José María Laso Prieto, El concepto de Partido Nuevo en el pensamiento de Togliatti, El Catoblepas 80:6, 2008 (original) (raw)
El Catoblepas • número 80 • octubre 2008 • página 6
José María Laso Prieto
Publicado originalmente en Papeles de la FIM en 1981
La aportación italiana
Con la perspectiva histórica que proporcionan los años transcurridos, estamos en mejores condiciones de valorar la transcendencia que para el movimiento obrero internacional ha supuesto la aportación italiana. Aportación que conjunta en síntesis fecunda movimientos de masas como los Consejos Obreros de Turín, los arditi del popolo y la resistencia antifascista, con las elaboraciones teóricas de tres pensadores marxistas de la magnitud de Labriola, Gramsci y Togliatti. Salvadas las naturales distancias históricas, el fenómeno recuerda la fecundidad del Renacimiento italiano que, en feliz síntesis expresiva de Engels, «...fue una época que requería titanes y que engendró titanes por la fuerza del pensamiento, por la pasión y el carácter, por la universalidad y la erudición». No obstante la fecundidad de las aportaciones de Labriola y Gramsci, hoy vamos a centrarnos en el pensamiento de Togliatti y, más particularmente, en su concepto de «partido nuevo». Y no por un afán de erudición histórica, sino porque se trata de un concepto que sigue vigente y puede ser muy operativo para los partidos eurocomunistas en el plano teórico, así pudimos comprobarlo en el reciente Congreso Internacional sobre «Vías democráticas al socialismo» –organizado por la FIM– tanto en la ponencia del dirigente del PCI Aldo Tortorella como en el coloquio.
Como es sabido, el PCI fue fundado el 21 de enero de 1921, en el Congreso de Livorno, por un núcleo de militantes socialistas dirigidos por Gramsci, Togliatti y Bordiga. Los dos primeros provenían del grupo editor de L'Ordine Nuovo que pasó pronto de una fase de revista cultural socialista a la de foro, e instrumento de elaboración, de los Consejos de Fábrica de Turín. Es decir, del sector más avanzado del movimiento obrero italiano y en el que mejor se había realizado la fusión entre intelectuales y trabajadores. Bordiga, por el contrario, se caracterizó por una actitud «izquierdista» y ultrasectaria que acabó alejándole definitivamente del PCI.
Con la implantación del fascismo, Togliatti pasa a ser un activo dirigente clandestino y, tras el Congreso de Lyon (1926), en el que son derrotadas las posiciones de Bordiga, es designado representante del PCI en la sede moscovita de la III Internacional. Interviene en el VI y VII plenos de su Comité Ejecutivo y es elegido miembro del Secretariado. Se inicia así la fase internacional de la vida política de Togliatti que poco después –con la detención de Gramsci– tiene que simultanear con la dirección del PCI. Desencadenada la II Guerra Mundial, Togliatti se reintegra a Moscú para reanudar su labor en el Secretariado de la Internacional Comunista.
Tras la caída del fascismo, a la que Togliatti ha contribuido con el conjunto de su actividad política, se produce el regreso al país del Secretario General del PCI. A partir de marzo de 1944, y con su característico dinamismo, Togliatti se esfuerza por crear un amplio frente unitario que refuerce la combatividad de la resistencia en las regiones ocupadas por los nazis. Se crean así las condiciones para la formación de un Gobierno antifascista unitario en el que participa junto a Badoglio, Croce y Sforza. En junio de 1944, Togliatti funda la revista Rinascita y en sus columnas expone su concepto de Partido Nuevo. Concibe a éste como un partido popular y de masas, nacional e internacionalista, que nace bajo el impulso de la victoriosa resistencia contra el fascismo.
Sus antecedentes históricos
Ahora bien, el concepto de «Partido Nuevo» no nace como producto de una aguda intuición política o de una especulación intelectual. Además de surgir de las exigencias de la práctica política y social, tiene antecedentes históricos que no deben soslayarse. En ese sentido es obligada la referencia al concepto de «partido de nuevo tipo» en el pensamiento de Lenin. Ya en 1902, en su célebre trabajo ¿Qué hacer?, Lenin desarrolla las premisas organizativas para un partido de la clase obrera en las condiciones de la Rusia zarista. En la tarea que asume, para proporcionarle cohesión ideológica y orgánica, Lenin tiene en cuenta dos facetas del problema: 1) La inoperatividad revolucionaria de los partidos socialdemócratas, atribuible no sólo a sus formas amorfas de organización sino también a que, al limitarse a la actividad parlamentaria, no dirigían todas las formas y manifestaciones de la lucha de clases del proletariado. Era este tipo tradicional de partido el que había que superar. 2) Las duras condiciones de clandestinidad que a las organizaciones obreras impone en Rusia la autocracia zarista. De ahí la necesidad de constituir un nuevo tipo de partido que «dirigido por una teoría de vanguardia pueda cumplir la misión de combatiente de vanguardia». Se trataría de un partido combativo y centralizado que en su estructura y composición constase de dos partes: a) un círculo reducido de militantes que formasen los cuadros de dirección fijos y en el cual debían entrar, fundamentalmente, revolucionarios profesionales. b) una extensa red de organizaciones periféricas del Partido que asegurase los necesarios nexos con las masas.
En 1904 Lenin precisa todavía más su concepto de partido de nuevo tipo, al definirlo como «la más alta forma de organización de la clase obrera» y «el destacamento de vanguardia organizado del proletariado». Considera también que para asegurar la eficacia de tal partido, en la dirección de las masas, debe organizarse sobre la base del centralismo, con unos estatutos únicos, una disciplina igual para todos, y con un sólo órgano de dirección a la cabeza. Teniendo en cuenta las condiciones de ilegalidad, las organizaciones del partido no podrían estructurarse sobre los principios de la elegibilidad y debían tener un carácter conspirativo. Empero Lenin consideraba que cuando el Partido fuese legal, sus organizaciones se estructuraran sobre la base del centralismo democrático. Este tipo de partido demostró su operatividad en el proceso histórico que culminó con la Revolución de Octubre, confirmando la previsión de Lenin cuando aseguró: «Dadnos una organización de revolucionarios y removeremos a Rusia en sus cimientos!». Sin embargo, el problema surge cuando se trata de exportarlo a condiciones muy distintas de las que reinaban en el imperio zarista. Así, por ejemplo, en las condiciones de ingreso a la Internacional Comunista se exigía...
«...En la época actual de una aguda guerra civil, el Partido Comunista sólo podrá cumplir con su deber si se halla organizado del modo más centralizado, si reina dentro de él una disciplina férrea, rayana en la disciplina militar, y si el centro del Partido es un órgano de autoridad dotado de plenos y amplios poderes y que goce de la confianza general de los militantes del Partido.»
Es obvio que a este texto le es aplicable la autocrítica de Lenin, cuando se lamentaba de «la impronta excesivamente rusa» que se había dado a la Internacional Comunista.
El viraje de Salerno
También en Italia fue muy operativo este tipo de partido leninista, tanto en la lucha clandestina contra el fascismo como en la organización de la lucha armada para liberarse de la ocupación alemana. El peso de la lucha lo llevaron las brigadas «Garibaldi», organizadas por el PCI, y su acción fue también decisiva en la insurrección nacional antes que se produjesen estos frutos, se fue enriqueciendo en ese país la concepción leninista del partido. En marzo de 1944, con el denominado «viraje de Salerno», inspirado por Togliatti, no se pretendió sólo un compromiso, para superar el problema institucional, sino la afirmación de une nueva unidad nacional en la que la clase obrera y sus partidos, estableciendo una colaboración con todas las fuerzas democráticas, asumieran la función de protagonistas. De ahí que, ya entonces, Togliatti preconizase adecuar a esta tarea el mismo Partido de vanguardia de la clase obrera, aumentar a sus filas y ligarlo a todos los sectores de la población trabajadora. Aunque algunos de estos elementos se hallaban ya implícitos en la concepción del partido elaborada por Marx y Lenin, resultaban no obstante nuevos para una organización como el PCI, forzada durante dos décadas a actuar en el marco cerrado de los pequeños grupos clandestinos y que sólo había podido aparecer públicamente en los últimos años, y con las armas en la mano, en la Resistencia y la guerra de partisanos.
Por otra parte, cuando en 1944 inicia Togliatti la elaboración de su concepto de «Partido Nuevo», no se podía contar todavía con la profunda y enriquecedora reflexión que acerca del partido realizó Gramsci en prisión. No fue hasta 1947 cuando se pudo iniciar la publicación de sus Cuadernos de Cárcel y ello no dejó de constituir una gran audacia de Togliatti, si la situamos en el marco del marxismo esclerotizado de la época. En consecuencia, es más de valorar que ya en junio de 1944 –en su artículo «Qué debe ser el Partido Comunista»– aparezca en germen la idea del «partido nuevo», como la organización necesaria para hacer de vanguardia en la lucha del pueblo italiano por la liberación nacional. Según Togliatti, «...para lograrlo debe antes que nada tener una fisonomía particular, que permita que se le reconozca entre todos los demás y le abra el ánimo de las masas, haciéndoles ver que es la guía que les hace falta». Se trata todavía sólo de una breve enunciación de un propósito de profundizar en una nueva definición del partido -impuesta por las nuevas tareas que tiene que afrontar el PCI- y que Togliatti irá realizando en sucesivos trabajos.
Qué es el Partido Nuevo
Un hito importante en esa dirección; la constituyó el trabajo de Togliatti «Qué es el Partido Nuevo_» –_Rinascita, octubre 1944– en el que ya desarrolla en forma sistemática su concepto. Comienza por precisar que, en lo esencial, el partido nuevo es un partido de la clase obrera y del pueblo, que ya no se limita únicamente a la actitud positiva y constructiva, la cual comenzando desde la célula de la fábrica y de la aldea, debe llegar hasta el Comité Central y hasta los hombres en que se ha delegado para que representen a la clase obrera y al partido en el Gobierno. Y concreta:
«Es claro, por consiguiente, que cuando hablamos de partido nuevo entendemos un partido que sea capaz de traducir en su política, en su organización y en su actividad cotidiana, ese profundo cambio que ha acontecido en la posición de la clase obrera respecto a los problemas de la vida nacional. La clase obrera, habiendo abandonado la actitud de mera oposición y crítica que mantuvo en el pasado, quiere asumir hoy, junto a las otras fuerzas consecuentemente democráticas, una función dirigente en la lucha por la liberación del país y para la construcción del régimen democrático.»
Este tránsito de una concepción del partido conspirativa y testimonial –necesaria en la larga etapa de clandestinidad– a la de un partido de combate y de gobierno, tiene también consecuencias organizativas. Togliatti considera que ese nuevo partido debe ser «...un partido nacional italiano, es decir, un partido que plantee y resuelva el problema de la emancipación de los trabajadores en el cuadro de nuestra vida y libertad nacionales, haciendo suyas todas las tradiciones progresistas de la nación». En consecuencia, partido nuevo es el partido capaz de traducir en actos esta nueva posición de la clase obrera, que se ha visto obligada a asumir las funciones de defensora de la causa nacional frente a una clase dominante que no sólo ha conducido al país a la catástrofe sino que lo ha traicionado colaborando con el invasor alemán. Con ello se confirmaba la previsión de Gramsci al advertir –ante el tribunal fascista que lo «juzgaba»–:
«Vosotros llevaréis Italia a la ruina, ¡y a nosotros nos corresponderá salvarla!»
Sin embargo, es un discurso pronunciado en Florencia el 3 de octubre de 1944, y publicado en L´Unitá bajo el titulo de «Las tareas de un partido en la situación actual», donde Togliatti concreta más su concepción del «partido nuevo». Y lo hace subrayando primero la relevancia de la tarea:
«Nosotros, comunistas italianos, somos los primeros, entre los comunistas de Europa Occidental, que nos encontramos frente a la nueva y grave tarea de crear un partido comunista en condiciones completamente nuevas y diferentes. Por tanto, camaradas, no se trata solamente del paso de la clandestinidad a la legalidad aunque ésta sea una tarea difícil.»
Togliatti consideraba que, por difícil e importante que fuese ese paso, se podía resolver pues era un problema práctico-técnico. Empero, a su juicio, la cuestión era mucho más profunda: no sólo en Italia, sino en toda Europa, a la caída del fascismo, la clase obrera se encontraría sola frente a tareas inéditas. Y para que se comprendiese mejor la diferencia, Togliatti recordó lo que el Partido había sido no sólo en la clandestinidad sino en la legalidad. En síntesis, en la etapa de legalidad, anterior a la implantación del fascismo, el partido era fundamentalmente una asociación propagandística que contaba poco en el ámbito del Estado y que esencialmente desarrollaba una actividad de crítica y oposición. incluso había en el partido quienes consideraban que constituía un error formar parte del Parlamento, aunque fuera en la oposición, así como participar en los Ayuntamientos y realizar un trabajo de administración junto a los otros partidos populares.
Las nuevas tareas históricas
Por consiguiente, Togliatti se plantea, ¿Podemos hoy continuar en esta posición? Este es el problema fundamental, ya que si el partido se limitase a una actividad de este género no estaría a la altura de las tareas que la historia planteaba a la clase obrera. Y esas tareas no se derivaban sólo de que Italia se encontrase todavía parcialmente ocupada por los alemanes y bajo la tiranía fascista, sino también del fracaso histórico de las clases dominantes que habían conducido al país a esa catástrofe. Y la única forma de evitar que esa situación se volviese a repetir era llevar a cabo una profunda renovación de la vida de la nación. De ello deducía Togliatti que el partido no podía ser ya sólo una asociación de propagandistas de los ideales del comunismo, de una sociedad socialista. Aunque esta propaganda siguiese siendo necesaria; consideraba que Italia se encontraba ante un problema mucho más vasto: la necesidad de una profunda transformación de la vida política, que hiciese que grupos sociales y políticos nuevos se pusieran a la cabeza de la tarea de reconstrucción y renacimiento de la nación. Según Togliatti, esta tarea de reconstrucción y renacimiento de la nación afectaba al PCI en tres importantes aspectos:
- El carácter especial, nacional, que adquiría el partido.
- La posibilidad de participar en el Gobierno y su significado.
- El carácter de masas y popular que debía tener el PCI.
I. Carácter nacional del Partido:
Si se parte del hecho histórico de que fueron las clases dominantes las responsables de la catástrofe nacional y la ocupación extranjera, mientras que han sido las brigadas garibaldinas –constituidas por obreros, campesinos e intelectuales– las que han salvado el honor de la patria, fácilmente se deduce que ha habido un cambio respecto a la época en que las viejas clases reaccionarias pretendían ser las depositarias de la idea de nación Y este cambio, producido en el problema nacional, determina en Italia una situación política nueva en la cual la clase obrera reivindicará el derecho a ser la fuerza dirigente en defensa de los intereses de todo el pueblo. Y Togliatti precisa:
«De esto debemos saber extraer todas las consecuencias políticas y organizativas: nosotros, junto a los otros partidos de vanguardia, formaremos la fuerza que ha de conducir a la nación entera a la verdadera reconstrucción del país».
II. El significado de la participación del PCI en el gobierno:
Se trataba no sólo de participar en el gobierno de las zonas liberadas. y de las que sucesivamente se librasen de la ocupación alemana, sino de participar también en funciones gubernamentales para reconstruir y renovar el país. Ello requería un programa que Togliatti desarrolla en su discurso, y que en síntesis sería:
- Liberar a los hermanos del norte y destruir los residuos del fascismo.
- Crear los primeros elementos de un régimen democrático a desarrollar.
- Que todos los problemas populares inmediatos se resuelvan con un criterio de solidaridad nacional, y según el interés de la mayoría de los trabajadores.
Según Togliatti, es para luchar por la realización de este programa que el PCI participa en las tareas gubernamentales.
III. El carácter popular y de masas del Partido:
Debe rebasarse el carácter de asociación propagandística del Partido, transformándolo en una organización que sea capaz de proporcionar una respuesta a todos los problemas que se presentan en la vida de la nación. Ello significa que el Partido debe ligarse con la masa del pueblo y con la clase obrera, con los campesinos, con los profesionales, con los intelectuales, posibilitando así que sus soluciones lleguen a todas partes a la vez que se trabaja concretamente para su realización. Esta es la razón por la que Togliatti consideraba que el PCI debía convertirse en un gran partido de masas y por lo que se dirige a los militantes que tienden a mantener el criterio tradicional de «pocos pero buenos», diciéndoles:
«Os equivocáis. Seréis un grupo dirigente en la medida que seáis capaces de convertir a nuestro Partido en un gran Partido de masas, en una gran organización que tenga en sus filas a todos los elementos que sean necesarios para establecer contacto con, todas las categorías del pueblo italiano y para dirigirlas hacia los objetivos que nos proponemos alcanzar.»
A su vez, en la tarea de renovación del Partido, Togliatti trata de equilibrar democracia interna con cohesión y disciplina de Partido, al señalar:
«El llamamiento a la democracia interna y la lucha por liquidar sus limitaciones artificiales es, por tanto, una apelación a una mayor eficacia política, a una mayor actividad continua del mayor número de camaradas y, por tanto, al mejor cumplimiento de todas nuestras tareas. Por eso tiene tal importancia la acción para renovarnos. Descártense las escorias que aquí y allá, por obra de camaradas menos expertos, han salido a la luz y que sólo pueden ser un obstáculo para la acción renovadora. Así considero yo ciertas posiciones que se introducen como de contrabando cuando se debaten las cuestiones de nuestra vida interna y de la circulación de las ideas en nuestras filas. Tal es, antes que nada, el fraccionalismo, la violación de los principios disciplinarios y de esa unidad del Partido que es la base de su fuerza, y que se mantiene respetando las normas del centralismo democrático tal como lo definen nuestros estatutos. De esta naturaleza es el llamamiento para que en nuestro Partido se organicen tendencias, cosa que no favorecería, sino que obstaculizaría la circulación de las ideas y reduciría la vida democrática a formas inadmisibles de parlamentarismo defectuoso.» (Palmiro Togliatti: «Hay que renovar y reforzar el Partido», informe de Togliatti al VIII Congreso del PCI: 8 de diciembre de 1956.)
Si son relevantes las aportaciones de Togliatti, a la teoría del policentrismo del movimiento comunista internacional, y a la tesis del carácter indisociable de los conceptos de democracia y socialismo, no lo es menos su concepción del «Partido Nuevo». Aplicándola, el PCI alcanzó en pocos años la cifra de 2.200.000 militantes y un peso considerable en las instituciones políticas y sociales del país.