José María Laso Prieto, Una conferencia sobre Wenceslao Roces, El Catoblepas 64:6, 2007 (original) (raw)
El Catoblepas • número 64 • junio 2007 • página 6
José María Laso Prieto
Wenceslao Roces Suárez (España 3 febrero 1897 - México 29 marzo 1992)
Comienza su actividad política
En 1929, Wenceslao Roces se solidarizó con su amigo, el profesor Miguel Unamuno, en su actitud de protesta contra la Dictadura del general Primo de Rivera, y fue el único compañero que le acompañó hasta Madrid, y durante su permanencia en la capital camino del destierro. Como consecuencia, el profesor Wenceslao Roces fue expulsado de su cátedra por la Dictadura y no la recobró hasta el restablecimiento de la legalidad constitucional. Proclamada la II República Española Wenceslao Roces ingresó en el Partido Comunista de España, en el que continuó militando activamente hasta su fallecimiento el 29 de marzo de 1992. Durante varias décadas fue también miembro del Comité Central del PCE. En el plano jurídico debe citarse asimismo que, a partir de 1930, colaboró en el Seminario de Derecho Privado del Centro de Estudios Históricos de Madrid. Por la misma época fundó y dirigió la Editorial CENIT, que fue la primera en España en la publicación de literatura marxista y revolucionaria.
Las traducciones de El Capital
Es en esta época cuando Carlos Marx inicia sus traducciones de El Capital. La primera traducción de la obra fundamental de Marx al castellano fue la de la Editorial Aguilar, que publicó en 1931 la de Daniel Pedroso. Fue esta la única versión que publicó los tres tomos de El Capital en esta etapa. Wenceslao Roces fue un duro crítico de esta traducción. En la revista Bolchevismo publicó una reseña titulada «Una edición completa de _El Capital_», en la que afirmaba: «Esta traducción nace redondamente descalificada, lo mismo para la lectura que para la consulta o el estudio». Por ello, en 1934 el profesor Wenceslao Roces realizó una traducción íntegra del primer tomo de El Capital, en la que afirmaba: «Esta es una traducción íntegra de el primer tomo de _El Capital_». Roces dio también lugar a una edición popular de El Capital. Según el profesor Pedro Ribas –en su obra Aproximación a la historia del marxismo español _(1869-1939)_– «la traducción de Wenceslao Roces es probablemente la más difundida de las seis traducciones hasta entonces realizada.» Según este especialista de la introducción del marxismo en España, al reseñar los números de la revista Bolchevismo, sólo uno de los autores españoles que escriben en ella puede ser considerado como un intelectual relevante. Wenceslao Roces lo es, en el sentido de ser un hombre centrado en la teoría, a diferencia de los otros colaboradores, que son dirigentes obreros, responsables de tareas organizativas. Wenceslao Roces, además de hombre de formación académica y profesor universitario, es el marxista español del siglo XX, a quien más se debe la difusión al castellano de la obra de Marx y Engels. La recensión que de la versión de El Capital, efectuada por Pedroso, escribió Wenceslao Roces en el número 3 de la revista, es una muestra no sólo de la admiración por la obra de Marx sino del rigor que exige del traductor de esa misma obra.
Primer exilio {1}
En 1934, como consecuencia de su apoyo a la insurrección asturiana del mes de Octubre, Wenceslao Roces se vio forzado a un primer exilio que le dirige a la URSS, donde permaneció dos años, y aprovechó su estancia para estudiar la lengua rusa que después utilizaría para muchas traducciones. Con el triunfo electoral del Frente Popular, regresó a España en febrero de 1936. Con el inicio de la Guerra civil española (1936-1939), Wenceslao Roces pasó a desempeñar, por primera vez, tareas gubernamentales. Fue nombrado subsecretario de Instrucción Pública. Al formarse, en septiembre de 1936, el Gobierno de concentración republicana presidido por Francisco Largo Caballero, el Partido Comunista de España se integró en el mismo, desempeñando las carteras de Agricultura e Instrucción Pública. Como consecuencia de ello, Wenceslao Roces fue nombrado Subsecretario de Instrucción Pública. A juicio del famoso Comisario Político y escritor Santiago Álvarez, «se puede afirmar que Wenceslao Roces, que formalmente desempeñó la subsecretaría de Instrucción Pública, en realidad era el alma del Ministerio y su principal motor. La apertura de la Enseñanza Secundaria y Superior a los trabajadores, la alfabetización en el Ejército Popular de la República, y otras muchas de diversa índole, fueron algunas de las realizaciones debidas a Wenceslao Roces, que fue su mentor intelectual y su realizador práctico.
El salvador del Museo del Prado
Según la nota necrológica que Fernando Orgambide publicó en el diario El País el 1 de abril de 1992; «A la persona de Wenceslao Roces se debe la cuidosa protección y salvación de los fondos del Museo del Prado, que permanecieron intactos a pesar del cruel enfrentamiento que tenía dividida a España.» En la fase final de la Guerra Civil, Wenceslao Roces desempeñó también las funciones de magistrado en el Tribunal Supremo de la República Española y Santiago Álvarez relata de él la siguiente anécdota: «Se había perdido Barcelona y los Ministerios ya no funcionaban, Wenceslao Roces con otros militantes, por decisión de la Dirección del Partido Comunista de España, fue incorporado a la Redacción de Mundo Obrero. Cuando el frente bélico llegó a Gerona, desde el Estado Mayor del V Cuerpo de Ejército, el coronel Lister dio la orden de que los redactores de este órgano periodístico se retiraran a la frontera. Ya no tenía sentido su permanencia en la zona de combate. La casi totalidad de los redactores así lo hizo, pero Wenceslao Roces vino al puesto de mando para ponerse a nuestras órdenes, por si lo necesitábamos.» Enrique Lister, que en aquel momento no estaba de muy buen humor, le respondió: «Le agradecemos sus buenas intenciones, pero lo que menos necesitamos aquí son profesores de Derecho Romano, Wenceslao Roces se sintió molesto por la respuesta. Entonces –explica Santiago Álvarez– tomándole del brazo le expliqué que aquella era una broma que le gastaba el coronel Lister. Le pedí que fuese a la frontera, pues sería absurdo que un hombre de su valía intelectual sufriese las consecuencias de la difícil situación que teníamos en el frente. Al final le convencí y me obedeció. Por mi parte, confieso que nunca olvidé aquel gesto suyo de entrega a la causa en momento tan difícil».
El segundo exilio
De Francia, Wenceslao Roces y su compañera Carmen Dorronsoro, partieron para Chile. En poco tiempo, en el trayecto definitivo para México, estuvieron algún tiempo en Cuba. Según las notas de Santiago Álvarez, que utilizamos en esta parte de nuestra exposición: «En La Habana, donde Wenceslao Roces era muy conocido, pronunció algunas conferencias que suscitaron mucho interés. A pesar de las diferencias políticas, el Centro Asturiano de La Habana, le acogió con gran simpatía y le ofreció su tribuna. Yo que he tratado bastante a Wenceslao Roces –dice Santiago Álvarez– en España, en Cuba y, sobre todo, en México, quiero hacer constar que el amor a su tierra asturiana, ha sido en él una constante.»
Wenceslao Roces en México
Por su cantidad, de 25.000 a 40.000 personas, y por su calidad intelectual, el exilio republicano español a México fue uno de los más relevantes de la emigración política española. Ello fue en gran parte posible por la solidaria actitud del presidente mexicano, general Lázaro Cárdenas, que ya había prestado su apoyo al Gobierno legal de la República, durante la guerra civil española. Por ello, en el libro El exilio español en México 1939-1982, publicado por la Editorial «Fondo de Cultura Económica» de México, Francisco Martínez de la Vega le dedica un capítulo especial, en el que como homenaje al gran presidente mexicano, citamos algunos pasajes: «Recordar el impacto que la guerra de España causó en México, es evocar inseparablemente un sexenio mexicano de esplendor: el de Lázaro Cárdenas. El hombre que hizo posible el epílogo solidario de la guerra civil española fue Lázaro Cárdenas. Ese mexicano de excepción, apoyado por lo mejor de su pueblo. Fueron inútiles las presiones internas y externas para anular o desviar el mexicanísimo gesto del presidente Cárdenas, y su decisión personal fue firme y decisiva. Con Cárdenas y los ideales proclamados por la Revolución Mexicana, habían logrado por fin, que la política nacional alcanzase su más alto nivel. Sereno y humanista, Cárdenas sabía estar sólo y conocía la noche. No lo detenían más obstáculos que los que engendraba su generosidad y su nobleza. Era consciente de la tradición mexicana respecto al derecho de asilo y sabía cumplir con su deber que se complementaba por su requerimiento, por su simpatía innegable por el pueblo de España (...) No hay quizás en la historia mundial, un episodio tan nutrido de noble solidaridad humana, como es ese asilo brindado a miles de refugiados españoles. Quizás tampoco México estaba en situación propicia para un gesto de esa dimensión. La situación nacional mexicana estaba en plena ebullición por las reformas cardenistas: por su decidido apoyo a obreros y campesinos; por su política exterior que avanzaba inquietudes y descontento en los sectores más favorecidos. Por ese nobilísimo gesto, Lázaro Cárdenas fue furiosamente atacado en nuestro propio país. La justicia social tiene siempre en su camino obstáculos de intereses creados y estábamos en plena batalla petrolera. En 1939 su sexenio terminaba y surgían inquietudes hondas en la transmisión del poder presidencial. Apenas un año antes, se había registrado la última rebelión militar alentada por las compañías petrolíferas.
Valoración de la emigración política española
La actitud solidaria del Presidente Cárdenas hacia el exilio español –recuperando de Francia a los exiliados españoles en peligro–, tuvo una consecuencia muy positiva para México. Y es que entre los más de 25.000 exiliados españoles que llegaron a México, figuraban algunos de los más prestigiosos profesores e intelectuales españoles. Así, según la obra El exilio español en México, «más de la mitad de los profesores universitarios de España fue al exilio. La mayoría, con mucho, se instaló en los diversos países de América, especialmente en México. Fue aquí en México, por consiguiente, donde se estableció el órgano central de la Unión de Profesores españoles en el Extranjero, después de organizada en París en 1939. Tal unión funcionó como una agencia de ayuda mutua, y lo que es más importante, como medio de contacto profesional entre la dispersa comunidad académica.»
Valorando la importancia intelectual y científica de tales exiliados españoles, decía Francisco Martínez de la Vega, en el libro citado, «en esa situación nos llegó la nueva, vigorosa, espléndida emigración española. Nuestros estudiantes tuvieron maestros de altísimo nivel, profesionales destacados por su preparación y su entrega al medio mexicano. 'Casa de España' se convirtió en 'El Colegio de México'. En el cambio de nombre se sintetizó la adopción a nuestro medio de ese racimo de intelectuales y, para casi todos 'Peregrinos de la República Española'. México fue la cuna y la tumba de sus hijos. Aquí han quedado la mayor parte de esos viajeros del infortunio y la grandeza de su pueblo. La tierra de México los guarda en su seno con orgullo y amor. Aquí vivieron libres y aquí dejaron los hijos de esos españoles derrotados en una guerra donde la victoria y el honor no coincidieron.»
El campo de actuación de los intelectuales exiliados
Además del citado Colegio de México –institución cultural y pedagógica que adquirió gran prestigio– la actividad de los intelectuales españoles exiliados, abarcó a muy diversas facetas de la vida intelectual mexicana: La Universidad Nacional Autónoma de México, la Escuela Nacional de Jurisprudencia, la Editorial Fondo de Cultura Económica, el Colegio Madrid, El Ateneo Español de México, el Instituto Luis Vives, etcétera.
La labor de Wenceslao Roces
Al instalarse definitivamente en la capital mexicana, Wenceslao Roces renovó su actividad docente. Fue integrado, con el nivel de catedrático, en la UNAM, como profesor de Derecho y Filosofía. A su vez en la Escuela Nacional de Jurisprudencia –que en 1951 se convirtió en Facultad de Derecho, bajo el impulso del profesor Wenceslao Roces y de otros juristas españoles– Wenceslao Roces ejerció el profesorado de Derecho Romano. En México, antes de la llegada de los exilados españoles, no existía el doctorado en Derecho. Gracias a su iniciativa se instauró este grado superior de formación académica. Así lo reconoce Salvador Reyes, en el capítulo que dedica a los juristas, en el libro El exilio español en México, al precisar «además de acicatear a sus colegas mexicanos para que elaborasen, los profesores españoles exiliados introdujeron en la anterior Escuela de Jurisprudencia un sentido estricto y profesional de la docencia.» Hay también un reconocimiento unánime sobre la contribución de los maestros españoles a la creación del doctorado en Derecho, acerca de lo cual habían surgido las primeras ideas durante la década del treinta.
Volviendo a la actividad profesoral de Wenceslao Roces, en el libro El exilio español en México se dice: «Wenceslao Roces se distinguió en la UNAM por su preparación profesional y jurídica, e influyó en la formación política y científica de numerosos alumnos. En 1969, en recompensa de sus valiosos servicios profesorales, Wenceslao Roces fue nombrado profesor emérito de la UNAM (en la terminología mexicana, se le otorgó, en reconocimiento de su labor docente, el Collar y Banda del Águila Azteca, máxima condecoración que México otorga a los extranjeros distinguidos que han trabajado empeñosamente, cada cual en su puesto, para la grandeza del país.»
Las obras de Wenceslao Roces
Con su ingente obra de traductor y docente, Wenceslao Roces no dispuso de mucho tiempo para la elaboración de monografías específicas. No obstante, logró publicar algunas tan significativas como Algunas consideraciones sobre el vicio del modernismo en la historia antigua (1951); Necesidad de actualizar la enseñanza del Derecho Romano. Derecho Romano y marxismo. Se trataba de una ponencia presentada en el II Congreso interamericano de Derecho Romano, celebrado en la UNAM a partir del 19 de julio de 1972; La cultura de nuestro tiempo y los problemas de la Universidad (1977). Asimismo llegó a editar innumerables conferencias y artículos, sobre muy diversos temas humanísticos y políticos.
Crítica del modernismo
Por una parte, se trata de una monografía dedicada a la defensa de la historiografía frente a los que la impugnaban académicamente. Por otra parte, Wenceslao Roces criticó la tergiversación historiográfica del modernismo; es decir: la tendencia a presentar y construir ciertos hechos y fenómenos de las sociedades antiguas enfocándolos a través de los puntos de vista actuales.
Nota
{1} Ver Santiago Álvarez, El profesor Wenceslao Roces. A vuela pluma.