José María Laso, Vicente Rojo, el general que humilló a Franco, El Catoblepas 28:6, 2004 (original) (raw)
El Catoblepas • número 28 • junio 2004 • página 6
José María Laso Prieto
A propósito del libro del coronel Carlos Blanco Escolá
Así titula el coronel Carlos Blanco Escolá, su libro dedicado a analizar la destacada personalidad del militar que tras haberse distinguido en la defensa de Madrid, contra el intento de conquistar la capital de España por las fuerzas militares sublevadas contra la república, llegó después a ser en Jefe del Estado Mayor del Ejercito Popular de la República y el cerebro militar que planificó las batallas de Brunete, Belchite, Teruel y El Ebro. El coronel Blanco Escolá es también autor de las obras La Academia Militar de Zaragoza (1928-1931), Franco y Rojo, dos generales para dos Españas, La incompetencia militar de Franco y General Mola, el ególatra que provocó la guerra civil. El último libro del coronel Blanco Escolá que, además de haber sido director de la Academia Militar de Zaragoza, en su nueva etapa democrática es licenciado en Historia, se presentó en Madrid el 23 de septiembre de 2003. En la reseña del acto dice J. R. M. en el diario El Mundo:
«"Realmente, el general Vicente Rojo, humilló a Franco", sostiene Carlos Blanco Escolá, historiador. Pero ¿cómo le humillo si perdió la guerra?, cabe preguntarse. "Porque en el planteamiento de las grandes estrategias le sacó ventajas siempre y fue la falta de medios del ejército republicano la que decantó el resultado", afirma Blanco Escolá que ayer presentó su libro en Madrid. Y prosigue el reseñista: "El caso es también reivindicar la figura de este militar honesto, cabal, católico de fuertes convicciones, anticomunista, partidario de la legalidad vigente, enemigo de los africanistas y de los golpistas del 36, sabio militar, cuyo objetivo era diseñar un ejército de hombres con conocimientos, algo para lo que fundó como editor la revista Colección bibliográfica militar, respetado por sus enemigos, aglutinador y fundador de las milicias populares... «Rojo ordenó el caos en la guerra civil y fue un maestro en estrategia, entendiendo como tal la utilización del elemento sorpresa", asegura Escolá. "Pero sus hazañas bélicas fueron difíciles de perdonar por Franco, a quien trajo de cabeza durante la lucha." Su vida tras la derrota está contada también en el libro. "Se fue a Argentina y luego a Bolivia, donde se le reconoció su rango y pudo enseñar en su academia militar. En los años cincuenta quiso volver a España, pidió autorización y le dejaron. Pero le esperaban a la vuelta de la esquina. Le llegó una citación judicial por rebelión militar, algo surrealista. Le condenaron a cadena perpetua, pena que no cumplió por una amnistía, pero le rebajaron la graduación y le humillaron. Ahí Franco actuó con espíritu de venganza."»
Desde hace años he sido un gran admirador del general Rojo. He leído y tengo todos sus libros que forman parte de mi biblioteca militar que casi alcanza los dos mil volúmenes, incluida la Colección bibliográfica militar dirigida por los entonces capitanes Rojo y Alamán. En la década del setenta ya publiqué en la prensa asturiana un artículo enaltecedor de Vicente Rojo y después publiqué en la revista El Basilisco el trabajo «Franco y Rojo: dos estrategias en la guerra de España» y, en la misma revista, «El Arco de Fuego (la batalla de Kursk)», sobre la batalla más decisiva de la Segunda Guerra Mundial. Desde tal perspectiva, quiero hacer dos observaciones: Es posible que Franco fuese humillado objetivamente por Rojo. Si embargo no creo que lo fuese subjetivamente, ya que considero que Franco no tenía suficiente conciencia autocrítica para tener tal sensación. Por otra parte, es muy discutible calificar a Vicente Rojo de anticomunista. Con independencia de su cosmovisión cristiana, Rojo elogió muchas veces la combatividad y disciplina de las unidades comunistas que actuaban bajo sus órdenes, y la eficacia de los jefes militares surgidos del V Regimiento de Milicias Populares. En reciprocidad los citados jefes, Lister, Modesto Tagueña &c., siempre elogiaron, en sus memorias, la capacidad militar de Rojo así como su honestidad profesional. Lo mismo ha hecho, años después, Santiago Carrillo.
El coronel Blanco Escolá inicia su último libro describiendo cómo surgió la casta militar africanista que junto con el rey Alfonso XIII, involucró a España en las campañas de Marruecos y fue el núcleo decisivo de la rebelión contra la República que fracasando como alzamiento, se convirtió en guerra civil y, después, en conflicto internacional. En el capítulo titulado «Bailando al son del maestro», Blanco Escolá expone las razones de la superioridad militar de Rojo sobre Franco. Así dice: «Mientras que Franco mostraba su supina ignorancia en todo lo relacionado con la estrategia (no había tenido ocasión de estudiarla ni practicarla en ningún momento cuando realizaba su fulgurante carrera). Rojo procuraba desenvolverse en el marco de la más pura ortodoxia tratando de compensar con su acertada conducción de la guerra la aplastante superioridad de medios del adversario. En definitiva, Rojo parecía asumir resueltamente esta máxima del mariscal Montgomery: 'Hay que obligar al enemigo a bailar al son que se le toque'. Franco, ciertamente, se pasó la guerra bailando al son que tocaba Vicente Rojo.» Después de algunas páginas, Blanco Escolá se centra en la última gran ofensiva republicana: «La maniobra del Ebro, planeada y dirigida por Vicente Rojo, causó gran sensación en su día, y llegó, incluso, a ser estudiada como modelo en las escuelas militares de la extinta Unión Soviética: las tropas republicanas prepararon esta difícil operación a lo largo de cincuenta días, a escasos metros de las posiciones del adversario . En la medianoche del 25 de julio de 1938, utilizando doce puntos de paso, comenzaron a cruzar el río las seis divisiones de los Cuerpos V y XV del Ejército del Ebro, cogiendo al enemigo por sorpresa y logrando desarticular su dispositivo de fuerzas. Por la mañana, con las vanguardias situadas a la otra orilla dominando los puntos esenciales, y pese a la presencia de la aviación franquista, que acudió con rapidez a la cita, el grueso inició la travesía sin encontrar demasiados problemas, a la par que se llevaban a cabo las acciones demostrativas previstas; al finalizar la jornada, los republicanos habían alcanzado los objetivos previstos para el primer avance y, tres días después, tenían al otro lado todos los elementos que debían pasarlo, con los diversos puestos de mando y escalones de servicio instalados. La maniobra del Ebro había terminado y las fuerzas republicanas se dispusieron a afrontar la consecuente batalla defensiva.» Según Blanco Escolá, «A la elegancia y brillantez demostrada por Rojo, con la maniobra del Ebro, Franco respondió con los ataques frontales y el empleo de la fuerza bruta, es decir haciendo gala de los dos rasgos que caracterizan a los militares incompetentes.» Según Enrique Lister, toda la táctica y el arte militar de Franco se redujeron a las del mazo.