José María Laso Prieto, El Movimiento Internacional de Partidarios de la Paz, El Catoblepas 18:6, 2003 (original) (raw)
El Catoblepas • número 18 • agosto 2003 • página 6
El Movimiento Internacional de Partidarios de la Paz y su interpretación como una de las modalidades de la Pax Soviética
Comunicación a los VIII Encuentros de Filosofía en Gijón
9 al 11 de julio de 2003
En la convocatoria de la Fundación Gustavo Bueno para la realización de los VIII Encuentros de Filosofía en Gijón, a desarrollar del 9 al 11 de julio de 2003, se establecen diversas secciones para integrar las convocatorias al Congreso citado. Una de ellas, en el análisis filosófico de periodos históricos reconocidos como pacíficos y sus ideologías figuran (Pax Romana, Pax Hispana, Pax Británica y Pax Soviética). Esta última es la que hemos elegido como tema para nuestra comunicación. Sin embargo, tal denominación nunca fue utilizada por los ideólogos e historiadores de la URSS sino que lo fue, en algunos casos, por sus adversarios en la denominada «Guerra Fría».
1. Introducción
Uno de los resultados paradójicos de la Guerra Fría fue el hecho de que impulsó a los dirigentes soviéticos a desarrollar e impulsar el denominado Movimiento Internacional de Partidarios de la Paz. La causa de tal decisión puede racionalmente atribuirse al hecho de que el desarrollo de las armas nucleares por el Gobierno de EE.UU. proporcionaba a la superpotencia norteamericana una gran superioridad militar sobre las armas convencionales de que estaba dotado el Ejército Soviético. Por lo menos hasta que la URSS logró desarrollar sus propias armas nucleares y los vectores capaces de impulsarlas a grandes distancias (cohetes intercontinentales). Durante tan crítico periodo, los dirigentes soviéticos trataron de impulsar y desarrollar un gran movimiento de masas a favor de la paz, que eventualmente pudiese contrarrestar los intentos de una guerra preventiva contra la Unión Soviética que preconizaban algunos politólogos y estrategas estadounidenses.
En un editorial de la revista Cuadernos de Cultura, editada clandestinamente por el Partido Comunista de España, se facilitan algunos datos sobre la génesis de tal movimiento:
«El Movimiento de Partidarios de la Paz, cuyo Consejo Mundial ha lanzado el Llamamiento convocando el Congreso de los Pueblos por la Paz, nació en un Congreso celebrado en París, en abril de 1949, por iniciativa de un grupo de prestigiosas personalidades intelectuales que se habían reunido anteriormente en Wroclaw (Polonia).
En Marzo de 1950, este Movimiento lanzó el histórico Llamamiento de Estocolmo contra el empleo de la bomba atómica y otras armas de exterminio masivo, el cual fue rubricado por más de 500 millones de personas en el mundo entero, pertenecientes a todas las clases sociales, devotas de las más diversas religiones, adheridas a las más diferentes e incluso opuestas ideologías políticas, pero coincidentes en repudiar los horrores sin nombre de la bomba atómica. Esta poderosa movilización de la opinión pública de todo el orbe contribuyó a impedir, hasta aquí, que los agresores yanquis utilizasen la bomba atómica contra el heroico pueblo coreano. En febrero de 1951, el Movimiento de Partidarios de la Paz lanzó un llamamiento por la conclusión de un Pacto de la Paz entre las cinco grandes potencias, Estados Unidos de Norteamérica, URSS, China, Gran Bretaña y Francia, el cual había sido firmado por 604 millones de personas y ha ejercido una gran influencia sobre la marcha de los acontecimientos internacionales porque expresa el ardiente amor a la Paz de la aplastante mayoría de la Humanidad y su voluntad de que los problemas y diferencias entre los países sean resueltos mediante negociaciones pacíficas y no por la violencia o la guerra.
Consciente de que la causa de la Paz está ligada indisolublemente con la causa de la cultura, el Movimiento de Partidarios de la Paz ha patrocinado este año la celebración en todo el mundo de los centenarios de Víctor Hugo, Leonardo de Vinci, Nicolás Gogol y Avicena, celebración a través de la cual los pueblos y los intelectuales de todos los países han afirmado la responsabilidad común que les incumbe de defender los tesoros y las tradiciones progresivas de la cultura universal, y para ello, como el deber más apremiante, de luchar por impedir la espantosa hecatombe que significaría una nueva guerra.
El Movimiento de Partidarios de la Paz representa un acontecimiento sin precedentes en la historia por la amplitud de las ingentes fuerzas de todos los países, de todas las clases, de todas las ideologías, movilizadas en defensa de la causa común, la causa sagrada de defender la paz, que es defender la vida y el porvenir de la humanidad. Asistimos al hecho sin precedentes de que las figuras cumbres de la época contemporánea, los corifeos de la ciencia, del arte y la literatura, se unan por encima de sus diferencias de concepción en los demás terrenos, para abrazar como propia la causa de la Paz, y se entreguen, con admirable tesón, a su defensa y salvaguardia.
He aquí algunas de las personalidades intelectuales que ocupan, en el plano internacional, o en sus respectivos países, un lugar destacado en el Movimiento de Partidarios de la Paz:
Entre los hombres de ciencia, cumple citar en primer término al gran sabio francés Joliot-Curie, presidente del Movimiento de Partidarios de la Paz, y a su esposa Irene, ambos Premios Nobel de Física; a los sabios ingleses Bernal, Crowther, Burhop y Powell (Premio Nobel 1950); los académicos soviéticos Oparine y Nesmeianov, rector de la Universidad de Moscú; los profesores polacos Infield y Demborovski, el rector de la Universidad de Praga. Mukarovski, el helenista suizo Bonnard; a Max Cosyn (del Instituto de Física Nuclear de la Universidad de Bruselas); al sabio mexicano Cossio Villegas, al sacerdote Enrique Pérez Arbelaez, de la Academia de Ciencias de Colombia, la profesora brasileña Branca Filhao, del matemático uruguayo Maserra, del científico portugués Valladares, &c. En el campo de la literatura, citemos a los escritores soviéticos Fadeiev, Erenburg, Tijónov y Wanda Wasilevska; al chino Kuo-Mo-Jo, al norteamericano Howard Fast; a los franceses Eluard, Aragón y Vercors; a Pablo Neruda y Gabriela Mistral (premio Nobel), de Chile; a los escritores ingleses Aldridge y Coppard; Anna Seghers y Arnold Zweig, de Alemania; al novelista italiano Moravia; al brasileño Jorge Amado; al escritor húngaro Georg Lukács; al danés Anderson Nexö, al gran poeta turco Nazin Hikmet; al poeta nacional de Israel Shlonsky, al de Irán Bahar, &c.
Entre los pintores, figuran Pablo Picasso, Renato Gutusso (primer pintor italiano contemporáneo) Portinari, del Brasil, Diego Rivera y Siqueiros, de México, Matisse y Pignon, de Francia, &c., &c. Forman parte del Consejo Mundial de la Paz, el compositor soviético Shostakovich, el gran cantor de los EE.UU. Paul Robeson, el director de orquesta italiano Wylly Ferrero.
En el campo de la jurisprudencia, citemos a los magistrados franceses Lyon-Caen y Didier, presidentes de la Sala del Tribunal Supremo, a Severio Brigante, presidente honorario del Tribunal de Casación de Italia; el presidente del Tribunal Supremo del Ecuador, Benjamín Ceballos Arisaga; al presidente de la Asamblea Nacional de Guatemala, Roberto Alvarado; a Joao Ferreira Sampaio, miembro del Tribunal Supremo del Estado de Río Grande del Sur (Brasil), al barón Van de Braden, fiscal del Tribunal de Casación de Bruselas; al abogado inglés D. N. Pritt; a los catedráticos de Derecho Canónico, abate Boulier (francés); Brandeweiner (austriaco); Villamil (cubano), &c., &c.
Numerosos catedráticos forman parte del Movimiento de Partidarios de la Paz, como el rector de la Universidad de Varsovia, el reverendo Fletcher (de la Facultad de Teología de Harvard, Estados Unidos), los profesores García Monje (Costa Rica), Morello Morellini (Universidad de Roma), Okuo Llama (Universidades de Tokio), Steve Sergio (Universidad de Venecia), Joan Robinson (Universidad de Cambridge), Carl de Vries (Universidad de Rotterdam) &c., &c.
La lucha en la Paz, adquiere cada día, en todo el mundo, una mayor amplitud. Personalidades como el sabio Albert Einstein, como el gran artista Charlie Chaplin, &c.; asociaciones de todo género, como los Cuáqueros, la Iglesia Metodista; la Liga de Defensa de los Derechos del Hombre, diversas organizaciones pacifistas, reflejan en recientes declaraciones el odio a la guerra, la voluntad de paz que abarca a la gran mayoría de la humanidad. El Congreso de los Pueblos por la Paz, tiende a plasmar la colaboración de las ingentes fuerzas amantes de la Paz. «La colaboración de todas esas fuerza –se dice en la convocatoria– es posible, es necesaria, para cambiar la marcha de los acontecimientos y asegurar la Paz.»
Reforzar el campo de la paz, ha dicho la gran dirigente de Pueblo Español y Secretario General del Partido Comunista de España, Dolores Ibarruri, «hacer participar en él a nuevos millones de gentes, hasta hacer englobar en sus filas a la gran mayoría de la humanidad, aislando a los incendiarios de guerra, debe ser la aspiración y el deber de toda la gente que no ha perdido ni el instinto de conservación ni el amor a la independencia patria, ni el sentido de la libertad y de la dignidad humanas.
En España, cuya venta negocian los traidores franquistas, para ser convertida en una base estratégica del Pentágono, cada día sectores más amplios que sufren la política de preparación de la guerra, y de la penetración norteamericana, toman conciencia de los terribles peligros que se ciernen sobre nuestro país, sobre sus hogares, sobre sus vidas, y las de sus familias. La causa de la paz suscita profundo eco entre millones de españoles, no sólo de la clase obrera sino del pueblo, sino de la pequeña y media burguesía, de sectores burgueses no ligados con la oligarquía, en el ejército, y de modo acusado, entre los medios «intelectuales». Los intelectuales españoles de conciencia limpia vienen desempeñando un papel destacado en la lucha por la paz. Las más distinguidas figuras de la intelectualidad emigrada participan activamente en el Movimiento Español de Partidarios de la Paz, como su presidente, el Doctor José Giral, expresidente del Consejo de Ministros de la República; el arquitecto Manuel Sánchez Arcas; el escritor católico José Bergamín, los poetas Rafael Alberti, León Felipe, Moreno Villa, &c.; los comediógrafos Alejandro Casona y Jorge Grau; los catedráticos Manuel Márquez, Wenceslao Roces, Honorato de Castro, y Martínez Risco, el músico Salvador Bacarisse, el escritor Eduardo Zamacois, el cineasta Luis Buñuel, &c., &c.
Aquí, el Movimiento de Partidarios de la Paz incrementa su influencia en los medios culturales, en Universidades e Institutos, en laboratorios y academias, en bibliotecas y otros centros donde concurren los intelectuales. Ni las medidas represivas, como la detención en Canarias, el año pasado, de dos jóvenes poetas, los hermanos Miralles, por haber cantado la noble causa de la paz, ni las amenazas falangistas de recurrir al pistolerismo para callar la noble voz de los partidarios de la paz, nada conseguirán por impedir que cada día sean más numerosos los intelectuales que participan activamente en la defensa de la Paz.
La convocatoria del Congreso de Pueblos por la Paz, plantea ante cada uno de los intelectuales españoles, un deber de conciencia, una obligación de honor, cual es expresar su punto de vista sobre los problemas vitales que en él van a ser tratados, la de manifestar su apoyo a la causa de la paz, mediante el envío, individual o colectivamente, de su adhesión al Congreso, que se celebrará en Viena el 5 de Diciembre próximo. Ningún intelectual honrado, puede negarse a dar su adhesión cuando se trata de salvar la paz. Es decir, la vida de millones de españoles; cuando se trata de salvar de su destrucción los maravillosos tesoros artísticos y culturales de nuestro país, como nuestros museos y nuestras catedrales; cuando se trata de salvar la existencia de España y de asegurar su liberación del yugo yanqui-franquista que la oprime. Como hombres y como españoles, como intelectuales, todos tienen el deber de tomar posición en defensa de la causa sagrada de la paz, y de enviar su adhesión al _Congreso de los Pueblos por la Paz._»{1}
2. El contexto económico social
Para mejor comprender en qué circunstancias y condiciones surgió el Movimiento de Partidarios de la Paz, es necesario recurrir también a otras fuentes de información. Así en una extensa obra titulada El movimiento obrero internacional. Historia y Teoría, publicada por la Editorial Progreso, de Moscú, del año 1987, se dice en su página 125:
«En la segunda mitad de los años cincuenta, y comienzos de los 60, como consecuencia del proceso revolucionario mundial cristalizó una nueva estructura socio-económica y política de las relaciones internacionales. Para el capitalismo significó que de aquí en adelante debía de tener en cuenta la existencia de la comunidad socialista mundial, y su mayor influencia, y, además, en el contexto del auge progresivo del Movimiento de liberación nacional; que ha perdido las posibilidades anteriores para el saqueo «extraeconómico» directo de la mayor parte de la humanidad, posibilidades que le aseguraba el colonialismo tradicional; que en las áreas del mundo consideradas hasta hace poco retaguardias seguras del capitalismo, maduran las premisas y condiciones para transformaciones socioeconómicas radicales. Esto incitaba a los dirigentes de las potencias imperialistas a movilizar al máximo los recursos del capitalismo, tanto internos como externos, tanto técnico-económicos como socioeconómicos.
La transformación del socialismo como factor irreversible de evolución mundial y otros cambios positivos producidos en el mundo, han cambiado la correlación de fuerzas no sólo a nivel internacional, sino dentro de los propios países capitalistas. Generó cambios profundos en la política social de la burguesía, la obligó a adaptar sus relaciones con su «clase» obrera a la nueva situación en el mundo, sobre todo en condiciones en que el movimiento obrero, muchos otros sectores de la población y las fuerzas políticas en los países capitalistas reaccionaron enérgicamente a manifestaciones flagrantes de naturaleza agresiva del imperialismo, como las guerras que Francia hacía en Indochina y en Argelia, los intentos de crear fuerzas nucleares multinacionales en Europa Occidental, &c. Uno de los principios esenciales de la lucha de la burguesía fue no llevar las situaciones hasta conflictos sociales violentos, peligrosos para el régimen imperante y hasta fuertes ascensos en la lucha de clases. Las posibilidades de ver realizado este afán estuvieron inevitablemente limitadas por las leyes orgánicas del capitalismo, por los intereses de la explotación capitalista y por la actividad de las fuerzas más reaccionarias. No obstante, la aspiración de un gran sector de la burguesía de evitar formas extremas del conflicto de clase dentro de los Estados imperialistas ejerció influencia notable en la situación objetiva del proletariado, en la ampliación de las posibilidades y la elevación de la eficacia de sus acciones de clase.
Bajo el impacto de estos factores internacionales e internos, en la política exterior de cierta parte de la clase dominante de los países capitalistas, se fue cristalizando gradualmente la tendencia a aceptar la práctica de la coexistencia pacífica con los países del socialismo, tendencia que ya se manifestó a mediados de la década del 50 en acontecimientos internacionales como la firma del Tratado estatal con Austria, los Acuerdos de Ginebra sobre Indochina y la Conferencia de Jefes de Estado de cuatro potencias celebrada en Ginebra. Dicha tendencia se expresó en contactos y negociaciones más frecuentes entre representantes de dirigentes de los Estados socialistas y capitalistas. A comienzos de la década del 60, la tendencia a la coexistencia pacífica entre los Estados de los dos sistemas sociales opuestos, no devino aún determinante pero se desarrollaba, fortalecía y ganaba nuevos partidarios en Occidente. Esta tendencia fue impuesta por toda la dinámica de la vida internacional, por la marcha del proceso revolucionario mundial y por la evolución de las fuerzas de clase en la arena mundial y uno de los componentes de esta evolución fue el crecimiento de las fuerzas del movimiento obrero, del Movimiento de Partidarios de la Paz en los países desarrollados del capitalismo asociados a aquél. Esta última circunstancia se manifestó especialmente en la segunda mitad de los años 60, cuando vastos sectores del cuerpo social en los países capitalistas se pronunciaron a favor del viraje de la distensión.
Pero la tendencia opuesta era aún fuerte y así lo conformaron los sucesos de la segunda mitad de los años 60. Fue entonces cuando la política exterior del imperialismo emprendía las aventuras más peligrosas para la causa de la paz en el mundo entero, ante todo en el Oriente Medio (la guerra de junio de 1967) y en Indochina (donde el vértice de la agresión de EE.UU. contra Vietnam correspondió a 1968). Estas y otras acciones agresivas agravaron fuertemente la situación internacional, creando en ella las situaciones de crisis y envenenando aún más la atmósfera política del mundo. Pero esas mismas aventuras demostraron lo peligroso que es la política agresiva en la situación actual; incitaron también, no sólo a la amplia opinión pública sino a los círculos gobernantes de varios Estados de Occidente a buscar medios distintos, más realistas y constructivos, de solución de los problemas internacionales controvertibles. Las acciones agresivas del imperialismo hicieron más seria la situación en el mundo e implicaban un elevado riesgo político y militar. Y es por eso que se hizo imperiosamente necesario buscar salidas políticas a los atolladeros de las agresiones y de la carrera de armamentos, a donde la política de los círculos imperialistas más irresponsables arrastraba las relaciones internacionales. Esta búsqueda, cuando se llevaba a cabo sinceramente y de buena fe, encontraba invariablemente el entendimiento y repercusión en la comunidad socialista, la cual en la segunda mitad de los años 60 propuso una serie de nuevas e importantes iniciativas políticas exteriores.»{2}
Sin embargo, este tono más optimista sobre política exterior, que se reflejaba en las publicaciones soviéticas del final de la década del 60, había sido mucho más pesimista al comienzo de la década del 50. Entonces, en el Llamamiento del Consejo Mundial de Partidarios de la Paz, se decía:
«La prolongación de la guerra en Corea, la utilización de las armas de exterminio, el renacimiento del militarismo alemán y japonés, los métodos de violencia contra la independencia de las naciones, despiertan la inquietud de todos los hombres, incluso de aquellos que no habían, hasta la fecha, sentido el peligro de guerra.
Los pueblos de numerosos países cobran conciencia del peligro de verse arrastrados por etapas sucesivas a una guerra general, pese a su voluntad.
Centenares de millones de hombres y mujeres han exigido la prohibición de las armas de exterminio en masa, la reducción rigurosamente controlada de todos los armamentos y un pacto de paz.
En los parlamentos, los sindicatos, en las organizaciones políticas y religiosas, se desarrollan nuevas corrientes de opinión favorables a la salvaguardia de la paz. La colaboración de todas esas fuerzas es posible, es necesaria, para cambiar el curso de los acontecimientos y asegurar la paz.
El 5 de Diciembre de 1952 se abrirá en Viena el Congreso de los Pueblos por la Paz. Una consulta popular de una amplitud excepcional, asegurará su preparación en todos los países. ¡Hombres y mujeres de todas las opiniones, de todas las creencias, entablad relaciones, discutid, buscad soluciones, designad a vuestros representantes para esta gran Asamblea! Es necesario que vuestra voluntad de paz sea expresada.
El Congreso de los Pueblos por la Paz se reunirá con miras a obtener objetivos comunes a los hombres de todas las tendencias, las agrupaciones o asociaciones de toda naturaleza, que deseen el desarme, la seguridad y la independencia nacional, la libre elección de su modo de vida y el cese de la tensión internacional. El congreso de los Pueblos por la Paz, reunirá a todos aquellos que se proponen hacer prevalecer el espíritu de negociación sobre las soluciones de fuerza. La paz puede ser salvada. La paz debe ser salvada.»{3}
3. Testimonio personal de un activo partidario de la Paz
En sus Memorias, el gran historiador marxista británico Eric Hobsbawm, introduce algunos testimonios de su militancia en el Partido Comunista de Gran Bretaña y en su participación en el Movimiento de Partidarios de la Paz. Así en la página 184, de su edición en español, dice:
«La mejor forma de captar el ambiente reinante en el momento álgido de la Guerra Fría –esencialmente en los años comprendidos ente Hiroshima e Panmujón (1945-1953)– quizá sea un episodio en la vida de Bertrand Russell, que al gran filósofo no le gustaba recordar en sus grandes años de activista antinuclear. Poco después del lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, Russell llegó a la conclusión de que el monopolio norteamericano de las armas nucleares sería sólo temporal. Mientras siguiera siéndolo, Estados Unidos lo aprovecharía, incluso, en caso de necesidad, mediante un ataque nuclear preventivo contra Moscú. Ello impediría a la URSS lanzarse a la inminente conquista del mundo, a la que según creía, se había comprometido este país, y de ese modo se podía acabar con un régimen al que consideraba manifiestamente horrible. En resumen, por lo que a los habitantes de la URSS se refería, Russell creía en el famoso eslogan occidental de la Guerra Fría Mejor muertos que rojos. En la práctica, fueron otros los pueblos a los que se aplicó literalmente este eslogan absurdo. De haber tenido algún sentido, significaba no ya que a los cubanos y a los vietnamitas o incluso a los italianos, más les hubiera valido suicidarse antes que vivir bajo un régimen comunista, sino que habrían debido perecer bajo las armas del Mundo Libre para evitar una contingencia tan espantosa. (Ninguna persona en su sano juicio contaba con un suicidio colectivo ni en Gran Bretaña ni en los Estados Unidos.)
Afortunadamente, aunque la posibilidad de un ataque nuclear preventivo por parte de los norteamericanos preocupara a Whitehall, nadie escuchó a Russell, que en cualquier caso, cambió de opinión cuando ambas superpotencias tuvieron la capacidad de destruirse una a otra, haciendo así de una guerra mundial un suicidio colectivo. Hasta entonces, mucha gente, incluso algunos políticos serios, hablaban de una especie de guerra de clases global apocalíptica. El problema en cuestión era gravísimo independientemente de la postura que se adoptase, no se podía poner límite al precio que había que pagar. La guerra, sobre todo después de Hiroshima y Nagasaki, había hecho que el mundo se acostumbrara al sacrificio de cientos de miles o incluso millones de personas. Los que se oponían a las armas nucleares eran acusados de privar a Occidente del arma necesaria, e incluso indispensable. Tampoco nosotros –y lo digo con disgusto– reconocíamos valor alguno al precio que íbamos a pedir que pagaran los demás. Y no sirve de justificación alguna decir que nosotros mismos estábamos dispuestos a pagarlo.
Por un lado, los comunistas pensaban que los Estados Unidos y sus aliados amenazaban con la destrucción total de la URSS, todavía asediada y vulnerable, con el único fin de detener el avance de las fuerzas revolucionarias una vez destruidos Hitler y Hiro-Hito. Seguían viendo en la URSS una garantía indispensable. Por otro lado, para Estados Unidos y sus aliados la URSS constituía una amenaza para el mundo y un sistema totalmente rechazable. Todo habría sido mucho más fácil si no hubiera existido. Para nosotros era evidente que la URSS no estaba en condiciones de conquistar el mundo para el comunismo. Algunos nos sentíamos incluso decepcionados porque teníamos la impresión de que no quería hacerlo. Era un sistema que tenía graves defectos –por lo menos así lo percibíamos los intelectuales comunistas occidentales, aunque no lo dijeran– pero había alcanzado unos logros titánicos y seguía poseyendo el ilimitado potencial del socialismo. (Por increíble que parezca hoy en día, en los años cincuenta no sólo sus simpatizantes no veían la Unión Soviética como un gigante a punto de irse a pique, sino como una economía capaz de superar la producción de Occidente). A la mayor parte del mundo no le parecía el peor de los regímenes posibles, sino un aliado en la lucha por la superación del imperialismo occidental viejo y muevo, y un modelo de desarrollo económico y social no europeo. El futuro de los comunistas de los regímenes y movimientos del mundo descolonizado y en vías de descolonización dependía de su existencia. Por lo que respecta a los comunistas, apoyar y defender a la Unión Soviética seguía siendo la prioridad internacional básica. Por consiguiente nos tragamos nuestras dudas y reservas mentales y la defendimos. O mejor dicho, como resultaba más fácil, atacamos al campo capitalista, por preferir una Alemania occidental gobernada por antiguos nazis y que pronto comenzaría a rearmarse frente a la URSS, y no una Alemania Oriental gobernada por antiguos prisioneros de los campos de concentración nazis, por preferir al antiguo imperialismo en vez a los movimientos de liberación antiimperialistas, y a unos Estados Unidos que hacía de la España de Franco una base militar contra los que habían apoyado a la República.»{4}
4. Conclusiones
Si se analiza la repercusión que en la política internacional de la década del 50 tuvo el Movimiento Internacional de Partidarios de la Paz, no se puede desconocer que fue muy relevante. Y no sólo por la gran concentración de figuras científicas, intelectuales y artísticas, que aglutinó en defensa de una determinada concepción de la paz, sino también debido a que impulsó el desarrollo de numerosas acciones antibélicas que se desarrollaron en esta etapa histórica. Estas adoptaron muy diversas formas, desde las simples sentadas, como la que, bajo la inspiración y dirección de Bertrand Russell reunió a mas de 12.000 personas en la plaza de Trafalgar de Londres, a los obstáculos diversos que dificultaron en diversos territorios de Europa el traslado de material bélico. Sin embargo, el efecto fundamental de la génesis y desarrollo del Movimiento de Partidarios de la Paz, fue que creó una extensa y fuerte conciencia social antibélica que, de hecho, impidió, en los años cruciales de la década del 50, que se pudiese ejecutar el proyecto de guerra nuclear preventiva contra la URSS, que por entonces preconizaban diversos politólogos y estrategas relevantes de los Estados Unidos de América. En este sentido, se puede considerar convincentemente que tuvo éxito esta modalidad de Pax Soviética.
Notas
{1} Editorial del número 9 de la revista clandestina Cuadernos de Cultura, editada por el Partido Comunista de España, sobre papel biblia, en 1952, páginas 3 y 4.
{2} El movimiento obrero internacional. Teoría y práctica, tomo 6º, Editorial Progreso, Moscú 1987, páginas 125 y 126.
{3} Llamamiento del Consejo Mundial de la Paz, página 1 de la edición clandestina de Cuadernos de Cultura, Madrid 1952.
{4} Eric Hobsbawm, Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Editorial Crítica, Barcelona 2003, páginas 184 y 185.