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Research paper thumbnail of Cap 13 Martir del Reino de Dios

Apenas pudo disfrutar Jesús de unas horas de libertad después de su despedida. Hacia media noche ... more Apenas pudo disfrutar Jesús de unas horas de libertad después de su despedida. Hacia media noche fue apresado por la policía del templo en un huerto situado en el valle del Cedrón, al pie del monte de los olivos, a donde se había retirado a orar. Un hombre que condenaba públicamente el sistema del templo y que hablaba ante judíos venidos de todo el mundo sobre un imperio que no era el de Roma no podía seguir moviéndose libremente en el explosivo ambiente de las fiestas de Pascua. Podemos saber qué es lo que ocurrió en los últimos días de Jesús? Un dato es seguro: Jesús fue condenado a muerte durante el reinado de Tiberio por el gobernador Poncio Pilato. Así nos informa Tácito, el celebre historiador romano. Lo mismo afirma Flavio Josefo, añadiendo datos de gran interés: Jesús atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los hombres principales de entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. Estos datos coinciden con lo que sabemos por las fuentes cristianas. Los podemos resumir así: Jesús fue ejecutado en una cruz; la sentencia fue dictada por el gobernador romano; hubo una acusación previa por parte de las autoridades judías; solo Jesús fue crucificado, nadie se preocupó de eliminar a sus seguidores. Esto significa que Jesús fue considerado peligroso porque, con su actuación y mensaje, denunciaba de raíz el sistema vigente, pero ni las autoridades judías ni las romanas vieron en él al cabecilla de un grupo de insurrectos; de ser así habrían actuado contra todo el grupo. Bastaba con eliminar al líder, pero había que hacerlo aterrorizando a sus seguidores y simpatizantes. Nada podía ser más eficaz que su crucifixión pública ante las muchedumbres que llenaban la ciudad. Como es sabido, los evangelios ofrecen una narración muy detallada de la pasión de Jesús. Sin embargo, para utilizar su información correctamente, hemos de tener en cuenta diversos aspectos. En primer lugar, no sabemos quiénes han podido ser testigos directos de los hechos: los discípulos huyeron a Galilea; las mujeres pudieron observar algo a cierta distancia y ser testigos de los acontecimientos públicos, pero quién pudo saber cómo se desarrolló la conversación entre Jesús y el sumo sacerdote o el encuentro con Pilato? Probablemente, los primeros cristianos tenían noticia del curso general de los acontecimientos (interrogatorio ante las autoridades judías, entrega a Pilato, crucifixión), pero no de sus detalles. Por otra parte, el relato de la pasión no se parece al resto de los relatos evangélicos, compuestos por pequeñas escenas y episodios transmitidos por la tradición. Es una composición larga que describe la sucesión de unos hechos enlazados entre sí; todo hace pensar que la redacción se debe al trabajo de escribas que narran la pasión buscando en las sagradas Escrituras el sentido profundo de los hechos; lo que se observa en el trasfondo del relato no es tanto la transmisión de unas tradiciones cuanto el trabajo delicado de unos escribas expertos en buscar en el Antiguo Testamento textos que puedan ayudar a captar el sentido profundo de los hechos. El problema está en saber si los relatos describen acontecimientos reales iluminados por una cita bíblica o si son los textos bíblicos los que han llevado al escriba a inventar total o parcialmente determinado episodio. Por otra parte, es necesario tener en cuenta las tendencias que se advierten en estos relatos y que la investigación moderna está precisando cada vez con más rigor. Es fácil resumirlas brevemente. Frente a los que pueden considerar los hechos de la pasión como desprovistos de sentido, estos escritos se esfuerzan por hacer ver, a veces de manera artificiosa, que se han ido cumpliendo providencialmente los designios de Dios. Es clara también la tendencia cada vez mayor de la tradición a disculpar a los romanos, subrayando la inocencia de Pilato, mientras se insiste de manera cada vez más brutal en culpabilizar a todo el pueblo judío de la crucifixión del Mesías, Hijo de Dios. Al mismo tiempo se advierte también el interés en presentar a Jesús como el mártir inocente, ejecutado injustamente por los impíos, pero rehabilitado por Dios, siguiendo un esquema bien conocido en la tradición

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Apenas pudo disfrutar Jesús de unas horas de libertad después de su despedida. Hacia media noche ... more Apenas pudo disfrutar Jesús de unas horas de libertad después de su despedida. Hacia media noche fue apresado por la policía del templo en un huerto situado en el valle del Cedrón, al pie del monte de los olivos, a donde se había retirado a orar. Un hombre que condenaba públicamente el sistema del templo y que hablaba ante judíos venidos de todo el mundo sobre un imperio que no era el de Roma no podía seguir moviéndose libremente en el explosivo ambiente de las fiestas de Pascua. Podemos saber qué es lo que ocurrió en los últimos días de Jesús? Un dato es seguro: Jesús fue condenado a muerte durante el reinado de Tiberio por el gobernador Poncio Pilato. Así nos informa Tácito, el celebre historiador romano. Lo mismo afirma Flavio Josefo, añadiendo datos de gran interés: Jesús atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los hombres principales de entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. Estos datos coinciden con lo que sabemos por las fuentes cristianas. Los podemos resumir así: Jesús fue ejecutado en una cruz; la sentencia fue dictada por el gobernador romano; hubo una acusación previa por parte de las autoridades judías; solo Jesús fue crucificado, nadie se preocupó de eliminar a sus seguidores. Esto significa que Jesús fue considerado peligroso porque, con su actuación y mensaje, denunciaba de raíz el sistema vigente, pero ni las autoridades judías ni las romanas vieron en él al cabecilla de un grupo de insurrectos; de ser así habrían actuado contra todo el grupo. Bastaba con eliminar al líder, pero había que hacerlo aterrorizando a sus seguidores y simpatizantes. Nada podía ser más eficaz que su crucifixión pública ante las muchedumbres que llenaban la ciudad. Como es sabido, los evangelios ofrecen una narración muy detallada de la pasión de Jesús. Sin embargo, para utilizar su información correctamente, hemos de tener en cuenta diversos aspectos. En primer lugar, no sabemos quiénes han podido ser testigos directos de los hechos: los discípulos huyeron a Galilea; las mujeres pudieron observar algo a cierta distancia y ser testigos de los acontecimientos públicos, pero quién pudo saber cómo se desarrolló la conversación entre Jesús y el sumo sacerdote o el encuentro con Pilato? Probablemente, los primeros cristianos tenían noticia del curso general de los acontecimientos (interrogatorio ante las autoridades judías, entrega a Pilato, crucifixión), pero no de sus detalles. Por otra parte, el relato de la pasión no se parece al resto de los relatos evangélicos, compuestos por pequeñas escenas y episodios transmitidos por la tradición. Es una composición larga que describe la sucesión de unos hechos enlazados entre sí; todo hace pensar que la redacción se debe al trabajo de escribas que narran la pasión buscando en las sagradas Escrituras el sentido profundo de los hechos; lo que se observa en el trasfondo del relato no es tanto la transmisión de unas tradiciones cuanto el trabajo delicado de unos escribas expertos en buscar en el Antiguo Testamento textos que puedan ayudar a captar el sentido profundo de los hechos. El problema está en saber si los relatos describen acontecimientos reales iluminados por una cita bíblica o si son los textos bíblicos los que han llevado al escriba a inventar total o parcialmente determinado episodio. Por otra parte, es necesario tener en cuenta las tendencias que se advierten en estos relatos y que la investigación moderna está precisando cada vez con más rigor. Es fácil resumirlas brevemente. Frente a los que pueden considerar los hechos de la pasión como desprovistos de sentido, estos escritos se esfuerzan por hacer ver, a veces de manera artificiosa, que se han ido cumpliendo providencialmente los designios de Dios. Es clara también la tendencia cada vez mayor de la tradición a disculpar a los romanos, subrayando la inocencia de Pilato, mientras se insiste de manera cada vez más brutal en culpabilizar a todo el pueblo judío de la crucifixión del Mesías, Hijo de Dios. Al mismo tiempo se advierte también el interés en presentar a Jesús como el mártir inocente, ejecutado injustamente por los impíos, pero rehabilitado por Dios, siguiendo un esquema bien conocido en la tradición