A Través del Túnel Carmesí (original) (raw)
Horizonte Histórico - Revista semestral de los estudiantes de la Licenciatura en Historia de la UAA
Me encontraba oculto en lo profundo de la parte más meridional del río Volga cuando de pronto sentí un golpe en la parte baja de mi espalda, el empuje que este me produjo me hizo caer de rodillas. Me llevé la mano derecha a la espalda baja y sentí un líquido ligeramente espeso. La sorpresa de haber recibido un tiro me hizo bajar la guardia, error capital de un guerrero. Como aprovechándose de mi anonadamiento, otra bala me penetró la carne, esta vez en la parte superior de la espalda, a la izquierda, y salió por el frente. A juzgar por el torrente color escarlata que brotaba de mi pecho supe sentí un súbito pánico, a sabiendas de que mi destino había sido sellado y ahora me enfrentaría a lo desconocido, atravesando la última frontera. Caí tumbado boca arriba y contemplé el cielo mientras exhalaba mi último aliento. Me sorprendí al despertar, "¿será que sigo con vida? "me pregunté atónito, pero había algo diferente en mí, faltaba algo… Noté que había parado de sangrar, ya no tenía heridas ni en el pecho ni en la espalda. También me di cuenta de la ausencia de mi fusil. Me puse de pie y advertí un cambio total en mi entorno, los cielos de Rusia siempre habían sido grises en esta época del año, y el humo de la artillería lo oscurecía aún más, pero ahora estaba cubierto por una profunda niebla que no podía ser descrita de otra forma más que negra, como si las corrientes del Volga me hubiesen arrastrado hasta una cueva, pues el cielo no era visible, ni tampoco los rayos de luz podían alcanzar esta lúgubre superficie. El Volga ya no estaba teñido de rojo, en ese momento se veía de un negro más oscuro que el carbón, y más brillante que una amatista. Como si mi imaginación pudiese alterar la realidad, un enorme barco de madera raída y putrefacta emergió de las profundidades del inmenso río, portaba estandartes viejos y rasgados, al igual que las velas, que no contaban con emblema alguno, sólo eran de un negro opaco. ¿A qué clase de calabozo me habían metido mis captores? Debía escapar antes de que iniciasen los interrogatorios.