Ismael Carvallo Robledo, El Pensamiento Viridiana, El Catoblepas 45:4, 2005 (original) (raw)

El Catoblepas, número 45, noviembre 2005
El Catoblepasnúmero 45 • noviembre 2005 • página 4
Los días terrenales

Ismael Carvallo Robledo

El 17 de noviembre Marcelo Ebrard y Jesús Ortega, aspirantes a la candidatura del PRD para contender por la Jefatura de Gobierno del DF, sostuvieron un debate televisado. A la luz del mismo, y en consonancia con las tesis que, sobre el Pensamiento Alicia, ha esbozado el profesor Gustavo Bueno, se presenta aquí un complemento, el Pensamiento Viridiana, como otra de las «doctrinas» que conforman la bóveda ideológica de la confundida izquierda del presente

Jesús Ortega en acciónPensamiento Viridiana o el poder del sentimiento

I

El sentido con el que queremos caracterizar a nuestro tema en cuestión, a saber, el Pensamiento Viridiana, se acoge a los criterios establecidos por el profesor Gustavo Bueno para definir lo que él ha denominado pensamiento onomástico, es decir, el pensamiento cuyo contenido se toma de la persona que lo formula y del cual se hace objeto de conocimiento público. Dentro de este rubro se nos ofrecería, por ejemplo, el «vasconcelismo», acaso la «Doctrina Monroe» y, sin duda, el «marxismo-leninismo». George Orwell, en su Rebelión en la Granja, llevó esta idea al absurdo cuando acuña, como parodia, el término de «animalismo».

Ahora bien, con el rótulo de Pensamiento Viridiana, en alusión directa a la película de Luis Buñuel, queremos caracterizar al tipo de pensamiento, utilizado sorprendentemente y con vergonzosa complacencia en la órbita política de «la izquierda mexicana», aunque quizá también por las izquierdas de muchos países, cuyos contenidos se inspiran en la «piedad católica» –en todo caso cifrada en su inversión secular, esto es, la idea de solidaridad{1}– y en el «sentimiento» de redención con los que se conducía Viridiana, personaje, como sabemos, representado por Silvia Pinal en la película del extraordinario Buñuel.

Esta caracterización la presentamos como núcleo de la tesis siguiente: el Pensamiento Viridiana se nos ofrece no ya como una «enfermedad infantil», sino como la «enfermedad sentimental» de la izquierda. Una enfermedad determinada por el síntoma de la bancarrota de la izquierda política y la vacuidad ideológica en la que está ahogándose una de las corrientes políticas más importantes de la historia contemporánea (a partir de la Revolución francesa) y cuyos contenidos es preciso reformular y reconstruir pero, de esto no nos cabe la menor duda, con un sentido totalmente distinto al que en México se le está dando a la discusión de forma por demás ridícula y descontrolada.

II

Y nos parece que uno de los máximos exponentes del Pensamiento Viridiana es el senador de la República con licencia, el señor Jesús Ortega Martínez, pre-candidato a la jefatura de Gobierno del DF por el PRD y, según se sabe, dirigente y, presumimos, guía ideológico de una de las corrientes con más peso al interior de ese partido. Pero Ortega no es el único: la señora Rosario Robles (nuestra Rosa Luxemburgo{2}) redactó recientemente sus memorias bajo el enternecedor título Con todo el corazón: una historia personal desde la izquierda.

Y consideramos al señor Ortega (y a la señora Robles, aunque no son los únicos) como exponentes del Pensamiento Viridiana en virtud de declaraciones diversas en las que, según ellos, la clave de «la izquierda», o con más precisión, la «verdadera izquierda» –la que ellos representan– radica, fundamentalmente, en el «sentimiento» y en tener «mucho, pero mucho corazón». Según estas oscuras y confusas formulaciones, «la izquierda no se puede definir, la izquierda es algo que se siente», afirmación que está en colindancia directa, por ejemplo, con aquella desde la que un creyente fervoroso podría sostener que «aunque él no sepa cómo definirlo, sabe, por que lo siente, que Dios existe».

III

En el debate del pasado jueves 17 de Noviembre de 2005, sostenido entre los señores Marcelo Ebrard y Jesús Ortega en función de la contienda interna del PRD para el Gobierno del Distrito Federal, el señor Ortega, en algún momento de su disertación filosófico política, argumentó contra Ebrard, desde una tesitura crítica respecto de su abuso de «números y cifras» con la que quiso hacerlo ver como un tecnócrata –a nosotros nos pareció que Ebrard sólo quiso ceñir su discurso a criterios objetivamente contrastables; la tecnocracia, por lo demás, se determina también en función de otros elementos{3}–, que un «gobierno de izquierda» se hace también con sentimiento, con el corazón. De este modo, según el Pensamiento Ortega, el «siento, luego tengo corazón» es el cogito ergo sum de «la izquierda política».

Desconocemos si el señor Ortega tenía claras las coordenadas desde las que hizo una afirmación tan obtusa y ridícula, sobre todo para los que tenemos interés en rectificar y reconstruir, sin despegarnos más que lo estrictamente necesario de «los sillares fundamentales», tanto a la razón práctica de la izquierda política como a la plataforma filosófica materialista de la que se deriva dialécticamente su razón teórica; una plataforma que, de entrada, se nos ofrece como una crítica al subjetivismo, no se diga ya al sentimentalismo.

Pero de lo que estamos seguros es que esas coordenadas, en caso de que existan, no podrían estar más alejadas del materialismo histórico, por que Ortega, según sus «Tesis de Noviembre» y su «Crítica al Programa de Ebrard», no estaba haciendo que retumbasen los oídos de Milton Friedman, ni logró que Friederich von Hayek se revolcase en su tumba; a quienes verdaderamente sacudió Ortega fueron Marx y Lenin, entre otros, porque, según él, tanto el primero en El Capital, como el segundo en su Desarrollo del capitalismo en Rusia, nunca se preocuparon por los sentimientos y por el corazón –nunca fueron, por tanto, de izquierda–, y no hicieron otra cosa, por cuanto al hecho de haberse concentrado en descifrar las «leyes objetivas del desarrollo histórico concreto de la realidad social», que sentar las bases de lo que conocemos hoy como tecnocracia (si tecnocracia significa, para Ortega, conocer con mínimo rigor «las cifras y los números» que dan el pulso de un estado de cosas determinado, como puede ser la administración pública de una Ciudad).

Pero este terrible espasmo ideológico no es en modo alguno gratuito: obedece al hecho de que el Pensamiento Ortega no se nutre, por que no puede nutrirse, ni del pensamiento de Marx, ni del de Lenin, ni del de Gramsci, ni del de José Revueltas, ni de ninguna reconstrucción crítica rigurosa de cualquiera de ellos –¿en dónde o desde qué coordenadas podría ser posible elaborar una reconstrucción crítica rigurosa que vaya más allá de la ligera, por vacía, tesis según la cual la izquierda debe ser moderna, moderada, tolerante, dialogante, es decir, que vaya más allá de las claves ideológicas del Pensamiento Alicia?–.

El Pensamiento Ortega es una modulación de lo que aquí hemos intentado definir bajo el rótulo de Pensamiento Viridiana y que consideramos, con cierta angustia y más irritación, como sintomático de la crisis ideológica de la izquierda del presente y a la cual es preciso dar, de una vez por todas, una vuelta del revés, por que, en definitiva, lo que está haciendo el señor Ortega y los que piensan como él, es enterrar aún más lo que puede y debe todavía rescatarse de la izquierda política de este país.

21 Noviembre 2005

Notas

{1} Véase el documento «Proyecto para una trituración de la Idea general de Solidaridad», de Gustavo Bueno, en El Catoblepas, nº 26, Abril 2004, página 2.

{2} Véase el documento «Notas para una clasificación de las izquierdas mexicanas en el siglo XX. (I) Examen inicial y propuesta para una ruta de discusión», del autor de este ensayo, en El Catoblepas, nº 34, Septiembre 2005, página 4.

{3} El formato del «debate», como podrá imaginarse, fue una copia al calco del modelo norteamericano. Esto significa que el tiempo disponible para las exposiciones y las réplicas no excedía de los dos o tres minutos. Es evidente, por tanto, que era prácticamente imposible poder hilvanar una argumentación con mínimos niveles de abstracción teórica y/o filosófica.

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