José María Laso Prieto, Un relevante libro del profesor Elías Díaz, El Catoblepas 38:6, 2005 (original) (raw)

El Catoblepas, número 38, abril 2005
El Catoblepasnúmero 38 • abril 2005 • página 6
Desde mi atalaya

José María Laso Prieto

Un itinerario intelectual, de Filosofía Jurídica y Política

Es el titulado Un itinerario intelectual. De Filosofía Jurídica y Política, editado en la Editorial Biblioteca Nueva de Madrid. El profesor Elías Díaz es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Conocí al profesor Elías Díaz, con motivo de un viaje que realicé con el profesor Gustavo Bueno a Sevilla. En nuestro paso por Madrid, cenamos con él y sus compañeros los profesores Liborio Herrero, José Luis Abellán y Virgilio Zapatero. En el curso de la cena, yo intervine mucho tratando de la próxima lectura de la tesis doctoral del profesor Norberto Álvarez, actual profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alcalá de Henares que recientemente ha realizado una buena reseña de mis Memorias con el título de «Historia de una vida vivida».

Poco después, el profesor Elías Díaz obtuvo brillantemente la cátedra de Filosofía del Derecho de la Universidad de Oviedo y pronto fue uno de los profesores más destacados de ella. Más tarde, junto con el profesor Julio González Campos y el profesor Vicente Montés, se combinaron pedagógicamente. Fue la época más brillante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo, debido a que tal trío de catedráticos la elevó en el plano pedagógico a un nivel superior. Los tres, fundaron un Seminario interdisciplinar que actuó durante dos cursos y en el cual participaron también tres jóvenes profesores José Carlos Fernández Rozas, actual catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad Complutense de Madrid, el profesor Luis Ignacio Sánchez, catedrático de Derecho Internacional público de la misma Universidad, y Manuel Atienza, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante. También desempeñó una función muy relevante en dicho seminario, el profesor Gerardo Turiel, pedagógicamente el mejor romanista de dicha Universidad. A mí me nombraron secretario técnico de dicho seminario. Recientemente, al ser nombrado profesor «Honoris causa» de la Universidad de Oviedo, el profesor Julio González Campos me citó elogiosamente en su discurso de toma de posesión de tal cargo honorífico, como «el alumno que más dificultades políticas le había creado en sus clases por las preguntas antifranquistas que le había planteado en la última etapa del regimen dictatorial, no obstante estar rodeado de policías».

Los tres grandes profesores, Elías Díaz, Julio González Campos y Vicente Montés, actuaron muy destacadamente en el Club Cultural de Oviedo, con sus conferencias arriesgadamente democráticas y en las denominadas «Cenas de El Fontán» que habíamos organizado el profesor Juan Benito Argüelles y yo, en el restaurante Aller, de la calle Magdalena de Oviedo. También participó activamente en tales actividades el profesor Gustavo Bueno. Esta etapa dejó un buen recuerdo en el profesor Elías Díaz, y a ello alude en su libro con el siguiente párrafo:

«Tuvimos y propiciamos –creo– un buen ambiente intelectual en la Universidad de Oviedo, y también la Facultad de Derecho, en aquellos años de cambio de régimen. Allí estaba desde casi siempre, y sigue estando, el gran Gustavo Bueno, lleno de ideas, de entusiasmo por ellas, y de trabajo por mejorarlas y ampliarlas; sabe muchísimo de todo, tal vez demasiado, y es muy probablemente el mejor conferenciante, quiero decir, el más certero y ameno, que conozco: ahora investiga –¡pobres!– sobre los dioses y los animales. Cerca de él, pero autónomo, siempre presente con participación absolutamente activa en todos los lugares donde se produjera algo que tuviere interés cultural o político, estaba José María Laso, a quien creo que Oviedo y Asturias deben mucho.» (Obra citada, página 63).

Yo me había comprometido con el profesor Vicente Montés, a trasladarme a Murcia, donde él trasladó su cátedra. Sin embargo, la crisis de Perlora del PCE, debilitó su organización en Oviedo, lo que llevó a Santiago Carrillo a pedirme que me quedase en Asturias, como secretario político de la organización de Oviedo del PCE. Por ello tuve que dejar mi trabajo en la Universidad, a pesar de que, por haber profundizado en la teoría del uso alternativo del Derecho, se me consideró, por los profesores Ramón Cotarelo y Elías Díaz, así como por el juez Perfecto Andrés Ibáñez, como especialista en ella. A ello se debe que, a iniciativa del profesor Benjamín Rivaya, de Filosofía del Derecho, todos los años desarrollé una conferencia acerca de tal teoría para las nuevas promociones de Derecho. Entre tanto, el profesor Elías Díaz sacó la cátedra de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. En mi función de vicepresidente de Tribuna Ciudadana, le invité dos veces a desarrollar conferencias en dicho Foro ovetense. En la primera le presenté yo, y en la segunda, por desarrollar ese mismo día una conferencia en Madrid , fui brillantemente sustituido por mi buen amigo el abogado ovetense José Maria Fernández. Asimismo publiqué en la revista El Basilisco una amplia reseña muy elogiosa del libro de Elías Díaz Legalidad y legitimidad en el socialismo democrático (1978). El autor valoró mucho mi reseña y me hizo acompañarle en una visita a la Universidad Autónoma de Madrid.

Todos los recuerdos que me ha suscitado el nuevo libro del profesor Elías Díaz, han ocupado buena parte del espacio que tenía destinado para efectuar la reseña. Por ello, dejo para un artículo posterior analizar los múltiples problemas de filosofía jurídica y política que suscita esta nueva aportación del profesor Elías Díaz. Únicamente, para utilizar el espacio todavía disponible, voy a citar algunos de los recuerdos de juventud del autor. En la página 23, recordando su juventud en Salamanca, dice:

«La película Nueve cartas a Berta de Basilio Martín Patino es, entre otras cosas de más fondo, un buen retrato, yo diría que incluso algo suavizado por la nostalgia y la estética, de la dura Salamanca de aquellos años, como por lo demás de muchas otras ciudades provincianas españolas de la época (piénsese, ya que estoy con el cine, en Calle mayor de Juan Antonio Bardem). En un mundo humillante y medroso –sociedad rural y clerical–, conformado por las obligatorias, constantes, obsesivas prácticas religiosas (misas, confesiones, &c.) y los triunfalistas alegatos políticos, esgrimidos dogmáticamente, (sin posibilidad alguna de respuesta) por las jerarquías de un régimen que ya empezaba a ser internacionalmente aceptado y reconocido. Asimismo, la servil patriotera y xenófoba prensa nacional y provincial, llena de insultos y bravuconerías y ante la cual, ante sus consignas falaces y sus torpes argumentos de pretenciosa mediocridad, segura de su poder, satisfecha de su ignorancia, de amplios poderes, de la oligarquía local. Todo ello constituía una pesada losa que le ahogaba a uno –yo, al menos, así lo viví y así lo digo–: un pobre y empobrecido ambiente realmente muy difícil, casi imposible de remover y superar. Había excepciones, por supuesto, pero esa era la tónica general.»

El Catoblepas
© 2005 nodulo.org