El Carbayón, 6 junio 1934 (original) (raw)

El gran escritor e insigne periodista don Ramiro de Maeztu, siguiendo noblemente, tenazmente, una patriótica y elevada campaña que no es de ahora, que no viene a enmascarar «tradicionalismos» superficiales y efímeros, sino fruto de una vieja noble y honda convicción y de serios y muy prolongados estudios, ha publicado un libro titulado «Hispanidad», que merece de El Debate el nombre de «libro debelador de la antipatria».

El señor Maeztu pone de relieve todo el insuperable valor y la eficacia fecundísima de la hispanidad, que estudia en sus raíces, en sus fuentes, en sus gloriosas manifestaciones de nuestros abundantes siglos de oro; y quiere hacerla revivir en nuestros tiempos, aspira a que la luminosa línea recta de las grandezas hispanas se prolongue hasta abarcar lo presente y adentrarse en lo porvenir. ¿Para qué decir que en todo esto el admirado publicista cuenta con todas nuestras adhesiones y la admiración más sincera? ¡También nosotros creemos firmemente que España será tanto más grande, hoy como mañana, cuanto sea más… España!

Pero el señor Maeztu acaso lleve demasiado lejos su oposición a lo moderno, sobre todo a las instituciones políticas de nuestros días. Él opina honradamente que, prolongada la citada línea luminosa, esas instituciones quedan al margen y las combate. Con los respetos debidos, nosotros creemos eso un error, pero pudiera ser que los equivocados seamos nosotros. En cambio son bastantes los que aplauden, desde su trípode de «intelectuales», al señor Maeztu en esta hostilidad a las organizaciones democráticas, pero no para ir, como el gran publicista, a buscar el «contraveneno» en la opulenta tradición española, de la que sin embargo hablan con arrobamientos extáticos, sin duda porque creen muy seriamente que ser «tradicionalista», es decir pestes de lo moderno.

El señor Maeztu estudia nuestra tradición opulenta para deducir de ella su oposición a lo «moderno», a lo democrático; sus admiradores mencionados empiezan por esto último, por seguir a don Ramiro en lo de maldecir lo presente, pero de esa condenación, de esa hostilidad a lo presente, a lo moderno, a lo democrático, no se van en busca de sustitutivos a la rica entraña de la historia de España. Todo ello, bien entendido, sin olvidarse de aplaudir al maestro, no ya solamente por su «antidemocracia», sino por su ardorosa y bien fundada «hispanidad». Y hasta se permiten poner en duda la de quienes no condenamos todas estas cosas e instituciones modernas, que hace aún cosa de tres o cuatro años, ellos consideraban merecedoras de todos los aplausos y de todas las adhesiones.

Ellos son ahora muy «hispanistas», pero como les dijo certeramente Gil Robles, en Badajoz, en su admirable y contundente discurso allí pronunciado, se creen más españoles que nadie, pero al condenar los supuestos errores modernos, que consideran contrarios a la hispanidad, se van en busca de remedios a naciones ajenas a toda influencia hispana, cuya fisonomía y cuya psicología y cuya historia en nada se parecen a las de nuestra patria; y no en instituciones y métodos de Gobierno que han hecho sus pruebas y se han acreditado, sino en simples y acaso pasajeros y quién sabe si desastrosos tanteos, que bien pudieran acabar por asemejarse no poco en sus ulteriores resultados a la bien intencionada Dictadura del General Primo de Rivera…

Conviene, pues, no confundir la hispanidad antidemocrática del señor Maeztu, con la antidemocracia extranjeriza de sus discípulos harto superficiales.