Gustavo Bueno, La base de la firmeza, El Catoblepas 31:2, 2004 (original) (raw)

El Catoblepas, número 31, septiembre 2004
El Catoblepasnúmero 31 • septiembre 2004 • página 2
Rasguños

Gustavo Bueno

Palabras pronunciadas en la ceremonia de recepción de la Sardina de Oro,
el día 10 de septiembre de 2004 en Avilés

Ante todo, las primeras palabras sean de agradecimiento a los directores de la organización de «Sabugo, ¡Tente Firme!», por la ocurrencia que han tenido de darme la «Sardina de oro». Y lo que tengo que decir es, sobre todo, que en «Sabugo, ¡Tente Firme!» veo, ante todo, un lema moral y ético.

La firmeza es una de las primeras virtudes, según Benito Espinosa, nuestro mentor. La firmeza es la aplicación de la fortaleza a uno mismo o al grupo; después vendrá la generosidad, cuando la fortaleza se aplique a los demás individuos o grupos. «Sabugo, ¡Tente Firme!» es, por tanto, una verdadera sentencia, un verdadero lema de vida. Y yo creo que tienen que estar orgullosos quienes asumen este lema como suyo.

Sobre todo, si tenemos en cuenta, como ahora se nos acaba de recordar, que «Sabugo, ¡Tente Firme!» está en función de los barrios de Galiana y de Rivero: «Sabugo, ¡Tente Firme!», mientras Galiana y Rivero se hunden. Porque hay que tener en cuenta, y no lo digo yo, lo dice Santo Tomás de Aquino, que los bienaventurados verán acrecentada su gloria y placer cuando vean a los condenados hundidos en el infierno.

«Sabugo, ¡Tente Firme!»: la Firmeza de Avilés, me gustaría subrayarlo en el momento de esta España que algunos quieren asimétrica, y en donde parece que la base de nuestra firmeza esta más en Europa que en España misma.

Lo que quiero subrayar aquí es el hecho de que la firmeza de Avilés, a través de Sabugo, procede de España. Si Avilés fue grande y firme lo fue precisamente por estar ligada a la ría por la que entraba la sal y muchas otras cosas, a Oviedo, a Asturias y a España. Desde su principio, Avilés fue villa de realengo, por tanto, de ciudadanos libres de clérigos y de aristócratas.

El Fuero que hizo de Avilés una villa ejemplar fue otorgado por Alfonso VI y ratificado por Alfonso VII, el Emperador. ¿Y cómo sería concebible que Avilés hubiera dado figuras e instituciones tan universales si no hubiera estado entroncada desde el principio con España?

La gran figura avilesina de la Edad Media, Rui Pérez de Avilés, intervino, a las órdenes de Fernando III El Santo, en la toma de Sevilla: en el escudo de Avilés, la proa en forma de sierra para cortar las cadenas que cerraban el paso del Guadalquivir, lo atestigua.

Y la mayor gloria de Avilés, la del Adelantado Don Pedro Menéndez de Avilés, el descubridor de la Florida y fundador de la ciudad de San Agustín, se forjó en el servicio de Carlos I, y después, de Felipe II: San Quintín, la Armada Invencible.

Si Carreño Miranda o Bances Candamo alcanzaron a ser lo que fueron se debió a que dispusieron de la Corte de los Austrias como caja de resonancia.

Y dejo de contar, para no entrar en el terreno escabroso, aún hoy para muchos, de la transformación de Avilés en una gran ciudad, como sede de una empresa nacional que llevó el nombre de Ensidesa.

Avilés ha estado ligado esencialmente a España, y si es Avilés, como le pasa a Asturias, es por ser España y no otra cosa. Esta es la lección que yo sacaría de «Sabugo, ¡Tente Firme!».

El hecho de haber recibido el honroso galardón de la «Sardina de oro» me deja un poco estupefacto cuando se me ocurre recordar una anécdota muy famosa de Diógenes el cínico. Me refiero al mismo Diógenes que vivía en un tonel y que cuando se le acercó Alejandro Magno para preguntarle: «¿Qué quieres que haga por ti?», le respondió: «Pues que te retires un poco para tomar el sol».

Este mismo Diógenes a sus discípulos les obligaba a llevar colgada una sardina cuando salían a pasear por las calles de Atenas. A sus discípulos les daba vergüenza llevarla. ¿Y por qué les daba vergüenza? Porque no habían conocido la sardina de oro que «Sabugo, ¡Tente Firme!» nos ha entregado.

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