Ismael Carvallo Robledo, Legado del Ateneo de la Juventud. La Casa de España y El Colegio de México (y 3), El Catoblepas 64:4, 2007 (original) (raw)

El Catoblepas, número 64, junio 2007
El Catoblepasnúmero 64 • junio 2007 • página 4
Los días terrenales

Ismael Carvallo Robledo

Reseña comentada de la tercera y última parte de la Memoria de El Colegio de México

IV. Parte tercera: El Colegio de México: años de expansión e institucionalización 1961-1990 y final

0. Introducción

Con esta entrega terminamos la reseña de la Memoria de El Colegio de México que en 2000 apareció editada por la misma casa. Nuestro propósito fundamental ha sido el de ofrecer un cuadro general que nos permitiera apreciar el curso intelectual, académico y organizacional (la estructura) de una institución de una notable singularidad que, por cuanto a su génesis, nos parece única en todo el continente hispanoamericano.

Porque acaso hoy en día el Colmex pueda ser visto como un centro académico de alto nivel –que lo es–, desarrollando sus actividades en consonancia con los más rigurosos y contemporáneos cánones internacionales y comparándose al tú por tú con cualquier universidad de alto nivel en el mundo. Pero sus orígenes son de una peculiaridad histórica, política, ideológica y cultural que, por su factura, lo destacan del resto de las instituciones nacionales. La continuidad del despliegue de ese núcleo, y la densidad histórica que comporta, es lo que hemos intentado aquí resaltar de la mejor manera posible.

La elaboración de esta tercera parte que comentamos corrió a cargo de Josefina Zoraida Vázquez, quien ingresó al Colegio en 1960 y forma parte del Centro de Estudios Históricos del mismo. Sus palabras introductorias están fechadas en noviembre de 1990 y en ellas llama la atención del lector sobre la magnitud de la transformación que hizo de lo que denomina la «gran familia» del Colegio, en 1961, la gran institución universitaria que es hoy en día. A su juicio, ese año del 61 es el punto de inflexión que abre las puertas a una nueva etapa para El Colegio de México.

I. Primera ampliación de horizontes

Y esa nueva etapa se abre paso con la creación de un nuevo Centro: el de Estudios Internacionales. Daniel Cosío Villegas, durante su encomienda internacional como presidente de la delegación mexicana ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC), de 1957 a 1959, identificó la necesidad fundamental de dotar al Estado mexicano de cuadros que estuviesen en capacidad de desempeñarse con arreglo a los más rigurosos esquemas, tanto técnicos como diplomáticos, en el tablero de las relaciones internacionales, del Servicio Exterior Mexicano y de la alta política.

Para tales efectos, Cosío diseñó el Centro siguiendo los modelos que ya estaban en marcha, el de Estudios Históricos y el de Estudios Filológicos. Para este nuevo centro estaba también contemplada una publicación trimestral: Foro Internacional, que ve luz en julio de 1960, iba a acompañar desde entonces en la oferta de publicaciones a la Nueva Revista de Filología Hispánica y a Historia Mexicana.

En febrero de 1961, el Centro de Estudios Internacionales comienza sus actividades bajo la dirección de Francisco Cuevas Cancino y con las colaboraciones docentes de Víctor Urquidi (futuro presidente del Colmex) y César Sepúlveda. Para entonces, un primer grupo de becarios estaba ya en el exterior especializándose para, a su regreso, conformar el núcleo básico de la planta docente: Mario Ojeda, Roque González Salazar, Manuel Mas Araujo y Rafael Segovia.

Contando ya con nueva sede en la calle de Guanajuato 125, en la Colonia Roma, y con los apoyos económicos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, para los estudiantes mexicanos, y de la OEA para los latinoamericanos, el primer grupo de becarios (17) da inicio a las actividades con un plan diseñado en concordancia con lo más adelantado del momento: se habían analizado los planes de estudio de seis u ocho universidades norteamericanas más las de Londres, París y Ginebra. El criterio de Cosío Villegas era de una acusada perspectiva selectiva y rigurosa: el propósito era preparar un

«grupo muy reducido y selecto de estudiantes mexicanos y latinoamericanos para conocer y entender las cuestiones internacionales, tanto en sus aspectos político y jurídico, como económico y social [mediante tres tipos de cursos: instrumentales, históricos y de relaciones internacionales. El primer grupo dotaría de] instrumentos de análisis que les permitan formarse una opinión tan completa como sea posible de los problemas internacionales de hoy. Tomarán un curso de derecho internacional y otro de organismos internacionales; uno sobre doctrinas e instituciones políticas y dos de economía, a saber, un curso sobre análisis económico y un curso sobre sistema económico y finanzas internacionales.»{1}

Para 1962, Francisco Cuevas Cancino decide volver a la carrera diplomática y deja la dirección del CEI. Su sustituto fue Mario Ojeda, quien había regresado ya en julio del mismo año proveniente de la Universidad de Harvard.

Por otro lado, y ya con el estatuto de institución universitaria oficial bajo el brazo (el 7 de noviembre de 1962, el presidente López Mateos firmaba el decreto que hacía de El Colegio una institución facultada para expedir títulos propios y para diseñar libremente –aunque con autorización previa de la Secretaría de Educación Pública: la autonomía absoluta, como sabemos, no es más que pura metafísica– sus planes de estudio, sus programas y sus métodos de enseñanza), el Centro de Estudios Históricos es apuntalado y preparado para ofrecer cursos de especialización y postgrado. El diseño del nuevo programa estuvo a cargo de Luis González. Aquí su testimonio sobre los pormenores:

«El plan de estudios para la nueva maestría se apartó notablemente del antiguo. Además de teoría y método de la historia, propuso la enseñanza de teoría y método de la economía, la sociología y la ciencia política, con el fin de derrumbar las fronteras entre la historia y las ciencias sociales. Además de historia europea se abrieron cursos sobre India, China, el Islam, Rusia y los Estados Unidos. Conservó las materias referentes a cada uno de los periodos de la vida hispanoamericana, pero olvidó la historia de México en particular. Reforzó el aprendizaje de idiomas modernos e hizo a un lado los clásicos, así como el ejercicio de las ciencias auxiliares de la investigación histórica.»{2}

El programa dio inicio con 14 becarios de los cuales 8 terminaron el programa, entre ellos 3 serían profesores del Centro: Alejandra Moreno Toscano (actual Autoridad del Centro Histórico en el gobierno de Marcelo Ebrard, exalumno de Relaciones Internacionales del Colmex), Enrique Florescano y Clara Lida (coautora de esta Memoria).

Paralelamente a estos desarrollos, el turno del estudio de la Economía encuentra su ocasión para cobrar vida. En 1958, otra vez por iniciativa de Daniel Cosío Villegas y con la ayuda de Consuelo Meyer, la Universidad de Nuevo León había creado una carrera de economía. Era necesario repetir la iniciativa ahora en el propio Colegio.

El proyecto inicial contemplaba solamente una maestría en economía, pero de inmediato se pensó –es decir, Cosío Villegas­– en complementar esa disciplina con el estudio de la demografía. A la postre, El Colegio de México estaría ofreciendo la primera maestría en demografía de América Latina.

Así, y sustentados con el apoyo del Banco de México, Nacional Financiera, el Banco Nacional de Comercio Exterior –instituciones con intereses naturales en el perfeccionamiento de los economistas nacionales–, y las fundaciones Rockefeller y Ford, el proyecto de creación del Centro de Estudios Económicos y Demográficos (CEED) es aprobado por el Banco de México. La docencia estaría a cargo de Consuelo Meyer; la investigación, de Victor Urquidi y Leopoldo Solís.

Por cuanto a los estudios en filología, el Centro responsable, el de Estudios Filológicos, había perdido fuerza tras la muerte de Alfonso Reyes y subsistía tan solo bajo el formato de Seminario. La Nueva Revista de Filología Hispánica era la única empresa que se mantenía sistemáticamente, primero con el apoyo económico de la Universidad de Texas en Austin, de 1958 a 1961, y, luego, con el del Instituto de Filología Andrés Bello de la Universidad Central de Venezuela, de 1962 a 1966.

Así, el Centro de Estudios Filológicos desaparece en febrero del 63 para darle paso al nuevo y flamantes Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios; el doctorado que se diseña sería modelo para toda Iberoamérica.

II. 1963: Silvio Zavala es nuevo presidente de El Colegio. Inicios de la transformación definitiva

Habiendo sido factor de aceleración y renovación del Colmex en una breve pero intensa presidencia que duró –formalmente– tres años, Daniel Cosío Villegas deja el mando de la institución que inspiró, construyó y proyectó{3}; solo volvería ya para dirigir algún proyecto especial o seminario. Con su salida formal llega a su fin toda una época.

Su sustituto fue Silvio Zavala, creador del Centro de Estudios Históricos. Las actividades de toda la institución continuaron su curso de manera casi natural. El CELL y el CEED comienzan a utilizar computadoras en 1964 y los apoyos financieros siguieron siendo un verdadero problema. Cosío Villegas mismo había corroborado ya las reticencias de la clase adinerada de México para apoyar su proyecto, las razones acaso pueden haber sido de naturaleza política e ideológica: mientras recibía tan sólo migajas de «los ricos mexicanos», veía al mismo tiempo cómo fluía el dinero para otros proyectos como el de la creación de la jesuita Universidad Iberoamericana.

Zavala, historiador fundamental, pone especial interés en el apuntalamiento del Centro de Estudios Históricos y nombra como su director a Luis González. En 1963 se incorpora María del Carmen Velázquez, de la primera generación del Centro y, en 1964, regresan como profesores de asignatura Concepción Muerda, José Gaos y José Miranda. También regresan como docentes, ahora ya como reconocidos intelectuales, Leopoldo Zea y Luis Villoro.

En 1965, González deja la dirección del centro y lo sustituye en enero del 66 María del Carmen Velázquez. Enrique Florescano, Alejandra Moreno Toscano, Clara Lida y José Antonio Matesanz, por otro lado, parten rumbo a París, Princeton y Berkeley, respectivamente, a especializarse.

El Seminario de Historia Contemporánea de México que Cosío Villegas había proyectado queda suprimido y el CEH dedica sus esfuerzos a la consumación de encargos oficiales: por encomienda de la Cámara de Senadores, por ejemplo, compiló los testimonios que aparecieron editados bajo el título El Congreso de Anáhuac-1813; por encargo de la Cámara de Diputados compiló los informes y manifiestos del Poder Ejecutivo que se publican como Los presidentes de México ante la Nación. La Secretaría de Hacienda, por su parte, le encargó la investigación sobre la Historia de la deuda exterior de México.

Lorenzo Meyer, del Centro de Estudios Internacionales, por otro lado, inicia un proyecto con beca de la OEA para investigar en los Archivos Nacionales y en la Biblioteca del Congreso de Washington durante 1965 y 1966. El resultado de la investigación culmina en su tesis doctoral titulada ‘La controversia diplomática entre México y Estados Unidos con motivo de la Reforma Petrolera’. Lorenzo Meyer es hoy uno de los analistas y críticos políticos más respetados del país.

El cuerpo de profesores del CEI se amplía incorporando a Roque González Salazar, Minerva Morales, Olga Pellicer, Manuel Mas Araujo, Graciela de la Lama y Omar Martínez Legorreta.

En 1964, la Sección de Estudios Orientales (SEO) del mismo centro inicia sus trabajos bajo la dirección de Graciela de la Lama. Miguel Yokota Akamatsu, Youn Shou Chu y María Chuairy tuvieron la encomienda de impartir los primeros cursos de japonés, chino y árabe. Miguel Corzo, por su parte, aceptaría colaborar con el curso de sánscrito que impartió el maestro González de la Calle y Vidja Misra, de la Universidad de Benarés, iniciaría la enseñanza del hindi. Más tarde se haría lo propio con el hebreo.

En 1965, la SEO inicia la edición de su publicación correspondiente bajo el título Estudios Orientales; en 1974 se convertirá en Estudios de Asia y África, única en su tipo en toda América Latina.

La planta docente de todo El Colegio, según consigna J. Z. Vázquez, mostraba para entonces una nutrida nómina internacional: 18 profesores extranjeros provenientes de Francia (5), Estados Unidos (4), la India (3), España (1) –las cosas habían cambiado ya drásticamente ¿no es así?–, Gran Bretaña (1), Suecia (1), Egipto (1), Chile (1) y Uruguay (1).

Para entonces, también, la convocatoria de estudiantes no era menos internacional pues por las aulas del Colmex pasaban –de un total de 135– estudiantes provenientes de Estados Unidos (10), Argentina (6), Venezuela (5), Brasil (2), Paraguay (2), Puerto Rico (2), Colombia (1), Costa Rica (1), Cuba (1), Curazao (1), España (1), Etiopía (1), Francia (1), Guatemala (1), Inglaterra (1), RAU (1) y Suiza (1).

La transformación de El Colegio, como puede observarse, era ya total; la proyección era sin duda ninguna de un carácter notablemente internacional y estaba ya a años luz de distancia de lo que en sus nobles inicios había sido: un pequeño refugio de intelectuales y científicos españoles acompañados de la serena presencia de un Alfonso Reyes y de su intempestivo lugarteniente Daniel Cosío Villegas.

El Centro de Estudios Económicos y Demográficos, en 1964 y con la correspondiente asesoría del Centro Latinoamericano de Demografía, con sede en Chile, y el Instituto Nacional de Estudios Demográficos de París, inaugura sus dos maestrías: una en economía y otra en demografía.

Tanto en la una como en la otra, la enseñanza teórica se combinó con la investigación. Las prácticas en economía fueron realizadas bajo la supervisión de Consuelo Meyer y con la colaboración de Clark Reynolds, Jesús Silva Herzog y Carlos Tello (poco menos de dos décadas después, Tello fungió como director del Banco de México con López Portillo y nacionaliza la banca en 1982). Víctor Urquidi establece en poco tiempo, con la colaboración de Leopoldo Solís, del Banco de México, un seminario sobre investigación económica.

En las primeras actividades demográficas participaron dos egresados mexicanos del Celade, Gustavo Cabrera y Raúl Benítez.

El primer programa general de investigación del centro versó sobre las consecuencias económicas y sociales, a largo plazo, del crecimiento demográfico de México. A sus tareas se incorporaron los sociólogos Rodolfo Stavenhagen y Claudio Stern. De esta participación se habría de derivar la creación del Centro de Estudios Sociológicos.

III. 1966. Víctor Urquidi presidente del Colmex. Cambio de perspectiva

A inicios de 1966, Silvio Zavala es nombrado embajador en Francia y la Junta de Gobierno decide dejar en manos de Víctor Urquidi las riendas del Colmex. Urquidi había enseñado economía en el programa del Centro de Estudios Sociales y en el CEI, pertenecía a El Colegio Nacional y había acompañado a Cosío Villegas en la creación del CEED. Para abril del 66 era ya presidente de El Colegio de México. El secretario de Educación del entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz era Agustín Yánez, antiguo profesor del Colmex.

El giro de timón benefició esta vez al Centro de Estudios Económicos y Demográficos. Nuevas fuentes de financiamiento fluyeron provenientes de la Brookings Institution, el Population Council y el Departamento del Distrito Federal. En 1967, con apoyo de la Secretaría de Hacienda, daba inicio la maestría en Estadística. Diez años después nace la maestría en desarrollo urbano. En 1967 aparece el órgano de difusión del CEED: Demografía y Economía.

Urquidi, en virtud del nuevo estatus universitario de El Colegio, acomete también una reforma administrativa: se crean Consejos de Directores, Consejos Consultivos, departamentos de Asuntos Escolares y de Publicaciones y, sobre todo, se programa con rigurosidad el presupuesto.

Las investigaciones del CEI, del CEED y del CELL proliferan, y con un departamento de publicaciones en funciones una Nueva Serie de Historia se organiza. Las publicaciones fueron del siguiente tenor: Pueblo en vilo, de Luis González (1968), Geografía económica de México. Siglo XVI, de Alejandra Moreno Toscano, Precios del maíz y crisis agrícolas en México, 1708-1810, de Enrique Florescano, Historia de la deuda exterior de México y Los bienes de la Iglesia en México, de Jan Bazant, Raza y tierra. La guerra de castas y el henequén, de Moisés González Navarro, Nacionalismo y educación en México, de Josefina Zoraida Vázquez, Ciencia y religión, de Elías Trabulse.

Daniel Cosío Villegas, habiendo dedicado su tiempo a la redacción de los últimos tomos de la Historia moderna de México, regresa al Colmex durante el semestre que iba de noviembre de 1967 a abril de 1968, como director de un seminario sobre política exterior de México en el Centro de Estudios Internacionales. Don Daniel, desde entonces, volvió con regularidad al Colegio. El 10 de junio de 1969 moría José Gaos de un infarto fulminante cuando presidía el examen de doctorado en Historia de José María Muriá.

El conflicto estudiantil del 68 no fue ajeno a El Colegio de México, aunque tampoco fue éste su epicentro ni político, ni ideológico ni social.

Durante la década de los setenta Urquidi permanece en la presidencia. En 1973 se crea un nuevo centro: el Centro de Estudios Sociológicos. Su director: Rodolfo Stavenhagen. Los temas de investigación se centraron en las migraciones internas, los cambios en la estructura agraria, el papel de la burguesía rural en la dinámica política y económica, la estructura y organización del sector empresarial e industrial en México, el desarrollo del movimiento obrero, el proyecto político de los industriales mexicanos, el desarrollo local y regional, el sindicalismo, la tecnología y la educación. En poco tiempo, el CES abre su programa de doctorado en ciencia social.

Las colaboraciones del Colmex con otras instituciones tenían ya entre sus destinatarios a la Secretaría de Educación Pública, la de Relaciones Exteriores, la de Industria y Comercio y la de Recursos Hidráulicos, al CONACYT, la ANUIES, la Universidad Veracruzana, la de Nuevo León y la de Guadalajara.

El Colegio participa también de modo destacado en reuniones nacionales e internacionales, en algunos casos como sede, como por ejemplo: la Conferencia Regional Latinoamericana de Población, en agosto de 1970; la Conferencia sobre Relaciones Económicas y Financieras entre América Latina y los Países Industriales, en diciembre del 71; la Reunión de Expertos sobre Historia de las Ideas en América Latina y Planificación de Nuevo Programa sobre Culturas Autóctonas e Inmigratorias de la UNESCO, en septiembre de 1974. En 1975, en virtud del notable protagonismo en foros internacionales del Colmex, el Centro de Estudios Orientales modifica su nombre para pasar a ser desde entonces el Centro de Estudios de Asia y África del Norte (CEAAN).

Para esos momentos –mitad de los 70– las instalaciones de El Colegio ocupaban varios locales desperdigados por las calles de la Colonia Roma. Ante tal desbordamiento y dispersión, en 1973 la Junta de Gobierno autoriza la aceptación de la donación de un terreno por parte del Gobierno Federal. El proyecto arquitectónico se somete a concurso quedando como ganador el diseñado por los arquitectos Teodoro González de León y Abraham Zabludowski. El lugar en cuestión: un terreno de 27 000 metros cuadrados ubicado al sur de la ciudad en la localidad llamada Pedregal de Santa Teresa. Ese es el lugar que, al día de hoy, tiene como sede El Colegio de México.

Para entonces el presidente era ya Luis Echeverría Álvarez. El sello de su presidencia fue de todo punto sui generis: populismo, reforma agraria, nacionalismo, latinoamericanismo y tercermundismo. México fue durante el gobierno de Echeverría refugio de todos los exilios latinoamericanos.

El Colmex no quedó fuera de la órbita de atracción del Presidente: el propio presidente Urquidi, el secretario del Colegio, dos estudiantes y dos profesores del CEI lo acompañaron en el viaje de visita a la ONU en 1971; Mario Ojeda lo acompañó también en su viaje a Chile en el 72 para asistir a la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo. En definitiva, según cuenta Zoraida Vázquez, el régimen de Echeverría subvencionó generosamente al Colegio «como ningún otro régimen».

Porfirio Muñoz Ledo, entonces Secretario del Trabajo de Echeverría, impulsó junto con Urquidi la creación de un fideicomiso en el Banco Nacional de Comercio Exterior a favor de El Colegio de México para poner en marcha el abandonado proyecto de elaboración de la historia de la Revolución Mexicana. El Comité Técnico del Fideicomiso quedó integrado por Porfirio Muñoz Ledo y Fernando Zertuche, como representantes del presidente, Mario Ramón Beteta y Miguel de la Madrid, de la Secretaría de Hacienda, Francisco Alcalá y Enrique Silva, del Banco Nacional de Comercio Exterior, Horacio Castellanos de la Secretaría de la Presidencia y Víctor Urquidi y Mario Ojeda representando al Colmex.

El proyecto de investigación, no obstante, no quedó esta vez en manos de Cosío Villegas sino en las de Luis González. El equipo de investigación se conformó del modo siguiente: Eduardo Blanquel, Gloria Villegas, Josefina McGregor, Berta Ulloa, Andrea Sánchez Quintanar, sustituida luego por Álvaro Matute, todos ellos de la UNAM; Jean Meyer, Enrique Krauze, Rafael Segovia, Alejandra Lajous, Luis González, Victoria Lerner, Alicia Hernández, Luis Medina, Blanca Torres, Olga Pellicer, José Luis Reyna y Estaban Mancilla, todos ellos del Colmex.

El 10 de marzo de 1976 muere Daniel Cosío Villegas.

*

El nuevo edificio es inaugurado por el presidente Echeverría el 23 de septiembre de 1976. La nueva e impresionante Biblioteca llevaba –y lleva– por nombre Biblioteca Daniel Cosío Villegas. El Auditorio tenía –y tiene– este: Auditorio Alfonso Reyes.

Al iniciarse el curso 1976-1977, instalados ya en el flamante y contundente edificio del Pedregal, el Colmex contaba con 225 estudiantes, 75 de los cuales eran extranjeros (más de 17 eran de China); 76 profesores de tiempo completo, 18 de tiempo parcial de carrera, 64 investigadores para proyectos especiales, 17 contratados por asignatura, 14 visitantes extranjeros, 25 auxiliares de investigación y 5 técnicos; 104 empleados administrativos y de intendencia.{4}

Durante los gobiernos de López Portillo y de Miguel de la Madrid, El Colegio de México fue cantera de embajadores, secretarios y subsecretarios de Estado y oficiales mayores. Por otro lado, en la década de los 70 y la de los 80, un buen número de periódicos y revistas de crítica política ven luz abriéndole paso a nuevas perspectivas analíticas, sobre todo dibujadas en el tablero de la ciencia política: Excélsior, Uno más Uno y La Jornada, como periódicos fundamentales; Plural (1971), Proceso (1976), Nexos (1978) y Vuelta (1979), como revistas de referencia ineludible. En todas ellas, así como en los programas de radio y televisión que comenzaban a producirse, los nombres de profesores de El Colegio de México aparecían una y otra vez, sea ya como productores o editores, sea ya como entrevistados, analistas, participantes en mesas redondas o críticos. El plan de Cosío Villegas se cumplía al pie de la letra: del Colmex habría de salir la clase dirigente de México.

Incluso al día de hoy, en 2007, podríamos decir que quienes están discutiendo y debatiendo las claves y el contenido de la agenda pública, en algunos casos ya sin la lucidez que se podría esperar, si no es que, como en otros casos, de plano ya desde una muy particular mediocridad instalada en la seguridad que el nombre El Colegio de México confiere, «siguen siendo los mismos».

Pero, con todo, los proyectos siguieron desplegándose sin parar. Todos los Centros mantienen desde entonces actividades de variadísima índole. El Colmex era, y es al día de hoy, con una sede ya definitiva, una institución de referencia obligada en México, Latinoamérica y el mundo.

IV. 1985: nueva presidencia del Colmex y punto final

Mario Ojeda es quien, en 1985, sustituye a Víctor Urquidi en la presidencia del Colmex. Una presidencia que duró poco más de 19 años. Ojeda había sido director del Centro de Estudios Internacionales, secretario general y coordinador académico de El Colegio. Tras un año sabático en España, es nombrado presidente. Su Secretario General sería Alfonso Rangel Guerra; la Coordinación Académica quedaría a cargo de Lorenzo Meyer, quien la ocupa hasta 1988 y es sustituido por Rafael Segovia.

Durante esta nueva presidencia, además de una ya inabarcable serie de cambios y renovaciones de directivos, profesores e investigadores, se crean las cátedras Jaime Torres Bodet, Eulalio Ferrer y Daniel Cosío Villegas.

*

Ojeda preside la institución del Pedregal hasta 1995, cuando es sustituido por el historiador Andrés Lira, primer presidente de El Colegio que había egresado como estudiante de la institución (había estudiado su maestría en el Centro de Estudios Históricos entre 1964 y 1967 con José Gaos como director de tesis).

Lira preside el Colmex hasta el 2000, pero es reelegido para el período 2000-2005. Consideramos ya innecesario dar cuenta de los pormenores de las presidencias de Ojeda y de Lira porque, siendo ya vastísima la panoplia de proyectos, publicaciones, líneas de investigación, premios, congresos, becas, &c., esto terminaría siendo, más que una reseña, un informe de actividades, cosa que no nos corresponde en absoluto.

Lo que nos ha interesado en estas tres entregas de Los días terrenales, y esperamos haberlo logrado con un mínimo grado de consistencia y claridad, y a efectos también de ser útil, es ofrecer a los lectores de El Catoblepas las claves que definen la historia de esta fundamental institución mexicana.

Y al tiempo de hacerlo, hemos querido ofrecer también, inclinándonos ante ellos, un homenaje sincero al Ateneo de la Juventud, a Alfonso Reyes y a Daniel Cosío Villegas. A su memoria, con humildad y admiración, nos consagramos.

Notas

{1} Nota de Cosío Villegas a Mario Ramón Beteta del 25 de agosto de 1960 citada por la autora en la página 329.

{2} La Casa de España y El Colegio de México, pág. 336.

{3} Según Josefina Z. Vázquez, se corrió el rumor de que don Daniel había sido víctima de un infarto, con lo cual se precipita su decisión de reducir la carga e intensidad de sus actividades.

{4} _La Casa_…, pág. 399.

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