Iván Vélez, El honor de las injurias, El Catoblepas 84:19, 2009 (original) (raw)
El Catoblepas • número 84 • febrero 2009 • página 19
Iván Vélez
Sobre el documental dirigido por Carlos García-Alix, El honor de las injurias, Productora No Hay Penas (España 2007), 88 minutos
El anarquista madrileño Felipe Sandoval (1886-1939) de perfil y de frente
El pintor Carlos García-Alix ha conseguido llevar a los cines el documental El honor de las injurias, trabajo en el cual reconstruye la biografía del anarquista madrileño Felipe Sandoval.
El filme comienza relatando el final de la vida de Sandoval para, desde ese punto, retroceder hasta su nacimiento y recobrar un orden cronológico hasta unir principio y fin en torno al suicidio del anarquista.
Felipe Sandoval nació en Madrid el 26 de mayo de 1886 en el conocido como Barrio de las Injurias. Era hijo de padre desconocido y de una lavandera que desarrollaba su trabajo en el río Manzanares. De su infancia casi nada se conoce. Apenas tenemos el dato de que sus escasos estudios los realizó en el Asilo de niños de lavanderas, bajo la tutela de las monjas Hijas de la Caridad, dato en absoluto baladí, como más adelante podremos comprobar.
Pese a la ausencia de referencias en torno a la infancia de nuestro personaje, podemos hacernos una idea de la atmósfera en la que se desenvolvió, a través, por ejemplo, de los artículos de Ramón Gómez de la Serna, en concreto el titulado Las lavanderas del Manzanares o de la novela de Pío Baroja La busca, protagonizada por Manuel, un golfillo que, sin la carga política de Sandoval, frecuenta las calles del barrio citado. Las descripciones que el escritor vasco hace tanto de este arrabal, como de sus personajes, bien pudieran haber servido para contextualizar los primeros años del futuro anarquista.
La trayectoria profesional de Sandoval comenzaría en el oficio de camarero e iría ascendiendo hasta llegar a ser ayuda de cámara de un aristócrata francés parisino. Será allí donde estafaría a su prometida para darse a la fuga con su amante y comenzar su activismo político. En la capital francesa, y posteriormente en Barcelona, tomaría contacto con las ideas anarquistas. En este punto, hemos de hacer un alto en nuestra reconstrucción para referirnos a la interpretación que García-Alix da de este giro biográfico e ideológico de Sandoval. Según aquél, Felipe Sandoval, también conocido bajo el alias de Dr. Muñiz, nacido sin padre en un ambiente de miseria y delincuencia, sentiría una verdadera fascinación por la llamada «acción directa», es decir, por los métodos violentos que el anarquismo empleaba.
Desde nuestras posiciones, sin embargo, consideramos que dicha interpretación está afectada de un excesivo psicologismo, inducido en parte por tratarse de una biografía que parte de una verdadera «obsesión por el personaje», según la propia confesión de Carlos García Alix. A nuestro juicio, y sin reducir a la nada los componentes psicológicos que regirían la conducta de Sandoval, los problemas interpretativos surgen del hecho, señalado en el propio documental, de que éste pasaría de la fascinación a la conversión en un propagandista e incluso en un orador que participa en mítines tras su paso por la Cárcel de Barcelona y su contacto con los cenáculos anarquistas tan presentes en la Barcelona de los años veinte, agrupados en torno al sindicato CNT. Por decirlo de otro modo, Sandoval pasará de los actos ejercidos por el anarquismo, movido acaso por su atracción por los métodos violentos, a los actos representados, la llamada «toma de conciencia», procedente del ideario anarquista con el que habría tomado contacto, por ejemplo, en las tertulias del barcelonés Café Español o en su exilio parisino. Sandoval no se incorporaría al anarquismo únicamente por lo que éste tenía de violento; en dicha corriente ideológica encontraría otros estímulos. La prueba de este diagnóstico la podemos cifrar en el hecho de que el llamado Dr. Muñiz bien podría haber optado por convertirse en un simple asesino o un ladrón que delinque en su propio beneficio, pero no será así, pues su conducta criminal siempre tendrá el trasfondo de la CNT, o como el propio García-Alix reitera, la Revolución, por más indeterminada que ésta fuese. Una Revolución que para los anarquistas de la época tendría un carácter escatológico. La supuesta inmediatez con que se percibía la realización de los ideales del anarquismo, constituiría el alimento de la fe ciega que compromete la vida misma de los seguidores del ideario de Proudhon, Bakunin o Kropotkin.
El relato continúa con la agitada vida de Sandoval, perseguido por la justicia tanto en España como en Francia. García-Alix irá introduciendo con acierto datos de la época que ayudan a situar a nuestro hombre en el ambiente en que se movió. La escasez de información acerca del propio Sandoval, del que apenas se conservan tres fotografías, propicia que el documental amplíe su radio de acción. Es así como llegaremos a la proclamación de la República, acusada como es bien sabido por los anarquistas como república burguesa. Calificada por la CNT de antiobrera y antirrevolucionaria, la República será el ambiente ideal para el despliegue de la llamada «gimnasia revolucionaria». Sandoval, como no podía ser de otro modo, se convertirá en un destacado practicante de dicha disciplina. En concreto él se especializa en el ejercicio denominado «expropiación». Dichas «expropiaciones», que toman la forma de atracos a bancos, le llevarían a dar con sus huesos en la Cárcel Modelo de Madrid, de la que no saldría hasta el comienzo de la Guerra Civil. Con Sandoval en prisión, García-Alix presta alguna atención al intento de instauración del comunismo libertario en diversas zonas de España con el trágico colofón de la cruel represión contra los anarquistas en Casas Viejas, episodio que erosionaría gravemente al gobierno de Manuel Azaña, que presentaría poco tiempo después su dimisión. También cita la llamada Revolución de Octubre de 1934 de Asturias, tras el triunfo electoral de la CEDA y la no aceptación de los resultados electorales por parte de sus adversarios políticos. No obstante, y pese al carácter «obrero» de dicha revuelta, hemos de advertir que su sesgo ideológico fue más socialista que anarquista.
El inicio de la Guerra Civil supondrá la puesta en libertad de Sandoval. Fuera de la prisión, retomará sus actividades hasta llegar a ocupar el cargo de máximo responsable de la checa del Cine Europa en el madrileño barrio de Cuatro Caminos, donde se constituye un «Tribunal de la Muerte» presidido por el Dr. Muñiz. Entre sus acciones más destacadas, al margen de los célebres «paseos», se halla el asalto a la Cárcel Modelo de Madrid y el posterior asesinato del doctor Rebollo, médico de dicho presidio e incómodo testigo del cruel trato que a los reclusos del bando sublevado allí se daba.
De nuevo en clave psicológica, García-Alix subraya el mazazo que para Sandoval supondría la muerte de Durruti durante el asedio de Madrid por parte de las tropas franquistas, así como la decepción que le causa la entrada en el Gobierno de García Oliver en calidad de Ministro de Justicia. El autor, al tratar de este período, ciñéndose a la confesión final de Sandoval, se detiene también en un polémico punto, la salida de obras de arte con destino Francia, en cuyo mercado negro son malvendidas a fin de obtener fondos para la compra de armas. Incluso se puede leer entre líneas el antisemitismo de Sandoval, que subraya que este inmenso patrimonio español acabaría en manos de mercaderes judíos.
En el tramo final del asedio, el gobierno de la República huiría a Valencia. Será con la caída de Madrid cuando Sandoval toma también el camino de Levante con la esperanza de salir de España. Dicha esperanza se vería truncada, teniendo que rectificar su rumbo hacia el puerto de Alicante. Allí, la ansiada huida vuelve a abortarse. Sandoval, tras ser reconocido, y gravemente enfermo de tuberculosis, es integrado en la Expedición de los 101, un conjunto de políticos, periodistas y destacadas figuras que son conducidas a Madrid. De nuevo en prisión, es obligado a hacer la confesión que constituye en gran medida el hilo conductor del documental. Finalmente se producirá la delación de Sandoval, tras la cual, y presionado por sus correligionarios, se suicidaría el 4 de julio de 1939 arrojándose por una ventana de la cárcel. Como dato interesante, hemos de señalar que la declaración, escrita de puño y letra por el propio pistolero, finaliza con un apelación a Dios, en lo que constituye un testimonio del teísmo que Sandoval, sin perjuicio de su pertenencia al anarquismo, profesaba. En este sentido, hemos de decir que el componente anticlerical que caracterizó al anarquismo español, no es incompatible con el hecho de que sus integrantes se acogieran a ideas teístas. La existencia de un Dios que interviene en la realidad no será incompatible con la destrucción de una potente organización humana que atesora inmensas propiedades: la Iglesia.
Tras este análisis de El honor de las injurias, consideramos que uno de sus mayores aciertos consiste en haberse detenido en un representante de la tercera generación de las izquierdas, según la clasificación de las mismas realizada por Gustavo Bueno en su obra El mito de la izquierda (Ediciones B, Barcelona 2003). Las conflictivas relaciones de esta generación con las restantes, abre fértiles perspectivas a nuestro trabajo.
Por lo que respecta a la convivencia polémica entre anarquismo, comunismo y socialismo, puesta de relieve por el propio García-Alix en su filme, el mayor enfrentamiento se establecería entre anarquistas y socialistas, cuya implantación en la España de la época era muy superior a la de los comunistas, cuyo ascenso se produciría durante la Guerra Civil con el decisivo apoyo de la URSS de Stalin.
La orientación del sindicalismo de la CNT encontraría un gran rival en el sindicato socialista UGT. De esta lucha, llevada a cabo en los años veinte, saldría victoriosa la UGT, sobre todo desde el momento en que se aliaría con el general Miguel Primo de Rivera, cuya dictadura, apoyada por el PSOE, pero también por las poderosas oligarquías catalanas, vendría a sofocar el violento ambiente en el que se habría situado Barcelona, feudo tradicional del anarquismo español. Dicha rivalidad, interrumpida por coyunturales períodos de alianza como el del Frente Popular al final de la República, continuaría durante la Guerra Civil, como podemos comprobar, por ejemplo, leyendo Homenaje a Cataluña de George Orwell, donde además se da cuenta de las fricciones internas del bando republicano. Las razones profundas de estos enfrentamientos entre corrientes de izquierda, las podemos situar, entre otras, en la contradictoria percepción que del Estado tendrán anarquistas y socialistas. Si para los anarquistas el Estado es un obstáculo que hay que destruir en aras del desarrollo del comunismo libertario, para los socialistas será la plataforma desde la cual operar. Dicha fórmula, la del comunismo libertario, sería acuñada en 1898 por el francés Sebastián Faure debido a la prohibición que pesaba sobre la propaganda anarquista. En este sentido, las innumerables prohibiciones e ilegalizaciones de las organizaciones anarquistas, propiciaron que éstas fueran a menudo secretas, algo que ocurrió en España desde el propio origen de su implantación, cuando en 1868 Bakunin envía al italiano Giusseppe Fanelli con el objeto de establecer contactos con los incipientes movimientos obreros españoles entre los que destacaban los fourieristas con Fernando Garrido a la cabeza.
Finalizamos este artículo deteniéndonos en algunos aspectos característicos del anarquismo que no encajan con la visión ideológica que de la época se ha construido desde las filas de la socialdemocracia actualmente en el poder, una visión construida precisamente por socialistas y comunistas actuales que se identifican total, pero selectivamente, con sus predecesores. En esta construcción estarían incorporados numerosos componentes de lo que Bueno ha definido como Pensamiento Alicia. Veamos algunos ejemplos:
Para Alicia, el único proceder admisible en política es aquel que se rige según pautas pacíficas, siendo el diálogo la herramienta más útil para lograr incluso un mundo armónico. En este sentido, el anarquismo español no encaja de ningún modo con el método aliciano, pues dicha corriente izquierdista tiene en su haber el asesinato de tres Presidentes del Gobierno. En efecto, en 1897 Cánovas del Castillo es abatido por los disparos del italiano Angiolillo en venganza por las muertes de los anarquistas detenidos en Barcelona a raíz del atentado que éstos perpetraron contra la Procesión del Corpus en junio de 1896. En 1912, José Canalejas es asesinado en la Puerta del Sol de Madrid por el anarquista Manuel Pardiñas. Finalmente, en 1921, Eduardo Dato muere a manos de tres anarquistas catalanes. A estos crímenes hemos de añadir el intento de magnicidio de Mateo Morral en 1906 mediante una bomba de fabricación casera que, oculta en un ramo de flores, arrojó desde un balcón el día de la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia al paso de la comitiva nupcial. En este punto hemos de advertir que si bien el anarquismo español se distingue por su violencia y un feroz anticlericalismo, en su desarrollo interno se observan rasgos de gran ascetismo e incluso puritanismo que, no obstante, convivirían con el ideal del amor libre. La aspiración de lograr un hombre virtuoso es una constante. Para su realización, por ejemplo, se prescindirá del alcohol, el tabaco y aún del café, se rechazarán las corridas de toros e incluso los cabarets «indecentes» (estas propuestas figuran en un programa anarcosindicalista fechado en 1917), y se optará por el vegetarianismo o el naturismo, rasgos, todos ellos, presentes en numerosas corrientes ideológicas de la actualidad que operan bajo el poderoso influjo del mito de la naturaleza.
A la consideración de la II República como el período de mayor esplendor de la política española, tampoco contribuiría el movimiento anarquista, por los motivos ya expuestos de ser percibida tal república como un régimen de carácter burgués, al margen de su desarrollo fuertemente represivo para con estas organizaciones. En este sentido nos parece pertinente recordar el simplismo uniformador con el se explica dicho período. La República no será objeto tan solo de una simple crítica de carácter ideológico por parte de los anarquistas, éstos se enfrentaron a ella desde el principio. Al margen de los crímenes puntuales y la gran cantidad de huelgas promovidas, podemos citar como hitos del proceder anarquista las insurrecciones del Alto Llobregat en 1932 o las más generalizada del año siguiente, que expresan bien a las claras hasta qué punto las diferencias con el poder republicano no sólo serían de únicamente «de matiz».
También el anarquismo español pondrá en cuestión la idea de solidaridad que en la actualidad ha hecho fortuna. Esta nueva y borrosa solidaridad, que según su nueva modulación habría perdido su condición de unión contra terceros para aproximarse a una suerte de fraternidad sin límites, perdura en instituciones anarquistas como el periódico titulado precisamente La Solidaridad, que ponía en su punto de mira, y en ocasiones de modo literal, a la patronal, o el célebre grupo Los Solidarios, integrado por Ascaso, Durruti y Jover, que atentaron de forma reiterada contra el Sindicato Libre e incluso asesinaron al cardenal Soldevilla.
Por último cabe hablar del obstáculo que para el fundamentalismo democrático vigente supone el anarquismo, obstáculo también representado por el comunismo, en cuyo origen, y no por casualidad, se sitúa la denominada «dictadura del proletariado». El anarquismo emplearía la democracia en su aspecto procedimental, mas esa democracia nada tendría que ver en su traducción a la política real con las actuales democracias homologadas de mercado, contra las cuales aún actúan grupos que pese a llamarse antisistema, o quizá debido a ello, presentan numerosos rasgos asimilables al anarquismo. Por otro lado, el carácter no remunerado de los cargos de la CNT, compromete seriamente a todo el sistema partitocrático de la actual democracia española, por cuanto sus integrantes son, sin excepción, «profesionales de la política».
Por estas y otras razones, recomendamos la visión de El honor de las injurias, un incómodo documental en el cual, la España del primer tercio del siglo XX muestra, a través de Felipe Sandoval, su rostro más duro y desagradable.