Trotski, Cartas sobre la revolución y el movimiento obrero español & otros escritos sobre España, Madrid 1933 (original) (raw)

Publicados en la edición de La revolución española aparecida en marzo de 1933 en Madrid (Editorial Fénix, Vida Nueva, 10), con prólogo de Juan Andrade, en versión de O. C. E. (Oposición Comunista en España)

· Cartas sobre la Revolución y el movimiento obrero español

31 de mayo de 1931 · 18 de junio de 1931 · 24 de junio de 1931 · 28 de junio de 1931
· Al Secretariado Internacional [≈ julio 1931]
· Al Buró Político del partido comunista ruso (Kadikei, 24 de abril de 1931)
· El Decálogo del comunista español (Prinkipo, 5 de mayo de 1931)
· La Revolución española y el Bloque Obrero y Campesino
Acerca de la plataforma del Bloque Obrero y Campesino de Cataluña (Kadikei, 8 julio 1931)
Sobre el Bloque Obrero y Campesino y su jefe Maurín (Kadikei, 12 junio 1931)
· Los kornilovistas y los stalinistas españoles (Prinkipo, 20 septiembre 1932)

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Cartas sobre la Revolución y el movimiento obrero español

Las cartas de Trotsky que se insertan a continuación fueron dirigidas a significados amigos políticos suyos de España. Careciendo de periódicos donde semanalmente pudiera exponer su opinión sobre los acontecimientos políticos, frecuentemente ha recurrido Trotsky, durante el pasado año, a la relación epistolar para formular su juicio sobre los hechos más salientes de la revolución española y del movimiento obrero nacional. Estas cartas creemos de interés darlas a conocer al público, porque a pesar de que en casi todas se aluden a problemas internos de las organizaciones obreras, a través de ellas también se exponen problemas de táctica de una importancia general. (N. de los T.)

31 de mayo de 1931.

Por lo que veo los anarcosindicalistas llevan a cabo una política conciliadora con respecto al régimen detestable del coronel Maciá, el comisionista barcelonés de los imperialistas madrileños. Los jefes del anarcosindicalismo se han convertido en empleados subalternos, y en verdaderos agentes del nacionalismo catalán de paz social. La Federación Catalana{1} ha adoptado, a mi modo de ver, una posición conciliadora respecto de los anarcosindicalistas: ello significa que la Federación reemplaza la política revolucionaria de frente único, por la política oportunista de defensa y adulación de los anarcosindicalistas, y por consiguiente, del régimen de Maciá. Precisamente en este hecho veo yo una de las fuentes de las explosiones que pueden, en determinado estadio, adquirir un carácter peligroso.

La labor de los Sindicatos, de ninguna manera consiste en retener a los obreros, sino, al contrario, en movilizarlos y organizarlos para la lucha sobre todos los frentes. Los Sindicatos deben, ante todo, sublevar a los obreros de las regiones atrasadas de Cataluña y del resto de España. La labor de la Federación Catalana no consiste en embellecer la actitud de la Confederación anarcosindicalista, sino en ejercer una crítica constante, paso a paso, y en denunciar ante los obreros su bloque tácito con la contrarrevolución pequeñoburguesa de Maciá.

Para que las advertencias contra los actos insensatos y prematuros no se transformen en una manera menchevique de sofocar la revolución es necesario poseer una línea estratégica clara, es necesario que los obreros avanzados comprendan bien esta línea, para que puedan explicarla incansablemente al grueso de las masas. La Federación Catalana carece, evidentemente, de una línea estratégica. Sus jefes temen reflexionar sobre los problemas fundamentales de la revolución, de lo contrario no tendrían ese miedo estúpido y pueril ante el trotskismo, que expresa todo el nivel de su pensamiento político.

18 de junio de 1931.

Queridos camaradas: El curso de los acontecimientos pone hoy en el orden del día una cuestión grandiosa, con respecto a la cual la Oposición de Izquierda puede y debe decir su palabra. Me refiero a la revolución española.

Se trata, ahora, no de una crítica post factum; se trata, por el contrario, para la Oposición Internacional de Izquierda de una intervención activa en los acontecimientos, a fin de prevenir la catástrofe.

Tenemos pocas fuerzas. Pero la ventaja de una situación revolucionaria consiste precisamente en la posibilidad, aún para un grupo poco numeroso, en llegar a ser una gran fuerza en un corto espacio de tiempo, a condición de dar pronósticos justos y lanzar a tiempo consignas apropiadas. Aludo no solamente a nuestra sección española, afectada de modo directo por los acontecimientos, sino a todas nuestras secciones, porque, a medida que la revolución avance irá reclamando la atención de todos los obreros del mundo. La verificación de las líneas políticas se llevará a cabo a los ojos de la vanguardia proletaria mundial.

Si somos verdaderamente el ala izquierda, si somos verdaderamente fuertes por nuestra concepción revolucionaria justa, debemos de mostrar esta fuerza de una manera, particularmente acentuada durante la situación revolucionaria. Si somos verdaderos internacionalistas, debemos llevar a cabo el trabajo en la escala internacional.

Dos cuestiones fundamentales debemos de plantear resueltamente:

Primera, la cuestión del carácter general de la revolución española y la línea estratégica que de la misma se desprende.

Segunda, la cuestión de la utilización táctica justa de las consignas democráticas y de las posibilidades y revolucionarias.

Yo he tratado de expresar todo lo que hay de esencial en estas cuestiones en mi último trabajo sobre España. Ahora no pretendo más que pronunciarme en forma somera sobre el conjunto de las cuestiones a propósito de las cuales debemos pasar a la ofensiva en toda la línea de la Internacional Comunista.

¿Es de esperar en España una revolución intermedia entre la consumada revolución republicana y la futura revolución proletaria, una pretendida revolución “obrera y campesina”, con una “dictadura democrática”? ¿Sí o no? Toda la línea estratégica está determinada por la respuesta que se dé a esta pregunta.

El partido español oficial está hundido hasta el cogote en una confusión ideológica en lo tocante a esta cuestión fundamental, confusión que fue sembrada y que se sigue sembrando por los epígonos, y que encuentra su expresión en el programa de la Internacional Comunista. Aquí tenemos la posibilidad de desenmascarar diariamente ante la vanguardia proletaria, a la luz de los hechos vivos, todo el vacío, toda la falta de sentido y al mismo tiempo el peligro terrible que supone la ficción de una revolución intermedia.

Los camaradas dirigentes de todas las secciones no deben de perder de vista que somos nosotros, como fracción de izquierda, quienes nos debemos colocar sobre una base científica sólida. El juego frívolo con las ideas, el charlatanismo periodístico al estilo de Landau{2} y Compañía, son contrarios a la esencia misma de una fracción revolucionaria proletaria. Es necesario estudiar las cuestiones fundamentales de la revolución, de la misma manera que los ingenieros estudian la resistencia de los materiales, o los médicos la anatomía y la patología. El problema de la revolución permanente ha llegado a ser actualmente, debido a los acontecimientos de España, el problema central de la Oposición Internacional de Izquierda.

Las cuestiones de las consignas democráticas, de la utilización de las elecciones e inmediatamente de las Cortes son cuestiones de táctica revolucionaria, subordinadas a la cuestión general de la estrategia. Pero las fórmulas estratégicas, aun las más justas, no valen nada si no se encuentra en todo momento una solución táctica a estas fórmulas.

Sin embargo, las cosas se presentan muy mal bajo este respecto, en España. Los periódicos franceses publican una noticia según la cual el dirigente de la Federación Catalana, Maurín, había declarado en su conferencia de Madrid que su organización no participará en las elecciones porque no creía en la sinceridad de las mismas. ¿Es posible que esto sea cierto? Tal cosa significaría que Maurín aborda los problemas de la táctica revolucionaria, no desde el punto de vista de la movilización de las fuerzas del proletariado sino desde el punto de vista de la moral y del sentimiento pequeñoburgués. Hace dos semanas hubiera estado dispuesto a creer que la prensa burguesa se entretenía en publicar gansadas; pero después de haber tenido conocimiento de la plataforma de la Federación Catalana, me veo obligado a reconocer que esta noticia, por muy monstruosa que sea, no es del todo imposible y no debe, por lo tanto, ser excluida de antemano.

Sobre esta línea debemos llevar a cabo una lucha implacable en nuestras propias filas. Resulta completamente absurdo e indigno querellarse con diferentes grupos a propósito de las funciones de los derechos y de las prerrogativas del Secretariado en el momento en que nosotros no tenemos con estos grupos ninguna base común de principios. Me refiero, en primer lugar, al grupo “Prometeo”, que se halla en desacuerdo con los bolcheviqueleninistas en todas las cuestiones fundamentales de la estrategia y de la táctica. A nadie debe permitírsele ahogar estas divergencias profundas con querellas pendencieras sobre el terreno de la organización y por los bloques sin principios, que degeneran inevitablemente en intrigas entre cortinas.

Conforme a la experiencia rusa, la cuestión de las consignas democráticas en la revolución fue de nuevo planteada en el curso de la lucha en China. Sin embargo, todas las secciones europeas no tuvieron la posibilidad de seguir todas las etapas de esta lucha. La discusión sobre estas cuestiones revistió, de hecho, un carácter semiacadémico para ciertos camaradas y para ciertos grupos. Pero hoy estas cuestiones son la encarnación misma de la lucha, de la vida. ¿Podemos permitir que se nos ate de pies y manos en un viraje histórico de tamaña importancia? Así como durante el conflicto chinorruso, que amenazaba desencadenar la guerra, no podíamos perdernos en discusiones para decidir si era necesario apoyar a la Unión Soviética o a ChanKai-Chek{3} de la misma manera, hoy, frente a los acontecimientos españoles, no podemos asumir ni la más leve responsabilidad indirecta por las supersticiones sectarias y semibakuninianas de ciertos grupos.

Mis proposiciones prácticas se resumen en lo siguiente:

Primera. Todas las secciones deben de poner los problemas de la revolución española en el orden del día.

Segunda. Las direcciones de nuestras secciones deben de crear comisiones especiales, imponiéndose la tarea de recopilar materiales para profundizar las cuestiones y, sobre todo, para seguir atentamente la actividad de los partidos oficiales y la manera de plantear los problemas de la revolución española.

Tercera. Todos los documentos importantes del comunismo español de todas sus tendencias deben ser comunicados –cuando menos extractados– regularmente para el conocimiento de todas nuestras secciones nacionales.

Cuarta. Tras de una preparación necesaria, cada sección nacional de la oposición debe emprender el ataque contra la política de la Internacional Comunista en la revolución española. Esta ofensiva puede revestir diferentes formas –intervenciones en las reuniones, trabajo individual, y por grupos, &c., &c.–. Pero todas estas formas deben coordinarse rigurosamente; y

Quinta. Después de cierto trabajo preparatorio, tanto en las secciones nacionales como en el Secretariado Internacional, es indispensable elaborar un Manifiesto de la Izquierda Internacional sobre la revolución española, que debe de confeccionarse de la manera más concreta posible y en colaboración estrecha con la sección española. Hay que dar a este manifiesto la más amplia difusión.

Tales son las proposiciones concretas. Os ruego que las discutáis y que enviéis al mismo tiempo copia de esta carta a todas las secciones nacionales, para que la discusión se lleve a cabo simultáneamente en todas las secciones.

24 de junio de 1931.

Queridos camaradas: En una carta al camarada Lacroix he expuesto algunas consideraciones complementarias con respecto a la situación española. Desgraciadamente carezco de información completa para estar al tanto de la forma como los comunistas españoles de las distintas agrupaciones plantean las cuestiones políticas actuales. El análisis de la situación revolucionaria en estas condiciones es más difícil que jugar al ajedrez sin mirar el tablero. Siempre quedan cuestiones que requieren un estudio complementario. Antes de recurrir a la prensa quiero plantearos estas cuestiones, y, por mediación vuestra, a los comunistas españoles y a todas las secciones de la Oposición Comunista Internacional de Izquierda.

Una parte considerable de mi artículo sobre los peligros que amenazan a la revolución española está consagrada a demostrar que entre la revolución burguesademocrática de abril y la futura revolución proletaria no hay intervalo para una revolución obrerocampesina intermedia. De paso, recalcaba que ello no quiere decir que el partido del proletariado debía, “hasta la lucha final”, ocuparse solamente en acumular fuerzas. Semejante concepción sería antirrevolucionaria y digna de filisteos.

Si no puede existir revolución intermedia, régimen intermedio, puede haber, por el contrario, manifestaciones intermedias de masas, huelgas, demostraciones, choques con la policía y el ejército, sacudidas revolucionarias impetuosas, durante las cuales los comunistas estarán, claro está, en las primeras filas del combate. ¿Cuál es el sentido histórico posible de estas luchas intermedias? De un lado, pueden provocar cambios democráticos en el régimen burguésrepublicano, y de otro, pueden preparar a las masas para la conquista del poder, para la creación del régimen proletario.

La participación de los comunistas en estas luchas, y, sobre todo, su participación en la dirección de estas luchas, exigen de ellos, no solamente una comprensión clara del desarrollo de la revolución en su conjunto, sino también capacidad para dar consignas particulares ardorosas y de combate que no se desprendan directamente del programa, sino que estén inspiradas en las contingencias de la lucha diaria e impulsen las masas hacia adelante.

Todo el mundo sabe qué enorme papel desempeñó en 1917, durante la coalición rusa de los socialistas conciliadores y de los liberales, la consigna bolchevique: “Abajo los diez ministros capitalistas.” Las masas tenían todavía confianza en los socialistas conciliadores, pero las masas, aun las más confiadas, sienten siempre una instintiva desconfianza hacia los burgueses, los explotadores, los capitalistas.

En esto se basó la táctica bolchevique durante un período determinado. No decíamos: “Abajo los ministros socialistas”, ni siquiera “abajo el gobierno provisional”. Incansablemente remachábamos el mismo clavo: “Abajo los diez ministros capitalistas.” Tal consigna desempeñó un papel importantísimo, ya que permitió a las masas convencerse de que los socialistas conciliadores tiraban mucho más a los ministros capitalistas que a las masas obreras.

Consignas de este género corresponden a más no poder con el estado actual de la revolución española. La vanguardia proletaria está completamente interesada en empujar a los socialistas españoles para que tomen el poder en sus manos. Por esta razón es necesario romper la coalición. La tarea actual consiste en luchar para excluir a los ministros burgueses de la coalición. No es posible otra solución, si no surgen acontecimientos políticos importantes, bajo la presión de nuevos movimientos de masas, &c...

Las elecciones a Cortes revelan, a mi juicio, una extremada debilidad de los republicanos de derecha, género Alcalá-Maura. Estas elecciones darán una ventaja preponderante a los conciliadores pequeñoburgueses de los distintos matices: radicales, radicalessocialistas y “socialistas”. A pesar de esto, se puede predecir con certidumbre que los socialistas y los radicalessocialistas ayudarán con todas sus fuerzas a sus aliados de derecha. La consigna “abajo Maura-Zamora” es de una oportunidad completa. Sin embargo, es necesario comprender lo siguiente: los comunistas no llevan a cabo una agitación por el ministerio Lerroux, ni asumen la más mínima responsabilidad por un ministerio socialista; pero en cada momento dado encauzan sus ataques contra el enemigo de clase más determinado y consecuente, y con ello debilitan a los conciliadores y despejan el terreno al proletariado. Los comunistas dicen a los obreros socialistas: “Si tenéis confianza en vuestros jefes socialistas, obligarles a tomar el poder. Nosotros os ayudaremos parcialmente, aunque no tenemos la menor confianza en ellos. Y cuando estén en el poder, les someteremos a la prueba y veremos quién tiene razón; nosotros o vosotros.”

Esta idea ha sido apuntada anteriormente, al hablar de la composición de las Cortes. Pero otros acontecimientos, como, por ejemplo, las represalias contra las masas, pueden dar una agudeza excepcional a la consigna: “abajo Maura-Zamora.”

La victoria en este dominio, es decir, la dimisión de Zamora, podría tener, en esta etapa, casi la misma significación, para el desarrollo ulterior de la revolución, que la dimisión de Alfonso en abril. Para dar tales consignas hay que conducirse no con arreglo a abstracciones doctrinales, sino según el estado de conciencia de las masas, según la reacción que inspire a las masas cada éxito parcial. La oposición pura y simple de la consigna “dictadura del proletariado” o “gobierno obrero y campesino” en el régimen actual es de todo punto insuficiente, porque tales consignas no llegan al corazón de las masas.

A propósito de lo que queda dicho, surge de nuevo la cuestión del “socialfascismo.” Esta estúpida, invención de la burocracia, terriblemente “izquierdista”, es hoy en España el mayor obstáculo en el desarrollo de la revolución.

Volvamos a la experiencia rusa. Los mencheviques y los socialistasrevolucionarios en el poder practicaban la guerra imperialista, defendían a los capitalistas, perseguían a los soldados, a los campesinos y a los obreros, llevaban a cabo las detenciones. Restablecieron la pena de muerte, protegían y preconizaban el asesinato de los bolcheviques, obligaban a Lenin a hacer vida ilegal, retenían en la cárcel a los demás líderes del bolchevismo, divulgando contra ellos las más indecentes calumnias, &c... Todo esto era más que motivo suficiente para calificarlos de “socialfascistas”. Pero entonces, en 1917, esta palabreja no había sido puesta en circulación, lo que no impidió como se sabe, la toma del poder por los bolcheviques. A pesar de las terribles persecuciones contra los bolcheviques en julio y agosto, los bolcheviques participaron con “socialfascistas” en las organizaciones de lucha contra Kornilov. A principios de septiembre, Lenin propuso a los “socialfascistas”, desde su escondite ilegal, el compromiso siguiente: “Romper con la burguesía, tomar el poder y nosotros, los bolcheviques, lucharemos en el seno de los soviets por el poder con procedimientos normales (pacíficos).”

Si no hubiera existido ninguna diferencia entre los conciliadores y Kornilov, que fue el verdadero “fascista”, no hubiera sido posible ninguna lucha en común entre bolcheviques y conciliadores para aplastar a Kornilov. Y, sin embargo, esta lucha desempeñó un gran papel en el desarrollo de la revolución, repelió el ataque de la contrarrevolución de los generales, ayudando a los bolcheviques a arrebatar por completo las masas de la influencia de los conciliadores.

La naturaleza de la democracia pequeñoburguesa consiste precisamente en su carácter oscilante entre el comunismo y el fascismo. Durante la revolución, estas oscilaciones son particularmente acentuadas. Considerar a los socialistas españoles como una especie de fascismo significa renunciar a utilizar sus oscilaciones inevitables a izquierda; significa obstruirse a sí mismo la ría hacia los obreros socialistas y sindicalistas.

Para terminar, quiero recalcar que la crítica implacable del anarcosindicalismo español es una tarea de una importancia tal, que no debe dejarse un sólo instante de la mano. El anarcosindicalismo en sus esferas dirigentes reviste la forma más velada, pérfida y peligrosa de las conciliaciones con la burguesía. Entre los obreros que constituyen la base del anarcosindicalismo se encuentran grandes fuerzas potenciales de la revolución. La labor fundamental de los comunistas a este respecto debe ser la misma que hacia los socialistas: oponer la base a la dirección.

Quiero insistir todavía una vez más: hay que recoger artículos resoluciones, plataformas, &c., de las organizaciones revolucionarias y de los grupos de España, traducirlas al francés y enviarlas a todas las secciones para traducirlas a otros idiomas.

28 de junio de 1931.

Hay que criticar sin duelo y de una manera implacable a Maurín; los acontecimientos confirmarán enteramente nuestra crítica. Dentro de poco tiempo, Maurín no será más que una figura cómica con su marrullería provinciana, sus doctrinas gastadas y sus consignas rudimentarias. La cuestión está en saber quién le sucederá. La Oposición de Izquierda no podrá llegar a ser una fuerza dirigente en toda España, sin serlo en Cataluña.

La segunda cuestión urgente es la cuestión de los anarcosindicalistas. Es indispensable publicar un folleto contra el anarcosindicalismo y difundirlo ampliamente, no sólo en España, sino también en los demás países. ¿Habéis leído los artículos de Monatte{4}, en los que expresa su esperanza de ver a los anarcosindicalistas españoles oponer al Estado bolchevique un Estado verdaderamente “anarquista”?

Toda la suerte del anarquismo mundial, o mejor de sus residuos, esparcidos por la revolución rusa, está íntimamente unido hoy a la suerte del anarcosindicalismo español. Y puesto que el anarcosindicalismo en España va inevitablemente a la derrota más miserable y ridícula, está fuera de duda que la revolución española será la tumba del anarquismo. Pero hay que procurar por todos los medios que la tumba del anarcosindicalismo no sea al mismo tiempo la tumba de la revolución. Si Maurín es la cobertura temporal para los stalinianos, el anarcosindicalismo es una cobertura temporal para los socialistas y republicanos, es decir, para la burguesía. Así como Maurín puede poner en las manos de la burocracia centrista a los obreros catalanes avanzados, de la misma manera los anarcosindicalistas pueden poner toda la revolución en manos de la burguesía.

La lucha teórica y práctica contra el anarcosindicalismo está ahora a la orden del día. Es evidente que esta lucha debe emprenderse sobre la base de la política del frente único, de la unidad de la organización sindical, &c. Hay que desenmascarar a los jefes del anarcosindicalismo y, ante todo, poner al desnudo a ese miserable pope laico de Pestaña, que desempeñará, sin ninguna duda, el papel más infame y cobarde en el desarrollo ulterior de la revolución.

Las muestras del discurso de Maurín producen una impresión penosa. Contrariamente a nosotros, él considera –¡quién lo diría!– ¡el Plan quinquenal como una adquisición de la revolución! ¿Es posible que no haya leído nada más?

A propósito, la Agencia Reuter, y con ella otras agencias, publican falsos telegramas relativos a supuestos artículos e interviús míos sobre el Plan quinquenal (fracaso completo, mentira, &c...). Es extremadamente importante desenmascarar y desmentir estas infamias. En el caso presente, la burguesía se sirve contra los stalinianos de las propias calumnias y mentiras de estos últimos.

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Al Secretariado Internacional{5}

Primero. Tengo a la vista un periódico turco (en lengua francesa), de fecha 1 de julio, que contiene las primeras informaciones sobre las elecciones españolas. Verdaderamente, todo ocurre en la forma por nosotros prevista. La inclinación a izquierda se ha producido con una regularidad particular.

Esperamos que nuestros camaradas españoles analizarán los resultados de las elecciones con mucho cuidado, apoyándose en materiales efectivos. Hay que llegar a saber cómo han votado los obreros, en particular los anarcosindicalistas. En ciertas regiones, la respuesta debe deducirse de una manera clara de la estadística electoral. Es muy importante saber cómo han votado los campesinos en diferentes provincias.

Al mismo tiempo hay que recoger todos los “programas agrarios” que fueron presentados por los distintos partidos en todos los rincones del país. Todo esto es un trabajo urgente y de mucha importancia.

Segundo. Como era cosa de esperar, los socialistas han conseguido una gran victoria. Este es el momento central de la situación parlamentaria. Los jefes socialistas se consideran felices por el hecho de no tener mayoría en las Cortes y por creer que su coalición con la burguesía se justifica así por la estadística parlamentaria. Los socialistas no quieren tomar el poder porque temen, no sin razón, que el gobierno socialista llegue a ser una etapa hacia la dictadura del proletariado. Se deduce del discurso de Prieto que los socialistas están decididos a apoyar la coalición hasta conseguir refrenar al proletariado para, inmediatamente, cuando la presión de los obreros llegue a ser demasiado fuerte, pasar a la oposición con un pretexto radical cualquiera y dejar a la burguesía el cuidado de disciplinar y aplastar a los obreros.

En estos términos, nos encontramos ante una variante de Ebert y de Tzeretelli. Recordemos que la línea de Ebert triunfó, en tanto que la de Tzeretelli fracasó, y que en ambos casos la fuerza del partido comunista y su política desempeñaron un papel decisivo.

Tercero. Debemos inmediatamente denunciar el plan de los socialistas (este juego político de la retirada), confundiéndoles en todas las ocasiones. Esto se refiere, desde luego, ante todo a la Oposición Española de Izquierda. Pero esto no basta. Es necesario esgrimir una consigna política clara: los obreros deben de romper la coalición con la burguesía y obligar a los socialistas a tomar el poder. Los campesinos deben ayudar a los obreros si desean de verdad la tierra.

Cuarto. Los socialistas dirán que no pueden renunciar a la coalición porque no tienen mayoría en las Cortes. Nuestra conclusión debe ser: exigir la elección de Cortes verdaderamente democráticas sobre la base del derecho electoral verdaderamente universal y directo para ambos sexos a partir de los dieciocho años. En una palabra, a las Cortes no democráticas y restringidas debemos, en la actual etapa, oponer las Cortes populares, verdaderamente democráticas y honradamente elegidas.

Quinto. Si los comunistas quisieran hoy volver la espalda a las Cortes, oponiéndolas la consigna de los soviets y de la dictadura del proletario, solamente demostrarían con ello que no se les debe de tomar en serio. No hay ni un solo comunista en las Cortes (según los periódicos turcos). Es evidente que el ala revolucionaria es mucho más fuerte en la acción, en la lucha, que en la representación parlamentaria. No obstante existe una cierta correlación entre las fuerzas de un partido revolucionario y su representación parlamentaria. La debilidad del comunismo español se ha revelado por completo. En estas condiciones, hablar de derribar el parlamento burgués por la dictadura del proletariado significaría simplemente desempeñar el papel de payaso y de charlatán. La cuestión estriba en llegar a adquirir fuerza sobre la base de la etapa parlamentaria de la revolución y en agrupar las masas en torno. Solamente así se podrá vencer el parlamentarismo. Precisamente por esta razón resulta indispensable desarrollar actualmente una agitación violenta bajo las consignas de la más extrema y decisiva democracia.

Sexto. ¿Cuáles son los criterios para esgrimir estas consignas? De una parte es necesario saber apreciar justamente la dirección general del desarrollo revolucionario que determina nuestra línea estratégica; por otra parte, hay que tener en cuenta el estado de la conciencia de las masas. El comunista que no cuente con este último factor se expone a romperse la cabeza.

Reflexionemos un poco sobre la cuestión de saber cómo los obreros españoles, las masas, se representan la situación actual. Sus jefes, los socialistas, están en el poder. Esto aumenta las exigencias y las intransigencias de los obreros. Todo obrero huelguista creerá que no solamente no hay que temer al gobierno, sino que, al contrario, hay que esperar una ayuda del mismo. Los comunistas deben dirigir el pensamiento de los obreros precisamente en el sentido: “Exigirlo todo del gobierno, puesto que nuestros jefes se encuentran en él.” Los socialistas responderán a las delegaciones obreras que ellos no tienen mayoría. La respuesta está clara: concédase el verdadero derecho de sufragio, rómpase la coalición con la burguesía y la mayoría quedará asegurada. Pero esto es precisamente lo que no quieren los socialistas. Su posición les coloca en contradicción con las consignas democráticas audaces. Si nosotros oponemos simplemente la dictadura del proletariado a las Cortes, sólo conseguiremos agrupar a los obreros en torno de los socialistas, porque tanto unos como otros dirán: los comunistas nos quieren dominar. En tanto que empleando consignas democráticas y por la ruptura entre los socialistas y la burguesía metemos una cuña entre los obreros y los socialistas y preparamos así la etapa siguiente de la revolución.

  1. Todas las consideraciones mencionadas quedarán letra muerta si nos limitamos solamente a las consignas democráticas en el sentido parlamentario. No se trata de esto. Los comunistas participan en todas las huelgas, en todas las manifestaciones de protesta, en todas las demostraciones.

Arrastrando cada vez capas más numerosas, los comunistas deben estar siempre con las masas, colocándose constantemente a la cabeza en todos los combates. Sobre la base de estos combates, los comunistas darán la consigna de los soviets, a la primera ocasión, como organización del frente único del proletario. En la etapa actual, los soviets no pueden ser otra cosa que esto. Pero si siguiesen como organizaciones de combate del frente único proletario, se convertirían inevitablemente, bajo la dirección de los comunistas, en órganos de la insurrección e inmediatamente en órganos del poder.

  1. Al desarrollar audazmente el programa agrario, no hay que olvidar en ningún caso el papel independiente de los obreros agrícolas. Es la palanca más importante de la revolución proletaria en el campo. Con los campesinos, los obreros hacen la unión, en tanto que los obreros agrícolas forman parte del mismo proletariado. No hay que olvidar jamás esta profunda diferencia.

  2. Me he enterado por La Vérité{6} que los stalinianos acusan, sea a la oposición de izquierda en conjunto, sea a mí personalmente, de estar en contra de la confiscación inmediata de los terratenientes. Verdaderamente, es difícil de prever en qué sentido virarán los burócratas-demagogos. ¿Qué significa “confiscación inmediata” de la tierra? ¿Por quién? ¿Por qué organizaciones? Verdad es que el incomparable Peri afirmaba todavía en abril que los campesinos españoles construirían los soviets y que los obreros seguían en masa a los comunistas. Desde luego estamos de acuerdo en que los soviets (o las uniones, o los comités) campesinos tomen inmediatamente la tierra de los grandes propietarios. Pero hay que sublevar a los campesinos. Y para ello hay que arrancar los obreros de la influencia de los socialistas. Lo uno no se puede hacer sin lo otro. ¿Querrán decir los stalinianos que nosotros defendemos la propiedad de los terratenientes? Pero hasta para calumniar es necesaria la lógica. ¿Cómo puede la defensa de la propiedad terrateniente derivarse de la revolución permanente? Que traten de demostrarlo.

Por lo que toca a nosotros, responderemos que cuando los stalinianos practicaban en China la política de las cuatro clases, el Buró Político, bajo la dirección de Stalin, remitía un telegrama al Comité Central del Partido Comunista chino exigiendo que se frenara el movimiento campesino para no despojar a los generales “revolucionarios”. Stalin y Molotov han establecido una pequeña restricción en el programa agrario: la confiscación de las tierras de los grandes propietarios, salvo la de los oficiales. Pero puesto que todos los pomieschikis y los hijos y los sobrinos de los pomieschikis (grandes propietarios) entraban en el ejército de Chan Kai Chek, el círculo de los oficiales “revolucionarios” llegó a ser un seguro para la propiedad de los pomieschikis. No es posible borrar este capítulo vergonzoso de la historia de la dirección staliniana. La Oposición encontró la copia del telegrama en el texto taquigráfico del Buró Político, denunció y puso a la pública vergüenza esta traición de la revolución agraria. Ahora estos señores tratan de atribuirnos en España los crímenes que ellos cometieron en China. Pero esto no lo lograrán: la Oposición tiene ya en casi todos los países su sección, que no consentirá que se difunda impunemente la mentira y la confusión. La Oposición de Izquierda aclarará todas las cuestiones litigiosas fundamentales a la luz de la revolución española y dará un paso gigantesco hacia adelante. No en vano es la revolución la locomotora de la historia.

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Al Buró Político del Partido Comunista Ruso

A los diez días de proclamarse le República en España, Trotsky envió desde su destierro de Constantinopla la siguiente carta al Buró Político del partido comunista, como la sección más importante e influyente de la Internacional Comunista. La carta no se hizo pública en la Prensa, siguiendo la promesa que el autor hace al final de la misma, hasta varios meses después de haber sido escrita. Dada la importancia de los acontecimientos que se desarrollaban, Trotsky estimaba como condición fundamental la unificación de las varias tendencias comunistas, mediante la celebración de un Congreso Nacional de unificación. (N. del T.)

La suerte de la revolución española depende por completo de la cuestión de saber si, en los próximos meses, un partido comunista, que tenga autoridad, puede formarse en España. Con el sistema de escisiones artificiales impuestas desde fuera al movimiento, esto no es realizable.

En el año 1917, el partido bolchevique agrupó en torno suyo todas las corrientes más próximas. Sin perjuicio de salvaguardar minuciosamente la unidad en sus filas y la disciplina en la acción, el partido daba al propio tiempo la posibilidad de una discusión amplia y fructuosa de los problemas cardinales de la revolución. (Consejo de marzo. Conferencia de abril, período de ante octubre.)

¿Hay otros caminos y otros métodos para la vanguardia proletaria de España que la permita elaborar sus opiniones y penetrarse de la convicción inquebrantable de la justeza de sus opiniones, que es lo único que puede permitirle llevar a las masas populares al asalto decisivo?

Ya el hecho –lo cito como ejemplo– de que el partido oficial, en la situación actual, se vea obligado a caracterizar a Andrés Nin como contrarrevolucionario, no puede más que originar una confusión monstruosa, ante todo en las propias filas comunistas. En la confusión ideológica el partido no podrá desarrollarse. La derrota de la revolución española, que será inevitable si la dispersión y la debilidad de los comunistas continúa, conducirá casi simultáneamente a la instauración de un régimen verdaderamente fascista, al estilo del de Mussolini. Es inútil decir las consecuencias que esto tendrá para toda Europa y para la Unión Soviética. Por otra parte, el desarrollo favorable de la revolución española en las condiciones de la crisis mundial, que está lejos de sobrepasarse, abrirá posibilidades grandiosas.

Las profundas divergencias en una serie de cuestiones concernientes a la Unión Soviética y al movimiento obrero mundial no deben impedir hacer una tentativa honrada de frente único sobre el campo de la revolución española. ¡No es todavía demasiado tarde! Es necesario acabar inmediatamente con la política de escisión artificial en España, aconsejando –precisamente aconsejando y no ordenando– a todas las organizaciones comunistas españolas que convoquen en el plazo más breve posible un Congreso de unificación que debe garantizar a todas las tendencias, bajo la condición de una disciplina obligatoria en la acción, por lo menos la misma libertad crítica de que gozaban en 1917 las diferentes corrientes del bolchevismo ruso, que tenía una experiencia y un temple incomparablemente superiores a los de los comunistas españoles.

Es indudable que si el partido comunista oficial comprendiera la desproporción entre su debilidad y la grandeza de las tareas, e hiciera una tentativa seria de unificación de las filas comunistas, encontraría el apoyo completo por parte de los comunistas revolucionarios que están organizados actualmente aparte, por causas que os son conocidas, y que en nueve décimas partes son debidas a condiciones exteriores a la revolución española.

Para incluso no crear dificultades exteriores, hago esta proposición, no en la Prensa, sino por carta. La marcha de los acontecimientos en España confirmará cada día la necesidad de la unidad de las filas comunistas. La responsabilidad de la escisión será en este caso una responsabilidad histórica formidable.

Kadikei, 24 de abril de 1931.

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El decálogo del comunista español

Cuando la revolución estaba en su período más culminante, Trotsky quiso formular de una manera concreta y simple cuáles debían ser los métodos tácticos de los comunistas españoles en aquellas circunstancias. Y así, formuló este decálogo, de los deberes de los militantes comunistas. Frente a una táctica de aventurerismo estéril, que a través de todo el período revolucionario ha demostrado su ineficacia, Trotsky preconizaba una política real que sirviera para impulsar hasta sus últimas consecuencias la revolución democrática. (N. del T.)

Primero. La monarquía ha perdido el poder, pero espera reconquistarlo.

Las clases poderosas están todavía firmes en sus posiciones. El bloque de los republicanos y de los socialistas se ha colocado sobre el terreno del derribo republicano, a fin de retener a las masas sobre el terreno de la revolución socialista. No hay que fiarse de las palabras. Son necesarios actos.

Primero: detención de los directores más significados del antiguo régimen, confiscación de los bienes de la dinastía y de los de sus servidores más comprometidos. Armamento del proletariado.

Segundo. El gobierno, apoyándose en los republicanos y socialistas, se esforzará por todos los medios por extender sus bases hacia la derecha, hacia la dirección de la gran burguesía, e intentará capitulaciones con el objeto de neutralizar a la Iglesia. El gobierno es un gobierno de explotadores, creado para protegerse contra los explotados. El proletariado está en oposición irreconciliable con el gobierno de los agentes republicanos “socialistas” de la burguesía.

Tercero. La participación de los socialistas en el poder significa que los choques violentos entre los obreros y los jefes socialistas irán en aumento. Esto abre grandes posibilidades a la política revolucionaria de frente único. Toda huelga, toda manifestación, toda aproximación de los obreros hacia los soldados, toda tentativa de las masas por la democratización verdadera del país, tropezará en lo sucesivo con la resistencia de los jefes socialistas como hombres “de orden”. Es, por lo tanto, muy importante para los obreros comunistas el participar en el frente único con los obreros socialistas, sindicalistas y sin partido, y arrastrarlos con ellos.

Cuarto. Los obreros comunistas constituyen hoy una pequeña minoría en el país. No pueden de una manera inmediata tomar el poder. No pueden actualmente proponerse como tarea práctica la caída violenta del gobierno republicanosocialista. Toda tentativa en este sentido sería una aventura catastrófica. Es necesario que las masas de obreros, soldados y campesinos atraviesen la etapa de las ilusiones republicanas socialistas, a fin de que se libren de ellas lo más radical y definitivamente posible. Es necesario no limitarse a hacer frases, mirar los hechos con los ojos muy abiertos; preparar decididamente la segunda revolución, la revolución proletaria.

Quinto. La tarea de los comunistas en el período actual consiste en ganar la mayoría de los obreros, la mayoría de los soldados, la mayoría de los campesinos. ¿Qué es necesario hacer para esto? Hacer agitación, educar los cuadros, “explicar pacientemente” (Lenin), organizar. Todo esto sobre la experiencia de las masas y de la participación activa de los comunistas en esta experiencia: política amplia y audaz de frente único.

Sexto. Los comunistas no establecerán, con el bloque republicanosocialista o con los partidos de éste, ningún acuerdo que pueda restringir o debilitar de un modo directo o indirecto la libertad de crítica y de agitación comunista. Por todas partes, y sin tardar, los comunistas explicarán a las masas populares que en la lucha contra todas las variedades de la contrarrevolución monárquica, estarán en la primera fila, pero que para esta lucha ninguna alianza es necesaria con los republicanos y los socialistas, cuya política está inevitablemente fundada en las concesiones a la reacción, e intentará cubrir las intrigas de ésta.

Séptimo. Los comunistas lanzarán las consignas democráticas más radicales: libertad completa de las organizaciones proletarias, libertad de autodeterminación local, elección por el pueblo de todos los funcionarios, concesión del voto a los hombres y mujeres desde los dieciocho años, &c., creación de una milicia obrera, y después una milicia campesina. Confiscación de todos los bienes de la dinastía y de los bienes de la Iglesia en favor del pueblo, en primer lugar en favor de los obreros sin trabajo, de los campesinos pobres y por la mejora de la situación de los soldados. Separación completa de la Iglesia y el Estado. Concesión de todos los derechos civiles y libertades políticas a los soldados. Elección de los oficiales en el ejército. El soldado no es un verdugo del pueblo ni un mercenario armado de los ricos, sino un ciudadano revolucionario hermano de sangre del obrero y del campesino.

Octavo. La consigna central del proletariado es la del “soviet obrero”. Esta consigna debe de ser anunciada, popularizada constante e incansablemente y en la primera ocasión que se presente debe de llevarse a cabo. El soviet obrero no significa la lucha inmediata por el poder. Esta es, indudablemente, la perspectiva; pero a la cual la masa no puede llegar más que por el camino de su propia experiencia y con ayuda del trabajo de clarificación de los comunistas. El soviet obrero significa hoy la reagrupación de las fuerzas dispersas del proletariado, la lucha por la unidad de la clase obrera, por su autonomía. El soviet obrero se ocupa del socorro de huelga, alimentación de los parados, ligazón con los soldados, a fin de prevenir encuentros sangrientos entre ellos, ligazón entre la ciudad y el campo, a fin de asegurar la alianza entre los obreros con los campesinos pobres. El soviet obrero incorpora a representantes de los regimientos. Es así, así solamente, como el soviet se convertirá en el órgano de la insurrección proletaria y más tarde en el órgano del poder.

Noveno. Los comunistas deben elaborar inmediatamente un programa agrario revolucionario. La base de éste debe ser la confiscación de las tierras de las clases privilegiadas y ricas, de los explotadores, comenzando por la dinastía y la Iglesia, en favor de los campesinos y de los soldados. Este programa debe ser completamente adaptado a las diferentes partes del país. En toda provincia que tenga particularidades económicas e históricas propias, es necesario inmediatamente una comisión para la elaboración concreta del programa agrario, en relación estrecha con los campesinos revolucionarios de la localidad. Es necesario saber oír la voz de los campesinos, a fin de formularla de un modo claro y preciso.

Décimo. Los socialistas llamados de “izquierda” invitarán a los comunistas a formar un bloque, e incluso la unificación de las organizaciones. A esto deben de responder los comunistas: “Estamos dispuestos, en interés de la clase obrera y por la solución de las tareas concretas determinadas, a trabajar unidos de la mano con todo grupo y toda organización proletaria. Con este motivo proponemos precisamente la formación de soviets. Representantes obreros, pertenecientes a diferentes partidos, discutirán en estos soviets todas las cuestiones actuales y todas las tareas inmediatas. El soviet obrero es la forma más natural, más abierta, más honrada y más sana de la alianza para un trabajo común. En el soviet nosotros, los comunistas, proponemos nuestras consignas y nuestras soluciones, y nos esforzamos por convencer a los obreros de la justeza de nuestra posición. Todo obrero debe de gozar en el seno del soviet obrero de una entera libertad de crítica. En la lucha por las tareas prácticas propuestas por el soviet, nosotros, los comunistas, estaremos siempre en la primera fila.” He aquí la forma de colaboración que los comunistas proponen fraternalmente a los obreros socialistas, sindicalistas y sin partido.

Asegurando la unidad en sus propias filas los comunistas ganarán la confianza del proletariado y de la mayoría de los campesinos pobres; en su mano armada tomarán el poder y abrirán la era de la revolución socialista.

Prinkipo, 5 de mayo de 1931.

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La Revolución española y el Bloque Obrero y Campesino

Siguiendo de cerca toda la actividad política española, como los escritos que hemos reproducido anteriormente lo indican, Trotsky se ha ocupado directamente de la significación y el programa desarrollado por el Bloque Obrero y Campesino de Cataluña. La primera carta que reproducimos, de las dos dedicadas a este tema, está consagrada a la crítica de la plataforma política del Bloque; la segunda, es una caracterización de la posición política que el Bloque representa en el movimiento obrero español. (N. del T.)

Acerca de la plataforma del Bloque Obrero y Campesino de Cataluña

He leído por primera vez en La Lutte de Classes{7} la declaración del llamado “Bloque Obrero y Campesino”, bajo cuyo nombre actúa la Federación Comunista Catalanobalear. Es de suponer que el documento esté traducido en La Lutte de Classes de un modo completo y justo. El documento en su totalidad, desde el comienzo al final, produce una impresión lamentable. Todo lo que he escrito en mi último trabajo La revolución española y sus peligros contra la política oficial de la Internacional Comunista en la cuestión española, se aplica por completo a la Federación Comunista Catalanobalear. Aún más; está última comete errores a los cuales la dirección de la Internacional Comunista ha renunciado ya, por lo menos en palabras.

Primero. El documento es lanzado por el “Bloque Obrero y Campesino”. ¿Qué es esto? ¿Un seudónimo de la Federación Comunista Catalanobalear? El bloque, es decir, la unión de los obreros y de los campesinos es una tarea política gigantesca que la vanguardia proletaria debe llevar a cabo. Esta tarea debe figurar inscrita en su plataforma. En lugar de esto, el “Bloque Obrero y Campesino” se convierte en el nombre de la organización revolucionaria. Esto no es nada más que una nueva edición del partido obrero y campesino. Sin embargo, incluso el VI Congreso de la Internacional Comunista renunció a esta idea reaccionaria bajo la crítica de la oposición de izquierda.

Segundo. En todo el documento no se pronuncia ni una sola vez la palabra comunismo. Aquél que oculta su comunismo ante las masas deja de ser comunista.

Tercero. Se habla de la revolución democrática, de la república democrática, de la revolución popular, sin la menor tentativa de un análisis de clase. El gobierno es acusado de indecisión, de oscilación, &c... Pero no se dice en ninguna parte que el gobierno es un gobierno de la burguesía, enemigo del pueblo. La crítica del gobierno de Alcalá Zamora coincide enteramente con la crítica de los mencheviques y socialistas revolucionarios con respecto al gobierno del príncipe Lvov-Kerensky. Con motivo del gobierno de Maciá no se dice nada.

Cuarto. El documento habla de una “construcción racional de la Sociedad”, sin explicar lo que esto quiere decir. Es el lenguaje de los “verdaderos” socialistas de antes de 1848. A continuación se dice: “La República debe significar una nueva organización social”. ¿Cuál? ¿Se trata de un régimen burgués o de un régimen socialista? La declaración juega al escondite con el capitalismo y con el socialismo.

Quinto. El hecho de haber dado a Alfonso la posibilidad de trasladarse al extranjero es presentado como un “primer profundo error del gobierno provisional”. ¿Error? ¿Es decir, que Alcalá Zamora no es suficientemente “consciente” en su política revolucionaria? Es así como los mencheviques plantean la cuestión. Llamar “error” lo que en la burguesía es un cálculo contrarrevoluciona- [sic] burguesía y ampararla ante las masas.

Sexto. “La república no debe ser una conquista para la burguesía, sino también para los obreros.” ¿Qué significa esta frase dulzona, vulgarmente democrática y profundamente falsa? ¿Dónde y cuándo ha existido una república que satisfaga al mismo tiempo los intereses de la burguesía y los de los obreros? De la burguesía republicana nosotros podemos y debemos exigir derechos democráticos y reformas sociales, desenmascarando sin cesar la república burguesa, incluso archidemocrática, como una máquina de la que se sirve la burguesía para extraer el sudor y la sangre de los obreros y campesinos.

Séptimo. La alusión a la república de 1873 va acompañada de esta moral increíble: “Así se creó una división entre el poder y el pueblo.” La abstracción del pueblo se separa de la abstracción del poder. ¿Acaso la burguesía se ha separado del pueblo trabajador? Pero es necesario aludir al ejemplo de 1873 no para insistir cerca de la burguesía para que sea dulce, mejor, generosa, cariñosa, sino para enseñar a las masas a no creer un sólo instante en la más “generosa”, en la más “dulce”, en la más “cariñosa” burguesía. He aquí como los marxistas plantean la cuestión.

Octavo. La plataforma hace un llamamiento a las “masas obreras para que se organicen en todo el país sobre la base de juntas revolucionarias.” ¿Con qué fin? No se indica ningún programa. No sólo no se indica que las juntas de esta clase deberán asegurar el tránsito revolucionario del poder a manos de los obreros y campesinos pobres, sino que siquiera se anticipa un programa de reivindicaciones transitorias: jornada de trabajo de siete horas, control de la producción, organización de las juntas revolucionarias de los obreros y los soldados para el levantamiento agrario. No se menciona ni una sola palabra acerca de que la junta es una organización del proletariado y de las masas explotadas contra la clase que está en el poder, es decir contra la burguesía. La junta es tomada, en tanto que “organización revolucionaria”, en el espíritu de la tradición pequeñoburguesa española.

Noveno. Al hablar de la importancia del levantamiento agrario, la declaración se refiere a las revoluciones francesa y rusa. Ni una palabra se dice sobre la experiencia de la revolución china que acaba de ser estrangulada, ante nuestros ojos, por la dirección de la Internacional Comunista. ¿La Internacional Comunista ha “resuelto” de un modo justo la cuestión agraria en China? Ni una palabra se dice. El comunista que no ha aprovechado las lecciones de la revolución china no tiene derecho a dirigirse a las masas para dar lecciones y lanzar manifiestos, sobre todo en un país revolucionario.

Diez. La declaración dice: “somos partidarios de un Estado por cada nación.” ¿Qué es lo que esto significa para España? ¿De qué nación se trata? La nación estatista para España panespañola se define así: “Unión de las repúblicas de Iberia.” ¿Qué es lo que esto significa? Si se trata de una federación es necesario decirlo mejor.

Once. “La defensa de la revolución debe ser la ley suprema.” ¿Defensa contra quién? La burguesía en el poder defiende “su” revolución contra el proletariado. Aquél que oculte este hecho con frases huecas sobre la defensa en general de la revolución en general contra los enemigos en general, ayuda a la burguesía a ahogar el proletariado bajo la bandera de la revolución.

Doce. El “Bloque Obrero y Campesino”, es decir, el partido obrero y campesino promete al final de la declaración “luchar con todas sus fuerzas por la realización total de la revolución democrática”, es decir, de la república burguesa sobre la base del parlamentarismo democrático. Entonces es preciso decirlo; pero en este caso es necesario por lo menos poner por delante reivindicaciones de derechos electorales democráticos, puesto que antes que la república “racional” y la “organización racional de la Sociedad” se realice sobre la península ibérica, es necesario, por lo menos, que la república burguesa de Alcalá Zamora de a la obrera y la campesina el derecho al voto.

Trece. El nombre del partido socialista no se menciona en la declaración. No se dice ni una palabra sobre los anarcosindicalistas. El partido comunista oficial no se menciona. Se diría que el “Bloque Obrero y Campesino” se dispone a obrar en el vacío.

Tales son las objeciones rápidas que creo necesario hacer sobre la base del texto publicado en La Lutte de Classes. Es posible que después la Federación Catalanobalear haya aportado a su declaración algún cambio, corrección o enmienda. Estoy dispuesto, claro está, a saludar cada paso de la Federación en el sentido del marxismo. Pero el documento, tal como está, representa un puro "Kuomintanguismo", transportado al suelo español. Las ideas y los métodos contra los cuales la oposición ha luchado implacablemente cuando se trataba de la política china de la Internacional Comunista, encuentran en este documento su expresión más completa y más funesta. Según creo, los dirigentes de la Federación Catalanobalear se delimitan sistemáticamente de la oposición de izquierda. Esto no es suficiente; la oposición de izquierda debe de delimitarse de un modo claro y preciso de las ideas y métodos expresados por la Federación Catalanobalear en el documento que brevemente acabamos de analizar. Una posición de partida falsa durante una revolución se traduce, inevitablemente, en el curso de los acontecimientos, en el lenguaje de la derrota.

La oposición de izquierda, por débil que sea, puede rendir servicios enormes al proletariado y a la revolución española. Pero para cumplir esta misión debe instaurar en sus propias filas un régimen de claridad, de honradez y de intransigencia.

A esto es a lo que invito a nuestros amigos españoles.

Kadikei, 8 de julio de 1931.

Sobre el Bloque Obrero y Campesino y su jefe Maurín

Lo más perjudicial, lo más peligroso, e incluso lo más nefasto, sería que en el espíritu de los obreros de Cataluña, de España y del mundo entero se fortificase el pensamiento de que nos hacemos solidarios de la política de la Federación Comunista Catalanobalear o que tenemos en ella alguna responsabilidad, o por lo menos, que estamos de ella más cerca que del grupo centrista. Los stalinianos presentan con todas sus fuerzas las cosas de este modo. Hasta ahora nosotros no hemos luchado contra esto bastante energía. [sic] Es tanto más importante y urgente disipar estos equívocos porque nos comprometen terriblemente y obstaculizan el desarrollo de los obreros catalanes y españoles.

Claro está que el denunciar a la Federación Catalanobalear es una tarea que corresponde, en primer lugar, a nuestros partidarios de Cataluña. Ellos deben de manifestarse mediante una crítica clara, abierta, precisa; una crítica que no oculte nada sobre la política de Maurín, de esa mezcla de prejuicios pequeñoburgueses, de ignorancia, de “ciencia” provinciana y de marrullería política.

En las elecciones a las Constituyentes, la Federación Catalanobalear ha recogido cerca de diez mil votos. Esto no es mucho. Pero en una época revolucionaria, una organización verdaderamente revolucionaria es capaz de aumentar en seguida. Pero hay, sin embargo, una circunstancia que empequeñece en mucho el peso de estos diez mil votos: En las elecciones a las Constituyente la Federación Catalanobalear ha obtenido en Barcelona menos votos que en las elecciones municipales, es decir, ha tenido menos votos en el centro revolucionario más importante.

Este hecho, mínimo a simple vista, tiene una significación sintomática enorme. Demuestra que mientras en los rincones más retirados del país se manifiesta un aflujo, aunque todavía débil, de los obreros hacia la Federación, en Barcelona la confusión de Maurín no atrae, sino que rechaza a los obreros. Es decir, la bancarrota inevitable de Maciá puede ayudar incluso a Maurín como quebrado de segundo orden.

Pero la importancia de la dirección actual de la Federación se demuestra por completo con las elecciones a las Constituyentes: ¡Se necesita ser “talentos” especiales para no saber ingeniárselas de manera que aumente su influencia en los tres meses de la Revolución!

¿Qué representa la Federación en el lenguaje de la política revolucionaria? ¿Es una organización comunista? ¿De derecha, centro o izquierda? No hay duda de que son los obreros revolucionarios, comunistas en potencia, los que votan por la Federación. Pero todavía no tienen ninguna claridad en la cabeza.

¿Y de dónde les puede venir esa claridad si están dirigidos por confusionistas? En estas condiciones, los obreros más decididos, los más entusiastas, los más consecuentes, deben precipitarse inexorablemente del lado del partido oficial. Este ha tenido en Cataluña menos votos que la Federación. Pero no es necesario creer que sean los peores elementos. Al contrario, la mayor parte de esos elementos podrán estar con nosotros, la Oposición Comunista de Izquierda, y lo estarán cuando despleguemos nuestra bandera.

Al comienzo de la revolución rusa de 1917, la mayoría de las organizaciones socialdemócratas rusas tenían un carácter mixto que comprendía en sus filas a los bolcheviques, a los mencheviques, a los conciliadores, &c. La tendencia por la unificación fue de tal manera grande que en la Conferencia del partido bolchevique a fines de marzo, Stalin, algunos días antes de la llegada de Lenin, se pronunció por la unificación con los mencheviques. Ciertas organizaciones de provincias siguieron siendo mixtas hasta la revolución de octubre.

Yo me represento a la Federación Catalanobalear como una especie de organización mixta semejante; organización no delimitada que comprende a los futuros bolcheviques y a los futuros mencheviques. Esto justifica la política que tiende a aportar en las filas de la Federación una diferenciación política. El primer paso en este camino debe ser denunciar la vulgaridad política del maurinismo. En esto no debemos tener piedad.

La comparación de la Federación Catalana con las organizaciones unificadas de Rusia pide, sin embargo, restricciones especiales. Las organizaciones socialdemócratas unificadas no excluían ningún grupo socialdemócrata existente. Todos tenían derecho a luchar por sus opiniones en el interior de la organización unificada.

La cosa es completamente diferente en la Federación Catalana. Esta pone en el índice al trotskismo. Todo confusionista tiene derecho a defender su confusión: pero el bolchevique leninista no puede elevar abiertamente la voz. Así, esta organización unificada mixta, colectiva, se delimita desde un principio del ala izquierda. Pero por esto precisamente se convierte en un bloque caótico de tendencias centristas y derechistas.

El centrismo puede desarrollarse bien hacia la izquierda, bien hacia la derecha. El centrismo de la Federación Catalana, que rechaza al ala izquierda durante la revolución, está condenado a una destrucción vergonzosa. La tarea de la Oposición de Izquierda consiste en precipitar esa destrucción mediante una crítica implacable.

Pero hay otra circunstancia a la cual hay que prestar una importancia excepcional. La Federación Catalana está oficialmente por la unificación de todas las organizaciones y grupos comunistas. Es cierto que los miembros de la base quieren sincera y lealmente esta unidad, aunque a esta consigna concedan todo género de ilusiones.

Nosotros somos completamente ajenos a estas ilusiones. Luchamos por la unidad, porque en los cuadros de un partido unificado esperamos hacer con éxito un trabajo progresivo de delimitación ideológica sobre la base de las cuestiones y de las tareas impuestas, no desde fuera, sino derivados del desarrollo de la revolución española misma. Pero de todos modos nosotros sostenemos la lucha por la unificación de los comunistas.

La cuestión fundamental de esta unificación es para nosotros el derecho a la posibilidad de luchar por nuestras consignas, por nuestros puntos de vista en los cuadros de la organización unificada. Podemos y debemos prometer una lealtad completa en esta lucha; pero esta condición fundamental es destruida desde el principio por la misma Federación, que luchando bajo la bandera de la unidad, destierra a los bolcheviques leninistas de sus propias filas. En estas condiciones, apoyar a los dirigentes de la Federación Catalana en la lucha por la unidad del Partido Comunista sería la mayor torpeza por nuestra parte.

En el Congreso de Unificación Maurín se dispone a tocar el primer violín. ¿Podemos tolerar en silencio esta hipocresía desagradable? Al luchar contra la Oposición de Izquierda, Maurín imita a la burocracia staliniana para ganar sus favores. En realidad dice a los stalinianos: “Dadme vuestra bendición y, ante todo, vuestros subsidios, y os prometo luchar contra los bolcheviques leninistas, no por temor, sino de una manera sincera.”

La actividad unificadora de Maurín no es más que una forma de “chantage” hacia los stalinianos. Si nosotros nos callásemos, no seríamos revolucionarios, sino auxiliares pasivos del “chantage” político. Debemos denunciar implacablemente el papel de Maurín, es decir, su charlatanismo “unificador”, sin debilitar un solo instante nuestra lucha por la unificación real de las filas comunistas y sin debilitar nuestra lucha para que las filas comunistas se pongan bajo nuestra bandera.

Kadikei, 12 de junio de 1931.

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Los kornilovistas y los stalinistas españoles

La Pravda se ha callado hasta ahora sobre la situación en Alemania. Sin embargo, publicó el 9 de septiembre un artículo sobre España. El artículo es extraordinariamente aleccionador. Claro está que sobre la revolución española arroja sólo una luz muy débil; pero, en cambio, ilumina intensamente las convulsiones políticas de la burocracia stalinista.

El artículo dice: “Después de la derrota de la huelga general del mes de enero, comenzaron a decir los trotskistas (siguen a continuación los improperios de ritual, L. T.) que había fracasado la revolución y que comenzaba el período de decadencia.” ¿Es esto cierto? Si en España hubiera revolucionarios tan deplorables que en el mes de enero de este año hubieran estado dispuestos a enterrar la revolución, desde luego no tendrían nada de común, ni podrían tenerlo, con los oposicionistas de izquierda. Un revolucionario puede considerar como agotado el período revolucionario sólo después de que las pruebas objetivas no dejen ya lugar alguno a dudas. Pero hacer pronósticos pesimistas a base de su propia depresión, pueden hacerlo sólo los melancólicos sentimentales, pero jamás los bolcheviques leninistas.

En mi folleto La revolución española y sus peligros he expuesto el problema de la línea del desarrollo de la revolución española y de sus posibles ritmos. La revolución rusa de 1917 alcanzó su punto culminante a los ocho meses. Pero de ninguna manera es obligatorio este plazo para la revolución española. La gran revolución francesa dio el poder a los jacobinos sólo al cuarto año. Esta condición existe también en España: en el momento del cambio de régimen republicano el partido comunista se encontraba en pañales. Tanto por este motivo como por una serie de otras consideraciones, nos parecía probable que la revolución española se desarrollara lentamente a través de una serie de etapas, incluso de la parlamentaria.

Al mismo tiempo recordábamos que el camino de la revolución está lleno de determinados altos y bajos. El arte de dirigir consiste, entre otras cosas, en no dar la orden de ataque cuando la marea baja y en no descuidar el momento en que suba. Sobre todo no se deben equiparar las oscilaciones especiales de la coyuntura con la totalidad del camino. Después de la derrota de la huelga general de enero, se produjo en España una depresión parcial de la revolución. Sólo los charlatanes y los aventureros pueden ignorar la marea baja. Pero sólo también los cobardes y los desertores pueden hablar de una liquidación de la revolución. El revolucionario es el último que abandona el campo de batalla. El que intenta enterrar en vida la revolución sólo merece un balazo.

De la depresión temporal y de la interrupción de la revolución española nació la contrarrevolución. Estos cambios dramáticos se observan en el desarrollo de toda revolución. Después de la derrota en una gran batalla, retroceden las masas y permanecen calladas. Una dirección poco templada en la lucha suele inclinarse a dar excesiva importancia a las dimensiones de la derrota. Todo esto alienta al ala extrema de la contrarrevolución. Tal es la mecánica política de la intentona del general Sanjurjo. Pero precisamente el que entren en escena los peores enemigos del pueblo, produce sobre las masas el efecto de latigazos y sirve para despertarlas. Lo cual no pocas veces sorprende hasta a los mismos jefes de la revolución.

“La rapidez y la facilidad de la liquidación de la rebelión de los generales –escribe _Pravda_– demuestra que todavía no se han destruido las fuerzas de la revolución. El ascenso revolucionario recibió, gracias a los acontecimientos del 10 de agosto, un nuevo impulso.” Esto es completamente justo; se puede incluso decir que es lo único justo que hay en todo el artículo.

¿Le cogieron los acontecimientos totalmente de sorpresa al partido comunista oficial? Si tenemos en cuenta exclusivamente el testimonio de Pravda, hay que contestar afirmativamente. El artículo tiene por título "Los obreros vencen a los generales". No cabe duda que si los obreros revolucionarios no se hubiesen opuesto a la intentona monárquica, habría tenido que ir al destierro, no Sanjurjo, sino Alcalá Zamora. En otras palabras: con su heroísmo y con su sangre ayudaron los obreros a la burguesía republicana a mantener el poder en sus manos. Haciendo como si no hubiera observado estos hechos, dice la Pravda: “El partido comunista se esfuerza por luchar... contra las intentonas de la derecha de tal manera que no se manifieste ni siquiera la sombra de un apoyo al Gobierno contrarrevolucionario actual.” Por lo que el partido comunista se esfuerce es un problema suyo. De lo que se trata es de los resultados de ese esfuerzo. El ala monárquica de los poseedores intentó derribar al ala republicana, porque los republicanos temían, sobre todo, enemistarse con los monárquicos. Pero en el escenario se presentó el proletariado. “Los obreros vencen a los generales”. Los monárquicos van al destierro, los republicanos burgueses continúan en el poder. ¿Cómo se puede sostener frente a tales hechos que el partido comunista “no manifestó al Gobierno contrarrevolucionario actual ni siquiera la sombra de su apoyo”?

¿Resultó de lo dicho que el partido comunista debió lavarse las manos frente al conflicto entre los monárquicos y los republicanos burgueses? Semejante política sería un suicidio; lo hemos observado en la experiencia de 1925 de los centristas búlgaros. Pero sólo en un caso podían los obreros españoles no prestar apoyo temporal a los republicanos burgueses en su definitiva lucha contra los monárquicos, es decir, si ellos mismos hubieran sido suficientemente fuertes para coger el poder. Los bolcheviques rusos eran en agosto de 1917 incomparablemente más fuertes que los comunistas españoles en agosto de 1932. Pero tampoco tenían los bolcheviques la posibilidad de llegar al poder inmediatamente después de la lucha contra Kornilov. Gracias a la victoria de los obreros sobre los kornilovistas; existió el Gobierno Kerensky todavía dos meses. Recordemos una vez más que las tropas de los marineros bolcheviques defendían incluso el Palacio de Invierno de Kerensky contra los kornilovistas.

El proletariado español se mostró suficientemente fuerte para derrotar la rebelión de los generales; pero demasiado débil para incautarse del poder. En estas condiciones la lucha heroica de los obreros tuvo inevitablemente que fortalecer al Gobierno republicano, por lo menos temporalmente. Sólo pueden negar esto gentes que no tienen nada en la cabeza y que sustituyen el análisis de los acontecimientos por frases banales.

La tragedia de la burocracia española consiste precisamente en eso –lo mismo en España que en Alemania–: en no ver los contrastes reales en el campo del enemigo, es decir, en no ver a la luz de la realidad las clases y sus luchas. Después del “fascista” Primo de Rivera, vino el “fascista” Alcalá Zamora, en alianza con los “socialfascistas”. Frente a tal teoría no resulta extraño que cuando el conflicto entre los monárquicos y los republicanos estalló a consecuencia de la presión de las masas, cogiera sorprendidos a los stalinistas. Respondiendo a un instinto justo, los obreros se lanzaron a la lucha llevando consigo a los comunistas. Pero después de la victoria de los obreros sobre los generales, empieza la Pravda a recoger los añicos de su teoría para pegarlos de nuevo como si no hubiera pasado nada. Porque éste es el sentido de la estúpida fanfarronería al decir que el partido comunista no manifiesta “ni siquiera la sombra de un apoyo” al Gobierno burgués.

En realidad, el partido comunista no sólo prestó su apoyo objetivo al Gobierno, sino que tampoco, como se deduce del propio artículo de Pravda, supo delimitarse subjetivamente de él. Dice la Pravda: “No todos los miembros del partido, no en todas las organizaciones provinciales se ha logrado destacar suficientemente la fisonomía del partido comunista para oponerla frente a los socialfascistas y republicanos, al mismo tiempo que se demostraba que el partido lucha, no sólo contra los monárquicos, sino también contra el Gobierno “republicano” que defiende a estos monárquicos.” En toda la literatura de los stalinistas se sabe siempre lo que quieren decir cuando emplean palabras tales como “no todos los miembros”, “no en todas las organizaciones”: es la habitual máscara para encubrir la cobardía del pensamiento. Cuando el 15 de enero de 1928 confesó Stalin por primera vez que el “kulak” no era un invento de la Oposición de Izquierda, dijo la Pravda: “en algunas regiones, en algunos departamentos... había aparecido el “kulak”. Como las faltas son sólo de los órganos ejecutivos, se exteriorizan inevitablemente en “algunos lugares”. El partido se nos presenta entonces como una simple suma de los grupos provinciales.

En realidad, la frase citada, después de despojarla de las habilidades cancillerescas, quiere decir: “el partido comunista no ha sabido destacar su fisonomía” en la lucha contra los monárquicos; no ha sabido “ponerse frente a los socialfascistas y a los republicanos”. Dicho en otras palabras: “el partido, no sólo prestó apoyo temporal al Gobierno de los republicanos burgueses y de los socialdemócratas, sino que tampoco ha sabido crecer durante la lucha a costa de ellos”.

La debilidad del partido comunista español como consecuencia de la política de una I. C. de epígonos, no permitió que el 10 de agosto el proletariado extendiera los brazos para coger el poder. Al mismo tiempo, el partido estaba obligado a tomar parte en la lucha, y participó, en efecto, en ella como el flanco izquierda del frente general, en cuya ala derecha se presentaron los republicanos burgueses. La coalición gubernamental no olvidó ni por un minuto presentar su cara, mientras frenaba la lucha, puso coto a las masas y pasó inmediatamente de la victoria sobre los monárquicos a la lucha contra los comunistas. Por lo que se refiere a los stalinistas rusos, demostrar que “el partido lucha no sólo contra los monárquicos, sino también contra el Gobierno _republicano_”.

En esto estriba toda la cuestión. En vísperas de los acontecimientos puso el partido negros a todos sus enemigos y adversarios, pintándolos a todos con la misma tinta. Pero en el momento de la lucha aguda se pintó a sí mismo con el color de los adversarios, al mismo tiempo que se mezclaba pasajeramente en el frente republicanosocialista. De esto pueden extrañarse sólo los que no hayan comprendido todavía el carácter del centrismo burocrático. En teoría (si es que este término puede emplearse justamente en este caso) se defiende contra los ataques oportunistas, renunciando, en general, a todas las diferencias de clase y de políticas: Hoover, Papen, Vandervelde, Gandhi, Rakowsky, todos ellos son “contrarrevolucionarios”, “fascistas”, “agentes del imperialismo”. Pero cualquier cambio súbito de los acontecimientos, cualquier nuevo peligro, hace que los stalinistas se arrodillen en la práctica junto a unos adversarios para combatir a otros “contrarrevolucionarios” y “fascistas”.

Ante los peligros de guerra, los stalinistas votan en Amsterdam a favor de la diplomática, hipócrita y desleal resolución del general Schönaich, de la masonería y del burgués indio Patel, para quien Gandhi es el supremo ideal. En el Reichstag alemán se muestran los comunistas dispuestos repentinamente a votar por el presidente “socialfascista” para derrotar al presidente “nacionalfascista”; es decir, se colocan en el terreno de la teoría del “mal menor”. En España, en el momento del peligro se muestran como incapaces de colocarse frente a los republicanos burgueses. ¿No es evidente que no se trata de “miembros determinados", sino de una enfermedad del centrismo burocrático?

La intervención de las masas en el conflicto de los dos sectores que las explotan dio a la revolución española un importante impulso. El Gobierno Azaña se vio obligado a anunciar la confiscación de los bienes de la grandeza de España, una medida de la cual sólo hacía unas semanas estaba más distante que de la vía láctea. Si el partido comunista hubiera sabido diferenciar las clases y sus agrupaciones políticas; si hubiera previsto el verdadero transcurso del desarrollo; si hubiese criticado a los adversarios por sus verdaderas culpas y crímenes, entonces hubieran visto en la reforma agraria del Gobierno Azaña un resultado de la política del partido comunista y se hubieran dicho: ¡Dirigidos por el partido comunista marcharemos hacia adelante!

Si el partido comunista estuviera convencido y resueltamente dispuesto a adoptar el camino del frente único, que se impone por la fuerza de las circunstancias generales, y si hubiera criticado a la socialdemocracia, no por su fascismo, sino por su debilidad, por su vacilación y su infidelidad en la lucha contra el bonapartismo y el fascismo, entonces hubieran aprendido mucho las masas, tanto de la lucha en común como de la crítica, y seguirían más decididamente al partido comunista.

Pero con la política actual de la Internacional Comunista se convencen las masas, a cada nuevo cambio de la situación, que no sólo los enemigos de clase y los adversarios no hacen lo que predicaban los comunistas, sino que también el mismo partido comunista abandona en el momento decisivo todo lo que decía. Por eso no se consolida la confianza en el partido comunista. Y en eso principalmente reside el peligro de que la semirreforma agraria del Gobierno Azaña sirva políticamente en beneficio de la burguesía y no del proletariado.

En condiciones particularmente propicias, excepcionalmente felices, puede la clase obrera vencer incluso con una mala dirección.

Pero condiciones particularmente propicias se presentan rara vez. El proletariado tiene que aprender a vencer en condiciones menos propicias. Mientras tanto, la dirección de la burocracia stalinista impide al comunismo, como lo demuestra la experiencia de todos los países, y como lo confirma la experiencia de cada nuevo mes, aprovecharse incluso de una situación propicia, fortalecer sus filas y maniobrar activamente mientras encuentra la orientación justa con respecto a las agrupaciones de los enemigos, semienemigos y aliados. En otras palabras: la burocracia stalinista es hoy el impedimento interior más importante en el camino hacia la victoria de la revolución proletaria.

Prinkipo, 20 de septiembre de 1932.

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{1} Se refiere al Bloque Obrero y Campesino, que dirige Maurín.

{2} Comunista alemán separado de la Oposición por su posición sobre ciertos problemas políticos. (N. del T.)

{3} Trotsky hace aquí alusión a la cuestión planteada por Louzon en La Révolution Prolétarienne. (N. del T.)

{4} Pierre Monatte es el director de la revista sindicalista francesa La Révolution Prolétarienne (N. del T.)

{5} Esta carta está dirigida al Secretariado Internacional de la Oposición Comunista de Izquierda (N. del T.)

{6} Órgano semanal de la oposición comunista francesa.

{7} Órgano teórico de la Liga Comunista francesa. (N. del T.)

(León Trotski, La Revolución Española, Editorial Fénix (Vida Nueva 10), Madrid 1933, páginas 81-102.)