José María Laso Prieto, La lucha del Partido Comunista de España contra el franquismo, El Catoblepas 63:6, 2007 (original) (raw)

El Catoblepas, número 63, mayo 2007
El Catoblepasnúmero 63 • mayo 2007 • página 6
Desde mi atalaya

José María Laso Prieto

Corresponde a los comunistas españoles el honor de haber sido los más entregados y sacrificados en la lucha por la eliminación de la dictadura franquista

Cartel de José Renau

Cuando el ministro de Defensa del Gobierno Republicano, y conocido dirigente socialista, don Indalecio Prieto se enteró de la victoria final del franquismo, manifestó «tenemos fascismo para cien años». Por el contrario, el Partido Comunista de España sostuvo, en uno de sus comunicados, «que si el pueblo español luchaba efectivamente contra el fascismo podría liberarse del franquismo». No cabe duda de que la posición del dirigente socialista excluía toda posibilidad de lucha, ya que para tan largo plazo se lo fiaba. En contraste la posición del PCE era demostrativa de la voluntad férrea de lucha de los comunistas que se mantuvo inmutable a todo lo largo de la duración del franquismo. Antes de finalizar la guerra civil española, en las regiones ocupadas por las tropas franquistas, se inició la lucha clandestina contra el régimen franquista. Esta lucha comunista revestía dos formas fundamentales: 1º la lucha guerrillera, 2º la lucha política clandestina contra el franquismo. Como consecuencia de tal lucha, ya en el final del año 1937, se produjo en Euzkadi una redada policíaca contra la organización comunista, de la que fueron fusilados algunos de sus responsables. Según el historiador francés Guy Hermet, en su documentada obra Los comunistas en España. Estudio de un movimiento político clandestino, publicada en 1972, por la Editorial Ruedo ibérico de París, sostiene que «el 6 de marzo de 1939 es la fecha exacta del fin de la existencia legal del PCE. En efecto, los principales dirigentes comunistas, Dolores Ibarruri, el ministro José Moix, Núñez Maza, el coronel Lister y los generales Cordón, Modesto e Hidalgo de Cisneros, salen del aeródromo de Elda, cerca de Valencia, en compañía de los ministros de Negrín. Parten doblemente vencidos, por los franquistas, y también por la junta del coronel Casado y sus aliados anarquistas, que ponen término al mismo tiempo al poder comunista en Madrid.»

Según la misma obra, el débil aparato clandestino comunista ha sido desmantelado varias veces por la policía que casi consiguió eliminar totalmente los núcleos comunistas organizados que permanecieron en el país en 1939, o que fueron reconstruidos en 1940. Denunciados por Franco como enemigos comunes de las potencias fascistas, los comunistas fueron afectados particularmente por la sangrienta represión del periodo 1939-1944, durante el cual fueron ejecutados o murieron en prisión 200.000 republicanos de todas las tendencias. Por esta razón la historia de los grupos clandestinos que existieron en aquella época toma forma de un martirologio. Además de Asturias, las células clandestinas se concentraron en las zonas que estuvieron mucho tiempo bajo control republicano, especialmente en Madrid y en las cárceles. El primer coordinador del aparato clandestino comunista, fue un responsable de grado medio, Heriberto Quiñones, más tarde fusilado, a pesar de haber sido acusado de provocador, Jesús Carreras remplazó a Quiñones a fines de 1942 y organizó lo que quedaba del Partido y de la JSU, con la ayuda de algunos colaboradores venidos de Francia con él. También fue detenido en febrero de 1943 y fusilado después. Por esta época, Santiago Carrillo tuvo que intentar salvar, desde el exterior lo que quedaba de la organización clandestina y coordinar nuevos núcleos que los comunistas crearon en Valencia, Zaragoza, Barcelona, Córdoba y Vascongadas. En Madrid también apareció un grupo, la Quinta del 42 –comprendía en particular poeta José Hierro– que fue rápidamente desmantelado.

A partir de esa fecha la acción del PCE, se concentró, sobre todo en Francia, en aplicación de la política denominada de «Unión Nacional». Se constituyeron en Francia seis Divisiones de Guerrilleros. Después de haber contribuido decisivamente a la liberación del sur de Francia, dirigidos por el héroe asturiano Cristino García, tuvo lugar la célebre operación del valle de Arán que Santiago Carrillo desmontó. Parte de estos guerrilleros se concentraron en Asturias, Galicia, Cataluña, Aragón, Andalucía, Extremadura y la sierra del Maestrazgo, dando lugar a una encarnizada lucha que duró hasta 1949. Este año, en una reunión de Dolores Ibarruri, Santiago Carrillo y Fernando Claudín celebrada con Stalin, este les aconsejó poner fin a la lucha armada que, con el comiendo de la «Guerra Fría» no tenía ninguna posibilidad de victoria. Stalin les aconsejó también que, al igual que los bolcheviques –después de la derrota de la Revolución de 1905–, habían utilizado las posibilidades legales que se daban en las mutualidades zaristas, ellos debían utilizar las que se daban en los Sindicatos ofíciales. Ello pareció razonable a la dirección del PCE, y se realizó tal viraje. Surge así la denominada Oposición Obrera que después culminó en la fundación de Comisiones Obreras (CC.OO.), con todo lo que esta ha supuesto para el movimiento obrero español. Por limitaciones de espacio, no podemos detallar la actuación del PCE desde el triunfo militar franquista hasta la superación del franquismo en la transición política. Baste señalar que, hitos importantes fueron la política de Reconciliación Nacional (1956) y la política del denominado Pacto por la Libertad. Por ser la única organización antifranquista que mantuvo ininterrumpidamente la lucha desde 1939 a 1978, con el restablecimiento de democracia en España, el Partido Comunista de España pasó a ser el Partido por antonomasia. Durante muchos años, cuando los antifranquistas hablaban del Partido, no hacía falta precisarlo, ya que todo el mundo comprendía que se trataba del Partido Comunista de España. Por ello, a los comunistas españoles les corresponde el honor de haber sido los más entregados y sacrificados en la lucha por la eliminación de la dictadura franquista. Así lo reconocen actualmente muchos de sus adversarios políticos.

Cartel del Partido Comunista de España para las primeras elecciones democráticas de 1977

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