José María Laso Prieto, José Stalin, El Catoblepas 92:6, 2009 (original) (raw)

El Catoblepas, número 92, octubre 2009
El Catoblepasnúmero 92 • octubre 2009 • página 6
Desde mi atalaya

José María Laso Prieto

Publicado en Diccionario de filosofía contemporánea,

Sígueme, Salamanca, 1976, pás. 463-464

Tumba de Stalin en la Plaza Roja de Moscú

Iossif Vissarionovich Djugachvili (1879-1953), conocido históricamente por Stalin (hombre de acero), nacido en Gori (Georgia). Tras una etapa de varios años de lucha clandestina contra el zarismo, Stalin alcanza, tras la revolución de octubre, los más altos cargos del partido y del estado soviético. En fuerte pugna con Trotsky logra que prevalezca su tesis del «socialismo en un solo país» frente a la concepción trotskista de la «revolución permanente». Su compleja personalidad constituye la fuente de una inagotable polémica en cuanto a las aportaciones, positivas y negativas que la acción de Stalin ha supuesto para la historia mundial contemporánea.

Stalin, nuestro querido adalid

En la esfera filosófica la actividad de Stalin reviste el mismo carácter contradictorio. No obstante su formación autodidacta, Stalin adquirió una apreciable preparación filosófica y así pudo abordar con rigor algunos de los problemas de la filosofía marxista. En su obra juvenil Anarquismo y socialismo expuso inicialmente –en un contexto político– temas filosóficos. Al analizar las afinidades y contrastes entre evolución y revolución, Stalin incurrió en la simplificación de equiparar todo cambio cualitativo a la revolución mientras que reducía la evolución a cambios paulatinos, meramente cuantitativos, y sin poner de relieve que ambas son partes del desarrollo indisolublemente concatenadas entre sí. Stalin sostenía también que «tanto la naturaleza como la sociedad existían en dos formas distintas, la material y la ideal, y que no es posible imaginárselas disociadas, pues ambas existen y se desarrollan juntas»{1}. Quedaba así corroborado, para Stalin, el monismo propio del materialismo filosófico.

Stalin, nuestro querido adalid

A partir de 1930 Stalin intervino constantemente en los debates filosóficos. Apoyó la lucha contra el mecanicismo cientificista y criticó, simultáneamente, las posiciones de A. M. Deborin sustituyendo el concepto de «desviación formalista» que se le atribuía por la de «idealismo menchevizante». En 1935 Stalin publicó su obra Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico. Se trataba de un compendio muy didáctico, por su claridad expositiva, de las bases del materialismo histórico. A pesar de un fuerte esquematismo, resultó útil desde el punto de vista divulgador. Empero, en las condiciones, ya por entonces muy agudas, del denominado «culto a la personalidad» fue glorificado como «una obra maestra» y constituyó el arranque de todo un período de dogmatismo. Stalin reaccionó también, en su trabajo, contra un presunto riesgo de «escolasticismo hegeliano» eliminando de su exposición la ley dialéctica de la negación de la negación. Subrayando el papel de la lucha de los contrarios, Stalin descuidó el de su unidad... así como el de algunas categorías de la dialéctica como «esencia y fenómeno», «singular y universal», «azar y necesidad», &c. Por ello, en los Ensayos histórico-filosóficos, se critica a Stalin por «haber reducido la dialéctica a algunos elementos: nexo general de los fenómenos de la naturaleza, su desarrollo, su carácter discontinuo y contradictorio... En una atmósfera de autoridad y subjetivismo en que se producía la ruptura de la teoría y la práctica»{2}.

Stalin, nuestro querido adalid

El dogmatismo de esta etapa se sustentaba también en la discutible tesis de Stalin sobre la «agudización de la lucha de clases a medida que se edificase el socialismo». Este subjetivismo de clase condujo a la tesis barroca de la existencia de «dos ciencias»: la «ciencia burguesa» y la «ciencia proletaria». Ante los perjuicios que ello ocasionó para la ciencia y la cultura soviética, le correspondió sin embargo a Stalin –al menos parcialmente– el mérito de haber sido quien originase el viraje corrector. En 1950 interviene en un debate sobre la lingüística y sienta el principio de que «sin el enfrentamiento de opiniones y la libertad de crítica la ciencia .y la filosofía no pueden desarrollarse». Stalin consideraba errónea la interpretación del filólogo N. Y. Marr, y de sus discípulos, que establecían una determinación clasista del lenguaje y lo integraban así como un elemento de la superestructura. Su crítica se extendió también a otros formalistas y «proletcultistas» que pretendían que las leyes y formas del pensamiento, estudiadas en la lógica formal, tenían igualmente un contenido clasista al constituir un elemento de la superestructura. A juicio de Stalin se incurría en una interpretación vulgar del principio de la posición «partidista» (partijnost) en la ciencia, que trataba con el mismo patrón a las ciencias teóricas de la sociedad –ciencias sociales como la economía política, la sociología, &c.–, que por su naturaleza están ligadas a una clase social, y las ciencias que no están conectadas a una clase determinada: la lingüística. la lógica formal, &c. Para Stalin estas últimas, al igual que las ciencias naturales, son utilizadas por diferentes clases sociales, pues no pertenecen a la superestructura sino que representan fenómenos sociales ligados directamente –sin mediación de la base– con la producción.

2003: discreto homenaje a Stalin en el cincuenta aniversario de su fallecimiento ante su tumba en la Plaza Roja de Moscú

Notas

{1} J. V. Stalin, Obras completas I, Moscú 1946, 312.

{2} Instituto de filosofía de la Academia de ciencias de la URSS, Ensayos histórico-filosóficos, Moscú 1964, 14.

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