Vida y obra de Edith Wharton (original) (raw)
Rubén Franco González
Comentario-reseña, a propósito del libro Edith Wharton. Una mujer rebelde en la edad de la inocencia de Jorge Freire, Al Revés, Barcelona 2015.
Hace apenas unos meses, el pasado febrero 2015, salía al mercado el libro Edith Wharton. Una mujer rebelde en la edad de la inocencia del escritor novel Jorge Freire. Constituye la primera obra en España{1} que estudia la vida y la obra de la escritora estadounidense Edith Wharton, por lo que tiene un valor incalculable y ese mérito, además, ya no se lo podrá quitar nadie al autor. En las solapas del libro se nos dice: «Con este libro, Jorge Freire trata de abarcar en su totalidad, por primera vez en España, la época, vida y obra de una de las mejores escritoras del siglo XX». Ahorrándonos nosotros meternos en ese tipo de valoraciones, tan arriesgadas siempre, y que exigen un gran dominio del tema (del que nosotros carecemos), hay que afirmar que el libro es un precioso ejemplo de cómo aunar una gran erudición, agilidad narrativa y cierto sentido del humor. Para el lector no curtido en ese ambiente de la literatura norteamericana de finales del XIX y principios del XX es muy ilustrativo e informativo el libro.
A mucha gente le sonará el nombre de Wharton por su novela La edad de la inocencia, y, sobre todo, por su adaptación cinematográfica de 1993 a costa de Martin Scorsese{2}. Hay también una versión muda de 1924 (tres años después de que le dieran el Pulitzer por esa obra), y estuvo a punto de estrenarse una en 1933 con Katharine Hepburn como protagonista. Lo cierto es que Wharton es una extraña para el público general español y este libro viene a cubrir ese hueco. Y lo hace siendo, a medias, un ensayo y una biografía. Estando como está el autor tan bien documentado y controlando a la perfección todos los detalles de la biografía de Wharton, del contexto en que se movía y de sus numerosas obras, uno no puede menos que sorprenderse y aprender de lo que nos cuenta.
El libro cuenta con un índice onomástico y con una bibliografía (dividida en primaria y secundaria) pero no con un índice del libro mismo, así que nosotros hemos tenido que contar los capítulos (todos ellos breves) que componen el volumen. Es un libro corto, de 170 páginas de texto, y escrito en un buen y culto español, por el que van pasando referencias no sólo literarias (que son la fuente fundamental de lo aquí se cuenta) sino también filosóficas y científicas, como luego veremos. Consta de 23 capítulos, incluyendo el «Exordio» inicial y las dos adendas finales, una sobre Santayana y otra sobre Alice James. Cada capítulo lleva el título correspondiente, y va acompañado de una cita entresacada de alguna obra. Así, se citan a Jane Austen (Orgullo y prejuicio), Stephen Crane (El rojo emblema del valor), Ambrose Bierce (Diccionario del diablo), Edgar Allan Poe (Filosofía de la composición), Saint-John Perse (Anábasis), Goethe (Elegías romanas), Virginia Woolf (Al faro), Jane Austen (Mansfield Park), Henry James (Los embajadores), Sarah Orne Jewett (Un médico rural), Konstantinos Kavafis (Su principio), Iris Murdoch (El sueño de Bruno), William Shakespeare (Antonio y Cleopatra), Voltaire (Cándido), Ernst Jünger (Sobre los acantilados de mármol), Ian McEwan (Operación dulce), Siri Hustvedt (El verano sin hombres), Thomas Pynchon (Vicio propio), Evelyn Waugh (Retorno a Brideshead), Nietzsche (El nacimiento de la tragedia), Robert Lowell (Día a día) y a la propia Edith Wharton (La casa de la alegría).
Su autor, Jorge Freire Gutiérrez (aunque ha preferido firmarlo solo con el primer apellido) es un ¿joven?{3} de 30 años (nacido, por tanto, en 1985), licenciado en Filosofía, y que ha publicado en revistas como Jot Down, con creciente prestigio y ya asentada en la industria, tanto en la edición en papel como en la digital. También ha estudiado Ciencias Políticas. Ha participado en una serie de charlas filosóficas en la capital de España, en la galería de arte Modus Operandi, al estilo del Café Filosófico Mismamente que desarrollaba Raúl Muniente en Barcelona (o que sigue haciéndolo, vaya). Se puede ver una entrevista que le hacen a propósito de la publicación del libro en el canal de Youtube de Periodista Digital del 23 febrero 2015.
El libro podría entenderse también (o desempeñar esa función) como un destacamiento o subrayado de las mujeres. Un libro feminista, si se quiere, pero, desde luego, a mil leguas de la barbarie indocta que alardean las que dicen ser feministas fetén. El autor, como hemos dicho, maneja con gran soltura nuestra lengua, por lo que no recurre a esa moda estúpida, reiterativa, cansina y antieconómica de hablar de, pongamos como ejemplo, «los y las lectores y lectoras de esta obra». O de quienes en vez de escribir «ciudadanos», ponen «ciudadan@s». Cursilería tremenda y abominable, que, por ejemplo, podrá advertir el lector en los discursos de ciertos líderes y partidos políticos de nuevo cuño. Esa es la novedad que traen. El ser muy cool. El que utiliza correctamente el español y habla solo de «ciudadanos» es un fascista peligroso, que no tiene en cuenta la situación de desigualdad de la mujer. Así está el patio.
Así pues, se enmarca esta obra en la nómina reivindicatoria de mujeres que han tenido peso en distintos campos artísticos, políticos, sociales y económicos del siglo XX en particular y de la Historia en general. Así, por ejemplo, en la actualidad Antonio Lucas tiene una serie en El Mundo dedicada a Las heterodoxas. Y en el aspecto editorial más reciente han aparecido, entre otros, Mujeres y guerra. Cuerpos, territorios y anexiones (Feb.2015) de Fernando Quesada Castro y Las mujeres en la gran recesión (Mar.2015) de Cecilia Castaño (dir.).
Temas polémicos como el aborto, y que feministos y feministas como los ya dichos lo defienden argumentando que la mujer es propietaria de su cuerpo (y no el estado o la Iglesia), salen también en esta obra, aunque sea de refilón, y a propósito del argumento de alguna novela de Wharton, como es el caso de Estío (1917). No es este el lugar de detenernos pormenorizadamente en el tema del aborto (ya hemos tocado el tema en otros artículos de esta misma revista, y a ellos remitimos al lector curioso), pero citemos un caso de cómo concluye Freire este asunto (p.132):
Estío refleja, entre otras cosas, la crisis de los derechos reproductivos en América. Luce Wharton en ella, tal y como afirman ciertos exegetas, como una encendida abortista, o, según rezan otros, se presenta como una furibunda antiabortista? Una novela no es un prontuario de ideas del autor. Solo los filósofos tienen la grosería de meterse en las casas para impartir que nadie les ha pedido –razón que granjeó al impertinente Crates el apodo de Abrepuertas, tal y como atestigua Diógenes Laercio-. Las ideas de un novelista no son secretas, pero sí discretas, especialmente en el caso de Wharton. Razón de más para evitar pesquisas inútiles (�)
Edith Wharton nació en 1862 en EEUU y falleció en 1937 en Francia. Fue famosa por escribir sobre interiorismo o decoración de las casas, ponderando y elevando a tema intelectual «lo doméstico», y luego escribió artículos, relatos y novelas. Vivió entre EEUU y Europa, pasando temporadas en España, Inglaterra o Italia. Pero donde más se estableció fue en Francia. Tuvo un matrimonio desafortunado, con un marido con problemas psiquiátricos, y sus libros y sus relaciones con otras gentes del mundo académico e intelectual, muy ajenas al de su marido, le permitían respirar otro aire no enteramente viciado, y que, a decir de Freire, le axfisiaba.
Wharton fue «una de las primeras reporteras bélicas de la Historia». Es interesante resaltar cómo en un fragmento que cita el autor de Costumbres francesas y su significado (1919), emplea Wharton la palabra «casta» en el siguiente sentido (p.72):
(�) «¿Puede tener una nación ideas maduras si carece de una casta dirigente de hombres y mujeres maduros?» (�).
Van saliendo a colación en las páginas de este primer libro de Jorge Freire los nombres de un montón de gente de esa época (los hermanos James –William, Henry y Alice-, Scott Fitgerald –es muy gracioso el capítulo en el que cuenta la fiesta a la que asistió y donde conoció a Wharton-, Barrie, H.G.Wells, &c.), lo que ayuda a dar cuenta de la complejidad y del gran trabajo en el que se ha sumergido su autor, que sólo puede partir, como es natural, del entusiasmo por esa época, pero no sólo por ella, ya que se ve que conoce bien a grandes de la literatura.
Menta a Rousseau, Nietzsche, Darwin, Engels, Aristóteles � De cómo asumió Wharton a alguno de ellos, nos dice (p.115):
Su lectura de Darwin a los veintidós años fue la mayor experiencia intelectual de su vida. El descubrimiento diluyó los escasos residuos de creencia religiosa que aún mantenía (�) A la vez, Wharton se oponía con tenacidad al «evolucionismo» de Spencer o Huxley, que mezclaba la teoría la teoría de la evolución con el progreso social. Estos postularon un desarrollo intelectual, espiritual y estético de la humanidad, dotando a la teoría de la evolución de una clara lectura política. A juicio de Wharton, atribuir cualidades morales a la evolución no solo era inncesario: el peso de la herencia y la selección natural no hacían sino ennoblecer las obligaciones morales.
Sirvan estas breves líneas para que al menos el lector sepa de la existencia de este libro (si bien ya ha aparecido en distintas revistas, como Leer), y quien esté interesado por el tema pueda acercarse a él. Y desde aquí deseamos que el autor siga leyendo, investigando, pensando, escribiendo y publicando. Los lectores se lo agradeceremos.
Oviedo, miércoles 20 mayo 2015
Notas
{1} Bien es verdad que en la bibliografía que figura al final del libro se menciona la tesis doctoral La mujer y los arquetipos femeninos en la obra de Edith Wharton, defendida en la Universidad de Alicante en 1989.
{2} Para algunos como José Luis Garci (aunque eso depende del momento en que se le pregunte), su mejor película de las veinticuatro realizadas hasta la fecha (por encima de las sobrevaloradísimas Uno de los nuestros y Casino, por supuesto, añadimos nosotros, pero a años luz de la obra maestra que es Taxi driver, que es otra cosa).
{3} Siempre es problemática esa palabra; digamos que podríamos entenderla con el formato lógico de una idea sincategoremática, esto es, como una idea funcional, que necesita de parámetros para determinarla. Vamos, que se es joven en algo concreto, en alguna faceta o aspecto vital pero no en otros. Una gimnasta con poco más de veinte años puede ser ya mayor o vieja, para nada joven. Y un estudiante de 25 años puede ser mayor a efectos de recibir algún tipo de beca, por ejemplo. Hoy, oficialmente, se supone que se es joven hasta los 35 años. Aunque hay muchas variables y factores en juego, la de vivir en el domicilio paterno parece que no es adecuada, ya que con la crisis han sido muchos los cincuentones (o cincuentañeros) que han tenido que regresar a casa de sus padres, al quedarse sin los suficientes ingresos para pagar el alquiler o hipoteca de la que creía su vivienda. Y con 90 años se puede ser un joven, como lo demuestra el elocuente ejemplo de Gustavo Bueno. En el ámbito del deporte, Campanal es otro ejemplo que se podría poner.
Toda esta cuestión problemática de la edad la tratamos en un debate celebrado en Mieres el sábado 5 noviembre 2011, en los Tribunales Populares. El rótulo del tema era «La juventud actual: ¿compromiso social o indiferencia social?». A Gustavo Bueno Sánchez (en función de la figura de fiscal), a José María Fernández «Chema», a Javier Delgado Palomar y a un servidor (en papel de testigos) nos tocó defender el papel de la «indiferencia social», aunque no fue esa nuestra línea de defensa sino que se replanteó el tema en función de qué sea eso del compromiso y de que hay muchos tipos de compromisos o de que es imposible que uno no esté comprometido con múltiples líneas de la realidad, salvo que uno sea un anacoreta (en nuestro cine ejerció de tal Fernán Gómez en un cuarto de baño, en la película de Estelrich de 1977) o un Tomasín (un caso sonado en Asturias hace pocos años; puede consultarse en la hemeroteca). Ni que decir tiene que este planteamiento de la cuestión no fue muy exitoso para el jurado, cuando apenas unos meses antes fue el 15-M y en frente estaban personas indignadas (ahora seguramente podemitas). Vamos, que se perdió el juicio �