Las marcas de España en París: un pasaje de los Viajes de Sarmiento (original) (raw)
En 1846, Sarmiento viaja a París en busca de la consagración. Cree que el Facundo, que había publicado apenas unos meses antes, le abrirá las puertas de la ciudad. Tiene una confianza tremenda en su libro, que piensa distribuir entre artistas e intelectuales franceses. Está seguro de que pronto alcanzará el reconocimiento al que tanto aspira. No es poca expectativa para un primer viaje. La desgracia, sin embargo, se ensaña con él. El correo pierde las copias que había encargado de Valparaíso y tiene que sobrevivir en París con un solo ejemplar. Sarmiento queda devastado. No puede hacer circular el libro en esas condiciones. Lo lógico, en ese punto, hubiese sido encontrar la manera de copiarlo en Francia. Pero hay otro problema. Un problema, podría decirse, más grave que el primero: el libro está en español y a nadie le interesa el español en París. Es una lengua, dice Sarmiento, que los franceses encuentran inmanejable para la expresión de las ideas. Además, según él mismo confiesa, su libro está escrito en «mal español». Es decir, se encuentra doblemente devaluado. Un texto escrito de forma imperfecta en una lengua de segunda categoría, una lengua que consigue anclarlo en la barbarie a pesar de encontrarse en el mundo de la civilización. Pero Sarmiento no se cruza de brazos. Le da vueltas al asunto hasta que encuentra una solución a su problema: hay que buscar a alguien que traduzca su libro. Él habla francés, pero desde un inicio rechaza la idea de traducirlo. Aquello hubiese sido, después de todo, transformar un imperfecto español en un imperfecto o imperfectísimo francés. Es