De cómo un virrey entra en México (Marqués de Villena, 1640) y de cómo los libros y relaciones de sus fastos se alojan en bibliotecas de USA (original) (raw)

llegó a Nueva España en junio de 1640 con los cargos de virrey, gobernador y capitán general. Este grande de España de primera clase fue el primero de su rango en ocupar un puesto de virrey en Indias. En consonancia con su nivel de altísima nobleza, la sociedad novohispana de la época le agasajó con recibimientos y fiestas excepcionales, desde el puerto de Veracruz hasta Ciudad de M éxico, los cuales se prolongaron durante casi medio año (junio-noviembre de 1640): se corrieron toros, cañas y alcancías, hubo arcos triunfales, desfiles de cuadrillas a caballo, mascaradas o encamisadas, colaciones, luminarias… El teatro, máximo exponente de la diversión popular de la época, no se quedó al margen de tan magnas celebraciones, pues se le brindaron varias loas, comedias, tocotines, mitotes y danzas que expresaban el regocijo y pleitesía de los naturales ante el recién llegado. En otro orden de cosas, la excelsa poeta M aría de Estrada M edinilla escribió al efecto dos largas composiciones líricas detallando los fastos que, en honor del citado Diego López Pacheco, se organizaron el 28 de agosto (entrada oficial en la Ciudad de M éxico) y el 27 de noviembre (hubo toros y juego de cañas y alcancías). Puntuales noticias del viaje del nuevo virrey desde España hasta M éxico se las debemos a Cristóbal Gutiérrez de M edina, su capellán y limosnero mayor, el cual le acompañó en la travesía atlántica y en breve plazo publicó la consabida relación de los hechos, con este título: Viaje de tierra y mar, feliz por mar y tierra, que hizo el excellentísimo señor Marqués de Villena, impreso en M éxico, en la imprenta de Juan Ruiz, año de 1640 1. En la misma flota arribaron a tierras mexicanas el obispo de la Puebla de los Ángeles (don Juan de Palafox y M endoza, quien a partir de 1642 jugaría un papel decisivo en la traumática destitución de Diego López Pacheco), el obispo de Yucatán (don Juan Alonso de Ocón) y el obispo de Nueva Vizcaya (fray Francisco de Hevia y Valdés); cada obispo, por supuesto, con su propia familia: en el sentido de 'criados' 2. Una simple mirada a la relación de Gutiérrez de M edina nos ilustra sobre los fastos y conmemoraciones surgidos al hilo del viaje, los cuales empezaron durante la navegación por alta mar, sujetos al calendario litúrgico. He aquí una breve reseña de los mismos: 3 de mayo, día de la Cruz, en plena travesía por el Atlántico. Tras los oficios religiosos «el resto del día se gastó en saraos delante de la Santa Cruz, con juegos muy redículos, toros de manta y caballeros con rejones a lo burlesco que alegraron