José María Laso Prieto, Mao Tse-tung, El Catoblepas 91:6, 2009 (original) (raw)
El Catoblepas • número 91 • septiembre 2009 • página 6
José María Laso Prieto
Publicado en Diccionario de filosofía contemporánea,
Sígueme, Salamanca, 1976, pás. 275-277
Nace en 1893 en Chao-Chan (Hunán), hijo de un campesino pobre. Tras sus estudios de magisterio se emplea en Pequín como ayudante de bibliotecario. Entra así en contacto con el movimiento estudiantil y después de un rápido proceso de radicalización, adquiere una sólida formación marxista. El 1 de julio de 1921 participa en la fundación del partido comunista de China. La actividad teórico-práctica de Mao está ligada a todas las vicisitudes del movimiento revolucionario chino. En su multifacética personalidad descuellan sus dotes de pensador, poeta. organizador político, pedagogo, dirigente militar y estadista.
Partiendo del aforismo leninista de que «El alma del marxismo estriba en el análisis concreto de las condiciones concretas», Mao ha combatido siempre el dogmatismo libresco. En su trabajo Oponerse al culto a los libros (1930) Mao contrapone la investigación frente a la especulación libresca: «El método de estudiar las ciencias sociales exclusivamente en los libros es peligroso en grado sumo… Por supuesto que debemos estudiar libros de marxismo, pero ese estudio debe integrarse en las condiciones reales de nuestro país. Necesitamos los libros, pero debemos superar la tendencia a rendirles culto lo que significa un divorcio de la situación real. ¿Cómo podemos superar el culto al libro? La única forma es investigar la situación real con una metodología adecuada»{1}. Esa misma preocupación antidogmática se refleja en sus célebres Cuatro tesis filosóficas: Acerca de la práctica, Sobre la contradicción, Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, ¿De dónde provienen las ideas justas?
En Acerca de la práctica (1937) Mao se propuso combatir especialmente las tendencias dogmáticas, pero sin desdeñar la crítica del empirismo. Con ese propósito se planteó el problema de «la relación entre el conocimiento y la práctica, entre el saber y la acción». Uniendo la claridad expresiva al peculiar didactismo que le caracteriza, Mao expuso muy agudamente las diferentes facetas de la práctica social y la práctica científica como presupuestos del conocimiento. «La práctica social –dice Mao– no se limita únicamente a la actividad productora, tiene otras muchas formas, la lucha de clases, la vida política, la actividad desplegada en la esfera de la ciencia y el arte: en una palabra, el hombre social participa en todos los dominios de la vida práctica de la sociedad... Los marxistas consideran que sólo la práctica social puede ser el criterio de la verdad de los conocimientos que tiene el hombre del mundo exterior. Porque, de hecho, los hombres reciben la confirmación de la verdad de sus conocimientos sólo al llegar a la práctica social (en el proceso de la producción material, de la lucha de clases, de las experiencias científicas), a los resultados que esperan. Si los hombres aspiran a conseguir resultados en su trabajo, es decir a alcanzar los éxitos esperados, tienen que hacer que sus ideas estén de acuerdo con el mundo exterior objetivo, de lo contrarío, sufren una derrota en la práctica. Empero sí los hombres extraen experiencias de la derrota misma, cambian sus ideas y las hacen concordar con las leyes del mundo exterior; entonces pueden transformar su derrota en victoria...
«La continuación de la práctica social conduce a la repetición múltiple de fenómenos que suscitan en los hombres sensaciones e impresiones. Entonces se produce en la conciencia humana una mutación (un salto) en el proceso del conocimiento: la aparición de los conceptos. El concepto no refleja ya los aspectos exteriores de las cosas ni sus aspectos aislados o su relación externa; sino que capta la esencia del fenómeno, las cosas en su conjunto, la relación interna de los fenómenos. Entre el concepto y la sensación la diferencia no es sólo cuantitativa, sino cualitativa. El desarrollo ulterior en esta dirección, el empleo de los métodos de juicio y deducción pueden conducir a conclusiones lógicas…»{2}.
Tras criticar el racionalismo, que niega el papel inicial y de contraste de la experiencia sensible, y el empirismo que se detiene en ésta, Mao concluye considerando necesario «pasar activamente del conocimiento sensible al racional, luego del conocimiento racional a la dirección activa de la práctica revolucionaria, a la transformación del mundo subjetivo y objetivo. La práctica y el conocimiento en su repetición cíclica es infinita, y el contenido de esos ciclos se eleva cada vez a un nivel más alto. Este es el concepto que tiene la teoría materialista del conocimiento de la unidad del saber y de la acción»{3}.
Los dos trabajos de Mao Tse-tung sobre las contradicciones están separados por veinte años y responden a las respectivas problemáticas que se suscitan en el plano filosófico antes y después de la toma del poder por el proletariado. En Sobre la contradicción (1937) el objetivo sigue siendo combatir el dogmatismo y sus secuelas filosóficas: el idealismo menchevizante de A. M. Deborin y el evolucionismo vulgar. Con esa finalidad analiza rigurosamente, y expone con nitidez, los problemas de la universalidad y la particularidad de la contradicción; la distinción entre contradicciones principales y secundarias, así como los aspectos equivalentes en una misma contradicción, su identidad y su lucha. Finaliza con el papel del antagonismo en la contradicción. Como conclusión Mao señala: «Pero la lucha dentro de la contradicción es incesante y existe cuando los opuestos coexisten así como cuando se transforman el uno en otro; especialmente en el último caso la lucha se manifiesta de una manera más evidente: en esto reside también la universalidad y el carácter absoluto de la contradicción. Al estudiar el carácter particular y la relatividad de la contradicción debemos esforzarnos por distinguir entre lo principal y lo secundario en las contradicciones, así como en los aspectos contradictorios, y al estudiar la universalidad y la lucha de la contradicción, debernos distinguir las distintas formas de la lucha. De lo contrario, cometeremos errores dogmáticos o empíricos»{4}.
La finalidad principal del trabajo Sobre el tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo (1957) estriba en aplicar la concepción de «contradicción no antagónica» a la solución de los problemas que originaba el hecho de que. en la revolución China, importantes sectores de la burguesía nacional hubiesen hecho causa común con el pueblo frente al mismo adversario imperialista. Por ello, para Mao, ...«si bien las contradicciones entre el proletariado y la burguesía nacional son contradicciones entre explotados y explotadores, antagónicas de por sí. (Aunque la República Popular se implantó en 1949, todavía en 1957 los miembros de la burguesía nacional cobraban un dividendo fijo a cuenta de los beneficios de sus anteriores empresas). Sin embargo, en las condiciones concretas de China, si estas contradicciones antagónicas se tratan debidamente, pueden transformase en no antagónicas, pueden resolverse por vía pacífica. Si esas contradicciones no se tratan como es debido, si no seguimos con la burguesía nacional la política de unidad, de crítica y de educación, o si la burguesía nacional no acepta esta política nuestra, entonces las contradicciones entre la clase obrera y la burguesía nacional pueden convertirse en contradicciones entre nosotros y nuestros enemigos»{5}.
Una constante en el pensamiento filosófico de Mao Tse-tung ha sido la lucha contra el dogmatismo. La Revolución cultural puede ser también interpretada –no obstante su complejidad– a la luz de la preocupación antidogmática y antiburocrática característica de Mao. Empero la difusión masiva del Libro Rojo, con sus inevitables esquematismos, plantea el problema de si Mao no ha incurrido finalmente en los errores de culto que tan duramente criticó. O si, por el contrario, en las condiciones concretas de China, el Libro Rojo no ejercerá sobre su inmensa población un efecto pedagógico positivo muy coherente con la perenne vocación didáctica de su autor.
En 1974 se han comenzado a editar en España las obras de Mao Tse-tung. Hasta el momento han aparecido: Historia de la revolución china, Madrid 1974; Escritos sociológicos y culturales, Barcelona 1974; Cuatro tesis filosóficas, Barcelona 1974; Obras escogidas, Madrid 1974 (se han publicado ya los tres primeros tomos).
Sobre Mao: J. Chén, Mao y la revolución china, Barcelona 1966 (incluye 37 poemas de Mao); J. Guillermaz, Historia del partido comunista chino, Barcelona 1970.
Notas
{1} Mao-Tse-tung, Escritos sociológicos y culturales, Barcelona 1974, pág. 149.
{2} Mao-Tse-tung, Cuatro tesis filosóficas, Barcelona 1974, pág. 11.
{3} Ibídem, pág. 26.
{4} Mao-Tse-tung, Cuatro tesis filosóficas, Barcelona 1974, pág. 76.
{5} Ibídem, pág. 80.