Gustavo Bueno / Materia: referencia a diccionarios o enciclopedias filosóficas (original) (raw)
Capítulo 3 Referencia a Diccionarios, o Enciclopedias filosóficas
1. La variedad de diccionarios o enciclopedias filosóficas en circulación es grande y se comprende que los enfoques que cada una de ellas da a la exposición del término «materia» sean distintos. Sin perjuicio de lo cual cada una de estas obras suele tener cualidades propias del mayor interés. Unos preferirán la información copiosa y enciclopédica, en unos casos, dando mayor peso a las corrientes actuales, otras veces a las escuelas clásicas, o incluso ocupándose con parecida minuciosidad de todas ellas. Muchas veces el foco de atención está fijado sobre las concepciones de los filósofos, antiguos o modernos; en otros casos, parece como si se diera por descontado que el término «materia» debe orientar la atención hoy hacia los resultados de las ciencias físicas y naturales. Generalmente el tratamiento que se da a la exposición quiere ser histórico, acaso contando con que, de este modo, podrá ofrecerse una información amplia y exhaustiva (cuanto a lo principal) y además neutral, libre de todo prejuicio capaz de comprometer el crédito que lectores de muy diversa formación puedan otorgar a la obra.
2. Por nuestra parte, dudamos de que una voluntad de neutralidad -una voluntad de «entrega a los textos», sin [52] ningún género de compromiso, desde un conjunto vacío de premisas- sea la mejor garantía de objetividad. Porque este desprendimiento de todo compromiso, o bien abre el camino a una mera rapsodia de citas (de acepciones) más o menos eruditas, ordenadas cronológicamente y dejando al lector el cuidado de interpretarlas, o bien sólo de un modo aparente se prescinde de toda premisa. Así, las ventajas indudables que ofrece el sistema del ya veterano Diccionario de Lalande, proponiendo definiciones separadas de diversas acepciones del término de referencia (designándolas por letras A, B, C, D,...) quedan neutralizadas por la misma desconexión y fractura del término en estas sus acepciones, que rompen, por decirlo así, el término en cinco o seis pedazos, cuando lo más importante es establecer sus conexiones. A nuestro juicio, la claridad que el sistema de Lalande logra es una claridad de índole más bien burocrática que filosófica. Nos parece necesario, aun a riesgo de equivocarnos, utilizar una determinada arquitectura de la idea de materia que permita establecer un principio de organización entre las diferentes acepciones fundamentales, puesto que es en esta organización en donde, en todo caso, pondríamos el centro del interés filosófico. Además, sólo desde una idea dialéctica sistemática será posible emprender la tarea del análisis histórico del desenvolvimiento de la idea de un modo crítico, dado que una crítica a partir de un conjunto cero de supuestos, es imposible. En efecto: ¿cuál sería el criterio para la selección de los textos? ¿Por qué citar a Parménides y no al Rig Veda? ¿Por qué citar a Plotino y no al Hermógenes gnóstico del que habla San Hipólito (Refutatio, VIII, 17)? ¿Por qué citar las acepciones que el término «materia» recibe de los textos de algunos físicos comtemporáneos y no las acepciones que el término recibe de los textos de los espiritistas, cuando hablan de materia óddica o del cuerpo astral? Es evidente que la perspectiva materialista o espiritualista del autor, así como el género de [53] espiritualismo o de materialismo mantenido, influirá profundamente en la selección o interpretación de los textos. Una perspectiva no materialista propenderá a ver en Parménides el testimonio de una superación de la idea de materia como núcleo del ser («la materia, es para Parménides, lo cambiante, el mundo sensible es pura apariencia», leemos en la Enzyklopadie Ph., Mannheim 1984, pág. 796), porque se presupone acaso que la materia es «materia cósmica» y que la eu1kúklou sÍaírhV (Simplicio, Fis., 146, 15) no tiene una referencia material, ni siquiera geométrica, salvo acaso residualmente. La simple definición, aparentemente obvia, del materialismo como «doctrina que pone la materia como primer principio de toda realidad» (Enciclopedia de Fil., Sansoni, G. C. Florencia 1967, pág. 410) manifiesta, por su estuctura sintáctica («la materia como primer principio» en singular) que se está procediendo desde una idea restringida de materia, acaso la materia como sustancia material del monismo y, eminentemente, la materia física; sólo de este modo se entiende la exposición de la pág. 387 en la que se describe, sin mayores explicaciones, el concepto de materia de Maxwell como una transformación de la energía desde una parte a otra del espacio. Es incontestable que todo aquél que presenta la teoría de las ideas de Platón como prototipo de una concepción del mundo no materialista (espiritualista, o idealista) es porque está operando, no desde la neutralidad objetiva, sino desde una idea de materia que excluye de su ámbito a todas las acepciones de la idea de materia que giren en torno a la idea de una materia inteligible.
Por nuestra parte, y sin ocultar la perspectiva materialista en la que estamos situados, intentamos ofrecer una presentación dialéctica de las interpretaciones opuestas y de las acepciones diversas, lo cual solamente será posible si hemos logrado determinar una idea sistemática de materia que comprenda en sí esas acepciones y oposiciones. [55]