José María Laso, Antonio Giménez Pericás in memoriam, El Catoblepas 29:6, 2004 (original) (raw)

El Catoblepas, número 29, julio 2004
El Catoblepasnúmero 29 • julio 2004 • página 6
Desde mi atalaya

José María Laso Prieto

Ante el fallecimiento, el 19 de junio de 2004,
del fundador de Jueces para la Democracia

Antonio Giménez PericásAntonio Giménez PericásAntonio Giménez Pericás saluda al ministro Ángel Acebes

Cuando estaba todavía convaleciente de una doble operación ocular, realizada con gran destreza técnica por los doctores Fernández Vega en su magnífico Instituto Oftalmológico ovetense, he tenido conocimiento de una dolorosa noticia, la del fallecimiento de mi gran amigo, y compañero de cautiverio en el Penal de Burgos, Antonio Giménez Pericás (nacido en Valencia en 1930). Se trata de uno de los más famosos y activos luchadores por la democracia durante el franquismo. Con su óbito se suma a otros luchadores ya fallecidos como Luciano Rincón, Julián Viejo, Gabriel Aresti y Manuel Vázquez Montalbán.

Como consecuente demócrata que era, Giménez Pericás, después de haber luchado durante largos años contra el franquismo, y no obstante haberse integrado perfectamente en el ambiente de Euskadi –hasta el punto de dar a sus dos hijos nombres en euzkera, como Urko y Atsier–, rechazó valientemente la barbarie del terrorismo etarra al ser uno de los fundadores del Foro de Ermua, junto a sus compañeros de cautiverio en el Penal de Burgos, don Vidal de Nicolás y don Agustín Ibarrola.

La causa de su fallecimiento ha sido una serie de infartos cardiacos escalonados en el tiempo y, al parecer, de origen genético. Después del primer infarto todavía tuvo arrestos para desplazarse a Oviedo, en unión de Eugenia, su esposa, para asistir al homenaje que me rindió el PCA con motivo de la publicación de mis Memorias.

Hace unos días recibí una carta suya que se puede considerar premonitoria. Decía: «Te escribo mientras me voy deslizando hacia lo que tu seguramente, llamarías "las tinieblas exteriores" y yo –un tanto luterano– "la nube del no saber". Este corto preámbulo me sirve para excusar mi presencia en el acto que estimo entrañable de tu recibimiento como hijo adoptivo de la ciudad de Oviedo. Entre otros méritos obvios has tenido el de anclar sólidamente en ciudades de raigambre ilustrada y acreditada resistencia contra el despotismo y las actitudes cavernarias. Por ello –aunque tenaz en mi rechazo de las identidades– te felicito cordialmente y te acompaño con todo mi corazón. Un afectuoso saludo republicano. Antonio.»

Después de este preámbulo sentimental, quiero entrar de lleno en mi tarea de recordar la personalidad de Antonio Giménez Pericás. De origen valenciano, estudió Derecho y Periodismo en Madrid y allí comenzó sus primeras actividades como crítico de arte. Sus colaboraciones en la revista Acento cultura fueron notables. Más tarde pasó a residir en Bilbao, donde se convirtió en redactor del diario Hierro, y en director de la revista de los Sindicatos Verticales. Todo ello como consecuencia de que era amigo del señor José Molina Plata, por entonces Subjefe Nacional del Movimiento. En todo caso, pronto inició su lucha contra la dictadura franquista. Participó activamente en las huelgas de Vizcaya de 1962 y fue detenido. Formó parte del Sumario encabezado por el dirigente comunista Ramón Ormazabal y que también incluía a Vidal de Nicolás, Agustín Ibarrola y al futuro Ministro de Justicia, Enrique Múgica Herzog. En el Consejo de Guerra celebrado contra ellos, Giménez Pericás se hizo famoso por haber pedido públicamente su ingreso en el Partido Comunista de España a Ramón Ormazabal, justo en el momento en que el fiscal lanzaba una fuerte requisitoria contra los acusados. Condenado en tal Consejo de Guerra a diez años de prisión fue trasladado al penal de Burgos para su cumplimiento. Allí fue muy activo tanto cultural como políticamente. A iniciativa de Ramón Ormazabal organizó un curso sobre arte vasco, realizado clandestinamente, tomando como base el libro de Kaperotxipi.

Una vez que en 1964 salió en libertad, fundó, en unión de los abogados Manuel Moreno Lombardero y Enrique Gil Sanz, un bufete denominado «Estudio Jurídico de Vizcaya», para dedicarlo a la defensa de los presos políticos y de los derechos de los trabajadores. Giménez Pericás quedó luego sólo al frente de un bufete que se hizo famoso por su gran actividad. Yo lo visitaba todos los fines de semana y allí se inició mi vocación jurídica, lo que me llevó a estudiar Derecho en Oviedo.

Antonio Giménez Pericás participó también en la famosa tertulia de La Concordia. Recientemente mi buen amigo Antonio Masip –ex alcalde de Oviedo– en un artículo titulado «Laso, siempre Laso», publicado en Oviedo Diario, citaba a Giménez Pericás: «Con Laso gasto ya casi cuarenta años de amistad. Le conocí en la tertulia sabatina del cafetón La Concordia. A su lado, Blas de Otero, Luciano Rincón, Agustín Ibarrola, Vidal de Nicolás, Antonio Giménez Pericás.»

Antes de venir a Asturias, participé también con tan querido amigo en diversas actividades lúdicas y culturales. Así por ejemplo, en una hemeroteca que fundamos en su bufete sobre la base de suscribirnos a las revistas progresistas nacionales y extranjeras. Tal hemeroteca era muy concurrida y nos servía también de tertulia. Tuvo entonces mi amigo varios conflictos con la policía política franquista. Recuerdo también otro episodio propio de la época. Un domingo por la tarde estuve tomando café en casa de Giménez Pericás y en ese momento le llamó por teléfono su colega José Antonio Echevarrieta, debido a que a su hermano –el primer muerto de ETA– le había matado la Guardia Civil. Le propuso que ambos se trasladasen a Tolosa a recoger el cadáver en nombre de la familia y así lo hicieron.

Una vez que me trasladé Asturias mantuve el contacto con mi amigo. Hizo entonces varios viajes a Asturias. Una vez para dar una conferencia sobre temas jurídicos en Tribuna Ciudadana, a la cual yo le había invitado. Otra vez tuvimos una curiosa aventura con él en un pedrero situado en las proximidades de la residencia de Daniel Palacio (es decir, del ya fallecido marido de la actual alcaldesa de Gijón). Por el pedrero, Giménez Pericás y yo nos perdimos y pasamos muchas fatigas. En la última etapa de su activa vida jurídica Antonio Giménez Pericás, después de haber luchado por la democratización de la Justicia en el Congreso de la Abogacía de León y en otros actos similares, accedió, por el cuarto turno, a la judicatura y llegó a ser Magistrado de la Audiencia de San Sebastián. ¡Descanse en paz este gran luchador por la democracia y extraordinario jurista!

Por otra parte, en las necrológica de El País del 20 de junio se decía: El magistrado Antonio Giménez Pericás falleció ayer en Bilbao a los 74 años tras una larga enfermedad. Natural de Valencia, aunque residió la mayor parte de su vida en Euskadi, fue fundador de Jueces para la Democracia y era un destacado penalista, autor de numerosos artículos sobre el Código Penal. Giménez Pericás nunca pensó que acabaría siendo juez. Aquel niño de la guerra, como gustaba definirse, sufrió una contienda que le robó la infancia y le devolvió, como solía decir, un padre ciego, al que leía los partes de guerra con los que aquel militar republicano interiorizaba el tránsito de la derrota. En un Consejo de Ministros se le prohibió a perpetuidad ejercer el periodismo. Afiliado al PCE, abrió una ventana más en su día publicando en Informaciones y Hierro. Lo que nunca pudo recuperar, de tanto como le robaron en su vida, fueron aquellos libros de novela negra que la Brigada Político Social le retiró por peligrosos, aunque él les insistía en que trataban de colegas suyos.

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