José María Laso Prieto, Paralelismo entre José Rizal y José Martí, El Catoblepas 12:6, 2003 (original) (raw)

El Catoblepas, número 12, febrero 2003
El Catoblepasnúmero 12 • febrero 2003 • página 6
Desde mi atalaya

Paralelismo entre

José Rizal, héroe nacional de Filipinas,
y José Martí, héroe nacional de Cuba

Intervención en la Conferencia internacional Por el equilibrio del Mundo, conmemorativa del sesquicentenario del natalicio de José Martí Pérez,
en el Palacio de Convenciones de La Habana el día 28 de enero de 2003

José Rizal Alonso (1861-1896), héroe nacional de FilipinasConferencia Internacional Por el equilibrio del Mundo, La Habana, 27-29 enero 2003, conmemorativa de los 150 años del natalicio de José Martí Pérez, el 28 de enero de 1853José Martí Pérez (1853-1895), héroe nacional de Cuba

Rizal y Martí

Al estudiar literatura e historia, siempre me fascinó el paralelismo que se da entre la vida y obra de dos de los más grandes personajes de la historia universal contemporánea. Me refiero, claro está, a José Rizal Alonso (1861-1896) y José Martí Pérez (1853-1895), héroes respectivamente de la independencia de las islas Filipinas y de Cuba. Los dos descendían de españoles, dominaban profundamente la lengua española y, como escritores, eran también grandes poetas. Ambos estudiaron en España y sufrieron también en ella prisión. Asimismo tienen en común que los dos lucharon infatigablemente por su país, su vida fue corta, y murieron víctimas del colonialismo español. Ambos se consagraron igualmente como héroes nacionales de sus respectivas pueblos e inspiraron después el patriotismo y el progreso de sus compatriotas. Martí cayó en la batalla de Dos Ríos, en 1895, luchando contra las tropas colonialistas españolas, mientras que José Rizal fue fusilado en 1896 por las tropas colonialistas españolas que ocupaban las islas Filipinas. En consecuencia, no podían ser más coetáneos, aunque José Martí nació ocho años antes que José Rizal.

No obstante tener ya conocimiento de ciertos rasgos biográficos de José Rizal, y de algunos de sus poemas, fue sobre todo en 1997, al realizar un viaje a Manila, cuando me impactó más la vida y obra del héroe filipino José Rizal y comencé a asociar su recuerdo con el de José Martí. Como consecuencia, publiqué en el diario ovetense La Nueva España un artículo titulado «Manila, 1998», en el que sintetizaba mi impresión tanto de Manila como de José Rizal. Por ello, es oportuno transcribirlo, ya que aporta elementos relevantes para el paralelismo que intentamos establecer entre José Rizal y José Martí. Decíamos en tal artículo, publicado el 9 de Abril de 1998:

«Generalmente los trabajos publicados en conmemoración del desastre de 1898 se centran en la problemática hispano-cubana, relegando la cuestión de la pérdida de Filipinas por España. Sin embargo, por su extensión, población y riquezas naturales, el archipiélago filipino podía haber representado para España una posesión colonial más importante que la de Cuba y Puerto Rico. No obstante, la oligarquía española cometió en Filipinas similares errores a los realizados junto al mar Caribe.

Nuestro interés por el tema se ha acrecentado como consecuencia de una visita que hemos realizado a Manila. La primera impresión de la bahía, en cuya orilla se sitúa la ciudad de Manila es muy espectacular, por el número de buques anclados o en ruta, muy superior a los del puerto de La Habana, aunque inferior a los de la Bahía de Singapur. El área metropolitana de Manila alcanza ya los doce millones de habitantes, sobre un total de 70 millones del conjunto del archipiélago. Sus calles, plazas y cruces urbanos tienen el colorido y el bullicio propios del Extremo Oriente. En las barriadas populares, la impresión de suciedad y miseria es superior a la de Bangkok y otras ciudades similares. En algunas plazas se observa a numerosas personas durmiendo sobre el suelo. Son inmigrantes de la isla de Mindanao, que se desplazaron a Manila buscando trabajo y no lo encontraron. El problema se va a agravar, por la inminente expulsión de Tailandia y Malasia de millares de trabajadores filipinos. Es una consecuencia más de la grave crisis económica que asola al sureste asiático.

En abierto contraste con la miseria de sus barriadas, se alza la nueva Manila de los rascacielos y los centros comerciales. Estos últimos pertenecen, en general, al sector de la burguesía de ascendencia española. Son inmensos y sofisticados. Visitamos el Centro Ayala y quedamos impresionados por su grandiosidad. Que nosotros sepamos, no existe algo similar en las grandes urbes mundiales. También resulta singular el gran cementerio chino de Manila. En su sector burgués, los grandes mausoleos están dotados de aire acondicionado y de servicios de WC. La causa de tal confortabilidad es que, anualmente, los familiares pasan un día con los restos del difunto, incluyendo una comida común en el mausoleo.

Obligada es en Manila la visita a la zona denominada «Intramuros», es decir, al lugar que constituía el corazón de la ciudad colonial española. Casi todo está en ruinas, como consecuencia de los combates y demoliciones que condujeron a la liberación de Manila de sus ocupantes nipones. No obstante, se conserva integra la celda en la que el héroe nacional filipino José Rizal –equivalente al cubano José Martí– pasó las últimas horas antes de ser fusilado por soldados colonialistas españoles. En 1996 se cumplió el centenario de su muerte y este año se ha reactualizado con motivo de la efemérides de 1898. Todo el trayecto –de unos quinientos metros– que recorrió Rizal desde la celda-capilla hasta el muro, donde se le fusiló, está señalado en el suelo por laminas de latón bañadas de oro que representan sus pasos. Con la debida perspectiva histórica, resalta no sólo lo execrable del crimen cometido con la ejecución de Rizal, sino el tremendo error político que supuso la brutal decisión del general Polavieja. Rizal no era entonces independentista sino autonomista, y en él podría haberse apoyado una solución política del problema de Filipinas similar a la que lograron los británicos en sus dominios de las geográficamente próximas Australia y Nueva Zelanda. A ello alude, en forma un poco simplista, Manuel Leguineche en su obra Filipinas es mi jardín, denunciadora de la dictadura conyugal de Ferdinand e Imelda Marcos. Según Leguineche, «En cualquier ciudad que se precie debe haber una gallera, un campo de béisbol, un estadio para elegir misses y celebrar mítines, las dos grandes pasiones nacionales, y una estatua de don José Rizal. A los más nacionalistas, esa rizalomanía no dejaba de parecerles desproporcionada; al fin y al cabo Rizal era un reformista, ansiaba ser español y los ultras no le dejaron.» Aunque Leguineche acierta en su acusación a los ultras, es simplista calificar a Rizal de meramente reformista.

Lo era, quizás, en aquella etapa pero es evidente que su odio al colonialismo español, y la incesante campaña contra él que realizaron los colonialistas más reaccionarios, le habrían conducido gradualmente hacia posiciones independentistas. Estas ya se adivinan en sus obras Nole me tangere y El filibusterismo, que contienen durísimas críticas a los frailes españoles y a la burguesía criolla colaboracionista con el colonialismo español. En todo caso, José Rizal fue el más abnegado y entusiasta difusor de la lengua y de la cultura española en Filipinas. Todas sus grandes obras literarias las escribió en español, tanto en poesía como en prosa. Es una vergüenza que sus grandes novelas Nole me tangere y El Filibusterismo, escritas en español, sólo las pude comprar traducidas al inglés, en la mesa expositoria de libros de Rizal que estaba próxima a su celda-capilla. No debe olvidarse que la lengua española ha sido prácticamente erradicada del archipiélago filipino. Ahora sólo se habla en inglés y tagalo. De ello es significativo el hecho de que, comiendo en un restaurante de Manila, se nos acercó un trío de cantantes que cantaba canciones españolas. Al dirigirnos a ellos en español, comprobamos que desconocían nuestra lengua y que cantaban en español exclusivamente de memoria. El último poema de Rizal, titulado «Mi último adiós», escrito en español en la celda-capilla, en 1896, dice:

¡Adiós, Patria adorada, región del sol querida,
Perla del Mar de Oriente, nuestro perdido Edén!
A darte voy alegre la triste, mustia vida,
Y fuera más brillante, más fresca, más florida
También por ti la diera, la diera por tu bien.

En campos de batalla, luchando con delirio,
Otros te dan sus vidas sin dudas, sin pesar;
El sitio nada importa, ciprés, laurel o lirio,
Cadalso o campo abierto, combate o cruel martirio,
Lo mismo es si lo piden la Patria y el hogar.

Yo muero cuando veo que el cielo se colora
Y al fin anuncia el día, tras lóbrego capuz:
Si grana necesitas para teñir tu aurora,
Vierte la sangre mía, derrámala en buen hora
Y dórela un reflejo de su naciente luz.

Mis sueños cuando apenas muchacho adolescente,
Mis sueños cuando joven ya lleno de vigor,
Fueron el verte un día, joya del Mar de Oriente,
Secos los negros ojos, alta la tersa frente
Sin ceño, sin arrugas, sin mancha de rubor.

Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo,
¡Salud te grita el alma que pronto ha de partir!
¡Salud! ah, que es hermoso caer por darte vuelo,
Morir por darte vida, morir bajo tu cielo,
Y en tu encantada tierra la Eternidad dormir

Si sobre mi sepulcro vieres brotar un día
Entre la espesa yerba sencilla, humilde flor,
Acércala a tus labios y besa el alma mía,
Y sienta yo en mi frente, bajo la tumba fría
De tu ternura el soplo, de tu hálito el calor.

Deja a la luna verme con luz tranquila y suave,
Deja que el alba envíe su resplandor fugaz,
Deja gemir al viento con su murmullo grave,
Y si desciende y posa sobre mi cruz un ave,
Deja que el ave entone su cántico de paz.

Deja que el sol, ardiendo, las lluvias evapore
Y al cielo tornen puras, con mi clamor en pos,
Deja que un ser amigo mi fin temprano llore
Y en las serenas tardes, cuando por mí alguien ore
Ora también, ¡oh Patria, por mi descanso a Dios!

Ora por todos cuantos murieron sin ventura,
Por cuantos padecieron tormento sin igual,
Por nuestras pobres madres, que gimen su amargura,
Por huérfanos y viudas, por presos en tortura
Y ora por ti que veas su redención final.

Y cuando en noche oscura se envuelva el cementerio
Y solo los muertos queden velando allí,
No turbes su reposo, no turbes el misterio,
Tal vez acordes oigas de cítara o salterio,
Soy yo, querida Patria, yo que te canto a ti.

Y cuando ya mi tumba de todos olvidada
No tenga cruz ni piedra que marquen su lugar,
Deja que la are el hombre, la esparza con la azada,
Y mis cenizas, antes que vuelvan a la nada,
El polvo de tu alfombra que vayan a formar.

Entonces nada importa me pongas en olvido,
Tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzaré,
Vibrante y limpia nota seré para tu oído,
Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido
Constante repitiendo la esencia de mi fe.

Mi Patria idolatrada, dolor de mis dolores,
Querida Filipinas, oye el postrer adiós,
Ahí te dejo todo, mis padres, mis amores,
Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores,
Donde la fe no mata, donde el que reina es Dios.

Adiós padres y hermanos, trozos del alma mía,
Amigos de la infancia, en el perdido hogar,
Dad gracias que descanso del fatigoso día,
¡Adiós dulce extranjera, mi amiga, mi alegría!
¡Adiós queridos seres, morir es descansar!

Es indudable que, con este impresionante último poema, José Rizal alcanzó las más altas cimas de la lírica en lengua española, y que su lugar en el acervo cultural hispánico es parangonable al alcanzado por José Martí con sus poemas. Es muy de lamentar que la gran aportación realizada por José Rizal al desarrollo literario de la lengua española, no haya permitido que en su patria, las islas Filipinas, tras de su desaparición se perdiese la bella lengua española, mientras que en la patria de José Martí siga plenamente pujante. En ese sentido no puede olvidarse que, durante la ocupación norteamericana de Filipinas, no sólo no se hizo nada para conservar el vehículo de cultura que constituía le lengua española, sino que las nuevas autoridades coloniales se esforzaron por asegurar la hegemonía de la lengua inglesa. Sin embargo, sería muy simplista atribuir la erradicación de la lengua española exclusivamente a la presión yanqui. De hecho, cuando ocuparon las tropas norteamericanas el archipiélago filipino, sólo hablaban en español el diez por ciento de los filipinos. En contraste a lo sucedido en Hispanoamérica, los españoles no se esforzaron en difundir la denominada lengua del Imperio, según la conocida expresión de Nebrija, ya que los frailes españoles prefirieron, tras duro aprendizaje, predicar en tagalo en lugar de hacerlo en su propia lengua española. A su vez la burguesía criolla, de ascendencia hispánica o mestiza, adoptó la posición aristocratizante de impedir que la lengua española se difundiese entre la masa de la población de habla tagala. Así podían sentirse superiores a la gran masa de la población que seguía utilizando el tagalo para comunicarse. Es de esperar que la labor, todavía reciente, del Instituto Cervantes en Manila permita, con el tiempo, una cierta recuperación de nuestra lengua y cultura en Filipinas.»{1}

Algunos datos más sobre José Rizal los tomamos de la sucinta biografía que de él publicó La Gran Enciclopedia del Mundo, de la Editorial Durvan, en su texto se dice:

«José Protasio Rizal y Alonso (1861-1896), Escritor y patriota filipino nacido en Calamba. Tras estudiar en España, Medicina y Filosofía y Letras, publicó en Berlín la novela Noli me tangere (1886), dura sátira contra las órdenes religiosas, y viajó por Japón, China y Estados Unidos, antes de instalarse como médico en Hong Kong. De nuevo en Filipinas, fue deportado primero a Mindanao y luego a España (1896) por sus ideas avanzadas. Finalmente, luego de permanecer encerrado en Montjuich, fue devuelto a Manila, donde condenado por un Consejo de Guerra, murió ejecutado. Además de la obra citada, escribió El Filibusterismo (1892) y numerosas poesías. Su patria le honró dando su nombre a una de sus provincias.»

Sin embargo, la edición en español de la novela Noli me tangere, por el Círculo de Lectores de España, nos ha permitido leerla en español. De su lectura obtuvimos un magnífico retrato de la sociedad colonial española de su tiempo, que transciende a la mera sátira de las órdenes religiosas. Su dura crítica del clero y la burguesía criolla, desencadenaron contra Rizal los odios más reaccionarios que después impulsaron su fusilamiento. No se le pudo probar más delito que el de su patriotismo filipino y la mordacidad que utilizó contra un clero corrupto y montaraz y una burguesía servil de los colonialistas.

Las fuentes históricas y literarias sobre José Rizal son en España mucho más limitadas que las existentes sobre José Martí. En consecuencia, vamos a dedicar al héroe nacional cubano mucha mayor amplitud en este paralelismo. Por otra parte, la influencia de José Martí sobre el pueblo español ha sido mucho más importante que la de José Rizal. De ello tratamos en una conferencia, titulada «Multidimensionalidad de 1898», que desarrollamos el 21 de septiembre de 1998 en Oviedo, a petición del Colegio de Doctores y Licenciados.

José Martí, en su perspectiva histórica

La vida y obra de José Martí se ha engrandecido, en la medida que su perspectiva histórica le ha proporcionado una nueva y magna dimensión. Ha sido, sobre todo, la realización de la Revolución Cubana, dirigida por el comandante Fidel Castro, la que ha constituido la «praxis» de sus concepciones teóricas y de sus directrices políticas. Con ello, la aportación de José Martí a la historia mundial alcanzó un nivel muy superior al que supuso su relevante contribución a la independencia de Cuba. Alcanzó una dimensión revolucionaria latinoamericana, consecuente con sus aportaciones al estudio y crítica del imperialismo. En ese sentido, resulta muy útil un libro elaborado por la Dirección Política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR). Así, en su introducción, se dice:

«Los temas que se abordan, por su interés transcienden las fronteras de la época y se insertan en el proyecto y las ideas que sustentan y alientan a la Revolución Cubana, tal es el caso de la proclamación del carácter martiano y marxista-leninista de nuestro Partido Comunista de Cuba, el cual tiene sus antecedentes en el Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí; la vocación internacionalista de nuestro pueblo y su consecuente lucha antiimperialista a favor de la unidad latinoamericana, proclamada por Martí como una sola patria del Río Bravo a la Patagonia, el carácter democrático que encarnan los más elementales derechos a la libertad, el trabajo y la plena dignidad del hombre, noble empeño y aspiración del Maestro en su lucha por forjar «La república justa y abierta», la unidad nacional, como factor imprescindible para mantener y llevar a adelante nuestro socialismo, lo cual constituyó un importante rasgo en el empeño por aglutinar a los patriotas en la lucha por la independencia del dominio colonial español; la participación del pueblo en la defensa armada de la revolución, en la que Martí confió como decisiva para el éxito de la guerra necesaria; entre otros tópicos del inapreciable legado martiano.»{2}

Antes de abordar concretamente tal legado, conviene tener una idea global de la vida y obra de Martí, aunque sea sólo mediante una síntesis de ella:

«José Julián Martí Pérez (1853-1895), patriota y poeta cubano, nacido en La Habana. Siendo muy joven todavía, fue condenado a trabajos forzados en las canteras por sus actividades políticas patrióticas. Enviado luego a España, comenzó la carrera de Leyes en Madrid y la terminó en Zaragoza (1876). A su regreso a Cuba inició sus actividades en el movimiento de liberación, lo que le supuso dos encarcelamientos en España y varios años de exilio en Guatemala, de cuya Universidad fue profesor, y en Nueva York, donde actuó como cónsul de diversos países sudamericanos y fundó el periódico cubano La Patria. Al producirse la sublevación patriótica de 1895 marchó a Cuba al frente de dos expediciones y murió en la batalla de Dos Ríos en mayo del mismo año. Destacado orador público, fue también exquisito poeta, precursor del modernismo, autor de Ismaelillo (1882), romances a su hijo, Versos sencillos (1891), Versos libres, Otros versos, Versos escritos en albúnes, De la Edad de Oro. Entre sus escritos políticos y sociales, destacan El presidio político en Cuba (Madrid 1871), La República Española ante la Revolución Cubana (Madrid 1873), Bases del Partido Revolucionario Cubano (1892) y el Manifiesto de Montecristi (1895). También escribió una novela Amistad funesta (Nueva York 1885). La existencia de José Martí estuvo consagrada a la consecución de la libertad política y la renovación social de su país. En toda su obra, vasta y multiforme, se aprecia un latido de sinceridad humana, anhelo moralizador y encendido patriotismo. Prosista de elegante elocuencia, matizada de rasgos impresionistas, su temperamento vehemente vibra en el campo de la poesía con acentos poderosos y profundos. Está considerado como un precursor del movimiento modernista. Sus escritos, reunidos bajo el título de Obras Completas (La Habana 1936-1953, ocupan 73 volúmenes.»{3}

Este juicio, tan laudatorio de José Martí, lo hemos visto plenamente confirmado con la lectura, detenida y completa, que de sus Obras escogidas hemos realizado antes de elaborar esta comunicación. La admiración que los españoles sentimos por José Martí, se vio confirmada por el hecho de que un numeroso grupo de socios-fundadores de la Asociación de Amistad España-Cuba Bartolomé de las Casas, en un viaje que realizamos en 1979, para conmemorar el XX Aniversario del triunfo de la Revolución Cubana, lo primero que hicimos al llegar a La Habana fue depositar, en nombre del pueblo español, un ramo de flores ante el monumento a José Martí en La Habana. Un buen complemento de la síntesis biográfica citada, es la que nos proporciona el Lic. Víctor Pérez-Galdós Ortiz, en su opúsculo José Martí. El amor y la Solidaridad, editado por la Asociación de Amistad con Cuba de León. En su capítulo titulado «José Martí, héroe nacional de Cuba», al que antepone el poema martiano,

Mi porvenir es como
la luz del carbón blanco
que se quema él
para iluminar alrededor.

para continuar con otro fragmento del poema, que dice

Yo quiero salir del mundo
Por la puerta natural;
en un carro de hojas verdes
a morir me han de llevar.
No me pongan en lo oscuro
A morir como un traidor;
¡Yo soy bueno, y como bueno
Moriré de cara al sol!

Y prosigue Víctor Pérez-Galdós:

«De cara al sol, como proclamó en sus Versos Sencillos, murió José Martí el 19 de mayo de 1895 cuando daba su contribución al desarrollo de la lucha por la independencia de Cuba, su tierra natal. Precisamente por su notable aportación a este objetivo y por la relevancia de su vida y obra en sentido general, a José Martí se le reconoce con el calificativo honroso de «Héroe Nacional». Nacido el 28 de enero de 1853 en La Habana, desde muy joven evidenció y reflejó sus sentimientos patrióticos y también su sensibilidad como poeta y escritor. Precisamente uno de sus primeros poemas, escrito en 1869, fue el titulado «10 de Octubre», en el que plasmó el significado que le atribuía a que en Cuba se combatiese contra el yugo colonial español.

No es un sueño, es verdad; grito de guerra
lanza el cubano pueblo, enfurecido:
El pueblo que tres siglos ha sufrido
cuanto de negro la opresión encierra...

Por sus convicciones patrióticas y por su actitud en defensa de su Patria, José Martí padeció primero el presidio y trabajos forzados y después el destierro, pero ello sirvió para acrecentar su amor por Cuba y reafirmar su compromiso en correspondencia directa con el sentido que le diera a su vida y su concepción acerca del deber. Durante su existencia vivió en España, en los Estados Unidos y en varios países latinoamericanos. A través de su vida realizó las funciones de periodista, igualmente ejerció el magisterio y también fue representante diplomático en Nueva York de algunos países de América Latina. Se destacó como un gran poeta y además escribió novelas, obras de teatro, así como dirigió varias publicaciones
José Martí sobresalió por sus grandes cualidades como orador. Su palabra fue un arma de combate eficaz y en diversas oportunidades él supo cautivar a su auditorio con sus razonamientos y con el entusiasmo que demostraba al hacer referencia a Cuba y a la necesidad de los cubanos de luchar por la independencia de su tierra natal.
En los años iniciales de la década del noventa, en el siglo XIX, Martí se consagró por entero al empeño de lograr la liberación de Cuba. Fundó, incluso el Partido Revolucionario Cubano, creó el periódico Patria que serviría como vehículo de difusión de los ideales cubanos y trabajó intensamente en la organización de lo que él calificaría como la Guerra Necesaria que finalmente se iniciaría el 24 de Febrero de 1895.
No conforme con la labor realizada, una vez iniciada la lucha por la independencia cubana, José Martí aquilató que su deber era estar allí en el propio escenario donde se desarrollaba la guerra, para influir en su desarrollo con la fuerza de su ejemplo, y en tal sentido se trasladó a Cuba. Su llegada al territorio cubano se produjo el 11 de abril de 1895 y varios días después en una emotiva carta dirigida a Carmen Miyares de Mantilla, y a sus hijos, patentizó el gran regocijo que experimentaba cuando señaló: «Es muy grande Carmina mi felicidad sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mi propio, ni alegría egoísta o pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor de que en mis paisanos veo, en la naturaleza que en nuestro valor nos da derecho, me embriagaba de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad.»{4}
Algo más de un mes después, en la zona de Dos Ríos, en la parte oriental del territorio cubano, se produjo la caída de José Martí, hombre de estatura universal que fue consecuente en todo momento con lo que fuera capaz de decir y plasmar en sus discursos, trabajos periodísticos, cartas y obras literarias.

En la introducción, al trabajo realizado por las FAR al pensamiento de Martí, se proporcionan algunos criterios útiles para el mejor estudio de tal pensamiento, Así se precisa:

«Adentrarnos en todo lo que contribuyó a esa formidable conjunción en el pensamiento martiano, el patriotismo cubano y latinoamericano, el democratismo en su amplitud más amplia, el antiimperialismo y una vocación universal, humanista, y altísimos valores, expresada en una producción literaria y publicista sin paralelo en toda la América de su tiempo, del pensador político más profundo del siglo XIX americano, como lo calificara nuestro Comandante en jefe Fidel Castro Ruz, constituye uno de los objetivos principales de la formación marxista-leninista y política del personal de las FAR durante el año 1992.
Al estudiar la obra del maestro, se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:
1. La absoluta unidad de su pensamiento desde el principio hasta el final. Su obra es indivisible. En Martí hay un proceso de maduración de su pensamiento pero no un rompimiento de una etapa de su vida a otra.
2. Martí no es en el sentido puro un teórico, un sociólogo, sino un dirigente político. No se dedicó a elaborar un tratado filosófico, pero se vio en la necesidad práctica de dar opiniones, hacer juicios, dar orientaciones para guiar la acción revolucionaria de las masas.
3. Su obra es de una gran extensión. Sus ideas públicas y privadas las dejó en voluminosos escritos. Pero ninguna de sus ideas se puede separar de su posición como dirigente político, de alcance internacional, ni se puede ver de manera aislada. Sólo para el estudio, es posible el análisis separado de determinado aspecto.
4. Su patriotismo o afiliación a los sectores populares. desde su propia adolescencia, y la claridad desde joven de que nuestra lucha, forma parte de la lucha de lo que él llamó Nuestra América, es un principio de su conducta política.
5. Hoy tenemos una diversidad de textos para profundizar en la vida de Martí. Sus contemporáneos lo conocieron por sus escritos en los periódicos, por su oratoria y el arte de emplear las cartas. Tenía una inmensa necesidad de escribir y comunicar sus ideas y aquello que no podía decir públicamente lo hacía por cartas. Hay cinco tomos, más de dos mil páginas conocidas, de cartas de Martí.
6. La vida del Maestro, como la de los demás grandes hombres, está sometida a un condicionamiento histórico, pero su pensamiento fue mucho más allá de su acción y de su tiempo, llegó a nosotros y se sigue proyectando hacía el futuro.{5}

Formación y evolución político-revolucionaria de José Martí

El tema de este enunciado, se aborda en relación a dos aspectos fundamentales de la niñez y adolescencia de José Martí y la evolución de su pensamiento y acción patriótico-revolucionaria. También, sobre tal tema, proporciona la Dirección Política de las FAR orientaciones útiles. Con esa finalidad, en un texto incluido en su introducción, precisan:

Debemos prestar especial atención a los siguientes aspectos.
—En la formación revolucionaria de José Martí ejerció gran influencia la precaria situación económica, política y social imperante en Cuba en aquel momento, que le permitió conocer desde niño las condiciones de trabajo del campesinado y la crueldad con la que eran tratados los esclavos.
—El encuentro de José Martí con Rafael María de Mendivil y Fernando Valdés Domínguez fue decisivo en la formación político-revolucionaria del Maestro, al despertar en él la sed de justicia y el ansia de libertad que marcaron su vida.
—Las inquietudes revolucionarias de José Martí se empiezan a manifestar cuando tenía la edad de 16 años en que, idealmente, se incorpora a la guerra que hubo de iniciarse el 10 de octubre de 1868. Publica el 14 de enero de 1869, en el periódico estudiantil El diablo cojuelo, el artículo «O Yara o Madrid», y en el periódico Patria el poema «Abdala», donde define lo que para él es el amor a la patria:

El amor, madre, a la patria
No es el amor ridículo a la tierra,
Ni la yerba que pisan nuestras plantas;
Es el odio invencible a quien la oprime.
Es el rencor eterno a quien la ataca...

—La actividad revolucionaria del Maestro continúa durante los años del primer destierro en España, donde polemiza en los diarios la cuestión cubana, publicando, entre otros artículos, su alegato «El presidio político en Cuba» y el ensayo La República Española ante la Revolución Cubana, en los que censura el régimen colonial imperante en la isla.
—La actividad fundamental del Maestro, en la preparación de la guerra necesaria, se desarrolló durante su permanencia, durante los años 1880 y 1895, en los Estados Unidos, donde en colaboración con los exiliados cubanos, y con los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso, funda el Partido Revolucionario Cubano el 10 de Abril de 1892 y recauda los medios y fondos necesarios para sufragar la guerra.»{6}

Martí y su visión acerca del pueblo español

Aunque, a través de todo lo que hemos expuesto, queda en evidencia el odio incansable de Martí al colonialismo español, y su sed insaciable de conseguir la independencia de su Patria, Martí supo distinguir siempre su aversión del sistema colonial imperante en su patria de su gran aprecio de los españoles como pueblo. Este es otro de los paralelismos que se dieron entre Martí y el héroe nacional filipino José Rizal, que siempre estableció la misma distinción entre sistema colonial y pueblo. Respecto a Martí, el tema fue muy bien abordado por Vicente Pérez- Galdós en su capítulo «Martí y su visión del pueblo español» de la obra citada anteriormente. En tal capítulo, Pérez-Galdós precisa:

«Un profundo respeto y una gran admiración sintió José Martí por el pueblo español tal cual pudo conocer y relacionarse más directamente durante su estadía en la Península Ibérica entre 1871 y 1874. Tanto en su actitud como en lo que reflejara en sus discursos, obras literarias y trabajos periodísticos, Martí supo establecer una marcada diferencia entre los hombres y mujeres sencillos de España y los que representaban al régimen colonial. Martí luchó contra España pero no contra los españoles. Hijo de españoles de pueblo, su padre Mariano Martí era de Valencia y su madre Leonor Pérez procedía de las islas Canarias, asimiló e hizo suya algunas de las peculiaridades de sus padres y por ende algunos de los rasgos esenciales del pueblo español. Precisamente, al hacer referencia a varias de las características de su personalidad y modo de actuar Martí manifestó "¿Y de quien aprendí yo mi entereza y rebelión, o de quien pude heredarlas sino de mi padre y de mi madre?" José Martí residió en España en tres oportunidades. La primera fue cuando era un niño y fue llevado por sus padres a Valencia donde permaneció tres años. La segunda ocasión en que José Martí llegó a España en circunstancias verdaderamente dramáticas. Fue en 1871, entonces había cumplido los 18 años y había acabado de padecer los horrores del presidio político y la realización de trabajos forzados en Cuba, cuestión que por supuesto dejó una huella desde el punto de vista físico y psicológico. Gracias a las gestiones realizadas por un influyente amigo de la familia de Martí se logró la excarcelación del joven y tras una breve estadía en la isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) y después en La Habana, Martí salió para España en calidad de deportado. Y una de las primeras cosas que realizó Martí en Madrid fue elaborar y editar un folleto en el que denunció las atrocidades que cometían las autoridades españolas en Cuba contra los prisioneros.

«Dolor infinito debía ser el único nombre de de estas páginas. Dolor infinito, porque el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás.»{7}

Así declaró Martí que no tuvo, como objetivo esencial, contar lo que él había sufrido, sino que se tomara conciencia en la propia España de la terrible situación que padecían los que en Cuba estaban encarcelados. Y este sentido de la solidaridad con sus semejantes, Martí igualmente lo reflejaría respecto al pueblo español. Durante su estancia en España, se produjo el establecimiento de la República y, de inmediato, Martí elaboró y publicó un trabajo en el que valoró la significación de este hecho y lo que esto podía influir en la solución de la situación de vasallaje colonial que tenía Cuba.

«Hombre de buena voluntad, saludo a la República que triunfa –precisó Martí–, la saludo hoy como la maldeciré mañana cuando una República ahogue a otra República, cuando un pueblo libre al fin comprima las libertades de otro pueblo, cuando una nación que se explica que lo es, subyugue y someta a otra nación que le ha de probar que quiere serlo»{8}.

En este trabajo, Martí instó a los gobernantes españoles a asumir una actitud consecuente con las ansias de libertad de los cubanos y en relación a esto llegó a plantear: «No se infame a la República española, no se detenga a su ideal triunfante, no asesine a sus hermanos, no vierta la sangre de sus hijos sobre sus otros hijos, no se oponga a la independencia de Cuba»{9}

Algo menos de un año después de haber hecho este planteamiento, José Martí fue testigo de como se produjo la caída de la República española. Siguiendo el relevante trabajo del licenciado Víctor Galdós Ortiz, podemos percibir mejor la actitud de José Martí respecto al pueblo español:

«Al producirse la caída de la República española, Martí se encontraba en Zaragoza. Las imágenes del pueblo español combatiendo en defensa de su República quedarían grabadas en él hasta el punto de que en 1890, al escribir sus Versos Sencillos, evocó su estadía en Aragón y todo lo relacionado con este triste acontecimiento en la historia del pueblo español. José Martí salió de España a finales de 1874 y no volvió hasta 1879, en que resultó nuevamente deportado por sus actividades patrióticas. En 1878, después de haber concluido la guerra de la independencia, que duró casi diez años, Martí pudo retornar libre a su tierra natal. Más sólo pudo permanecer en Cuba algo más de un año. La tercera estancia de Martí en España, ya que a dos meses de producirse su llegada logró salir de la península y, tras una escala en Francia, continuó viaje a los Estados Unidos.
Como se puede apreciar, no fueron circunstancias gratas las que propiciaron la relación directa de Martí con España, más él con su gran sensibilidad supo aprovechar su permanencia en el territorio español para conocer y relacionarse de forma directa con este pueblo. Ya en la década final del siglo XIX, cuando de lleno se hallaba en los preparativos de la guerra por la independencia cubana, en más de una ocasión, en cartas, discursos y documentos que redactara, José Martí hizo constar que la lucha que estaba deseoso de emprender no era contra el español, por el hecho mismo de ser español, sino contra todo aquello que era reflejo de la opresión y del vasallaje de su tierra natal. Ejemplo elocuente de la actitud de José Martí al respecto lo podemos comprobar en sus palabras expresadas el 26 de noviembre de 1891, en Tampa, cuando al hacer un análisis de la actitud que debía asumirse respecto a los españoles, sentenció con particular elocuencia:
«¿Temer al español liberal y bueno, a mi padre valenciano, a mi fiador montañés, al gaditano que me velaba mi sueño febril, al catalán que juraba y votaba porque no quería el criollo huir con sus vestidos, al malagueño que saca con sus espaldas del hospital al cubano impotente, al gallego que muere en la nieve extranjera, al volver de dejar el pan del mes en la casa del general en jefe de la guerra cubana? ¡Por la libertad del hombre se pelea en Cuba, y hay muchos españoles que aman la libertad! A estos españoles les atacarán otros; yo los ampararé con mi vida! A los que no saben que esos españoles son otros tantos cubanos, les decimos ¡Mienten!.»{10}
Varios meses después, exactamente el 14 de marzo de 1892, en el número inicial del periódico Patria, en el artículo central titulado «Nuestras Ideas», José Martí volvió a fijar su posición respecto a los españoles al puntualizar:
«No es el nacimiento en la tierra de España lo que abomina en el español el antillano oprimido; sino la ocupación agresiva e insolente del país donde amarga y atrofia la vida de sus propios hijos. Contra el mal padre es la guerra, no contra el buen padre; contra el esposo aventurero no contra el esposo leal, contra el transeúnte arrogante e ingrato, no contra el trabajador liberal y agradecido. La guerra no es contra el español sino contra la codicia e incapacidad de España»{11}
Y con posterioridad, aún después de haberse reactivado la guerra de la independencia en Cuba, en el denominado Manifiesto de Montecristi que Martí firmara junto a Máximo Gómez el 25 de marzo de 1895, se llega a reiterar el amor y respeto por los españoles que aman la libertad, incluso hasta con aquellos que como instrumentos del régimen colonial se habían visto obligados a utilizar las armas contra los cubanos. Al respecto, se afirmó en el citado documento:
«En el pecho antillano no hay odio y el cubano saluda en la muerte a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y de su terruño para venir a asesinar en pechos de hambre la libertad que el mismo ansía. Más que saludarlo en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida: y la república será tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar por largo tiempo en la lentitud, desidia y vicios políticos de la tierra propia. Este es el corazón de Cuba y así será la guerra.»{12}

Y, efectivamente, así fue después de la independencia cubana, según pudimos comprobar en las ciudades de Santa Clara y Remedios, donde nos informaron del buen trato que se dio a los españoles que permanecieron en Cuba después de que el pueblo cubano consiguió su independencia.

José Martí, como hombre extremadamente sensible y solidario, fue capaz de actuar así y de esta forma también reaccionó cuando trabajó en el empeño supremo de lograr el desarrollo de una guerra que posibilitara el alcance de la independencia para su tierra natal. Su vida no estuvo sólo consagrada a este objetivo desde el punto de vista formal sino que de manera esencial luchó y se esforzó porque también prevaleciesen entre los seres humanos, y particularmente entre los cubanos, los más bellos sentimientos; porque imperasen la virtud, la honradez, la justicia social y la solidaridad como aspectos esenciales para el desarrollo de la propia vida. De todo ello habló y escribió José Martí en disimiles ocasiones, pero más que sus palabras, su modo de actuar en forma consecuente, lo ha hecho presentarse como un hombre de gran relevancia, un hombre de todos los tiempos, por la transcendencia de su vida y la vigencia de su práctica. Martí fue capaz de hacer realidad lo que le señalara su amigo y discípulo Gonzalo de Quesada, cuando en carta fechada el 1º de abril de 1895, considerada como su testamento desde el punto de vista literario, ya que en ella detalla lo que podía hacerse con sus obras si se producía su muerte en la guerra de la independencia, precisó: «Ya sabe usted que servir es mi mejor manera de hablar»{13}

Este profundo humanismo de Martí, encuentra también su paralelismo con el gran humanismo de José Rizal, según muestra elocuentemente su biografía y el último poema que escribió, y por el contrario, la prematura muerte de Rizal, fusilado por los colonialistas españoles cuando todavía no había podido elaborar su obra ideológica en toda su plenitud, le impidió llegar a las mismas conclusiones antiimperialistas que Martí. En el héroe nacional cubano está clarísima su predicción sobre el destino imperialista de los EEUU. Después de haber afirmado que, durante su exilio en Estados Unidos, «había vivido en el seno del monstruo y conocía sus entrañas», en una significativa carta a su amigo Manuel Mercado, fechada el 18 de mayo de 1895, y que quedó inconclusa al producirse su muerte al día siguiente, decía:

«Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura, agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y mi obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar la vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo– de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice, hasta hoy, y haré es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas hay que andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.»

Por último, es significativa la posición del pueblo cubano en defensa de la II República Española. José Martí tuvo que limitarse, al igual que los demás revolucionarios cubanos, a lamentarse de la caída de la I República Española. Por el contrario, fueron muchos los revolucionarios cubanos que vinieron a España a defender la II República Española de la agresión que sufrió por parte del fascismo internacional. Este rasgo solidario cubano lo sintetizó muy bien, años después, el comandante Fidel Castro:

«Surge en el año 1936 la guerra civil en España, donde los enemigos de la República son apoyados en la sublevación por Hitler y Mussolini. Se movilizan las Brigadas Internacionales, que allí escribieron una de las más hermosas páginas del internacionalismo proletario. Nuestro pueblo envió casi mil combatientes a luchar en España contra el fascismo. Nunca podremos olvidar que allí dieron su vida generosa hombres del calibre y la dimensión humana de Pablo de la Torriente Brau. Esta es, a nuestro juicio, una de las más nobles y heroicas contribuciones al movimiento revolucionario mundial de nuestro primer Partido Comunista, inspirador de esta acción solidaria.»{14}

Notas

{1} José María Laso Prieto, «Manila, 1898», artículo publicado en el diario La Nueva España, de Oviedo, el 9 de abril de 1998.

{2} Dirección Política de las FAR, Preparación marxista-leninista y política, La Habana 1991, página 1.

{3} Gran Enciclopedia del Mundo. Editorial Durvan, Bilbao 1977, página 719.

{4} José Martí, Obras Completas, Tomo 7, página 116. Editora Política, La Habana 1981.

{5} Dirección Política de las FAR, Preparación marxista-leninista y política, La Habana 1991, página 2.

{6} Dirección Política de las FAR, Preparación marxista-leninista y política, La Habana 1991, página 5.

{7} José Martí, Obras Escogidas, Tomo 1, página 25. Editora Política, La Habana 1981.

{8} José Martí, Obras Escogidas, Tomo 1, página 59. La Habana 1981.

{9} Lic. Víctor Pérez-Galdós Ortiz, José Martí. El Amor y la Solidaridad, Edición de la Asociación de Amistad con Cuba de León. León, mayo de 1996, páginas 9 y siguientes.

{10} José Martí, Obras Escogidas, Tomo 3, páginas 24 y 25, La Habana 1991.

{11} José Martí, Obras Escogidas, Tomo 3, página 85, La Habana 1991.

{12} José Martí, Obras Escogidas, Tomo 3, páginas 479 y 480.

{13} Lic. Vicente Pérez-Galdós Ortiz, Obra citada a partir de la página 9.

{14} Ramón Nicolás Fernández, Director de un equipo colectivo del Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, Cuba y la defensa de la República Española (1936- 1939), Editora Política, La Habana 1981.

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