Materialismo religioso: origen de las religiones (original) (raw)
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Filosofía de la religión propia del materialismo filosófico [1] según la cual no hay que ir a buscar el núcleo de la religiosidad entre las superestructuras culturales, o entre los llamados “fenómenos alucinatorios” –sin perjuicio de su funcionalismo sociológico o etológico–, ni tampoco entre los lugares que se encuentran en la vecindad del Dios de las “religiones superiores” (tanto si ese Dios se sobrentiende como una realidad, como si se le interpreta como un ente de razón). El lugar de donde mana el núcleo de la religiosidad –tal es la tesis del materialismo filosófico– es el lugar en el que habitan aquellos seres vivientes, no humanos, pero sí inteligentes, que son capaces de “envolver” efectivamente a los hombres, bien sea enfrentándose a ellos, como terribles enemigos numinosos, bien sea ayudándolos a título de númenes bienhechores. El núcleo de la religión se encuentra en el mundo de los númenes, en tanto estos envuelvan efectivamente a los hombres, porque sólo de este modo la experiencia religiosa nuclear podrá ser, no solamente una verdadera experiencia religiosa, sino también una experiencia religiosa verdadera.
El materialismo filosófico sostiene, frente a las concepciones teológicas (que defienden la religión como una relación del hombre con Dios), que en su origen histórico las religiones nada tienen que ver con Dios (idea muy tardía que resultaría anacrónico utilizar hablando del hombre prehistórico).
Las religiones brotan de una relación originaria de los hombres con otras entidades no humanas pero dotadas de percepción y de deseo, que se identifican, no con fantasmas (extraterrestres, demonios, ángeles) sino con ciertos animales que se enfrentan al hombre desde la época paleolítica y cuyo reflejo se encuentra en las pinturas rupestres de las cavernas (religión primaria).
Las religiones secundarias se constituyen, a partir del Neolítico, como una transformación de las religiones primarias, determinada por el progresivo control que los hombres llegan a tener sobre esos animales divinos. Las religiones secundarias cubren toda la época de las religiones supersticiosas, que dan culto a las figuras antropomórficas o zoológicas que llenan el panteón del Egipto faraónico, de las culturas hindúes, chinas, mayas, etc.
La crítica al antropomorfismo y zoomorfismo religiosos, llevada a cabo principalmente por la filosofía griega, conduce a las religiones terciarias, de signo marcadamente monoteísta, y que constituyen el umbral del ateísmo. Las llamadas religiones superiores (judaísmo, cristianismo, islamismo) mantienen el componente monoteísta, pero complementado por doctrinas “positivas” sobre una supuesta revelación que de hecho da lugar a la transformación de los fenómenos religiosos en superestructuras sociales o políticas (principalmente la formación de iglesias, con sus cultos, ceremonias, dogmas, etc.) cuyo funcionalismo alcanza grados muy altos.
Entre estas religiones positivas, el catolicismo, recogiendo la herencia de la tradición griega y el derecho romano, es considerado por el materialismo filosófico como la religión más racional, frente al fanatismo musulmán o al irracionalismo protestante, luterano o calvinista. Desde una perspectiva filosófica el catolicismo “se salva” por el racionalismo implícito en la institución de la Teología dogmática [21]. Dada la situación efectiva de la Humanidad, transcurrido el segundo milenio del cristianismo, puede decirse que los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo; por consiguiente, se hace preciso evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes. Desde el punto de vista histórico, e investigaciones recientes lo confirman, el irracionalismo luterano conduce en línea directa al racismo, al imperialismo depredador [583], y también al antisemitismo, al nazismo y a las cámaras de gas. Gracias en buena medida al petróleo que consume Occidente, el fanatismo islámico está cada vez más organizado sobre la superficie de la Tierra, en la que parece estar constituyendo un frente común contra el cristianismo, y constituye un verdadero peligro para la Humanidad. Las religiones superiores son incompatibles entre sí, y el supuesto irenismo predicado desde las diversas confesiones solo tiene viabilidad, de acuerdo con la parábola de los tres anillos, precisamente cuando se eliminen todos los contenidos positivos, irracionales y dogmáticos de cada religión y, por tanto, cuando estas religiones desaparezcan como tales.
Defendemos la tesis de que el catolicismo ha sido la religión que históricamente ha mantenido las posiciones más avanzadas, desde el punto de vista del racionalismo filosófico, en conexión precisamente con la formación y el desarrollo del imperio español [585]. Una parte de los conflictos sociales, políticos e ideológicos que se registran hoy en España y en América pueden considerarse como efectos de la lucha de las confesiones luteranas y protestantes, y otras sectas al servicio del imperialismo angloparlante, frente al proyecto de una sociedad universal organizada según las directrices del racionalismo católico, en cuanto “religión civil” (en el sentido de Varrón). La confusión se aumenta por la circunstancia de que muchos católicos distinguidos se consideran progresistas no mediante una aproximación al materialismo ateo, sino por aproximación y aun identificación con el protestantismo o con el agnosticismo. De hecho, la situación actual de la dogmática, ceremonial, culto y moral de grandes sectores de la Iglesia católica actual pueden considerarse como una versión del protestantismo y del agnosticismo [385-400] (que si a final del siglo XIX pudo ser visto como un ateísmo vergonzante, a final del siglo XX puede ser considerado como una actitud propia de creyentes vergonzantes o confusos).
{AD2 11 / EFE 471-473 /
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