Comparación del diagnóstico de Joaquín Costaacerca de la España de 1899con la situación de España en 1999 (original) (raw)

El Catoblepas
El Catoblepasnúmero 6 • agosto 2002 • página 24
Artículos

Felipe Giménez Pérez

Comunicación defendida ante los
IV encuentros de filosofía en Gijón (5-7 de julio de 1999)

1. El análisis de la situación política española en 1899 según Joaquín Costa

Me propongo aquí exponer la actualidad del análisis realizado por Joaquín Costa respecto al régimen político imperante en España a principios del siglo XX. Por esta razón voy a seleccionar sólo los pasajes y contenidos expuestos por Costa en Oligarquía y caciquismo que están hoy a mi juicio de plena actualidad en nuestro país, donde impera un régimen político, el de 1978, muy parecido al régimen político aquél de 1876, razón ésta claro está, por la que la actualidad de Costa tiene y cobra su verdad y su interés.

Don Joaquín Costa (1848-1911) diagnosticó a principios de este siglo XX que ahora fenece que el régimen político imperante en España no era sino un régimen oligárquico y caciquil. España decía, era «una oligarquía de notables»{1}. Por esta razón afirma Costa que España no es una nación libre y soberana y que en España no hay parlamento ni partidos; hay sólo oligarquías. La oligarquía es definida por Platón en la «República» como el «gobierno basado en el censo..., en el cual mandan los ricos, sin que el pobre tenga acceso al gobierno.»{2} Por su parte, Aristóteles define la oligarquía como desviación de la aristocracia convirtiéndose tal régimen en un régimen al servicio del interés de los ricos.{3} Así, pues, concluye Joaquín Costa categóricamente, «No es (y sobre esto me atrevo a solicitar especialmente la atención del auditorio), no es nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, según es uso entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias.»{4}

De esta forma, el problema no es el de una reforma de un régimen político determinado, sino el de su supresión. Se trata de todo un problema de cambio constitucional como se cuida muy bien de señalar Costa. En este régimen caciquil que adopta una forma de monarquía parlamentaria, en vez de subordinarse los elegidos a los electores, son éstos lo que están sometidos a los elegidos. Además, tampoco la ley contempla o considera de forma ecuánime a todos los ciudadanos. Quod oligarchae placuit, legis habet vigorem.

Los elementos de la oligarquía son para Costa los siguientes: «1º Los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando, que forman su «plana mayor», residentes ordinariamente en el centro: 2º Los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio: 3º El gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento.»{5}

El caso Verres fue un típico caso de corrupción que tuvo lugar en la Antigüedad y que desveló el gran Cicerón. «Con referencia a una de las concusiones del famoso procónsul de Sicilia, ejecutada por intermedio de Volcatio contra Sosippo y Epicrates en la ciudad de Argyra, se alegó como descargo que no había sido él, que no había sido Verres quien percibiera los 400.000 sestercios (unos 20.000 duros) del cohecho. Y Cicerón replicaba: «Sí; porque a Volcatio, sin la autoridad de Verres, nadie le habría dado ni un ochavo; lo que Volcatio ha percibido, la ha percibido Verres. Yo acuso a éste de haber ingresado en su fortuna privada, con mengua de las leyes, 40 millones de sestercios: admito qu eni una sola moneda haya pasado por las manos del acusado; pero cuando en precio de tus decretos, de tus bandos, de tus sentencias, se daba dinero, yo no tengo que saber quiénes eran los que lo recibían, sino por quién era exigido. Tus manos Verres, eran esos compañeros por ti nombrados; tus manos eran tus prefectos, tus escribas, tus médicos, tus alguaciles, tus arúspices, tus pregones, toda esa pandilla de gentes tuyas, que ha hecho más daño a Sicilia que cien cohortes de esclavos fugitivos; ésas han sido tus manos. Todo lo que cada uno de ellos ha tomado, no sólo te ha sido dado a ti, sino que lo has recibido y contado y pasado a tu poder. Si admitiésemos lo contrario, se habrían suprimido de una vez y para siempre los procesos por cohecho.»{6} Los políticos corruptos alegan una y otra vez desde el caso Verres y desde el caso Agustín Esteban Collantes de 1859 ambos citados por Joaquín Costa. ¿Cuántos ejemplos podríamos citar que se han dado desde 1982? Distingue Costa entre el cacique, hombre fuerte de la sociedad o de la comarca, con influencia política, social y económica y base del sistema caciquil y el oligarca, el político profesional de la nación que se apoya en el oligarca para ejercer su poder. El cacique realiza el trabajo sucio y el delincuente de cuello blanco importante es el oligarca o notable. Es la clase política, pero, señala Costa, «en las fechorías, inmoralidades u crímenes que forman el tejido de la vida política de nuestro país, el oligarca es tan autor como el cacique, como el funcionario, como el alcalde, como el agente, como el juez, e igualmente culpable que ellos; pero no he dicho bien: esa culpa es infinitamente mayor, y sería si acaso... el instrumento o el cacique quien tendría moralmente razón para negar el saludo al personaje o al ministro, que fríamente y a mansalva armó su brazo, haciendo de él un criminal cuando pudo y debió hacer de él un ciudadano.»{7}

Además, el régimen caciquil denunciado por Costa se caracteriza por ser un elitismo de lo peor que bloquea lo que luego Pareto denominaría «la circulación de las élites». Los más brillantes e inteligentes son postergados por el régimen caciquil. «es la postergación sistemática, equivalente a eliminación de los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en la masa del servum pecus, la élite intelectual y moral del país, sin la cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden.»{8} España es entonces una meritocracia a la inversa. El régimen selecciona a lo peor y posterga a lo mejor de los individuos componentes de la sociedad española. En el régimen caciquil oligárquico sólo sobreviven los peores.

Los oligarcas se reparten regionalmente España en áreas de influencia política local. Cada oligarca disfruta de su correspondiente territorio. Estos oligarcas se reúnen en asociaciones o bolsas de empleo llamadas partidos y deliberan en las Cortes. En España no hay Cortes ni partidos políticos más que en caricatura. Los grupos políticos no responden más que a intereses pasajeros y provisionales personales y particulares de grupos de interés. Por lo demás, el parlamento no representa al país. Las elecciones son organizadas por el gobierno para obtener el resultado electoral apetecido. Cita Costa en ayuda de sus tesis entre otros a D. Francisco Pi y Margall: «En aquella ocasión, el señor Pi y Margall dijo que un régimen bastardo, que no tiene clasificación posible». suerte de los Gobiernos; y aquí son los Gobiernos quienes deciden la suerte de las Cortes.»{9} De tal manera, no es condenado tanto el régimen parlamentario mismo cuanto su deformación oligárquica. Otra cosa es que las cosas tengan que ocurrir así necesariamente y no de otro modo. En España hay dos gobiernos: uno fenoménico y fantasmal: el sistema de monarquía parlamentaria, con constitución y elecciones y otro el real, efectivo y esencial que es el caciquismo oligárquico.

Esta oligarquía de la que habla Costa es una oligarquía absoluta, sin ningún poder que la frene o modere. Por encima del Rey está S.M. el Cacique. Así define entonces Joaquín Costa el régimen imperante en la España de 1899: «una oligarquía pura en el concepto aristotélico: gobierno del país por una minoría absoluta, que atiende exclusivamente a su interés personal, sacrificándole el bien de la comunidad.»{10}

La existencia de la oligarquía política compromete la unidad de España y fomenta el secesionismo político y territorial. Para que subsista España como Estado nacional es preciso que desaparezca la oligarquía. «Pueblo que no es libre, no debe esperarse que se preocupe de la bandera.»{11} La oligarquía desnacionaliza España.

La solución propuesta por Costa para eliminar el caciquismo es una política quirúrgica de urgencia. Se requiere «una verdadera política quirúrgica»{12} y esta política quirúrgica debe ser realizada por un cirujano de hierro. El cirujano de hierro tiene virtudes similares a las del filósofo-rey de Platón: que conozca bien la anatomía del pueblo español, que sienta por él una compasión infinita, que tenga buen pulso, que tenga un valor de héroe, entrañas y coraje, que sienta un ansia desesperada por tener una patria, que se indigne por la injusticia. Debe ser un hombre superior y providencial que lleve a cabo la regeneración de la patria. El cirujano de hierro es un político ilustrado, culto, superior, que gobierna al pueblo para mejorarlo.

Esta reforma del Estado es incompatible con el mantenimiento del parlamentarismo. Aquí avanza Costa posiciones y no es que diga que tenemos una ficción o caricatura de parlamentarismo, sino que incluso el parlamentarismo es incapaz de acometer las reformas necesarias para España. El parlamentarismo no es el medio, es el fin de las reformas. «Para que España pueda ser nación parlamentaria mañana, tiene que renunciar a serlo hoy.»{13} No hacen falta elecciones democráticas. Si el pueblo no tiene voluntad, carece entonces de sentido plantearse el que las elecciones reflejen la voluntad del pueblo. De hecho, en la actualidad, el régimen parlamentario existe sin necesidad de elecciones ni de electores, por lo que «la forma política del Estado español puede definirse diciendo: un «gobierno parlamentario... sin electores».{14} La solución frente al régimen parlamentario es el régimen constitucional de separación de poderes del Estado. Se trata así de que las Cortes «sean Cortes según el tipo del sistema presidencial o representativo de los Estados Unidos y no según el tipo del sistema parlamentario de Inglaterra».{15} Así resume Joaquín Costa su programa político constitucional: «De modo, en suma, que el neoliberalismo sugerido por mí como conclusión de la «lectura de la semana anterior, debería escribir en su bandera el régimen parlamentario como ideal, el régimen presidencial o representativo como transición y como medio.»{16}

El caciquismo u oligarquía política descrita afecta también cómo no al aparato judicial consiguiendo así una justicia corrupta y llena de parcialidades y partidismos caciquiles.

El famoso «cirujano de hierro» de Joaquín Costa siempre se ha interpretado como un dictador. El cirujano de hierro es un magistrado u hombre que garantiza que todas las instituciones constitucionales del régimen presidencial funcionen: un Parlamento, un Poder Judicial independiente y una Administración eficaz. Lo que más se parecería al cirujano de hierro sería el General De Gaulle más bien que el General Franco. El cirujano de hierro de Joaquín Costa es sumamente parecido al filósofo-rey de Platón.

En el régimen criticado por Joaquín Costa, el parlamentario, mayorías y minorías son hechuras del partido gobernante. La representación es inexistente de facto. Los diputados representan a las diversas facciones dentro de la oligarquía. Por ello el consenso es fácil entre todos los oligarcas o caciques. Joaquín Costa, citando a D. Francisco Pi y Margall afirma que el régimen español «es un régimen bastardo sin posible clasificación».

Llama la atención, por su actualidad política, hoy en 1999, la terrible acusación contra las universidades españolas y contra sus funcionarios, los catedráticos como principales valedores ideológicos del bastardo régimen de la Restauración: «Gran parte de la culpa alcanza a las Universidades: lo que sobre organización política de España enseñan a la juventud es un solemne embuste de la Gaceta: en cambio, de la real y verdadera constitución no le dicen nada. Los catedráticos, con alguna rara excepción quizá, son los principales responsables de que se perpetúe ese convencionalismo criminal que ha postrado a la nación y la tiene en trance de expirar.»{17} Esto me recuerda la universidad que yo he conocido y conozco aún y el papel de los espadachines ideológicos del régimen de 1978 ya estén en las aulas de institutos y universidades, ya estén en tertulias, televisión o prensa.

Otra consecuencia del régimen oligárquico es la ausencia de una ciudadanía madura moral y políticamente: «España, como Estado oligárquico que es, no puede tener ciudadanos conscientes; electores, ni, por tanto, régimen parlamentario, y porque no puede tenerlos no los tiene.»{18} Como el pueblo español carece de madurez política para ejercer el sufragio universal, menester es que alguien gobierne al pueblo. Aunque muchos pudieran pensar que Costa está pidiendo una dictadura, más bien está pidiendo el gobierno de un presidente enérgico junto a un parlamento, que ejerza la función de convención nacional para colaborar con el presidente en la elaboración de las reformas constitucionales pertinentes. En el régimen presidencial que propone Costa, la iniciativa política le corresponde al Gobierno. El Gobierno y el Parlamento ejercen una verdadera tutela política sobre el pueblo hasta que éste alcance la mayoría de edad política, momento en el que el régimen presidencial da paso a un sistema político parlamentario. El Parlamento así es nombrado por el gobierno y este parlamento nombrado-elegido por elecciones de encasillamiento o amañadas desde el gobierno pero esta vez por el bien del pueblo, autoriza al gobierno a gobernar por decreto.

Respecto al tópico de la europeización, Costa sostiene la inevitabilidad de la europeización de España. Hay una exigencia interna que consiste en que el pueblo español tiene ansia de libertad, bienestar, cultura, justicia, &c. Por ello la europeización será inevitable. Paralelamente, se señala, según Costa, un proceso de desnacionalización de España producida por el atraso del país y por la naturaleza corrupta de su régimen político. Es evidente que la europeización produce una desnacionalización de los españoles. En cuanto a la exigencia externa, simplemente hay que señalar que estamos en Europa y que hay que adaptarse a la situación real que nos circunda para no ser absorbidos por las grandes potencias. La europeización puede llegar por la colonización económica de España por las grandes potencias europeas o porque España se modernice sin dejar de ser España. El dilema según Costa es: o España se europeíza o es europeizada. Si España se europeíza será de acuerdo con su genio y su tradición. Si España es europeizada por las grandes potencias, será borrada del mapa y esquilmada, desaparecerá como tal. La europeización «requiere una revolución desde el poder; revolución muy honda y muy rápida, tan rápida como honda»{19}. A continuación Costa afirma lo siguiente: «Ahora bien; esa revolución súbita supone como necesaria condición estas tres cosas a la vez: genio político que la promueva y dirija; una organización vieja que no la estorbe; un estado social que la pueda asimilar.»{20}

La prensa a decir de Costa es responsable de la postración de España. Igual que el pueblo español no tiene ni madurez ni capacidad política, tampoco tiene capacidad para leer periódicos de forma crítica y racional. La opinión no surge de los ciudadanos, sino de los periódicos. Hace falta entonces una reforma también del cuarto poder. El periodismo hace que los ciudadanos abdiquen su facultad de pensar por sí mismos. Como la prensa está en manos de oligarcas, entonces la prensa es sumamente perjudicial para el pueblo español. «Y así ha resultado que eso que llamamos opinión no tiene su fuente en la conciencia de la nación, sino que se forma en las redacciones de dos o tres periódicos; y como, por otra parte, esas redacciones no son, en lo general, cuerpos de tutores, patriciado natural, sino, al igual de la plana mayor de las facciones, cuerpos de oligarcas y de intérpretes y adscripticios suyos –que por esto no dejan oír a su pupilo otras voces que las propias–, el vasallaje práctico del gobernante resulta doblado por el vasallaje teórico del periodista, y entre los dos dan a España, según dije, aspecto de una nación maleficiada.»{21} Con las actuales oligarquías periodísticas es imposible el cambio que pretende realizar Costa en España. La renovación de la prensa pues, es algo que se impone para Costa forzosamente.

Además, es necesario para Costa, como para todo buen liberal por lo demás el concurso de las élites intelectuales para realizar la revolución nacional liberal propugnada por él.

¿Quién es el sujeto revolucionario que ha de colocar al cirujano de hierro para hacer la revolución liberal ansiada por Costa? Un partido de hombres nuevos de donde saldrá el cirujano de hierro y todo el personal político necesario para cubrir los cargos públicos del Estado y colaborar con el cirujano en la necesaria tarea de regeneración de la patria. El partido es la élite intelectual y política con capacidad política suficiente como para impulsar el cambio y suministrar de entre sus filas el personal político necesario a la nación. Este partido sería liberal y nacional y regeneracionista. Como el pueblo español es políticamente un incapaz y menor de edad político, «Dedúcese de lo que antecede que las elecciones únicamente podrían admitirse en serio a título de ficción jurídica, regida por principios de tutela: Que el Gobierno supla la ausencia de cuerpo electoral, nombrando diputados a los que éste elegiría si lo hubiese.»{22} La cosa no queda ahí, el Presidente, nombra los ministros sin necesidad de parlamento: «Pues ahora continuemos o extendamos el razonamiento: que el Jefe del Estado supla la falta de parlamento, nombrando Ministros a los que éste indicaría si existiese.»{23} En principio Costa apela al poder moderador del Rey pero esto puede recibir una lectura o una interpretación republicana. Si el Jefe del Estado no cumple con su deber, sobra la dinastía y se impone una salida republicana presidencialista. No se descartan ni la revolución desde arriba ni la revolución desde abajo por parte de Costa.

El famoso lema que se atribuye a Costa: Despensa y escuela no aparece más que al final de «Oligarquía y caciquismo». Creo que es más profundo otro lema de Costa: Libertad, cultura y bienestar.

2. El caciquismo del régimen de 1978.
Actualidad y validez en 1999 del diagnóstico de Costa de 1902

Hoy, en 1999 el análisis de Joaquín Costa enunciado en Oligarquía y Caciquismo no ha perdido ninguna actualidad. España es una monarquía parlamentaria oligárquica de partidos tal y como viene diseñada en la Constitución de 1978. La monarquía fue impuesta por la oligarquía franquista. La transición política operada en España en los años 1975-1982 consistió en ampliar la base de la oligarquía franquista e incorporar otros sectores políticos al Régimen del 18 de Julio que había surgido destruyendo por la fuerza de las armas la legalidad republicana de 1931. El nuevo régimen franquista reformado adopta la democracia consistente en el sufragio universal y la regla de la mayoría para que el pueblo elija entre diversas élites unidas entre sí solidariamente por el «consenso». El franquismo ha cooptado a la izquierda para consolidar su base de apoyo social y ha construido el Estado de las autonomías para fortalecer el caciquismo local y cosechar así un consenso mayor. La tarta que había que repartir se ha hecho mayor. Este Estado de las autonomías ha desnacionalizado España. Si es verdad que en una democracia es necesaria la virtud por el amor a la igualdad que hay en una democracia según Montesquieu, el régimen de 1978 no se caracteriza precisamente por el culto a la virtud. Si el principio republicano, reafirmado por el principio democrático del amor a la igualdad impulsa la virtud republicana, cívica, el amor a la patria, a la Nación, se puede decir que la Constitución de 1978 impulsa el amor a la corrupción, a la mentira y a la demagogia. Es que España es una oligarquía de partidos, un Estado de partidos como decía D. Manuel García Pelayo.

Las críticas que formuló D. Joaquín Costa al régimen de la Restauración borbónica de 1876 pueden serle igualmente formuladas al régimen de la Restauración borbónica de 1978.

1. Desnacionalización de España. El Estado autonómico{24} desnacionaliza España y fomenta el desmembramiento territorial y lingüístico de España. La oligarquía ha crecido notablemente y se ha hecho autónoma. 17 territorios autónomos tienen sus correspondientes oligarquías y sus corruptelas locales sin ningún control del Gobierno. Nacionalismo y liberalismo van de la mano en desmantelar España. El liberalismo postula un Estado mínimo frente al capital, frente a Maastricht, frente a las autonomías. Los nacionalistas apoyan el debilitamiento del Estado para poder ejercitar su política sin restricción alguna.

2. El parlamentarismo de la Restauración se ha convertido en un parlamentarismo de partidos. Los partidos no tienen estructura democrática. Son órganos del Estado. Están subvencionados por el Estado y son perfectamente incontrolables por los ciudadanos. La corrupción se ha instalado como forma de gobierno en España. El Estado liberal es esencialmente un Estado corrupto. Esta es la situación actual de España.

3. En este régimen lo importante es que la izquierda también participa de la corrupción. De este modo no hay ninguna fuerza política fuera del sistema. La corrupción de la izquierda crea una situación nueva. No hay fuerzas políticas que critiquen al sistema. Todo dentro del sistema. Nada fuera del sistema. La corrupción procede de la degeneración de la dictadura franquista. No hay castigo electoral del gobernante corrupto. Hay servidumbre voluntaria del electorado. Además, las personas de los partidos se pueden sustituir, los partidos no. El sistema electoral proporciona coartadas e impunidad a los partidos. Se denigra a los corruptos y el partido sigue igual.

4. Los elementos de la oligarquía son los partidos y su articulación gubernamental, parlamentaria, judicial, autonómica y local. Esta oligarquía posee en torno a sí organizaciones satélites: asociaciones, ONGs., sindicatos, &c. Las subvenciones estatales cuidadosamente concedidas suprimen cualquier conato de independencia y de ataque al régimen.

5. En las elecciones nada se decide. Los programas de los partidos se parecen cada vez más entre sí y por tanto no constituyen las elecciones ningún mecanismo de formación de la voluntad popular. Las elecciones van adquiriendo un creciente carácter plebiscitario y se convierten en un acto de adhesión inquebrantable al régimen. Los electores se identifican sentimentalmente con el jefe del partido. La voluntad popular es una metáfora que expresa el dominio absoluto de los partidos sobre las instituciones y la sociedad. Estos partidos designan los candidatos y se reparten el poder institucional del Estado así como sus territorios siguiendo cuotas electorales. El sistema de encasillamiento lo deciden las direcciones de los partidos políticos.

6. El régimen de 1978 ha sido profundamente continuista tanto en la política interior como en la exterior con respecto al régimen franquista. Las mismas personas y el mismo grupo que constituyeron bajo Franco la clase dominante han apoyado al PSOE y han sido la clase dominante del régimen de 1978.

7. Esta corrupción ha destruido la función pública. El carnet político ha desplazado al mérito y la competencia profesional en sectores tan vitales para el porvenir como la enseñanza y la sanidad, las empresas y las administraciones, el Estado y las autonomías. En el terreno de la enseñanza se ha operado la demolición del bachillerato y la clientelización de la universidad. Si Franco colocó en la universidad a sus partidarios por méritos de guerra y sin oposiciones entre 1939 y 1954, el PSOE situó a sus partidarios por méritos tal vez no de guerra pero sí de adhesión inquebrantable en virtud de la LRU. Esta corrupción, la del saber es la más duradera.

8. El felipismo, esto es, la técnica de corrupción del PSOE ejercitada desde el gobierno entre 1982 y 1996 ha ganado ya un lugar en la historia de España y en la historia de los gobiernos de izquierda corrompidos. Es una variedad del craxismo italiano. La corrupción denunciada por Costa y los regeneracionistas de 1898 es un juego de niños comparada a la habida en los últimos años.

9. En este régimen, el parlamento juega un papel menor. Las principales decisiones las adoptan los jefes de los partidos en reuniones secretas y en negociaciones al margen del parlamento. Una vez concluidos los acuerdos, el parlamento escenifica el acuerdo con una votación. Es por tanto el parlamento cámara de manifestación no de reunión ni de debate. El partido gobernante controla el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial mediante el Consejo General del Poder Judicial y mediante el Tribunal Constitucional. No hay división de poderes.

10. Al pueblo español se le han impuesto estas cuatro patrañas antidemocráticas: 1. Las reglas del juego oligárquico de los partidos: consenso constitucional. 2. Imposibilidad de investigar al poder ejecutivo debido al consenso parlamentario. 3. La complicidad de la oposición con la corrupción y con la razón de Estado, por el consenso gubernamental de unos gobiernos con otros. 4. Impunidad de partidos, gobernantes y gobierno, consenso jurisdiccional de los jueces.

11. La izquierda ha renunciado a la crítica del Estado y de la sociedad burguesa. Ha preferido la retórica demagógica cultural y educativa y copar algunas instituciones para participar de las prebendas y canonjías del régimen. La izquierda no existe. Es una izquierda virtual, no real y sirve, como institución del Régimen para encuadrar a los ciudadanos de izquierda dentro de los límites del Régimen, neutralizando así cualquier veleidad de protesta seria y amenazadora para el sistema.

12. Tampoco la Monarquía parlamentaria puede moderar la corrupción inherente a nuestro sistema oligárquico. Igual que sucedía en tiempos de Costa.

13. Solución propuesta: República presidencialista centralizada. Reforma de la ley electoral. Sistema mayoritario uninominal a doble vuelta. Por lo demás, acepto las Diez propuestas del profesor Bueno para el siglo XXI (1995).{25}

14. El poder meramente simbólico del Rey permite a los nacionalismos periféricos utilizar el reconocimiento a la Corona como único lazo de unión con el Estado español para funcionar de hecho como Estados independientes.

15. En este régimen la cárcel está hecha para los pobres. Una casta de privilegiados e intocables controla todos los resortes del poder social, económico e intelectual. Esta casta disfruta de todas las ventajas y prebendas.

16. Los sindicatos de clase son otra de las grandes estafas del régimen de 1978. Mantienen el orden en el gallinero.

Notas

{1} Azcárate, citado por J. Costa en Oligarquía y Caciquismo, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 1998, con introducción de José Varela Ortega, pág. 70.

{2} Platón, República, Libro VIII, 550c-d. Edición bilingüe, traducción, notas y estudio preliminar de José Manuel Pabón y Manuel Fernández Galiano, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1981.

{3} «la oligarquía, la de los ricos», Aristóteles, Política, Traducción, prólogo y notas, Carlos García Gual y Aurelio Pérez Jiménez, Alianza Editorial, Madrid 1991. Libro III, cap. VII. 1279b.

{4} Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo, págs. 72-73.

{5} Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo, pag. 75.

{6} Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo, págs. 81-82.

{7} Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo, pág. 83.

{8} Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo, pág. 84.

{9} Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo, pág. 94. Aquí la cita de Pi y Margall corresponde al Congreso de los Diputados, sesión de 21 de mayo de 1895, Diario de Sesiones, 1895, tomo IX, págs. 3798-3802. La última intervención de Pi y Margall citada corresponde al mismo Congreso, 8 de junio de 1895.

{10} Joaquín Costa, op. cit., pág. 98.

{11} Joaquín Costa, op. cit., pág. 103.

{12} Joaquín Costa, op. cit., pág. 115.

{13} Joaquín Costa, op. cit., pág. 118.

{14} Joaquín Costa, op. cit., pág. 127.

{15} Joaquín Costa, op. cit., pág. 129.

{16} Joaquín Costa, op. cit., pág. 130.

{17} Joaquín Costa, op. cit., pág. 188.

{18} Joaquín Costa, op. cit., pág. 190.

{19} Joaquín Costa, op. cit., pág. 213.

{20} Joaquín Costa, op. cit., págs. 213-214.

{21} Joaquín Costa, op. cit., págs. 217-218.

{22} Joaquín Costa, op. cit., pág. 228.

{23} Joaquín Costa, op. cit., pág. 228.

{24} Que no lo olvidemos es un Estado oligárquico de partidos bajo forma de Monarquía parlamentaria.

{25} El título es: «Diez propuestas, desde la parte de España, para el próximo milenio.» Yo, por mi parte, de forma más realista, prefiero verlas como propuestas para el próximo siglo XXI.

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