José María Laso Prieto, Crónica del Congreso de Zaragoza en conmemoración del centenario de Bernal, El Catoblepas 9:6, 2002 (original) (raw)

El Catoblepas
El Catoblepasnúmero 9 • noviembre 2002 • página 6
Desde mi atalaya

José María Laso Prieto

Crónica del I Congreso de Historia Social de la Ciencia, la Técnica y la Industrialización, en homenaje a John Desmond Bernal (1901-1971)
en el centenario de su nacimiento, celebrado en Zaragoza
del 19 al 22 de septiembre de 2001

Introducción

John Desmond Bernal (1901-1971)Del 19 al 22 de septiembre de 2001 se celebró en la Residencia de Estudiantes «Ramón Pignatelli», de la ciudad de Zaragoza, el I Congreso de Historia Social de la Ciencia, la Técnica y la Industrialización. Tal Congreso constituyó simultáneamente un homenaje al prestigioso científico marxista británico John D. Bernal en el centenario de su nacimiento. Las entidades organizadoras del Congreso fueron: el Seminario de la Ciencia y de la Técnica de Aragón, integrado en la Facultad de Ciencias (Matemáticas) de la Ciudad Universitaria de Zaragoza y la Fundación Rey del Corral de Investigaciones Marxistas de Zaragoza. La participación asturiana en tal evento fue destacada ya que en él participamos el profesor Pablo Huerga Melcón, del Instituto de Enseñanza Media «Rosario Acuña» de Gijón, y miembro de la prestigiosa Escuela de Filosofía de Oviedo, que dirige el profesor Gustavo Bueno Martínez, y José María Laso Prieto, presidente de sendas fundaciones culturales asturianas vinculadas al Partido Comunista de Asturias: la Fundación Isidoro Acevedo y la Fundación Horacio Fernández Inguanzo.

Las ponencias de los participantes asturianos en tan memorable Congreso fueron «El Congreso de 1931», de Pablo Huerga Melcón, y «El marxismo de los años treinta» de José María Laso Prieto. El trabajo expuesto por el profesor Pablo Huerga Melcón se centró en el famoso Congreso Internacional de Historia de la Ciencia y la Tecnología que se celebró en Londres del 29 de junio al 4 de julio de 1931 con una importante delegación científica soviética de la que formaba parte Boris Hessen al que Pablo Huerga dedicó su tesis doctoral y su interesante obra «La ciencia en la encrucijada». La delegación soviética estuvo encabezada por Nicolai Bujarin, uno de los principales dirigentes de la Unión Soviética y de fama internacional. Según Pablo Huerga, «Esta circunstancia agitó de tal manera dicho Congreso, que prácticamente todo él giró en torno a la presencia de ese grupo de profesores. Los periódicos de la época comenzaron a hacerse eco de tal Congreso, dando lugar a que la Historia de la Ciencia pasara prácticamente a noticia de primera página.» Por su parte, José María Laso Prieto, en la reseña de tal Congreso que publicó en la revista Utopías-Nuestra Bandera, en su comienzo, precisó:

John Desmond Bernal (1901-1971)«Cuando en 1970 tuve la oportunidad de leer la Historia Social de la Ciencia, del profesor John D. Bernal, me produjo una gran impresión que reforzó la imagen muy favorable que tenía de los marxistas británicos de la década del 30, que ya me había forjado, a través de la lectura de algunas de las obras de los profesores Haldane, Cornforth, Dobb, &c. Por ello considero un gran acierto de los organizadores de este Congreso de Historia Social de la Ciencia, de la Técnica y de la Industrialización el dedicarlo como un homenaje al profesor John D. Bernal y por extensión sus compañeros de generación que abordaron los temas económicos y sociales desde una perspectiva marxista. Más tarde leí la obra La libertad de la necesidad. También de John D. Bernal, en cuya nota previa a la edición española, precisa muy bien Daniel Lacalle: «La libertad de la necesidad» se compone de una serie de artículos en revistas especializadas y de divulgación, conferencias, charlas radiofónicas y contribuciones a simposios, &c. escritos por el profesor John Desmond Bernal entre 1929 y 1947, si bien la mayoría corresponden a 1939-1947. Es decir, cubren la omnicomprensiva labor de investigación, divulgación y militancia que van desde la preparación de «La función social de la ciencia» (primera edición de 1939), probablemente el más importante estudio global del tema no solamente cuando apareció, que supuso un giro copernicano en las relaciones entre la ciencia y la sociedad, incluso hoy en día, en 1975, hasta el comienzo de sus estudios sobre la historia de la ciencia que culminaron con la monumental e inigualada Historia social de la ciencia. En este aspecto, La libertad de la necesidad, cuidadosamente seleccionada, preparada y corregida por el propio profesor Bernal para su publicación, marca perfectamente la génesis de las dos obras citadas, así como la transición de una a otra y, por lo tanto, aparece como una pieza fundamental para la comprensión de las interacciones ciencia-técnica-sociedad a lo largo de la historia.»

El Congreso de Zaragoza que estamos reseñando tuvo un eficaz Comité Organizador constituido en la presidencia por Elena Ausejo Martínez (SEHCTAR) y Javier Navascués (Presidente FIM), en la secretaría general por Christian Martin Rubio (FIM), y como vocales Ramón M. Álvarez Halcón (SEHCTAR), Juan Ávila (FIM), José Manuel Alonso (FIM), María Carmen Beltrán (SEHCTAR), Túa Blesa (Universidad de Zaragoza), Jesús Caballero (FIM), Mariano Hormigón (SEHCTAR), Renzo Llorente (Saint Louis University, Madrid), Emilio Manrique (FIM), Roberto Martínez Ballarín (SEHCTAR) y María Ángeles Velamazán (SEHCTAR). No obstante, mi impresión personal, es la de que los más eficaces organizadores fueron los profesores Mariano Hormigón y su esposa, la profesora Elena Ausejo.

También fue designado un Comité Científico, cuya composición fue la siguiente: como presidente Mariano Hormigón (Universidad de Zaragoza), y como vocales Elena Ausejo (Universidad de Zaragoza), Túa Blesa (Universidad de Zaragoza), Emilio Criado (Centro Superior de Investigaciones Científicas), José M. Cobos (Universidad de Extremadura), José María Laso Prieto (Fundación Isidoro Acevedo), Pedro Marset (Universidad de Murcia), Javier Navascués (Universidad de Sevilla). Durante un descanso entre las sesiones, los miembros del Comité Científico nos hicimos una foto conjunta con Jane Bernal, hija del profesor John D. Bernal. Jane Bernal, médico de profesión, presentó al Congreso una interesante ponencia acerca de las actividades científicas y políticas de su padre y sobre el contexto histórico en que se desarrollaron.

Los organizadores del Congreso no sólo se preocuparon de que los congresistas estuviésemos debidamente atendidos, en la Residencia de Estudiantes «Ramón Pignatelli», sino que tuvieron la atención de llevar a los Congresistas cada noche a cenar a un restaurante distinto, de los mejores de Zaragoza. Un recorrido por las calles más céntricas de Zaragoza, para lo cual fletaron especialmente un autocar, completaron tales agasajos. En el plano personal, recuerdo con especial emoción que se me pidió que hiciese el brindis con champán, en la cena de despedida. Supongo que tal detalle se debió a que en el Congreso fui uno de los participantes más activos. En todo caso, conservo un recuerdo imborrable del Congreso de Zaragoza y no sólo por el gran interés temático de sus ponencias y debates sino también por las innumerables atenciones que recibimos los congresistas. También estoy muy agradecido por el hecho de que, con posterioridad, se me obsequió con una magnífica biografía del profesor John D. Bernal.

Ponencias y debates

1

La primera ponencia que se presentó en el Congreso fue la de José Manuel Alonso, de la FIM de Zaragoza, y tenía por título «Industrialización, grupos de presión y élites políticas.» Su autor expuso que:

«las consecuencias del proceso industrializador sobre una sociedad son amplísimas y suponen cambios radicales en la configuración misma de dicha sociedad. La intención del presente trabajo es contribuir al estudio de la influencia que el proceso de industrialización ejerce sobre la configuración de los distintos grupos de presión y cómo ésta se refleja en la actividad política a través de la formación de élites que tienen como uno de sus principales centros de extracción sectores e instituciones relacionadas con las la estructura económica en desarrollo.
El espacio y el tiempo histórico escogido es la ciudad de Zaragoza en los años inmediatamente posteriores al golpe de estado que dio lugar a la guerra civil española. Zaragoza es, junto con Sevilla, la única ciudad importante que queda en mano de los facciosos tras el intento golpista de julio de 1936 y sin duda, la más industrializada. Al desarrollo de la industria metalúrgica en los últimos años del XIX y los primeros del XX, se une el de la industria agroalimentaria y una embrionaria industria química, además de las actividades ligadas a la industria de la construcción. Como todo proceso industrializador, conlleva el desarrollo de actividades dirigidas a la obtención de materias primas la creación de una red comercial capaz de dar salida a los productos, y sobre todo, de una estructura financiera capaz de responder a las necesidades de capital de la creciente actividad industrial.
La guerra civil y la posterior dictadura alteró profundamente la estructura política zaragozana, los grupos de presión que sobre ella actuaron, el personal político a nivel local y los centros de extracción de los que procedían. Representantes de la pequeña burguesía y la incipiente presencia de la clase obrera, en los cargos políticos locales, fueron sustituidos de forma violenta por los representantes de sectores mucho más implicados en el proceso que desemboca en la dictadura de Franco. Los centros de formación de élites políticas cambiaron radicalmente a instituciones como las Cámaras de Industria y Comercio y los Consejos de Administración de las entidades financieras fueron a sustituir en esta tarea a las organizaciones sindicales y sociedades comerciales.
Para realizar este estudio vamos a centrarnos en el personal político a nivel local que ocupó cargos en el Ayuntamiento de Zaragoza entre los años 1936 y 1949. Atenderemos las características de profesión que desempeñaron y las conexiones económicas que les vinculaban. Con este análisis intentaremos delimitar cuáles fueron los sectores de la economía zaragozana y aragonesa en general más representados en la corporación municipal y cuáles fueron los centros de extracción económica más importantes para la elección del personal político municipal.
Desarrollo económico, proceso de industrialización, gestación de grupos de presión y representación de los mismos en las instituciones a través del personal político. Las conclusiones de este trabajo pueden contribuir al conocimiento de las relaciones existentes en este complejo esquema.»

Después de la exposición de esta interesante ponencia, hubo un coloquio en el que se formularon al autor diversas preguntas tendentes a precisar algunos de sus datos. Por nuestra parte, preguntamos si, no obstante las diferencias históricas y de cultura nacional, no les serían aplicables a este trabajo algunas de las posiciones que el sociólogo norteamericano Wright mantiene en su obra La elite en el poder. Por otra parte, es obvio que si, en la preparación del golpe de Estado contra la República, la función decisiva la desempeñó la extrema-derecha, en la clase política del franquismo se integraron los más diversos sectores de la derecha.

2

La segunda ponencia expuesta en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Las biotecnologías como ejemplo de interacción CTS: Una aproximación didáctica.» Su autor fue José Alsina Calvés de la Asociación de Profesores de Enseñanza Pública de Cataluña (Barcelona). Según tal ponente,

«La filosofía de la ciencia postkhuniana (o nueva filosofía de la ciencia) ha marcado la separación del neopositivismo, entre otras cosas, al rechazar la separación entre el contexto del descubrimiento y el contexto de la justificación, estableciendo como alternativa la división de la actividad tecnocientífica en cuatro contextos: educación, innovación, aplicación, y evaluación. En este ámbito se desarrollan los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad.
El espectacular desarrollo de las biotecnologías en estos últimos años, y más concretamente, el proyecto Genoma Humano (PGM) se toma como ejemplo para demostrar la interacción entre el desarrollo científico y el medio social, interacción que es doble:
* Por una parte, estudiamos los diversos factores que han contribuido a la creación de y desarrollo del PGH: políticos, económicos, ideológicos &c. Por otra, vemos el impacto de estas nuevas biotecnologías humanas en el entorno social, que han generado auténticos debates axiológicos.
* El enfoque didáctico del trabajo no hay que entenderlo únicamente en el sentido de una aplicación directa a la docencia (aunque puede hacerse). En última instancia, todo planteamiento CTS presupone que al menos una parte de los debates científico-tecnológicos modernos consignan un aspecto decisionista (y por tanto político) en el que no puede dejarse sola a la tecnociencia, sino que deben deben abrirse a la ciudadania.»

En el interesante coloquio de esta inteligente ponencia, nos mostramos como favorables a esa apertura del debate a la ciudadanía, ya que consideramos, de acuerdo con las tesis que el profesor Pablo Huelga Melcón mantiene en su obra sobre el CTS –de próxima publicación por la Editorial _El Viejo Topo_– el movimiento CTS no es neutral ideológicamente, ya que pretende sustituir al marxismo en la enseñanza de las Ciencias Sociales.

3

La tercera ponencia expuesta en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Ciencia, Técnica y Política Ambiental. Implicaciones Histórico-Sociales». Estuvo a cargo del profesor Ramón Manuel Álvarez Halcón del SEHCTAR (Zaragoza). Resumiendo su ponencia, se puede sostener que

«La Ciencia y la Técnica son actividades humanas cuyo análisis histórico requiere un contexto social de interpretación que permita descubrir los elementos externos que dinamizan y condicionan su desarrollo y transformación. Algunos de estos elementos, que aunque externos van indisisolublemente unidos a la práctica tecnocientífica cotidiana, tienen que ver con la política. Es decir, con las directrices ideológicas de la gestión gubernamental.
En el campo de los conocimientos científicos, sólo las ciencias naturales se han aproximado a la problemática ambiental, ya que el objeto de estudio permitía tal posibilidad, aunque la «naturaleza» es más bien analizada sin pretensiones conservacionistas. La necesidad de conservar el medio natural y sus elementos surge en el mundo de la ciencia de la ecología durante el siglo XX.
El estudio científico de la problemática ambiental, unido a la presión social del movimiento ecologista, ha determinado la existencia de lo que se ha dado en llamar «política ambiental», un tipo de especial actividad intervencionista de los gobiernos y partidos políticos. La política ambiental ha pasado de ser un elemento secundario en la arena política, a convertirse en un gran condicionante de la política global y por tanto de la propia política científica. De esta manera, podemos ya considerar una implicación político-social: las ciencias ambientales han propiciado los fundamentos tecno-científicos de la política ambiental y, como resultado de ello, es la propia política ambiental la que actualmente dirige las necesidades de investigación en materia de medio ambiente.
Unidas a la anterior, otras implicaciones político-sociales, a tener en cuenta por los historiadores de la ciencia y de la técnica, en la medida en que condicionan la investigación científica sobre los aspectos ambientales, son la aprobación de un importante corpus jurídico-ambiental, la investigación naturalista y de defensa ambiental llevada a cabo por ONGs, el aumento de la divulgación científica ambiental, la multidisciplinariedad de las ciencias ambientales y el control ambiental de la producción de empresas.»

En tal ponencia, se analizaron con detalle las características de estas implicaciones histórico-sociales, manteniendo la tesis de que la historia de las ciencias ambientales ha de ser la historia social de la ciencia y la técnica, o, en caso contrario, será imposible interpretarlas con rigor. La actualidad de tan interesante ponencia, suscitó un animado debate que, en general, fue de una fuerte valoración de las tesis mantenidas por su autor. Por nuestra parte, le felicitamos, tanto por la actualidad de su temática como por el acierto de sus directrices, ya que sin una adecuada política ambiental, incluida el papel que la ciencia puede desempeñar en tal política, no es posible el denominado «desarrollo sostenible», indispensable para conseguir el progreso humano.

4

La cuarta ponencia que debía haber sido expuesta en el Congreso de Zaragoza, tenía por título «The new public space: science, politics, and radical literature in England and France on the late 18th and Early 19 centuries.» Su autor fue el profesor John R. Ames, de la Universidad de Alberta (Canadá), que no se pudo desplazar a Zaragoza debido a la perturbación de las comunicaciones aéreas que produjeron los atentados del 11-S. Sin embargo disponemos de un resumen de su texto que reproducimos. Según el profesor Ames,

«Su estudio trata de esclarecer la relación del monismo materialista de la ciencia de la época newtoniana, a mediados del siglo XIX, y la evolución de la secular política socialista y anarquista. Se produjo así un foco de fusión de la ciencia materialista europea y de las posiciones británica y francesa radicales tradicionales.
¿Creación o evolución?, en el pasado siglo dieciocho, los científicos ingleses y franceses arremetieron contra la autoridad Cristiana sobre los orígenes del Universo como no lo habían hecho nunca con antelación. Las implicaciones sociales de estas nuevas formas de concebir el mundo fueron profundas, según demostraron muchos escritores.
Diderot, Helvetius, D'Holbach, Condorcet, Galvini, Darwin, Thelwall, Prietsley, Franklin, Godwin y Wolstonecraft, fueron algunos de los pensadores del siglo dieciocho que propusieron una nueva forma de comprender el universo, y de comprenderlo basándose en las posiciones del materialismo filosófico y científico. Se trata de una comprensión que fue pronto condenada como algo que trastornaba, de arriba a abajo, todo el mundo social del siglo XVIII.
Sin embargo, ¿tales ideas eran verdaderamente nuevas? ¿Qué es lo que las hacía distintivas? ¿De dónde provenían? ¿Cuál era su naturaleza exacta?, ¿qué es lo que las hacía tan radicales como para ser condenadas por tratar de derribar el conjunto del mundo social del siglo XVIII? ¿Por qué eran tan atractivas para muchos escritores radicales?
Al ejemplificar estos nuevos modos de pensamiento, la literatura inglesa y francesa como Erasmus Darwin Zoonomía o The laws of Organic life John Thelwall's Towards a Definition of Animal Vitality, Barón D'Holbach's Systeme de la nature, and Marie Condoncert, De l'esprit humain, anticipaban del último voluntarismo de los años 1860, tratado en la obra Descent of Man y en la obra del profesor Kesssler On the Law of Mutual Aid.
Tales nuevas vías de conceptualizar el mundo natural, directamente derivadas del monismo materialista de la dialéctica marxista, y eco de los legados del siglo XVII, trataban de reintegrar las libertades perdidas de los «ingleses nacidos libres», con los repetidos temas «de los bellamente inclinados campeones de la gente honrada», Guy of Warwick, Bevis of Hampton, John Ball, Wat Tyler, Robin Hood, así como de la más lejana apoteosis de la democracia tradicional que databa de Beda y de la Crónica Anglo-Sajona del año 449.
Este materialismo monista del siglo XIX y la dialéctica marxista, no sólo sirvió para explicar las causas que originaron los pasados conflictos sociales, sino que, también, proporcionó una más concreta y secular comprensión del desarrollo del pensamiento socialista y anarquista del pasado siglo XIX.»

Es de lamentar, que la forzosa ausencia del profesor Ames, impidiese un coloquio sobre su ponencia que, sin duda, hubiese sido muy interesante.

5

La quinta ponencia expuesta en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «El estalinismo y la dogmatización del marxismo.» Su autor fue Juan Manuel Aragués de la FIM (Zaragoza). Aragués es asimismo miembro del Consejo Directivo de la Fundación de Investigaciones Marxistas de Madrid y profesor de la Universidad de Zaragoza donde ha desarrollado jornadas sobre el pensamiento del filósofo francés Jean Paul Sartre, que después han sido editadas en el libro correspondiente. Aragués ha traducido obras de historiadores soviéticos acerca del esclavismo. En su ponencia, el profesor Aragués sostenía:

«¿Se requiere una comprensión profunda para entender que, con las condiciones de vida de los hombres, con sus relaciones sociales, con su existencia social, se modifican asimismo sus ideas, puntos de vista y conceptos, en una palabra, su conciencia?
¿Qué otra cosa demuestra la historia de las ideas, sino que la producción espiritual se transforma con la material? Las ideas dominantes de una época, siempre fueron las ideas de la clase dominante». Estos párrafos de Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista, expresan de manera concisa y contundente cual es la relación que el marxismo entiende existe entre el pensamiento y la sociedad, una relación en la que la deriva social implica la pareja transformación de las formas de pensar. El marxismo es, desde esa perspectiva, no puede ser de otro modo, pensamiento constituyente.
La Historia del pensamiento es la de la pugna entre el pensamiento constituido y el pensamiento constituyente. El primero, estático, dogmático siempre atento a clausurar el devenir social como instrumento de legitimación política e ideológica, es el instrumento de las clases dominantes para tratar de imponer el fin de la historia. Platón, con su petrificado mundo de las ideas, y el Hegel del fin de la historia, son sus ejemplos más acabados. El segundo, entiende la realidad como un devenir incesante al que el pensar debe ajustarse.
Los años treinta son los del intento de conversión del marxismo en un pensamiento constituido. El triunfo del stalinismo en la Unión Soviética, y en los partidos comunistas occidentales, despoja al marxismo, colocado al servicio del poder stalinista, de su capacidad de análisis de las derivas sociales, convirtiéndose en un conjunto de recetas válidas para todo tiempo y lugar. Dicho proceso de dogmatización no es ajeno a la expulsión o marginación de teóricos como Korsh o Lukács, que habían representado lo más vivo del marxismo de los años 20, y que, precisamente, se habían colocado en la senda del marxismo como pensamiento constituyente.
La superación de dicha esclerosis vendrá de la mano de lo que Perry Anderson denominó como «marxismo occidental», que surge al margen y, en ocasiones, en abierta contraposición, al marxismo soviético.»

La exposición de la ponencia del profesor Aragués dio lugar a un vivo debate en el que se trató de precisar y analizar algunas de las cuestiones que se planteaban como consecuencia del desarrollo del marxismo hacia posiciones contrapuestas. Por nuestra parte, destacamos la especial relevancia que, en el marxismo occidental, tuvo la aportación de Antonio Gramsci para la superación del dogmatismo marxista entonces imperante. Gramsci libró su combate a favor de un marxismo más abierto y fecundo, de una parte contra el mecanicismo y el neopositivismo del marxismo de los teóricos de la Segunda Internacional y, de otra, contra el dogmatismo del marxismo soviético que se expresaba en las formas rígidas y anquilosadas del denominado DIAMAT. Para Gramsci, los clásicos del marxismo crearon los cánones necesarios para el desarrollo del materialismo histórico, pero, a sus discípulos les corresponde el desarrollo del marxismo como «filosofía de la praxis» y ésta es incompatible con cualquier clase de dogmatismos.

6

La sexta ponencia, desarrollada en el Congreso de Zaragoza, fue la titulada «La historia social de la ciencia de John D. Bernal en el Aula». Su autora fue la profesora Elena Ausejo de la Universidad de Zaragoza. En su comienzo, dice la ponente:

«En este trabajo se analizan las especificidades de la obra de John D. Bernal Historia social de la ciencia, como manual de referencia para la enseñanza de la historia de la ciencia en el nivel superior, especialmente en lo que se refiere a los niveles cronológicos anteriores al siglo XX.
Como historia social de la ciencia esta obra de Bernal sigue siendo hoy una rara avis en el elenco de las síntesis de las histórico-científicas, más todavía en la bibliografía en español. Pero incluso en la época de su publicación constituye un ejercicio de audacia intelectual para su autor al que cualquier historiador de la ciencia profesional hubiera podido reprochar su falta de especialización. No es difícil encontrar en la Historia social de la ciencia de Bernal datos puntuales incorrectos, carencias en el desarrollo de los diferentes desarrollos disciplinares o territorios geográficos escasamente explorados. Y sin embargo la obra ha sobrevivido en uso al siglo que la alumbró.
Será entonces por sus virtudes, aunque nada en la obra permite afirmar que los usos docentes estuvieran en el ánimo del autor, al menos de forma inmediata, lo cierto es que esta obra de Bernal ofrece una síntesis coherente, basada en una periodización propia que, acompañada de su propia geografía, consigue explicar razonablemente el desarrollo de la ciencia en bloque en su contexto económico-social y político.
A este respecto, este trabajo destaca como especialmente relevante en el desarrollo de los siguientes temas:
* La Antigüedad clásica, que contempla de manera central las consecuencias del triunfo del idealismo sobre el materialismo en la conformación del corpus científico.
* La Edad Media, centrada en el desarrollo tecnológico como motor del cambio científico, una tesis que sólo en épocas más recientes emerge con energía.
* La Revolución Industrial, que agrupa cronológicamente dos siglos de movimientos políticos, sociales y culturales, proponiendo como común denominador el hecho central que transformó el mundo: la industrialización, combinando un tratamiento por disciplinas de las áreas científicas de mayor impacto teórico-práctico, inmediato o no en la transformación industrial.»

La ponencia de la profesora Elena Ausejo, fue una de las que más interés suscitó en el Congreso. Ello es explicable tanto de la gran magnitud de la obra global del profesor Bernal, como por el hecho de que el Congreso en curso tenía, entre otras, por finalidad homenajear al insigne científico británico con motivo del centenario de su nacimiento. Por otra parte, la ponencia de la profesora Elena Ausejo había logrado equilibrar adecuadamente la consideración de las limitaciones que tenía la Historia social de la ciencia como la gran transcendencia que suponía el enfoque dialéctico del desarrollo y la problemática de la ciencia. Por nuestra parte, en el interesante coloquio que se desarrolló, expusimos la enorme impresión que, hacía ya más de treinta años nos causó la lectura de primero de la Historia social de la ciencia y, posteriormente, de La libertad de la necesidad. Laso expuso que con ambas obras, el profesor Bernal se colocó a la vanguardia de los científicos que desbordando el ámbito estrecho de su especialidad se plantean las consecuencias éticas y sociales que plantea el acelerado desarrollo actual de las diversas ramas científicas.

7

El desarrollo de la séptima ponencia del Congreso de Zaragoza le correspondió al profesor Ignacio Ayestarán Uriz de la UPV/EUH (San Sebastián). Su título fue «Divulgación pública y pensamiento único en el nuevo orden tecnoglobalitario». El profesor Ayestarán comenzó precisando:

«El presente trabajo presenta el problema de la divulgación de la información en la tecnociencia y la sociedad-red contemporáneas aludiendo a un ejemplo reciente de la historia de la ciencia y de la tecnología: la creación de un dispositivo de espionaje electrónico computacional que ha culminado en la denominada Red Echelón: En el verano de 1940, tras la derrota de Francia, los británicos se hacen con la máquina Enigma, capaz de desafiar los códigos alemanes. El empleo de esta máquina desde el norte de Londres consigue la interceptación de las comunicaciones alemanas y permitirá el primer acuerdo para compartir sistemas y técnicas criptográficas entre los británicos y los Estados Unidos. El pacto entre las potencias anglosajonas, se verá reforzado durante la guerra del Pacífico y culminará en 1948 con la firma del acuerdo secreto UK-USA.
Tras el pacto UK-USA, EE. UU. obtenía el control de Europa mediante el Reino Unido. Inmediatamente se incluyó a Canadá en el pacto lo cual permitía a los EE.UU. investigar y espiar a sus propios ciudadanos norteamericanos a través de la inteligencia canadiense (Hay que recordar que el Tribunal Supremo de los EE.UU. ha reiterado en varias ocasiones que espiar a los ciudadanos estadounidenses es anticonstitucional). Por último, para asegurar la vigilancia en el Índico y en el Pacífico solicitaron la colaboración de Australia y, más adelante, de Nueva Zelanda. Sólo así se puede sostener el costo económico de una red cuyo mantenimiento se cree que puede sobrepasar el billón y medio de pesetas anuales.
Debido a la Guerra Fría, EE. UU. había creado en 1958 la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) uno de cuyos objetivos es la inteligencia electrónica, incluida la red Echelón, que se beneficia de la infraestructura creada por el acuerdo UK-USA. Aunque a principio de los años 70, los cinco países desarrollaron el sistema con fines defensivos y políticos, su uso posterior ha facilitado el espionaje industrial, reuniendo informaciones políticas, económicas, tecnológicas y comerciales. A partir de los años 80, la red Echelón funciona a pleno rendimiento y permite interceptar transmisiones militares y civiles de llamadas telefónicas faxes o correos electrónicos enviados vía satélite, cables submarinos o Internet.»

Por su gran actualidad, la temática de esta ponencia suscitó un coloquio muy animado. Se formularon muchas preguntas tendentes a precisar los nuevos riesgos que las nuevas técnicas crean para el disfrute de los derechos ciudadanos. Laso suscitó también los problemas éticos que ello puede suscitar. El hecho de que el servicio criptográfico norteamericano hubiese descubierto el Código secreto de la Flota nipona le permitió enterarse con antelación del proyectado ataque de la flota japonesa a la base de Pearl Harbour. Sin embargo, no se hizo nada para evitar tal ataque, salvo que abandonasen la base los portaaviones con lo cual sólo permanecieron en ella los relativamente anticuados acorazados. No debe olvidarse que los portaaviones fueron decisivos en las batallas aeronavales posteriores. Al Gobierno norteamericano le benefició mucho el ataque nipón ya que éste permitió contrarrestar la fuerte oposición que en la opinión pública de EE.UU. se daba contra la intervención de Norteamérica en la Guerra Mundial. ¿Ello supone que las miles de víctimas causadas por la agresión de Japón estuviesen éticamente justificadas para quienes podían haberlas evitado?

8

La octava ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, fue la titulada «Sed de globalización, alfabetización, tecnocientífica y analfabetismo ecológico.» Su autor fue el profesor Ignacio Ayestarán Úriz de UPV/EHU (San Sebastián). Según Ignacio Ayestarán,

«Hasta ahora se ha estado trabajando con la idea de que la mejor forma de adquirir conocimiento científico es la de hacer las cosas como las hacen los científicos, en la creencia de que los científicos son gentes de habilidad superior, con habilidades excepcionales para la resolución de problemas y que están dotados de habilidades muy especiales para desarrollar los procesos científicos que se ponen en juego en búsqueda de la «verdad» bajo el sueño que aspira a desarrollar toda la vida humana alfabetizándola totalmente, dándole un sentido cultural exclusivamente científico o cientifista. Este orden alfabético internacional de la cultura, como ya anunciara José Bergamin, en buena lógica, ha llegado a convertirse en la representación total del mundo, a través de una especie de Diccionario General Enciclopédico.
Sin embargo, los estudios científicos suelen emerger de nexos interactivos entre diversas personas y los hallazgos suelen ser logros situacionales contingentes, en los que han intervenido los pareceres de los científicos, técnicos, políticos, fundaciones, la cultura local, y la disponibilidad de herramientas e instrumentos. Diversos proyectos se realizan porque existen ciertos equipos y aparatos disponibles, y muchos de los descubrimientos aparecen por usar de una manera distinta equipos que originalmente fueron destinados a otras funciones.
Por tanto, la educación científica debería discurrir en todo tipo de ambientes de estudios, no necesariamente laboratorios, tomando en consideración los roles de jueces, abogados, profesionales de la salud, psicólogos, consultores ambientales, ingenieros y ciudadanos en general.
La nueva alfabetización científica requiere incrementar las habilidades de los futuros ciudadanos para captar los lados positivos y negativos de la ciencia y su carácter falible y contingente. Para ello, la educación científica no debiera buscar simplemente que impartir hechos y conocimientos científicos, sino más bien involucrar a los ciudadanos en la comprensión del conocimiento científico y permitirles participar en el creciente debate científico de temas como la contaminación ambiental, el uso de la energía nuclear, los monopolios de cierto software, &c. Interesarse y participar en esos debates es lo que los formará para su futura actividad como ciudadanos científicamente alfabetizados y no como analfabetos en un mundo ecológico destruido y deteriorado, como veremos en algunos casos concretos y ejemplos.»

Esta ponencia suscitó un coloquio muy interesante ya que suscitaba el tema de la necesaria educación científica de todos los ciudadanos en esta era en que la revolución científico-técnica incrementa constantemente la incidencia constante de la ciencia en la vida cotidiana de los ciudadanos.

9

La novena ponencia expuesta en el Congreso de Zaragoza, fue desarrollada por el profesor Angelo Baracca de la Universidad de Florencia (Italia). Su título: «Los científicos; ¿«Comunidad» o «Corporación»? Límites de la ciencia y complicidad entre los científicos y el poder.» En su introducción al tema, el profesor Baracca precisó;

«En esta Comunicación se discutirán algunas tesis de fondo:
1. La Ciencia no es una forma «superior» de conocimiento. Su poder es indiscutible, pero frente a los poderes globales que el desarrollo del capitalismo ha traído, es necesario un análisis también de sus límites. El conocimiento científico incluye necesariamente a cada paso un número necesario de magnitudes. Esto sería perfectamente legítimo, pero los científicos han absolutizado sus resultados, y menospreciado los demás aspectos. En este enfoque se analizarán las raíces de los problemas del medio ambiente.
2. Esta actitud es tanto más grave, en cuanto la Ciencia moderna que los problemas –producto específico de la Sociedad Capitalista Occidental– ha asumido y fortalecido (al mismo tiempo) una actitud de explotación de la Naturaleza y sus recursos justificando ideológicamente cualquier manipulación de la Naturaleza en la base del rigor absoluto que se pretende asignar al procedimiento científico. Se desarrollará este concepto, en particular, respecto a las manipulaciones genéticas y las amenazas a la biodiversidad. Los científicos han justificado estas formas de proceder, abusando de su poder. Ellos actúan más bien como una corporación que como una comunidad. Son una categoría social que desde siempre se ha puesto como cómplice del poder político, económico y social. Ha asumido los objetivos de desarrollo del Capitalismo: mejorar la explotación de los recursos naturales y humanos, o sea el mecanismo de acumulación. En la fase de dificultades y de crisis del Capitalismo, ha contribuido de forma determinante las capacidades de control del ciclo productivo y social que las clases antagonistas habían conseguido, y reconstituyendo los mecanismos de acumulación capitalista. Se discutirán, en particular, los ejemplos de final del siglo XIX, de La Crisis de 1929, de la crisis de la década del 70 y de la situación actual.
4. Cualquier movimiento de contestación social desde Seattle, tendrá que desarrollar un análisis en ese sentido de la Ciencia: hay una conciencia que la mayoría de la «corporación» científica no es una aliada del cambio. Pero predominan, a lo mejor, posiciones de «rechazo» anticientíficas: se necesitan análisis concretos que pueden alcanzar indicaciones operativas.»

El coloquio sobre esta comunicación fue también muy interesante, ya que ello suscitó directamente el problema de la función social de la ciencia, su carácter de clase, &c. Sin incurrir en la simplificación en que se cayó en la URSS, durante su etapa de dogmatismo, distinguiendo artificialmente entre una ciencia burguesa y una ciencia proletaria, es evidente que no se puede desconocer que la tendencia al corporativismo de los científicos trata de hacer de ellos eficaces auxiliares del modo de producción capitalista. Incluso en su forma más dramática, que se dio por su colaboración en el proyecto Manhattan de fabricación de la bomba atómica. Aunque a ello contribuyó la carta de Albert Einstein al presidente Roosevelt, en la que se advertía del riesgo de que los nazis construyeran primero dicha bomba, es evidente también que su utilización posterior contra el Japón, suscitó también graves problemas de conciencia para el gran físico Robert Oppenheimer, que le llevaron después a negarse a colaborar en la fabricación de la denominada «bomba de Hidrógeno». Todo ello es el argumento de la película «Creadores de sombra», de Roland Joffé, interpretada, como protagonista, por el actor Paul Newman. En tal película, se reflejan muy bien los problemas de conciencia de Oppenheimer y cómo trató de contrarrestarlos el general Lucius Clay, Presidente de la Comisión de Energía Atómica y director del proyecto Manhattan. En la portada del vídeo, que reproduce dicha película, el escritor Eduardo Mendicutti dice: «Fuerte Álamo, en Nuevo México es –principio de 1943 y finales de julio de 1945– el escenario herético en el que se desarrolla este torturado duelo, entre cuyos verdaderos protagonistas son la conciencia, el afán de progreso científico, el honor militar y el sentimiento patriótico. En plena II Guerra Mundial, el Ejército de los EE.UU. lleva a cabo un proyecto ultrasecreto: la fabricación de la bomba de neutrones. Científicos civiles y autoridades militares crean –tras un atormentado y complejo proceso– en el que deben sacrificarse la intimidad, la ideología a los sentimientos, la salud –un monstruo aterrador que, antes de caer sobre Hiroshima y Nagasaki–, ya ha destrozado el corazón, la vida, el futuro de sus propios creadores». En todo caso, las reflexiones de Oppenheimer, sobre la responsabilidad social de los científicos, sirvieron para generar el movimiento de la misma denominación que ha denunciado posteriormente la instrumentalización de los científicos al servicio del poder económico, político y social.

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La exposición de la décima comunicación al Congreso de Zaragoza, resultó muy emotiva, por tratarse de la que elaboró la señora Jane Bernal, hija del profesor John D. Bernal. Su título fue «Desmond Bernal en la guerra fría 1953-1971.» En su lectura, Jane Bernal expuso:

«Como hija de John D. Bernal, nacida en 1953, estuve presente en la mayor parte del periodo de Guerra Fría. Mi madre fue la maestra comunista, crítica literaria e historiadora, Margot Heinemann. Nuestro hogar estuvo altamente politizado. Allí fue también donde aprendí que la una buena Historia depende de disponer de fuentes primarias. Obviamente era demasiado joven para disponer de una recolección personal de los acontecimientos políticos de ese primer periodo. Mi propio desarrollo político comenzó cuando mi padre no estaba ya en condiciones de guiarme. Más tarde me convertí en participante de algunas de aquellas organizaciones en las que él militaba, pero fue mucho después de su fallecimiento. En mi comunicación, me voy a centrar en su actitud hacia la URSS, que fue más compleja de lo que algunos han sostenido. No soy historiadora profesional, política o filósofa, pero es obvio que mi única ventaja es que conozco y conocí a algunos protagonistas que trataron a mi padre y por ello poseo evidencias de fuentes inesperadas.»

Considerando que el Congreso de Zaragoza, entre otras causas, un homenaje al profesor John D. Bernal, no puede sorprender que la comunicación de su hija Jane suscitase un gran interés entre los participantes en el mismo. Por ello, se le dirigieron muchas preguntas acerca de la actividad política y científica de su padre. Respecto a la cuestión planteada, por la señora Jane Bernal, de que la relación de su padre con la URSS era más compleja de la que algunos le habían atribuido, Jane Bernal explicó que esa complejidad estribaba en que el profesor John D. Bernal era, simultáneamente, un gran admirador y defensor de la Unión Soviética, pero también un crítico de algunos de sus errores e insuficiencias. No obstante, predominaban en él, con mucho, su admiración por los logros políticos y científicos de la URSS.

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La undécima ponencia, o comunicación, desarrollada en el Congreso de Zaragoza, estuvo a cargo del profesor Alción Cheroni de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay. Su título fue «La función social de la ciencia vista desde el sur». Comenzó su texto con una cita de Mario Benedetti, que decía así:

«pero es aquí abajo
cerca de las raíces
en donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueven
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur también existe.»

Y pasando ya directamente a su propio texto, el profesor Cheroni continuaba:

«Esta ponencia está escrita desde el Sur. Es decir, desde el mundo de las naciones oprimidas, y es una contribución al centenario del nacimiento de un intelectual y militante político que desde el Norte, no sólo comprendió las vicisitudes de nuestras sociedades sino que asumió el compromiso de luchar por nuestra liberación nacional y social.
La cuestión que nos interesa plantear es la de que en que medida ha impactado la obra de John D. Bernal en el espacio académico uruguayo y en que grado están vigentes las tesis centrales de su obra.
En relación al impacto de su obra, la respuesta es simple y contundente. En sentido estrictamente académico, la obra de John D. Bernal no se convirtió en paradigma de ningún colectivo de historiadores de la ciencia, simplemente, porque en el Uruguay no existe tal comunidad y no hay una tradición historiográfica consolidada (a excepción de la medicina). Sin embargo, la obra de Bernal ha ejercido una decisiva influencia en la orientación de muchos investigadores aislados y, fundamentalmente, a quienes se han dedicado a la crítica de la política científica.
Nuestro análisis se basa en The Social Function of Science (Londres 1939), el texto fundamental escrito por John D. Bernal sobre la concepción de la ciencia. En este trabajo centramos la exposición en aquellos puntos en torno a la organización de la ciencia que interesan en esta etapa del desarrollo institucional de la investigación científica en el Uruguay.
The Social Function of Science es un libro postdictadura (1985). Precisamente es esta circunstancia la que requiere actualizar el análisis crítico de las tesis sobre la función social de la ciencia sostenida por Bernal, valorando su vigencia en relación con los objetivos sociales de comunidades científicas en tránsito hacia la plena profesionalización.
En esta ponencia, mostraremos que son precisamente las tesis de Bernal una guía imprescindible para los países latinoamericanos, en el proceso de construcción de su sistema científico, en comunidades que en alianza con los sectores sociales explotados, estén capacitados para contribuir a la transformación progresista de nuestra sociedad, recuperando ante el promocionado avance de construcciones constructivistas y nihilistas, el carácter objetivo y racional del conocimiento científico.»

La ponencia del profesor Cheroni suscitó un gran interés, por ser la primera que se desarrollaba el impacto de la obra del profesor John D. Bernal en los países del Sur, como por la vinculación que en ella se establece entre el progreso científico objetivo y racional, con la alianza que se propone entre ese desarrollo científico y los intereses de las clases explotadas. Por lo que se refiere a España, La Historia Social de la Ciencia, publicada por la Editorial Península, considerada como la obra fundamental del profesor John D. Bernal, estuvo ya desde la época del 70, no sólo a la disposición de los científicos sino del público en general. Después constituyó un hito memorable, en la difusión de la obra de John D. Bernal, la publicación en 1975, de La libertad de la necesidad por la Editorial Ayuso, en dos tomos, con una interesante introducción del ingeniero Daniel Lacalle. Con posterioridad, durante el desarrollo en Asturias de cuatro Congresos de Teoría y Metodología de la Ciencia, los congresistas citamos varias veces al profesor John D. Bernal. A su vez, en los debates sobre ciencia filosofía, que se celebran regularmente, en la Fundación Gustavo Bueno, cité varias veces al profesor Bernal. Tales citas, tuvieron siempre el amplio respaldo del profesor Gustavo Bueno, que tenía un alto concepto del profesor John D. Bernal como científico y como historiador social de la ciencia.

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La duodécima ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tenía por título «Historia de la Ciencia durante la Segunda República Española» y estuvo a cargo del profesor José M. Cobo Bueno, de la Universidad de Extremadura. Según el profesor Cobo,

«El intento de libertad y democracia que se abre con la proclamación de la II República Española, repercutió en todos los campos del pensamiento. El siglo XIX, en España, nacerá, desde el punto de vista del pensamiento, con un fuerte movimiento krausista que se reflejará en la Institución Libre de Enseñanza, que, a su vez, se proyectaba, con el apoyo más o menos decisivo de algunos de los gobiernos que se van a suceder hasta el año 1931, en la Junta de Ampliación de Estudios. Estos mismos personajes, darán un total apoyo a la implantación de la República, lo que significará una total continuidad en el hacer científico, como no se había conocido en ninguna otra época de la Historia de España, y que se verá interrumpida por la traición de aquellos que habían jurado fidelidad a la tricolor. Dentro del resurgir de la ventana que abre la II República Española, a Española, a nuestro juicio, ocupa un lugar destacado la Historia de la Ciencia. Para estudiar la Historia de la Ciencia, en el periodo correspondiente a los años 1931-1939, se ha confeccionado un catálogo (avance) de la obra impresa de esta materia. Se analizan los hechos a nuestro criterio, que dan lugar a este desarrollo y se comprueba el desarrollo que va a tener por parte de la República. Pero, en particular, será el triunfo del Frente Popular el que dará el impulso definitivo, que, como sabemos, sufrirá un nuevo retroceso con el triunfo de los insurrectos.
Finalmente, comprobamos, lo que ya sospechábamos, que aparece el primer «profesional» de Historia de la Ciencia en España, Francisco Vera Fernández de Córdoba, al que dedicamos un análisis especial.»

Esta ponencia nos pareció muy justa y verídica, a quienes intervinimos en el coloquio, ya que rendía el tributo que merecía la política cultural de la II República Española. Es evidente que, si las reformas económico-sociales del bienio progresista republicano –1931-1933– fueron insuficientes, no se puede afirmar lo mismo respecto a su política de educación y cultural. Bajo el impulso del Ministerio de Educación, Marcelino Domingo, logró rehabilitar a los maestros, dejando de ser verdad el tópico de «pasas más hambre que un maestro escuela.» Se construyeron también miles de escuelas e Institutos de Segunda Enseñanza, y se rebajó mucho el nivel de analfabetismo. En este primer bienio republicano, tuvo un gran auge la Ciencia y la cultura. Floreció la denominada «generación del 27», a la que, quizás, habría sido más justo denominar «generación de la República», ya que la proclamación de ésta potenció mucho su desarrollo.

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La decimotercera ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, fue expuesta por la profesora Mary Sol de Mora Charles de la UPV/EHU y tenía por título La Ciencia y el «Bien Común». Según esta profesora vasca,

«Hay científicos y estudiosos para los que la ciencia es directamente la felicidad, o mejor dicho, la proporciona. De este modo, el bien común deberá consistir, naturalmente, en la extensión de los conocimientos al mayor número de personas, a todas las personas. Para ello, los medios a nuestro alcance han sido muchos y son muchos, desde los libros que sirven para el aumento de las ciencias y de la erudición hasta la construcción de nuevas bibliotecas, donde lo que prime no sea la ignorancia o el afán de lucro de los editores sino la comunicación y la transmisión a la posteridad de grandes descubrimientos, observaciones o conocimientos sólidos, el saber que, en palabras de Leibniz, es el más grande tesoro del género humano, hasta la constitución de la Academia e instituciones científicas que permitan más fácilmente la comunicación de los científicos entre ellos y la invención de nuevas teorías.
Pero estos recursos, que eran muy necesarios en una época de grandes dificultades para la comunicación a distancia, se quedan cortos en el siglo XXI y aunque siguen vigentes ideas como las de la justicia distributiva y la utilidad pública, ahora nos encontramos con nuevos conceptos, como los de la tecnociencia, que basa la idea de progreso en la tecnología informática y se autoafirma mediante la profesionalización y la mercantilización de la actividad científica a través de las empresas. La tecnología es poder y está en manos de órganos políticos y de organizaciones económicas que ejercen ese y también el secreto, es decir, lo contrario de la puesta en común de que hablamos en el párrafo anterior.
Y volviendo a la escritura, al libro y a los derivados del mismo, nos encontramos ahora con que el gran desarrollo de las tecnologías de la comunicación y de la información, está vinculado a la aparición de un nuevo tipo de escritura, la electrónica, que permite expresar imágenes, sonidos y textos. Según Javier Echevarría, cabe distinguir especialmente cinco nuevas tecnologías que modifican radicalmente las artes de la escritura: la digitalización, la informatización y el hipertexto, la telematización y la memorización en formatos multimedia. Estas nuevas tecnologías, producirán también nuevos efectos sobre lo que venimos llamando el bien común.»

El desarrollo de esta ponencia tuvo la ventaja de que en el coloquio nos adentrásemos en el nuevo mundo que se abre con la introducción de las nuevas tecnologías al amplio campo de la escritura impresa o digital. Ello implica la aplicación operativa de un nuevo concepto de bien común que va mucho más allá del de su uso tradicional.

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La decimocuarta ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, estuvo a cargo del profesor Antonio Drago de la Universidad Federico II, de Nápoles (Italia). Su título fue «From Science and Society in Bogdanov and Sohn Rethel to new interpretatives categories.» Según el profesor Antonio Drago,

«La vida científica del profesor Bernal estuvo marcada por atender al episodio de la Conferencia de Historia de la Ciencia desarrollada en Londres, donde Bujarin y algunos científicos soviéticos presentaron un diseño de lo que ya era una muy prometedora interpretación de la ciencia y de su historia. Esta presentación fue la última propuesta de un amplio movimiento por la búsqueda de una alternativa para el conjunto de la cultura y, particularmente, de la ciencia. Sin duda ninguna, el origen de este movimiento debe ser localizado en diversos trabajos de Bogdanov, en disciplinas humanísticas y científicas.
De acuerdo con Bogdanov, la ciencia constituye una actividad social determinada, en la cual la actividad del proletariado debe edificar su propia ciencia. Desgraciadamente, el programa de Bogdanov fue lesionado por su ignorancia de algunas decisivas contribuciones –el análisis de la termodinámica por Mach, la noción de entropía como una posible guía para medir la organización, los documentos matemáticos de Marx– que representan formalmente algunas de sus sugestiones básicas.
Algunas décadas antes, Sohn Rethel ofreció la mayor contribución a la historia de los tiempos pasados, ligando el desarrollo económico al origen de nociones básicas. Lamentablemente, falló en aplicar su análisis al principio de inercia, que por él fue considerado como el punto de comienzo de la ciencia moderna.
He encontrado que ello significa una ligera modificación de las categorías de Sohn Rethel, para que convergiesen las categorías de Bogdanov y las categorías de Koyré, de tal manera que produjeron el mejor análisis del nacimiento de la ciencia moderna. Las nuevas categorías así obtenidas sugieren que la fundación de la ciencia está constituida por dos opciones básicas; una opción concierne al género de las matemáticas, incluyendo el actual infinito, a través, por ejemplo, el axioma de Zermelo de rigurosas matemáticas –o unas matemáticas heridas por usar únicamente un infinito potencial– igualmente con lo que sucede con las matemáticas de la termodinámica; la otra opción concierne al género de organización, el uno completamente deductivo, al igual que en la geometría euclidiana o que tuviese por objeto producir un nuevo método científico útil para resolver un problema universal como el de la química clásica. Estas categorías fueron aplicadas con éxito, para interpretar y clasificar todas las categorías anteriores que los previos historiadores de la ciencia habían sugerido ingeniosamente. (Epistemología, 24, 2001).
Claramente, la teoría de Bogdanov eligió las nociones operativas –y matemáticas también– sin la cual no existe una noción idealista del actual infinito y eligió el segundo género de organización , en cuanto que quería resolver el problema por el cual la ciencia pertenece a la clase proletaria. Más todavía, teniendo en cuenta que la teoría marxista realizó la elección de las dos opciones, porque rechazó cualquier proceso idealista –en matemáticas también– (Testi & Contesti, nº 8, 1982, 107-116) y escribió un libro con el propósito de encontrar un nuevo método científico para vencer el gran problema histórico del capitalismo. Todo lo que sugirió acerca de las dos opciones básicas era capaz de interpretar ambas ciencias naturales y ciencias sociales, preveía que las opciones constituían una cualificada y apropiada vía para un adecuado campo social de estudio.»

La ponencia del profesor Drago suscitó un interesante coloquio acerca de las concepciones científicas y filosóficas de Bogdanov. Como es conocido, Bogdanov fue militante bolchevique pero también formó parte de lo que se denominó «repliegue idealista» producido por la derrota de la Revolución Rusa de 1905. Como miembro de los calificados «deconstructores de Dios» –junto con Lunacharski y Gorki– Bogdanov fue duramente criticado por Lenin, por su idealismo, en su célebre obra Materialismo y empiriocriticismo. En un prólogo, de 1920, a la segunda edición de Materialismo y empiriocriticismo, Lenin dice respecto a la obra posterior de Bogdanov: «Por lo que se refiere a las últimas obras de A. A. Bogdanov, que no he tenido posibilidad de conocer, el artículo del camarada V. I. Nevski, que se inserta a continuación, aporta las indicaciones necesarias. El camarada N. I. Nevski, en su labor, no sólo como propagandista en general, sino colaborador activo de la Escuela de Partido en particular, ha tenido la plena posibilidad de persuadirse de que, bajo la capa de la «cultura proletaria», se sustentan por A. A. Bogdanov concepciones burguesas y reaccionarias.» No obstante tales críticas, Lenin y Bogdanov mantuvieron su amistad personal, como lo demuestra que ambos jugaron una partida de ajedrez cuando Lenin visitó la Escuela de cuadros del Partido Bolchevique en la isla de Capri. Existe una foto de tal partida, mientras Máximo Gorki contempla a ambos contendientes. Más allá de sus debilidades y limitaciones ideológicas, la obra de Bogdanov es interesante desde una perspectiva científica.

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La decimoquinta ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, correspondió a don Juan A. Hormigón Blázquez, de la Asociación de Directores de Escena (Madrid). Juan A. Hormigón es hermano del profesor Mariano Hormigón Blázquez y afamado crítico teatral. El título de su ponencia fue «Marxismo y teatro en los años treinta». Según Juan Antonio Hormigón, la proyección del marxismo en el teatro, en los años treinta, presentó dos grandes vertientes:

«La primera se orientaba hacia la labor militante de agitación y propaganda, como apoyo al movimiento obrero y a las organizaciones políticas que sustentaban sus programas y estrategia en las reflexiones sobre la historia y la condición humana instituidas por Marx. En muchos casos esta corriente se centró más en los contenidos que en los procesos de formalización, aunque se dieron notables diferencias según los países.
La segunda, mucho más elaborada en todos los sentidos, intentó integrar los postulados marxistas y, sobre todo, la dialéctica, como perspectiva superadora de las contradicciones sociales, al conjunto de la práctica teatral. La escritora literario-dramática, en el sentido de ficcionalidad, el trabajo actoral, la concepción del trabajo escénico/escenográfico, la estructura narrativa, &c., se propusieron de un modo diferente y nuevo, en tanto que rompía los esquemas cerrados de la dramaturgia y el concepto de escenificación heredado del periodo realista y naturalista. Las aportaciones de Meyerhold, Kaiskpvski, Piscator y Brecht, son en este sentido altamente significativas, a la par que determinados pronunciamientos de formalistas como Sklovski, o de personalidades del Círculo de Praga como Homzl. Un breve recorrido por sus aportaciones medulares nos permitirá comprender las relaciones profundas entre el marxismo y el teatro en dicho período.»

Aunque la ponencia de Juan Antonio Hormigón, se salía formalmente de la temática del Congreso de Zaragoza, fue sin embargo una de las que más me gustó. Me permitió comprender mejor, de lo que había conseguido hasta entonces, la existencia de las dos vertientes del marxismo en el campo teatral y el que, desde una perspectiva marxista, se generasen tantos grandes dramaturgos. A su vez, la valiosa aportación de José Antonio Hormigón al Congreso, confirma el gran prestigio que, como crítico teatral, goza en España ya desde la década del 60.

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La decimosexta ponencia desarrollada en El Congreso de Zaragoza, estuvo a cargo del profesor Mariano Hormigón Blázquez, de la Universidad de Zaragoza. El profesor Hormigón comenzó así:

«Si Marx eligió para la elaboración de su sistema de pensamiento alternativo los ejemplos de Inglaterra, Francia y Alemania, si Lenin puso, con toda lógica, su atención en Rusia, Mao en China o Gramsci en Italia, Bernal se fijó sobre todo en la Revolución industrial británica y en los procesos inaugurales de la Revolución Científico-Técnica, para alumbrar su tesis sobre la función social de la ciencia y sobre las interrelaciones entre ciencia, técnica e industria. El resultado de su análisis fue modélico, por lo menos en el sentido de que ha servido de modelo para las ulteriores exposiciones y estudios en el que este conjunto de variables eran significativas. Este tipo de reducciones significativas es normal y todas las autoridades del universo intelectual las hacen aunque con ellas expulsen a muchos de la historia en muchas facetas, ya que quien quiera extraer conclusiones de fuste generalista tendrá que fijarse primordialmente en los acontecimientos que estime de mayor entidad por su impacto y su transcendencia. Además, como ocurre en todas las elaboraciones científicas, la teoría deberá concordar con los hechos históricos que deben servirle de test de comprobación y finura. En los grandes temas del universo tecno-científico el modelo y la tecnología de Bernal han demostrado ampliamente su corrección y sólo unos pocos reaccionarios recalcitrantes, o reconvertidos conversos al neoliberalismo intelectual, se obstinan ya en no querer contemplar las facetas sociales de la ciencia.
El problema surge, como siempre, de la reducción del marco. El correcto análisis de Marx para el desarrollo del capitalismo en los países europeos, ha suscitado escollos teóricos y prácticos en una buena porción del planeta en la que las etapas del desarrollo no se ajustan exactamente a las previstas en la teoría. Aunque se dé por buena, porque lo que ocurre en los grandes es lo que debe ser importante para todos. Esa desarmonía marcó el siglo XX, porque ocurrió en Rusia –y, pese a quien pese, para bien– lo que debiera haber ocurrido en Alemania, Inglaterra o Francia y eso, como a todos los que les interesa saben, ha sido uno de los más importantes problemas teóricos de los procesos revolucionarios del siglo XX. La historia ha demostrado que las bases políticas de la sociedad socialista no tienen porqué cimentarse sólo sobre la acumulación capitalista más desarrollada.
Con la ciencia y el correcto análisis de Bernal se da un fenómeno paralelo. Como tantas veces ocurre, también el gran sabio británico, al que en esta reunión homenajeamos, hizo su correspondiente ejercicio de reducción para elaborar su discurso. Su historia, como todas, sólo recoge la aportación de contribuciones individuales geniales de unos cuantos territorios que, salvo contadas excepciones, se englobarían en la geografía del G-7 con Rusia, eso sí, en un papel más lúcido que el que se le otorga en las célebres reuniones de nuestros días. En el caso de Bernal, no se trata de apuesta ideológica ya que, pues su atención al fenómeno humano es lúcida y constante, sobre todo en el siglo XX, y sus denuncias aparecen en todo espacio y en todo tiempo, pero no debe olvidarse que sobre todo sus obras más señeras son más manuales que obras de escudriñamiento y hallazgo. Más lo que queda.
En este panorama surge un calidoscopio de problemas de indudable importancia. ¿Cabe hablar de un entente abstracto y único llamado ciencia con el mismo contenido en todo el mundo? Ya otros teóricos, y en vida de Bernal, desde la también triste experiencia del proyecto Manhattan, comenzaron a distinguir entre la big y la little science. Desde mediados del siglo XX, la distinción es de perogrullo. Dejados a un lado los grandes proyectos de investigación militar o industrial, cabe dirigir la atención hacia la concebida ciencia normal. De esta dirección podría surgir una reflexión interesante sobre la ciencia que se desarrolla en la mayoría de las unidades básicas de cualquier parte del mundo. Esa ciencia no es precisamente grande, aunque no son tantos los que se atreven a preguntarse porqué. En resumen, la ciencia tiene unas fórmulas de expresión creativas más modestas que las que se acuña en los epígrafes habituales. Y en otros casos, también abundantes, ni siquiera esas manifestaciones de trabajo habitual pueden encuadrarse en el capítulo de las actividades creativas.
Eso nos lleva a la historia de la ciencia y de esos científicos menos fulgurantes. Es la antigua confrontación entre la excepcionalidad en un ámbito que resulta normalidad en otro y a la cada vez más extendida pregunta sobre las causas del nivel científico de un país o territorio. Son las llamadas historias locales. Con sus penurias y sus luminarias, pero con su necesidad porque forman parte de la historia de los pueblos. Hoy son una vía o quizás la vía de expresión más genuina e interesante de la historia de la ciencia en muchos ámbitos. Desde luego, representan un enlace de la ciencia de base con la política y la economía, porque no sólo existen eslabones entre los grandes tinglados científicos y el poder de las grandes potencias superimperialistas. Bernal no se ocupó mucho de ellas, pero mostró cómo puede hacerse bien.»

La ponencia del profesor Mariano Hormigón resultó ser una de las más interesantes y operativas del Congreso de Zaragoza que reseñamos. Supo discernir muy bien la originalidad y eficacia de la aportación que el profesor John D. Bernal hizo, a todo lo largo de su obra, no sólo de la historia social de la ciencia, en el ámbito mundial, sino también de las particularidades que en cada país han determinado su peculiar desarrollo científico. Incluyendo el desarrollo de la ciencia normal, no de la ciencia espectacular fomentada por los intereses de los grandes monopolios capitalistas que la utilizan para dominar y explotar al conjunto de los pueblos del ámbito mundial.

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La decimoséptima ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «El Congreso de Londres de 1931.» Su autor fue el profesor Pablo Huerga Melcón, de la Fundación Gustavo Bueno (Oviedo) . Según el profesor Huerga,

«Entre los días 29 de junio y 4 de julio de 1931, tuvo lugar en Londres el Segundo Congreso Internacional de la Historia de La Ciencia y de la Técnica. Presidida por Charles Singer, su carácter académico no pronosticaba ningún sobresalto particular. Sin embargo ocurrió que, prácticamente, sin previo aviso, se presentó al Congreso una importantísima delegación de científicos soviéticos encabezados por Nicolás Bujarin, uno de los principales dirigentes de la Unión Soviética y de fama internacional. Esta circunstancia agitó de tal manera dicho Congreso, que prácticamente todo él giró en torno a la extraordinaria presencia de ese grupo de profesores. Los periódicos de la época comenzaron a hacerse eco del Congreso, dando lugar a que la Historia de la Ciencia pasara prácticamente a noticia de primera página. La crisis económica internacional, la amenaza de la revolución soviética, y el apogeo de los movimientos sociales en todos los países azotados por la crisis, junto con los éxitos de la nueva planificación de los planes quinquenales de la URSS, dirigieron la atención de la opinión pública hacia el Congreso. Los propios tema del Congreso animaron la participación activa de dicha delegación. La importancia de la historia de la ciencia en la del estudio de la historia general; la relación entre la física y la biología: y las relaciones entre la ciencia pura y la ciencia aplicada. Como decía Bernal, sobre cada uno de estos temas, los soviéticos mostraron un punto de vista coherente, los demás ni siquiera se habían planteado la necesidad de mantener un punto de vista. La delegación soviética organizó lo que Crowther llamó «un plan de cinco días» en el cual se tradujeron todas sus ponencias al inglés para publicarse seguidamente en un libro que ocupará ya un lugar en la Historia de la Ciencia: La ciencia en la encrucijada. Sus ponencias fueron presentadas fuera de programa el día 4 de julio ante una tremenda expectación social, y en un ambiente de extraordinaria tensión. Este libro, y, en especial, algunos de sus artículos, como el de Bujarin, o el de Boris Hessen, tuvo efectos permanentes a lo largo del siglo XX. Muchos científicos, historiadores y filósofos recibieron de él una orientación definida del enfoque marxista aplicado a la construcción del socialismo, determinando sus carreras profesionales y políticas. Entre ellos, hay que contar a John Desmond Bernal, quien reconocerá abiertamente su influencia, y en general lo que Werskey denominará años después de el colegio invisible, o los científicos ingleses que dirigieron su actividad profesional desde el compromiso político con el socialismo de la URSS. La influencia, particularmente de Hessen, pero en general de toda la delegación, debe evaluarse en diversos aspectos: Por un lado, en el aspecto del compromiso político de la ciencia, que generó todo un movimiento internacional en Occidente a favor del experimento soviético; por otro lado, en el aspecto de la metodología en el de la historia de la ciencia. Esta influencia no fue uniforme y debe evaluarse cuidadosamente. Por una parte, aquel Congreso significó la aplicación explícita del marxismo a la historia de la ciencia en el trabajo de Boris Hessen sobre Newton y con ello del análisis sociológico en la historia de la ciencia. Pero Hessen fue interpretado como externalista con lo que se tergiversaba el verdadero mensaje de su trabajo, porque el externalismo es compatible con una visión positivista de la ciencia que ellos negaron explícitamente. En otro sentido, estos trabajos fueron también pioneros de los estudios que hoy se engloban bajo las siglas CTS (Ciencia, Tecnología y Sociedad) aunque en algunas de sus corrientes se prefiera no mencionar estos orígenes. Por otra parte, y dado el cariz que están tomando los últimos acontecimientos científicos, el compromiso político que estos autores exigieron a la ciencia entonces, sigue vigente, y su crítica sigue siendo necesaria. Como para la delegación soviética, también hoy la historia de la ciencia no debe ser solamente un motivo de estudio académico, sino, como dice el profesor Bernal, 'una guía para la acción'.»

El gran impacto que la ponencia del profesor Pablo Huerga tuvo en el Congreso de Zaragoza, no nos sorprendió ya que habíamos seguido la transcendencia de su tesis desde sus inicios. Primero, como tesis doctoral –bajo la dirección del profesor Gustavo Bueno– y después, en la elaboración de su obra La ciencia en la encrucijada, publicada por la Editorial Pentalfa. A la elaboración de la tesis doctoral contribuimos modestamente, con algunos consejos y con poner a su disposición los fondos bibliográficos de la Fundación Isidoro Acevedo. También con posterioridad, presentándole al académico ruso Serguei Kara-Murza, al que conocí anteriormente en Moscú, como asistente a un Congreso del Partido Comunista de la Federación Rusa. El profesor Kara-Murza no sólo prestó gran ayuda a Pablo Huerga en la elaboración de su tesis sino que prologó el libro La ciencia en la encrucijada. Por valorar debidamente la gran aportación que el profesor Pablo Huerga realizó a la Historia de la Ciencia, tuvimos el placer de dedicarle dos reseñas a tan relevante libro: las que, con el mismo título, se publicaron en la revista Utopías-Nuestra Bandera, del Partido Comunista de España, y la publicada en la revista Papeles de la FIM, de la Fundación de Investigaciones Marxistas, de Madrid. El correspondiente coloquio del Congreso de Zaragoza, sobre el tema, suscitó así numerosas e interesantes intervenciones.

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La decimoctava ponencia programada para el Congreso de Zaragoza, correspondió al ingeniero Daniel Lacalle y tenía por título «John Desmond Bernal: vida y obra (1901-1971).» Sin embargo, por tener que cumplir otras obligaciones ineludibles, Daniel Lacalle no pudo asistir al Congreso de Zaragoza, pero no obstante exponemos el resumen de la misma que remitió al Congreso:

«I. J. D. Bernal destacó en multitud de campos y actividades:
* Como científico (físico y cristalógrafo), desde Cambridge, primero, Londres, después, sus investigaciones están en la base de numerosos premios Nobel.
* Como docente, y desde su cátedra del Birbeck College, en Londres, a partir de 1946 y durante toda su vida.
* Como organizador y planificador de la política científica, asesor de gobiernos de todo tipo, desde la extinta URSS al Reino Unido, pasando por multitud de países en transición al socialismo y en desarrollo.
* Como sociólogo de la ciencia insistiendo en la no neutralidad social de la misma y en la responsabilidad de los trabajadores científicos.
* Como historiador social de la ciencia, insistiendo en su imbricación en la historia social.
* Como filósofo, con una fuerte base empirista y basado en la dialéctica de la naturaleza. Como comunista, miembro relevante del Partido Comunista Británico.
* Como militante sindical en el Reino Unido, y como elemento clave en la Federación Internacional de Trabajadores Científicos.
* Como militante por la paz, impulsor del movimiento de científicos por la paz y el desarme y contra las armas nucleares, junto con Linus Pauling, Piotr Kapitza y Albert Einstein, entre otros.
II. Para enmarcar correctamente una existencia contradictoria, es interesante detenerse en tres anécdotas de la misma: la asesoría del Gobierno británico durante la II Guerra Mundial con Anderson, Ministro del Interior y Mounbatten, ministro de Defensa; su relación con Picasso y el mural en el estudio del laboratorio de Londres; el viaje a Londres de Faustino Cordón para conocerle.
III. Bernal forma parte de una impresionante nómina de científicos/historiadores sociales de la ciencia y la técnica británica comprometidos en la transformación de la sociedad desde una perspectiva marxista. J. B. S. Haldane, J. Needham, Samuel Lilley, J. C. Crowther, como los más importantes, a los que habría que añadir, como precursor, a Benjamin Farrington, procedente del mundo de las letras.
IV. La obra de Bernal no es perfecta, existen, por lo tanto, apuntes críticos de la misma: uno de ellos de E. P. Thompson en relación a la postura de Bernal sobre Caudwell, otro de Schelesinger sobre su posición más «típicamente Cambridge» de lo que quería admitir y el tercero de su postura, y o falta de, en relación con la mujer.
V. La obra de Bernal, tampoco es un todo acabado y cerrado, para retomarla es necesaria una revisión detallada de la misma desde una perspectiva ecologista (quizás también feminista).
Referencias bibliográficas. Golsmith, M. & McKay, Al., (eds) (1964) La Ciencia de la Ciencia, México, Grijalbo. Corominas, C. et al., (1978) «Jornadas de historia y filosofía de las ciencias y la técnicas», Barcelona, ETSI Industriales. Romano, Vicente «Los marxistas ingleses de los años treinta» FIM. Sacristán, Manuel (1984) «Papeles de la filosofía», Panfletos y Materiales III, Icaria. Steiner, H (Dir). J.S. Bernal The Social Function of Science, 1939-1989. Berlin, Akademie Verlag. Thompson, E. P. «Agenda para una Historia radical», Barcelona, Crítica.»

Fue una pena que Daniel Lacalle no pudiese asistir al desarrollo de su ponencia, ya que, de lo contrario, el coloquio hubiese sido mucho más animado.

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La decimonovena ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, se tituló «El marxismo de los años 30» y estuvo a cargo de José María Laso Prieto, de la Fundación Isidoro Acevedo de Oviedo. Después de describir, como se ha hecho al principio de esta reseña, el impacto que le ocasionó la lectura de la obra del profesor Bernal, y la de muchos de sus colegas científicos de la década del 30, Laso prosiguió:

«Generalmente se puede distinguir entre el marxismo de los clásicos, que elaboraron los fundamentos de la teoría –Marx y Engels– y el marxismo de sus discípulos o epígonos. Entre estos últimos, se dieron algunos tan destacados como Lenin, Bujarin, Stalin, Trotsky y Mao Tse Tung. También se puede hablar del marxismo de determinadas décadas de los siglos XIX y XX. Así, en algunas publicaciones, se ha utilizado la expresión de 'El marxismo de los años treinta'. En este último caso, se ha pretendido aludir a determinados ámbitos nacionales, geográficos o lingüísticos: marxistas británicos, marxistas anglosajones, marxistas occidentales, marxistas orientales, &c. De todas formas, se puede considerar que no es inapropiado hablar de un marxismo de los años treinta del siglo XX. En dicha época, que dieron a éste determinadas peculiaridades propias en determinadas facetas geográficas. Comenzando por el territorio donde el marxismo –en su forma soviética– alcanzó el poder político en la década del 10 del siglo XX. Es decir, en la Unión Soviética. En la URSS, las dos primeras décadas de este siglo, imprimieron al marxismo sus rasgos leninistas. Desaparecido Lenin, en 1924, y desterrado Trotsky, en la década del 30, las dos figuras que descollaron en la década del 30, fueron Bujarin y Stalin. Bujarin, al iniciarse la década del 30, había adquirido amplia popularidad con la publicación de su famosa obra El ABC del comunismo, que constituía un manual de divulgación de la concepción política del comunismo, que lograba equilibrar capacidad divulgativa con un cierto nivel teórico. Mucho más discutible fue su obra Teoría de materialismo histórico. Ensayo Popular de Sociología Marxista, que fue criticado con dureza por Kautsky, Lukács y Gramsci. Para Kautsky, el manual de Bujarin constituía 'una de las expresiones más burdas del materialismo económico'. Por su parte, Lukács, en el comentario crítico que realizó de la obra de Bujarin, recalcaba expresamente que se trataba de un manual, de una obra de divulgación y por ello lo consideraba positivo en cierto grado. Y justamente, en cuanto a popularización –según Lukács– el manual de Bujarin quiebra la tradición de Plejanov y Mehring que habían indicado cómo se pueden unir popularización y cientificidad . La posición de Bujarin es la del materialismo vulgar e intuitivo.
Por su parte, Gramsci, en su crítica a Bujarin que lleva por título Notas críticas sobre la tentativa de ensayo popular de sociología, decía en uno de sus párrafos: 'En el Ensayo Popular tampoco está justificada coherentemente la premisa implícita en la exposición; casualmente la de que la verdadera filosofía de la praxis es una pura 'sociología', &c. En un sentido más general, tienen un mayor valor teórico los distintos textos con los trató Bujarin de justificar una transición económica gradualista al socialismo, frente a la aceleración que le imprimió Stalin con sus planes quinquenales en la industria y la colectivización masiva del campo'.
Por su parte, Stalin, que había elaborado una tesis marxista, de cierto valor, en el tema de las nacionalidades, aunque bajo el impulso y la inspiración de Lenin, elaboró en la década del 30 los capítulos los de la Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS dedicados al materialismo histórico y el materialismo dialéctico. Se trata de un compendio muy didáctico, por su claridad expositiva, de las bases del Materialismo histórico. A pesar de su fuerte esquematismo, resultó útil desde el punto de vista divulgador. Empero, en las condiciones de un fuerte dogmatismo, se inició la época del denominado DIAMAT, que petrificó al marxismo soviético en un bloque de dogmatismo monolítico.
Según Perry Anderson, frente al dogmatismo del DIAMAT, se dio contemporáneamente un marxismo occidental, basado en una tradición común. Figura descollante del mismo, fue Antonio Gramsci (1891-1937). Aunque su obra fundamental –los «cuadernos de Cárcel»– no se pudo conocer hasta los años 40, sus elaboraciones teóricas se realizaron en la década del 30, en sus célebres Cuadernos de Cárcel. Toda la obra de Gramsci quedó estructurada por la finalidad de determinar un renacimiento del marxismo y de elevar esta concepción filosófica, que por necesidades de la vida práctica se había venido vulgarizando, a la altura necesaria para solucionar las complejas tareas que imponía el desarrollo histórico. Según el profesor Manuel Sacristán, «Gramsci cumplió esta tarea, de acuerdo con la inspiración básica de Marx, no eliminando del marxismo el concepto de práctica, sino proporcionando la más profunda concepción de ésta que se había alcanzado en la literatura marxista.» Posteriormente, en función del pensamiento de Gramsci, –aunque también reaccionando sobre la línea Labriola-Gramsci– descollaron filosóficamente Della Volpe y Colleti.
No obstante su nacimiento en Budapest, también se puede considerar como un marxista occidental a Georgy Lukács. En su fecunda vida intelectual –y a través de muy diversas visicitudes– Lukács conservó siempre su lucidez y rigor filosófico. En una fase de su vida, Lukács puso en la base de su filosofía el principio marxista, según el cual existe sólo una ciencia unitaria de la historia que va de la astronomía a la sociología. Esta ciencia única, es una ontología porque se plantea la tarea de indagar en el ente en relación con su ser, y de encontrar en su interior los diversos grados y las diversas conexiones. En torno a este último Lukács, algunos de sus alumnos constituyeron la denominada Escuela de Budapest, en la que destacó Agnes Heller.
En un sentido lato, también se pudo considerar marxista a la Escuela de Francfort, aglutinada en torno al Instituto de Investigaciones Sociales de esta ciudad. Su revelación crítico-cultural se expresó a través de la obra de Horkheimer, Adorno, Marcuse y Habermas. En Francia, el desarrollo del marxismo contemporáneo, estuvo condicionado por la fuerza de las tradiciones premarxistas nativas (proudhonismo, blanquismo y anarco-sindicalismo) y por el sostenido vigor del radicalismo burgués jacobino. Los intelectuales que atrajo eran, en su gran mayoría, figuras literarias, con una relación más sentimental que científica con las ideas marxistas. Sólo en 1928 se incorporó el grupo de intelectuales con verdadero interés por el marxismo: Nizam, Lefebvre, Politzer, Guterman y Friedmann. Después seguiría Sartre, en una relación muy peculiar con el marxismo, y los muy discutidos Merleau-Ponty, Garaudy, Althusser, Bettelheim, y Poulantzas. Asimismo el discípulo de Lukács, Richard Goldmann y diversos estructuralistas marxistas.
La singularidad del desarrollo del movimiento obrero en los países anglosajones, no facilitó el desarrollo de la cultura intelectual marxista. No obstante, se produjeron individualidades destacadas, como las de los científicos Bernal y Haldane, Cornforth y Farrington, que hicieron que se aludiese «a los marxistas británicos de la década del 30», economistas del relieve de Sweezy, Dobb, Hubermann y Barán (algunos de ellos no británicos sino anglosajones), así como historiadores de la talla de Georges Hill y Hobsbawn. El economista polaco Oscar Lange también puede –por sus trabajos– ser incluido en el ámbito marxista anglosajón. Otra particularidad suya fue, que como representante de Polonia en el Consejo de Seguridad de la ONU, Oscar Lange se convirtió en el más combativo defensor de la causa de los republicanos españoles. A su vez, el filósofo alemán Karl Korsh aparece, por el contrario más ligado a la cultura centroeuropea y a la izquierda radical de las décadas del 20 y el 30.»

Esta ponencia suscitó mucho interés en el Congreso de Zaragoza, ya que en ella se puso de relieve la relevancia excepcional que tuvo el marxismo de la década del 30, del cual una de sus más importantes figuras fue el profesor John D. Bernal. En el coloquio, se desarrollaron diversas intervenciones que trataron de profundizar en las respectivas posiciones de aquellos destacados marxistas. Se trataba, más bien, de cuestiones de matiz, ya que todas estuvieron de acuerdo con la tesis central de la ponencia.

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La vigésima ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza , tuvo por título «Maurice Cornforth's contribution to marxist metaethics». Su autor fue Renzo Llorente de la Saint Louis University, Madrid Campus. Según el profesor Llorente,

«Publicado primero en 1965, la obra Marxism and the Linguistic Philosophy, de Maurice Cornforth, representó un intento de proporcionar una valoración comprensiva de una de las más importantes aportaciones de las corrientes de la filosofía analítica realizada desde una perspectiva marxista. Tal obra de Cornforth, fue sin embargo completamente ignorada por los filósofos del ala izquierda, a pesar de que el autor era de una indiscutible competencia profesional –el mismo A. J. Ayer dijo de Cornforth, en 1977, «que fue el único filósofo en Inglaterra de cualquier nivel, en abrazar el marxismo»– a pesar de que, de hecho, los textos de Cornforth permanecen como uno de los pocos intentos de producir una sólida crítica marxista de la filosofía analítica. Y todavía más, el más impresionante y fructífero trabajo en el seno de la filosofía marxista acerca del pasado cuarto de siglo, emergió desde la corriente conocida como marxismo analítico, cuyos partidarios aparecen no como parte de los descaminados vis a vis de Cornforth acerca de la filosofía analítica.
¿Considerada la subsiguiente evolución de la filosofía marxista, puede uno obtener todavía provecho de la obra «El marxismo y la filosofía lingüística» de Cornforth? Esta ponencia sostiene que el libro de Cornforth contiene todavía mucho de válido e instructivo, y ello es particularmente verdadero en lo que se refiere a su tratamiento de la filosofía moral analítica, ya que la discusión de Cornforth constituye un lúcido compendio de las principales premisas de lo que puede ser denominado marxismo metaético. Entre los más significativos elementos de la aportación de Cornforth, se encuentra la injusticia de tratar de universalizar algunas normas éticas en las sociedades divididas en clases y su exposición de la tendencia conservadora en ética de R. M. Hare. Más generalmente, la critica de Cornforth proporciona un instructivo esclarecimiento de la ahistórica perspectiva individualista que informa la aproximación analítica a la ética. Finalmente, Cornforth ofrece un sugestivo pero incompleto balance de la relación entre ética y política y de su comprensión desde una perspectiva marxista. Por estas razones Marxism and the Lingüistic Philosophy conserva todavía un considerable valor como una crítica marxista de la filosofía analítica moral en la filosofía.»

Es de lamentar que la no asistencia al Congreso de Zaragoza de quienes se sitúan en la perspectiva del marxismo analítico actual, impidiese profundizar más en el interés que sigue conservando la obra de Cornforth.

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La vigésimo primera ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Diez tesis para una política de la ciencia de orientación socialista: una aproximación a la obra de Manuel Sacristán.» Su autor fue el profesor Salvador López Arnal del IES Puig Castelar (Santa Coloma de Gramanet, Barcelona). El profesor Salvador López comenzó precisando su intención:

«El objetivo de esta comunicación, es dar sucinta cuenta de las motivaciones que condujeron a Manuel Sacristán (1925-1985), desde los inicios de los años setenta, a centrar parte de su trabajo filosófico en el campo de la política de la ciencia, y en describir y discutir su concreción de un programa de política científica de inspiración y orientación socialista. Si, como algunos historiadores, filósofos y sociólogos de la ciencia han señalado, la filosofía de la ciencia no puede seguir reduciéndose a una metodología sofisticada ni a una epistemología rigurosa, si de verdad quiere reflexionar en la ciencia, en toda su complejidad, Sacristán creyó (posiblemente a partir de sus estudios sobre la figura de Gerónimo), inmediatamente después de la irrupción de la problemática ecológica y ante el potencial (y entonces candente) del peligro de una guerra nuclear con un escenario europeo, que toda filosofía de la ciencia que se preciara debía de ir acompañada de una política de la ciencia que tuviera la prudencia el mesothes aristotélico, como piedra angular.
Las posiciones de Sacristán en este ámbito pueden ser resumidas del siguiente modo:
1. Las corrientes próximas a una concepción, digamos romántica del quehacer científico están afectadas por un notable paralogismo que daña su comprensión de la situación, confunden los planos de la bondad o maldad práctica con los de la corrección o incorrección epistemológica. Pero, prácticamente, la peligrosidad práctica de la tecnociencia contemporánea está relacionada con su bondad epistemológica.
2. La principal rectificación que los múltiples condicionamientos ecológicos imponían para el pensamiento político transformador, en sus diferentes variantes marxistas o libertarias, consistía, en opinión de Sacristán, en el abandono de toda consideración de la revolución social como plenitud de los tiempos, ansiado momento a partir del cual obrarían, al fin, las objetivas leyes sociales del Ser, deformadas hasta ese instante por las pecaminosas e injustas sociedades clasistas.
3. La superación de este utopismo exigía reconversiones en la comprensión que se tenía del papel de los procesos objetivos de la sociedad en la consecución de la perspectiva del cambio social. Entre estos procesos, Sacristán hacía referencia al papel de la lucha de clases o al de la ciencia como fuerza productiva. Había que percibir la novedad del totalitarismo integral que posibilitaban tanto el estado atómico como la ingeniería genética.
4. La política científica por él defendida, no tenía vocación de eternidad ni presuponía, ni podía presuponer, duración previa alguna y, en su opinión, debía de estar sometida a revisión permanente. Se partía en ella de una revisión del valor igualdad y de su superioridad sobre cualquier otro valor social, lo cual, obviamente, no implica anulación ni menosprecio alguno de otros valores.
5. El principio orientador general de esta política de la ciencia de la inspiración socialista para esta nueva comunidad o Federación de comunidades, como gustaba de decir el Sacristán tardío, exigía una rectificación de los modos de pensar hegelianos clásicos de las distintas tradiciones marxistas. Defendía Manuel Sacristán Luzón, una dialecticidad que tuviera como primera virtud práctica el principio del mesothes aristotélico, de la cordura de la mesura, fruto de la convicción de que las contraposiciones sociales eran de tal calibre que ya no podían considerarse resolubles al modo clásico hegeliano, por agudización del conflicto, sino por postulación y creación de un marco en el que pudieran dirimirse sin catástrofe.
Justificando este principio general, que él mismo denominaba «defensa de una ética revolucionaria de la cordura». MSL concretaba su propuesta programática de política de la ciencia en los siguientes puntos:
A. Había que admitir la preeminencia de la educación de la ciudadanía sobre la investigación en un largo periodo de tiempo de imposible concreción. Esta primacía educacional estaba orientada a evitar malas reacciones, por inadecuación de las colectividades, a las consecuencias de la línea defendida de política de la ciencia iba a conllevar inexorablemente.
De esta asignación de recursos que primaria la educación sobre la investigación, no se colige prohibición alguna. Primar la educación no es anular la investigación. Cualquier consideración de este tipo no sólo sería indeseable sino que, además, iría en contraposición con el principio general de cordura, de equilibrio, del que se partía. La finalidad de esta primacía, no era otra que la de conseguir una sociedad capaz de vivir y de alimentarse de valores que no se resumieran en un motor de explosión (y afines) para cada miembro de la unidad familiar.
B. Sacristán propone una línea de asignación de recursos que prime la investigación básica respecto a la aplicada. En oposición a las políticas científicas seguidas por la mayoría de los gobiernos occidentales y, en algunos casos, reclamadas por importantes y poderosos colectivos de la sociedad civil. Su justificación es, básicamente, la misma que la del punto anterior: repercusión inmediata negativa en el consumo y en la producción industrial de cierto tipo de bienes.
C. Hay que primar también, en el trabajo de los colectivos científicos, los aspectos contemplativos respecto a los instrumentales sin que ello implique una vuelta imposible a la concepción contemplativa de la actividad científica, por lo demás siempre recordada por Sacristán con cierta nostalgia. Se trataría, por ejemplo, de contratar a muchos más físicos teóricos que ingenieros físicos. Las razones las mismas: reducción del producto físico consumible.
D. Igualmente, había que primar la investigación de conocimiento directo descriptivo, no teórico. Para él, disciplinas menospreciadas en las universidades contemporáneas, tales como la Geografía o la Botánica descriptivas eran buen saber para la época que se acercaba.
E. Sacristán defendía también la disminución de los recursos destinados a la tecnología pesada y la preeminencia de la inversión en tecnologías ligeras, más intensivas en fuerza de trabajo y menos en capital, más limpias ecológicamente y más soportables por el medio. Investigación tecnológica que, por sus menores costes, en el sentido económico tradicional y en el sentido social, estuvieran justificadas, aunque su ámbito de aplicación fuera más reducido que el de las tecnologías pesadas.
F. Finalmente, en lo que respecta a la problemática de las naciones del Tercer Mundo, era obvio en su opinión que la problemática del control demográfico había que tratarla caso por caso. Tampoco sostenía Sacristán que fuera necesaria una reducción de la capacidad de consumo «per cápita», en estas sociedades empobrecidas. No había duda: tenía que aumentar pero no tal y como se estaba haciendo. En muchos de estos países, la actuación de las multinacionales era simple y llanamente criminal. La calidad de vida de los ciudadanos de estos países no pasaba, por ejemplo, por el aumento del consumo de leche en polvo, que provocaba una disminución de la capacidad de amamantar de las mujeres y disminuía la resistencia a las enfermedades infantiles, aumentando a un tiempo los desajustes intestinales al mezclar la leche en polvo con agua poco salubre.»

Esta ponencia suscitó un interesante coloquio acerca de las últimas concepciones filosóficas y también, de las últimas posiciones político-sociales de Manuel Sacristán. Se suscitaron así varias preguntas que trataban de precisar algunas de sus posiciones innovadoras. Más tarde, en la comida correspondiente, me tocó ser testigo de una cierta controversia entre los profesores Salvador López Arnal y Pedro Marset, eurodiputado y director de la revista Utopías-Nuestra Bandera. El profesor López Arnal, en la línea de la revista Mientras Tanto evidenció un catalanismo al borde de la vigente Constitución Española. Pedro Marset mostró su discrepancia, criticando los nacionalismos radicales y exponiendo que era contrario a un federalismo asimétrico. Sólo un federalismo simétrico es plenamente democrático. Pablo Huerga y yo, sentados junto a ambos profesores, seguimos con gran atención su controversia y nos pronunciamos a favor de los planteamientos de Pedro Marset. Ello demostró que, incluso en actos complementarios, como sus necesarias comidas las conversaciones podían revestir un alto interés.

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La vigésimo segunda ponencia desarrollada en El Congreso de Zaragoza, tuvo por título «La Ciencia en la subsunción real» y su autor fue el profesor Pablo López Cantó, de la Universidad de Zaragoza. Según el profesor López Cantó.

«No hay un sentido en-sí de la ciencia. Tal y como demostrase Louis Althusser, ésta no es sino un proceso de producción de conocimientos sin sujeto ni fines. Pensar su función social, pasa por lo tanto, hoy como ayer, por entender la sobredeterminación que la relación capital le impone, por el lugar que ocupa en el interior del sistema de producción de plusvalor. Es esta perspectiva la que permite comprender el papel central que ha venido a jugar. El periodo de la subsunción real que Marx teorizase en el Capítulo VI inédito de El Capital y que constituye nuestra más acuciante actualidad, deja entrever las razones por las cuales el trabajo científico se ha hecho dominante frente a otros tipos que se han devaluado irremisiblemente. Es desde aquí, que consideramos que la responsabilidad política del científico se ha visto incrementada. Qué formas de lucha se han de aplicar es la pregunta que necesariamente surge de nuestras consideraciones.»

Mucho nos sorprendió esta ponencia por su explícito althusserismo. Lo que hubiese sido habitual hace treinta años, se hizo excepcional en el año 2001. Sin embargo no podemos por menos que estar de acuerdo con su conclusión de que el trabajo científico se ha hecho dominante en este último periodo y que ello ha incrementado la responsabilidad política del científico.

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La vigésimo tercera ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Influencia de John D. Bernal en la historia de la ciencia española» y estuvo a cargo del profesor Pedro Marset, de la Universidad de Murcia. Según el profesor Marset, definiendo los objetivos de su ponencia,

«El objetivo de este trabajo es averiguar el uso que los historiadores de la ciencia española han hecho, en su actividad científica de las ideas de John D. Bernal.
Método. Se han vaciado todos los artículos de científicos españoles, publicados en las tres revistas de historia de la ciencia de mayor incidencia, Asclepio (originariamente Archivos Iberoamericanos de Historia de la Medicina) desde su primer número, en 1949, Llul, también desde su primer número de 1977, y Dinamis asimismo desde su primer número de 1981, de la misma manera, se han escogido las Actas de los Congresos de la Sociedad Española de Historia de la Medicina desde el primero de 1963, y los de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, también desde el primero de 1980, así como el I Congreso de Teoría y Metodología de las Ciencias, de 1982, y los Simposios de Enseñanza e Historia de las Ciencias.
Resultados. En los más de 4.000 artículos revisados, con un volumen de más de 100.000 referencias, sólo en 14 trabajos se han encontrado citas de la obra de Bernal. Estos trabajos se extienden, desde el primero de la revista Asclepio, en su volumen 26-27, correspondiente a los años 1974 y 1975, hecho por Diego Ribes Nicolás, de Valencia, en un artículo sobre la filosofía de la ciencia entre Imre Lakatos, hasta el último en la misma revista, en su volumen 52, correspondiente al año 2000, por Francisco López Muñoz y Cecilio Álamo, de Madrid, en un artículo sobre el Tratado del hombre: en versión cartesiana de la neurofisiología del dolor. Los otros doce artículos, han aparecido en sucesivamente, las Actas del I Congreso de la Sociedad Española de Historia de la Ciencia, 1980 (Manuel Valera y Pedro Mirset, Murcia) Dynamis, 1981 (Pedro Marset, Manuel Valera y Carlos López Murcia) l. 1982 (Joaquín Fernández, Alberto Gomis, Francisco Pelayo, Francisco Javier Puerto) Madrid. Llul, 1983 Manuel Valera, Murcia) Actas del III Congreso Sociedad Española de Historia de las Ciencias, 1988 (Manuel del Pino Berenguel, Madrid). Actas II Simposio de Enseñanza e Historia de las Ciencias, 1988 (F. Alonso Conde, José A. López Cancio, Las Palmas, en las mismas Actas II Simposio de Enseñanza e Historia de Las Ciencias, 1988 (Pedro López Cuesta y Rosa Codina, Barcelona, Actas V Congreso de la Sociedad de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, 1991 (Nuria Collo i Roig, Barcelona, Llul, 1991 (Ernest Sánchez y Sancho, Valencia, Llul, 1993 (Mariano Hormigón, Zaragoza) Actas del VI Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, 1998 (J. M. Núñez, J. Serrat, Montamu, Barcelona), y en el mismo VI Congreso, 1998 (José Manuel Sánchez Ron, Madrid.)
Comentarios: Se puede afirmar, sin ningún genero de dudas, que la influencia directa de la obra de John D. Bernal en el trabajo histórico de los científicos españoles es escasa. Ello no quiere decir que no exista un influencia genérica de naturaleza marxista, o dialéctica, en un sentido amplio de la palabra (Khun, Lakatos, &c.) vinculada de una u otra forma al III Congreso Internacional de Historia de las Ciencia y de las Tecnologías de Londres, de 1931, como de la propia obra de Bernal. Las menciones realizadas expresan una clara conciencia de la relación mutua entre ciencia y sociedad, en cada época histórica y en cada ámbito geográfico socio-político. También se puede suponer que, excepto en un caso, estas citas expresan un compromiso político de los autores, en el campo de la izquierda, reflejando la orientación progresista de la Sociedad Española de la Historia de las Ciencias y de las Técnicas. Igualmente, es de destacar la mayor presencia de autores pertenecientes al campo de la historia de la ciencia que del campo de la historia de las ciencias socio sanitarias.
Conclusiones: A pesar de existir un contexto general favorable a la interpretación social de la ciencia, en el trabajo histórico español, la influencia directa de la obra de John D. Bernal fue escasa.»

La ponencia del profesor Pedro Marset, resultó muy interesante, ya que supuso un gran trabajo el rastrear, entre las publicaciones españolas de historia de la ciencia, la influencia directa o indirecta de las concepciones del profesor John D. Bernal. Tal trabajo mereció la pena, ya que, aun evidenciando la escasez de la influencia directa, la influencia indirecta proporcionó excelentes resultados.

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La vigésimo cuarta ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, resultó sumamente interesante. Su título fue «Ciencia y guerra, una reflexión sobre la batalla de Inglaterra (septiembre de 1940)». Tal interés se derivó del hecho de que la batalla aérea de Inglaterra resultó decisiva para impedir la invasión de Gran Bretaña por los nazis y así se imposibilitó que se consolidase el dominio germánico de Europa. Su autor fue el profesor Roberto Martínez Ballarín, del SEHCTAR de Zaragoza. Según el profesor Martínez Ballarin,

«El presente trabajo enfatiza el equilibrio entre Gran Bretaña y Alemania, a comienzos de la II Guerra Mundial, para desarrollar seguidamente la interacción entre los intentos decisivos en la Batalla de Inglaterra: radar, criptografía y sistema de bombardeo de precisión. La reflexión se centra en torno a la susodicha interacción y en torno al fenómeno de lo que daría en llamarse Big Science con objetivo definido ganar la guerra.»

Por nuestra parte, intervinimos con amplitud en el coloquio, ya que siempre nos había interesado mucho el tema de la Batalla de Inglaterra, sobre la cual habíamos leído mucho e, incluso, visionado varias veces una excelente película con el mismo título. Por ello, en mi intervención en el coloquio entré en diversos aspectos del tema. Como por ejemplo, la utilización, por los británicos del radar que permitió multiplicar la eficacia de los cazas británicos y compensar su inferioridad numérica. También fue relevante la superioridad técnica de los modelos de caza británicos –los Hurricane y _Spitfire_– frente a su homólogos alemanes. Igualmente fue importante el error estratégico cometido, por el Alto Mando alemán al abandonar el ataque de los campos de caza británicos para dedicarse a bombardear masivamente la ciudad de Londres. Todo ello como represalia de algunos bombardeos de Berlín realizados por los aviones «Mosquito» británicos. La técnica del bombardeo de precisión no fue suficientemente dominada por la Luftware. La criptografía no fue muy relevante en la Batalla aérea de Inglaterra, al contrario de lo que sucedió en la Batalla del Atlántico. En cambio, tuvo gran relevancia, la habilidad, el espíritu de sacrificio y el entusiasmo de los pilotos de caza británicos inmortalizada en la famosa frase de Winston Churchill: «Nunca en la historia de los conflictos humanos tantos debieron tanto a tan pocos.»

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La vigésimo quinta ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Corrientes de opinión sobre EE.UU., en la divulgación científica española en el cambio del siglo XIX al XX: El caso del _Madrid científico_» y estuvo a cargo de la profesora María Ángeles Martínez García, de la Universidad de La Rioja. Según la profesora Martínez García,

«Las revistas de divulgación científica revisten gran interés no sólo por permitir el seguimiento y desarrollo histórico de distintos temas científicos sino también por hacerse eco de los problemas científicos, tanto nacionales como internacionales, y recoger opiniones acerca de los mismos. Algunos artículos de los últimos años del siglo XIX de Madrid científico, con títulos sugerentes como «Extravagancias yankees», «Cómo se divierten los norteamericanos», «España y los EE.UU.» o «Las fuerzas navales de España y los EE.UU.», nos llevan a hacer un estudio sobre las ideas que acerca de los EE.UU. aparecen plasmadas en esta revista durante el cambio de siglo del XIX al XX, una época muy especial para nuestro país en la cual se produciría la pérdida de las colonias americanas y lo sumiría en una gran crisis ideológica.»

Nuestra intervención en este tan actual como interesante coloquio, estuvo en la línea de nuestro trabajo «La multidimensionalidad de 1998» que, como conferencia desarrollé, en el centenario de dicha fecha, en un curso organizado por el Colegio de Doctores y Licenciados de Oviedo.

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La vigésimo sexta ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Historia de la minería del carbón. Olvido del entorno social» y estuvo a cargo de don Emilio Menéndez Perea, de ISTAS-CCOO (Madrid). La ponencia comenzó precisando:

«La extracción de carbón en España ha seguido causas caóticas, tanto en sus aspectos sociales como empresariales, hasta llegar al momento actual en el que se avanza en el cierre de las explotaciones mineras sin reflexionar sobre los dos problemas: independencia energética de nuestro país y la solución del futuro social de las cuencas mineras.
El inicio de la minería del carbón en el siglo XIX, no contó en paralelo con una estructura del transporte adecuada que hiciera que nuestro combustible fuera competitivo con el carbón inglés. Así el carbón se concibe como un recurso para los periodos de autarquía, con un esquema de beneficio a corto plazo, con bajo nivel de inversiones y sin la atención adecuada de la población minera.
La minería del carbón, aparte de la incidencia de los accidentes y de las enfermedades de sus trabajadores, ha deformado la estructura social de las cuencas, ha provocado emigraciones y no ha dejado esquemas de continuidad. Este ha sido un problema general en Europa, aunque ha habido países, como Francia, que han sabido dar soluciones con buen nivel de componente social.
En la Dictadura del general Franco, el carbón volvió a ser el recurso autóctono que permitió obtener fertilizantes y electricidad. La producción de electricidad engendró grandes beneficios, que procedían básicamente de las cuencas de lignitos de Coruña y Teruel, esos excedentes fueron los que taparon en la década de los ochenta el agujero de la industria nuclear catalana.
En los años ochenta se hicieron esfuerzos tecnológicos significativos para conseguir el uso limpio de los carbones de Teruel que son el recurso energético fósil más abundante de nuestro país. Todo ese trabajo se ha paralizado, como un ejemplo más de nuestra falta de orden y rigor en lo que respecta a la minería del carbón.»

La exposición de esta ponencia resultó muy útil para comprender las contradicciones de diversa índole, que se dieron en España en el campo de la minería del carbón. Especialmente, en Asturias. Tales contradicciones dieron lugar a una sobrexplotación de la mano de obra que, como reacción natural, convirtió al proletariado asturiano en el destacamento de vanguardia del proletariado español durante los conflictos sociales que el franquismo exacerbó. Por otra parte, la solución del problema que se pretendió provocar mediante la creación de HUNOSA, lejos de lograrlo lo agudizó, ya que HUNOSA no fue otra cosa que una nacionalización de las pérdidas ocasionadas por las bajas inversiones empresariales. Las reconversiones posteriores han conducido a la casi total liquidación de la industria minera, con los graves riesgos que ello supone para las reservas estratégicas energéticas de España y la depauperación social que ello produce, insuficientemente compensado por las altas pensiones de las jubilaciones anticipadas.

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La vigésimo séptima ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «J. D. Bernal y la influencia de la artillería en la historia social de la ciencia» y estuvo a cargo del profesor J. Navarro Loidi de IBD de Guipúzcoa. El profesor Navarro comenzó precisando:

«Esta comunicación trata de analizar el papel que según J. D. Bernal tuvo la artillería en la sociedad europea al final de la Edad Media durante la Revolución Científica. En La Historia Social de la Ciencia estudia su influencia en la forma de hacer la guerra, en la aparición de los Estados modernos y en el desarrollo del colonialismo, junto a su importancia en el desarrollo de la química y en la balística. En The extension of Man insiste, en particular, en este último aspecto. Hoy en día resulta sorprendente que no se subraye el papel que jugó la artillería en la aparición de la fortificación abalartuada y las consecuencias que tuvo ésta en la evolución de la arquitectura y del urbanismo. Una posible explicación de eso, es que le influyera la experiencia de su propio país, Inglaterra, que por ser isla y por su superioridad naval, no necesitó construir muchas plazas fuertes, como otros reinos. Sin embargo, en Italia, los Países Bajos, Francia o España, la fortificación, y la creación de un cinturón de plazas fuertes, fue una consecuencia de peso de la aparición de los cañones, que condicionó la economía del país y la vida social de muchas villas fronterizas. Además para el reino de España la fortificación junto con la industria nuclear catalana.
En los años ochenta se hicieron esfuerzos tecnológicos significativos para conseguir el uso limpio de los carbones de Teruel que son el recurso energético fósil más abundante de nuestro país. Todo ese trabajo se ha paralizado, como un ejemplo más de nuestra falta de orden y rigor en lo que respecta a la minería del carbón.
Además para el Reino de España la fortificación junto con la náutica, fue muy importante en la popularización y el avance de las matemáticas, sobre todo de la geometría, y ayudó a que se introdujeran los nuevos descubrimientos científicos y técnicos, en los siglos XVI y XVII.»

En el coloquio que originó esta ponencia, intervinimos ampliamente, tanto debido a que nuestro trabajo «Guerras mundiales y globalización», de próxima publicación en la revista Ábaco, de Gijón, expongo la importancia que las guerras han tenido en el desarrollo de la ciencia y de la técnica como, ya más concretamente respecto a la artillería, explico en mi trabajo «el arco de fuego», publicado en la revista El Basilisco sobre la batalla decisiva de la II Guerra Mundial. En tal artículo expongo:

«VI. Artillería y lógica formal. Un factor que junto a los carros de combate soviéticos T-34 y K. V. I. contribuyó mucho a la victoria soviética en la batalla de Kursk, fue la artillería. Tradicionalmente, la artillería había sido siempre un elemento esencial en los ejércitos rusos, como lo demuestra su utilización por los generales Suvorov y Kutusov en sus campañas contra los ejércitos napoleónicos, el interés por la artillería se acrecentó mucho en la URSS, cuando Stalin se impuso como dirigente supremo del Partido y del Estado. Stalin consideraba a la artillería como «reina de las batallas». Esta preferencia de Stalin por el arma artillera, tuvo su reflejo en un debate sobre la lógica formal que se desarrolló en la URSS durante la década del 30. El dogmatismo que en aquella época se sufría en la URSS, no sólo se reflejaba en el denominado DIAMAT sino que también se manifestaba en la discutible tesis de Stalin sobre «la agudización de la lucha de clases a medida que se edificase el socialismo.» Este subjetivismo de clase, condujo a la tesis barroca de la existencia de «dos ciencias»: la «ciencia burguesa» y la «ciencia proletaria». Ante los perjuicios que ello originó para el desarrollo de la ciencia y la cultura soviética, le correspondió, sin embargo, a Stalin –al menos parcialmente– el mérito de iniciar el viraje corrector. En 1950, intervino en un debate sobre la lingüística y sentó el principio de que «sin el enfrentamiento de opiniones y la libertad de crítica la ciencia y la cultura no pueden desarrollarse.» Stalin consideraba errónea la tesis del filólogo soviético N. I. Marr, y sus discípulos, que establecían una determinación clasista del lenguaje y lo integraba como un elemento de la superestructura. Su crítica se extendió también a otros elementos formalistas y «prolecultistas» que pretendían que las leyes y formas del pensamiento, estudiadas en la lógica formal tenían igualmente un contenido clasista, al constituir un elemento de la superestructura. A juicio de Stalin, con tales posiciones, se incurría en una interpretación vulgar del principio de la posición partidista (partijnost), en la ciencia, que trataba con el mismo patrón a las ciencias teóricas de la sociedad –ciencias sociales como la economía política, la sociología &c. que por su naturaleza están conectadas con una clase determinada– y otras ciencias que no están ligadas a una clase determinada sino que son utilizadas por diferentes clases sociales, pues no pertenecen a la superestructura sino que representan a fenómenos sociales ligados directamente –sin mediación de la base– con la producción. El debate sobre la lógica formal se desarrolló en la URSS promovido por algunos teóricos marxistas que pretendían sustituirla por la lógica dialéctica. En el transcurso del debate intervino Stalin, a quien se atribuye haber defendido la lógica formal, entre otras razones, por la relevancia que ésta tenía para el desarrollo de la artillería. La importante función que la artillería soviética desempeñó en la batalla de Kursk, confirmó el acierto de Stalin se atribuye haber defendido la lógica formal, entre otras razones, por la relevancia que ésta tenía para el desarrollo de la artillería. La importante función que la artillería soviética desempeñó en la batalla de Kursk, confirmó el acierto de Stalin en cuanto a la relevancia que la relación lógica formal-artillería tuvo en el desenlace victorioso de tan decisiva batalla de la II Guerra Mundial. (José María Laso Prieto, desarrollo del término Stalin en el Diccionario de Filosofía Contemporánea, coordinado por Miguel Ángel Quintanilla. Editorial Sígueme, Salamanca 1976, páginas 463-464.)»

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La vigésimo octava ponencia o comunicación desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Historia de la Ciencia de la Administración («Management Science») e Historia del Capitalismo». De tal ponencia eran coautores los profesores Javier Navascués, José Guadix; Miguel Gutiérrez y Sergio López, de la Universidad de Sevilla. La desarrolló oralmente el profesor Javier Navascués. Comenzó precisando:

«Se llama Ciencia de la Administración («management science») a un conjunto heterogéneo de los modelos, técnicas y supuestos teóricos-prácticos que, en general, tienen como sujeto al empresario, la empresa y sus actividades. Su carácter científico y su separación de otras ramas del conocimiento: (economía, sociología, cibernética, psicología, matemática aplicada...) son problemáticos. La carga ideológica que soporta es indiscutible. Pero igualmente indiscutible es su existencia real y la influencia que ha tenido en configurar de forma concreta tanto las relaciones sociales de producción como la evolución del sistema capitalista. Historiadores económicos, como Chandler y otros, han mostrado cómo la «organización», ha jugado un papel tan relevante, o más, como la «tecnología» en la historia de la empresa capitalista y, por tanto, del conjunto del sistema.
Analizando la evolución histórica de la Ciencia de la Administración, en paralelo con el modelo empresarial dominante, es posible desentrañar la relación dialéctica entre ambas y con los procesos sociales más generales, y su manifestación en lo interno de la empresa. Los esquemas de la escuela regulacionista explícitamente hacen referencia con los modelos «taylorista», «fordista»... a esta relación.
En esta ponencia se intenta profundizar en los avances concretos que se han ido produciendo en esta ciencia de la Administración y su aplicación, en cómo se han dado respuestas a los problemas de la empresa capitalista, se ha ido planteando en cada momento histórico y cómo, a su vez, han ido conformando el desarrollo posterior. Dado que el conflicto social ha estado presente en todo momento, se intenta relacionar con éste así como el papel jugado por el componente ideológico.
Para ello, se parte de un debate preliminar sobre el carácter científico de este conjunto de conocimientos y sus relaciones con otras ciencias. Se sigue con un esquema de las diferentes escuelas y tendencias del «management science». Su énfasis, puntos de encuentro, y críticas mutuas y externas. Este esquema se intenta contextualizar históricamente en los términos antes señalados. Se concluye con una discusión sobre neutralidad o no de estos conocimientos desde la perspectiva de un orden social justo.»

Esta ponencia resultó muy interesante por la casi novedad de su tema. Salvo algunos trabajos pioneros del profesor Alejandro Nieto, apenas se han abordado en España los problemas administrativos que suscita y resuelve el desarrollo del sistema capitalista. En ese sentido, como subrayé en mi intervención en el correspondiente coloquio, la aportación de los profesores sevillanos con su ponencia, nos permitió profundizar mucho más en el tema.

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La vigésimo novena ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «La llamada oposición de izquierda en el comunismo. Izquierda Comunista (ICE) y su aportación al proceso científico de las ciencias sociales y políticas» y estuvo a cargo del profesor Juan Ortega de Rebel (Zaragoza). El profesor Ortega, sintetizó así su aportación:

«La aportación política y científica, en el campo de las ciencias sociales de la llamada Izquierda Comunista, durante la II República, así como en los años anteriores, es posiblemente uno de los aspectos menos estudiados de este periodo histórico, debido, entre otras causas, a la escasa investigación debido a las circunstancias de la represión política acaecida hasta 1975, en este Estado, y a la complejidad del problema que supone tratar de un asunto tan minoritario, como al de atender a qué dijeron e hicieron un grupo de no más de varios centenares de personas que además gravitan en la figura de un político, militante y vilipendiado luchador antifascista y revolucionario, como fue Andrés Nin.
Esta comunicación, se propone estudiar de forma genérica, el discurso y la aportación, en el contexto del movimiento obrero, y del análisis materialista, de la ICE, desde sus orígenes materialistas y bolcheviques, emanados desde la oposición de izquierdas y de las simpatías por Trotsky que unos cuantos militantes fueron adquiriendo hasta la fusión de la ICE con el Bloc Obrer y Camperol (BOC), el partido con el cual se creó en 1935 el Partido Obrero de Unificación marxista (POUM), más conocido que los anteriores aunque a años de luz de otros actores más investigados por las versiones clásicas de la guerra civil. El problema de la investigación histórica es reseñable, pues salvo obras de hispanistas británicos, como Fraser o Bolloten, el resto de los investigadores, que atendieron al bando republicano, no han prestado excesiva atención al papel del POUM, y por supuesto, de sus formaciones previas en los tiempos de la República. Aquí se pretende, de esta forma, señalar la importancia que, en el transcurrir de los acontecimientos, de las minorías ideológicas como ésta: los trotskistas españoles, que además conforme pasaron los años dejaron de serlo, para incidir en lo esencial de atender a dos aspectos que van unidos: el discurso y el transcurso de los acontecimientos.
El itinerario que se seguirá será, de esta forma, cronológico, para atender, en cada momento, a la producción social y científica, y por otro lado, a su calado e influencia en el movimiento obrero y en la sociedad del momento. Los años, desde el final de los años veinte hasta la represión del POUM acontecida en 1937, son por lo tanto los de la gran ebullición política, social y bélica, en nuestro Estado.»

Esta ponencia también resultó muy interesante ya que, hasta cierto punto, contribuyó a llenar una laguna que existía en la bibliografía sobre la izquierda radical durante la II República Española y la guerra civil.

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La trigésima ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «La paradoja de Bernal» y estuvo a cargo del profesor Mario H. Otero, de la Universidad de la República, Uruguay. El profesor Otero resumió su ponencia en los siguientes puntos:

«1. La historia de la ciencia tradicional, luego profesionalista, con tesis idealista. 2. La historia de la ciencia durante la guerra fría. 3. Valoración del periodo: Conant, Kuhn y Bernal. 4. Las propuestas historiográficas de Kuhn, Thackeray y Lecourt. 5. El planteamiento de Bernal sobre la ciencia pura: la llamada paradoja de Bernal. 6. Las razones de la escasa consideración de Bernal por las matemáticas del siglo XIX. Falta de investigación de dicho periodo, en su época, y necesidad actual de desarrollar el tema de las relaciones de la matemática pura con las demás ciencias y con la producción: 1) A la luz de las investigaciones recientes, 2) En la línea del trabajo de Bernal. 7. El dominio del neohumanismo en Alemania. 8. Relaciones matemáticas pura-desarrollo científico-industrial hacia fines del XIX. 9. La situación en los países centrales. 10. Persistencia de la matemática pura especialmente en los países periféricos.»

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La trigésimo primera ponencia del Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Presencia de la mujer en revistas científicas. El _Journal of Personality and Social Psychology_» y estuvo a cargo de la profesora Elena Quiñones Vidal, de la Universidad de Murcia. La profesora Quiñones, comenzó por precisar:

«La presencia y visibilidad de las mujeres en el campo científico es menor que la presencia masculina. Remitimos a los datos consignados por la Asociación de Mujeres Científicas (M. Nash, 2000). En las revistas científicas, se observa una menor presencia de artículos firmados por mujeres a todos los niveles –incluso geográficos– y salvando los porcentajes comparativos de inclusión. Esto ocurre incluso en aquellas áreas de especialización, donde han sido y son mayoría. En Psicología, el Campo Clínico ha sido una parcela ocupada mayoritariamente por mujeres, tanto en lo que concierne tanto a la práctica profesional como científica. Sin embargo, en un análisis bibliométrico realizado sobre una de las revistas más prestigiosas y más antiguas –se publica desde 1965– de la Clínica, el Journal of Personality and Social Psychology, su visibilidad es escasa, y desde luego se encuentra ausente de las listas de autores más productivos, de los puestos directivos de la revista y de los «Colegios Invisibles» que éstos constituyen. En el presente trabajo se analizan algunas de las posibles causas que han contribuido a ese hecho.»

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La trigésimo segunda ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Mujer y periodismo en la U.E. Mediterránea» y estuvo también a cargo de la profesora Elena Quiñones Vidal, de la Universidad de Murcia. La ponente, comenzó señalando:

«Las periodistas mujeres no difieren en su tasa de empleo de otras mujeres universitarias que ocupan puestos directivos en otras profesiones, es superior a la proporción de mujeres directivas en empresas periodísticas. Los procesos de adscripción de mujeres periodistas a niveles de responsabilidad no experimentan variedades entre los países de la U.E. Mediterránea. La discriminación de las mujeres periodistas, es la consecuencia de la existencia de una jerarquía profesional existente, que han creado los periodistas hombres. La maternidad tiene una menor incidencia sobre la actividad laboral en los niveles de instrucción más altos, sin embargo, los periodistas se casan menos, se divorcian más y tienen menos hijos. El periodismo de mujeres, en el área mediterránea, se inicia con diferentes objetivos: en Italia surge de los principios independentistas; en Francia con los ideales revolucionarios, en Grecia con los ideales emancipadores de la cultura tradicional y en España con presupuestos ideológicos de las clases religiosas conservadoras. Progresivamente y en función de la consecución de objetivos políticos e ideológicos –sufragio, divorcio, &c.– el periodismo para mujeres, se va diferenciando entre un periodismo «femenino» y otro de mujeres para mujeres en periódicos 'generalistas'».

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La trigésimo tercera ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «La ignorancia arrogante: Notas sobre el eurocentrismo en la historia de las matemáticas». Estuvo a cargo del profesor Ángel Ramírez Martínez de SEHCTAR (Zaragoza). Según el profesor Ramírez Martínez,

«Los tópicos al uso quieren el nacimiento de las matemáticas en Grecia, un periodo oscuro posterior y unos sabios islámicos a los que la Historia asignó el importante pero secundario y no creativo papel de meros transmisores del saber griego a la única tierra fértil donde podía realmente dar frutos. Kline lo afirma así, sin ningún recato. «Con el declive de la civilización griega, la planta permaneció en estado de latencia durante mil años... hasta que fue transportada a Europa propiamente y una vez más implantada en suelo fértil».
Una versión un poco más moderada, admite también las aportaciones egipcias y mesopotámicas. Pero independientemente de las culturas que finalmente se acepten, como dignas o no de formar parte del glorioso Olimpo de la creación matemática, interesa resaltar un aspecto cualitativo: el aurocentrismo, como se descubre en la cita de Kline, se fundamenta en la asunción axiomática de una superioridad intelectual.
Esta superioridad se justifica desde el interior de las propias matemáticas por la aceptación, también axiomática, de la ideología oficial vigente a lo largo del siglo XX, sobre lo que son y no son matemáticas: o la presentación de los resultados se adapta a una estructura guiada por la Lógica formal, empleando además un simbolismo suficientemente desarrollado, o no hay matemáticas. J.D. Bernal calificó de ignorancia arrogante la actitud de los eurocéntricos historiadores occidentales.»

El coloquio sobre esta ponencia, se centró en la posibilidad de equilibrar la crítica sobre un desmesurado etnocentrismo cultural, que todavía se manifiesta en algunos casos, con una reivindicación de la singularidad de la filosofía y matemática helénicas, aunque haya también reconocer las aportaciones que a ésta realizaron egipcios y mesopotámicos.

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La trigésimo cuarta ponencia, o comunicación desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Nosotros que tanto hemos querido a Bernal» y su autor fue el profesor Ángel Requena Fraile, de San Sebastián de los Reyes (Madrid). El profesor Requena Fraile comenzó así:

«Con el título de Tres hombres y una mujer se proyectó en España la película de Ugo Betti cuyo título original era Nosotros que nos habíamos querido tanto. La presencia de Vittorio Gasmann y de Stefania Sandrelli eran el atractivo para una cinta que narraba el reencuentro de tres partisanos veinticinco años después. La deliciosamente amarga comedia fue, en una España que se asomaba a la libertad y en cuya agenda no se podía encontrar que los sueños ¿sueños son?
Sin darnos cuenta, una parte de nuestra vida se ha convertido en historia, y la memoria personal alberga zonas de luces y sombras que se abren camino para manifestarse.
La década de los setenta, fue en nuestro país la del más amplio debate del papel de los científicos e ingenieros en la sociedad. En el mismo año que muere J. D. Bernal se publica el número XXVII Extraordinario de Cuadernos para el diálogo (Octubre de 1971), Ciencia, Técnica e investigación en España. Es de destacar el artículo del ingeniero industrial Eugenio Triana, dirigente entonces del PCE, sobre «La revolución científico-técnica y su desarrollo en España». En este artículo se encuentran sintetizado el armazón teórico que va a caracterizar una época. Radovan Richta y John Bernal son leídos con avidez por una generación de técnicos que encuentran en estos autores razones para atinar sus objetivos personales con los generales.
El centralismo de Madrid, donde se encuentran todas las Escuelas de Ingenieros, los Colegios Profesionales y la residencia y trabajo de la mayoría, hacen de la capital el mejor observatorio. Con el artículo de Carlos Rodríguez, «Hay que actualizar la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura», publicado en el número de Marzo/Abril de 1980 en la revista teórica del PCE Nuestra Bandera, se puede considerar que termina la Edad de Oro del bernalismo en España. Cinco ediciones de Historia Social de la Ciencia (la edición mejicana de Gortari fue más respetuosa y se tituló La ciencia en la historia) unidas a la publicación de varios libros como La libertad de la necesidad o La proyección del hombre. Historia de la física clásica son testigos de una inquietud y de un fuego cuyos rescoldos están todavía presentes. Está dedicada esta comunicación a estudiar el impacto de la obra de J. D. Bernal en la transición de la dictadura a la democracia y a poner de manifiesto el papel del «movimiento de técnicos» en la lucha por las libertades.»

En el coloquio de esta comunicación, profundizamos en el contexto histórico en que se produjo el mayor impacto del bernalismo en España. Y ello estuvo muy en consonancia con el merecido homenaje a J. D. Bernal que constituyó el Congreso de Zaragoza.

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La trigésimo quinta ponencia desarrollada en El Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Los físicos del siglo XX y el pecado». Su autor fue también Ángel Requena Fraile, de San Sebastián de los Reyes (Madrid). Según esta ponencia,

«La bomba atómica, las explosiones de Hiroshima y Nagasaki enmarcan un antes y un después en la posición de los físicos del siglo XX, y en la historia de los limites éticos de toda investigación científica. Fue el mismo padre de la bomba –Robert Oppenheimer– quien activó la expresión «Los físicos han conocido el pecado», tras el éxito del proyecto Manhattan.
La actividad bélica ha desempeñado –para vergüenza de la humanidad– siempre un papel básico en el progreso tecnológico. Unas veces el propio origen de la innovación técnica ha sido militar y otras han sido aplicaciones posteriores en actividades materiales diferentes, pero en este último caso se buscaba una aplicación guerrera. El «homo faber» es creador de herramientas y las armas son una de las principales.
Los artificios puestos en marcha para la defensa de Siracusa, por Arquímedes, son una anticipación de la aplicación del pensamiento al «arte» de la guerra. La Ciencia griega era contemplativa pero podía no serlo. La revolución científica del siglo XVII, debe mucho a los artesanos, desde entonces ciencia y técnica van estrechamente entrelazados. O van estrechando sus lazos. El siglo XX ha sido el de la explosión científica; en él se han alcanzado las mayores tasas de crecimiento en la curva de campana que registra el número de investigadores o los recursos dedicados a la ciencia. Tanto la investigación básica, como la aplicada se han desarrollado a ritmo frenético y deben mucho de su crecimiento a los resultados alcanzados en la II Guerra Mundial. Será después de esta II Guerra Mundial, cuando se planteen con una crudeza que no tiene comparación, la responsabilidad del hombre de ciencia: al pecado sigue el arrepentimiento y las dudas, y, para algunos, el intento de redención. J. D. Bernal se encontrará entre los científicos redentores, y no por ingenuidad, sino como opción de responsabilidad libremente asumida. Otros investigadores colaborarán en la tarea común de crear un movimiento de científicos que influya ante los gobiernos para hacer el mejor uso de la ciencia: el desarrollo de la capacidad liberadora.
El desarrollo de la física alemana y el uso que podía darle el III Reich fue determinante para que los científicos colaboraran sin descanso en una carrera cuyas consecuencias podían por primera vez acabar con la vida en el planeta. Tras la guerra se rompe el consenso. A exponer las distintas actividades de los físicos durante la guerra fría, está dedicada esta comunicación.»

Esta fue una muy interesante comunicación. Lamentablemente, al desarrollarse al final del Congreso, muchos de los problemas que en ella se suscitan habían sido ya debatidos en coloquios anteriores.

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La trigésimo sexta, desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «From salvation to organization: The shaping of the comunist ideal in Britain 1930-1939». Su autor fue el profesor Edwin A. Roberts del Departamento de Ciencia Política de la Universidad del Estado de California, Long Beach, EE.UU. Comenzó precisando:

«Es un tópico común actualmente, que en este periodo que el historiador Robert Brenner denominó con los término de «Las economias de una turbulencia global» para los pensadores de izquierda de lamentar el hecho de que, a pesar de un gran oposición, emergieron de nuevo las normas de un capitalismo global, a pesar de que muchos de tales pensadores echasen de menos la falta de una coherente visión del mundo más allá de tal crisis. Ello lleva a plantearse algunos problemas acerca de cómo las visiones postcapitalistas se fueron formando a través del desarrollo. Esta ponencia quiere volver atrás a otro periodo de la crisis capitalista de los años treinta y explorar cómo una generación de influyentes intelectuales de la Gran Bretaña se inclinaron por el ideal comunista como un medio para buscar una solución a la crisis de su tiempo.
Los años 30 en Gran Bretaña, han sido con frecuencia calificado como los años de la Década Roja y ello como una consecuencia del periodo de depresión económica y confusión política que movilizaron a una parte considerable de la clase obrera y de la intelectualidad a inclinarse decisivamente hacia la izquierda. Incluso un sector creativo de la clase media comenzó a inclinarse hacia el comunismo como un movimiento y como una teoría, mediante la reciente apertura de los Archivos del Partido, muchos trabajos interesantes se han realizado sobre el desarrollo del Partido Comunista Británico como movimiento. Aun así quedan todavía por realizar muchos trabajos que se desarrollen en el campo del pensamiento comunista británico.
Esta ponencia se centra especialmente en la visión del comunismo que los intelectuales británicos lucharon por articular en la década del 30 del siglo XX. Por lo que se vio tal comunismo atraía a muy diversos tipos de pensadores que tenían diversas concepciones de lo que el comunismo debía ser. Ello incluía a disidentes laboristas, que buscaban una vía de salvación ya que consideraban que el ideal socialista había sido traicionado por el Partido Laborista. Incluía también a numerosos intelectuales ex-liberales que buscaban en el comunismo un realismo político que debía de reemplazar a la que consideraban una civilización decadente. Asimismo incluía a un grupo de escritores y poetas que soñaban en el comunismo como una versión estética de liberación, y, finalmente, incluía asimismo a un sector clave de científicos, tales como el profesor John D. Bernal, que encontraba en el comunismo un laboratorio organizado de inteligencia creativa. Como resultado de este fermento de ideas se desarrolló una coherente y cohesiva Escuela de Pensamiento Marxista en Gran Bretaña.»

Esta ponencia sintetiza muy bien las causas que impulsaron el desarrollo del marxismo en la Gran Bretaña.

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La trigésimo séptima ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Privilegios de invención. Patentes y marcas en el secreto industrial en la fabricación de medicamentos» y su autor fue el profesor Raúl Rodríguez Nozal, de la Universidad Complutense de Madrid. Según el profesor Rodríguez Nozal,

«Los legisladores europeos comenzaron a interesarse por las patentes durante el primer tercio del siglo XIX; en algunos países, como Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, incluso con anterioridad. En España, el primer texto legal en el que se abordan éstos se remonta a 1811. Con anterioridad a esta norma, la protección al inventor en nuestro país se ejecutaba a través de Reales Cédulas de privilegio de invención, concesiones reales, emitidas a título individual y sometidas a la arbitrariedad propia del Estado del Antiguo Régimen, con lo que nunca se gozaba de un auténtico derecho, tan sólo de un privilegio dado por gracia real.
Durante la primera mitad del siglo XIX, los «remedios secretos» tuvieron el mismo efecto legal, a efectos de la propiedad industrial, que el resto de los productos potencialmente patentables. La publicación, en 1885, de la Ley Orgánica de Sanidad, cambió sustancialmente este panorama; siguiendo la estela dejada por la legislación francesa, prohibía la venta de «remedios secretos» y derogaba «todos los privilegios o patentes que se hubieran concedido para su elaboración o venta», lo que implícitamente se traducía en una prohibición de hecho hacia los medicamentos de patente, una situación que acabaría consolidándose tras la publicación de la ley de propiedad industrial de 1878.
Esta decisión, la de excluir los medicamentos de los procedimientos registrables patentables, no fue privativa de España, no pocos países de nuestro entorno europeo disponían de legislaciones similares, las cuales, en su mayoría, mantuvieron esta cláusula de exclusión. Ante la imposibilidad de amparar la invención farmacéutica por la vía de la patente, se impuso otro modelo de protección: la marca de fábrica. La primera ley española sobre marcas de fábrica, data de 1850; a partir de 1902, a efectos legales, quedarían englobadas todas las suertes de propiedad industrial (marcas, signos distintivos, dibujos y modelos de fábrica, nombres comerciales y recompensas industriales) en un mismo marco regulador.
Al ser la marca registrada el único procedimiento que protegía el secreto industrial, ésta se convirtió, frente a la composición química, el proceso de fabricación, &c. en el único elemento que aseguraba los derechos de invención sobre los medicamentos. Esta situación originó graves problemas en el proceso de dispersión de lo que llevaría a los farmacéuticos del entorno mediterráneo a combatir este tipo de protección industrial.»

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La trigésimo octava ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «Filosofía, Ciencia y Porvenir: Una Cultura de los Valores». Su autor fue el profesor Ángel Rodríguez Sánchez, de la CEU, San Pablo (Sevilla). El profesor Rodríguez comenzó su disertación así:

«Que el desarrollo de las civilizaciones está lleno de vaivenes, más o menos cíclicos, es una idea recurrente en muchos de los teóricos que han reflexionado sobre la historia: Empédocles de Agrigento, Giambatista Vico y un largo etcétera así lo atestiguan. Y la cultura popular también se hace eco de esta idea, cuando habla de lo que genéricamente se conoce como «ley del péndulo» y que no es otra cosa que la imagen gráfica que nos recuerda cómo en la historia, los aciertos conseguidos en una dirección terminan radicalizándose hasta convertirse en errores, lo que culmina finalmente con un acertado cambio de dirección que, desandando lo andado, terminará, sin embargo, radicalizándose erróneamente y así una y otra vez.
Esta concepción que, por ser tan general, seguro que pueden encontrar no pocas excepciones, se presenta en este trabajo más que como un hecho, como una esperanza; en el sentido siguiente: Cuando la cultura ilustrada del siglo XVIII expresaba su confianza en el desarrollo de la razón, apostando por un universo en continuo avance científico-tecnológico, poco podía prever que la separación entre ciencia y humanismo, entre medios y fines, acabaría convirtiéndose en una preocupación para la población humana. La ciencia y la tecnología han introducido indudables avances y ventajas para la vida humana, pero al igual que un instrumento puede usarse para varias cosas, algunos de los usos dados a la ciencia-tecnología se están revelando como perjudiciales: el «sistema» también engendra desigualdades sociales, problemas ecológicos, cultura violenta o bélica, &c. La ciencia y la tecnología discriminan, pues dedican más esfuerzo a unas cosas como la tecnología del armamento, despreciando otras, como la desertización de los países pobres. ¿Cómo ese conjunto de valores puede suprimir una determinada dirección en el orden tecnológico-económico? Mediante un cambio de dirección de los dirigentes que, a su vez, sólo puede tener lugar mediante un aumento de la presión social (traducida en forma de votos) por parte de la ciudadanía. La concienciación del votante, parece, pues, una de las principales claves para el cambio de mentalidad. Y dado que una de las vías de concienciación es la educación, parece entonces claro que el cambio de mentalidad social sólo vendrá a través de un cambio de la jerarquía de valores del sistema educativo. Sólo una intensa «educación para la paz» o una «educación para el desarrollo» pueden provocar un cambio de orientación en ese péndulo.
Por ello los valores para la educación o, si se quiere la educación en valores, es algo que se está convirtiendo en una de las cuestiones centrales del sistema educativo; y en el presente trabajo, constituye una «batería» de recursos concretos que a nivel didáctico, pueden ayudar, en los diversos niveles educativos a la enseñanza de esta cultura de desarrollo y de paz, recursos que son utilizables y, de hecho, han sido llevados al aula, con alumnos de Cuarto Curso de Educación Secundaria Obligatoria; así como con alumnos de Tercer Curso de Magisterio. Esta ponencia parece propugnar, para el cambio necesario de los valores de la sociedad, una actualización de las tesis de la Institución Libre De Enseñanza. También podría lograrse mediante –como preconizaba Gramsci– la conquista de la hegemonía cultural por las clases subalternas.»

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La trigésimo novena ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, tuvo por título «The Marxism of J. D. Bernal». Su autor fue el profesor John Stachel, del Center for Einstein Studies, Boston University, USA. Su resumen sostiene:

«Esta ponencia se va a centrar en la concepción del marxismo que está detrás de los históricos escritos del profesor Bernal, y particularmente La ciencia en la Historia y La función social de la Ciencia. Esta concepción puede compararse críticamente con las propias posiciones de Marx respecto a las ciencias naturales. Las posiciones sobre el marxismo de algunos de los contemporáneos de Bernal especialmente Christopher Caudwell y León Rosenfeld, deben ser también incluidas.»

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La última ponencia desarrollada en el Congreso de Zaragoza, se tituló «Sobre un Congreso de industrialización agraria». Su autor fue el profesor Luis Yranche, de la FIM (Zaragoza). En la ponencia, se sostiene:

«Algunos actos humanos que componen el mundo lingüístico de la Alimentación del sector agropecuario, han sido afectados por modos de producción más generales que las técnicas de intercambio propias de las comarcas que se formaron hace siglos. El modo o grado de productividad que llamamos industria, al interferir con el agro en este caso aragonés, más precisamente cincovillés y referido a los primeros años del XX, habría producido en nosotros esta imagen narrativa o cronológica de un cereal desaparecido.
Actos del mundo labrador, no del todo ya tradicionales, pero no aún industriales –en la economía del campo no hay grandes saltos–, se usaba el ordio, al lado del trigo y avena, en el abanico de granos que interesaba diferenciar dentro del grupo genérico del cereal de Aragón, hasta el último tercio del siglo XX; el centeno, por ejemplo, habría quizá disminuido, como gramínea incluida en tales actos tradicionales de producción.
El alto grado de uso promovido por el acierto de una demanda exterior da origen, al uso de discursos con cebada más numerosos y variados que los usos de habla preindustrial, con usos de ordio. A eso lo podríamos llamar nueva coherencia lingüístico-económica, en los discursos sobre los ingredientes que formaban los piensos pecuarios. (No olvidaré aquí tampoco la nueva necesidad o gusto de la cerveza, aunque elaborada con un tipo de ordio no muy sembrado en tal comarca).
El uso más decisivo, para nuestro objetivo histórico-linguístico, fue tener que emplear, por verla allí ya usada, cebada, en contratos de semilla, siembra, abono, recolección, y venta. La demanda estaba haciendo olvidar un fragmento de los discursos aragoneses agrarios no industriales.
La psicología social, aplicada a la evolución de las hablas, sería –es nuestra hipótesis arriesgada es la que daría cuenta del abandono del uso vergonzantel minoritario. diferenciado, incomprensible de ordio, a favor de nuevos hechos lingüísticos. Una teoría del lenguaje referida a los actos humanos del habla tratará de intervenciones pragmáticas, ya actuales, ya pretéritas, siempre coherentes con sus respectivos mundos, éstos también creados por el habla, inteligibles, En esa ciencia aparecen, pues hechos de palabras, sucesos. Podrían ponerse en el orden del tiempo, en nuestra propuesta. La historia del habla, considerada como digo, en el plano pragmatista de las acciones de palabra, me hace detener el curso de una conservación grupal, provinciana, concretamente el trato linguístico-social referido al cereal aragonés. Habría visto una secuencia que me gustaría explicar.»

Con esta ponencia finalizó el Congreso de Historia de la Ciencia, de la Técnica y de la Industrialización, desarrollado en Zaragoza del 19 al 22 de septiembre de 2001. Lo consideramos un gran éxito, no sólo por sus numerosas ponencias y comunicaciones, sino también por su interés intrínseco y sus animados coloquios. Finalmente, queremos desear a sus organizadores un éxito similar en su próximo Congreso.

El Catoblepas
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