María Isidra Quintina Guzmán y la Cerda 1768-1803 (original) (raw)

Isidra Quintina

Joven española que, tras ser recibida como socia suya por la Real Academia Española, fue reconocida por la Universidad de Alcalá, con 17 años, como Doctora en Filosofía y Letras humanas, y, además, Catedrática honoraria de Filosofía moderna de esa real casa.

En efecto, alertados por una Real Orden de Carlos III, Rey de las Españas y Américas, firmada en Aranjuez el 20 de abril de 1785, varios catedráticos de prima de la Universidad de Alcalá examinan, los días 4 y 5 de junio de 1785, a María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, de 17 años de edad, y al día siguiente le confieren, en solemne ceremonia ante miles de personas, el grado de “Maestra y Doctora en Filosofía y Letras humanas”. Al final de la ceremonia el Rector de la Universidad de Alcalá comunica a la nueva doctora que la Universidad también la ha nombrado Catedrática honoraria de Filosofía moderna, y Consiliaria perpetua de ella, “cuyo último nombramiento es honor tan distinguido, como que solamente es concedido ser Consiliarios a los Doctores Teólogos, Canonistas, Legistas y Médicos; pues los Maestros de Artes únicamente tienen sus Deanes”.

«El siguiente día 4 a las 10 de su mañana volvió la Real Universidad, representada por el Cancelario, Rector, Catedráticos de Prima, Doctores destinados para el examen, y el Secretario a dar los puntos en el Filósofo Aristóteles para la lección académica, y salieron los piques siguientes: 1º Lib. 1. Phisicorum cap. 21. 22. 23. 24. 2º Lib. 2 de Anima cap. 1. 2. 3. 3º Lib 3. de Historia Animalium cap. 8. 9. 10. 11. 12. De los que S. E. eligió el 2º lib. 2 de Anima cap. 3, deduciendo legítimamente la conclusión: Anima hominis est spiritualis.» (Noticia de los grados de Maestra y Doctora en Filosofía y Letras humanas….)

Seis meses antes, el 28 de diciembre de 1784, la Real Academia Española de la Lengua, presidida por José Bazán de Silva Sarmiento, Marqués de Santa Cruz, había celebrado la ceremonia de recepción de la joven Isidra Quintina como socia suya, quien pronuncia entonces una célebre Oración del género eucarístico.

Al año siguiente de ser investida Doctora en Filosofía y Letras humanas, se incorpora el 25 de febrero de 1786, como individua de pleno derecho, a la Real Sociedad de Amigos del País de Madrid, ante la que pronuncia otra patriótica Oración del género eucarístico (un año antes la Sociedad Bascongada de Amigos del País sólo la había recibido como “socia honoraria y literata” suya).

#1791

Doña María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda

Hija de D. Diego de Guzmán Ladrón de Guevara, Marqués de Montealegre, Conde de Oñate, y de Doña María Isidra de la Cerda, Condesa de Paredes, nació en 31 de Octubre de 1768. Viendo sus padres el singular y sublime talento, que desde su niñez descubrió para la virtud y letras, la aplicaron a ellas, y a la dirección y cuidado de un digno maestro, cual lo era D. Antonio de Almarza. Admiraron la rapidez de sus progresos, así en las lenguas Latina y Griega, y las vulgares Francesa, Italiana, y la materna Española, y demás ramos de las letras humanas, como también en la Filosofía y Matemáticas. Excedió en la temprana edad de 17 años a la instrucción literaria de su cuarta abuela Doña Luisa Manrique de Lara, Condesa de Paredes, sabia en los idiomas Francés, Italiano y Latino, y Autora, después de Monja en el Convento de Carmelitas Descalzas de Malagón, de la obra intitulada: Año Christiano, o Meditaciones para todos los días sobre los misterios de nuestra Redención, impresa en Madrid año 1654, en 6 volúmenes, y de otros escritos piadosos, que conservan con gran estimación sus ilustres descendientes. Esta singularidad excitó en sus padres la gloriosa ambición de hacer a su hija más plausible, que lo era ya por su fama, laureando sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares. Recurrieron al señor D. Carlos III, significándole este deseo, y con el fin de que su Real autoridad allanase cualquier obstáculo que en esta novedad pudiera ofrecerse, S. M. expidió en 20 de Abril de 1785 una Orden a aquella Universidad, manifestándole que permitía, y en caso necesario dispensaba, que se le confiriesen a esta Señora los grados de Filosofía y Letras Humanas. Efectuóse esta función con la mayor solemnidad y aplauso en los días 4, 5 y 6 del mes de Junio del mismo año. Eligió en el 4 el punto para leer a las 24 horas, y fue el Cap. 3 del Lib. 2 de Anima de Aristóteles. Leyó en el 5 en latín, satisfizo a los argumentos que le pusieron los tres Catedráticos de Prima de Teología, y respondió a las preguntas que le hicieron siete Doctores de aquel Claustro sobre las lenguas Griega, Latina, Francesa, Italiana y Española, la Retórica, Mitología, Geometría y Geografía, la Filosofía en general, la Lógica, Metafísica, Teología natural, y Animástíca, la Física en general y particular, Historia de animales y plantas, Sistema del mundo y Esfera Armilar, y últimamente la Ethica, según lo había prometido en el Código Latino de Teses, impreso en Madrid. Recibió en el 6 los grados de Maestra y Doctora en la Facultad de Artes y Letras Humanas; y la Universidad la nombró Catedrática honoraria de Filosofía moderna, y su Consiliaria, aunque los Maestros en Artes no gozan de este apreciable título. El Claustro de estos la designó Examinadora de Cursantes Filósofos, cuyo cargo ejerció inmediatamente examinando varios jóvenes. Todo este lucido acto se refiere menudamente en el Memorial Literario de Junio de aquel año, en que se puso al principio un retrato de esta Señora adornada de capirote y bonete con borla, y la Medalla de plata que hizo acuñar la Universidad en su honor, en cuyo anverso se ve un bonete con borla, encima una corona de Laurel, y abajo esta letra:

assiduo. parta.
labore.

Y en el reverso se lee esta Inscripción:

ΑΩ
exc. d. d. maria.
isidora. de guzman.
et. la cerda.
hum. lit. et philos.
doct.
complut. anno.
mdcclxxxv.

Hizose esta merecida demostración para perpetuar la memoria de este suceso nunca visto: pues aunque la docta Catalana Juliana Morell se graduó de Leyes en Aviñon, no se celebró este acto en la Universidad, ni con el aparato y ceremonia de ella, sino en el Palacio del Gobernador de aquella Ciudad, en donde la examinaron los Doctores. Antes de este testimonio tan auténtico de las dotes literarias de esta Señora, había dado otro en ellas la Real Academia Española, recibiéndola por su Socia en el día 2 de Noviembre de 1784, y para este acto escribió y pronunció una elocuente Oración en lengua Castellana, que se imprimió entonces en Madrid separada, y después en el Memorial de Mayo de 1785, en que se traduce a la letra el elogio que hizo de esta docta Señora el Diario Enciclopédico de Buillon.

(José Antonio Álvarez y Baena, Hijos de Madrid, ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes. Diccionario histórico…, Madrid, en la oficina de D. Benito Cano, 1791, tomo cuarto, páginas 67-69.)

#1832

María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda

Hija de D. Diego de Guzmán Ladrón de Guevara, marqués de Montealegre, conde de Oñate, y de Doña María Isidra de la Cerda, condesa de Paredes, nació en 31 de octubre de 1768. Viendo sus padres el singular y sublime talento que desde su niñez descubrió para la virtud y las letras, la aplicaron a ellas, y a la dirección y cuidado de un digno maestro, cual lo era D. Antonio de Almarza. Admiraron la rapidez de sus progresos, así en las lenguas latina y griega, y las vulgares francesa, italiana, y la materna española, y demás ramos de las letras humanas, como también en la filosofía y matemáticas. Excedió en la temprana edad de 17 años a la instrucción literaria de su cuarta abuela Doña Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, sabia en los idiomas francés, italiano y latino, y autora, después de monja en el convento de carmelitas descalzas de Malagón, de la obra intitulada: Año cristiano, o Meditaciones para todos los días sobre los misterios de nuestra redención, impresa en Madrid año 1654, en seis volúmenes, y de otros escritos piadosos, que conservan con gran estimación sus ilustres descendientes. Esta singularidad excitó en sus padres la gloriosa ambición de hacer a su hija más plausible, que lo era ya por su fama, laureando sus estudios en la universidad de Alcalá de Henares. Recurrieron al señor D. Carlos III significándole este deseo, y con el fin de que su real autoridad allanase cualquier obstáculo que en esta novedad pudiera ofrecerse, S. M. expidió en 20 de abril de 1785 una orden a aquella universidad, manifestándole que permitía, y en caso necesario dispensaba, que se le confiriesen a esta señora los grados de filosofía y letras humanas. Efectuose esta función con la mayor solemnidad y aplauso en los días 4, 5 y 6 del mes de junio del mismo año. Eligió en el 4 el punto para leer a las 24 horas, y fue el cap. 3 del libro 2 de Anima de Aristóteles. Leyó en el 5 en latín, satisfizo a los argumentos que le pusieron los tres catedráticos de prima de teología, y respondió a las preguntas que le hicieron siete doctores de aquel claustro sobre las lenguas griega, latina, francesa, italiana y española, la retórica, mitología, geografía, la filosofía en general, la lógica, metafísica, teología natural, y animástíca, la física en general y particular, historia de animales y plantas, sistema del mundo y esfera armilar, y últimamente la ética, según lo había prometido en el código latino de Teses, impreso en Madrid. Recibió en el seis los grados de doctora y maestra en la facultad de artes y letras humanas; y la universidad la nombró catedrática honoraria de filosofía moderna, y su conciliaria, aunque los maestros en artes no gozan de este apreciable título. El claustro de estos la designó examinadora de cursantes filósofos, cuyo cargo ejerció inmediatamente examinando varios jóvenes. Todo este lucido acto se refiere menudamente en el Memorial Literario de junio de aquel año, en que se puso al principio un retrato de esta señora adornada de capirote y bonete con borla, y la medalla de plata que hizo acuñar la universidad en su honor, en cuyo anverso se ve un bonete con borla, encima una corona de laurel, y abajo esta letra:

assiduo. parta.
labore.

y en el reverso se lee esta inscripción:

ΑΩ
exc. d. d. maria.
isidora. de guzman.
et. la cerda.
hum. lit. et philos.
doct. complut. anno.
mdcclxxxv.

Hizose esta merecida demostración para perpetuar la memoria de este suceso nunca visto: pues aunque la docta catalana Juliana Morell se graduó de leyes en Aviñon, no se celebró este acto en la universidad, ni con el aparato y ceremonia de ella, sino en el palacio del gobernador de aquella ciudad, en donde la examinaron los doctores. Antes de este testimonio tan auténtico de las dotes literarias de esta señora, había dado otro en ellas la real academia española, recibiéndola por su socia en el día 2 de noviembre de 1784, y para este acto escribió y pronunció una elocuente Oración en lengua castellana, que se imprimió entonces en Madrid separada, y después en el Memorial de mayo de 1785, en que se traduce a la letra el elogio que hizo de esta doctora señora el diario Enciclopédico de Bullón.

(Diccionario histórico o Biografía Universal Compendiada, Librería de Antonio Oliva, Barcelona 1832, tomo séptimo, páginas 210-212.)

#1845

La doctora de Alcalá

Isidra Quintina

No ha muchos años que en nuestro país se ponía en duda la capacidad intelectual del bello sexo, fundándose en las doctrinas de Aristóteles, tan degradantes para esa bella mitad del género humano. Los ejemplos que se citaban en contrario eran mirados como fenómenos, más bien que como casos comunes, hasta el punto de que uno de los hombres más eruditos del siglo pasado tuviera que tomar la pluma para combatir este error en su teatro crítico. En el día la disputa ha pasado a otro terreno, y demostrada la aptitud de la mujer para estudios profundos se ha puesto en duda la oportunidad de esta innovación. Como sucede siempre en todas las cosas humanas una reacción ha provocado otra en sentido contrario, y los defensores del bello sexo han llevado sus doctrinas hasta un punto que pudiera conmover los fundamentos de la sociedad actual. Esta exageración ha provocado el ridículo y la amarga sátira que encierran las palabras bas-bleu con que se designa la literatura femenil en el vecino reino. Por fortuna en España el abuso no ha llegado a tal extremo, y antes bien el talento de algunas señoras que cultivan con éxito la literatura, ha sido generalmente aplaudido, haciendo recordar el largo catálogo de mujeres que en varias épocas sobresalieran en España por su ingenio y profundo saber.

Aun cuando el espectáculo de una mujer adornada con las insignias doctorales no fuese nuevo en el orbe literario, lo era efectivamente en España hasta que obtuvo este honor la célebre literata, cuyo nombre va a la cabeza de este artículo. Una española llamada Juliana Morell, había recibido en Aviñón el grado de doctora en jurisprudencia: la universidad de Bolonia lo había conferido igualmente en filosofía a otra italiana llamada Dorotea Bucca, honrándola además con el cargo de una cátedra. En la universidad de Alcalá no era nuevo esto último, pues en los primeros años de su fundación había visto a la hija del célebre Nebrija regentar la cátedra de su padre, cuando los achaques de la vejez le impedían asistir a ella. Faltábale empero poder contaren su seno alguna de las notabilidades femeninas que han sobresalido en nuestra patria ya que algunos príncipes eminentes no se habían desdeñado de sentarse en su claustro. Este honor estaba reservado a uno de los talentos que contribuyeron a embellecer el reinado de las letras, durante el feliz de Carlos III… a saber la célebre doña María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, hija de los Sres. condes de Oñate.

Era esta señora natural de Madrid, donde vio la luz primera el día treinta y uno de octubre de mil setecientos sesenta y ocho; sus padres don Diego de Guzmán Ladrón y Guevara marqués de Montealegre y conde de Oñate y doña María Isidra de la Cerda, condesa de Paredes, al ver las felices disposiciones que presentaba ya desde niña para el estudio de las ciencias, confiaron su educación al acreditado literato don Antonio Almarza, el cual supo aprovechar de tal modo las facultades de su laboriosa discípula, que a la edad de diez y siete años poseía esta un caudal de conocimientos, nada comunes muchos de ellos en esta época, cuanto menos en la suya.

No le faltaba dentro de su familia ejemplos que imitar: su antecesora doña Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, se había hecho notable en el siglo XVII por su vasta erudición y por algunas obras piadosas que diera a la prensa, o conservan con aprecio sus ilustres descendientes.

La fama literaria de doña María había llegado a tal punto en aquella época, que la Academia Española, que se hallaba entonces en el apogeo de su esplendor, se dignó admitirla por socia el día 2 de noviembre de 1784. Con este motivo, leyó un discurso de acción de gracias, o como dice la portada del impreso, oración del género eucarístico, para darlas a tan ilustre corporación por el favor que le hacía, admitiéndola en su seno. El estilo de aquel discurso, aunque correcto, es algún tanto ampuloso, según el mal gusto que aun no se había corregido enteramente en aquella época. Este discurso fue leído el día 28 de diciembre de aquel mismo año, por la autora y a presencia de toda aquella ilustre corporación.

Este desusado honor hizo concebir a los padres y amigos de doña María, el deseo de optar a otros no menos notables y extraordinarios, solicitando el que fuese laureada por la universidad de Alcalá. Hallábase al frente de aquel establecimiento, su reformador don Pedro Díaz de Rojas, amigo personal de varios de los ministros y relacionado con la familia de los condes de Oñate, y para obviar las dificultades que pudieran oponerse a la recepción, indicó la oportunidad de que se expidiese una real orden para dicho objeto. Consiguióse ésta al momento y se dirigió al consejo en estos términos, según hemos podido verla en la universidad literaria de esta corte, que la conserva con aprecio, como digna sucesora de la de Alcalá.

«El rey en atención a las distinguidas circunstancias de doña María Isidra de Guzmán y la Cerda, hija del marqués de Montealegre, y enterado S. M. de las sobresalientes cualidades personales de que está dotada, permite y dispensa en caso necesario, que se confieran a esta señora por la universidad de Alcalá, los grados de filosofía y letras humanas, precediendo los ejercicios correspondientes. Lo que participo a V. S. de su real orden para que haciéndolo presente al consejo se tenga entendido en él.

Aranjuez 20 de abril de 1785.

El conde de Floridablanca.»

El consejo trasmitió al punto la orden al cancelario Rojas, y pocos días después recibió otra por la cual se encargaba al claustro particular de cancelario, rector y consiliarios, en unión con los catedráticos de prima, el arreglo del ceremonial para la colación del grado, con objeto de suprimir de él todo lo que no fuera compatible con el decoro de su sexo, como la reclusión para el examen, los abrazos a los decanos en señal de fraternidad, &c.

Luego que estuvo dispuesto lo necesario, como exigían el lustre de la universidad y de la persona a quien se trataba de honrar, se trasladó aquella señora, en unión con su familia, a la ciudad de Alcalá, donde llegó el día 3 de junio, acompañada de lo más lucido de la corte. El alojamiento se había dispuesto con toda suntuosidad en el palacio arzobispal, donde pasó aquella misma noche una comisión del claustro con todo aparato para cumplimentar a los recién venidos. A las diez de la mañana del día siguiente, se presentó en el mismo palacio con igual solemnidad la comisión encargada del examen: compuesta del cancelario, rector, catedráticos de prima de todas las facultades y doctores a quienes correspondía por turno.

El secretario dio los tres piques en las obras de Aristóteles, según costumbre, y la aspirante eligió el segundo correspondiente al cap. I del lib. II de Anima, sobre el cual formuló la proposición siguiente: Anima hominis est espiritualis.

El día 5 por la mañana era el destinado para el ejercicio de examen, el que tuvo lugar en la antigua capilla de la universidad, donde se conserva el sepulcro de Cisneros, por ser el local más capaz de aquel edificio. Doña María pronunció un elegante discurso académico en latín sobre el dicho tema con mucho desembarazo, desde la cátedra que para aquel objeto se le había dispuesto. El espectáculo era grandioso y brillante, y además del claustro pleno de doctores que asistían de ceremonia, se calculó en más de seis mil personas las que presenciaron el acto, sin otras muchas que no lograron entrada, por ser inmenso el concurso de gentes que había marchado allá desde la corte. En seguida le arguyeron los tres catedráticos de prima, y concluidos los argumentos, los doctores o maestros en artes le hicieron preguntas por espacio de más de una hora. En el programa que se imprimió con gran lujo en un cuaderno en cuarto, ofrecía además de estos ejercicios responder en griego, latín, francés, italiano, o castellano a las preguntas que se le hicieran sobre los asuntos siguientes: origen, partes y variedades de cada uno de estos idiomas, y traducir de repente cualquier trozo de los cuatro primeros al castellano; sobre la retórica, sus géneros de elocuencia y aplicación, mitología, geometría, tratando no solamente su importancia, sino con la demostración de las proposiciones de Euclides y resolución de cálculos; geografía en toda su latitud, filosofía general, lógica, ontología, teología natural, psicología, física general y particular, con los tratados de animales y vegetales y el sistema del orbe, y finalmente la filosofía moral con la demostración de los deberes del hombre, regla y fin de las acciones &c.

Hemos tenido algunas veces curiosidad de preguntar a varios doctores antiguos de Alcalá, que habían asistido al ejercicio, si había sido este una mera ceremonia hija de la adulación, o si creían a la doctora capaz de haber cumplido en un rígido examen lo que ofrecía en su vasto programa. La respuesta que nos dieron siempre fue favorable al mérito de dicha señora: creían que llenaba con exceso los requisitos necesarios entonces para aspirar al doctorado en filosofía y que hubiera obtenido este con mucho brillo, aun cuando no hubieran mediado su noble alcurnia y el sexo a que pertenecía. De todos modos después de hora y media de preguntas a que respondía con tanta modestia como desembarazo, al llegar a la votación, el claustro se negó a tomar las medallas para votar y la publicó doctora por aclamación: igualmente rehusaron todos los jueces los emolumentos que les correspondían por el ejercicio.

Al día siguiente 6 de junio, toda la universidad con su música y dependientes vino acompañándola desde el palacio arzobispal hasta la capilla de la universidad, en la cual se debía conferir también el grado: además del claustro iba en su compañía casi toda la grandeza de España y muchos altos funcionarios, con no pocos individuos del cuerpo diplomático que deseaban presenciar tan extraña ceremonia. Conducía la borla en una magnífica bandeja don Diego Isidro de Guzmán, hermano de la doctora, vestido de colegial Manrique, para cuya beca había sido presentado por su mismo padre, en cuya casa ha radicado el patronato de aquel célebre colegio, hasta que ha sido suprimido en 1842. Hizo de padrino para el elogio académico de los méritos literarios de la doctora, el doctor don Juan Francisco del Valle, López de Salazar, consiliario y orador mayor de la universidad, el cual encomió no solamente la erudición de doña María, sino también la erudición y las virtudes de algunos de sus ascendientes, y en seguida la nueva doctora recibió la borla azul de manos del cancelario, entre los aplausos de la multitud y los sonidos de una gran orquesta colocada en el coro para solemnizar el acto, el cual concluyó luego que doña María pronunció un elegante discurso latino para dar gracias a la universidad. Esta en vez de recibir las propinas regaló a los circunstantes varias medallas de plata que había hecho acuñar para solemnizar y perpetuar la memoria de aquel acto. Además hizo pintar al acreditado artista don Joaquín de Inza un retrato de la doctora en que la representa con el traje que llevó el día de la ceremonia, a saber; muceta de raso azul con grandes lazos de lo mismo sobre vestido negro, tal como la representa el grabado que va a la cabeza de este artículo, copiado del original que conserva con gran aprecio la universidad literaria de esta corte.

Además el cancelario publicó en el acto el nombramiento de profesora de filosofía moderna, cuya cátedra estaba vacante, juntamente con el cargo de consiliaria perpetua por la facultad de filosofía, honor nunca dispensado, pues esta facultad no tenía consiliario.

En cumplimiento de su cargo de profesora examinó de filosofía a varios estudiantes, en los días que se detuvo en Alcalá, entre ellos a dos sobrinos del vizconde de Huerta.

Por su parte el conde de Oñate y su hija, hicieron también gastos costosos para corresponder a la benevolencia de la universidad y demás corporaciones de Alcalá, y además de muchos regalos y limosnas costearon un lujoso refresco que tuvo lugar en el gran salón de Concilios del palacio arzobispal. Durante él, es tradición que tuvieron los convidados que sufrir una solemne calaverada de los estudiantes, los cuales en cambio dieron a la doctora una gran música aquella misma noche, y al día siguiente fueron convidados por ella a otro gran refresco.

El rey por su parte noticioso del buen desempeño de la doctora y del agasajo que le había hecho la universidad, dio a esta las gracias aquel mismo mes por medio de una carta que dirigió el conde de Floridablanca.

Poco es lo que podemos añadir ya acerca de esta célebre señora. Cuatro años después de recibir el grado de doctora dio su mano a don Rafael Alfonso de Sousa, marqués de Guadalcazar e Hinojares, en 9 de setiembre de 1789 y después de residir algún tiempo en Madrid pasó con su esposo a Córdoba donde fijó su residencia, dedicándose exclusivamente a los deberes de su nuevo estado y al cuidado de los tres hijos que tuvo de su poco duradero matrimonio, pues falleció a la edad de 35 años en dicha ciudad el día 5 de marzo de 1803, año fatal, pues en él perecieron muchas de las notabilidades que habían brillado en el reinado de Carlos III.

F.

(“Estudios biográficos. La doctora de Alcalá”, Museo de las Familias, Madrid, 25 octubre 1845, tomo III, nº 29, páginas 231-233.)

#1858

María Isidra Guzmán y Lacerda en la Historia General de España de Modesto Lafuente

Dio también nacimiento la sociedad de Madrid a la Junta de Damas, que con real aprobación se agregó a la misma, creada para dirigir la educación y fomentar los conocimientos y la aplicación a las labores y ramos de industria propios de su sexo. En España, observa bien un juicioso escritor, hasta el reinado de Carlos III no se había visto ninguna asociación de mujeres autorizada por el soberano, sino en los monasterios, congregaciones, cofradías y otras reuniones destinadas únicamente a ejercicios de piedad y devoción. Es curioso el origen de esta junta de señoras, que hizo después tan buenos servicios al país.

A ejemplo de lo que había acontecido en el reinado de Isabel la Católica, y a indicación de Carlos III la universidad de Alcalá había honrado el privilegiado talento y la extraordinaria instrucción de una dama ilustre de público y reconocido mérito literario, confiriéndole, con dispensa del rey para este caso, el grado y título de doctor en filosofía con solemne y desacostumbrada pompa, y además la nombró profesora honoraria de filosofía y consiliaria perpetua en la facultad de artes. A imitación de la universidad la Real Academia de la Historia y la Sociedad Vascongada la admitieron también en su seno y le expidieron título de socia. Esta ilustrada señora era doña María Isidra Guzmán y Lacerda, hija de los condes de Oñate. Hallándose el duque de Osuna de director de la Sociedad Económica Matritense, indicó en junta general que sería del agrado del rey y muy conforme al espíritu de la corporación que la doctora de Alcalá perteneciese a ella para que sirviese de estímulo a otras personas de su sexo: la propuesta fue aceptada por aclamación, y entonces uno de los socios expuso que convendría igualmente se nombrara socia a la esposa del director, condesa de Benavente, que además de su reconocido talento tenía el mérito de haberse erigido espontáneamente en protectora celosa de la Sociedad, contribuyendo con mano generosa y liberal a los objetos de su instituto. Por aclamación se acordó también la admisión de la condesa de Benavente.

Estos dos casos dieron motivo a que se renovara la cuestión que ya otras veces se había agitado en el cuerpo, de si convendría admitir señoras en las juntas para el fomento y dirección de las industrias, ocupaciones y labores propias del sexo. Ocupándose estaba una comisión en dilucidar este punto para resolverle con acierto, cuando vino a apresurar la resolución y a disipar todas las dudas la siguiente comunicación que el conde de Floridablanca dirigió a la Sociedad:

«El rey entiende que la admisión de socias de mérito y honor, que en juntas regulares y separadas traten de los mejores medios de promover la virtud, la aplicación y la industria en su sexo, sería muy conveniente en la corte, y que escogiendo las que por sus circunstancias sean más acreedoras a esta honrosa distinción, procedan y traten unidas los medios de fomentar la buena educación, mejorar las costumbres con su ejemplo y sus escritos, introducir el amor al trabajo, cortar el lujo, que al paso que destruye las fortunas de los particulares, retrae a muchos del matrimonio, en perjuicio del Estado, y sustituir para sus adornos los generales a los extranjeros y de puro capricho. S. M. se lisonjea que ya que se vieron tantas damas honrar antiguamente su monarquía, con el talento que caracteriza a las españolas, seguirán estos gloriosos ejemplos, y que resultarán de sus juntas tantas o mayores ventajas que las que ve, con singular complacencia de su real ánimo paterno, producirse por medio de las juntas económicas de su reino. Lo prevengo a V. S. de orden de S. M. para noticia de la real sociedad, y ruego a Dios guarde su vida muchos años. San Ildefonso 29 de agosto de 1787.– El conde de Floridablanca.– Señor secretario de la Real Sociedad de Madrid.{25}»

En vista de esta comunicación cesaron las dudas y las vacilaciones, quedó acordada la admisión de señoras, las más principales de la corte mostraron la satisfacción que tendrían en verse inscritas, y a muy poco tiempo expidió la Sociedad los títulos de socias de mérito y honor a catorce damas de las más distinguidas y nobles. La misma princesa de Asturias y las infantas no se desdeñaron de admitir el diploma, y el ejemplo de sus altezas hizo que otras muchas señoras solicitaran hasta con afán este honor. La junta de damas tomó a su cargo la dirección de las escuelas patrióticas y el fomento de los ramos industriales más convenientes para dar ocupación útil a las mujeres de todas clases. Sobremanera patriótico y honroso fue uno de los primeros acuerdos de la junta, a saber, el de obligarse a no gastar en sus vestidos y adornos otros géneros de seda que los fabricados en el reino. Pronto trascendió también a las provincias esta noble emulación de las señoras de la corte, y el gobierno veía con gusto las solicitudes que se le dirigían pidiendo autorización para formar asociaciones semejantes{26}.

(Modesto Lafuente, Historia General de España, parte 3, libro 8, capítulo 12, Madrid 1858, tomo 20, páginas 412-415.)

#1882

la ilustre hija de los condes de Oñate…

V

Largo tiempo de luchas ha transcurrido antes de conseguir que se ofrezca a la mujer la instrucción que necesita. Se juzgaba que este beneficio había de serle perjudicial y no se comprendían los males de la ignorancia en que se la dejaba; pero no se crea que aun cuando hoy se conocen las ventajas de la educación, pueda esta propagarse sin hartos trabajos y sacrificios. ¡Cuánta fuerza de voluntad hace falta para sostener esos grandiosos centros de enseñanza gratuita, donde sólo con el anhelo del bien a la gran familia de la humanidad se cultivan tantas jóvenes inteligencias! Si comprendiésemos bien su valor, dedicaríamos con frecuencia recuerdos de gratitud a los modestos seres que dedicados a tan penosa tarea, luchan con los resabios de una niñez casi siempre descuidada, y procuran a toda costa inculcarle sanos principios y útiles conocimientos.

Se ha dicho muchas veces que la inteligencia de la mujer no puede abarcar tanto como la del hombre, y la historia de los genios que han brillado en los más arduos estudios, refuta victoriosamente esta opinión. Los nombres de Santa Teresa de Jesús, humanista célebre y doctora admirable; Sor Juana Inés de la Cruz, insigne poetisa apellidada la Décima Musa; Ana de Castro Egas, Mencía de Mendoza y Cristobalina de Alarcón, que alcanzan gloria imperecedera en las letras, y los de otras mil que en aulas y academias dan brillantes muestras de su erudición y saber, son orgullo legítimo de la patria en que nacieron. No podemos, al consignar estos ligeros apuntes, olvidar a Juana Morilla, natural de Barcelona, que después de rigoroso examen fue declarada teóloga y jurista a los diez y siete años; ni a la ilustre hija de los condes de Oñate D.ª María Isidra de Guzmán y Lacerda, que a la misma edad y previos los ejercicios correspondientes recibió con toda solemnidad la investidura del Doctorado en la Universidad de Alcalá el día 6 de Junio de 1785.

La pintura y la escultura también tienen sus glorias, para probar que en las artes como en las letras puede llegar la mujer a muy elevados puestos. María Tintorella, cuyos cuadros están a la altura de los del Ticiano; Luisa Roldán, que en sus imágenes compite con los más afamados maestros. El grabado eternizará el nombre de Eugenia Beer; la música el de María Bigot. Como se ve, las ciencias, la literatura y las artes tienen digna representación en el sexo débil, y lo que es más notable, en épocas en que el deseo de instruirse era tan difícil de realizar. ¿Por qué no hemos de esperar hoy, que vencidas rancias preocupaciones se ofrece a la mujer por do quiera medios de ilustrarse, se aproveche de ellos en beneficio de las generaciones que han de sucedernos?

Aprenda cuanto esté a su alcance para distraer sus ocios, para embellecer su hogar: aprenda sin darse jamás por satisfecha: los estudios pueden proporcionarle honesto recreo: los ramos de adorno constituyen muchas veces preciosos recursos en las vicisitudes de la vida.

Isabel Cheix.

(Isabel Cheix, “Memoria sobre la educación de la mujer”, Asta Regia, Jerez de la Frontera, 21 agosto 1882, año III, nº 135, págs. 3-4.)

#2008

Isidra travestida en “Iraida” por cierto feminismo administrado hodierno

La doctora Idsa E. Alegría Ortega, catedrática de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, se confunde en 2008 y dice “Iraida Guzmán” a la doctora Isidra Guzmán, catedrática de la Universidad de Alcalá, en un artículo publicado en Claridad. El periódico de la nación puertorriqueña. El error de la doctora Alegría se va propagando e Iraida Guzmán alcanza hasta cierta fama (aunque algunos replicantes se confunden y trocan Idsa Alegría en “Idsa Alergia”):

2008 «Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (Idsa E. Alegría Ortega, “La lengua española y el sexismo”, En rojo, Claridad. El periódico de la nación puertorriqueña, Puerto Rico, miércoles 6 de agosto de 2008, http://www.claridadpuertorico.com/)

«Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (Idsa E. Alergia Ortega, “La lengua española y el sexismo”, Claridad, Puerto Rico, 7 agosto 2008, apud: https://www.fundeu.es/noticia/ [España] del 7 al 13 de agosto de 2008.)

«Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (Idsa E. Alergia Ortega, “La lengua española y el sexismo”, claridadpuertorico.com especial para En Rojo, apud: http://www.educarenigualdad.org/la-lengua-espaa-ola-y-el-sexismo [España] 7 de agosto de 2008.)

«Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (Idsa Alergia Ortega, “El sexismo en la lengua española”, Claridad, apud: http://www.elcastellano.org/el-sexismo-en-la-lengua-espa%C3%B1ola [Uruguay] 7 de agosto de 2008.)

«Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (Idsa E. Alergia Ortega, “La lengua española y el sexismo”, En Rojo, apud: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=71380 [España] 13 de agosto de 2008.)

«Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (Idsa E. Alergia Ortega, “El sexismo en la lengua española”, Claridad, apud: http://conlalibertadincondicional.blogspot.com/2008/08/ del 16 de agosto de 2008.)

«Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (Idsa Alergia Ortega, Claridad, “El sexismo en la lengua española”, fuente: el castellano.org, apud: http://www.insurrectasypuntohistorico.wesped.es/MUJERES.htm del 27 de agosto de 2008, sitio oficial del Colectivo de lesbianas feministas Josefa Camejo, antipatriarcales, antifascistas, antiimperialistas [Caracas].)

«Ciertamente, se puede recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda, primera doctora por la Universidad de Alcalá, fue nombrada académica honoraria en 1784 por Carlos III, pero, aunque pronunció su discurso de agradecimiento, no volvió a comparecer más.» (Gemma de Vicente Arregui –Profesora Titular de Filosofía de la Universidad de Sevilla–, “El mantenimiento del poder patriarcal a través del lenguaje sexista”, en Actas XIX Feminario 2008. Ciudadanas Aquí y Ahora, Córdoba, 14-15 de noviembre de 2008, Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres, Diputación de Córdoba 2009, página 114.)

2009 «Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán, fue nombrada académica honoraria por Carlos III, en 1784.» (Francisco Hernández Moreno & alii, “Crítica al Diccionario de la Real Academia Española… 4.1. Sexismo en el DRAE”, https://es.slideshare.net/lola1990/trabajo-diccionario-word / [México], 6 mayo 2009.)

2010 Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (Idsa Alegría, “La lengua española y el sexismo”, en http://vanesa-clases.blogspot.com/2010/ 15 agosto 2010.)

2011 «Debemos recordar que la RAE es una institución conservadora. Desde su fundación en 1713 pocas mujeres han sido académicas. La primera, Iraida Guzmán y la Cerda fue nombrada por Carlos III, en 1784, académica honoraria.» (“La lengua española y el sexismo”, en Documentación de ensayos penitenciarios, https://www.buenastareas.com publicado el 14 de abril de 2011.)

Sobre Isidra Quintina en el proyecto Filosofía en español

1785 “Noticia de los grados de Maestra y Doctora en Filosofía y Letras humanas conferidos en los días 5 y 6 de este presente mes en la Real Universidad de Alcalá a la Excma. Sra. Doña María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, hija de los Excmos. Sres. Marqueses de Montealegre, Condes de Oñate y Paredes &c. Socia de la Real Academia Española”, Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, junio de 1785, páginas 147-177.

Particularidades de la graduación de María Isidra Quintina Guzmán y la Cerda como Maestra y Doctora en Filosofía y Letras humanas”, Mercurio de España, junio de 1785, páginas 187-196.

2018 “Isidra Quintina, a los 17 años, primera mujer socia de la Real Academia Española”, en Individuos de la RAE.

Isidra Quintina, a los 17 años, Maestra y Doctora en Filosofía y Letras humanas por la Universidad de Alcalá”, en Doctores.

Textos de Isidra Quintina en el proyecto Filosofía en español

1785 “Oración que hizo a la Real Academia Española la Excma. Señora Doña María Isidra Quintina Guzmán y la Cerda”, Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, mayo de 1785, páginas 5-13.

Oración del género eucarístico, que hizo a la Real Academia Española la Excma. Señora Doña María Isidra Quintina…, Madrid 1785, 30 páginas.

1786 “Oración eucarística que dijo la Exma. Sra. Doña María Isidra Quintina Guzmán y la Cerda a la Real Sociedad de Amigos del País de esta Corte”, Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, marzo de 1786, páginas 357-361.

Oración del género eucarístico, que hizo a la Real Sociedad de Amigos del País de esta Corte la excelentísima señora doña María Isidra Quintina Guzmán y la Cerda, doctora en filosofía y letras humanas…, Madrid 1786, 12 páginas.

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