más que eugénicos. Recuérdese el [152] escándalo originado por un famosa obra de Zola (Fecundidad), donde se denunciaban 80.000 castraciones practicadas en París. Francia opone a la esterilización eugénica oficial una resistencia sentimental muy de acuerdo con su elevada espiritualidad y cultura. Fr. Adam declárase adversario irreductible de la esterilización, principalmente porque incita a la depravación y perversión sexuales. Los sujetos estériles, aptos para la cópula, se entregarán a todos los excesos y serán solicitados por compañeras que saben no corren riesgo alguno con ellos. En Austria, Hungría y Escocia se ha discutido la esterilización de los enfermos psíquicos graves, pero dentro de los círculos médicos, y sin haberse planteado el problema ante los respectivos parlamentos. En España tenemos entendido que algunos tocólogos practican la ligadura de las trompas con fines no eugénicos, y convendría la aplicación del Código a los casos que se descubrieran, para evitar el peligro de una difusión del método.
Antes de promulgarse en Dinamarca la ley de esterilización, el Ministerio de justicia encargó a una comisión de técnicos el estudio del proyecto de ley relativo a la esterilización de los psicópatas graves. La ponencia propone la esterilización de los delincuentes de atentados contra las buenas costumbres. La ley de esterilización afecta solamente a los internados en establecimientos Públicos cuya procreación deba de ser impedida en bien de la humanidad.
En Suecia ha tiempo que se prohibió el matrimonio de los enfermos psíquicos graves, pero como la ley no ha surtido los efectos apetecidos, se encargó en 1922 al Instituto Nacional de Biología la redacción de un informe sobre la conveniencia de la esterilización eugénica. Se parte de la noción de que ha llegado el momento de promulgar una ley concediendo, en ciertas circunstancias, el derecho de esterilizar a determinadas personas, y más particularmente aquéllas destinadas a procrear hilos incapaces de subvenir a sus necesidades. El informe sueco ha sido redactado por eminentes profesores, pero no obstante la autoridad de las personas que le suscriben, es refutable en muchos de sus puntos de vista, de los que haremos breve mención.
Propúgnase la esterilización ante el gran número de inferiores intelectuales o morales, inferioridades transmisibles hereditariamente. Dicen los técnicos suecos que la civilización moderna actúa en el sentido de degenerar las razas, peligro que todavía aumenta [153] por la gran fertilidad de los débiles mentales. El progreso de un pueblo depende de que la mayoría de la población reciba sus disposiciones hereditarias de una gran masa de individuos sanos. Si hasta ahora se habían preocupado los Estados de aumentar la natalidad sin tener en cuenta la calidad, en lo sucesivo ha de procurarse el exclusivo incremento de las familias compuestas de individuos sanos. De esta eugenesia constructiva y positiva han de esperarse resultados superiores a los proporcionados por métodos negativos y reprobables. Sin embargo, una amplia política eugénica ha de valerse de todos los medios posibles, tanto de la prohibición de matrimonios entre personas taradas psíquicamente, como de su reclusión en establecimientos manicomiales. Pero la esterilización es el medio más seguro de impedir la procreación de indeseables. Constituye un derecho y un deber del Estado proteger, de la mejor manera posible, a las generaciones futuras contra el peligro que representa la procreación ilimitada de individuos degenerados. Por eso debe autorizarse la esterilización de los tarados psíquicos, regulada tal esterilización mediante prescripciones legales. Jamás se procederá a la esterilización por consideraciones de orden económico o de comodidad, y menos todavía tendrá el carácter de una represión, de un castigo. No se propone una esterilización obligatoria, sino una autorización para esterilizar y ser esterilizado.
El documentado informe de la comisión sueca representa un estudio fundamental de la cuestión, un progreso evidente sobre las leyes norteamericanas, y reflexionando sobre su contenido resulta más bien un alegato contra la esterilización eugénica, aunque sus autores hayan pretendido justificarla en ciertos casos. En efecto, proponen los técnicos suecos la práctica de la esterilización en todos los casos donde fundamentados en los conocimientos científicos actuales haya de temerse una descendencia inútil socialmente. La inutilidad social de un ser es imposible pronosticarla antes de su nacimiento, y tanto más cuanto que las leyes de la herencia no están definitivamente establecidas y fallan algunas veces las conocidas. En esta misma opinión coinciden los técnicos suecos, pues observan que es difícil y a veces imposible, afirmar el carácter hereditario de ciertas taras psíquicas, y que tanto la epilepsia como la imbecilidad y la sordomudez puede ser la consecuencia de una infección intrauterina o infantil. Es decir, congénitas y no adquiridas.
Vemos, pues, que la esterilización de los psíquicos [154] patológicos no puede legitimarse con las leyes de la herencia. Para imponer la esterilización legal de los anormales psíquicos necesitábamos probar rotundamente que la medida impide con seguridad la degeneración mental de las razas y que resultará eficaz para disminuir el número de los enfermos mentales en las generaciones futuras. Antes de promulgar una ley que afecta a la dignidad humana se requiere el firme convencimiento de la exactitud de las leyes de la herencia, y también que la esterilización de las personas con graves síntomas de deficiencia mental, o que padezcan trastornos psíquicos patológicos, resulta, en primer término, beneficiosa para ellos, y en segundo lugar para la raza. Lo que nos dice la ontogenia sobre estos beneficios será objeto del próximo trabajo.
Dr. Vallejo Nájera
(Continuará)