LOS CORSARIOS EN LA HISTORIA CHILENA (original) (raw)
LOS CORSARIOS EN LA HISTORIA CHILENA
Hamish I. Stewart Stokes y Claudio Cabello Pizarro
El corsario fue hasta hace muy poco un factor importante en la guerra naval. De hecho, las marinas de guerra organizadas son, en comparaci�n con los corsarios, instituciones relativamente recientes. Durante toda la historia, aunque la diferencia legal entre el corsario y el pirata ha sido clara, esta ha sido, sin embargo, una l�nea delgada, a trav�s de la cual los participantes pudieron muchas veces deslizarse con relativa facilidad. No solamente el p�blico en general, sino tambi�n los estudiosos, han confundido a los corsarios con los bucaneros, y a la vez ambos con los piratas, y a todos �stos con filibusteros.
Un corsario fue un buque privado armado que operaba durante tiempos de guerra en contra del comercio del enemigo. Estos buques recib�an una patente de corso, que los autorizaban a tomar presos durante tiempos de guerra, y que les serv�a tanto como certificado oficial de represalia como de garant�a de buen comportamiento. El nombre corsario cubr�a tanto los barcos como los hombres que navegaban en ellos. La primera patente de corso fue emitida en Inglaterra en 1293, pero solamente desde 1589 en adelante se estableci� que los presos deber�an ser condenados por un Tribunal del Almirantazgo y que deber�a haber una repartici�n de su valor entre la Corona y los due�os. La divisi�n generalmente se hac�a sobre la base de un 10% para la Corona y el 90% para los due�os.
Eventualmente, todas las naciones mar�timas occidentales adoptaron este m�todo para destruir el comercio de sus enemigos. As� que Francis Drake fue esencialmente un corsario durante su circunnavegaci�n del globo, aunque no ten�a una patente de corso espec�fica para la expedici�n, y como el capit�n John Paul Jones fuera durante la Guerra de la Independencia norteamericana, antes de que se convirtiera en un oficial de la marina regular de los Estados Unidos. El origen de las patentes de corso yace en la doctrina de represalia, donde el due�o de un buque o de mercader�as apresadas por los s�bditos de otra naci�n, podr�a pedir de su propio gobierno un permiso para tomar represalias para recuperar sus p�rdidas, si el otro gobierno no le hab�a otorgado indemnizaciones en sus tribunales. Las represalias se convirtieron eventualmente en un per�odo de beligerancia que preced�a a una declaraci�n de guerra. Cuando exist�a un agravio en contra de otro pa�s por actos que hab�a cometido, que podr�an no merecer una declaraci�n de guerra completa, la naci�n agraviada pod�a declarar un estado de represalia, y llevar a cabo operaciones navales en un nivel por debajo al de una guerra, hasta que sus quejas hubieran sido solucionadas.
Usualmente esto fue la se�al para emitir patentes de corso bajo la cual los corsarios podr�an atacar al comercio mar�timo de la otra naci�n. Sobra decir que una declaraci�n de
represalia casi invariablemente deriv� en un estado de guerra completo. As� que, Francis Drake se justificaba ante los espa�oles que captur� durante sus operaciones en la costa americana del Pac�fico, aduciendo que solamente estaba tomando represalias en contra del Rey de Espa�a por sus p�rdidas algunos a�os antes en San Juan de Ulloa. Las represalias fueron consideradas en la Convenci�n de la Haya de 1907, y se acord� l�mites estrictos sobre el empleo de la fuerza en alta mar para la recuperaci�n de deudas contractuales.
Para cuando finalmente se establecieron armadas nacionales en forma permanente, a comienzos del siglo XVII, las autoridades muchas veces desaprobaron el corso, debido a que los mejores marineros prefer�an servir a bordo de los corsarios, adonde las condiciones eran mejores que en los buques de la armada oficial. En Inglaterra, para impedir esta fuga de hombres, el gobierno instituy�, en 1692, un sistema donde la Corona pasaba sus derechos a las capturas hechas por buques de la armada a las tripulaciones que realmente hab�an hecho las presas, estableciendo por Proclamaci�n Real una escala de reparto, o parte de preso.
Una ley de la Reina Ana de 1708, conocida como la Ley de Cruceros, traspasaba todos los derechos de la Corona a los captores, el valor de la presa era dividido en octavos, de los cuales tres iban al capit�n, uno al comandante en jefe, uno a los oficiales, uno a los suboficiales, y dos a la tripulaci�n. Cualquier parte de la presa que no fuera reclamada pasaba a manos del Hospital Naval de Greenwich. Al mismo tiempo se extendi� el sistema de tribunales de presas, que ya exist�a para los corsarios, al sistema de parte de presas para la armada. Durante las Guerras Napole�nicas exist�a un sistema eficiente y bien administrado, con reglas claras que proteg�an igualmente a los derechos de los captores como a los de los cautivos, siempre que hubieran obedecido a las leyes n�uticas brit�nicas. La parte de presa, en la historia naval brit�nica, siempre fue un importante incentivo para el reclutamiento. Muchos hombres tentados a unirse a la marina, en la esperanza de riquezas r�pidas de esta fuente.
El corso fue un sistema tan eficiente de destrucci�n de comercio, que los franceses, principalmente aquellos de los puertos de San Malo y Dunquerque, tales como Jean Bart, y los norteamericanos hicieron gran uso de ello, tanto que todas las otras naciones del mundo fueron obligadas a seguirlos. As� se puede considerar a los corsarios como los predecesores estrat�gicos de los submarinos, cuando fueron usados, como en las Primera y Segunda Guerras Mundiales, para atacar a los buques mercantes del Estado enemigo. En la historia brit�nica, el reinado de Isabel I (1558-1603) fue la �poca de oro de los corsarios. Los corsarios franceses fueron m�s activos durante el siglo que sigui� a la Guerra de la Sucesi�n Espa�ola (1702-1713), y los corsarios norteamericanos fueron mucho m�s numerosos que los buques de su armada durante la Guerra de la Independencia (1775-82) y la Guerra de 1812.
Los primeros pasos para abolir oficialmente el corso solamente se dieron en 1856, cuando Gran Breta�a, Austria, Prusia, Cerde�a y Turqu�a firmaron la Declaraci�n de Par�s. Sin embargo, los Estados Unidos, una importante naci�n corsario, rehus� firmar, lo que les cost� muy caro durante su guerra civil cuando los corsarios sure�os diezmaron la flota mercante y ballenera del norte. A pesar de que el Reino Unido fue el verdadero impulsor de la declaraci�n, solamente anunci� que ya no pagar�a parte de presa despu�s de la Segunda Guerra Mundial. Los principios de la Declaraci�n de Par�s fueron reafirmados durante la Conferencia de la Haya de 1907, pero se abri� una nueva puerta para el ataque a buques mercantes, cuando la mayor�a de los estados mar�timos aprobaron el uso de cruceros mercantes armados, y en las dos guerras mundiales el ataque mar�timo al comercio fue un arma importante.
La diferencia entre el corso y la pirater�a es que pirater�a es el acto de tomar el control o la posesi�n de un barco en alta mar de aquellos que legalmente lo posean. La palabra operativa de esta definici�n es "legalmente", dado que la ley mar�tima internacional permite la declaraci�n, por una potencia beligerante, de un bloqueo, como una raz�n leg�tima para detener a cualquier buque, no importa si es neutral o beligerante, que se sospecha que transporta contrabando. Sin este derecho legal, cada acto de este tipo ser�a equivalente a un acto de pirater�a.
La pirater�a fue end�mica entre todas las naciones mar�timas antes del nacimiento de armadas regulares. En los inicios de la historia mar�tima se reconoci� y se acord� que el pirata era un enemigo no simplemente de una naci�n en particular sino de toda la humanidad. As� que podr�a ser castigado por los tribunales competentes de cualquier naci�n. Los piratas han operado naturalmente durante toda su historia en peque�os barcos r�pidos, que pod�an alcanzar sus presas en alta mar, fuera de la interferencia de otros buques, y los capturaban por medio del abordaje. Con el desarrollo de la artiller�a, los piratas equiparon a sus buques con ca�ones, generalmente capturados de otras naves, hasta que se parecieron a peque�os buques de guerra. La edad cl�sica de la pirater�a fue a finales del Siglo XVII y a comienzos del Siglo XVIII, cuando muchos de los corsarios que operaban en las Indias Occidentales y el Oc�ano Indico se deterioraron convirti�ndose en piratas. Con la llegada a estas aguas de escuadrones organizadas de la armadas de las naciones europeas, se les extirp� gradualmente. Hoy en d�a, la pirater�a sigue existiendo, aunque en una escala muy menor, especialmente en los mares alrededor de Borneo e Indonesia, debido en parte a las disputas sobre la soberan�a y en parte a la facilidad para esconderse en costas cubiertas de jungla.
Los bucaneros o filibusteros, conocidos entre s� por el rom�ntico nombre de la "Hermandad de la Costa", fueron marineros de todas las nacionalidades que navegaban por su propia cuenta en el Caribe y el Pac�fico durante el Siglo XVII. Se auto-proclamaron corsarios, pero dado que rara vez portaban una patente de corso v�lida, solamente se diferenciaban de los piratas por el hecho de que solamente atacaban a barcos y posesiones espa�oles. Justificaban sus acciones por la negativa de Espa�a de reconocer el derecho de los dem�s pa�ses, con la excepci�n de Portugal, de establecerse en las Am�ricas. El dicho espa�ol: "No hay paz m�s all� de la l�nea", refiri�ndose a la l�nea trazada por el Tratado de Tordesillas, ejemplifica esta actitud. La palabra bucanero viene del boucan o parrilla que se usaba para secar carne de vacuno, mientras que filibustero viene de la palabra filibustier, ambas de origen franc�s.
Los bucaneros se inspiraban en las actividades de los corsarios isabelinos y aparecieron en el Caribe despu�s de la captura de Jamaica por los ingleses en 1655, y m�s tarde en el Pac�fico. Los grupos originales consistieron en aventureros de todos tipos y fueron organizados en un ej�rcito eficiente por Henry Morgan para capturar a Panam� en 1671. De hecho, los bucaneros a diferencia de los piratas convencionales, operaban m�s como infanter�a en tierra, atacando ciudades espa�olas, que como marineros en alta mar, persiguiendo presas. A pesar de esto fueron excelentes marineros e incluyeron algunos personajes excepcionales, tales como Bartholomew Sharp, William Dampier, Alexander Selkirk, Basil Ringrose y Lionel Wafer. El comienzo de la guerra europea generalizada en 1689 termin� con los bucaneros, convirti�ndolos en corsarios leg�timos.
Chile sufri� severamente de los ataques tanto de corsarios como de piratas durante la Colonia. Llegada la independencia adopt� las reglas brit�nicas, convirti�ndose en una activa naci�n corsario. En la d�cada de los sesenta del siglo pasado, durante la guerra con Espa�a, una vez m�s se prepar� para emitir patentes de corso.
Las operaciones de los ingleses en aguas chilenas durante el Siglo XVI caen dentro del marco de las operaciones de corso, aunque la corona Espa�ola consideraba a cualquier navegante que penetraba al Pac�fico como un pirata, y hab�a ordenado a las autoridades locales tratarlos como si lo fueran. Estas actividades comienzan con el paso de Francis Drake por el Estrecho de Magallanes en 1578. En ese momento Inglaterra y Espa�a estaban oficialmente en paz, pero ya exist�a un estado de tal tensi�n entre ellos que se puede considerar que exist�a un estado de represalia. Como resultado la Reina hab�a retirado su anterior prohibici�n al plan, y probablemente invirti� dinero en la expedici�n. Aunque el viaje de Drake ten�a objetivos estrat�gicos que reflejaban las ambiciones comerciales y coloniales de los l�deres ingleses en la regi�n meridional de Am�rica del Sur, fue una continuaci�n natural de los ataques de represalia y saqueo a Panam� de los a�os anteriores.
Las expediciones de Thomas Cavendish de 1587 y de Richard Hawkins en 1593, para mencionar s�lo aquellos que lograron pasar el Estrecho, ya que ocurrieron durante tiempos de guerra, no ten�an la dudosa calidad de aquella de Drake. Sin embargo, esto no cambi� la posici�n espa�ola de considerarlas como piratas. Cavendish logr� apoderarse del gale�n anual de Manila y volver a Inglaterra con un enorme bot�n. Hawkins al contrario fue capturado y solamente la caballerosidad de don Beltr�n de Castro, al cual se hab�a rendido, consigui� salvarle la vida. Las autoridades en Lima, siguiendo las instrucciones de las autoridades metropolitanas, lo condenaron a muerte y Castro mucho tuvo que luchar para cumplir su palabra. Aunque Castro tuvo �xito al final, Hawkins fue enviado como prisionero a Espa�a, donde fue encarcelado hasta el final de la guerra de la guerra en 1604.
Cuando termin� la Guerra Anglo-Espa�ola, desaparecieron los corsarios ingleses de las aguas del Pac�fico, para ser reemplazados por los Holandeses, que si segu�an en guerra con Espa�a. El auge del desarrollo de los recursos mar�timos holandeses para los primeros a�os del Siglo XVII les permit�an montar una ofensiva en contra de las posesiones espa�olas en Asia, Africa y Am�rica. Esto formaba parte de un plan estrat�gico que ten�a dos prop�sitos. Primero, atacando a las colonias de la Corona espa�ola, no s�lo la debilitar�a financieramente, sino tambi�n la obligar�a a desviar recursos y soldados de Flandes, el frente principal de la guerra, a Asia y Am�rica, donde su poder�o naval otorgaba una sustancial ventaja a los holandeses. Segundo, el bot�n tomado y las conquistas que lograban hacer los holandeses, tanto en Asia como en Am�rica, fortalec�an su econom�a. Esto fue especialmente cierto, dado que al contrario del gobierno espa�ol, la guerra colonial no representaba un cargo para el fisco holand�s, ya que era de responsabilidad de inversionistas privados, y �ltimamente de dos empresas privadas, la Compa��a de las Indias Orientales y la Compa��a de las Indias Occidentales.
Chile sufri� una serie de ataques de parte de los holandeses durante el ocaso del Siglo XVI y durante el siglo siguiente. El objetivo de estas expediciones fue de abrir el comercio con los establecimientos espa�oles a la fuerza y de establecer una base, equivalente a Ciudad de Cabo, adonde los buques que iban a las Indias Orientales podr�an hacer escala. Los puntos en la costa de Chile seleccionados para esto fueron Valdivia y la Isla de Chilo�. La primera expedici�n holandesa a Am�rica fue la de Sim�n de Cordes y Jacobo Mahou (1598) que atac� Chilo�; sigui� la flota de Oliver van Noort (1599), que saque� Valpara�so y fue el primer holand�s en circunnavegar el mundo; la de Joris van Spielbergen (1615), que pese a existir la Tregua de los Doce A�os entre Espa�a y Holanda, atac� la isla Santa Mar�a, mientras al mismo tiempo sus compatriotas arrebataron el control de las Molucas a los portugueses; la de Isaac Le Mayre y Wilhelm von Schoutten (1616), que descubrieron el paso del cabo de Hornos; la de Jacobo L'Hemite (1623), que recal� en la isla de Juan Fern�ndez, y la de Hendrick Brouwer y Elias Herckmans (1643), que atac� Chilo� e intent� afincarse en Valdivia, sin �xito. De estas seis expediciones, fueron la primera y la �ltima lo m�s peligrosas para Espa�a. Fueron estas dos las que lograron, aunque fugazmente, apoderarse de las llaves del Pac�fico sudamericano. La importancia que Espa�a otorg� a la zona austral se refleja en la enorme inversi�n que hizo en fortificar a Valdivia una vez que fue recuperada. Que al final los holandeses no tuvieron el mismo �xito que en aguas asi�ticas se debe a la geograf�a y el clima de la zona austral, que fueron eficaces aliados, m�s que niveladores de fuerzas, a favor de los espa�oles.
En Espa�a, al igual que en todas los dem�s pa�ses europeos, exist�a el corso, pero tuvo caracter�sticas especiales, que lo diferenciaba del corso ingl�s, franc�s u holand�s. Aquellos pa�ses practicaban lo que se puede llamar un corso ofensivo, mientras que el espa�ol era uno defensivo. Al igual que sus colegas de otros pa�ses, los corsarios espa�oles fueron aventureros que voluntariamente se ofrecieron a las autoridades de su pa�s para actuar en el mar contra los enemigos de su naci�n, utilizando la patente de corso. Adonde se diferenciaban de ellos fue en la teor�a detr�s del sistema. Seg�n esto no pretendieron apoderarse de los bienes de s�bditos de otros pa�ses, sino de recobrar lo que se consideraban perteneciente a sus compatriotas, que hab�an sido usurpados violentamente o mediante la pr�ctica del contrabando. El hecho que las Indias fueron una donaci�n papal a los reyes de Espa�a les permit�a considerar que todo tipo de comercio de los extranjeros con las colonias espa�olas era una violaci�n de monopolio comercial establecido por la Corona y un robo a los intereses de los s�bditos de Su Cat�lica Majestad. los corsarios espa�oles se consideraron as� los ejecutores de una actividad justiciera, amparada en el derecho de represalia, como era de restituir a sus propietarios leg�timos lo hurtado por otros. Se abstuvieron por ello de atacar las plazas inglesas de Norteam�rica y sus mercantes, limit�ndose a operar dentro del espacio que leg�timamente le correspond�a al rey de Espa�a.
El car�cter defensivo hizo que estos corsarios hispanos centraran sus esfuerzos en la represi�n del contrabando, convirti�ndose en una especie de brazo auxiliar de la marina espa�ola. De aqu� que su campo de actuaci�n fuera fundamentalmente el Caribe, a lo sumo el Atl�ntico sur, y s�lo espor�dicamente la costa del Pac�fico americano. El corso espa�ol en Am�rica no tuvo caracter�sticas propias hasta el �ltimo cuarto del siglo XVII. Hasta entonces estuvo vinculado al corso general de Espa�a, cuya regulaci�n serv�a para las Indias. Fue a partir de 1652 que se produjo la separaci�n entre el corso metropolitano y el indiano cuando la Corona resolvi� otorgar solamente patentes de corso para operaciones en el Mediterr�neo o en las costas atl�nticas de Espa�a, prohibiendo que los corsarios se acercaran a las costas de Brasil o de las Indias. La desestabilizaci�n del comercio mar�timo en el Caribe, producida a ra�z de la conquista inglesa de Jamaica en 1655, hizo aconsejable autorizar un corso indiano, para el cual se dieron las Ordenanzas de 1674. Eran disposiciones dirigidas especialmente al corso americano, desvinculado del metropolitano, como se indica espec�ficamente en el pr�logo, y fueron no s�lo las primeras para un corso propiamente americano, sino que adem�s tuvieron vigencia para Am�rica durante muchos a�os, ya que las posteriores no las invalidaron. Uno de los art�culos m�s interesantes era el que revaluaba el oficio de corsario, tan despreciado por la corona Espa�ola, que siempre lo hab�a tildado de semi-pirater�a, se�alando "que a los cabos, soldados y marineros de los nav�os que salieron de corso y fueron embarcados en ellos les ser�n reputados los servicios que hubieren en los corsos, como si los hicieran en mi Armada y flotas de Indias", y que quienes se distinguieran en dicha actividad podr�an acceder incluso a condecoraciones.
A comienzos del Siglo XVIII, el corso espa�ol se hab�a extendido ya al Pac�fico. A principios de 1726 los holandeses enviaron cuatro naves a los puertos del Pac�fico americano. Una se perdi�, pero las otras tres pasaron el Cabo de Hornos: Flesing�s, San Luis y San Francisco. El virrey de Per�, Marqu�s de Castelfuerte, dio patente de corso a Santiago de Salavarr�a para capturar aquellas naves, y �ste logr� apresar al San Luis en Coquimbo. El Flesing�s se entreg� a las autoridades en Nazca, tras recorrer la costa chilena y peruana. El San Francisco volvi� al Atl�ntico y fue luego apresado en Tierra Firme por las guardacostas del Conde de Clavijo. Los g�neros del San Luis fueron rematados en 264,580 pesos, que sumados al valor del buque y su armamento ascendieron a un total de 405.934 pesos y tres reales. Se trataba de un buque de tonelaje mediano, que estaba armado con 34 ca�ones y llevaba 115 tripulantes.
A fines de la etapa colonial ya eran numerosos los barcos extranjeros que hac�an el comercio ilegal en las costas chilenas. A los acostumbrados buques ingleses, holandeses y franceses del pasado, ya se hab�a a�adido buques norteamericanos. Operaban generalmente con el apoyo de los criollos chilenos, que ve�an los intentos de las autoridades espa�oles de interferir como una demostraci�n m�s de la arrogancia del sistema colonial espa�ol. Entonces, fue absolutamente natural que entre las primeras acciones de la Junta de Gobierno, que se instal� el 18 de septiembre de 1810, estuvo la declaraci�n de la apertura de los puertos chilenos al comercio mundial. Empero, la Junta cometi� un grave error estrat�gico, pues no hab�a hecho preparativo alguno para dominar el mar, dejando as� abierto a los realistas la m�s f�cil ruta de acceso y comunicaci�n. Es cierto que en ese momento habr�a sido muy dif�cil crear una escuadra chilena, dado la falta tanto de marineros y oficiales chilenos experimentados como de los barcos necesarios. Sin embargo, se podr�a haber reclutado una escuadrilla corsaria, ya que los mercantes norteamericanos habr�an aceptado gustosos los patentes de la Junta. Pero esa visi�n la tuvo el Virrey del Per� que decret� el corso y as� tomo a su servicio a los mismos capitanes que meses antes hab�a perseguido como contrabandistas. La destrucci�n de la Patria Vieja no se debe buscar en la derrota de Rancagua, o las discrepancias entre O'Higgins y Carrera, sino en la renuncia al control del mar.
El Virrey Abascal, due�o del mar, bloque� a Valpara�so con el Vulture y el Warren destruyendo toda esperanza de libre comercio. Luego organiz� una flotilla que despu�s de recalar en Valdivia y Chilo�, ancl� en San Vicente desembarcando sus tropas en Lenga. Con la derrota de las milicias de Talcahuano, el almirante espa�ol Don Antonio Pareja pudo ocupar Concepci�n y avanzar al norte ocupando Chill�n. A pesar de todo las medidas que ahora tomaron los patriotas chilenos, los realistas segu�an dominando el mar. Solamente la llegada a Valpara�so el 13 de marzo de 1813 de la fragata norteamericana Essex, con la misi�n de proteger el comercio norteamericano y de destruir la flota ballenera brit�nica, logr� aliviar en cierta medida la situaci�n, ya que su sola presencia logr� levantar el bloqueo a Valpara�so y reabrir el libre comercio. La captura de Essex, el 28 de marzo de 1814, frente a Valpara�so, por la fragata _Phoebe_y la corbeta Cherub de la Marina Real, dej� de nuevo sin protecci�n a los patriotas. Los realistas se reforzaron con tropas tra�das por mar desde Per� y con la Asia desde Espa�a, que les permiti� avanzar, derrotar a O'Higgins en Rancagua y reconquistar a Chile.
Los a�os m�s negros para los patriotas de Hispanoam�rica fueron 1815 y 1816. Con el fin de las Guerras Napole�nicas, Espa�a estuvo en condiciones de enviar refuerzos a los realistas, que iban de una victoria a otra en todo el continente. En 1815, con los emigrados chilenos y los soldados del ej�rcito patriota de Buenos Aires, San Mart�n empez� a formar en Mendoza una fuerza para la liberaci�n de Chile. Con la intenci�n de desviar la atenci�n de los realistas de los preparativos, atacar e interrumpir el comercio y liberar a los prisioneros chilenos de las Islas de Juan Fern�ndez, el gobierno revolucionario de Buenos Aires decide reactualizar un plan anterior de enviar una Escuadra al Pac�fico. La formaci�n de una Flota en Buenos Aires ya hab�a cambiado el curso de la guerra en la regi�n de la Plata. la primera intenci�n fue enviar la Escuadra Nacional al Pac�fico, pero el estado financiero del gobierno de Buenos Aires no lo permit�a. En cambio se decidi� autorizar una expedici�n corsario bajo el mando de William Brown, un marino irland�s que se hab�a distinguido contra los espa�oles en Montevideo.
El corso ya estaba bien establecido en Buenos Aires, mucho antes de que se le legaliz� por medio de un decreto fechado el 18 de noviembre de 1816. Seis meses m�s tarde, otro decreto, cuidadosamente redactado y promulgado el 15 de mayo de 1817, reglamentaba definitivamente las operaciones de los corsarios, distinguiendo con precisi�n entre corsario y pirata y estableciendo definitivamente las obligaciones de quienes aceptaron patentes del gobierno de Buenos Aires. Quedaba en claro el trato que deb�a darse a los prisioneros, la obligaci�n de batirse bajo la bandera azul y blanco, la obligaci�n de comunicar al puerto de salida las incidencias de la empresa y, la regla, que ser�a violada muchas veces, de no atacar ninguna nave que no llevara la bandera espa�ola. Finalmente, pero muy importante, especialmente en el derecho internacional, se organiz� tribunales de presas que ten�an la responsabilidad de decidir si las capturas fueron v�lidas, y a los cuales aquellas personas cuyos barcos fueron capturados pudieran apelar.
A fines de octubre de 1815 zarp� la expedici�n corsaria al mando de Brown que consist�a en cuatro buques. Entre los tripulantes hab�a un gran n�mero de chilenos. El Uribe, que naufrag� cerca del Cabo de Hornos, estaba tripulado totalmente por chilenos, y en el Halc�n la gran mayor�a de los marineros eran tambi�n chilenos. En este buque iba el grueso de las tropas de desembarco al mando de don Ram�n Freire, que consist�a en dragones chilenos.
Los tres buques que si lograron llegar al Pac�fico dieron un magn�fico ejemplo de los resultados que el empleo de corsarios puede producir. Aunque no lograron liberar a los chilenos encarcelados en Juan Fern�ndez, principalmente debido a la partida del Uribe, si lograron detener el comercio espa�ol en el Pac�fico. Las p�rdidas causadas a los comerciantes de Lima fueron enormes. Los realistas en Chile ya no solamente ten�an que temer un ataque a trav�s de la cordillera, ya estaban convencidos que otra expedici�n patriota los atacar�a por el mar. San Mart�n, por su parte, hizo circular rumores de que se preparaba una expedici�n en Buenos Aires que atacar�a Concepci�n y San Vicente, en cooperaci�n con la traves�a de los Andes por su ej�rcito.
Inmediatamente despu�s de la victoria de Chacabuco, O'Higgins emprendi� la creaci�n de una Escuadra Nacional capaz de ganar y mantener el control del mar, y de escoltar y proteger una expedici�n militar al Per�. Paralelamente al desarrollo y organizaci�n de una fuerza naval regular, particulares, principalmente en los puertos de Valpara�so y Coquimbo, alentados por las posibilidades de fabulosas ganancias, iniciaron la armaz�n de corsarios.
En Chile la creaci�n de los corsarios se debi� m�s que nada al �xito obtenido por tres ingleses, los capitanes James y MacKay, y el ex-guardia marina Budge. En los primeros d�as de 1817, lleg� a Valpara�so un buque neutral, trayendo la noticia de que la Minerva, uno de los transportes del convoy que bajo escolta de la Esmeralda saliera de C�diz en mayo de ese mismo a�o, se encontraba en Arica, ocupada en desembarcar el valioso cargamento que portaba. Con esta noticia, los tres socios pidieron un patente de corso y decidieron emplear los �ltimos recursos que les quedaban en armar un viejo lanch�n con una vela latina, que denominaron La Fortuna o Death or Glory. Salieron hacia Arica, capturaron a la Minerva y la usaron para continuar el corso.
El �xito obtenido fue el aliciente que se necesitaba para que muchos corsarios chilenos invadieran el Pac�fico. En pocos meses el comercio espa�ol desapareci� del Pac�fico, encerr�ndose en El Callao. Atacaron poblaciones costeras desde Chilo� a Panam� y algunos se aventuraron a las costas de California y M�xico. El corsario _Rosa de los Andes_combati� con las fragatas Piedad y Prueba; captur� numerosos pueblos; sus tropas de desembarco cruzaron a pie el itsmo de Panam� y limpiaron de realistas parte de la costa de la actual Colombia. Corsarios chileno-argentinos operaron en el Caribe y el franc�s Bouchard, al servicio de la Argentina, dio la vuelta al mundo bloqueando de paso Manila, recuperando un buque capturado por amotinados en Hawai y capturando la ciudad de Monterrey en la Alta California. (ver figura 1)
La pr�ctica en materia de presas, que se aplicaba igualmente a los corsarios como a la Escuadra Nacional, segu�a inicialmente la Recopilaci�n de Leyes de Indias, hasta la dictaci�n del Reglamento provisional de Corso de 10 de noviembre de 1817, cuyas normas fueron modificadas por un Senado Consulto de 1821 respecto a la constituci�n del Tribunal y el procedimiento.
Con el reglamento provisional, Chile adopt� el sistema ingl�s, y esto se aplic� tambi�n en la distribuci�n de presas y el comportamiento de corsarios. Los bienes aprehendidos y declarados "buenas presas", seg�n el procedimiento pertinente, eran adjudicadas entre los aprehensores y el Estado de Chile: la totalidad para aquellos, en caso de buques de guerra, y el cincuenta por ciento cuando se trataba de barcos mercantes, quedando la otra mitad para el Estado, deducido un sexto y m�s tarde un d�cimo para el Director Supremo.
Se consideraba "buena presa" toda la propiedad enemiga capturada en el mar, tanto en alta mar, como en la costa y en los puertos, a bordo de buques de guerra, oficiales y corsarios y barcos mercantes, adem�s que los barcos mismos. Adem�s, siguiendo las costumbres brit�nicas, pero a diferencia de las Ordenanzas argentinas, se consideraba "buena presa" la propiedad enemiga conducida en barcos mercantes de bandera neutral, y la propiedad neutral en el caso de que fuera una nave capturada rompiendo un bloqueo establecido seg�n las normas del derecho internacional. All� entraba el problema espinudo de si el bloqueo fuera un "efectivo" o solamente uno de "papel", lo que continuar�a presentando problemas de interpretaci�n para Chile durante las restantes guerras del Siglo XIX e incluso durante la Guerra Civil de 1891. Adem�s, Chile sostuvo que la jurisdicci�n de presas alcanzaba a las capturas en tierra, hechas por una fuerza naval o por cooperaci�n de una fuerza naval. Esto no era generalmente aceptado a nivel internacional, excepto por los Estados Unidos.
El balance de los corsos emprendidos por Chile y Argentina fue positivo. El mejor bloqueo por una armada regular no habr�a surtido tales resultados. Adem�s, los corsarios sirvieron como una excelente escuela para los marineros chilenos, que m�s tarde actuaron en la Escuadra Nacional. al mismo tiempo, el corso ayud� a financiar la guerra, un punto muy importante dada la pobreza chilena, y las dificultades financieras que ten�a que enfrentar el gobierno de O'Higgins en montar y mantener la expedici�n a Per�. Igualmente las presas tomadas por la Escuadra Nacional bajo el mando de Cochrane financiaban los sueldos de los marineros, los que repetidas veces estaban atrasados en meses (ver figura 2). El hecho de que la escuadra pudiera seguir funcionando se deb�a al sistema de premios. Tambi�n, los corsarios y la fuerza naval regular se complementaban. Los corsarios obligaban a la flota espa�ola a extenderse a lo largo de las costas de Am�rica, mientras que la Escuadra pod�a operar en forma concentrada, en contra de blancos escogidos desprotegidos. El enemigo resultaba d�bil en todas partes, mientras los patriotas estaban fuertes en el punto preciso.
No obstante lo anterior, el sistema de presas s� cre� problemas para el Gobierno chileno; algunos de los cuales reaparecieron para dificultar la pol�tica exterior chilena muchos a�os despu�s del fin de la lucha por la independencia. El primer problema fue la queja tradicional de las autoridades navales en cualquier pa�s donde existiera el corso: el efecto que ten�an los corsarios en la demanda de las tripulaciones para los barcos de la Armada. Las ganancias de los marineros a bordo de un corsario eran mucho mayores, siempre que tuvieran �xito, de lo que podr�a pagar el Gobierno Nacional. Toda persona con alguna experiencia marinera quer�a enrolarse en los corsarios, con lo que el enganche de la Escuadra se hizo dif�cil. Iguales dificultades se presentaban a los buques de guerra extranjeros, cuyos marineros desertaban para unirse algunas veces a la Escuadra Nacional, pero la mayor�a de las veces lo hac�an en las naves de los corsarios. las quejas de los comandantes, y la negativa de las autoridades chilenas de devolver a los desertores, enturbiaban las relaciones entre Estados Unidos, Inglaterra y Chile. Finalmente en mayo de 1819, O'Higgins, debido a las quejas de Blanco Encalada, que 300 marineros hab�an desaparecido de Valpara�so, decret� el embargo de todos los corsarios surtos en Valpara�so.
Otro problema, tambi�n tradicional, fue la tendencia de algunos corsarios, cuando las presas leg�timas se pon�an escasas, de cruzar la l�nea delgada entre el corso y la pirater�a. Hubo casos en que tripulaciones se amotinaban o desertaban para dedicarse a la pirater�a. En 1821, el buque de la Escuadra Nacional, El Araucano, bajo el mando del capit�n Simpson, estaba anclado frente a Loreto en California. El capit�n y la mayor parte de la tripulaci�n estaban en tierra preparando charqui para la Escuadra, cuando el contramaestre, que hab�a quedado al mando de la nave, se amotin� y zarp� para dedicarse a la pirater�a. Desembarc� aquellos marineros que no quer�an ser piratas, en Puerto Escondido, quienes sufrieron grandes penurias, antes de lograr reunirse con Simpson en Loreto.El Araucano despu�s de recorrer las costas de Alta California tom� refugio en Tahiti, donde fue capturado por un buque misionero ingl�s que le reconoci� como pirata.
Los problemas m�s serios y de m�s larga duraci�n fueron los reclamos de los gobiernos neutrales acerca de las actividades de los corsarios y buques de la Armada nacional. El caso m�s importante, que dur� desde la d�cada de los a�os veinte hasta la del setenta del siglo pasado fue con los Estados Unidos, y se le conoce como "La Cuesti�n del Macedonian". Aunque el caso es poco conocido, afect� profundamente las relaciones entre Chile y Estados Unidos durante muchos a�os, creando en varias oportunidades situaciones de aguda tensi�n, que bien podr�an haber causado una ruptura de relaciones o, lo que es a�n peor, una soluci�n de fuerza.
Se ha dado al asunto la denominaci�n de "La Cuesti�n del Macedonian" debido a que las dos controversias involucradas tuvieron su origen en actividades comerciales en el pac�fico, de un taimado traficante, el capit�n Eliphalet Smith, al mando del bergant�n estadounidense Macedonian, las que motivaron acciones de la Escuadra chilena dirigida por Lord Cochrane. Desde 1818, el capit�n de _Macedonian_ayudaba a los intereses realistas en Per�. Traficaba mercader�as y armas para los espa�oles, bajo la protecci�n de un pabell�n neutral. Tambi�n proporcionaba informaci�n sobre las fuerzas patriotas, y trasladaba importantes personajes realistas y sus bienes en su barco.
El Almirante Cochrane, sabedor de que el tr�fico del Macedonian ten�a un origen espa�ol, hizo dos presas de importantes sumas de dinero vinculadas al comercio de dicha nave. Una en la localidad de Supe y en el barco franc�s_La Gazelle_, en 1819, durante el primer crucero de la Escuadra chilena al Per�, y otra en Sitana, en la �poca de la Expedici�n Libertadora, en 1821. Por tales acciones de Lord Cochrane, el Gobierno de los Estados Unidos present� sucesivamente al Gobierno de Chile dos reclamaciones oficiales, en las que sosten�a que tanto los valores aprehendidos en 1819 como en 1821 pertenec�an a ciudadanos estadounidenses.
Eventualmente esta cuesti�n fue sometida al arbitraje del Rey de B�lgica, quien determin� que Chile ten�a que pagar compensaci�n a los ciudadanos de los Estados Unidos. En verdad, ella no fue del monto que aquellos esperaban. Una decisi�n al final bastante salom�nica. El hecho de que Chile tuvo que pagar se debi� a dos razones: primero, Chile se hab�a descuidado en no establecer en forma regular los tribunales de presas que el derecho internacional y su propia legislaci�n le impon�a, lo que dio margen a una reclamaci�n por parte de los afectados, y segundo, un cambio en la interpretaci�n jur�dica permiti� el que Chile cayera en el marco de una irregularidad legal acerca de las presas hechas en tierra por fuerzas navales. Todo lo anterior nos muestra que a pesar de las ventajas econ�micas que significaba el actuar bajo patente de corso, ello no dejaba libre de problemas a los pa�ses que emplearon este sistema.
CORSARIOS CON PATENTE OTORGADA POR EL GOBIERNO DE CHILE
CLASE Y BUQUE | A�O | DESPLAZAMIENTO | ARMA-MENTO | PROPIE-TARIO | HISTORIAL |
---|---|---|---|---|---|
Falucho Fortuna | 1817 | 20 | --- | Budge y Mac-Kay | Tambi�n conocido como Death or Glory. Abandonado despu�s de capturar a la Minerva |
Bergant�n Chileno | 1817 | -- | 12 ca�ones | Felipe S. de Solar | Ex. Adeline. Captur� los siguientes buques: Saetas, Diamante, Inspectora, Balero y San Antonio. Naufrag� en Valpara�so 4-7-1819. |
Fragata Minerva | 1817 | -- | 12 ca�ones | Budge y Mac-Kay | Armada en corso, despu�s de su captura apres� al Santa Mar�a |
Goleta Nuestra Se�ora del Carmen | 1818 | -- | 1 ca��n | Manuel A. Bosa | Alias Furioso. Captur� al Nuestra Se�ora de los Dolores y al Machete. |
Bergant�n Santiago Bueras | 1817 | 200 | 12 ca�ones | Gregorio Cordov�z | Ex. Lancaster. Presas: Los Angeles Resoluci�n. |
Goleta La Fortuna | 1817 | 180 | 10 ca�ones | Mac-Kay | Ex. Catalina. Presas: San Miguel y Gran Poder |
Bergant�n El Cachucho | -- | -- | --- | Fortel | |
Bergant�n Maip� Lanzafuego | 1818 | -- | --- | Jos� M. Manterola | Presas: San Antonio, Providencia, Buena Esperamza |
Bergant�n Congreso | 1818 | -- | --- | J. A. Turner | Presas: Empecinado, Golondrina, San Pedro, Regalado |
Bergant�n Salvaje | --- | -- | -- | Citado por Guido, no se tienen otras noticias. | |
Corbeta Rosa de los Andes | 1818 | 400 | 36 ca�ones | Ej�rcito Unido | Presas: Tres Hermanas. Varado en Izcuand� |
Figure 1 (L�pez Urrutia, Carlos**, Breve Historia Naval de Chile,** 53)
BUQUES MERCANTES CAPTURADOS, DESTRUIDOS O HUNDIDOS POR CHILENOS
BUQUE | FECHA | HISTORIAL |
---|---|---|
Carmen (bergant�n) | febrero 1817 | Abordado en Coquimbo |
Diamante (goleta) | 6-2-1817 | Convertido en transporte. Capturado por El Chileno. Incendiado |
Pensamiento | abril 1817 | Capturado por la Fortuna II. |
San Miguel (bergant�n) | abril 1817 | Capturado por la Lautaro. Con el rescate de prisioneros se pag� el saldo de la Lautaro. |
Nuestra Se�ora de los Dolores (fragata) | abril 1817 | Capturada por El Furioso, frente a Guayaquil |
Machete (fragata) | abril 1817 | Capturado por El Furioso |
Minerva | nov. 1817 | Capturada por la Fortuna I. Vendida al gobierno |
Santa Mar�a (fragata) | nov. 1817 | Capturada por la Fortuna II |
Inspectora (fragata) | mayo 1818 | Capturada por El Chileno |
Magdalena Dolores C�rdova Elena Consecuencia Jerezana Carlota | octubre 1818 | Fragatas capturadas por la Primera Escuadra Nacional al mando de Don Manuel Blanco Encalada |
San Miguel (bergant�n) | 1817 | Capturado por la Fortuna II e incendiado |
Gran Poder (bergant�n) | 1817 | Capturado por la Fortuna II |
San Antonio (bergant�n) | 1818 | Capturado por el Maip� Lanzafuego en Guayaquil |
Bolero (bergant�n) | dic. 1818 | Capturado por El Chileno frente a Guancacho |
Resoluci�n (bergant�n) | dic. 1818 | Capturado por el Bueras |
Cazadora (fragata) | marzo 1819 | Capturado por El Chileno |
Tres Hermanas (fragata) | marzo 1819 | Capturada por el Rosa de los Andes |
Los Anheles (goleta) | mayo 1818 | Capturada e incendiada por el Bueras |
Providencia (bergant�n) | 1818 | Capturada por el Maip� Lanzafuego |
Buena Esperanza (fragata) | 1818 | Capturada por el Maip� Lanzafuego |
Araucano o Carmelo (bergant�n) | 7-4-1818 | Capturado en San Antonio, se escap� al d�a siguiente. |
Empecinado (bergant�n) | 1818 | Capturado por el Congreso |
Golondrina (goleta) | 1818 | Capturada por el Congreso |
San Pedro Regalado (goleta) | 1818 | Capturada por el Congreso |
Veloz (bergant�n) | 1819 | Capturado por la Chacabuco. Montaba 22 ca�ones. Se hundi� como mercante en 1863. |
San Agust�n (bergant�n) | mayo 1821 | Buque guanero capturado por la escuadra y vendido en $1.000 para pagar la tripulaci�n. |
BUQUE | FECHA | HISTORIAL |
---|---|---|
Jes�s Mar�a (goleta) | mayo 1821 | Igual que el anterior |
Congreso II | 1821 | Mercante capturado por la escuadra y vendido |
Monarca (bergant�n) | 1821 | Guanero capturado por la escuadra, vendido en $ 5.000 |
Ave Mar�a (goleta) | 1821 | Capturada por la escuadra y vendida en $6.000 |
Mercedes (goleta) | 1821 | Transformada en lancha ca�onera despu�s de su captura por la escuadra. |
Dos Amigos (bergant�n) | 1821 | Capturado por la escuadra y devuelto a su due�o, naufrag� en Ancud el 11-5-1853 |
Peruana (fragata) | 1820 | Capturado por la escuadra en Guayaquil |
Claro | 1821 | Capturado por la escuadra, perdido en Anc�n |
San Fernando (fragata) | 24-07-1821 | Armada con 16 ca�ones, capturada en el Callao |
Milagro | 24-07-1821 | Armada con 14 ca�ones, capturada en el Callao |
Carmen (fragata) | 1821 | Capturada por la escuadra. Naufrag� en Valpara�so el 9-6-1823 |
Trujillana (fragata) | 1821 | Capturada en el Callao. Se hundi� frente a Paracas el 30-1-1823 |
Jerzana (bergant�n) | 1819 | Capturada por la escuadra en el Callao. Usado como transporte en la Expedici�n Libertadora. |
Aguila II (bergant�n) | 27-11-1819 | Capturado por la O’Higgins en la r�a de Guayas. Transporte de la Expedici�n Libertadora. |
Bego�a (fragata) | 27-11-1819 | Capturado por la O’Higgins junto al anterior. Devuelta a sus due�os: la familia Urrutia-Mendiburu |
Ingl�s (bergant�n) | 1820 | Presa capturada en el Callao. Empleado en las campa�as de Chilo� |
Victoria (goleta) | 1819 | Presa empleada como brulote en 1819, contra el Callao. |
B�rbara (goleta) | 1819 | Igual a la anterior |
Lucero | 1819 | Presa usada como brulote contra el Callao y tambi�n como barco de explosi�n. |
Teresana | 1819 | Presa usada como brulote |
Figure 2 (L�pez Urrutia, Carlos**, La Escuadra Chilena en M�xico - 1822,** 99-101)