José María Laso Prieto, Mi amigo Juan Benito Argüelles, El Catoblepas 74:6, 2008 (original) (raw)

Intervención de José María Laso (Oviedo, 13 de febrero de 2008), al ser nombrado Presidente de Honor de la Fundación Horacio Fernández Inguanzo, promovida por el Partido Comunista de España en Asturias

Una de las mayores satisfacciones de mi vida, se produjo con la reciente publicación del artículo «Mi amigo José Maria Laso» del que es autor mi buen amigo Juan Benito Argüelles, quien junto con su compañera Lola Fernández Lucio, fueron los fundadores de la prestigiosa «Tribuna Ciudadana» de Oviedo. Conocí a Juan Benito recién llegado a Oviedo, en agosto de 1969, en un debate realizado en el Club Cultural de Oviedo, en el que brillantemente refutó las posiciones radicales bablistas de uno de sus corifeos. Desde entonces nos hicimos muy amigos y hemos sido inseparables en nuestras actividades culturales. El padre de Juan Benito fue asesinado por los franquistas por haber sido concejal del Ayuntamiento de Oviedo por Izquierda Republicana. Por ello, y por su gran prestigio cultural, le propuse como miembro de la Comisión sobre la aplicación de la Memoria Histórica, cuando me pidió mi participación en ella el responsable de Comunicación del Ayuntamiento de Oviedo, don Rodolfo Sánchez. Empero este insistió en el gran interés que tenía el Sr. Alcalde, en que aceptase su ofrecimiento, supongo que por mi condición de Hijo Adoptivo de Oviedo.

Después de haber participado en innumerosos debates en el famoso Club Cultural de Oviedo, cuando éste entró en crisis, al resurgir la actividad cultural de los partidos políticos, Juan Benito y yo decidimos organizar conjuntamente las denominadas «Cenas del Fontán», que se desarrollaban todos los viernes en el Restaurante Aller, de la calle Magdalena. Estas cenas, donde se debatían los acontecimientos de actualidad, tuvieron un gran éxito, ya que en ellas participaron los más destacados intelectuales residente en Oviedo, entre ellos los prestigiosos profesores Julio D. González Campos, Gustavo Bueno, Elías Díaz, Vicente Montes, Gerardo Turiel y los futuros catedráticos José Carlos Fernández Rozas, Luis Ignacio Sánchez, Mari Paz Andrés de Santamaría y Manuel Atienza. De este núcleo salió más tarde una buena parte de los futuros integrantes de la Junta Democrática de Asturias. Con la transición democrática, se pudo observar en Oviedo un hueco importante en la actividad cultural, que por iniciativa de Juan Benito y Lola Fernández Lucio, se cubrió plenamente con la fundación de Tribuna Ciudadana de Oviedo. Su éxito fue inusitado, ya que en sus actos, dedicados a los más variados temas, literatura, arte, política, música y ciencias diversas, pasaron destacados especialistas de cada uno de esos campos. En esa actividad, se consideró que formábamos un trío indispensable Juan Benito, Lola y yo. No me extiendo más sobre sus diversas actividades, ya que están brillantemente reseñadas en el libro que la profesora Lola Fernández Lucio ha dedicado al Premio Tigre Juan, a Tribuna Ciudadana y al Círculo Cultural de Valdedios, publicado por la Editorial Nobel. Tiene un gran mérito que tanto Juan como Lola, cuando compraron una finca en Valdedios, fuesen capaces de seguir la senda de Tribuna Ciudadana, creando el Círculo Cultural de Valdedios, con idéntico éxito público. Creo que no existe otro ejemplo similar de que una pareja de profesores haya logrado tan ingente labor cultural en el curso de pocos años. Desde entonces han proseguido en nueva forma, su magna labor cultural. Ahora, por ejemplo, están organizando un homenaje al gran poeta catalán José Agustín Goytisolo (como IV Congreso) que, sin duda, será un acontecimiento cultural similar a los muchos que lograron anteriormente.

Si acabásemos este artículo simplemente dando cuenta de la labor cultural de Juan Benito Argüelles, seríamos injustos. En el plano humano debemos destacar de la personalidad de Juan Benito, como de la de su compañera, Lola Fernández Lucio, no sólo su gran bagaje cultural sino su completo sentido humanista. Ambos son profundamente solidarios y están siempre dispuestos a apoyar cualquier causa justa. Últimamente observo que están muy preocupados por las insuficiencias de la denominada popularmente Ley de la Memoria Histórica y de los problemas que se pueden derivar de su concreta aplicación. Recuerdo que más de una vez Juan Benito me ha expresado su vergüenza de que, a estas alturas, una calle de Oviedo siga llevando el nombre de Capitán Almeida que fue el responsable del transporte y ejecución de los inocentes que iban a ser fusilados por haberse mantenido fieles a la causa de la República. Es uno de los nombres ignominiosos que la nueva sociedad democrática tendrá que sustituir debidamente.

Don Francisco Alamán Castro advierte a El Catoblepas, en escrito de 2 de mayo de 2008, sobre graves errores históricos en algunas de las afirmaciones asumidas por Laso en este artículo. Para intentar restituir el honor del heroico capitán Almeida, alcalde que era de Oviedo, parece oportuno publicar en esta misma página las observaciones de Alamán , sin tocar el texto de Laso, como ejemplo de los errores y manipulaciones que se producen al remover la «memoria histórica común»:

«No suele Laso ajustarse demasiado a la verdad en ciertos temas, tal vez sea su vena leninista, algunas veces, dado que tiene tantos libros de militares y es una persona muy culta, casi juraría que miente. Se lo digo con todo respeto a sus canas, su sabiduría y su honradez, que se las supongo, como a los militares nuestro valor.
Nos dice: «Últimamente observo que están muy preocupados por las insuficiencias de la denominada popularmente Ley de la Memoria Histórica y de los problemas que se pueden derivar de su concreta aplicación. Recuerdo que más de una vez Juan Benito me ha expresado su vergüenza de que, a estas alturas, una calle de Oviedo siga llevando el nombre de Capitán Almeida que fue el responsable del transporte y ejecución de los inocentes que iban a ser fusilados por haberse mantenido fieles a la causa de la República. Es uno de los nombres ignominiosos que la nueva sociedad democrática tendrá que sustituir debidamente.»
Mire señor Laso: en Oviedo por razones obvias no fusilaron a nadie antes de la ruptura del cerco, el 17 de octubre de 1936. Estaban los rojos fuera con superioridad aplastante en hombres y medios, con grandes posibilidades y muchas ganas de entrar. No eran nada buenas las expectativas de los sitiados si lo conseguían, así que era más sano esperar y no enfadarlos demasiado con ejecuciones, que luego sí las hubo. ¡Buenos eran ya sin enfadar! Sabían lo que había pasado en Gijón y eso que allí los nacionales no habían fusilado a nadie:

«Y así seguimos un día y otro día, encontrándonos al acudir todas las mañanas al depósito judicial con verdaderos montones de cadáveres… aparecían formando macabras pilas… el día 14 de agosto con 91 cadáveres, el 21 de mismo mes con 142, el día 27 con 32, el 28 con 20, el 30 con 47, el 6 de septiembre con 25, y otros muchos días con cifras superiores a 10 cadáveres… todavía no constituyen la totalidad de las personas asesinadas en Gijón, pues una tercera parte, o más, de los asesinados fueron arrojados al mar… la inmensa mayoría de las víctimas, presentaban una multiplicidad de heridas… que nos da idea del salvaje ensañamiento… a muchos de Gijón se les llevó a dar muerte a distintos puntos de la provincia… pertenecían (las víctimas) a todas las clases sociales… Fuimos reconociendo todos cuantos cadáveres llegaban al depósito judicial… tomando los nombres de los conocidos, haciendo reseña de los desconocidos… recogiendo todos cuantos objetos pudieran en su día contribuir a su identificación… conseguimos convencer al comité que se incautó del hospital… que era preciso, pues así lo disponía la ley… se obtuvieran fotografías de los cadáveres… los miembros del Comité de Guerra, se dieron cuenta de que… podían constituir un documento muy peligroso… y nos hizo comparecer a su presencia… después de la consiguiente deliberación, nos dejaron marchar… pero sin obtener más fotografías… incautándose de las hechas… por último se dio orden terminante de que no fuesen conducidos más cadáveres al depósito judicial, sino que fuesen llevados directamente al cementerio.» Archivo Histórico Nacional, Causa General, leg. 1.338, notas de Honorio Manso Rodríguez, médico forense del juzgado de Instrucción del distrito de Oriente de Gijón.

Asesinaron a más de 600, solo en el verano del 36. A algunos presos (150 mujeres y 365 hombres) se les metía hacinados en la bodega del carguero Luis Caso de los Cobos y se les colocaba al lado del destructor Ciscar, en el que Belarmino pensaba huir. Casi todos los días era bombardeado por la aviación nacional, hasta que fue hundido (R. Álvarez Palomo, Consejero de Pesca, Rebelión militar y revolución en Asturias. Geminiano Carrascal, Asturias 18 de julio 1936, 21 de octubre 1937). Muchos enloquecieron.
Esto era lo mismo que hacía el animal de Sadam Husein, por ello fue juzgado y colgado en Bagdad. «Telegrama a la Sociedad de Naciones anunciándoles que, de continuar los ataques aéreos a Gijón el Consejo daría ordenes de ejecutar todos los presos políticos» (J. Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los españoles, HI, París, Librería Española 1968). Era lo que venían y siguieron haciendo. Esto era lo mismo que hacía el animal del nazi general Keitel, y otros nazis más, por ello fueron juzgados y colgados en Nuremberg.
No son fascistas precisamente los que lo cuentan. ¿Verdad señor Laso? El primer ejecutado en la represión de Oviedo fue Gerardo Álvarez Marrón, el 26 de noviembre de 1936, 28 de edad, albañil, soltero, nacido en Pola de Somiedo, hijo de Benito y María. Detenido en el cuartel de Santa Clara el 19 de julio, fue juzgado el 16 de noviembre de 1936, el mismo día en que murió el heroico capitán Almeida. Ese día solo le fusilaron a él, la siguiente ejecución fue el 11 de diciembre de 1936, fusilaron a 20 en ese día.

El capitán de Artillería, e ingeniero de Armamento, Carlos Rodríguez Almeida, alcalde de Oviedo, murió heroicamente el 16 de noviembre de 1936 intentando apagar un polvorín incendiado por los obuses rojos en el número 72 de la calle de Uría, junto con el jefe de Bomberos Luis López Fernández y otros diez bomberos más.
Era el alcalde, no tenía porque estar allí, pero siendo el más experto y no habiendo agua para sofocar el fuego, acudió, muy consciente de lo que hacía, para dirigir los trabajos de sacar primero los explosivos más peligrosos, lográndolo en gran parte. Por fin el polvorín explosionó causándoles la muerte.
Una acción parecida a la del otro muy heroico alcalde, supongo para don José María: «Avelino González Mallada, alcalde de Gijón, metía con prisa en sus maletas barras de oro, que luego había de esconder temblando en la carbonera del Toñín, cuando en la mar les dio caza el Almirante Cervera.» E. Castro Delgado (testigo de primera fila), Hombres made in Moscú, pág. 509. Este sí que es uno de los nombres ignominiosos de la historia de la España moderna.
Mal podía el capitán Almeida, muerto el 16 de noviembre de 1936, ser «el responsable del transporte y ejecución de los inocentes que iban a ser fusilados por haberse mantenido fieles a la causa de la República», que se hizo el 26 de noviembre de 1936.
Así pues el capitán Almeida murió heroicamente por su España el 16 de noviembre de 1936, diez días antes de la primera ejecución y un mes antes de la segunda, ésta ya en grupo. Mal pudo participar en los fusilamientos, que los hubo, casi tantos como en la zona del señor Laso. Hasta 1937 no empezó en serio la represión: al rector Leopoldo Alas Argüelles, le ejecutaron 20 de febrero de 1937, fue de los primeros.
«Están muy preocupados por las insuficiencias de la denominada popularmente Ley de la Memoria Histórica, y de los problemas que se pueden derivar de su concreta aplicación.» Todos estamos muy preocupados y más si están en el asunto gentes como el señor Laso, con una memoria tan especialmente sesgada. Que lo están. El señor Laso es comunista y su religión le manda mentir si eso favorece a su partido. Decía Lenin que era verdad todo aquello que favoreciese la implantación del comunismo, cito de memoria. No hace otra cosa que ser un buen comunista como lo ha sido toda su vida.
Francisco Alamán Castro