derecha no alineada y derecha indefinida, El Catoblepas 102:4, 2010 (original) (raw)
El Catoblepas • número 102 • agosto 2010 • página 4
Los tentáculos de Heidegger:
derecha no alineada y derecha indefinida
Ismael Carvallo Robledo
Con motivo de los trabajos de Víctor Farías Heidegger y el nazismo y Heidegger y su herencia. Los neonazis, el neofascismo y el fundamentalismo islámico, de reciente aparición este último, en edición de Tecnos, Madrid 2010
«Es evidente que lo que se juzga no es a un funcionario muerto, profesor en Friburgo en los años 30 y 40, sino a este mismo funcionario en cuanto autor de un sistema filosófico de amplia y profunda influencia que, entre otras cosas, tuvo que ver, al menos desde un punto de vista etic, con lo que, sobre todo en Francia en los años 40 y 50, se llamó existencialismo y tiene que ver con lo que, en los años 80, se llama, sobre todo desde Italia, postmodernismo. En general, se trata de una concepción filosófica muy definida de nuestro siglo y que su autor presentó (y muchos lo han recibido) como la única alternativa a las dos grandes concepciones actuales –vinculadas con la ciencia y la tecnología planetaria del presente– del mundo y de la historia: el positivismo y el marxismo.» (Gustavo Bueno, «Fascismo y filosofía, Sobre Víctor Farías, Heidegger y el nazismo, edición española, Muchnik Editores, Barcelona 1989», El Basilisco, 2ª época, nº 1, 1989.)
I
No fue hace mucho cuando a mis manos llegó la convocatoria en la que se daba cuenta de la organización de un singularísimo encuentro, presentado como Día Cultural, enmarcado en las actividades conjuntas a un Foro Mundial de Educación (FME) que, imagino, habrá tenido lugar muy recientemente en las instalaciones de una universidad pública de la Ciudad de México.
El Día Cultural en cuestión tenía como título de su convocatoria el rótulo siguiente: «Palestina a nuestro alcance». En la explicación de motivos, los organizadores consignaban que el objetivo principal es (era) «poner en contacto a la comunidad mexicana con la mayor cantidad de objetos, gente, comida y ambiente en general –día cultural, en efecto, podríamos muy bien decir, IC–, propio de Palestina no sólo en tiempos difíciles, sino realmente tomar la esencia de su gente y costumbres. Al dar a conocer la historia y situación actual en Palestina –continúan los convocantes– pretendemos, además, mostrarle a la población los aspectos culturales, religiosos y místicos que acerquen y atrapen a todos los que asistan y motivarlos a conocer y seguir todos los eventos hasta el FME.»
Dentro del programa de actividades, estuvo contemplado la realización de una Mesa redonda, titulada «Aprender viviendo: Diversas visiones de mexicanos en Palestina», una Muestra fotográfica, una Conferencia sobre la «Importancia de Palestina para el Islam y los Musulmanes», y una segunda Conferencia, en este caso impartida por Omar Weston, inglés fundador del Centro Cultural Islámico de México, titulada «Islam y el mundo de los Musulmanes». A las 20:15 habría de tener lugar una llamada a la Oración Adhan, «Iftar», y, luego, de 20:45 a 21:00 horas, la Oración misma. ¿Pero cómo es posible que nadie haya dicho nada ante la celebración de esta ceremonia de oración musulmana en una institución de educación superior pública y en una Estado laico respecto de cuya salvaguarda todo mundo se desgarra las vestiduras? ¿Qué hubiera pasado si la Iglesia católica hubiera querido llevar a cabo una misa habitual en las instalaciones de esta universidad? Pero sigamos.
Tenemos pues, en todo caso, como se ve, una convocatoria que muy bien podría ser catalogada dentro del rubro de los movimientos sociales, en este caso de los movimientos sociales que enarbolan y se solidarizan con la causa palestina en el marco de tan compleja, complejísima y, sin duda –no lo negamos–, dramática aunque oscura situación actual en oriente medio. Movimientos sociales en todo caso que, desde un punto de vista gnoseológico, pueden muy bien ser acogidos, estudiados y alimentados, nutridos, conceptual, disciplinaria e ideológicamente desde la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas, o de Humanidades, o de Antropología, de cualquier universidad convencional, bien sea pública, como ya vemos, o, quizá, incluso, privada.
Pero hubo algo que, dentro de la sorpresa y desconcierto que de suyo nos produjo la convocatoria a semejante encuentro «cultural» –¿qué puede tener de interés un llamado a la Oración Adhan para un ateo materialista católico como el que suscribe?, ¿qué pasaría de hecho con un ateo materialista declarado en un mundo islamizado?, me preguntaba yo, entre otras muchas cosas–; hubo algo, decimos, que incrementó notablemente el descuadre de nuestro gesto: el hecho de que, en el final de la convocatoria, el mensaje terminaba como remate con la consigna de que el evento en cuestión habría de tener lugar en las instalaciones de una universidad, de domicilio céntrico y conocido, con sede en «México Tenochtitlán».
¿México Tenochtitlán? ¿De qué se estaba tratando? ¿De conjugar acaso la reivindicación indigenista con la reivindicación islámica? ¿El mundo musulmán revitalizado en alianza con el mundo prehispánico «originario» rescatado? ¿Una alianza entre «pueblos originarios» prehispánicos y «pueblos árabes» musulmanes, confraternizados con el resto de los pueblos del mundo contra la Dominación de su Otredad y de su mismidad esencial? ¿En función de qué tercer variable podría acaso darse semejante ecuación? ¿Pero cómo puede ser esto procesado?
Obvio es decir que el asunto estaba por entero presentado con la parafernalia, la retórica, la estética y la «sensibilidad» de «la izquierda». ¿Pero cómo puede alguien que se considere «de izquierda» tener interés que no sea el estrictamente antropológico, histórico o filosófico-teológico, pero nunca vivencial o existencial, es decir, que «se la crea» y permita «ser atrapado», en cuestiones religiosos o místicas del Islam?
En esos momentos recordé el panfleto que hace algunos años a mis manos llegó, con el título «La sociología como arma de la revolución», de un sociólogo/activista entiendo que chileno –el panfleto lo traía alguien que regresaba de un viaje a Chile– en donde, entre otras ocurrencias de bobo solemne, hacía la propuesta delirante de que la resistencia global contra El Capital a escala global tenía dos líderes fundamentales, a saber: Osama Ben Laden y el Subcomandantes Marcos.
Ahí estaba la conexión otra vez: indigenismo posmoderno y globalizado articulado con el fundamentalismo islámico, situados ambos en la plataforma de los Nuevos Movimientos Sociales anti-globalización estudiados en las facultades de ciencias sociales, en alianza contra El Capital y, podríamos decir, Occidente, en manos de un adolescente izquierdista infantilista radicalizado (como diría Lenin) y pseudo-revolucionario (como diría también Lenin; véase Fraseología pseudo-revolucionaria).
¿Pero qué pasa aquí?
Tiempo después me fui a cruzar en una librería con el recientísimo libro de Víctor Farías, autor, como se sabe muy bien, del polémico libro Heidegger y el nazismo, editado por primera vez en francés en 1987, y en español en 1989, y quien en esta ocasión nos ofrece, bajo el sello de Tecnos España, en edición de 2010, una continuación de aquélla pormenorizada investigación con el no menos polémico y también no menos escandaloso título Heidegger y su herencia. Los neonazis, el neofascismo y el fundamentalismo islámico.
Ya había yo comprado hace años el libro primero de Farías, en edición de Akal y el Fondo de Cultura Económica (2ª edición aumentada, impreso en Santiago de Chile en 1998), pero, por razones de tiempo y acumulación de lecturas y trabajo, no lo había leído aún.
Pues bien: había llegado el momento de hacerlo, pues la aparición del segundo libro en el contexto del encuentro islámico en México Tenochtitlán y de la estúpida ocurrencia del sociólogo chileno (igual de estúpida que la de referirse a la ciudad de México como México-Tenochtitlán, para ser parejos y con perdón), seguidor, el sociólogo-activista, suponemos, de Marcos y Osama Ben Laden en su lucha ética –la de Marcos, Osama y el chileno– contra El Capital, hacían ya dramáticamente urgente incorporar a nuestro trabajo las aportaciones de Farías a efectos de soportar y corroborar nuestros análisis críticos sobre la cuestión, desbordando los límites gnoseológicos de las ciencias sociales y de los movimientos sociales anti-globalización, para tratar de rastrear determinaciones filosófico-ideológicas, ontológicas, de tan churrigueresco amasijo, de ese totum revolutum de consignas y banderas políticas y sociales «otro mundo es posible».
Y es que la cuestión es que Farías, con fundamento en su primer libro, tiene realizado en el segundo el fichaje pormenorizado de ese amasijo enredado, un amasijo en el que ecologismo radical, el neofascismo europeo, el antisemitismo recalcitrante, el etnologismo racista indigenista, el chavismo bolivariano (sobre todo por sus vínculos con Norberto Ceresole y su furibundo antisemitismo) y el fundamentalismo islámico, se nos ofrecen en una enredadera ideológico-filosófica sostenida, amarrada por un mismo tentáculo: el tentáculo de Martín Heidegger.
Todas estas consignas y solidaridades, muchas de ellas animadas acaso por un voluntarismo sincero (y tanto peor cuanto mayor sea esa sinceridad), cobran ahora, al advertir la red de tentáculos de la que participan, los colores del más lóbrego radicalismo irracional y contradictorio. A mil leguas ya, nos parece, de cualquier posición de izquierda racionalista, por más izquierdistas que sean los atuendos, los sentimientos éticos y el voluntarismo psicológico de quienes, emic, participan en manifestaciones aquí y allá contra Israel, El Capital y Estados Unidos, o contra la guerra, Occidente y George Bush. Y no se trata ya de consignar a tales posiciones en el rubro de las izquierdas indefinidas (según podríamos hacer ateniéndonos a los criterios de El mito de la izquierda de Gustavo Bueno), sino de situarlas ahora en las casillas correspondientes a la derecha no alineada y a la derecha indefinida (según las coordenadas de El mito de la derecha, del profesor Bueno también).
La clave podría ser acaso –aquí podría estribar la cuestión– que uno de los dispositivos –si no es que el dispositivo maestro mismo– en cuya virtud hubo de operarse la deriva desde las unas hacia las otras (es decir, de la izquierda definida a la indefinida y de ésta a la derecha extravagante e indefinida), es, precisamente, la obra de Martín Heidegger.
Esta podría ser, por lo menos, una primera aproximación a las dos obras de Víctor Farías: Heidegger y el nazismo (París, 1987) se inscribiría en ese primer momento de configuración de la derecha no alineada fascista o nazi, acaecido fundamentalmente tras la derrota de Alemania e Italia en la Primera Guerra Mundial y al compás dialéctico del acenso de la revolución soviética de 1917 (contra la que, en buena medida, se organizaron) –véase El mito de la derecha–; Heidegger y su herencia. Los neonazis, el neofascismo y el fundamentalismo islámico (Madrid 2010) se inscribiría en un segundo momento de configuración política e ideológica de una derecha ya indefinida, emergente ya en un contexto nuevo en el que el fascismo y el nacionalsocialismo habrían sido liquidados tras las Segunda Guerra Mundial, en tanto que, correspondientemente, el comunismo del bloque soviético habría sido liquidado ya también tras la guerra fría y la caída de la URSS.
Y esto no implica que, en nuestro análisis, nos mantengamos dentro del dualismo maniqueo izquierda/derecha dentro del que, de manera general, hubo de darse la dialéctica político ideológica global en función de la cual tuvo lugar la transformación del Antiguo Régimen en el Nuevo, una transformación llamada a desembocar, tras la caída de la Unión Soviética, en la delicuescencia misma del Antiguo Régimen; y no lo implica porque esa disolución histórica significa, entre otras cosas, que esa dicotomía de izquierda contra derecha ha quedado ella misma desbordada o superada, diluida en nuevos antagonismos cuyas coordenadas sólo pueden ser ya apreciadas desde una escala filosófica, ontológica, y no ya, como hemos dicho, sociológica o politológica. Porque el asunto aquí no es saber quién es más de izquierda o de derecha, o qué tanta sensibilidad y apertura espiritual son necesarias para dejarse atrapar por la mística del Islam dentro de los límites de la experiencia religiosa o cultural (da pena ajena, por lo demás, advertir cómo personas adultas hacen convocatorias y eventos de tal naturaleza y cursilería), sino en detectar y bascular la escala de racionalidad de esa religión frente a otras, como el catolicismo, dentro de los límites de la teología y la filosofía, o en lograr entender, en ese mismo plano, las razones –e implicaciones– por las que tanto Heidegger como sus epígonos neonazis –o de la llamada Nueva Derecha– apelan a un neo-paganismo anti-cristiano y anti-judío, al considerar al cristianismo y al judaísmo como la plataforma dentro de la que hubo de darse la racionalidad y el individualismo modernos (y que tomen nota de esto los anticlericales «modernos» de hoy, que siguen sin lograr entender que el individualismo, el laicismo y el propio pensamiento moderno, considerando que en tal término pueda encontrarse algún sentido, fueron solamente posibles dentro y gracias al cristianismo).
Dice el profesor Gustavo Bueno, en la página 291 de El mito de la derecha, comentando el estudio de Michael Torigian sobre los fundamentos de la nueva derecha francesa con relación al grupo GRECE (Groupement de Recherche et d’Etudes pour la Civilisation Europeenne), comandado por el mismo Alain de Benoist que tan amplia y detenidamente estudia Farías en Heidegger y su herencia, que
«GRECE atribuye al cristianismo la responsabilidad, junto con el judaísmo, de haber creado un ultrarracionalismo en donde todos los aspectos de la vida humana están sujetos a numerosas prescripciones, leyes y prohibiciones. Por su universalismo católico los cristianos no tienen patria, sólo la tierra prometida por Dios:
Su búsqueda de la salvación individual, en tanto que fruto de su preocupación por el porvenir en el más allá, les lleva a desmarcarse de sus vínculos con la comunidad étnica (a la que pertenecen) que era sacralizada por las religiones paganas y como consecuencia, legitima un ideal social opuesto radicalmente a la idea clásica de la tradición, la jerarquía y el corazón…»
Dice por su parte Farías, páginas 153 y 155 de Heidegger y su herencia:
«La superación del Judaísmo, esto es, el advenimiento del Paganismo como la nueva religión de Europa, debe ser fundada entonces en el pensar heideggeriano del ser, el tiempo y el Pueblo… (p. 153)…
Alain de Benoist no sólo es entonces –para bien o para mal– sólo un divulgador de Heidegger. Puesto frente a la pregunta fundamental de cuál deberá ser la religión de Europa, aquello en que se decidirá trascendentalmente su ser histórico-político y espiritual, postulando que ese nuevo espíritu debe ser el Paganismo, encomienda a Heidegger la tarea «titánica» de destruir el desastre que son el Judaísmo y el Cristianismo… (p. 155)»
En todo caso, y como ya vemos, la implantación político-ideológica de la filosofía de Heidegger cobra entonces, sin duda, un interés fundamental en el contexto de los debates actuales sobre el estado político e ideológico del mundo contemporáneo, sobre todo en virtud del prestigio atribuido a Heidegger en multitud de frentes académicos, políticos e intelectuales; un prestigio que por cierto, en el caso de ciertos círculos de intelectuales, es utilizado muy comúnmente por farsantes (intelectuales sociológicos… es decir, intelectuales) y frívolos literatos (los halbwissende literati caracterizados por Carlos Marx en La sagrada familia) que no dejan nunca escapar la oportunidad, llegada la ocasión en la comida o cóctel social-cultural de turno (la presentación de un libro, el estreno de una película, la boda de la hija del político poderoso), para, sin soltar el vaso de whisky, decir con aplomo, afectación existencialista, dolor por el Ser y la mirada proyectada en el horizonte de la Nada, que, ‘como dice Heidegger’, lo fundamental en la vida es el «aquí y el ahora». ¿Sabrán estos cretinos petulantes y sensibles intelectuales progresistas existencialistas que Heidegger, durante años, según consigna Farías, iniciaba y terminaba sus clases con el ¡Heil Hitler! que muy simpática y existencialmente se usaba en el régimen nazi?
Y con esto no queremos decir en absoluto que haya que dejar de estudiar, entre muchas otras, y con todo el rigor y seriedad a nuestro alcance, la obra de Martín Heidegger. ¡Todo lo contrario! ¿Cómo obviar la lectura de alguien que con tanta fuerza ha influido, para bien o para mal? La cosa es no hacerlo desde la posición del frívolo poeta o intelectual sociológico (es decir, el intelectual) que va por la vida de profesional literario de la desesperación (y lo decimos porque conocemos a uno que otro).
Pero continuemos con el asunto, que es el da la ruta recorrida por la crítica ontológica a occidente.
II
Ya José Manuel Rodríguez Pardo, en su artículo del número 101 de El Catoblepas (julio 2010), ‘Del Apóstol Santo Tomás a Evo Morales. Genealogía de la derecha extravagante hispanoamericana’, establece la ruta genealógica que conduce a la génesis clerical del indigenismo hispanoamericano, presentado en efecto como derecha extravagante con arreglo a los criterios del materialismo filosófico (ver El mito de la derecha y El mito de la izquierda, de Gustavo Bueno), consignando en el parágrafo 6 la manera en la que ya Enrique Dussel, en artículo de 1965, utiliza categorías heideggerianas para referirse a la cuestión: ‘Europa es el ser-ahí y América el no ser, un ser en el mundo desvelado por los «europeos» que ya era preexistente’.
Sexta década del siglo XX. Pocos años después, la antropología y la etnología cobran fuerza inusitada en la Universidad occidental, desplazando las coordenadas tradicionales, clásicas en algún sentido, desde las que la política había estado operándose: economía política, teoría política, filosofía política, derecho. Marcuse, Freud y Simone de Beauvoir desplazan a Maquiavelo y Cicerón o, en otro plano, a Lenin o Rudolph Hilferding, que tenían todos ellos la mirada puesta en los problemas políticos pero vistos a la escala del Estado, en tanto que figura fundamental de la política, y su dialéctica histórica.
Después del Mayo del 68, nuevas disciplinas se consolidan ya con toda su fuerza y vigor al compás de la configuración de nuevas realidades socio-políticas: psicoanálisis, feminismo, ecologismo, etología y, en efecto, etnología y antropología, centrándose no ya tanto en el Estado y sus morfologías políticas cuanto en el sujeto, la subjetividad, la identidad. Y después vendrá la vertiginosa aberración (que produce vértigo) conocida como «etno-psicoanálisis».
Un Malraux, un Hobsbawm, quedan totalmente fuera de lugar, pertenecen a otra época: ‘Usted cita la frase de «la imaginación al poder». ¡Pero bueno, ¿es una broma?! ¿O acaso vamos a olvidar, nosotros que sabemos lo que es una verdad política, vamos a olvidar todo lo que ha sido nuestra vida? No es la imaginación la que toma el poder, son las fuerzas organizadas’, dice Malraux al periodista en entrevista para Der Spiegel en 1968.
Por cuanto a nuestro admiradísimo historiador marxista británico (que consideramos como de esa clase de personas que sencillamente no deben morir), dice Fernando Muñoz, en «La autobiografía del historiador Hobsbawm» (formidable artículo de El Catoblepas 16, junio, 2003), lo siguiente:
«Hobsbawm, presente tanto en EE UU en el 67 durante el punto álgido de la protesta contra la guerra de Vietnam y en París en mayo del 68, escribiría al año siguiente un artículo poco comprensivo hacia los «movimientos de protesta»: «Revolución y sexo.» Por lo demás, tenía plena constancia del carácter mitológico de la liberación cultural:
«En sí mismas, la rebelión cultural y la disidencia cultural son síntomas, no fuerzas revolucionarias. Cuanto más prominentes son –como resulta evidente en EE. UU.– más seguros podemos estar de que lo importante no está ocurriendo.» (Años interesantes, p. 76)»
Un sustrato doctrinario comienza cada vez más a definirse como viga que atraviesa, trabándolas, el aparato crítico de todas y cada una de las nuevas disciplinas, que comenzarán a adjetivarse, en seminarios y en la matrícula de las Facultades, como «críticas» o «sociales» (teoría crítica, filosofía política crítica, economía política crítica, antropología social, psicología social), y que luego habrán de tratar de coordinarse desde la perspectiva de la interdisciplinariedad: la Dominación vinculada con la técnica y la racionalidad del hombre moderno estaban llevando al planeta entero a un abismo oscuro y decadente. ‘El hombre moderno ha querido dominar a la naturaleza a través de la técnica, la venganza de la naturaleza es el placer’, dicen Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la ilustración. La bomba atómica es la corroboración del cataclismo de la racionalidad moderna.
La norma, toda norma (en la familia, en la escuela, en el Estado, que no es otra cosa que la cúspide del Poder), antes que edificar o determinar constitutivamente a la persona humana –o al sujeto, como comenzará a decirse– reprime, castra, discrimina, y entonces se grita: ¡prohibido prohibir! Es la vuelta a la barbarie desde un neo-anarquismo. Es preciso diseñar filosofías de la liberación, eróticas de la liberación, pedagogías del oprimido y de la liberación, políticas de la liberación, éticas de la liberación. La cuestión es emanciparse. ¿Pero emanciparse de qué y en qué dirección? La teología de la liberación responderá: de la cultura occidental, en cuyo seno anida la pulsión de dominación. La negación del Otro. El problema es la modernidad occidental, eurocéntrica, falocéntrica, machista, esquizofrénica. No se trata ya tanto de una dialéctica de formaciones históricas de producción (esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo, comunismo), en el sentido del materialismo histórica clásico, sino de una dialéctica de culturas: ‘el primer hombre moderno no es ni Descartes ni Kant, es Cristóbal Colón, pues con él inicia la Dominación moderna’, dirá, precisamente, Enrique Dussel en 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad. Es cuestión de tiempo –unas cuantas décadas nomás– para que la lucha por la liberación desborde los límites antrópicos y se extienda a los animales y, luego, a la tierra.
La técnica, la economía y la americanización de la vida en todos sus estratos, ése es el problema. Occidente, occidente es el mal. La crítica de Heidegger encaja geométricamente: ‘Rusia y América son ambas lo mismo: el mismo delirio desesperado de la técnica desencadenada y de la organización extrema del hombre corriente’, diría en un curso de 1935 (Farías, Heidegger y el nazismo, pág. 447 de nuestra edición de Akal/FCE, 1998).Se trata de una crítica a occidente pero desde occidente mismo. Bien.
En 1978 tiene lugar la revolución iraní. Cuenta Víctor Farías en Heidegger y su herencia, citando el artículo de Amir Taheri (filósofo iraní), «La filosofía de los Mullahs», lo siguiente –póngase mucha atención–:
«Una de las primeras medidas del nuevo régimen fue la de clausurar todas las universidades por un período de dos años. Entretanto debían ser transformados todos los libros en textos compatibles con el Islam y debían ser expulsados, sigilosamente, todos los profesores y estudiantes indeseables. Para llevar a cabo esta tarea, el Ayatolah Khomeini fundó en 1980 una corporación que se denominó «El Congreso Supremo para la Revolución Cultural Islámica». Ella debía estar formada por numerosos Mullahs y algunos pensadores, entre los cuales destacaba el legendario profesor de filosofía Ahmed Fardid. Mientras el consejo supremo por un lado depuraba prolijamente las universidades, fue promovido por otro una suerte de Club Filosófico formado por Mullahs y filósofos no teólogos. Uno de estos grupos se denominó «Los heideggerianos», sacaron su nombre del filósofo nazi alemán Martin Heidegger, el fundador del existencialismo. Fardid, quien se confiesa «compañero de ruta de Heidegger», era la estrella del grupo. El joven discípulo de Fardid, Riza Davari, por su parte, se encargó de difundir y divulgar las convicciones y opiniones de Fardid y los heideggerianos, en los medios masivos de la joven República Islámica. Un pequeño grupo disidente y que quiso ofrecer una alternativa, se autodenominó «los Popperianos», en honra del filósofo inglés Karl Popper, que dedicó su vida a luchar contra el totalitarismo[…]
La tarea fundamental que asumieron los islamistas «heideggerianos» fue comenzar a denuncia toda forma de democracia como algo absolutamente incompatible con el Islam y la Filosofía [...] Hasta 1989 los «heideggerianos» fueron la fuerza filosófica dominante en la organización creada por Komeini […] Durante un tiempo muy breve les fue posible a los «popperianos» revertir en algo las relaciones del poder, pero cuando Mahmud Ahmadinejad conquistó la presidencia de la República Islámica la suerte de «los popperianos» quedó sellada. El nuevo presidente era él mismo un miembro activo de los seguidores de Fardid y Heidegger.» (Farías, Heidegger y su herencia, pp. 243, 244, 245 y 246).
A los pocos años, prácticamente una década después, cae la Unión Soviética. La pinza de la crítica ontológica a occidente está por cerrarse.
El Ayatolah Khomeini envía un mensaje a Gorbachov, en carta del 1 de enero de 1989, en donde, extendiéndose, le comparte algunas consideraciones generales. Le dice, entre otras cosas, según extraemos del Apéndice de Exportar la libertad, de Luciano Canfora (Ariel, Barcelona 2007, pág. 99 a la 109), lo que sigue:
«En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso,
Excmo. Sr. Gorbachov… aunque es posible que sus nuevas reflexiones y decisiones sean solamente un nuevo método para resolver disputas partidistas y, paralelamente, algunos de los problemas con los que se enfrenta su pueblo, incluso de ser así sería merecedor de elogio el coraje que ha puesto de manifiesto al cuestionar una ideología que ha aprisionado durante muchos años a las juventudes revolucionarias del mundo detrás de barrotes de acero. Pero si su pensamiento se eleva por encima de esta contingencia, el primer factor que seguramente contribuirá a su éxito será el hecho de replantearse la política de sus predecesores, que ha conducido a la extirpación de Dios y de la religión de la sociedad, lo que ha supuesto sin duda para el pueblo soviético el más grave de los perjuicios que le han sido infligidos. Puedo asegurarle que ésta es la única fórmula concebible para abordar con realismo los acontecimientos de este mundo…
Excmo. Sr. Gorbachov, hemos de abrir los ojos a la verdad. El problema esencial de su país no radica en la propiedad privada, la economía y la libertad. Su principal problema es la ausencia de una verdadera creencia en Dios, el mismo problema que ha arrastrado o arrastrará a Occidente a un callejón sin salida, a la nada. Su problema fundamental reside en su dilatada lucha contra Dios, fuente de la existencia y la creación.
Excmo. Sr. Gorbachov, nadie duda de que de ahora en adelante habrá que buscar el comunismo en los museos de la historia política mundial, ya que el marxismo no puede dar respuesta a absolutamente ninguna de las necesidades reales del hombre. Se trata de una doctrina materialista y con el materialismo no es posible sacara a la humanidad de la crisis provocada precisamente por la falta de creencia en lo espiritual. Es éste el peor de los males que afligen a la sociedad humana, en Oriente como en Occidente…
El líder chino asestó el primer golpe al comunismo y usted infligió el segundo y, al parecer, último. Hoy no existe ya en el mundo nada llamado comunismo. Pero le pido fervientemente que, al abatir los muros de las ilusiones marxistas, no se deje atrapar por la prisión de Occidente y del Gran Satán…
Al conceder una libertad de culto parcial en algunas repúblicas soviéticas, usted ha dado muestras de que ya no cree que la religión sea el opio del pueblo. A propósito, ¿es el opio de la sociedad la religión que ha hecho de Irán un país sólido como una roca frente a las superpotencias? La religión que quiere llevar la justicia al mundo, que quiere liberar a los hombres de las miserias materiales y psíquicas, ¿es quizá el opio de la sociedad? Sí que es el opio de la sociedad una religión instrumentalizada para poner a disposición de las potencias, grandes o pequeñas, los recursos materiales y espirituales de los países islámicos y los demás, una confesión que propugna la separación de política y religión. Pero ésa no es la religión verdadera, sino una religión que el pueblo llama «americana».
Para concluir, declaro sin ambages que la República Islámica de Irán, el bastión más sólido del Islam en todo el mundo, no tendría dificultad alguna en colmar el vacío ideológico de su sistema.
Sea como fuere, nuestro país, como en el pasado, cree en las relaciones mutuas de buena vecindad y siente por este principio el más profundo respeto. Que la paz sea para quienes siguen al Guía.
Ruhollah al Musawy al Jomeini.»
La crítica a la modernidad judeo-cristiana y a sus engendros ideológico-políticos, el liberalismo y el socialismo, su derivación lógica, fue a encontrarse, tras el derrumbe soviético, en una franja filosófico-ontológica en donde ha venido a darse una convergencia de múltiples líneas ecuación de cuyas trayectorias tienen una misma doble constante: Martín Heidegger y el anti-norteamericanismo genérico. Desde el fascismo de entre-guerras hasta el Islam post-revolución iraní del 78, pasando por el indigenismo anti-eurocéntrico y anti-moderno (en tanto que se mira a la modernidad como Dominación de la que hay que emanciparse), la Nueva Derecha europea y el ecologismo radical anarquista, todo un cuadrante ideológico político se repliega tras la trinchera de la crítica ontológica al occidente moderno técnico-racionalista e individualista y capitalista/socialista (en tanto que sometidos ambos a la racionalidad económica); se trata de una verdaderamente desconcertante alianza anti-moderna y anti-judeocristiana entre el neofascismo neopagano, el indigenismo anti-eurocéntrico y el fundamentalismo islámico. ¿A dónde puede llegarse con semejante compañía?
¿Y qué pasa si, dicho todo esto, volvemos a leer la convocatoria del «encuentro cultural» islamista a tener lugar en México Tenochtitlán? ¿Atrapar a los asistentes es el objetivo han dicho? ¿Pero con qué propósito?
En la lectura del segundo libro de Víctor Farías, editado muy recientemente por Tecnos España en 2010, Heidegger y su herencia. Los neonazis, el neofascismo y el fundamentalismo islámico, pueden encontrarse muchas claves de por dónde pueden ir los tiros. Vale la pena estar atentos.
El capítulo I se titula Alemania: «Allesgrossestehtimsturm». Heidegger en la lucha de los neonazis y neofascistas alemanes por la hegemonía en Europa; el capítulo II se organiza con el propósito de seguir los rastros de Martin Heidegger en el neofascismo francés; en el III hace lo propio para Italia: Martin Heidegger en el fascismo y neofascismo italiano; el IV está dedicado al Islam: Martin Heidegger y el islamismo fundamentalista; el V vaya que nos concierne a los hispanoamericanos, pues en él se rastrean los pasos de Heidegger en América Latina: el nazi-hedieggeriano Norberto Ceresole, el nacional-bolchevique Heinz Dietrich y el populista antisemita Hugo Chávez.
Y por cuanto a la manía de querer barnizar siempre todo cándidamente con el rótulo de la Cultura, como si con ello en automático quedara todo despojado de cualquier mala intención o perversidad, dejamos constancia para terminar lo que Thomas Mann dijo en su obra maestra DoktorFaustus (y nunca mejor traído a colación):
«La cultura no es otra cosa que la devota y ordenadora, por no decir benéfica, incorporación de lo monstruoso y de lo sombrío en el culto de lo divino.»
Ciudad de México
Agosto, 2010