Fernando Rodríguez Genovés, Puntos suspensivos y otros apuntes, El Catoblepas 205:6, 2023 (original) (raw)
El Catoblepas · número 205 · octubre-diciembre 2023 · página 6
Fernando Rodríguez Genovés
Introducción del ensayo Puntos suspensivos y otros apuntes (2023), recientemente publicado
«Buena parte de mis frases escritas son frases inacabadas. Por ese motivo, tras ellas suelen ir puntos suspensivos…»
La cita que preside el presente prefacio pertenece a mi libro: Aforo ilimitado. Asientos libres y otras liberalidades (2017). Ay, uno empieza por anticiparse y no sabe cómo acabará la cosa… Porque, por saber, sólo sabemos cómo empieza. De hecho, este libro que tienes, lector, en pantalla es el tercero que publico en forma de miscelánea, que recoge aforismos, anotaciones, breves reflexiones y en este plan. El texto anterior al presente ya ha sido citado. El primero de esta no planeada ni explícita serie, lleva por título: Dos veces bueno. Breviario de aforismos y apuntamientos (2014). Para quien pueda interesar…
Tras algunas (o bastantes) sentencias que escribo aparecen puntos suspensivos, decía allí y lo sostengo aquí. Como muestra, tres botones, redondos como puntos; signos ortográficos, que de tres en tres no dan la faena por perdida. Ah, las palabras. Tras ellas…, busco otras más, con las que cruzarse y reproducirse. Aspiro, sí, a construir un pensamiento en movimiento, atando cabos, articulando ideas, compartiendo mis dudas contigo, lector.
Trato aquí de expansionarme, de abrir el alma propia, desvelar confidencias, desahogar la memoria. Mas, no lo diré todo, pues no debe tomarse este libro como una confesión, sino como un espacio donde ensayo…
«Así, lector, yo mismo soy el tema de mi libro, lo cual no es razón para que emplees tus ocios en materia tan frívola y vana. Adiós, pues.»
Michel de Montaigne, Ensayos
Sí, en cambio, procuro ser elocuente y claro, lo cual no debe entenderse como grandilocuente y transparente, respectivamente. Yo diserto sobre lo que es cierto, si bien no siempre acierto en el arte de buscar la palabra adecuada en el momento oportuno. Dicha tarea no sólo es posible y real ante un amigo (no diré «buen amigo» para evitar la redundancia). A veces con quien se sincera uno, más abierta y desinhibida-mente, es con un desconocido. Ocurre, asimismo y bastante a menudo, que en una estricta comunicación, y aun en el ejercicio del arte de la palabra, los silencios y las pausas, las insinuaciones y las indirectas, resultan tan expresivas y reveladoras como las declaraciones manifiestas y las sentencias rotundas, si no más.
De los puntos suspensivos, dice un diccionario de sinónimos, que «denotan que se calla algo intencionalmente.»
Mi propósito en este libro (en realidad, en la no planeada ni explícita, pero sí mencionada, serie) es practicar ese tipo de ensayo que bascula entre lo literario y lo psicológico: «tan lejos llega en mí la curiosidad del psicólogo.» (Friedrich Nietzsche, Ecce homo, 1908); y, añado por mi parte, también mi no oculta vanidad como escritor.
He aquí, en fin, un libro que trata de puntos, pero, sobre todo de palabras. De las que, en el tribunal de la razón y el buen sentido, aprueban o suspenden…
Siento que hay palabras que necesito pronunciar o escribir aunque no vengan a cuento. Entiéndame bien el lector, no es que lo sienta porque lo lamente, es que lo barrunto, como si lo presintiera, quiero decir. Son palabras que amo porque enamoran el sentido del hablar y del escribir. Muchas de ellas no quiero ni saber lo que significan, de ahí que algunas de esas voces serán juzgadas principalmente por su valor connotativo y simbólico y no por el denotativo y real. Las palabras visten a las cosas para que éstas puedan presentarse en sociedad, sirviendo indistintamente de aderezo o de camuflaje. No quiero saber siempre de significaciones sino también de evocaciones. No me interesa atender necesariamente al contenido de los términos, sino al fraseo musical de las voces, dejándome llevar por su melodía, así como por su grácil y suave balanceo.
Todo esto es muy personal y privativo de quien lo dice, lo sé, y por eso no busco consensos ni precipitadas adhesiones. No quiero que confirme el lector con su asentimiento mis preferencias, ni que me las repruebe cuando no las sienta. Atiéndase, sin embargo, a lo que sigue: las sensaciones que acompañan la experiencia del lenguaje pueden ser, en este caso (en mi caso) producto del capricho, de la manía o del embeleso, pero lo serán por un ánimo sincero y auténtico, vívido y de inconmensurable ternura hacia aquellas hermosas palabras que merecen el elogio. Aquellas que no sean dignas, las fustigaré sin misericordia. Un indicio de tal propósito está contenido en el capítulo 4. «Para un diccionario de palabras infames».
Define el Diccionario de Lengua Española (RAE) el significado de «puntos suspensivos», como sigue: «1. m. pl. Signo ortográfico (…) usado para señalar la interrupción de un discurso, para darlo por conocido o sobrentendido, para indicar vacilación o para sugerir un final abierto.»
Te dejo, entonces, con estos discursos interrumpidos, pero con un final abierto…