Mario Roberto Morales: Discurso de ingreso en la Academia Guatemalteca de la Lengua (original) (raw)

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12 de marzo del 2008

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Intelicidio, Ilustraci�n y cultura letrada

Discurso de ingreso

en la Academia Guatemalteca de la Lengua

Mario Roberto Morales

La Insignia. Guatemala, marzo del 2008.

Al empezar el siglo XXI, a la intelectualidad hispanohablante se le plantea un desaf�o ineludible: el de impedir que el idioma espa�ol se desarticule y desintegre. No se trata de defender purismos ling��sticos, sino de impedir que pr�stamos e influencias innecesarios sustituyan a elementos constitutivos de nuestro idioma, y que lo hagan cambiar desbordando sus propias leyes de desarrollo y evoluci�n, llev�ndolo a sufrir una creciente contaminaci�n incurable que pueda hacerlo desaparecer como tal. Este desaf�o se nos presenta a�n m�s dif�cil si tomamos conciencia de que en estos tiempos la defensa de nuestra lengua no se agota en el problema ling��stico, sino que forma parte de la urgente e impostergable reivindicaci�n de algo que tambi�n se encuentra en serio peligro de extinci�n: la cultura letrada como totalidad org�nica que conforma nuestra historia, nuestra cultura y nuestra civilizaci�n.

Fue durante la segunda mitad de los a�os cincuenta del siglo XX cuando se cav� la brecha generacional entre quienes hab�an vivido el conservadurismo acomodado de la segunda posguerra, y los j�venes que hicieron de la rebeli�n contra sus padres una especie de dom�stica misi�n heroica y de pose identitaria de diferenciaci�n cultural. A partir de la adopci�n de formas de vestir propias de los obreros (usando prendas como las camisetas blancas, los pantalones de lona y los zapatos de le�ador), los j�venes de clase media de entonces inventaron formas de caminar, hablar y gesticular, muy ligadas a las conductas de los hombres de la clase trabajadora que llevaban una vida marginal y profesaban una moral espont�neamente antiburguesa.

A fines de los cincuenta y principios de los sesenta, los mercad�logos y publicistas de la Avenida Madison, de Nueva York, decidieron convertir a las juventudes de entonces en consumidoras disciplinadas de los productos que anunciaban, y desplegaron una estrategia publicitaria y de mercadeo basada en el eje imaginario de la cultura juvenil: la rebeli�n. Una rebeli�n que el mercado aprobaba aunque no como movimiento para cambiar la sociedad (como ocurr�a entonces con la lucha por los derechos civiles y las guerras de liberaci�n nacional) sino como gratificante ejercicio consumista. Fue as� como se empez� a invitar a los j�venes a "atreverse" a consumir tal o cual producto juvenil o a "transgredir" lo establecido usando determinadas prendas de vestir y otros admin�culos. La estrategia tuvo tal �xito que en las d�cadas subsiguientes se generaliz� a grupos de todas las edades, logrando con ello captar a la humanidad adulta para el ejercicio disciplinado del consumismo hedonista, hasta llegar a los a�os noventa, cuando por medio de campa�as como la de My first Sony y programas como los Teletubbies, la ofensiva de mercado logr� incluir a los beb�s entre los felices habitantes del vertiginoso y oropelado mundo del consumismo de im�genes y sonidos, fabricados para captar el inter�s de un televidente cada vez menos capaz de enfocar y mantener la atenci�n por un tiempo prolongado.

Por ello, en una era en que varias generaciones de j�venes han sido educadas por los medios masivos para aborrecer la lectura y en su lugar ver pel�culas, pero en la que las instituciones de educaci�n formal las obligan a estudiar con libros, a leer art�culos, ensayos, novelas y hasta poemas, vale la pena preguntarse por qu� existe la cultura letrada, para qu� ha servido y por qu� el sistema educativo nos la impone afirmando que es importante, sin explicarnos jam�s en qu� consiste esa importancia y mucho menos su utilidad pr�ctica. Cuando se intenta explicar su importancia y utilidad, por lo general se hace mediante pedanter�as cursilonas de aburridos profesores con pose de ratones de biblioteca, que a muchos j�venes les parecen -con absoluta raz�n- rid�culos, por desfasados y obsoletos.

C�mo no aceptar que a un adolescente le cueste trabajo comprender que alguna vez hubo una �poca en que a las juventudes les parec�an apasionantes las Humanidades, si se trata de un joven que tampoco puede imaginar un mundo sin tel�fonos m�viles, televisi�n, Internet, ipods ni Mp3, es decir, sin comunicaci�n, entretenci�n e informaci�n inmediatas, fragmentarias y sin jerarqu�as. Si en 1967 los estudiantes que se graduaban de la secundaria en Estados Unidos hab�an ya experimentado quince mil horas de televisi�n, habiendo as� moldeado su percepci�n de lo real a partir de impresiones pl�sticas y no de conceptos, cuarenta a�os despu�s tenemos una humanidad cuya casi nula capacidad letrada la lleva a asumirse tranquilamente como incapaz de explicar el sentido de su propia vida, ech�ndose en cambio en los c�modos brazos de toda suerte de fundamentalismos, incluido el del consumo perenne y disciplinado como forma de llegar a ser respetable. �Qu� tiene qu� hacer la palabra escrita en un mundo oral y visual, lleno de color, sonido y movimiento? se pregunta el joven que llega por primera vez a la escuela o la universidad. La sucesi�n de significados por medio de palabras escritas es demasiado lenta comparada con la sucesi�n de im�genes en un texto audiovisual y, adem�s, �ste es m�s f�cil de procesar cerebralmente que aqu�l, porque nos hace sentir primero y pensar despu�s; en cambio, para sentir el texto escrito, hay que pensarlo y descodificarlo antes. �Para qu� molestarse entonces en leer? Ante un joven que siente y piensa as�, como resultado de muchos a�os de consumo televisivo, la lectura, propuesta como una hostil obligaci�n inspirada en el aburrido ejemplo de tristes y estirados sabiondos, es un enorme error del sistema educativo.

Una de las muchas cuestiones que se les escapan a las mentalidades tradicionalistas y a las que siguen las modas pedag�gicas en materia de educaci�n, es explicar de qu� manera la cultura audiovisual de hoy d�a se asienta en la cultura letrada. Si no se explica esto con claridad, es imposible hacer entender a los j�venes por qu� una unilateral educaci�n audiovisual para la entretenci�n consumista y para la eficiencia en un saber limitad�simo cuyas relaciones con otros saberes u otras ramas del mismo no se le ense�an, de hecho atrofia las naturales capacidades cerebrales de realizar an�lisis y s�ntesis, y de llegar a conclusiones acerca de los problemas que se acometen, puesto que el cerebro trabaja m�s cuando la persona duerme que cuando ve televisi�n. La capacidad letrada es vital para acceder al conocimiento cient�fico y para ejercer la interpretaci�n y la pr�ctica en los hechos sociales. Esto lo deber�a saber y comprender cualquier estudiante.

La escritura es uno de los elementos que definen a las culturas altamente desarrolladas porque un sistema de escritura implica un grado de abstracci�n que s�lo alcanzan las civilizaciones que han logrado explicarse el Universo mediante an�lisis sistem�ticos como los de los n�meros y sus infinitas posibilidades de combinaci�n, y tambi�n puesto en pr�ctica formas de producci�n organizada y edificado conjuntos arquitect�nicos monumentales para expresar la armon�a de su visi�n del mundo. El paso de la escritura ideogr�fica a la alfab�tica implica el descubrimiento de la movilidad intercambiable de los significados dentro de un mismo sistema de comunicaci�n, y esto sin duda constituye una cumbre en el desarrollo del pensamiento, pues un sistema m�vil de caracteres y vocablos que se combinan en infinitas posibilidades sem�nticas, puede dar cuenta de una manera cada vez m�s precisa y profunda de la intrincada complejidad dial�ctica del mundo real. La mayor riqueza de un idioma -expresada siempre en sus mejores obras est�ticas- refleja por ello la mayor sofisticaci�n de una cultura. De ah� que mientras m�s l�xico y mejor sintaxis maneje una persona, su comprensi�n de la realidad ser� m�s precisa y profunda. No es cierto aquello de "lo s� pero no lo puedo explicar". Si no se pueden explicar los hechos y las ideas con palabras es porque aqu�llos no se comprenden, ya que s�lo con palabras es posible pensar.

Por ello, resulta alarmante que la sustituci�n medi�tica de la cultura letrada por el consumismo audiovisual haya dado como resultado una pertinaz imprecisi�n en el uso del idioma cuando el hablante suplanta palabras de significado espec�fico por generalidades vac�as como "el rollo", "el coso", "la onda" y otras que, aunque a veces tengan significados espec�ficos, por el uso que el hablante iletrado les da, quedan vac�as de sentido haci�ndolas equivaler casi a se�alar los objeto con el dedo, sobre todo cuando echa mano del tartamudeo de las interjecciones, las onomatopeyas y los gestos en sustituci�n de las palabras.

A este uso impropio del idioma contribuye el abuso de vocablos supuestamente cultos por parte de personas con m�s pedanter�a que educaci�n, as� como la adopci�n -por parte de periodistas, pol�ticos, predicadores y otros "comunicadores sociales" y personajes medi�ticos- de t�rminos provenientes de traducciones literales del ingl�s, como las que est�n produciendo millones de analfabetos inform�ticos, y de muletillas y usos arbitrarios como los del deque�smo, el "loque�smo", el "ose�smo", el "debede�smo" y otros que afectan no s�lo el l�xico sino sobre todo la sintaxis, es decir, la estructura y la dial�ctica mismas del idioma.

Estos usos arbitrarios responden a la ignorancia, la pereza, el desprecio y la irresponsabilidad respecto de nuestro veh�culo de comunicaci�n, y resultan en gran parte de la sustituci�n de lo letrado por lo audiovisual, ya que la mente del consumidor de im�genes y sonidos se acostumbra a procesar cerebralmente los sonidos y las im�genes (es decir, los signos) de los significantes, y no (como en la cultura letrada) los significantes de los signos. Para procesar adecuadamente el significante de los signos se necesita un desarrollo de la inteligencia que s�lo se puede adquirir mediante el entrenamiento en los c�digos letrados.

No se trata por supuesto de proponer purismo alguno como sin�nimo de correcci�n y propiedad idiom�ticas, pues es cosa sabida que cada lengua posee en s� misma los mecanismos adecuados para cambiar y evolucionar sin deformarse ni desaparecer. El problema con estos usos impropios de la lengua es que atentan contra su estructura, su psicolog�a y, por tanto, su existencia misma. Por eso deben ser rechazados y combatidos. La sustituci�n de la cultura letrada por la audiovisual constituye, ni m�s ni menos, un proceso inducido de incapacitaci�n cerebral para realizar an�lisis, s�ntesis, conclusiones y soluciones a los problemas concretos. Es decir, constituye un abierto y desembozado asesinato de la inteligencia, un intelicidio, si se me permite el uso de este t�rmino que no figura en el Diccionario de la Lengua Espa�ola pero que considero imprescindible para tratar este problema.

La cultura letrada es el �nico veh�culo capaz de permitirnos analizar, sintetizar y convertir en pr�ctica el conocimiento abstracto, porque la palabra es el resultado y el veh�culo del conocimiento y de su dimensi�n transformadora. En tal sentido, el �mbito audiovisual, producto del desarrollo tecnol�gico, se asienta en la cultura letrada y de hecho puede constituir un inmejorable complemento de ella. La cultura letrada es la base de la civilizaci�n, y la cultura audiovisual es expresi�n de sus valores letrados. El problema surge cuando la cultura audiovisual (como est�mulo consumista) se impone en calidad de sustituta de la letrada, porque eso implica una consecuente inhibici�n de la capacidad de atenci�n, de desciframiento de los c�digos letrados y, por eso mismo, una atrofia de la capacidad anal�tica y sint�tica, y de la de pensar con radicalidad, es decir, yendo a la ra�z causal de los problemas; tambi�n implica la incapacidad de ser cr�ticos o, lo que es lo mismo, de ejercer el propio criterio. La sustituci�n de lo letrado por lo audiovisual tecnol�gico produce una grave merma en las capacidades cognoscitivas porque (y nunca se insistir� demasiado en esto) frente a lo audiovisual el cerebro recibe las im�genes y luego procesa sus significados, mientras en lo letrado el cerebro primero debe descodificar los signos para despu�s poder sentir el efecto de su sentido. El esfuerzo descodificador es mayor a la hora del consumo de cultura letrada. Por eso, un ni�o televidente es reacio a leer. Y por eso tambi�n, desde inicios de los a�os noventa, los estudiantes llegan a los planteles educativos rehus�ndose f�rreamente a estudiar, al extremo de haber hecho de la ignorancia letrada un valor y un v�nculo de cohesi�n grupal y de identidad juvenil. De nuevo la rebeli�n, pero esta vez no contra el conservadurismo acomodado sino contra el conocimiento como tal. Contra la esencial capacidad humana que nos diferencia de otras especies animales. El intelicidio de que hablamos es, pues, un hecho esencialmente deshumanizador.

Como se sabe, las Humanidades son un conjunto de disciplinas que nos estudian como seres pensantes y con sentimientos, y no como entidades biol�gicas o f�sicas. La condici�n humana frente al tiempo, la muerte, el amor, el destino, el poder, la injusticia, la desgracia y, en fin, todo aquello que empuja a preguntarse por el sentido pasado, presente y futuro de la existencia, es lo que estudian las Humanidades, en especial la filosof�a, la teolog�a, la historia del arte y tambi�n la literatura, pues la humanidad deja siempre un registro escrito (en cuevas, estelas, murales, c�dices y libros) de su paso por el mundo, de sus logros materiales y espirituales, de su cultura, sus diferencias, sus iras, sus dolores, sus alegr�as y tragedias.

El dominio de la cultura letrada le permite al ser humano no tener que se�alar o dibujar los objetos para referirse a ellos y a sus infinitas relaciones. Es alarmante por ello que muchos de nuestros contempor�neos letrados no utilicen m�s de cien palabras para vivir su d�a, trabajar, divertirse, amar, aborrecer y morir. Esto resulta del intelicidio que sobre los estudiantados del mundo perpetran los sistemas educativos que proponen "aprender jugando" con "tecnolog�a en el aula", haciendo del recurso audiovisual no un complemento sino un sustituto de la cultura letrada. Es as� como gracias a las modas pedag�gicas impulsadas por los consorcios de la industria audiovisual, hemos pasado de la cultura letrada a una oralidad cada vez m�s pobre en recursos y, por ello, radicalmente distinta de la oralidad primigenia que desemboc� en el gran logro civilizador de la escritura alfab�tica. El intencional desplazamiento consumista de la cultura letrada por la audiovisual (pudiendo ser complementarias) en el sistema educativo, es en gran medida responsable del intelicidio que lleva a los seres humanos a no vislumbrar m�s horizonte que el del consumismo audiovisual para el entretenimiento hedonista perpetuo.

Todos merecemos y necesitamos saber lo que a lo largo de su historia la humanidad ha establecido sobre qu� es el Universo y el ser humano, cu�l es el sentido de la vida y de la muerte, c�mo se perciben en cada �poca la libertad, la justicia, el amor, el odio, y c�mo se articula el poder y para qu� sirven el arte, la literatura y la filosof�a. Tambi�n merecemos y necesitamos desarrollar una mente anal�tica respecto del mundo que nos rodea, pues eso nos capacita para discernir con criterio propio nuestras decisiones frente a alternativas complejas. Esto lo provee la cultura letrada. Y �sta no puede ser sustituida en sus funciones por la cultura audiovisual.

La riqueza de las Humanidades, siempre que no se ense�en como aburridos saberes pasivos y v�lidos en s� mismos, sino como conocimientos hist�ricos que han cumplido y cumplen una utilidad espec�fica si se los domina con propiedad, jam�s puede ser sustituida por ning�n escu�lido know-how. Si ciertos gobernantes fueran un poco m�s cultos, el mundo tendr�a muchos menos problemas. Si los profesionales t�cnicos supieran hablar y escribir con propiedad, y explicarse cuestiones elementales de la sociedad, no acusar�an esa bochornosa incapacidad de procesar cr�ticamente una sinfon�a, una �pera, un ballet, una obra de teatro, una novela, un ensayo, un poema, una pel�cula o un hecho pol�tico, viviendo as� al margen de la dimensi�n est�tica del mundo.

El h�bito de leer se ha perdido y ya no llega a nacer en millones de personas a pesar de que, insisto, la cultura letrada no puede ser sustituida por la audiovisual; no es cierto aquello de que "una imagen vale m�s que mil palabras", a menos que nos conformemos con un nivel primario de conocimiento descriptivo. Por ello, la utilidad y funci�n actual de la cultura letrada en un mundo en el que el desarrollo libre de la inteligencia individual se inhibe por parte del sistema educativo al sustituir la lectura con la imagen y el conocimiento cr�tico con la habilidad t�cnica, consiste en revertir el intelicidio formando personas capaces de discernir y de tomar decisiones aut�nomas. Nada hay m�s pr�ctico que un conocimiento que libera de la masificaci�n consumista y nos afirma y eleva en nuestra condici�n humana individual, libre y creadora. Por eso, para los adoradores del mercado como eje organizador de la vida subjetiva de los seres humanos, la cultura letrada y las Humanidades as� replanteadas no s�lo no son rentables sino resultan subversivas y hay que acabar con ellas, pues no hay peor consumidor que el que ha aprendido a pensar y a discernir por su cuenta, explic�ndose el m�vil de la publicidad y el postulado del mercado que afirma que la libertad humana consiste s�lo en la posibilidad de optar por una mercanc�a u otra.

Las salidas a la encrucijada en que se encuentran los estudios human�sticos pueden ser m�ltiples. Pero el denominador com�n de las mismas debe estar siempre pautado por el atributo intransferible de la cultura letrada, a saber: su exclusiva capacidad de forjar criterios individuales y de ense�ar a ejercerlos con libertad. Es decir, por el fomento del pensamiento cr�tico y radical en una humanidad que es cada vez menos capaz de explicarse el mundo del que forma parte.

El intelicidio educativo evidencia diversos s�ntomas derivados de la frustrante noci�n, impuesta por el mercado, de que el futuro ya est� aqu� y que a lo que �nico que podemos y debemos aspirar es a m�s de lo mismo, es decir, a m�s entretenci�n hedonista, a mejores juguetes electr�nicos, a autom�viles m�s nuevos, a m�s y m�s capacidad consumista. El cercenamiento de la idea de un futuro distinto y del entusiasmo juvenil por forjarlo que tal doctrina educativa implica, ha dado como resultado letales reacciones desesperadas como la de las masacres de estudiantes y profesores, perpetradas por j�venes en las secundarias para ser recordados por haber hecho algo "grandioso", o como la imparable drogadicci�n juvenil, o la angustiada incapacidad de muchos colegiales de concentrarse por m�s de cinco minutos en una lectura cualquiera. En fin, ese estado de incomodidad respecto del mundo, que en otras generaciones ha llevado a cambios dr�sticos en la sociedad, ahora lleva s�lo a atiborrar discotecas y otros locales ruidosos en los que la incomunicaci�n para aplacar la angustia por la ausencia de futuro es la norma comunicativa, asunto que estimula ese otro rasgo juvenil de hoy d�a: el que hace de la gestualidad y las interjecciones los sustitutos de la palabra articulada y, por tanto, de la idea, de la noci�n y del concepto.

Sin duda, la idea de que los intelectuales letrados habremos de volver atr�s en la historia para reivindicar los valores de la Ilustraci�n frente a la oralidad intelicida, se generaliza r�pidamente, sobre en todo en los �mbitos de las ciencias sociales y las disciplinas human�sticas, y tambi�n en algunos c�rculos literarios conformados por escritores conscientes del riesgo de desaparici�n que corre la cultura letrada. De hecho, el retroceso de esta cultura es ya notorio en todo el mundo. Basta conversar con cualquier persona en cualquier pa�s para darse cuenta de que las pl�ticas de no m�s de cien palabras giran en torno a lo que aparece en los medios masivos audiovisuales, cuya versi�n de la realidad se toma cada vez m�s como verdad incontestable por sus consumidores. El resultado es la formaci�n de una conciencia incapaz de reconocer jerarqu�as y en la que los hechos aparecen ecualizados, yuxtapuestos y sin conexi�n.

Si vemos el canal Biography, las vidas de Winston Churchill y Madonna, y las de Mahatma Gandhi y Michael Jackson, por ejemplo, se nos ofrecen como biograf�as de "celebridades", sin que medie jerarqu�a alguna entre ellas, es decir, se nos hace percibirlas ecualizadas, como si todas esas personas tuvieran la misma importancia hist�rica. Quien posee la cultura letrada suficiente para establecer las jerarqu�as que no aparecen en la versi�n televisiva de sus biograf�as, puede entenderlas ubic�ndolas en su contexto. Pero un joven de doce o quince a�os no. Este es un ejemplo entre muchos de c�mo se atrofia inducidamente la capacidad cr�tica del intelecto, de c�mo se asesina a la inteligencia, de c�mo se perpetra el intelicidio por parte de los medios audiovisuales.

As� como los renacentistas hubieron de volver a la clasicidad grecolatina para retomar el desarrollo de la cultura occidental sin el obst�culo del intelicidio medieval, es necesario que ahora volvamos a la Ilustraci�n para reivindicar la educaci�n letrada laica, gratuita y obligatoria, seg�n ejes articuladores como el del historicismo, la criticidad y la radicalidad anal�ticas. Una de las maneras m�s efectivas de llevar a cabo esta reivindicaci�n de la cultura letrada en contra del intelicidio audiovisual, es la defensa del idioma, en este caso, del idioma espa�ol, que tambi�n est� siendo agredido por la adopci�n indiscriminada y compulsiva de formas fronterizas de hablar que se legitiman por parte de legiones de maestros angloparlantes que ense�an espa�ol en Estados Unidos, y que se exportan mediante productos de la industria cultural hacia los pa�ses de habla hispana, en donde las juventudes iletradas las adoptan innecesariamente. Los pr�stamos ling��sticos y las innovaciones son imprescindibles para el desarrollo de una lengua. Pero cuando esos pr�stamos y esas supuestas innovaciones tienen un equivalente preciso en el idioma de que se trata, entonces constituyen elementos de corrupci�n y desarticulaci�n.

Sin duda, la Real Academia Espa�ola y las veintiuna Academias correspondientes en los pa�ses hispanohablantes, tienen una enorme tarea por delante no s�lo en la defensa del idioma sino en la de la cultura letrada. Porque la letra, la palabra, la frase, la oraci�n, constituyen la base de esa cultura. Y �sta, el veh�culo civilizador por excelencia. Ninguna forma alternativa puede sustituirla en su funci�n social. A lo sumo, alguna puede complementarla. Por eso, el eje civilizador debe seguir siendo la cultura letrada. No ya como un art�culo suntuario que es propio de especialistas, sino como la �nica arma que tenemos a la mano para detener el intelicidio que se viene perpetrando sobre una humanidad que, a pesar de contar con m�s medios escritos y libros que nunca antes, lo que lee es lo que le receta el mercado editorial y esto no rebasa un nivel ligero y superficial de significaciones f�cilmente sustituibles por las im�genes y los sonidos.

La literatura y las disciplinas human�sticas, la cr�tica, la plasmaci�n de ideas y de propuestas letradas, as� como la formaci�n de juventudes cr�ticas y radicales, es la �nica forma de llegar a restituirle a la cultura letrada su lugar central en la civilizaci�n y en la pol�tica. Entre otras, esta es una tarea de los intelectuales y acad�micos de la lengua, a los que hoy, honrado, me sumo, agradeciendo a los miembros de la Academia Guatemalteca de la Lengua haberme elegido como miembro de n�mero de la misma. Complacido por el hecho de ingresar a esta noble instituci�n, reitero mi convencimiento de que es ya imprescindible comprometerse con la reivindicaci�n de los valores perdidos de la Ilustraci�n, y que, como acad�mico, ese compromiso adquiere una dimensi�n mucho m�s abarcadora para m�.

Con plena conciencia de ello, me hago eco de estas certeras palabras de Emmanuel Kant:

"La Ilustraci�n es la salida del hombre de su culpable minoridad. Porque es minoridad la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin la tutela de otro. Y el hombre es culpable cuando la causa de esta incapacidad no radica en la carencia de entendimiento, sino de resoluci�n y de �nimo para servirse del propio sin la direcci�n de otro. �Ten el �nimo de servirte de tu propio entendimiento! Tal es la divisa de la Ilustraci�n".

Defender la cultura letrada equivale, pues, a salvar nuestra lengua, nuestra historia, nuestra cultura, nuestra memoria, nuestra identidad y nuestra civilizaci�n. En dos palabras: nuestra libertad. Es hora, entonces, de poner manos a la obra.

Muchas gracias.

Mayag�ez. Puerto Rico, diciembre de 2007).