Erendira León Ortiz | UNAM Universidad Nacional Autónoma de México (original) (raw)

Papers by Erendira León Ortiz

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Anatomía de la melancolía Un nuevo Demócrito al lector Amable lector, supongo que sentirás gran c... more Anatomía de la melancolía Un nuevo Demócrito al lector Amable lector, supongo que sentirás gran curiosidad por saber qué bufón o actor enmascarado es el que se presenta tan insolentemente en este teatro del mundo, ante los ojos de todos, usurpando el nombre de otro; de dónde es, por qué lo hace y qué tiene que decir. Aunque, como dijo Séneca l , «soy un hombre libre, y puedo elegir lo que vaya decir, ¿quién me puede obligar?» Si se me exigiese. respondería tan presto como el egipcio de Plutarco2, cuando un curioso quería saber lo que tenía en su cesta: estaba tapado porque no debía saber lo que conte­ nía. No indagues en lo que está oculto; si te gusta el contenido «y te resulta de uti­ lidad, suponte que el autor es el hombre de la Luna o quien quieras\>, no me gus­ taría que se me conociera. Sin embargo, para satisfacerte de algún modo, que es más de lo que necesito, te daré un motivo por el que he usurpado el nombre, el título y el tema. En primer lugar, el nombre de Demócrito, para que ninguno se engañe por este motivo esperando un pasquín, una sátira, algún tratado ridículo (como yo mismo habría hecho), alguna doctrina prodigiosa, una paradoja del movimiento de la Tierra, «de los mundos infinitos en un vacío infinito causado por la colisión accidental de átomos en el sol». Todo esto lo mantenían Demócrito, Epicuro y su maestro Leucipo en la Antigüedad, y recientemente lo han retomado Copérnico, Bruno y algún otro. Además, siempre ha sido una costumbre común, como obser­ va Aulo Gelio\ «para los más humildes escritores e impostores, introducir muchas ficciones absurdas e insolentes bajo el nombre de tan noble filósofo como es Demócrito, para conseguir más credibilidad y por medio de ellos ser más respeta­ dos», como suelen hacer los artistas, «que firman con el nombre de Praxíteles una estatua suya». Pero no es mi caso. «Aquí no encontrarás ni centauros, ni gorgonas ni harpías, nuestra página sabe a hombre»5. Tú mismo eres el tema de mis discurso. «Lo que hacen los hombres, los votos, temores, iras, placeres, alegrías, idas y venidas, es el asunto de mi libro»6. Mi intención al usar su nombre no es distinta a la de Mercurio Gallobelgico o Mercurio Británico al usar el nombre de Mercurio, o Demócrito Cristiano\ etc. Aunque hay otras circunstancias por las que me he ocultado bajo esta máscara, y ciertas consideraciones particulares que no puedo expresar tan bien hasta que no haya trazado una breve caracterización de Demócrito y de lo que era con un epí­ tome de su vida. Demócrito, según lo describen Hipócrates X y Diógenes Laerci0 9 , era un hom­ brecillo anciano y fatigoso, muy melancólico por naturaleza, receloso de compa­

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Anatomía de la melancolía Un nuevo Demócrito al lector Amable lector, supongo que sentirás gran c... more Anatomía de la melancolía Un nuevo Demócrito al lector Amable lector, supongo que sentirás gran curiosidad por saber qué bufón o actor enmascarado es el que se presenta tan insolentemente en este teatro del mundo, ante los ojos de todos, usurpando el nombre de otro; de dónde es, por qué lo hace y qué tiene que decir. Aunque, como dijo Séneca l , «soy un hombre libre, y puedo elegir lo que vaya decir, ¿quién me puede obligar?» Si se me exigiese. respondería tan presto como el egipcio de Plutarco2, cuando un curioso quería saber lo que tenía en su cesta: estaba tapado porque no debía saber lo que conte­ nía. No indagues en lo que está oculto; si te gusta el contenido «y te resulta de uti­ lidad, suponte que el autor es el hombre de la Luna o quien quieras\>, no me gus­ taría que se me conociera. Sin embargo, para satisfacerte de algún modo, que es más de lo que necesito, te daré un motivo por el que he usurpado el nombre, el título y el tema. En primer lugar, el nombre de Demócrito, para que ninguno se engañe por este motivo esperando un pasquín, una sátira, algún tratado ridículo (como yo mismo habría hecho), alguna doctrina prodigiosa, una paradoja del movimiento de la Tierra, «de los mundos infinitos en un vacío infinito causado por la colisión accidental de átomos en el sol». Todo esto lo mantenían Demócrito, Epicuro y su maestro Leucipo en la Antigüedad, y recientemente lo han retomado Copérnico, Bruno y algún otro. Además, siempre ha sido una costumbre común, como obser­ va Aulo Gelio\ «para los más humildes escritores e impostores, introducir muchas ficciones absurdas e insolentes bajo el nombre de tan noble filósofo como es Demócrito, para conseguir más credibilidad y por medio de ellos ser más respeta­ dos», como suelen hacer los artistas, «que firman con el nombre de Praxíteles una estatua suya». Pero no es mi caso. «Aquí no encontrarás ni centauros, ni gorgonas ni harpías, nuestra página sabe a hombre»5. Tú mismo eres el tema de mis discurso. «Lo que hacen los hombres, los votos, temores, iras, placeres, alegrías, idas y venidas, es el asunto de mi libro»6. Mi intención al usar su nombre no es distinta a la de Mercurio Gallobelgico o Mercurio Británico al usar el nombre de Mercurio, o Demócrito Cristiano\ etc. Aunque hay otras circunstancias por las que me he ocultado bajo esta máscara, y ciertas consideraciones particulares que no puedo expresar tan bien hasta que no haya trazado una breve caracterización de Demócrito y de lo que era con un epí­ tome de su vida. Demócrito, según lo describen Hipócrates X y Diógenes Laerci0 9 , era un hom­ brecillo anciano y fatigoso, muy melancólico por naturaleza, receloso de compa­