Julián Arroyo Pomeda, Nietzsche póstumo de nuevo, El Catoblepas 35:21, 2005 (original) (raw)

El Catoblepas, número 35, enero 2005
El Catoblepasnúmero 35 • enero 2005 • página 21
Libros

Julián Arroyo Pomeda

Ante la edición de Federico Nietzsche, Fragmentos póstumos sobre política, edición y traducción de J. E. Esteban, Trotta, Madrid 2004, 206 páginas

«Alguien podría inventar una fábula semejante...»
«¿Qué es entonces la verdad?»

Así se expresaba Nietzsche en su opúsculo póstumo, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, obra de juventud, dictada a su amigo Gersdorff en junio de 1873, por causa de una enfermedad de la vista. En toda su producción –también en la fragmentaria– sobresale siempre la fuerza y expresividad de su comunicación. Probablemente haya sido el comunicador más grande entre los filósofos y el que ha concebido la filosofía como mito, metarrelato o fábula y al filósofo, como artista. Esta es su filosofía nueva, que nos lleva más allá de cualquier totalización, porque una verdad absoluta es algo totémico, sagrado y destructor de la fuerza universal de la vida. Claro, por eso dice que «para no perecer ante la verdad tenemos el arte», que puede volar por encima de toda oposición, relativizando las pretensiones de valor. Así que frente a la verdad disponemos del arte y la tragedia es siempre afirmación. La existencia trágica no puede aplastarnos, llevándonos a la renuncia ascética, sino todo lo contrario, porque se impone la alegría trágica. «El saber absoluto lleva al pesimismo: el arte es el remedio contra ello», escribe en el fragmento 19 (52) de Colli-Montinari.

Tenemos tantas interpretaciones de Nietzsche y tan torcidas que a quien quiera proponer otra más solamente le resta la opción de documentarse profundamente en los textos originales. Y aun así, siempre queda el peligro de reinterpretarle otra vez y, quizás, manipularle, en cierto sentido. Pero esto resulta ya inevitable porque él mismo mostró que el conocimiento no es más que interpretación, estando condenados a esta clase de actividad. La realidad se nos aparece interpretada. Tenenos necesidad de «leer» el mundo, si queremos conocerlo. Safranski, al final de la biografía del pensamiento de Nietzsche concluye en que «era un laboratorio del pensamiento y no se concedió pausa en la tarea de interpretarse a sí mismo. Era una central eléctrica para la producción de interpretaciones» (R. Safranski, Nietzsche. Biografía de su pensamiento, Tusquets, Barcelona 2001, página 374.). Pobre Nietzsche, al que han convertido en racista, antisemita, profeta del nacionalsocialismo, metafísico, ácrata, cínico... Ahora toca trabajar la línea política para «iluminar algunas de las características de lo que se puede denominar la política trágica de Nietzsche» (página 10). Tanto J. E. Esteban, como J. Quesada, que le dirigió la tesis doctoral y a partir de tal situación intelectual se contagiaron mutuamente de entusiasmo intelectual y pasión humana, llevan años dedicados a presentar la otra cara de Nietzsche, el pensador intempestivo y, por tanto, de «pasado mañana» (Übermorgen, según el titular editado en 2001 por D. Sánchez-Meca: Sabiduría para pasado mañana. Selección de «Fragmentos póstumos» (1869-1889), Tecnos, Madrid 2001). En mi opinión, la apuesta de Esteban de un Nietzsche pensador político hay que tomarla con bastante reservas críticas, al menos por el momento.

En la edición de estos fragmentos, Esteban hace una introducción de 42 páginas, en la que desvela «la máscara política de Dioniso» (página 9), un título bien expresivo de su valoración del autor. Consideremos los principales puntos de su desarrollo.

De entrada, hay que agradecer el planteamiento directo del tema: ¿Se puede «atribuir una política al pensamiento de Nietzsche»? (página 10). Dicho de otra manera: no se entenderá a Nietzsche, si no se hace desde la dimensión política. O en las palabras de Esteban: la «interpretación política» (página 12) de su obra tiene sentido y justificación. ¿Por qué? Porque para crear el nuevo tipo de hombre la política es el medio imprescindible. Cabe preguntar qué política, a lo que Nietzsche contestaría señalando a los hombres que admira: Tucídides, Maquiavelo, Julio César, Napoleón, César Borgia, según refiere Esteban.

Uno de los rasgos de su concepción política es el aristocratismo (página 19): en el mundo hay diferencias de rango y orden de prelación, lo que conduce a que «lo superior prevalezca y que lo inferior quede sometido» (página 26). «Autoridad y jerarquía son los conceptos que definen el pensamiento político de Nietzsche» (página 27). De aquí sus críticas furibundas a la democracia, incluyendo sus principales directrices generales, como la limitación de poderes, la soberanía y la fuerza de la mayoría.

Hay también una ideología nacionalista en este pensador alemán: «¿Qué tipo de nacionalismo defiende el joven Nietzsche?» (página 36). Por una parte, están sus críticas a cualquier nacionalismo, incluido el Reich alemán, porque ser reactivo frente al desarrollo de Occidente, decadente y limitado, al permanecer como una sombra que proyecta la muerte de Dios. Por otra, frente a esta ideología, junto con la del liberalismo y socialismo, Nietzsche presenta «la gran política», tal y como aparece en Ecce homo, que proyectará el partido de la vida desde una actuación educativa para garantizar la soberanía del genio.

Cuando Esteban hace explícito todo lo dicho, formula una valoración de Nietzsche rotundamente negativa. Ciertamente, le absuelve «de haber sido mentor espiritual del nacionalsocialismo», pero de poco más. En su política trágica positiva le merece la consideración de «un metafísico dogmático» y «otro sacerdote más» (página 47), que viola la dignidad humana, siendo, por ello, inaceptable. Hasta aquí el duro alegato judicial de Esteban. ¿Confirman todo esto los fragmentos póstumos seleccionados? Esta es la cuestión, porque, desde luego, tienen que haber sido ofrecidos para tal fin. Si a pesar de ello no resultaran un ejercicio comprobatorio, el castillo de naipes, tan cuidadosa y técnicamente elaborado, caería por su peso.

La comprobación no me resulta suficiente, no sólo porque ninguna propuesta es nunca completa y terminada, sino porque la óptica de enfoque me parece discutible. Primero, ¿por qué Dioniso es una máscara en lugar de ser la expresión afirmativa del poder del arte para que la verdad no nos aniquile? Lo dionisiaco es precisamente lo que desenmascara las fundamentaciones metafísicas de la moral, la religión y hasta la ciencia y la política misma. Su crítica es siempre una genealogía para no caer en la ilusión de verdad, tomando las metáforas por las cosas mismas, lo que se da de bruces con cualquier nostalgia del pasado, tanto como con cualquier utopía futura.

Segundo, su concepto de Übermensch no puede vincularse, sin violentarlo mucho, a ninguna violación de la dignidad humana con la destrucción, sin sufrimiento alguno por ello, de lo «inhumano», a fin de que prevalezca lo superior sobre lo inferior. Así es la interpretación de Esteban, pero tanto éste como sus otros tres grandes temas son expresiones conceptuales o metafísicas inteligibles en el contexto de sus críticas a la democracia moderna y al socialismo como las nuevas formas en que han devenido las doctrinas cristianas. Frente a lo que se considera «sano» y «normal» hay que atreverse a estar enfermos y hasta neuróticos, porque esta es la única forma de situarse más allá.

Tercero, sólo cuando las ofertas inherentes en los denominados grandes temas de Nietzsche se consideran conceptos críticos y no propuestas positivas, podremos leer y entender lo que dijo, de lo contrario es imposible de todo punto.

Cuarto, si fuera tan claro que los fragmentos presentados por Esteban tuvieran sentido desde una interpretación política no serían vistos, sin más discusión, por otros desde una perspectiva artística y estética. Citaré unos pocos fragmentos como ejemplos. «Fundación de un tribunal superior de la humanidad: el Estado platónico se ha realizado. Pero de él se ha desterrado el arte. Éste quiere ahora someterlo» (Fr. 6). El riguroso concepto de patria de los griegos es necesario para un gran mundo cultural. ¡Maldito sea el Estado absoluto!» (Fr. 16). «Así como hay plantas sin flor, también hay Estados que no llegan a poseer el arte: ¡no nos resarcen las hojas más gruesas y las ramas principales!» (Fr. 27). «El genio apolíneo: evolución del genio militar al político, al sabio, al poeta, al escultor pintor (Conservación de las especies más antiguas)» (Fr. 47). «Lo mas importante de la sabiduría consiste en que aparta al hombre de llegar a ser dominado por el instante. Por ello no es tempestiva: su propósito es poner firme al hombre ante todos los golpes del destino, armarle para todas las épocas. La sabiduría es poco nacional» (Fr. 79). «Cien profundas soledades construyen juntas la ciudad de Venecia: éste es su embrujo. Una imagen para los hombres del futuro» (Fr. 129). «Nosotros no somos lo suficientemente necios para entusiasmarnos con el principio "Alemania, Alemania por encima de todo" o con el Reich alemán» (Fr. 206). Pueden leerse otros muchos. En cualquier caso, se trata de un Nietzsche «menor», que nadie podría valorar como poco importante, por ser fragmentario y póstumo, pero que difícilmente podría invalidar su década creativa, en la que ve la luz la mayor parte de su obra ya definitiva. Desde luego yo no me atrevería a tanto desde tales bases, los 265 fragmentos seleccionados por Esteban.

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