Jos� Ram�n Garc�a Men�ndez: Entre dos orillas: Argentina: Algo est� por pasar (I) (original) (raw)

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12 de diciembre del 2007

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Entre dos orillas

Argentina: Algo est� por pasar (I)

Jos� Ram�n Garc�a Men�ndez (*)

La Insignia. Espa�a, diciembre del 2007.

En palabras de J. K. Galbraith, se puede saborear al m�ximo la muy variada imbecilidad del comportamiento humano durante el p�nico de una crisis, pues, mientras se suceden momentos angustiosos y de histeria colectiva, algunos inversionistas arruinados se arrojan desde los rascacielos o prueban el fr�o sabor del ca��n de una 38. Mientras tanto, advierte Galbraith, lo �nico que se pierde es el papel y la tinta que viste al 'dinero'. Sin duda, no compartieron el ir�nico juicio de Galbraith la mayor�a de argentinos sumidos en la una reciente tragedia econ�mica que a�n se aprecian sus duros coletazos. Tragedia entendida como peculiar combinaci�n de drama y representaci�n, de texto econ�mico y espect�culo medi�tico, enfrentando las contradicciones entre �lo legible' y 'lo visible' siempre presentes en cualquier incidente pol�tico-econ�mico.

En los �ltimos a�os, especialmente a partir de las consecuencias recesivas del Plan Austral, se inici� una peculiar saga en las tiras c�micas de los diarios bonaerenses que podr�amos denominar como "radiograf�a del est�mago popular" argentino. De la mano del genial Fontanarrosa, somos testigos del di�logo de patio de dos vecinas de San Telmo. "Es que la situaci�n econ�mica, do�a, ha modificado nuestra pr�ctica religiosa: nosotros, a�os atr�s, siempre rez�bamos en familia antes de comer", dice una de ellas. "�Y han dejado de rezar?". "No -responde-, hemos dejado de comer toda la familia". El olor a asado de tira saliendo de una obra o la venta de la parrilla a la ferralla por falta de uso, representaba uno de los term�metros de la fiebre econ�mica de un pa�s desde finales del siglo XIX. Un pa�s que, contando con todos los recursos imaginables, incluidos el de capital humano, soporta desde la normalizaci�n democr�tica la fuerte presi�n de necesidades b�sicas no cubiertas y que se relajan, en parte y moment�neamente, en asaltos a comercios y reclamos de "piqueteros" ante la hostil legislaci�n del 'corralito' financiero y las consecuencias normativas y financieras posteriores. Un corral que no s�lo ha castigado el esfuerzo del modesto ahorrador sino que, adem�s, premia con la impune tranquilidad al corrupto que pastorea los capitales evadidos desde la dictadura militar en un sector inmobiliario motivado por intereses especulativos o en alguno de los conocidos para�sos fiscales.

Como la ceguera y la fama p�stuma de Jorge Luis Borges, la profunda crisis pol�tica, econ�mica y social de Argentina es, a partir del 2000 creciente y sin punto de retorno en ese m�ximo reconocimiento de esterilidad pol�tico-econ�mica que se denomin� "corralito" y que el ministro Cavallo ofreci� a De la R�a como un alfajor envenenado envuelto en un celof�n que brilla bajo la marca "legitimidad de origen che, pero garrote de ejercicio", mientras las ciudades se sitian por piqueteros desesperados y caceroladas, representaci�n y vertebraci�n de una sociedad al borde del paroxismo. Tiempo atr�s, en un reportaje televisado, pudimos contemplar at�nitos c�mo una se�ora de edad que hab�a sido golpeada por la polic�a antidisturbios en el bloqueo de la autopista de Buenos Aires a Avellaneda, se dirige a las c�maras y tomando con fuerza el micr�fono exclama: "Se�or presidente de los argentinos..., haga algo porque nos estamos matando pobres contra pobres..." Mientras tanto, De la R�a llena el tanque de combustible del helic�ptero que lo rescatar� por �ltima vez de la Casa Rosada.

En esta tragedia, a pesar de los a�os transcurridos, qu� cerca est� el legado econ�mico amargo de la dictadura militar que entreg� el pa�s de la "plata dulce" a los acreedores transnacionales. Un legado hist�rico en el que "Dios era argentino" y el especulador "un divino operador financiero". Un legado, en fin, adormecido con la misma marcha militar de los vuelos nocturnos sobre las aguas turbulentas del R�o de la Plata que acompa��, primero, la especulaci�n del mercado del arte con sonadas adquisiciones de Pueyrred�n, Berni o Victorica, y, despu�s, la complicidad del d�lar barato que subvencion� el paseo tur�stico y la importaci�n de chucher�as en las abultadas panzas de las criaturas de Aerol�neas Argentinas.

En las bambalinas de la representaci�n del pen�ltimo acto de la tragedia argentina, qu� cerca est� la labor "educativa" de la informaci�n pol�tico-econ�mica del gobierno militar de 1976. �mbito Financiero representaba la fuente documentada y el est�mulo a la especulaci�n, alentando una modalidad de informaci�n econ�mica apegada a la 'volatilidad' del lenguaje en el que sutilmente 'lo urgente' acaba desplazando a 'lo importante', hasta el punto que un argentino m�nimamente informado dominaba la cotizaci�n del d�lar, los tipos de inter�s de intermediarios financieros, se hac�a eco de la tasa de inflaci�n esperada o discut�a en las aceras de la calle Corrientes o Florida sobre alguna medida fiscal propuesta por Mart�nez de Hoz sin cuestionarse cu�nto costaba mantener los aparatos burocratizados y corruptos de la administraci�n p�blica. El final de la representaci�n se precipita: de la "patria financiera" de la dictadura militar a la "diosa crisis" que comienza no s�lo a dar respeto sino, m�s bien, temor ante su af�n de destapar las fosas s�pticas de la compleja econom�a argentina (d�nde est�n los capitales fugados, qui�n se ha beneficiado de la deuda externa, c�mo se ha desarrollado el proceso de privatizaci�n, d�nde est�n otra vez los capitales fugados). Y todo sucede con un sigilo c�mplice como si el silencio pudiera descodificar, a veces, el complejo de culpa colectiva y, otras veces representara al malvado Duke Mantee en El bosque petrificado, personaje y parodia al mismo tiempo como el mismo y hier�tico Humphrey Bogart cuando, en un plano largo, se asoma al exterior y anuncia: "nada se mueve ah� afuera, todo es fr�o y silencio... algo est� por pasar."

(*) Universidad de Santiago de Compostela (Espa�a). Correo electr�nico: earoe[arroba]usc.es