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Papers by Federico Corriente
Las herramientas del traductor
... jist wanna yoo scruff tokn. ... a la comunidad nacional; imposibilidad cuyas raíces acabamos ... more ... jist wanna yoo scruff tokn. ... a la comunidad nacional; imposibilidad cuyas raíces acabamos de apuntar: las clases rectoras de la socie-dad escocesa ya no tenían, en el marco del Imperio Británico, ni posesiones ni poder político independientes; por el contra-rio, habían ligado ...
Mania Revista De Pensament, 2003
Journal of Spanish Cultural Studies, 2015
Desde la transformación de las fiestas y juegos populares en deportes, pasando por las distintas ... more Desde la transformación de las fiestas y juegos populares en deportes, pasando por las distintas nociones de cultura física que se han sucedido desde la Antigüedad hasta llegar a nuestros días, este ensayo analiza el proceso de difusión internacional del deporte y su evolución en el seno de la sociedad moderna, prestando especial atención al papel de los deportes en la configuración del liberalismo decimonónico, el colonialismo y el imperialismo, y haciendo especial hincapié en el destacado lugar que ocupan en el discurso ideológico totalitario.
«De la misma manera que la independencia de los hombres de los cuidados del sustento y la libre u... more «De la misma manera que la independencia de los hombres de los cuidados del sustento y la libre utilización de sus propias fuerzas como fin en sí son la condición humana y preliminar de la cultura, así todo lo que la cultura produce puede tener valor cultural auténtico sólo cuando tiene valor de por sí. En el momento en que asume carácter de mercancía y entra en el sistema de relaciones que lo transforma en mercancía, cesa por completo su autonomía, la posibilidad de la cultura.» Georg Lukács, Vieja y Nueva Cultura «La ciencia que estoy fundando es una ciencia distinta de la poesía. No canto a esta última. Me esfuerzo por descubrir su fuente.» Isidore Ducasse, Poesías Una proliferación hipertrófica cuyas formas cosificadas se vacían al mismo ritmo de su ocupación extensiva e intensiva del espacio social: tal es la paradójica faz de la afasia y la descomposición cultural presentes. Confirma así su completa subordinación e isomorfismo con el hiperdesarrollo capitalista en fase terminal, el cual a su vez, desprovisto de todo argumento en favor de su continuidad y constituido en amenaza permanente contra la supervivencia misma de la humanidad, no se cobija ya, pese a burdas apariencias en sentido contrario, bajo manto patriótico alguno —refugio último de un canalla en la vetusta opinión del Dr. Johnson—, sino bajo grotescos subterfugios pseudolúdicos e infraestéticos. Cuando Luther Blisset hace saber que Guy Debord le aburre, yo saco a relucir el fiambre de Joseph Goebbels, quien, interpelado acerca de los primeros pogromos nazis, salió del paso con la chusca gracia de que al menos los nacionalsocialistas no eran aburridos. No resulta muy divertido, pero da que pensar. Y tras el pensamiento, cuando es certero, anida siempre un fondo placentero. El «enigma» de la impotencia de la cultura humanística para hacer frente a la barbarie del siglo xx es el tema central de Lenguaje y silencio, de George Steiner. Desentrañando minuciosamente el proceso de destrucción de la cultura moderna y la paradoja de que la barbarie moderna «surgió de una forma íntima, tal vez necesaria, del núcleo y el escenario mismos de la civilización humanística», la erudición de Steiner se traba y enmudece frente a lo esencial, como si con la Esfinge hubiera topado. Este fino lector de Lukács y elocuente cronista cultural del «desmoronamiento del orden mercantil de la alta burguesía en Europa», ignora pese a ello que el núcleo de tal «civilización humanística» no es otro que la inhumanidad de la mercancía. Cautivo y desarmado ante el fetiche mercantil, Steiner ni siquiera logra atisbar cómo esa esfera ideal que Matthew Arnold definiera como «lo mejor que se haya pensado y conocido» pudo quedarse en heredera decrépita de las ancestrales funciones lenitivas y euforizantes de la religión. De casta le viene al galgo. Pues remitirse a la solemne obviedad de que no fue ayer cuando la humanidad se inició en la perpetración de atrocidades para recalar en el descubrimiento cardinal de que lo específico de la barbarie moderna es su coexistencia con la alta cultura, es deslizarse de la sabiondez sacerdotal a la grosería del filisteo, amén de romper lanzas —quiérase o no— en favor de la barbarie pasada, presente y futura. De la ignorancia del abecé del pensamiento crítico a la comunión con la alienación más arcaica no hay más que un paso, siempre franqueado por el poder y sus escribas. Pero dejemos a Steiner en el Neolítico, con sus papiros y sus conjuros. Invirtamos su prédica: descubriremos entonces que es la alta cultura quien queda esclarecida e ilustrada por su cohabitación con la barbarie contemporánea, y no al revés. La noción de una inconmensurable grandeza supraexistencial del arte no despuntó hasta el crepúsculo de la vida: sólo con el asentamiento en firme de la división capitalista del trabajo y el consiguiente final de la íntima interrelación entre ciencia, arte y artesanía que hasta entonces había acompañado a toda época de cabal florecimiento cultural, empezó a perfilarse el concepto de arte independiente en sentido moderno. Era de la producción individual de obras separadas, sería también la era de la disolución progresiva y el agotamiento de todo arte separado. Si en las sociedades jerarquizadas y estamentales que precedieron al capitalismo, la cultura fue en gran medida la comunicación de los amos, de la distinción cualitativa entre alta cultura y cultura popular no se infiere en modo alguno que el común de las gentes arrastrase una existencia
Las herramientas del traductor
... jist wanna yoo scruff tokn. ... a la comunidad nacional; imposibilidad cuyas raíces acabamos ... more ... jist wanna yoo scruff tokn. ... a la comunidad nacional; imposibilidad cuyas raíces acabamos de apuntar: las clases rectoras de la socie-dad escocesa ya no tenían, en el marco del Imperio Británico, ni posesiones ni poder político independientes; por el contra-rio, habían ligado ...
Mania Revista De Pensament, 2003
Journal of Spanish Cultural Studies, 2015
Desde la transformación de las fiestas y juegos populares en deportes, pasando por las distintas ... more Desde la transformación de las fiestas y juegos populares en deportes, pasando por las distintas nociones de cultura física que se han sucedido desde la Antigüedad hasta llegar a nuestros días, este ensayo analiza el proceso de difusión internacional del deporte y su evolución en el seno de la sociedad moderna, prestando especial atención al papel de los deportes en la configuración del liberalismo decimonónico, el colonialismo y el imperialismo, y haciendo especial hincapié en el destacado lugar que ocupan en el discurso ideológico totalitario.
«De la misma manera que la independencia de los hombres de los cuidados del sustento y la libre u... more «De la misma manera que la independencia de los hombres de los cuidados del sustento y la libre utilización de sus propias fuerzas como fin en sí son la condición humana y preliminar de la cultura, así todo lo que la cultura produce puede tener valor cultural auténtico sólo cuando tiene valor de por sí. En el momento en que asume carácter de mercancía y entra en el sistema de relaciones que lo transforma en mercancía, cesa por completo su autonomía, la posibilidad de la cultura.» Georg Lukács, Vieja y Nueva Cultura «La ciencia que estoy fundando es una ciencia distinta de la poesía. No canto a esta última. Me esfuerzo por descubrir su fuente.» Isidore Ducasse, Poesías Una proliferación hipertrófica cuyas formas cosificadas se vacían al mismo ritmo de su ocupación extensiva e intensiva del espacio social: tal es la paradójica faz de la afasia y la descomposición cultural presentes. Confirma así su completa subordinación e isomorfismo con el hiperdesarrollo capitalista en fase terminal, el cual a su vez, desprovisto de todo argumento en favor de su continuidad y constituido en amenaza permanente contra la supervivencia misma de la humanidad, no se cobija ya, pese a burdas apariencias en sentido contrario, bajo manto patriótico alguno —refugio último de un canalla en la vetusta opinión del Dr. Johnson—, sino bajo grotescos subterfugios pseudolúdicos e infraestéticos. Cuando Luther Blisset hace saber que Guy Debord le aburre, yo saco a relucir el fiambre de Joseph Goebbels, quien, interpelado acerca de los primeros pogromos nazis, salió del paso con la chusca gracia de que al menos los nacionalsocialistas no eran aburridos. No resulta muy divertido, pero da que pensar. Y tras el pensamiento, cuando es certero, anida siempre un fondo placentero. El «enigma» de la impotencia de la cultura humanística para hacer frente a la barbarie del siglo xx es el tema central de Lenguaje y silencio, de George Steiner. Desentrañando minuciosamente el proceso de destrucción de la cultura moderna y la paradoja de que la barbarie moderna «surgió de una forma íntima, tal vez necesaria, del núcleo y el escenario mismos de la civilización humanística», la erudición de Steiner se traba y enmudece frente a lo esencial, como si con la Esfinge hubiera topado. Este fino lector de Lukács y elocuente cronista cultural del «desmoronamiento del orden mercantil de la alta burguesía en Europa», ignora pese a ello que el núcleo de tal «civilización humanística» no es otro que la inhumanidad de la mercancía. Cautivo y desarmado ante el fetiche mercantil, Steiner ni siquiera logra atisbar cómo esa esfera ideal que Matthew Arnold definiera como «lo mejor que se haya pensado y conocido» pudo quedarse en heredera decrépita de las ancestrales funciones lenitivas y euforizantes de la religión. De casta le viene al galgo. Pues remitirse a la solemne obviedad de que no fue ayer cuando la humanidad se inició en la perpetración de atrocidades para recalar en el descubrimiento cardinal de que lo específico de la barbarie moderna es su coexistencia con la alta cultura, es deslizarse de la sabiondez sacerdotal a la grosería del filisteo, amén de romper lanzas —quiérase o no— en favor de la barbarie pasada, presente y futura. De la ignorancia del abecé del pensamiento crítico a la comunión con la alienación más arcaica no hay más que un paso, siempre franqueado por el poder y sus escribas. Pero dejemos a Steiner en el Neolítico, con sus papiros y sus conjuros. Invirtamos su prédica: descubriremos entonces que es la alta cultura quien queda esclarecida e ilustrada por su cohabitación con la barbarie contemporánea, y no al revés. La noción de una inconmensurable grandeza supraexistencial del arte no despuntó hasta el crepúsculo de la vida: sólo con el asentamiento en firme de la división capitalista del trabajo y el consiguiente final de la íntima interrelación entre ciencia, arte y artesanía que hasta entonces había acompañado a toda época de cabal florecimiento cultural, empezó a perfilarse el concepto de arte independiente en sentido moderno. Era de la producción individual de obras separadas, sería también la era de la disolución progresiva y el agotamiento de todo arte separado. Si en las sociedades jerarquizadas y estamentales que precedieron al capitalismo, la cultura fue en gran medida la comunicación de los amos, de la distinción cualitativa entre alta cultura y cultura popular no se infiere en modo alguno que el común de las gentes arrastrase una existencia