José María Laso Prieto, ¿Por qué fracasó la revolución alemana?, El Catoblepas 40:6, 2005 (original) (raw)

El Catoblepas, número 40, junio 2005
El Catoblepasnúmero 40 • junio 2005 • página 6
Desde mi atalaya

José María Laso Prieto

Releyendo a Sebastián Haffner

El libro del historiador alemán Sebastián Haffner (1907-1999) sobre la Revolución Alemana de 1918-1919 profundiza mucho en las causas de su fracaso y las consecuencias que tuvo en el desarrollo histórico posterior de la nación germana. El profesor Haffner, nació en 1907 en Berlín. Doctorado en Derecho, en 1938 se vio obligado a exiliarse en Gran Bretaña, donde entró a colaborar como periodista en The Observer. En 1940 publicó su primer libro Germany: Jekill and Hyde. En 1964 regresó a Alemania, colaborando desde entonces en diferentes periódicos y revistas, entre ellos Die Welt y Stern. Al mismo tiempo escribió varios libros sobre la historia contemporánea alemana entre las que destacan Historia de un alemán (1939) y De Bismarck a Hitler además de una biografía de Churchill.

Con una gran documentación, el profesor Haffner desmonta las diversas leyendas imperantes acerca de la historia de la Alemania contemporánea y denuncia la responsabilidad de la socialdemocracia alemana –no sólo la personal de sus dirigentes Ebert, Noske y Scheideman– en el fracaso de una revolución que podía haber regenerado a la Alemania del siglo XX pero que, con tal fracaso, condujo al ascenso de Hitler al poder total y a su culminación en el Holocausto y la derrota del III Reich. Se comienza precisando:

«Franz Kafka en su relato Vor dem Gesetz (Ante la ley) narra la historia de un hombre que solicita entrar a un implacable guardián y que pasa toda su vida esperando ante la puerta. Finalmente, a la hora de la muerte, el guardián le grita al oído: 'Esta entrada estaba especialmente reservada para ti. Ahora me voy y la cierro'. La historia del Imperio (Reich) y de la socialdemocracia alemana recuerda este relato kafkiano. Al surgir, casi simultáneamente, parecían estar hechos el uno para la otra. Bismarck trazó un marco estatal en el que podría desarrollarse la socialdemocracia y ésta esperaba que algún día podría dotarlo de un verdadero contenido político de forma duradera. Si lo hubiese logrado, tal vez aún existiría hoy el Reich alemán. La Revolución alemana de 1918 fue una revolución socialdemócrata sofocada por los dirigentes socialdemócratas. Un suceso sin par en la historia...»

Un dato relevante, desvelado por el autor, es cómo el 29 de septiembre de 1918, el general Ludendorff –virtual dictador de Alemania en los dos últimos años– planificó la famosa trampa a los parlamentarios alemanes de entonces, que permitió lanzar la leyenda de que el Ejército Alemán había sido apuñalado por la espalda por los políticos. Ludendorff era consciente de su derrota real y de la posibilidad de una inminente catástrofe en el frente Occidental. Así transfirió la responsabilidad de la derrota de los militares a los civiles.

En el capítulo titulado Tres Leyendas Haffner precisa:

«Sobre ningún otro acontecimiento histórico se ha mentido tanto como sobre la Revolución alemana de 1918. En particular hay tres leyendas que han aguantado al paso de los años y que ha resultado imposible de erradicar. La primera de ellas se divulgó sobre todo –e incluso continúa hoy en día– entre la burguesía alemana y sencillamente consiste en la negación de la revolución. Aún se sigue oyendo que en la Alemania de 1918 no hubo una auténtica revolución. Lo más que ocurrió fue un derrumbamiento. La fragilidad momentánea de las fuerzas del orden, en el instante de la derrota, permitió que un amotinamiento de marineros pareciese una revolución. La ceguera y la falsedad de todo esto, puede verse al comparar el año 1918 con 1945. En 1945 si se produjo únicamente un derrumbamiento.
Cierto es que en 1918 se produjo un motín de marineros que proporcionó a la revolución el empujón que necesitaba. Lo extraordinario fue precisamente que tal motín desencadenase un terremoto que sacudió toda Alemania, que hizo que se levantara todo el Ejército, toda la clase obrera urbana. Ahora se trataba del derrocamiento de la clase dirigente y de la reforma del Estado. ¿Y qué es una revolución sino precisamente eso? Como toda revolución, ésta también derrocó el viejo orden y dio los primeros pasos para instaurar un orden nuevo. No sólo fue destructiva sino también creadora, su creación fueron los Consejos de trabajadores y soldados. Debemos reconocer como una baza de la revolución alemana la autodisciplina, la bondad y la humanidad con que se llevó a cabo. El verdadero héroe de esta revolución fueron las masas sin liderazgo. En cuanto a la capacidad de convocatoria de masas, el 1918 alemán no les va a la zaga ni al julio de 1789 francés, ni al marzo de 1917 ruso.
De haberse consolidado la Revolución Alemana habría cambiado la historia mundial. Su conjunción con la rusa habría ensanchado sus respectas bases posibilitando una construcción democrática del socialismo en toda Europa. Los ríos de sangre que se vertieron en 1919, para aplastar a tal Revolución, dan fe de que ésta no fue ni una quimera ni una ilusión, sino una realidad viva y sólida. No hay duda alguna de quién sofocó la Revolución, la dirección del Partido Socialdemócrata, Ebert y sus hombres. Tampoco hay duda alguna de que los dirigentes del SPD, para poder derrotarla, se pusieron primero a su cabeza y luego la traicionaron.(...) El héroe colectivo de esta revolución, la clase obrera alemana, nunca se recuperó del golpe que le fue asestado. La unión socialista por la que con tanta valentía luchó y murió se perdió para siempre en 1918. El gran cisma del socialismo y el odio imborrable entre comunistas y socialdemócratas, data de la gran traición de 1918. La socialdemocracia proviene de un partido obrero que el capitalismo ha domesticado para sus propios fines. Los mismos trabajadores que en 1918, 1919 y 1920 habían combatido con tanta valentía pero con tan poca suerte, se encontraron con un espíritu combativo totalmente extenuado cuando quince años más tarde lo hubieran necesitado nuevamente... contra Hitler. Y en 1945, sus hijos ya no eran capaces de reproducir las hazañas de 1918 de sus padres. Hoy sus nietos ni siquiera las conocen. La tradición revolucionaria de los trabajadores alemanes se ha extinguido por completo.
E incluso el pueblo alemán en su conjunto, incluyendo a las clases burguesas que entonces celebraron el fracaso de la Revolución con un alivio comprensible, alegrándose del mal ajeno, ha pagado un altísimo precio por dicho fracaso con el III Reich, con la repetición de una guerra mundial, con una segunda y aún más terrible derrota y con la pérdida de su unidad nacional y su soberanía. La contrarrevolución desencadenada por los dirigentes socialdemócratas, ya contenía en germen todo esto. Y una victoria de la revolución hubiera podido ahorrarle a Alemania todo esto.»

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