Ha muerto Dionisio Pérez, 1935 (original) (raw)
Su juventud. Las primeras campañas. Diputado una vez y no más. La segunda época: el escritor y el periodista. Sus viajes a América. Su vida actual. El último libro. El primer premio Cavia. La muerte. Su último artículo
Semblanza biográfica
Dionisio Pérez, el gran periodista, verdadero maestro en la profesión, ha fallecido ayer. La triste noticia nos sorprende de lleno y nos causa verdadera aflicción. Sentíamos por Dionisio Pérez un vivo y admirativo afecto. Veíamos siempre en él al profesional de honda y perseverante vocación y de amplio y fecundo talento. Y contábamos casi constantemente con su colaboración anónima y autorizada, siempre despierta y competente para tratar con un alto y objetivo sentido los problemas más positivos que afectan a los intereses materiales de España. Su preparación para tratarlos era singular y nutrida, y su laboriosidad ejemplar, y acaso única en el periodismo, completaba la disposición con un archivo minucioso y admirable, que él fue formando día por día durante muchos años. Trabajador infatigable y diligente, no conoció jamás la pereza. Interrumpía el sueño con el alba –a temporadas antes de amanecer– y se entregaba a la tarea largas horas, tenaz y concienzudo, hasta llenar el día. Apenas si un breve paseo vespertino formaba su ocio. La actividad de su cerebro no le permitía la holganza. Su pluma estaba siempre en ejercicio. Escribía todo el año para la Prensa de Madrid, para una serie de diarios de provincias; a los que servía hace mucho tiempo, y, con una larga crónica diaria, que era un reflejo de la vida de España, en todos los órdenes, para El País, de la Habana.
Su juventud. Sus primeras campañas
Dionisio Pérez era gaditano –de Grazalema–, y siempre conservó, aunque suavizado por larguísimas ausencias, el acento de su tierra. En. ella comenzó el oficio, colaborando en el Diario de Cádiz, primero, y editando luego La Dinastía, una hoja febril y violenta, desde la cual se dedicó a combatir el caciquismo del Puerto de Santa María. Para barrerlo ideó la candidatura de Isaac Peral, que defendió con indeclinable ardimiento. La rebeldía contra los magnates de la política provincial le valió varios procesos. Vino entonces a Madrid, en 1891. Había nacido veinte años antes. Estaba, pues, en la primera juventud y aún desconocía muchas cosas de la política, con las que habría de luchar. No obstante, su clara inteligencia, su afán laborioso y el adelanto que iba consiguiendo en el estudio de las materias de Derecho público, le abrieron las puertas de importantes periódicos. El Correo, La Iberia, El Globo –cuando estos diarios estaban en el apogeo de su prestigio– le depararon un puesto distinguido. A los veinticinco años hacía en esas hojas el artículo de fondo, y era ya uno de los polemistas más vivaces y más diestros.
Sus ideas republicanas le llevaron una larga etapa a El País, donde compartía con Ricardo Fuente la orientación del periódico. Pasó luego al Heraldo de Madrid, en la gran época del Heraldo, y fue el articulista predilecto de Canalejas. Madrugadores ambos, se reunían, a las seis de la mañana, y Canalejas le sugería el artículo, que luego iba a manos de Augusto Figueroa, único enterado de quién era el autor de las cuartillas. Aún le quedaba tiempo para sus colaboraciones de provincias y para aportar su ayuda a Mencheta. Como antes, y como siempre, en aquellos tiempos Dionisio Pérez trabajaba doce horas diarias. Del Heraldo pasó, con Figueroa, al Diario Universal. Poco después le llamaba a su lado Gasset, confiándole el primer puesto que había dejado vacante el insigne Troyano.
Diputado una vez, y no más
Conservaba como reliquia de su mocedad la fobia contra la política caciquil del puerto de Santa María. Canalejas quiso satisfacerle con la mejor ocasión de desquite y le proporcionó el acta por aquel distrito. Su gestión fue tan popular y tan certera que en las Cortes siguientes obtenía la reelección, sin que él la trabajase ni la solicitara. Pero los bastidores de la política le habían decepcionado; comprendió que aisladamente nunca conseguiría emancipar a su tierra de la influencia de los primates de Madrid y renunció el acta. Ya no volvió a poner, un pie en el Congreso; para él fue la política en lo sucesivo una abstracción romántica. Su ilusión era la República federal y se afilió al partido de los sucesores de Pi, bien que platónicamente, sin exhibiciones ni apetencias.
La segunda época: el escritor y el periodista
No era sólo Dionisio Pérez un periodista de cuerpo entero; era también un pensador y un literato. Si las necesidades de la vida no le hubieran forzado al yunque diario, hubiera dejado escritos muchos y enjundiosos libros. El primero que escribió fue durante la aventura de su revista Vida Nueva, vibrante y moderna publicación, llena de atractivo y novedad, que malograron sus ayudantes. Escribió entonces su novela Jesús. Poco después daba, Por esas tierras, magnífica visión, honda y elocuente de España y otra novela, La juncalera, llena de garbo y colorido. Un cuarto volumen apareció al poco tiempo de terminar la conflagración europea. Se titulaba España ante la guerra, interesantísimo y documentado. Fue la primera obra que sobre ese tema apareció en nuestro país.
La segunda época de Dionisio Pérez tiene una página continua en las publicaciones de Prensa Gráfica, Nuevo Mundo y Mundo Gráfico. En ocasiones, más que modesto, humilde gustaba de refugiarse en el anónimo; y cuando los artículos necesitaban firma, por exigencia de la confección, apelaba al pseudónimo. Mucho público, quizá la totalidad del público, no sabía que Mínimo Español, Amadeo de Castro y Madrid Ávila no eran tres personas, sino una sola y verdadera: la de Dionisio Pérez, que escribía con uno y otro nombre artículos y artículos; a veces dos y tres en el mismo número. Y así durante varios lustros, hasta que una atinada y lucida iniciativa de nuestro inolvidable fundador le acercó a nuestra casa. Aquí rara vez daba su firma, ni aun los pseudónimos. Prefería siempre el anónimo constante, bien hallado con el trabajo obscuro y en pleno aislamiento.
Sus viajes a América
La crónica diaria para la Habana –tarea abrumadora que él cumplía con magistral asiduidad– le granjeó en la Isla de Cuba una gran masa de admiradores, y la empresa de El País le obsequió con un viaje para que conociese la Gran Antilla y se pusiera en contacto con sus lectores. Allá fue Dionisio, y la excursión que había de ser breve se convirtió en estancia de varios meses, durante los cuales le rodeó constantemente el homenaje de todas las clases sociales –de las intelectuales en primer término– y el afecto de cuantos llegaban a su trato llano, abierto y cordial.
Otro viaje hizo a América: fue como delegado oficial a la Exposición del Libro español en la Argentina. Y también en Buenos Aires se le hizo objeto de las más señaladas pruebas de distinción y afecto, que él estimaba como español, pero descartando siempre cuanto tuviera aspecto de solemnidad y de aparato, a que su espíritu era tan refractario.
Su vida actual
Hace muy poco tiempo dimos en nuestras páginas «El día de Dionisio Pérez», reportaje hecho por nuestro querido compañero Ramírez Tomé. Si los lectores no lo han olvidado, recordarán con qué sencilla limpidez vivía este escritor, absolutamente consagrado a sus tareas y recluido en su hogar, donde una esposa y unos hijos amantísimos le proporcionaban la única distracción que le apasionaba: el ajedrez. Hasta en este detalle se observa cómo era de laborioso y activo el pensamiento de no hallar recreo en frivolidades ni en cosas vacuas. Su inteligencia le regía y le dominaba siempre con un afán incansable de ejercicio. No iba a tertulias literarias ni políticas; no frecuentó jamás teatros ni saloncillos, y si una vez dio su nombre para una candidatura, fue a condición de no participar en las campañas. Su voluntad de apartamiento era rotunda e invencible. El rumbo actual de la cosa pública teníale desilusionado. Ni pretendió nada ni aceptó nada. Seguía siendo un teórico y un romántico, que prefirió conservar íntegra e inmaculada su doctrina a adulterarla con el contacto de la realidad. A título de republicano, odiaba la demagogia y no concebía los atropellos y las persecuciones a nombre de la Libertad. Decididamente, estaba fuera de su tiempo.
Su último libro
Uno de los trabajos más notables de Dionisio Pérez en sus últimos meses ha sido el libro sobre Isaac Peral, de que dimos nota bibliográfica recientemente. Más que muchos y mejor que muchos que se han preciado de conocer a Peral y su calvario, los conocía Dionisio Pérez, testigo, e incluso partícipe, en muchos episodios. La figura de Peral ha salido de su pluma tal cual era, con sus grandes condiciones positivas y con las cualidades y circunstancias que le fueron adversas. Es un estudio competentísimo, fiel y completo, que no se podrá superar, y que da la más substanciosa y veraz biografía del glorioso e inolvidable marino precursor del submarino de nuestros días. Dionisio Pérez ha hecho un tributo honrado de justicia a la figura y a la obra de Peral.
El primer premio Cavia
Instituido por D. Torcuato Luca de Tena el premio Cavia, fue Dionisio Pérez el primer periodista a quien se otorgó este galardón, por un magnífico artículo sobre política hidráulica, trabajo en que aparecía, bajo el vuelo brillante de la improvisación, un sólido y razonado alegato en defensa de aquella política, de la que fue siempre Dionisio un convencido y permanente defensor. Fue, pues –y había de ser una pluma como la suya–, el primer premio Cavia.
Constituyeron el Jurado D. Antonio Maura, D. José Francos Rodríguez, D. Antonio Royo Villanova y D. Mariano Marfil.
La muerte
Aunque apuntaban en él quebrantos y anormalidades, Dionisio Pérez no presagiaba en su aspecto un fin tan próximo. Su vida reglada, a régimen severo, parecía cubrirle del peligro. No podía decirse que estuviera enfermo, y menos de gravedad. Ayer hizo su vida habitual, pero a media tarde, se sintió indispuesto. Creyóse al pronto que sería cosa pasajera, pero rápidamente se agravó, y a las siete dejaba de existir.
No encontramos de momento palabras que expresen suficientemente nuestra pena, ni que puedan decir a la viuda y a los hijos la intensidad de nuestra condolencia. Les testimoniamos nuestro pésame más sentido, que hacemos extensivo a la Asociación de la Prensa, de la que era Dionisio Pérez miembro fundador y destacado, y a cuya Junta perteneció como vicepresidente. Su fallecimiento nos llena de consternación y nos produce una baja, que difícilmente trataríamos de llenar. ¡Descanse en paz el admirado compañero, que ha sido un periodista de los más auténticos e insignes que ha tenido España desde finales del siglo pasado!