La tauromaquia de Conchita Cintrón (original) (raw)
Desde muy temprana edad, Conchita Cintrón siente una especial atracción por el mundo del caballo, que le lleva a recibir clases prácticas en la academia del maestro cavaleiro Rui da Cámara, su futuro mentor y guìa inseparable de nuestra rejoneadora a lo largo de toda su carrera. Allí recibiría también sus primeras lecciones de toreo a pie de manos del espada vasco Diego Mazquiarán “Fortuna”, intérprete depuradísimo del volapié.
Como rejoneadora actúa en público por vez primera a los 13 años de edad con ocasión de un festival benéfico celebrado en la plaza de toros limeña de Acho en enero de 1936, siete meses antes de que estallara la Guerra Civil en España. Su presentación como novillero tuvo lugar el 31 de julio de 1938 en la localidad peruana de Tarma. Más tarde actúa en los cosos de Venezuela, Colombia, Méjico e incluso en alguna corrida incruenta celebrada en la cercanía del estado de San Francisco en los Estados Unidos. En la plaza de “El Toreo”, de la capital azteca, debutó el 20 de agosto de 1939. Por aquella época recibió lecciones del maestro mejicano Jesús Solórzano e interpretó la película “Maravilla del toreo”. Tras sus múltiples y exitosas actuaciones en los cosos americanos tanto a pie, destacándose como una elegante y consumada estoqueadora, como a caballo, exhibiendo unos conocimientos de la lidia , doma y precisión en el embroque, no es hasta seis años después de aquel debut mejicano, cuando torea a caballo por vez primera en España.
Su presentación oficial en nuestro país tiene lugar en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla un 23 de abril de 1945 estoqueando un novillo de Ángel Sánchez. A partir de ahí y hasta su retirada definitiva en Jaén el 18 de noviembre 1950 junto a Manolo Vázquez y Antonio Ordóñez, suma un total de casi el centenar de actuaciones a caballo y escasamente la media docena de a pie, ya que injustamente por aquellos años no estaba autorizado que una señorita echara pie a tierra para practicar el toreo de muleta y estoque frente a los toros. Entre sus célebres actuaciones a pie podríamos destacar algunos festivales como el de Vista Alegre en la tarde del 10 de julio de 1945 o sus comparecencias en las plazas de toros de San Sebastián, Jaén, Ceuta y Melilla en donde se cortaron orejas, rabos y hasta patas.
El santón de la crónica de la época Gregorio Corrochano describe así el toreo de Cintrón desde su doble condición de rejoneadora y espada:
“Quién haya visto torear de muleta habrá observado que frente al toro manso o tardo que no arranca, le anda al pitón contrario, se cruza con los toros. No torea de perfil como ahora es moda y también alivio de líneas paralelas que no se encuentran. Con la muleta es formidable; adelanta la mano, tira de los toros y remata los pases. Yo la he visto torear de muleta y gustándome extraordinariamente a caballo, me gusta más con la muleta”.
Durante aquellos años treinta, cuarenta y cincuenta nuestra protagonista de hoy tuvo el privilegio de conocer y compartir cartel con lo más granado de la torería española con representantes tan ilustres y con estilos y apuntes muy distintos y así toreó con Juan Belmonte, esteta y pasional, Domingo Ortega, el poderío andante; Chicuelo, técnico prodigioso de cristal; Cagancho, empaque y desdén esculpido para la historia en la talla de El Montañés, Pepín Martín Vázquez la elegancia y sencillez de un ángel roto; Pepe Luis Vázquez; la alegría e inteligencia al servicio de la tradición; Antonio Bienvenida, la naturalidad de un superclase; entre muchos.
Sin olvidar tampoco a los máximos exponentes de la mejor generación de la historia del toreo mejicano como: Fermín Espinosa Armillita, el más grande de América bajo la escuela de José; Silverio Pérez un genio del arte; Lorenzo Garza y su portentosa mano izquierda; Luis Castro “El Soldado” o la inspiración fugaz; Alberto Balderas con su valor suicida a cuestas; Pepe Ortíz, frágil capote de oro o los Gaona, Solórzano, Calesero, Ricardo Torres, Antonio Velázquez, también de tallas extraordinarias.
Cintrón pese a tal plantel de toreros ilustres nunca se amilanó y siempre plantó batalla. Como ella misma afirma:
“Ningún torero tiene miedo ya que nadie se pone donde no ve las cosas claras. Donde sí, se pasa mucho miedo, es en el patio de cuadrillas, antes que se abran las puertas, porque no se sabe como va a ser el toro, es el miedo al vacío que decía Ortega y Gasset, al no saber qué pasará, volveré, no volveré. Es un cierre relámpago que sube y baja por el estómago, todo el mundo esta quieto y callado, sólo se oyen los cascabeleos de las mulillas, o la espuela del picador contra el estribo y la voz de algún aficionado bien intencionado deseando suerte y uno apenas puede darle la mano...pero una vez que se abren las puertas ya son nada más que Dios, el toro y el torero”
La diosa rubia del toreo, tras su despedida de los ruedos se casó con el aristócrata portugués, Francisco de Castelo Branco, sobrino de su maestro Ruy da Cámara y nunca volvió a vestir profesionalmente su traje corto, con el que siempre vistió en su actividad torera, salvo en alguna ocasión excepcional en Lima, cuando utilizó el vestido de peruana para hacer el paseíllo en el bicentenario de la plaza de Ancho y en Nimes para otorgar la alternativa a la rejoneadora francesa María Sara el 21 de septiembre de 1991.
Es además una intelectual muy querida por artistas y escritores con los que siempre anduvo muy cómoda y a gusto bajo su respeto y admiración, y todo ello sucedió en una época en que todo coincidió para hacer nacer una espléndida edad de oro de las artes y los toros, amiga de poetas como Federico García Lorca, Gerardo Diego, Miguel Hernández y Rafael Alberti; de intelectuales como Ortega y Gasset, Eugenio D´Ors y Cossío; de artistas como Zuloaga y Sebastián Miranda; y de escritores como Ernest Hemingway, Ramón Pérez de Ayala y José María de Pemán, entre otros que impregnaron toda la vida del país y la propia vida de Conchita.
Como decía Rafael Duyos:
Caballito americano
con sangre de morería,
caballista con alas,
seda y luna en las bridas,
trotecito andaluz,
peruana la silla,
dime, ¿quién te monta?
¡Me monta Conchita!
Un punto de cantaora
Y un punto de bailarina
Cabalgando, rienda suelta,
Sobre inventada marisma.
Cazadora de la gracia,
Entre mil gracias cautiva…
Sonajero americano
Con ritmo de granaína
Virreina del redondel
Amazona de los incas..
Con majestad de señora
Y modos de señorita…
Lima, a lo lejos, nostálgica
Por ella inventó Sevillas
Con Guadalquivires indios
Y Giraldas colombinas…
Caballito americano,
Con sangre de morería,
Caballito con alas,
Seda y luna en las bridas,
Trotecito andaluz,
Peruana la silla…
Dime, ¿quién te monta?
¡Me monta Conchita!
Tras su etapa profesional en los ruedos en 1962 publicó su primer libro biográfico bajo el título “Recuerdos” y en el año 1977 su última reflexión taurina editada ¿Porqué vuelven los toreros?, ambos traducidos al inglés. Durante aquellos mismos años ocupó diversos cargos en el servicio diplomático peruano, como agregado civil de las embajadas de Portugal y Méjico y también como cronista durante dos décadas del Diario “El Informador” de Guadalajara. Entre sus múltiples condecoraciones destacando las otorgadas por el Gobierno de Perú por los servicios distinguido: El Gobierno de Portugal con la “Medalla de la Cultura”; “Medalla al Mérito” del Consejo Distrital del Rimac en Lima, Perú y “Espuela de Oro” por la Asociación Nacional de Charros (Méjico) y Ciudadana de Honor de Nimes, Francia.